Flora López del Castrillo

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

Flora López del Castrillo

LOPEZ DEL CASTRILLO, Flora    P    1934                    1876     MADRID              MADRID

 

La artista Flora L. Castrillo en una fotografía aparecida en Estampa, en 1930

 

Firmaba su obra y era conocida como Flora L. Castrillo o Flora Castrillo.

Especialista en la pintura de abanicos, Flora López Castrillo nació en Madrid el 24 de noviembre de 1878, en el seno de una familia en la que había además otras dos hijas: Remedios, telegrafista de profesión, y Eulalia, de ocupación “sus labores”.

En una vocación tardía, con 27 años, se matriculó en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid, en la que estudió de 1905 a 1911.

En el último curso, obtiene premios en todas las materias cursadas.

En 1910 se presenta a la Exposición Nacional de Bellas Artes, donde consiguió una Medalla Honorífica por la obra titulada “Marina”, que en algunos medios de la época apareció con la reseña añadida de “Nuevo procedimiento para pintar marinas con azúcar piedra. Patente de invención”.

La obra, aparece así inscrita en el catálogo oficial:

118.- “Marina”

Allá va la nave;

¿quién sabe do va?

¡Ay triste el que fía

del viento y la mar!- 0,98 x 1,70.

En la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1912 conseguiría la Tercera Medalla con la obra que aparecía así en el catálogo oficial:

461.- “Marina”

Junto al agua se ponía

Y las ondas aguardaba

Y al verlas llegar huía;

Pero a veces no podía

Y el blanco pie se mojaba.

(“La Galatea”, de Gil Polo).- 0,98 x 1,69.

Pese a que pueda parecer que es la misma obra de la Exposición de 1910, nada tienen que ver una con otra, como puede verse en las fotografías que se incluyen en este artículo.

Además, presentó las obras “El desayuno de la muñeca”.- 0,72 x 1,13, y “Flores”.- 0,36 x 0,50.

El Estado compró la “Marina” y se destinó al Museo de Arte Moderno de Madrid, donde estuvo expuesta hasta que en 1971, el Museo Centro de Arte Reina Sofía lo adquirió, permaneciendo en el Museo del Prado hasta que en 2016 se depositó en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid.

En la Exposición de Artes Decorativas de 1913 obtuvo una Segunda Medalla.

Flora L. Castrillo junto a su maestro el pintor y también socio de la AEPE,  Muñoz Degrain

 

Ese mismo año, acompaña a Antonio Muñoz Degrain a un viaje a Valencia con motivo de la donación que el pintor hizo al Museo Provincial de esa ciudad, de muchas de sus obras, así como de muebles y otros objetos que coleccionaba.

En las entrevistas que concedió con motivo de ese viaje, mencionaba que … “a mi discípula Flora Castrillo y a mi nos tiene en el hotel de Roma”. En otro medio se reseñaba que ambos, acudieron al Ayuntamiento, en donde saludaron al Alcalde y allí examinaron los cuadros de la Casa Consistorial”…

Otro medio publicaba además una fotografía, …”un retrato de Muñoz Degrain hecho por Novella, en Valencia el pasado verano, que dedica a su discípula Flora Castrillo, que con él se halla en el estudio de pintor durante nuestra charla, y tiene a guisa de dedicatoria estas palabras, que son otro retrato de D. Antonio: “Cuidadito con lo que pintas, que te estoy viendo…” … No crea usted  que yo acostumbro a dedicar retratos a nadie. No tengo hábitos de bailarina… a esta niña, sí. Hago con ella una excepción, porque trabaja con fruto, dirigida por mí, y la tengo mucho cariño”…

Finalmente, en otro periódico y ya en enero de 1914, el propio Muñoz Degrain explica: …”Me hicieron profesor de la Escuela de Pintura… no fui nunca aficionado a enseñar. Prueba de ello que no tengo otros discípulos sino aquellos que fueron a mi clase en la Academia y por excepción José Nogales, malagueño, y Flora Castrillo, que de la Escuela ha salido también. Acudía a mi clase y me llegué a interesar por ella porque vi su gran aplicación y los adelantos que hacía, justificados además por su mucho amor al trabajo. Me la traje a mi estudio y estoy satisfecho de haberlo hecho así.

Obra de 1910

 

Flora ha tenida ya varios premios en la Escuela por su aplicación. Algún disgusto me ha causado, porque dieron en decir gentes maliciosas que yo la pintaba los cuadros. Es absolutamente falso. Cuando en la Escuela mereció premio en paisaje estaba sola y a nadie quedaron dudas de que tenía para el arte aptitudes poco comunes. En la Exposición de Arte Decorativo figuraron obras suyas bastante notables. Una acertadísima por todos conceptos, “La cantatiz griega”. En la Exposición de 1912 obtuvo una tercera medalla por su cuadro “Galatea”, inspirado en un poema del celebrado valenciano Gil Polo, que floreció ya mediado el siglo XVI. Figura el cuadro, Galatea en la orilla del mar en el poético momento que Gil Polo trazó de mano maestra en estos versos irreprochables:

Junto al agua se ponía

Y las ondas aguardaba

Y en  verlas llegar, huía,

Pero a veces no podía

Y el blanco pié se mojaba”.

En esa obra, adopta un estilo inusual y atrevido, empleando referencias de la cultura clásica, ofreciendo una escena que, envuelta en un ambiente onírico y ensoñado, desata una caprichosa visión simbolista apreciada en el infinito mar.

Ese mismo año, participará en la Exposición que la Asociación de Pintores y Escultores organizó en Brighton, en la que expusieron artistas de primera fila, muchos de ellos, socios de la entidad como ella misma.

A la Exposición de Artes Decorativas de 1915 presentó las obras Brisas helénicas y Noche clara.

«Vista de Orense al atardecer«

 

Con los paisajes “Costa de Mallorca” y “Un astillero en la bahía de Vigo”, participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1917, de los que la crítica dijo que no eran más que “aprovechadas imitaciones de una discípula de Munoz Degrain”, o en otra reseña el crítico Silvio Lago apuntaba que …”Para pintar como Muñoz Degrain, hay que ser Muñoz Degrain. Véanse, como ejemplo de ello, otros dos cuadros titulados Mallorca y Astillero en la bahía, que firma la señorita Flora Castrillo. Así pinta Muñoz Degrain”.

En 1919 participa en la Exposición de Bellas Artes de Santander, donde coincide con otros socios de la Asociación de Pintores y Escultores, como María Luisa Pérez Herrero,  Esperanza Cañizares, Joaquín Sorolla, Timoteo Pérez Rubio…

En 1920 consigue plaza como profesora de dibujo en la Escuela del Hogar y Profesional de la Mujer, fecha a partir de la cual casi no existen noticias si no son puramente de su trabajo.

«La vida en el mar»

 

En 1922 varios medios recogen la exposición que junto a su maestro, Muñoz Degrain, realizó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En una pared se exhibían los cuadros, en la otra,  sus obras de “países de abanicos pintados en el tipo tradicional de asuntos reales o alegóricos; son el pequeño cuadro que se extiende sobre el varillaje del abanico, que se pliega y desaparece, y que manos femeninas mueven sin que los ojos puedan seguir tan rápidamente estos movimientos para contemplar la pequeña obra de arte. Por eso los abanicos que aprisionan un pequeño cuadro, considerados con un elevado valor artístico que es preciso apreciar bien, se colocan y embellecen una vitrina, menos que unas manos femeninas. La señorita Flora Castrillo ha recibido de su maestro una sólida educación pictórica, y en la Escuela del Hogar, de la cual es profesora de abaniquería artística, desarrolla sus enseñanzas, orientadas hacia ese sentido elevado de arte, creando la obra única y no por el lado modesto de la industria artística”.

Blanco Coris firmaba en el Heraldo otra crítica en la que comentaba que  …”la notable artista Flora Castrillo exhibe una colección de abanicos originales para la enseñanza de la especialidad de esta clase de pintura en la Escuela del Hogar. Flora Castrillo goza de merecida reputación como profesora de la citada Escuela y como paisajista honra a su maestro Muñoz Degrain. Dieciocho vitelas forman el conjunto de su Exposición. Estas pinturas ofrecen una variedad interesante de técnica y asuntos. Las unas están resueltas con espontánea y franca factura; las otras obedecen a la índole de las composiciones y están más acabadas, y en todas ellas aparece siempre la colorista, que entona, que domina el ambiente, obteniendo con tonalidades finas y simpáticas conjuntos de una originalidad y visualidad armónica admirables. Las marinas, paisajes, figuras, asuntos y alegorías de sus abanicos están tratadas con característico sentimiento varonil. Flora Castrillo es una artista que se reveló por su pintura recia. Desde sus primeros pasos en el arte, cuando era discípula de la Escuela Superior de Bellas Artes, se manifestó alejada de las tildes femeninas de los miniados, de las sutilidades propias de las mujeres pintoras, revelando una robustez de paleta y una factura tan personales, que en la actualidad figura al lado de los maestros del paisaje moderno. No nos extraña el éxito de la Castrillo en la nueva fase con que se presenta al público y a la crítica en el salón de actos de la Academia de San Fernando, porque el que pinta con alma y honradez de devoto de nuestra ideografía e historia, lleva siempre las de vencer y recoger buena cosecha de lauros”.

«Marina», de  1912, y  detalle de la obra

 

En enero de 1923 La Esfera recoge dos fotografías de países de abanico, realizados por la artista, a los que acompaña el siguiente texto: “Dentro de la trayectoria ideológica y técnica del arte admirable de Muñoz Degrain, Flora Castrillo, la insigne pintora, viene destacando hace tiempo su personalidad vigorosa, el sensible temperamento que la caracteriza. Como su maestro, Flora Castrillo no concibe el arte sin finalidad sentimental, sin las sugestiones intelectuales que lo ennoblecen y le depuran. Así procura siempre no componer un cuadro, no dejarse llevar de una externa emoción visual antes de encontrarle su valor íntimo, el entrañable idealismo que corresponda a la belleza externa de los colores. Con igual fortuna trata el paisaje romántico o realista que los temas históricos o los episodios legendarios. Revela en esa obra suya, realizada con fervor y con capacidad, una preparación cultural muy sólida y una bien distribuida selección de motivos.  En diversas Exposiciones Nacionales la señorita Castrillo ha conseguido notables recompensas que ha culminado hasta ahora en una segunda medalla por su lienzo Safo, lienzo de  un positivo encanto y de una escrupulosa fidelidad de época.

Nombrada profesora de la Escuela del Hogar de la clase de pintura de abanicos, su buen gusto, su inspiración amplia y su sensibilidad se manifiestas de un modo total en modelos como este Idilio y Granada, reproducidos en la presente página. Ambos formaban parte de una Exposición interesantísima que la señorita Castrillo celebró simultánea a la de cuadros de su maestro el glorioso autor de Otelo y Desdémona, en la Real Academia de San Fernando. Huyendo de los tópicos manidos, de las repeticiones manoseadas que suelen utilizar los especialistas del género; prescindiendo de las fantasías ultramodernas o los asuntos caricaturescos que desvirtúan el sentido tradicional de los países de abanico, Flora Castrillo demostraba de un modo práctico que puede y debe llevarse como los antiguos maestros abaniqueros el concepto del cuadro a la frágil frivolidad de este objeto tan femenino.

De entre la serie notabilísima de modelos se han elegido estos dos, por como resumen los dos aspectos más definidos de Flora Castrillo: el paisaje y la composición de asunto erótico con la gracia de las vitelistas del siglo XVIII”.

En 1926 participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes con los óleos Amanecer en la playa (Valencia) y Rincón de pasajes, por las que obtiene una Segunda Medalla.

En 1927 participa en el VII Salón de Otoño, al que concurre con el óleo Tarde de otoño.

Un año más tarde, al VIII Salón de Otoño presentará la obra Ninfas en recreo campestre.

Dos países de abanico  de Flora L. Castrillo aparecidos en La Esfera en 1923

 

Con los óleos  Vuelta de la pesca (Málaga) y Un arrabal (Orense), concurrió a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1930. En la revista Estampa, que además publica un retrato de la artista pintando una de sus obras, fotografía de Benítez Casaux, el periodista Ignacio Carral destaca el …”afecto filial hacia su maestro. Así, la señorita flora L. Castrillo, que dio sus primeros pasos en el Arte al lado de Muñoz Degrain y permaneció junto a él hasta su muerte. -¡Cuántas veces –exclama- me decía el maestro: “¡Qué lástima que no seas chico!” Y es que los chicos se le iban, se le rebelaban. Mientas yo permanecía siempre a su lado”.

Presentó obra al Salón de Otoño de 1934, y a la Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de 1934 y 1935.

Imaginamos que debió pasar la guerra civil en Madrid, tras la que continuó con la docencia como profesora hasta su jubilación en 1948, cuando contaba con 70 años, falleciendo al poco tiempo.

Se la considera una de las pocas mujeres artistas dedicadas al simbolismo modernista de comienzos del siglo XX.

Su interés por el paisaje la convirtió en una de las pocas pintoras españolas dedicadas a este género artístico durante el siglo XIX y comienzos del siglo XX, si bien destacó además, como pintora de marinas.

Durante sus años de estudio en la Escuela de Pintura, trabó amistad con su director, el socio de la AEPE José Nogales Sevilla, y ambos admiradores y discípulos del también socio Antonio Muñoz Degrain, a quienes influenció artísticamente.

Convertida en discípula predilecta de Muñoz Degrain como hemos visto, las formas y figuras de sus obras respetan el estilo del artista valenciano, creando, en definitiva, un estilo personal y propio.

Sus obras reflejan el espíritu simbolista de los poetas de la época, huyendo de la realidad del momento que le tocó vivir, a través de la espiritualidad, el misterio y la fantasía.

Flora usa un lenguaje personal y particular mediante una línea en el dibujo meditada, vivaz y de enorme plasticidad, consolidada en los trazos de la mar. Sumergida en la pintura de historia, sus obras tienen una cuidada composición, dedicando gran atención a los pequeños detalles, desplegando así cierta factura preciosista.

«Idilio en La Caleta» (1914) de Flora López Castrillo. Oleo sobre lienzo 150,5 x 108,5

 

Sin abandonar del todo la minuciosa ejecución en pos de una libertad de pincel, utiliza tonalidades que escapan a los colores tradicionales utilizados en el género pictórico del paisaje, factor que asoma la originalidad de su trabajo como artista, cuyo instinto para insinuar atmósferas y espacios emocionales, incita a la visión de un sueño, lo irreal, cautivando del todo al espectador.

Los matices azulados, grises y rosados surgen como una marca de singularidad en sus proyectos, donde la figura humana continuará siendo la protagonista, así como la utilización de atrevidos contrastes y su buen sentido en la composición, la sitúan, junto a Antonio Muñoz Degrain, en la vanguardia del paisajismo español.

Flora L. Castrillo y la AEPE

En el VII Salón de Otoño de 1927, apareció inscrita como Dª. Flora L. Castrillo, natural de Madrid, donde reside, San Lorenzo, 2. A la misma, presentó el óleo

259.- “Tarde de otoño”, 0,67 x 0,53. Sin foto

Al VIII Salón de Otoño de 1928, concurrió como Srta. Flora L., natural de Madrid, donde reside, San Lorenzo, 2, sextuplicado.

101.- “Ninfas en recreo campestre”, óleo, 0,62 x 0,49 sin foto

En el XIV Salón de Otoño de 1934, figuró inscrita como Dª Flora, Castrillo L., natural de Madrid. Vive en San Lorenzo, 4.

152.- “De vuelta de la pesca (Málaga)”, óleo. Sin foto

Flora López Castrillo, alumna predilecta de Muñoz Degrain, aparece de espaldas en esta pintura

 

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