Entrevista a José Antonio Santos Pastrana

Con motivo de su participación en la XIII Feria DEARTE Contemporáneo

Por Mª Dolores Barreda Pérez

¿Qué supone para ti participar en la Feria DEARTE?

Participar en una de las ferias actuales de arte más importantes del panorama artístico y cultural español supone la posibilidad de asomarme a una gran ventana, y trasladarme durante un mes del ámbito particular y cotidiano a un mundo amplio, abierto y plural. Intelectualmente fértil, pleno en la diversidad y necesario de cara a los mercados del arte.

DEARTE nos muestra un abanico de discursos, planteamientos, desarrollos y conclusiones, y se revela como una amalgama de puntos de vista y pensamientos, así como en un variado crisol de intereses.

Por consiguiente, DEARTE se convierte, en estos días, en ágora de Madrid, Soria y Medinaceli, erigiéndose en centro neurálgico de experiencias, relaciones y contactos. Marco perfecto de un escaparate en el que podemos exhibir nuestras obras.

¿Por qué hacerlo bajo las siglas de la AEPE?

Acudo como se acude a una invitación o a una celebración de familia: feliz y agradecido. Y lo hago como uno regresa a su propia casa, porque ésta es la casa común de muchos y la familia de todos los que a ella llegan. Un numeroso colectivo de artistas, amantes y enamorados del arte, que a lo largo del año tienen las puertas abiertas para compartir. La AEPE es un lugar para instruirse, aprender, trabajar, participar, aportar y celebrar.

Para mí, participar bajo estas siglas, es una cuestión de afecto por esta institución centenaria y por las personas que como un corazón la mueven y son el motor dinamizador de cuanto en ella nace y crece, a cuya cabeza está su Presidente, Don José Gabriel Astudillo: ideólogo, inspirador, gestor y trabajador incansable.

También, en mi caso, es una cuestión de memoria: hace algunos años esta casa me abrió sus puertas y me ofreció su espacio para realizar mi primera exposición individual en Madrid, siendo Presidente Don Wifredo Rincón García, por el que guardo gran afecto, admiración y respeto. Durante los años siguientes a esta exposición, participé activamente en los programas de certámenes y exposiciones. Fue un tiempo de luchas, sueños e ilusiones que hoy sigue vivo en mí.

En resumen, se trata de una cuestión de afecto, de confianza y respeto mutuos sustentada en la convivencia, la memoria y el tiempo.

¿Qué papel juegan en tu trayectoria las figuras de marchante, representante, galerista e intermediarios en general?

Considero que en España la figura del marchante o representante de artistas plásticos, aunque existe, no está implantada como profesión cercana, próxima o bien conocida; ni tampoco cuáles han de ser las cualidades, condiciones o características del mismo, así como su formación, su capacitación o sus competencias.

A lo largo del tiempo he conocido un elevado número de artistas plásticos sin marchante, y muy poquitos que dispusieran de alguien parecido a esa figura. Algunos galeristas o intermediarios hacen una labor que pretende aproximarse a la del representante con algunos artistas. Pero en general, todos ellos son percibidos por éstos, más que como colaboradores y como parte complementaria en el desarrollo de sus procesos, como el obligado fielato que hay que asumir y pasar para intentar la aventura de la comercialización de su producción artística. Pues es vox populi la opinión de que a éstos les mueve el interés económico muy por encima del resto de los intereses, viéndose la gran mayoría, abocados a la difícil multitarea de hacérselo todo ellos mismos.

Me consta, sin embargo, que en muchos países, las figuras de artista plástico y  marchante no se conciben la una sin la otra, como no se concibe un zapato sin su par. Convirtiéndose cada una de ellas en condición sine qua non  de la existencia, el desarrollo y el devenir de la figura del otro, formando ambos un tándem indisociable.

En mi trayectoria,  estas figuras han jugado un papel menor, dado que he trabajado sólo con algunas galerías.

Cuentas con premios y distinciones. ¿Cuál te ha emocionado más?

Es natural agradecer, reconocer y aceptar el valor y el significado de aquellos reconocimientos que nos han ayudado a crecer, de aquellos premios que por su difusión han alcanzado mayor proyección y nos han servido de piedra angular para asentar el edificio en el que, con los años, todos nos vamos convirtiendo.

Si uno mira a menudo hacia atrás o se duerme en los laureles, él mismo se pone la raya final. Considero que no recuperarse de un fracaso es peligroso, pero me lo parece mucho más no recuperarse de un éxito, porque esto te instala en la idiocia y ese no es el estado idóneo ni congruente con el de aquel que quiere pelear el día a día despierto, atento y con hambre de evolucionar y trascender.

Por todo ello, digo que para mí, el último reconocimiento es siempre el más importante, porque es el que marca el presente, el punto de la realidad, el hoy. Y nos recuerda que existimos, que estamos vivos, que seguimos en la brecha, que algunas personas se han reunido y han señalado tu obra, entre otras muchas, como la elegida. Y no es que no existamos sin esos reconocimientos, pero el mundo del arte es un mundo de lenguajes a través de los cuales uno pretende transmitir y comunicar. De ahí, que cuando reconocen tu trabajo, el sentimiento de haberlo conseguido se hace más patente, a la vez que se cumple una de las funciones más importantes del arte, como es llegar a los otros.

¿Reconforta que reconozcan tu trabajo?

Reconforta enormemente porque viene a confirmar, como lo haría un test tras un chequeo, que el ciclo de un proceso se está cumpliendo o se ha cumplido. Como decía anteriormente, los que andamos en esto del arte, vivimos inmersos en un mundo de lenguajes, y como si de una emisora se tratase, continuamente recibimos una ingente cantidad de información que procesamos, transformamos mediante la creación, y que después emitimos con el propósito de comunicarnos y llegar a todos aquellos que nos puedan recibir. Cuando lo consigues, has logrado transmitir, y eso supone dar un paso hacia el éxito.

El éxito precede al reconocimiento, y éste está ligado íntimamente a la proyección del artista y a los resultados en el mercado del arte. Si los resultados son buenos, la satisfacción se verá incrementada, no sólo por el propio éxito, sino por la certeza de que andamos en el camino para llegar a la autofinanciación, que servirá para apuntalar la continuidad de los proyectos y en definitiva, la del trabajo y la supervivencia de un artista.

Como artista multidisciplinar, ¿con qué disciplina te sientes más cómodo?

Todas las disciplinas se complementan. Las necesito todas y cada una de ellas. No prefiero ninguna por encima de otra ni valoro la comodidad o la dificultad, sino la necesidad y la utilidad en cada momento y en cada situación de las mismas.

Es frecuente que en una obra, una disciplina sea más protagonista que otras, pero todas son necesarias; a tal punto, que si faltase un detalle de alguna de ellas, la obra no sería posible.

Todas las disciplinas que empleamos a la hora de hacer un proyecto, por muy diversas que  éstas sean, sirven a un objetivo común, que es la consecución de un fin a través de procesos diversos.

Estamos acostumbrados a las disciplinas clásicas o tradicionales, pero cuando los materiales utilizados no son los convencionales y además se pretende evolucionar en el terreno de las ideas y los conceptos, nos empiezan a faltar elementos para realizar las obras, y entonces, hay que crearlos. Descubriremos así, que esa disciplina que acabamos de alumbrar se convierte súbitamente en la protagonista de la obra.

¿Encierran algún mensaje tus obras?

Algunas de mis obras llevan títulos tales como: Proceso, Sucesión lógica, Orden natural, Secuencia Matemática, Geometría Elemental, Triángulo de Tartaglia, La Palabra Fragmentada o Topografía Mínima, entre otros.  Es obvia la relación de estos títulos con la matemática y la geometría, pero al igual que el título de una obra literaria o cinematográfica, sólo es eso: un fragmento, un instante, una frase, una idea o un concepto, como aproximación a un todo.

En mis obras, el título generalmente funciona de forma similar; yo digo que mis títulos son una puerta.

Realmente, los mensajes que uno envía o pretende enviar, a veces no son lo más interesante; lo más interesante son los mensajes que recibe el ojo que mira.

A menudo nos afanamos en una obra que llegamos a concluir en base a un proyecto claro y bien definido. Otras veces, estos proyectos comienzan a derivar y uno abandona la programación inicial en pos de algo que ha surgido y que nos arrastra con fuerza a una solución distinta, a un final nuevo. En estos casos en que uno abandona la rigidez de los cánones en favor de ese algo desconocido donde a duras penas la lógica, el gusto y el criterio tienen algo que decir, uno sabe que el mensaje por el momento está ahí incógnito y nosotros mismos no lo conocemos del todo, y que por tanto, tendremos que descifrarlo. Por eso, al espectador a menudo le llega un mensaje diferente al que le enviamos, porque los elementos utilizados y conjugados en la realización de una obra tienen implícito su propio mundo, su alma, con sus mensajes inscritos y cada ojo y cada mente tomará de ello aquello a lo que tenga acceso. Tomará pues, lo que pueda. Es como cuando decimos que la verdad sólo se le puede decir a aquel que está preparado para escucharla.

¿Qué te gustaría que experimentase el espectador de tus obras?

Sería deseable que el espectador sintiese que puede convivir con la obra, es más, que la obra le resultase terapéutica. Que por cualquier inexplicable razón, sintiese la necesidad de tenerla cerca, como me ocurre a mí con aquellas obras de las que no puedo desprenderme, sean propias o ajenas.

Me gustaría que experimentase un acercamiento a la esencia del arte, que aprendiese algo de la obra, o que ésta tuviese la gracia o el don de enseñarle o aportarle algo valioso.

Me gustaría que se hiciese preguntas acerca de los elementos que integran la obra  y de la obra en sí misma, sin querer llegar a conclusiones o respuestas fáciles o rápidas.

Me gustaría que al espectador o al contemplador le tocase la sensibilidad, la espiritualidad, el intelecto, etc., más allá de lo racional o especulativo. Y puesto que nos valemos, repito, de lenguajes, sería reconfortante que el espectador alcanzase un grado de comprensión, de comunicación y de identificación con la obra, hasta el grado de convertirse en defensor y propagador de la misma.

¿Cuál es tu mayor estímulo a la hora de trabajar?

El propio trabajo de cada día es un gran estímulo en sí mismo, a la vez que un pago anticipado que me voy cobrando hora a hora, día a día, en forma de aprendizaje, disciplina, o persiguiendo la libertad.

La idea de avanzar en el terreno de la comunicación es otro de mis estímulos. Saber que uno está trabajando intentando dar pequeños pasos que supongan alguna aportación al mundo de las artes plásticas en alguno de sus lenguajes, sin renunciar a la búsqueda y al alumbramiento de un lenguaje propio.

Son muy estimulantes esos momentos de libertad, esa indescriptible e indescifrable sensación que a menudo nos plantea debate y conflicto, y nos obliga a exprimirnos para afinar nuestras ideas y poder al fin llegar a alguna conclusión satisfactoria. Son de gran estímulo digo, esos momentos en que sumergido en el trabajo, uno decide cambiar un gesto de virtuosismo en favor de algo menos evidente pero más auténtico, más verdad. O cuando tras días de analizar la obra, decidimos cambiar una parcela que habíamos dado por definitiva en favor de un silencio. Esos momentos de quitar y poner, de hacer y deshacer, de reflexión, de análisis y síntesis, que van a cambiar y determinar el resultado final son además de alicientes, el gran estímulo de cada día.

Y por último, y quizás, lo más importante como estímulo, sea la idea y la necesidad de trascender a través de nuestro trabajo y nuestra obras.

Próximo proyecto en marcha: exposiciones, obras concretas….

Es tan cierto que sin sueños y sin ilusiones no hay proyectos, como que sin proyectos el ser humano es como un río sin agua.

Pues bien, en el caso de los artistas sucede lo mismo pero me atrevería a decir, que de una forma acentuada, en tanto que sus proyectos tratan de las cosas del mundo interior, de las cosas de las entrañas, de sus fantasmas y fantasías, del mundo íntimo, de la mente y del alma. Conceptos más concretos o más abstractos, más asibles o inasibles, pero siempre muy personales, muy de dentro.

Hecho este preámbulo, confieso que nunca hablo de proyectos, o mejor dicho, que sólo hablo en pasado, sólo cuando han dejado de serlo y se convierten en realidad. Y lo hago por respeto a mí mismo, al propio concepto y a la propia palabra “proyecto”, y a los demás, a aquellos que lo comparten. Porque cuando un proyecto no llega a su culminación, cambia su nombre por el de quimera, frustración o fracaso. Prefiero hablar de éste o aquel proyecto, de cómo se hizo, porque la obra ha sido y es, y porque el proyecto fue.

Santos Pastrana

 

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