Firmas con sello de lujo: Tomás Paredes

¿Es Óscar Domínguez un universo por descubrir?

      Escolios al estudio de José Carlos Guerra Cabrera

 

No pocos, al leer el rubro que antecede, sonreirán y me tacharán de ingenuo. ¡Cómo un pintor tan cotizado, con una obra que ha generado tan inmenso caudal de bibliografía, que ha tenido una vida novelesca y aventurera, un surrealista genuino posee aún algo por descubrir, seis décadas después de su muerte!

Y sí, hay mucho por descubrir y poner en claro en la vida y obra de Óscar Domínguez, a pesar de las variadas monografías que le han dedicado sus especialistas. ¡Si en España hubiere amor por el arte, visión de futuro y un poco de decencia intelectual, hace mucho que Óscar Domínguez se habría convertido en una estrella del firmamento arte, como lo son Picasso, Dalí, Miró, Warhol, Matisse o Magritte! ¡Ni un ápice menos!

José Domínguez

Aunque no ignoro la atención que le presta el TEA de Tenerife y las antológicas que se han hecho en España, quiero ir más lejos, pues ya deberían haber llegado a un acuerdo el Reina Sofía y el Centro Pompidou, con otras colaboraciones necesarias, para realizar un gran lanzamiento internacional, un gran evento cultural en torno a su obra. ¿Para qué sirve el Ministerio de Cultura?

Lo que de suso digo, lo que seguirá no es producto del capricho sino del conocimiento y, sobre todo, de la lectura de una obra monumental: Óscar Domínguez. Obra, contexto y tragedia, José Carlos Guerra Cabrera, Islas Canarias 2020. ¡Qué un libro de esta enjundia sea una autoedición, aunque colaboren instituciones del archipiélago, ya indica cómo estamos culturalmente y con qué infraestructuras de difusión cultural contamos!

¿Qué hace ese pobre y desnortado Ministerio de Cultura y Deporte? ¿Cultura y deporte? Es como mezclar agua y aceite. Ningún ministro del ramo ha hecho gran cosa, pero don Miquel de las Mercedes se dedica a repartir migajas entre los adeptos y a quedar bien con todo el mundo y con todas las lenguas oficiales, menospreciando la principal. El Ministerio de Cultura y Deporte no está interesado en potenciar y difundir la cultura que se crea en España, sólo se ocupa en conceder subvenciones para parchear agujeros y acallar descontentos. ¡El señor Iceta ha demostrado, en el lapso de su reinado, que lo más cerca que está del arte es cuando baila o lee a J. D’O en francés!

José Carlos Guerra

 

El libro que referencio, de José Carlos Guerra, es monumental -por formato, peso, extensión, hondura, contenido, imágenes, 456 pp. gran folio- Es apabullante por la cantidad y calidad de la información que exhibe, por la veracidad del detalle, por la investigación que ha exigido, por la seriedad que rezuma lejos del postureo crítico, por la totalidad que abarca tanto en los temas felices como en los controvertidos.

¿Y qué difusión se ha hecho a este trabajo excepcional y arriesgado? Por lo que he podido comprobar, escasa, localista y limosnera. A mis manos ha llegado por la mediación de Jorge Rodríguez de Rivera -encargado de realizar el catálogo razonado de la obra gráfica de Domínguez y amigo- que me lo recomendó y pidió a su autor que me lo enviare, lo que generosamente ha realizado. Pero no es el regalo contundente lo que propicia estas líneas, sino el influjo que desprende el libro y mi compromiso intelectual y estético. ¡Si te ponen un sol en las manos, no puedes desentenderte, sino gozar de su luz y compartirla con todos!

Arrivée de la Belle Époque. 1935. Escultura-objeto: figurilla femenina pintada de rojo, marco de madera y algodón. 45 x 20 x 5 cm. Colección particular

Don Quijote. 1949. Óleo sobre lienzo. 61,5 x 46 cm. Colección particular

José Carlos Guerra Cabrera (guerrajc@movistar.es), Canarias 1947, doctor por la Universidad de La Laguna, tesis: Los encargos pictóricos narrativos de las cofradías venecianas (1490-1535) Pintura, religiosidad y sociedad.  Catedrático de bachillerato hasta 2008, es autor de varios títulos entre ellos: Biografía de Marmaduke Rawdon. Un mercader inglés en Tenerife en el siglo XVII y este gigantesco estudio global acerca de la vida y obra de Domínguez.

Antes de adentrarnos en el terreno propio del caimán– apodo de Domínguez entre sus colegas y amigos- tengo que afirmar que el libro se lee con gran facilidad, cuál si fuere una novela de fluida narración, un argumento airoso trufado de fechas y datos técnicos, que te atrapa y no te deja. Lo he leído en tres sesiones consecutivas, porque Guerra te pone la miel en los labios y la succionas o se pierde. Es preciso matizar que la facilidad se trabaja y que está siempre aliada a la sencillez y por eso resulta majestuosa, convirtiendo en máxima expresividad la identidad de lo mínimo, en lo que fue maestro incomparable Azorín.

Es verdad que, en este ensayo, que participa de otros géneros, no están bien estudiadas las exposiciones colecticas en las que participó, como advierte el autor. Si, todas las personales. En ocasiones no se menciona la ubicación de la obra que se comenta, porque quizá se ignore el paradero. Hay algunas erratas, como una reiterada s final en el apellido de Szyszlo. Casi siempre se menciona a los mismos pintores españoles, o no, en su ámbito parisino y, por ejemplo, tuvo más relación con Javier Vilató- no Xavier-, Antonio Clavé y otros de lo que se cuenta. Se citan autobiografías y memorias, sin contrastar las citas.

Erotica. 1954. Óleo sobre lienzo. 230 x 156 cm. Colección particular

La famille. 1950. Óleo sobre lienzo. 85 x 112 cm. Colección particular

Dicho esto -que no es sustancial, ni empaña la luminosidad de la propuesta, ni deturpa su hurmiento- la obra es el gran archivo donde está todo Domínguez: su iniciación, lo que fue y lo que es, aunque más basado en el mundo de las últimas cotizaciones en subastas que en el lugar que ocupa en la memoria colectiva, que desde mi óptica no es el que debiera ocupar.

Óscar Domínguez (Tenerife1906-París1957), es uno de los sempiternos volcanes canarios, que desde 1929 se instaló en París, con perspectivas comerciales primero, que se disolvieron ante su inclinación apasionada hacia el arte, llegando a formar parte de la elite del arte contemporáneo, entre los años treinta y cincuenta del s. XX. Es un creador de amplios registros, ángel del objeto, pintor, escultor, grabador, escritor que hizo brillar su talento en el orbe surrealista.

No es un pintor más del entorno de Breton, es un genio peculiar que despliega una fantasía y una imaginación soberbias de las que se sirvió el Papa del surrealismo. Si en un principio su técnica no fue solvente, la fue afinando hasta convertirse en un maestro capaz de crear, copiar- con tal perfección que burló a los expertos- y poner luz donde sólo había oscuridad.

Su agitada vida no debe distraernos respecto a la dimensión de su obra plástica. Es una tentación adentrarnos en su compleja vida erótica, pero no debemos dejarnos llevar de lo anecdótico.  Se convirtió en icono surrealista, plástico, sexual, genial, comercial, etílico. Se codeó con Picasso, Paul Eluard, Breton, grandes marchantes, críticos de fuste, poetas, historiadores. Tuvo varias mujeres, comblezas o legítimas, siendo la última Marie-Laure Bischoffsheim, vizcondesa de Noailles. Plagió a Picasso, De Chirico, Miró y todo lo que se le puso en el camino. Un hombre de genio desbordado por encima de las convenciones que acabó suicidándose.


Le Minotaure amiral. 1951. Óleo sobre lienzo. 41 x 33 cm. Colección particular

Les siphons surréalistes. 1937. Óleo sobre lienzo. 100 x 73 cm. Colección particular

La obsesión de Domínguez con el suicido data de 1933. Ernesto Sábato comenta otra intentona en 1938. Falto de dinero, deprimido, alcohólico y acromegálico, el 31 de diciembre de 1957, mientras le esperaban para una cena de fin de año, se cortó las venas, poniendo fin a su vida. Es sintomático de la estrella abandonada que, casi todas las necrológicas que aparecieron en los periódicos franceses fueren anónimas. Le debemos una reparación a este genio por lo que construyó, no es admisible que quien había sido un ídolo muriese tan al desnudo, en precario, y sin un pizco de ternura.

Domínguez fue un surrealista convicto y confeso, natural, carismático; sus cartas son poemas surrealistas, como los títulos de sus obras. Y sus libros, Les deux qui se croisent, 1947. Todo ello está estudiado y editado, pero disperso y se cubre de lejanía y silencio.

No puedo desmenuzar el ambicioso contenido del libro, hay que leerlo. A pesar de su volumen, es un enorme placer. La sensación que produce es tan feraz, tan hermosa, que merece el esfuerzo de adentrarse en este Paraíso, que también tiene su Purgatorio y su Infierno. José Carlos Guerra ha escrito la Divina Comedia de Domínguez, que no sólo tuvo un Virgilio.

Violette Nozières. 1934. Óleo sobre lienzo. 81,5 x 100,3 cm. Colección particular.

Tauromachie. 1947. Óleo sobre lienzo. 70 x 100 cm. Galería de Moravia. Brno

Pero, ¿dónde está situado hoy Domínguez? En la frontera; a un extremo de los más grandes y en la cúpula de los regulares. Bien es cierto que el mercado, tan denostado siempre, es quien más le ha puesto en pinganitos. Estando ahí, no está en la primera línea y eso no es culpa de su obra sino de nosotros y de los vedetismos.

En contra de una corriente muy extendida y cansina, aberrante, que defiende que interesa más lo que se dice de la obra que la obra, yo defiendo la obra, por encima de todo, pues sin ella no hay nada. ¡Si nuestro autor ha sido la fuente de una grandísima bibliografía, cómo no está en el Olimpo? No pretendo insinuar que está olvidado, ni descubrir nada; si, que está mal valorado, sin el cariño ni la devoción que se presta a otros gigantes. Se ha escrito de él más que se ha expuesto y la fuerza del arte plástico entra por los ojos y sube al alma, o al cerebro, ocasionando un chispazo donde se origina la poesía.

Reitero mi agradecimiento al autor por dedicar su tiempo y su atención a poner en claro el caos dominguesco. Las páginas que dedica al pastiche y las copias son oportunas y deliciosas. Contemplen las imágenes que se adjuntan y los cientos de ellas que el libro contiene y se preguntarán conmigo: ¿si existe un genio plástico nacido entre nosotros, por qué no proclamarlo? ¡Qué la leyenda no opaque su esplendor!

 

Tomás Paredes

                                                              Presidente de H. de AICA Spain

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