Las Medallas de la AEPE: Joaquín Sorolla Bastida

Por Mª Dolores Barreda Pérez

      Después de ver cómo y cuándo nació la Medalla de la Asociación de Pintores y Escultores, vamos a seguir conociendo más acerca de su creador y en qué galardones se otorga actualmente, con sus correspondientes denominaciones.

Medalla Joaquín Sorolla y Bastida

del Salón de Otoño

En 2017 y gracias a la propuesta que realizara el Presidente de la AEPE, José Gabriel Astudillo, bajo el título de “La plenitud de los nombres”, se acordaba la reorganización de los premios y galardones que otorgaba la institución en los distintos certámenes y concursos habituales.

Con el ánimo de honrar la memoria de los fundadores de la AEPE, para el Salón de Otoño se sustituyeron los premios de primera, segunda y tercera medalla, reservados únicamente a los socios, otorgándoles el nombre de los grandes maestros fundadores de la centenaria institución.

Fue en el 84 Salón de Otoño de 2017 cuando se establecieron los premios: Medalla de Pintura Joaquin Sorolla y Bastida, Medalla de Escultura Mariano Benlliure y Gil, Medalla de Pintura Cecilio Pla y Gallardo, Medalla de Escultura Miguel Blay y Fabregas, Medalla de Pintura Marcelina Poncela de Jardiel y Medalla de Escultura Carmen Alcoverro y Lopez.

Joaquín Sorolla y Bastida

SOROLLA Y BASTIDA, Joaquín    P    1910(F070)      27/2/1863     CERCEDILLA      10/8/1923

Socio Fundador de la AEPE

Presidente de la AEPE

 

Joaquín Sorolla Bastida nació en Valencia, el 27 de febrero de 1863. Hijo de Joaquín Sorolla Gascón (natural de Cantavieja, Teruel) y de Mª Concepción Bastida Prat (Valencia), que un año más tarde tuvieron además otra hija llamada Concha.

Con sólo dos años de edad, los hermanos quedan huérfanos, al fallecer sus padres víctimas de una epidemia de cólera, siendo acogidos por su tía materna Isabel y por su marido, que intentó en vano enseñarle el oficio de cerrajero, pero aunque lo llegó a hacer, desde muy niño se dedicaba al dibujo con gran maestría.

Pronto sus maestros recomendaron a la familia que se matriculara en la Escuela de Artesanos de Valencia, donde estudia dibujo y dos años más tarde, estudia ya en la Escuela Superior de Bellas Artes de Valencia, donde coincide con Blas, José y Juan Antonio Benlliure, además de con José Vilar Torres e Ignacio Pinazo, que recién llegado de Italia, le muestra la nueva forma de tratar la luz en base al tratamiento de la mancha, coincidiendo con el impresionismo en la búsqueda de los efectos luminosos, estilo que rápidamente adopta Sorolla.

Fotografías de Joaquín Sorolla. De izquierda a derecha,  con  20 años, con  25 años y a los 30

 

Allí conocerá también a otro alumno cuyo padre era el prestigioso fotógrafo Antonio García, que le da trabajo como iluminador de fotografías, y padre de quien más tarde se convertiría en su esposa, Clotilde García.

En 1880 consigue una medalla de plata por su obra «Moro acechando la ocasión de su venganza» en la exposición de la ya desaparecida Sociedad Recreativa El Iris de Valencia.

En 1881, envía a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid, tres marinas valencianas, de temática histórica y dramática, que pasaron inadvertidas al no encajar con la pintura oficial.

A partir de ese momento, estudia la obra de Velázquez en el Museo del Prado, además de otros autores, y cuya influencia permanecerá visible en todas sus obras.

Marcado por el realismo, su profesor Gonzalo Salvá le anima a presentar obra a la Exposición Regional de Valencia de 1883, donde consigue una Medalla de Oro. En la Exposición Nacional de 1884 logra la Medalla de Segunda Clase por la melodramática obra titulada “Defensa del Parque de Artillería de Monteléon”.

                                

                                       

 

Diferentes «Autorretratos» realizados por el maestro

 

La obra “El grito de palleter”, sobre la Guerra de la Independencia, le vale una pensión de la Diputación Provincial de Valencia para viajar a Roma, donde estudia el arte clásico y renacentista.  Allí conoce la obra de Mariano Fortuny, cuya influencia orientalista se refleja en algunas de sus obras de ese periodo.

Su viaje a París, junto al pintor Pedro Gil, le sirve para conocer de primera mano el impresionismo, que le hace variar su temática y estilo y marca el contacto con las vanguardias europeas y sus relaciones con otros pintores a los que admira, como Singer Sargent, Boldini y Zorn.

En 1888 se amplía la pensión concedida para su estancia en Roma, y Joaquín vuelve a Asís, junto a su esposa Clotilde García del Castillo, con quien ese mismo año ha contraído matrimonio en Valencia.

Es una época en la que abundan los temas costumbristas y anecdóticos que vende con profusión, lo mismo que pequeñas acuarelas que comercializa su marchante, Francisco Jover.

Junto a su mujer Clotilde, en 1889 se instalan en Madrid, donde en pocos años alcanzará gran renombre como pintor.

Comienza a pintar al aire libre, dominando con maestría la luz y combinándola con escenas cotidianas y paisajísticas de la vida mediterránea. Es el camino que le llevará a un estilo propio en el que existen ciertas similitudes con el impresionismo y en donde se definen sus pinceladas largas y su uso del color negro, pero en donde la luz y el color lo son todo.

Autorretrato con fondo de mar

 

En 1889 nace su hija María, y tres años después, su hijo Joaquín.

En la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1892 logra la Primera Medalla con la obra “¡Otra Margarita!” y más tarde, con “¡Aún dicen que el pescado es caro!”, obtuvo la Primera Medalla de la Exposición Nacional de 1895, cuadro que fue comprado por el Estado Español.

En 1895, nace en Valencia su hija menor Elena, lo que le llevó a interesarse por el tema de los niños, que a partir de este momento explotó de forma continuada con gran éxito, así como las representaciones de su familia en las distintas etapas de su vida.

«Niños en la playa de Valencia»

«Sol de la tarde» , el cuadro que según su propio autor, era el mejor que había hecho en toda su vida

 

Siguiendo la sugerencia de su amigo Aureliano Beruete, comienza a cultivar el retrato de forma muy exitosa, al servicio de personalidades de la época, gozando de gran prestigio y siendo solicitado de forma continua e incesante.

Con “Triste herencia” recibió, en 1900, la Medalla de Honor de la Exposición Universal de París.

Hacia el verano de 1905, en Jávea, realiza una serie de pinturas de niños desnudos, una de sus series más famosas que junto a los retratos, que le valieron el encargo de la Hispanic Society of America, de una serie de retratos de españoles célebres para la biblioteca de la institución que había fundado. Este conjunto, que se conoce con el nombre de «Galería iconográfica de españoles ilustres», fue incrementándose, entre 1909 y 1920, con óleos de personalidades contemporáneas a Sorolla, vinculadas al mundo de las letras y de las ciencias, algunos de ellos destacados miembros de la Generación del 98.

Son años de intenso trabajo y viajes por Europa, principalmente Inglaterra y Francia, en los que traba amistad con grandes pintores del momento y conoce de primera mano las vanguardias.

Jardín de su casa-estudio en Madrid

 

En 1905, el pintor adquirió un solar en la Calle del General Martínez Campos de Madrid, junto a la residencia de la actriz María Guerrero, en donde construyó su casa-estudio y al que incorporó tres jardines, y por deseo de su viuda, Clotilde García del Castillo, donó todos sus bienes al Estado Español, en un museo que honra su memoria. Allí se reúnen gran parte de sus obras maestras, así como muebles y objetos que formaron parte de su vida cotidiana.

Entre 1906 y 1907 retrata a la familia real en la Granja de San Ildefonso y cuatro años después, el hispanista norteamericano Milton Huntington, le encomienda la decoración de una gran estancia rectangular de la Hispanic Society, con una serie de paneles que ilustrarían las distintas regiones de España, mostrando su peculiar carácter a través de sus paisajes y sus gentes.

«Los Nazarenos», para la Hispanic Society

 

La sala, que en principio fue proyectada para ser una biblioteca, finalmente quedó convertida en la «Sala Sorolla», con catorce paneles de gran tamaño, pintados al óleo, y montada póstumamente en 1926.

Esta serie que Sorolla empezó a esbozar en 1911, quedó concluida en 1919 y su ejecución llevó al artista a viajar por toda España pintando y tomando apuntes durante los ocho años que duró la creación del trabajo. Una obra colosal que ocupó los últimos años de su vida activa; él mismo la consideró «la obra de su vida».

La siesta

 

En 1906 expuso en la Galería Georges Petit de París, donde presenta medio millar de obras, que le valen el reconocimiento internacional en toda Europa y América, además de un grandísimo prestigio.

Un año después repetirá experiencia en Alemania y en 1908 en Londres.

En 1910 se convierte en Socio Fundador de la Asociación de Pintores y Escultores, con el número 70, firmando el acta Fundacional. En 1912 es elegido por unanimidad Presidente de la Asociación de Pintores y Escultores, cargo del que dimitiría dos años después debido al trabajo, a los encargos y a los múltiples viajes que conllevaron.

Paisaje de Guipúzcoa

 

En 1911 expone en Nueva York, Buffalo y Boston, gracias a Archer Milton Huntington, muestras con las que logrará un éxito total y unánime, mientras continúa el encargo de la Hispanic Society of America.

El 29 de junio de 1919, desde Ayamonte, mandó un telegrama a su familia comunicándoles la terminación del último cuadro. Lamentablemente no puede asistir a Nueva York para el montaje de los paneles porqué el 17 de junio de 1920, sufre un ataque de hemiplejia que lo deja inválido del lazo izquierdo.

Su enfermedad le impidió entregar la obra ni cobrar lo que se había estipulado. Habría que esperar la muerte del artista el 10 de agosto de 1923, en la localidad madrileña de Cercedilla, y la resolución de lo que se había relacionado en el testamento, para que la Hispanic Society of America liquidara el contrato firmado en 1911, y así, el 16 de enero de 1926, se inaugura la Sala Sorolla.

«Aragón. La jota», de la serie «Visión de España», para la Hispanic Society

 

Su extraña muerte

«Amanece lloviendo y yo con dolor de cabeza«, esto escribía Joaquín Sorolla en enero de 1919 a su mujer, apenas un año antes de sufrir un accidente cerebrovascular que haría que los tres últimos años de su vida fuesen un infierno.

Las menciones a sus cefaleas durante estos meses son constantes. El pintor lleva años recorriendo España, recogiendo apuntes y bocetos, pintando el encargo de la Hispanic Society. Un proyecto que le enriquecerá y catapultará a la fama, pero que le costará también la salud.

Su profesionalidad, que le hace intentar acabar la pintura de la mejor manera posible, su búsqueda de la perfección, de la obra maestra, le impide abandonar. Quiere aprehender la vida, captarla, atraparla para llevarla a Nueva York, llevar la España que se está perdiendo. Quiere vivirlo en primera persona, en directo, dibujarlo, pintarlo y sentirlo.

Su biografía ampliada demuestra los incontables viajes que hizo, las pinturas que pintó en sitio, todo el proceso creativo de lo que iba a ser esa decoración, como una cantidad de trabajo enorme, a lo que habría que sumar que esos viajes se hacían en unas condiciones no muy agradables, con el desgaste que conllevan.

Las quejas al cansancio y a los problemas de salud, son habituales en las cartas a su mujer, Clotilde, casi a diario. Y casi siempre en la misma dirección: los mareos.

Síntomas de lo que le acabaría matando y que siempre se ha achacado al agotamiento que le llevó a enfermar, ya que nunca se ha llegado a determinar con precisión qué aceleró el deterioro de su salud y le causó, a la postre, su temprana muerte. Pero el agotamiento de por sí no explica el ataque, ni que fumara y comiera de manera abundante.

En este contexto, unos recientes hallazgos realizados durante la restauración de 32 borradores del pintor para su Visión de España han confirmado una nueva vía.

Como fue tradicional hasta principios de siglo, Sorolla utilizaba en sus obras colores realizados con productos químicos que hoy están prohibidos. Los análisis de su paleta apuntan a que entre sus pigmentos habituales se hallaban algunos de los más tóxicos, como el bermellón, uno de sus colores fetiche, un pigmento que se conseguía a partir del cinabrio, compuesto en un 85% de mercurio y en un 15% de azufre.

A principios del siglo XX se popularizó una opción de bermellón creada a partir de cadmio, bastante menos perjudicial. Otro tanto pasaba con el blanco de plomo, un pigmento que fue sustituido por el blanco de titanio a partir de 1919, y que en la actualidad está prohibido para pintura interior. Y el tercer pigmento nocivo habitual en la paleta de Sorolla era el verde de Scheele, del que se dice que mató a Napoleón.

En la actualidad, estos tres colores se elaboran con pigmentos inocuos y sólidos, pero en la época de Sorolla eran comunes las soluciones venenosas. De hecho, también de Goya y otros grandes pintores, se dice que padecieron enfermedades provocadas por el uso de estos pigmentos nocivos.

Según comenta Carlos Aimeur, la cuestión es si llegaron a envenenarle, ya que algunos de los síntomas que describe de esos días coinciden con el hidrargirismo o intoxicación por mercurio, especialmente los problemas renales.

Una elevada exposición al bermellón, que empleaba con asiduidad, unida al hecho de que era un fumador compulsivo, podría haberle intoxicado.

Felipe Garín apunta a un problema de salud hoy superado como posible culpable del ataque cerebrovascular: la hipertensión, descartando en principio la intoxicación y apostando por estos problemas de tensión arterial que entonces no se trataban, a lo que habría que añadir lo poco que se cuidaba «Cuando tenía vértigos se tomaba una copita de jérez«.

Todo ese trabajo agotador repleto de bocetos, apuntes, líneas… nunca se ha visto, motivo que crea aún más desconcierto al no lograr vislumbrar como se debiera, la cantidad de trabajo realizado y que luego no fue utilizado en los paneles, pero sirvió de previo. Un trabajo que desde el año 2014 se encuentra en proceso de restauración. Estamos hablando de más de 170 bocetos del proceso creativo de la Visión de España, en los que bien puede decirse que Sorolla se dejó la vida.

El 10 de agosto por la tarde, rodeado de su esposa y sus hijos, falleció en el hotelito que poseía en Cercedilla, trasladándose sus restos a Madrid en un furgón automóvil.

Dos fotografías de Sorolla en su lecho de muerte

El hotelito en el que falleció el maestro en Cercedilla

 

El cadáver estuvo expuesto en uno de los salones de su casa-estudio, por el que desfiló numeroso público. Después, se organizó la comitiva fúnebre que acompañó al cadáver en su conducción a la estación del Mediodía para su traslado a Valencia. A hombros de su hijo y sus alumnos de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, hasta la estación de Atocha. Tras el féretro, el escultor Mariano Benlliure en representación del Rey, distintos Ministros y familiares, artistas, políticos, literatos… frente a la Biblioteca Nacional se rezó un responso y al llegar a la estación, otro, antes de que cargaran en un furgón convertido en capilla ardiente sus restos.

Clotilde en la capilla ardiente que se instaló en su casa-estudio de Madrid

 

Con honores de capitán general que muere con mando en plaza, fue recibido en Valencia, junto a una comisión del Ayuntamiento y del Círculo de Bellas Artes. Las tropas cubrieron la carrera que había de seguir la comitiva y un piquete del regimiento de Mallorca, con bandera y música, acudió a rendir honores a la estación. Los edificios públicos y casas particulares, adornaron con luto sus balcones…

Salida del féretro rumbo a la estación de Atocha de Madrid

 

La comitiva la abría una sección de la Guarcia Civil montada que daba paso al armón de Artillería que llevaba el féretro. El recorrido pasó por el Círculo de Bellas Artes, desde donde fue llevado a hombros por los compañeros artistas.

 

Dos imágenes del multitudinario entierro en Valencia

 

Al llegar al cementerio, fue destapado el féretro. La viuda sufrió un desmayo del cual se repuso al poco… la despedida de los familiares fue conmovedora. No hubo discursos y el cadáver fue depositado en el panteón.

La manifestación de duelo de Valencia, fue imponente, sentida y serena. Participaron todas las clases sociales. Las flores, coronas y laureles se contaron por cientos.

 

Trabajador incansable

Sorolla es el mayor exponente del impresionismo español, con una interpretación basada en el protagonismo absoluto de la luz y en el movimiento de las figuras. Los cambios de intensidad de la luz pueden modificar los colores y difuminar las formas. Los colores son puros, sin mezclas, con pinceladas cortas y yuxtapuestas que aumentan la luminosidad.

Según Sorolla, «El arte no tiene nada que ver con lo que sea feo o triste. La luz es la vida de todo lo que toca, por tanto cuanto más luz en la pintura más vida, más verdad, más belleza». El protagonismo lo tiene siempre la propia técnica luminista y su dominio del dibujo y del color para producir efectos de luz. Su prodigiosa retentiva le permitía hacer obras de gran formato en las que retenía la luz y el movimiento de toda la escena de un momento fugaz.

Frente al término «luminismo», algunos autores proponen el término «sorollismo» para calificar su obra.

Desde su juventud, se interesó también por la pintura al aire libre, con la que trataba de captar la luminosidad mediterránea, tanto en la huerta valenciana como en la playa, al igual que hicieron los impresionistas franceses. Entre sus temas preferidos, destaca su dedicación al paisaje levantino, de ambiente costero, siempre con presencia humana, que plasma con un protagonismo absoluto de la luz.

La obra de Sorolla sorprende por su fecundidad: casi tres mil cuadros y más de veinte mil dibujos y apuntes. Si bien se observa en ella la estética impresionista, no cabe duda de que el estudio de Velázquez y Goya, influye en su diseño de los temas. En sus escenas valencianas de la playa y pesca, muestra una técnica de mancha gruesa que capta la vibración lumínica del cielo mediterráneo, en las velas desplegadas, en las arenas y, sobre todo en los cuerpos húmedos de los niños.

Sorolla posando con Clotilde

Pintando en La Alhambra

 

Junto a su hijo Joaquín

Sorolla fue un pintor de vida personal y social muy ordenada, que seguía los cánones de la moral burguesa entonces imperante y con una vida familiar muy importante.

Fue un trabajador empedernido que vivió para pintar y triunfar, dedicando numerosas horas al día a esta actividad y sacrificando todo a su trabajo.

Sus viajes de veraneo los aprovechaba para pintar los paisajes mediterráneos o atlánticos, por lo que ni siquiera entonces se desvinculaba de la pintura.

Por ello su producción es ingente y podía presentar en sus exposiciones de París o Berlín, medio millar de obras.

Es un ejemplo de cómo la laboriosidad, la constancia y el método riguroso, conducen a un estilo personal que puede producir también obras geniales.

Reunión navideña de la familia de Sorolla celebrada en casa de su suegro, en Valencia, en 1907. De izquierda a derecha: Concha Sorolla (hermana del pintor), Joaquín Sorolla, Pepita García del Castillo (cuñada), Clotilde García del Castillo (esposa), Elena Sorolla García (hija), Antonio García Peris (suegro y autor de la foto), Clotilde del Castillo (suegra), Isabel Bastida (madre adoptiva), María Sorolla García (hija), Enrique Matarredona (cuñado), y Joaquín Sorolla García (hijo)

 

Discípulos de Joaquín Sorolla

Discípulos de Joaquín Sorolla se pueden considerar a Manuel Benedito (1875-1963), Antonio Fillol (1870-1930), Salvador Tuset (1883-1951), José Benlliure Ortiz (1884-1916) y José Pinazo Martínez (1879-1933).

También se ha hecho hincapié en algunos familiares de Sorolla que participaron activamente en la pintura. De su hija María Sorolla (1890-1956). Discípulo directo fue Francisco Pons Arnau (1886-1953), que terminó casándose con su hija María, que tiene una evidente estética sorollesca.

Joaquín Sorolla y la AEPE

Socio Fundador de la Asociación de Pintores y Escultores, desde el mismo año 1910 en que firmó el acta fundacional, participó activamente en la misma. Ese mismo año, organizó junto a otros socios, un festival destinado a recaudar fondos para contar con un local social, además de otros proyectos como la Cooperativa de artistas, un Salón de Exposiciones, la organización de la Exposición Española en México…

En 1911 participó en el Comité de Patrocinio del Congreso Artístico Internacional de Roma y un año después, en su propio estudio, abrió al público una exposición homenaje al socio Aureliano de Beruete, gran amigo suyo fallecido unos meses antes.

En 1912 Eduardo Chicharro dimite como Presidente de la Asociación de Pintores y Escultores, al ser nombrado Director de la Academia de España en Roma. El 9 de junio se convoca Junta General Extraordinaria, que se celebró en el local social de la Calle Caños, 1, en la que es elegido por unanimidad como Presidente, Joaquín Sorolla y Bastida, teniendo como Vicepresidente a Miguel Blay y Fábregas.

Curiosamente, a la primera Junta Directiva en la que debía tomar posesión como Presidente, no pudo asistir por hallarse en Toledo, tomando posesión por carta. Su estancia en Toledo se debía a la realización de la serie Las Provincias de España que para The Hispanic Society of America había firmado un poco antes.

La Junta Directiva se reunió el 15 de enero de 1913 en el domicilio de su Presidente, Joaquín Sorolla, en la calle del General Martínez Campos, 13 y 15, a las 3 de la tarde, tratando sobre un oficio al Ministro para intentar activar la devolución de las obras de la Exposición Anglolatina, que se encontraban detenidas en Vigo, al parecer por un trámite burocrático. Asimismo, por dimisión del representante de la Asociación en Roma, Enrique Segura, se propuso y eligió a Eduardo Chicharro, creyendo más indicado que lo fuera quien precisamente dejó la presidencia de la Asociación para desplazarse a Roma con el cargo de Director de la Academia Española en la ciudad italiana.

Hubo noticias de la posible venta de La Adoración de los Reyes de Van der Goes, y surgió de la Asociación la idea de una suscripción popular para su adquisición con destino al Museo del Prado, figurando en una primera lista el Presidente Sorolla, Benlliure, Garnelo, José Villegas, Marqués de Urquijo, la viuda de Beruete y otros muchos donativos de diversas cantidades y cartas de adhesión, que demostraron el éxito de la iniciativa.

Finalmente no fue posible adquirir la pintura por existir complejos problemas legales, entre ellos un compromiso de venta con avales, cifrado en 1.180.000 francos con escritura pública y con entrega a cuenta. Este cuadro fue conocido también como el cuadro de Monforte. Eduardo Chicharro nos aclarará casi veinticinco años más tarde, que llegaron a recaudarse un total de cinco millones de pesetas de la época.

Clotilde con traje gris

 

Bajo la Presidencia de Joaquín Sorolla, y por iniciativa de la municipalidad de Brighton, en Inglaterra, se comenzó a organizar a fin de año una exposición de pintura española en aquella ciudad, para lo que se desplazó a Madrid el Director del Museo y Galerías de Bellas Artes de Brighton, Mr. Henry D. Roberts, que confió a la Asociación de Pintores y Escultores los trabajos en España, aunque con gastos por cuenta de aquel municipio. La exposición se celebró a mediados del año siguiente.

Con Sorolla como Presidente, la Asociación de Pintores y Escultores nombró socios honorarios a la Reina Victoria Eugenia, a la Infanta Isabel, Infanta Paz, a la Princesa Beatriz y a los Príncipes Carlos, Fernando y Alfonso, que tantas veces habían honrado con su presencia los actos que la Asociación organizó, tales como veladas benéficas, exposiciones y el magnífico baile celebrado en el Teatro Real el día 17 de enero de este año.

La Junta Directiva de 6 de enero de 1914 trató acerca de la exposición de Brighton, que se inauguró a mitad de año y suponiendo un enorme éxito, acudiendo una brillante representación del arte español, y que se clausuró en agosto.

Mr. Roberts, con quien se trató esta exposición, representaba también a las galerías Grafton de Londres, e invitó de nuevo a la Asociación a celebrar una exposición de artistas españoles en dichas galerías, que se verificó en diciembre de ese año.

En la Junta Directiva celebrada el 5 de abril de 1914, presentó su dimisión, si bien continuó ligado a las actividades de la entidad, participando y colaborando en cuanto pudo con ella.

En vida, Joaquín Sorolla no participó en el Salón de Otoño. El exceso de trabajo que siempre tuvo, los encargos y los viajes, hicieron que no participara profusamente en este tipo de convocatorias más que a principios y mediados de su carrera artística.

En el Salón de Otoño de 1932, se honró su memoria dedicándole la Sala III, en la que se exhibieron un total de 32 obras pertenecientes a distintos coleccionistas particulares que las prestaron para la ocasión, en las que había distintos paisajes, marinas, bocetos, estudios y retratos.

La Sala Sorolla fue un gran éxito de público y crítica, rindiéndose tributo a quien fuera Presidente de la Asociación de Pintores y Escultores, y al que llamaron “fascinador de las masas americanas sólo por sus pinceles”, el de “la habilidad pasmosa” y “maravillosa vitalidad de sus obras”, o el del arte que rayaba “en una apoteosis de externa y visible belleza”…

El éxito de la iniciativa lo fue a pesar de las innumerables trabas que en todo momento puso el Museo Sorolla, que finalmente no quiso participar en la muestra de exaltación del valenciano. La Asociación de Pintores y Escultores, gracias a su prestigio, logró reunir obras para la Sala III, contando con sus propios medios, por eso el éxito fue mayor aún.

En el XXIV Salón de Otoño de 1950, en la Sala XI dedicada a los Fundadores, se exhibió un Autorretrato de Joaquín Sorolla, poco conocido y de su juventud, puesto que no llevaba barba.

En el XXXIII Salón de Otoño de 1962, con motivo del cincuentenario de la fundación, la Sala V o Sala de fundadores expuso tres obras de Sorolla: “Retrato de don Carlos Urcola” óleo, “Jardines de la Granja” y “Retrato de la Sra. Viudad de Urcola”.

En el 50 Salón de Otoño de 1983, se dedicó una Sala Homenaje a los artistas que hicieron posible el I Salón de Otoño en 1920, en la que se exhibió el cuadro de Sorolla “Maternidad”.

 

Autorretrato

 

Perfil humano

Era un hombre entrañable, extraordinariamente familiar y cariñoso, entregado a su familia. Enamorado, como demuestran sus cartas. Tuvo que viajar con frecuencia y las misivas que enviaba a su esposa reflejan un amor definitivo.

Joaquín Sorolla fue un español que amó a su patria, y eso se ve por la simpatía que dio a sus figuras y paisajes, por la sinceridad con que los trasladó a sus lienzos.

Tuvo además de talento, verdadero genio, cosa que no es lo mismo. El talento da en un blanco que todos ven, el genio alcanza blancos invisibles para los demás mortales. Un genio poderoso, acometedor, incansable.

Una maestría total, inspiración, atrevimiento, desenvoltura, técnica, instinto, movimiento, alegría, luz, sol, vida, agua, magia…

Incansable, trabajador, con espíritu siempre despierto y alerta,

Le gustaba la belleza, admiraba la inteligencia. Fue un hombre de su tiempo, atento a los devenires, a las nuevas industrias artísticas, a la fotografía, a los inventos… con ideas liberales.

Sorolla fue un hombre de carácter apacible, simple, llano, transparente, sin dobleces, sin pretensiones más allá de los suyos y del fruto de su esfuerzo.

Tiene templanza, ímpetu y vehemencia. Es afectuoso, romántico, cariñoso, protector y optimista.

“Los duelos con sol son menos”, solía decir el pintor y, sin saberlo él estaba resumiendo en una sola frase la esencia de su existencialismo, su concepción de la vida: la felicidad, la jovialidad; la fugacidad de la vida transcurriendo entre la risa de los niños jugando en la playa, la caricia de la brisa del mar, las flores en el jardín, y la alegría brillando en una España vestida de blanco que vive, trabaja y se divierte, llena constantemente de luz, de colores y de sol.

 

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