Recordando… Antonio Maura, Presidente y Pintor

Obras, artistas, socios, pequeñas historias…

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Antonio Maura, Presidente y Pintor

Busto de Antonio Maura, obra de Mariano Benlliure

 

Antonio Maura, presidente del Consejo de Ministros en cinco ocasiones a lo largo del reinado de Alfonso XIII, nació en Palma de Mallorca el 2 de mayo de 1853. Era el séptimo hijo del matrimonio formado por Bartolomé, propietario de un taller de curtidos, y Margarita, consagrada por entero al cuidado de la familia.

Eran sus hermanos Margarita, Gabriel, Francisco, Miguel, Bartolomé, grabador y pintor, socio de la AEPE y Francisco, pintor y Socio Fundador de la Asociación de Pintores y Escultores, Susana, Concepción, Francisca y Catalina.

Fue cinco veces presidente del Gobierno (1904; 1907-1909; 1918; 1919; 1921-1922), vicepresidente del Congreso de los Diputados y ministro de Ultramar (1893), de Gracia y Justicia (1895) y de la Gobernación (1903).

Fue miembro de la Real Academia Española de la Lengua, de la Academia de Jurisprudencia y Legislación, de la de Ciencias Morales y Políticas y de la de Bellas Artes de San Fernando. Recibió numerosas distinciones, entre otras, la de Caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro, el Gran Collar de la Orden de la Torre y la Espada de Portugal, la Gran Cruz de la Legión de Honor de Francia, la Orden de Victoria de Inglaterra y la del Sol Naciente del Japón.

Antonio Maura, retrato obra de Francisco Maura, Museo del Prado

 

Retrato del político obra de Joaquín Sorolla

 

Antonio Maura tuvo diez hijos fruto de su matrimonio con Constancia Gamazo: Gabriel, político e historiador, Miguel, político y ministro durante la Segunda República y Honorio, dramaturgo y diputado a Cortes.

Formó parte de diversos organismos consultivos, quedando materializada su visión de estadista en grandes proyectos legislativos.

También es reseñable su faceta oratoria concretada en los discursos pronunciados en el Teatro Real de Madrid 1915, en la Plaza de Toros de Madrid 1917, y en Beranga (Santander 1917), los tres sobre Política Exterior. Además de sus numerosas intervenciones en el Parlamento, en las Academias y en los Centros Mauristas.

Antonio Maura, por su ascendencia materna, procedía de una destacable familia de artistas. Su tío, Francisco Montaner, era litógrafo y grabador profesional; su hermano Francisco, que como hemos dicho ya fue uno de los Socios Fundadores de la AEPE, tras formarse en Roma, fue pintor al óleo y catedrático de dibujo, contando el Museo de El Prado con varios lienzos suyos que ganaron Medallas en las Exposiciones Nacionales de 1890 y 1892.

Otro hermano, Bartolomé, fue Caballero de Carlos III, Jefe de la Casa De La Moneda, Grabador del Banco de España y Académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, obteniendo Medallas de Oro en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de Madrid de 1876 con el grabado de Las Lanzas y en la de 1901, con el autorretrato de Velázquez.

Antonio Maura era un gran aficionado al arte, afición que incluía la práctica de la acuarela, de la que dejó decenas de ejemplos que ilustran rincones de Cantabria, donde veraneaba, Castilla, o de los alrededores de Madrid.

Pareja de bueyes

Paisaje con casa en ruinas

 

En la casa que de veraneo en Riaño, en Solórzano, pintó Antonio junto a su hermano Francisco, un fresco en 1913, cuando tuvo un conato de atentado terrorista. Allí era visitado por Alfonso XIII, Gerardo Diego y otras personalidades del mundo cultural del momento.

Presentó cinco acuarelas al I Salón de Otoño organizado por la Asociación de Pintores y Escultores en 1920

 

En el libro “Maura: infancia y juventud”, Prudencio Rovira y Pita, califica sus primeras acuarelas, “muy cuidadas de dibujo, muy tímidas de colorido, sin las graciosas transparencias que después alcanzó cuando perdió miedo al agua. No tuvo otros modelos que los que la naturaleza le brindaba, cuando se enfrentaba a ella, sentado en la silla de campo, con el bloque de papel en las rodillas y el lápiz afiladísimo en la diestra: portaladas solemnes de la típica arquitectura montañesa; casonas como adormecidas bajo el dosel umbroso de algún pino secular; iglesias románicas espiritualizadas con los cipreses de los viejos osarios; cajigas pomposas; cimeras sobre campos húmedos y floridos; carreteras de heno balsámico, recién abatido por las guadañas; rotos muros ennoblecidos por escudos cuyos timbres pregonaban proezas hidalgas en la colonización de América; barcos reposando al abrigo de los malecones en un rincón del puerto; perfiles lejanos de las encrespadas sierras que forman la osamenta de Cantabria; pobres esbozos donde la inexperiencia del pincel consigue el balbuceo de una emoción ante la belleza que el natural prodiga en todos sus ámbitos.

Su sobrino Manuel Maura Salas, jurista y arqueólogo, hijo de su hermano Francisco, que le acompaña en sus salidas pictóricas, le calificará de devoto enamorado de la naturaleza.

Su hermano Bartolomé era socio de  la Asociación de Pintores y Escultores

Sin embrago, no fue hasta entrado el siglo cuando le dedicará más tiempo a esta inquietud. Le sirvió como antídoto a la vida pública. Pintar como medio de evasión, en ratos de ocio, con el objetivo de estar en el campo y de salir de su despacho, como hicieron otras personalidades públicas como Churchill, Eisenhower y el actual Príncipe de Gales.

Su principal argumento fue el paisaje. En él fue donde encontró sus mejores inspiraciones; tanto de su Mallorca natal como en La Montaña, pero también el campo en excursiones por el País Vasco, La Rioja, Navarra acompañado de otro de los socios de la AEPE, Gonzalo Bilbao, sur de Francia, el centro de Portugal, en la Sierra de Madrid, Aranjuez, Silos, Salamanca, Ávila, Guisando, con Francisco Pradilla quien calificaría a sus composiciones como arte espiritual y le consideró admiradísimo maestro.

En cambio no prestó demasiada atención a depurar su técnica. Aún así sus obras son dignas de un profesional experimentado, pintor de oficio. Paisaje rodeado de arquitecturas imponentes (Castillo de Manzanares El Real y de Viñuelas), otras, en cambio, decadentes o en ruinas, con unos colores suaves, sensibles; pinceladas que dinamitan la soltura y gran ternura con colores alegres que transmiten parajes melancólicos, hasta nostálgicos. Composiciones pintadas con gusto exquisito y vistas en ellas el natural con amor y delicadeza.

Su hermano Francisco fue Socio Fundador de  la Asociación de Pintores y Escultores

Es representante del paisajismo realista decimonónico.

Pintó entornos naturales, muy pocas veces acompañados de figuras animadas, quizás carros tirados por bueyes, gallinas o algún otro animal doméstico y sólo se aplicó en el retrato en el caso de que fueran familiares o amigos, como el político Sánchez Guerra, Siempre como pintor al agua, no al óleo y en dimensiones no muy grandes.

Su vocación pictórica la desarrollaba en sus expediciones o viajes de descanso que compartió con amigos como Pérez Galdós, y compañeros de veraneos como Santiago Rusiñol, del también socio de la AEPE Ángel Avilés, su profesor técnico y conocedor de los maestros ingleses, que fue un entusiasta de la acuarela, de Sorolla, quien fuera Presidente de la AEPE y le retrató en 1900 y apelaba, en su correspondencia cruzada, a su condición de pintor para que intercediera para promocionar a ciertos protegidos suyos.

En 1896, regala a su esposa un abanico pintado con tres composiciones: dos de paisajes montañeses (el puente de un río y unas casas de una aldea cántabra y la composición central es una estepa castellana, atribuible a Boecillo). Firma un cartel taurino, en 1904, que hace a su cuñado y muy amigo Trifino Gamazo, para su ganadería de El Raso del Portillo.

Distintas acuarelas obra de Antonio Maura

 

El político César de Medina Bocos, le pidió que ilustrara la portada de sus Espigas y racimos, con una vista de Castilla, que publicó en Valladolid en 1915.

El escritor montañés Pereda y Guillermo de Osma tenían obra en su despacho -lo que hoy es el Instituto Valencia de Don Juan-, también Benlliure, así como el fotógrafo Kaulak, Antonio Cánovas del Castillo y Vallejo, a quien regala cuatro acuarelas y quien, en 1916, le pide obra para ser expuesta en el Museo de Arte de Lérida, fundado por Jaime Morera, entregándole una vista de la Sierra de Guadarrama.

En 1920 expuso en el I Salón de Otoño de la Asociación de Pintores y Escultores cinco acuarelas, eso sí, no firmadas para no añadir, al mismo, el pecado, interesándose en la promoción de Juan Espina Capo.

A sus hijos fue entregando sus trabajos, y a otros familiares y allegados, no queriendo comercializarlos nunca.

La última salida con sus pinceles la hizo un domingo (dedicaba este día a pintar) de Santa Lucía, a la finca Canto del Pico en Torrelodones, propiedad de su buen amigo José María de Palacio y Abárzuza, Conde de las Almenas, donde murió en 1925, tras caer por las escaleras del palacete; y allí hizo colocar el conde una placa conmemorativa de tan funesto acontecimiento.

Sus acuarelas estuvieron expuestas en ciertas ocasiones: en febrero de 1941 en una exposición promovida por la Asociación de Escritores y Artistas; en abril de 1944, en Barcelona, por la Agrupación de Acuarelistas de Cataluña, de la que era Presidente Honorario. En 1953 se celebró una exposición organizada por el Ayuntamiento de Palma de Mallorca. Será en Madrid entre el 9 y el 20 de diciembre de 1958 cuando la Galería Velázquez exponga sus acuarelas, promovida por la Institución Cultural Española. En 1963 el presidente de la Asociación de Acuarelistas vascos, Antonio de Echévarri, en el IV Salón Nacional de la Acuarela, organizó otra exposición sobre las acuarelas de Maura, en la que Esteban Calle Iturrino criticó su obra.

De Antonio Maura procede la iniciativa del “descanso dominical” de los obreros de la que gozamos.

Antonio Maura pintando al natural en una imagen publicada por La Esfera, de 1916

 

 

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