Carmen Baroja y Nessi. Socia de número

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Por Mª Dolores Barreda Pérez

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LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores

CARMEN BAROJA Y NESSI

Carmen Baroja y Nessi. Artes Decorativas. Escritora, orfebre y etnóloga. Socia de Número. Nacida en Pamplona en 1883, falleció el 4 de junio de 1950 en Madrid.

Carmen Baroja y Nessi era hermana de los también escritores Pío y Ricardo Baroja y madre del antropólogo Julio Caro Baroja, del director de cine y escritor Pío Caro Baroja y de Ricardo y Carmen, estos dos últimos fallecieron siendo niños.

Hija de Serafín Baroja, ingeniero de minas, que tras residir en Pamplona, Valencia, Burjasot, Cestona y San Sebastián, se trasladó a vivir con su familia a Madrid, para cuidar junto a su madre, de su tía Juana Nessi. Sus hermanos, Pío y Ricardo, que vivían ya en Madrid, habían aceptado regentar la panadería Viena Capellanes, propiedad de su tía abuela, mientras soñaban con dedicarse a escribir y a pintar.

Se dedicó principalmente a la orfebrería, la etnografía y al folclore, y escribió muchos artículos sobre estas materias (muchos de ellos bajo el pseudónimo de «Vera de Alzate»), así como catálogos y varios libros.

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Los Baroja en Itzea en 1918. Aparecen Julio Caro Baroja, en primer lugar, Carmen Baroja, hermana del novelista, Carmen Nessi, la madre, y Pío Baroja.

En 1906 se trasladó a París para estudiar artes, instalándose en la residencia de estudiantes de Madame Paulhan. Cuando regresó a Madrid, se dedicó por completo a su trabajo de orfebre artesana, obteniendo buenas críticas en los periódicos y revistas de la época.

Con su hermano Pío emprendió, al menos, dos viajes de estudios por Inglaterra y Francia, de ellos volvía con bocetos e instrumentos de trabajo.

En Madrid, compartió taller con su hermano Ricardo, con quien también estudiaba y discutía las diferentes técnicas de trabajo para sus diseños de orfebrería.

Hacia 1900 ya frecuenta los ambientes intelectuales y artísticos del momento, en unos años que fueron tan decisivos para las mujeres de mentalidad abierta como ella.

En 1902, Carmen Baroja contrajo la enfermedad del tifus, lo que provocó su reclusión durante meses. Su hermano Pío, que la atendía como médico recomendó que pasara unos meses en el monasterio del Paular en Guadarrama, donde se recuperó totalmente.

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En 1913 contrae matrimonio con el editor Rafael Caro Raggio, con quien compartía afinidades artísticas e intelectuales y durante unos años se dedica a sus tareas de esposa y madre, en el ámbito privado.

En 1926 se reincorpora muy activamente a la vida pública al participar en dos acontecimientos que tuvieron gran repercusión en la capital española: la fundación del Lyceum Club (1926-1939), la primera asociación feminista de cultura, presidido por María de Maeztu, al que acudían, entre otras, Zenobia Camprubí, Elena Fortún, Concha Méndez, María Teresa León y Victoria Kent, y en el que no hubo intelectual, médico o artista que no diera una conferencia. Allí se encargó de organizar eventos relacionados con la sección de arte, de la que era encargada, lo que le permite disponer de un espacio ideal para dar salida a sus escritos e inquietudes artísticas.

Y la puesta en marcha, en 1926, del teatro de cámara “El mirlo blanco” en el salón de la casa familiar, que cautivó al público y a la crítica de esos años, y compartiendo este proyecto con sus hermanos y amigos Valle Inclán, Azorín y Manuel Azaña. Sus amigas Isabel Oyarzábal y Magda Donato estrenaron allí “El amor de D. Perlimplím”, en una adaptación que hizo Federico García Lorca de su obra para el teatro de cámara.

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En 1934 fue nombrada miembro del comité ejecutivo del patronato del Museo del Pueblo Español donde se dedicó a tareas de investigación etnológica y de recopilación de materiales para sus estudios sobre el pensamiento mágico-religioso de la zona vasco-navarra.

Durante la guerra, Carmen Baroja residió con sus hijos en Vera de Bidasoa, mientras que su marido quedó incomunicado en Madrid, en su imprenta.

Al finalizar la contienda, en la que lo perdió todo, su marido tuvo que regresar a su antiguo empleo en Correos para lograr sobrevivir, falleciendo finalmente en 1943.

Carmen continuó el libro sobre amuletos y talismanes iniciado en 1934. Escribió sus memorias y numerosos artículos para el diario La Nación, de Buenos Aires. Sus investigaciones etnológicas culminaron en sendos catálogos para el Museo del Pueblo Español: Catálogo de la colección de amuletos (1945) y Catálogo de la colección de pendientes (1948-1952).

Carmen sufrió dos graves operaciones, de cáncer intestinal, y murió en Madrid, el 4 de junio de 1950.

Algunos de sus versos fueron publicados en el libro “Tres Barojas. Poemas” (Pamplona, Pamiela, 1995). Fue autora también de cuentos infantiles como el titulado “Martinito el de la casa grande” (1942; reeditado en Madrid, Castalia, 1999).

Entre sus libros etnográficos destacan “El encaje en España” (Barcelona: Lábor, 1933) y “Joyas populares y amuletos” (1949), que quedó inédito.

El más famoso es el de sus memorias, titulado “Recuerdos de una mujer de la generación del 98” (Barcelona: Tusquets, 1998) y en donde aparece toda la Generación del 98 y otros personajes de la cultura y el arte de la época.

 

Carmen Alcoverro y López. Socia Fundadora Nº 131

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Por Mª Dolores Barreda Pérez

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LAS SOCIAS FUNDADORAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Cinco fueron las mujeres que estuvieron dispuestas a apoyar la fundación de la Asociación de Pintores y Escultores y que como tal, firmaron y que presentamos según su orden de adhesión, para ir conociéndolas una por una y aprendiendo de ellas:

Socia Fundadora Nº 16: Luisa Botet y Mundi

Socia Fundadora Nº 29: Marcelina Poncela de Jardiel

Socia Fundadora Nº 94: Paz Eguía Viuda de Pina

Socia Fundadora Nº 131: Carmen Alcoverro

Socia Fundadora Nº 137: Pilar Montaner y Sureda

 

CARMEN ALCOVERRO Y LOPEZ

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Carmen Alcoverro y López. Madrid, 1872.

Hija del escultor José Alcoverro y Amorós (1835-1908) y hermana del pintor Federico Alcoverro y del escultor José María Alcoverro.

Fue discípula de su padre. Obtuvo menciones honoríficas en las Exposiciones Nacionales de 1906 y 1910. En 1911 se casó con Alfonso de Mazas.

Federico Gil Asensio, en la revista “Por esos mundos”, publicada e 1 de septiembre de 1910, bajo el título del «Una escultora notable» nos habla así de ella:

…”Carmen Alcoverro, cuyas meritorias facultades artísticas, consecuencia natural de su patrimonio, la impulsaron a recorrer una senda trazada, prometiéndose la eficaz ayuda de un glorioso maestro: el autor de sus días. Pero esa ayuda, al pronto alcance de un amigo molesto o un torpe advenedizo, apenas si logró disfrutarla una hija cariñosa con méritos sobrados para conquistar un brillante futuro. Por qué? Por la eterna preterición de los allegados, los de casa…

La señorita Alcoverro lo declara ingenuamente: no más ha hecho que ligerísimos estudios al lado de su buen padre, cuando él se vio libre de absorbentes trabajos -muy contadas ocasiones- y siempre sin el firme propósito de aquel por desarrollar los planes de su amable y entusiasta discípula.

Sin embargo, la sociedad no se inclina francamente a reconocer la victoria de una artista que bien pudo aprovechar la notoria maestría del profesor en beneficio de su educación artística, sino para envanecerse con la aureola de un aplauso que no le correspondía.

Claro está que la razón impera y la notable artista, Carmen Alcoverro discutida antes y después del fallecimiento de su padre y protector, ha dado iguales é inequívocas muestras sus felices disposiciones para el cultivo de un arte a que muy pocas mujeres se consagraron: el maravilloso arte de la escultura. (Citaremos á Luisa Roldan, conocida por la Roldana, hija de un célebre artista sevillano del siglo XVII; y, entre las contemporáneas, a Fernanda Francés y Adela Ginés, ejemplos dignos de alta consideración).

Más aún: para desmentir la impiedad de caprichosos detractores, que negaron a la señorita Alcoverro un legítimo derecho de propiedad, el talento de la escultora concibe y expresa más gallardamente cuando, la ayuda del maestro es, por desgracia, un imposible.

Y ahora, sin miedo a torpes e infundados prejuicios, expondrá sus últimas y recientes obras para someterlas a la opinión de un Jurado, que sabrá reconocer en su calidad un esfuerzo exclusivo de quien las presenta, y no la afectación de un mérito usurpado…

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Conocemos algunas de esas obras, que gustosos reproducimos, absteniéndonos de emitir el favorable juicio que nos merecieron, la franca admiración que nos exaltaron, porque no se moteje de amistosa rédame lo que solo es justo reconocimiento a una exquisita bondad artística.

Sí, diremos, que en los referidos trabajos se observa a primera vista el carácter personalísimo que a su labor imprime la señorita Alcoverro; y, para convencimiento de los descreídos, bastará el recuerdo de las obras por ella presentadas en otros certámenes. Entre las primeras y las últimas, apreciarán, forzosamente establecida la comparación, una enorme diferencia: la del pro- distancia considerable: la que inedia entre el aprendizaje y el dominio de la práctica.

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La señorita Alcoverro, satisfecha de su respetable sinceridad, entiende que ha llegado la hora de justificarla, patentizando que el famoso artista, su circunstancial maestro, fue incapaz de semejante farsa, y si algo hizo en obsequio de la entonces incipiente escultora, fue restringir una enseñanza que determinaría la plausible continuación de triunfos imperecederos…

Y adviértase cómo lo que, en la apariencia, describe una senda de flores, encubría un peligro de funesto desencanto.

Pero la artista, fiel a su noble empeño y con entusiasmo creciente, trabaja sin descanso y estudia con afán, codiciosa del triunfo definitivo. No responden a su interés las cuatro menciones honoríficas que se le han adjudicado. Aspira a más y confiamos en que su laboriosidad y su inteligencia impondrán la satisfacción de un deseo acreedor a todas las alabanzas.

La autorizada opinión de Don José Ramón Mélida, elogia sinceramente la obra artística de Carmen Alcoverro; nosotros, sin la competencia de tan ilustre personalidad, le rendimos el franco tributo de nuestro aplauso. Es un deber de justicia.

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Paz Eguía Lis, Viuda de Pina. Socia Fundadora Nº 94

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Por Mª Dolores Barreda Pérez

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LAS SOCIAS FUNDADORAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Cinco fueron las mujeres que estuvieron dispuestas a apoyar la fundación de la Asociación de Pintores y Escultores y que como tal, firmaron y que presentamos según su orden de adhesión, para ir conociéndolas una por una y aprendiendo de ellas:

Socia Fundadora Nº 16: Luisa Botet y Mundi

Socia Fundadora Nº 29: Marcelina Poncela de Jardiel

Socia Fundadora Nº 94: Paz Eguía Viuda de Pina

Socia Fundadora Nº 131: Carmen Alcoverro

Socia Fundadora Nº 137: Pilar Montaner y Sureda

 

PAZ EGUIA LIS

Paz Eguía

Paz Eguía Lis Salot. México 1863 – 1960). Hija de Dolores Salot de Eguía y de Joaquín Eguía Lis, primer rector de la Universidad Nacional de México, director del Registro Púbico de la Propiedad Nacional de México y del Colegio de San Ildefonso.

Su padre siempre la estimuló en sus inquietudes, motivo por el cual Paz fue una mujer de extraordinario espíritu de independencia y gran voluntad.

A los 23 años entró a estudiar pintura en la Academia de San Carlos de México para hacer los estudios completos de pintora, grado que alcanza habiendo ejercido más tarde su profesión como maestra de este arte.

En la Academia de San Carlos es alumna de José Salomé Pina y pese a la diferencia de edad, se convirtió en su esposa.

Como era costumbre en aquella época, primero se casaron por la iglesia y después contrajeron matrimonio por lo civil, el 1902.

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José Salomé Pina (1830-1909) es una de las figuras principales del arte mexicano del siglo XIX.

Discípulo de Pelegrín Clavé en la Academia de San Carlos de México, fue el primero de sus alumnos novohispanos en conseguir una pensión para acudir a Roma en 1854

Viajó por España y copió obras en el Museo del Prado.

Volvió a México y en 1889 comenzó, ayudado por sus principales discípulos, la decoración de la basílica de Guadalupe.

En 1879 recibió el encargo de realizar una copia del retrato de Hernán Cortés del Ayuntamiento de México, por la que cobró 1250 pesetas y que pertenece al Museo del Prado.

Fue maestro del muralista Diego Rivera en la Academia de San Carlos de México.

Paz abordó muchas inquietudes, como por ejemplo la escritura. Publicó un artículo en el año 1900 en “El Tiempo”, sobre Santa Prisca de Taxco y ya lo firmó con su nombre de casada: Paz Eguía Lis de Pina.

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A la muerte de su esposo, viajó a España con el maestro Eduardo Chicharro y su grupo de discípulos, entre los que se encontraba Diego Rivera.

El martes 6 de septiembre de 1910 en “El Diario de Avila” aparece retratada con ellos en su primera plana y al pie de la foto se explica: “Chicharro, algunos de sus discípulos y los modelos”.

En 1911 contrajo matrimonio en España con Juan José Alvarez, originario de Avila. Después se separó de él y de ahí en adelante se dedicó a viajar a distintos lugares  acompañada de sus dos hijos.

Vivió en España, Cuba  y en Estados Unidos. En los momentos difíciles se ayudó dando clases de piano y pintura.

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Nunca vendió sus cuadros; pintó para ella y sus amistades y en ocasiones, regaló sus obras en agradecimiento a quienes le ayudaron cuando se vio en situaciones difíciles.

Las obras que sobreviven de ella son aproximadamente quince, sin haberse podido hacer un recuento exacto de su producción.

La obra “Aldeana española” revela la influencia de su maestro en España, Eduardo Chicharro.

Nunca llegó a participar en las Exposiciones de la Academia de San Carlos.

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Marcelina Poncela de Jardiel. Socia Fundadora Nº 29

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Por Mª Dolores Barreda Pérez

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LAS SOCIAS FUNDADORAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Cinco fueron las mujeres que estuvieron dispuestas a apoyar la fundación de la Asociación de Pintores y Escultores y que como tal, firmaron y que presentamos según su orden de adhesión, para ir conociéndolas una por una y aprendiendo de ellas:

Socia Fundadora Nº 16: Luisa Botet y Mundi

Socia Fundadora Nº 29: Marcelina Poncela de Jardiel

Socia Fundadora Nº 94: Paz Eguía Viuda de Pina

Socia Fundadora Nº 131: Carmen Alcoverro

Socia Fundadora Nº 137: Pilar Montaner y Sureda

 

MARCELINA PONCELA

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Marcelina Poncela Hontoria (Valladolid, 1867 – Quinto, Zaragoza, 1917). Destacada pintora naturalista española.

Fue esposa del periodista Enrique Jardiel Agustín y madre del comediógrafo Enrique Jardiel Poncela.

Fue discípula en la Escuela de Bellas Artes de Valladolid, de José Martí y Monsó y compaginó sus estudios artísticos con los de Magisterio, pues fue también maestra nacional.

Participa en los concursos de pintura de la Real Academia de Valladolid presentando dibujos de tipos populares y de bucólicos paisajes. En sus participaciones obtiene el Premio de Segunda Clase en la categoría del dibujo al carbón, en 1886 con la obra Amigable coloquio del pastor de Nogales y en 1887 por la titulada El barco de soto en las segadas: Asturias. Al año siguiente, 1888, obtiene el Premio de Primera Clase con el óleo La capilla de la aldea.

En 1882 marchó a Madrid, donde en dos años más tarde formó parte del grupo de las primeras seis mujeres que se matricularon en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, con un permiso especial del Rey.

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La capilla de la aldea

Estudió con Carlos de Haes, y, más tarde, con Sebastián Gessa y Alejandro Ferrant. Fue pensionada por la Diputación y por el Ayuntamiento de Valladolid. A partir de 1889 será el Ayuntamiento de Valladolid quien le conceda una nueva pensión para continuar su estancia en Madrid, desde donde remite a la Corporación Municipal, como agradecimiento, una copia de Masriera titulada La azotea y un Retrato de María Cristina con Alfonso XIII niño.

Remitió algunos trabajos a la Escuela de Valladolid, que fueron premiados en las exposiciones que anualmente realizaba.

Tras su matrimonio en 1895 firmó muchas de sus obras a partir de entonces como «Poncela de Jardiel».

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Participó en todas las Exposiciones Nacionales celebradas entre 1892 y 1915, obteniendo menciones de honor en 1892, 1895 y 1899, Tercera Medalla en 1901 por la obra Poesía y realidad y Segunda Medalla en 1912.

Acudió también a las Bienales del Círculo de Bellas Artes y a la Exposición Internacional de 1892, donde obtuvo una mención.

Fue profesora de dibujo en las escuelas normales de Madrid y Zaragoza y cultivó con singular fortuna el paisaje, la figura, el bodegón y los temas florales.

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Los últimos años de su vida los pasó en Zaragoza donde compaginó su afición a la pintura con su profesión de maestra. Murió en Quinto de Ebro (Zaragoza) en 1917.

En algunos libros aparece mencionada como Marcelina Poncela Ontoria.

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Bodegón de caza

Entre sus cuadros destacados pueden mencionarse La saltadora de la picusa (1885), Amigable coloquio con el pastor de Nogales (1886), La capilla de la aldea (1886), El barco de Soto en las segadas (1887), Bodegón de caza (1892), Cesta de lilas y rosas (1892), Cesta de pensamientos (1892), El puesto de flores (1894), Los últimos perfiles (1895), Fruta de otoño (1895), Fresones (1895), Después de la veda (1897), Castilla y Aragón (1898), Los pinos (1899), Dos paisajes (1899), Un lejos de la Casa de Campo (1899), Camino del Pardo (1899), Camino de los Viveros (1899), Alrededores del puente de San Fernando (1899), Una dehesa en Asturias (1899), Miniatura (1899), Fiesta en la Plaza Mayor de Quinto (1900), Subida al piquete desde la Calle Mayor (1900), Poesía y realidad (1901), De Valencia (1903), Mis muñecos (1904), Galería de una andaluza (1906), Zagalillo aragonés (1907), El guardián de la casa (1910), Flor de estufa (1912), Interior de una fragua (1915), Arco de San Roque (1916), …

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Plaza de Quinto de Ebro

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Puerto de San Estéban

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Cercanías de Vriesland

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Subida al piquete desde la calle Mayor

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Fiestas de Quinto en la Plaza Mayor

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Paisaje

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Referencias

José Ramón González García et al., Mujeres ilustres en Valladolid: siglos XII al XIX, Ayuntamiento de Valladolid, 2003.

Cristina Gállego Rubio y Juan Antonio Méndez Aparicio, Historia de La Biblioteca de La Universidad Complutense de Madrid, UCM, 2007.

Estrella de Diego, La mujer y la pintura del XIX español: cuatrocientas olvidadas y algunas más, Cátedra, 2009.

VV.AA., Spanish Artists from the Fourth to the Twentieth Century: A Critical Dictionary, G.K. Hall, 1996.

Linda L. Clark, Women and Achievement in Nineteenth-Century Europe, Cambridge University Press, 2008.

Joaquín de la Puente, José Carlos Brasas Egido y Juan Carlos Elorza, Pintores castellanos y leoneses del siglo XIX, Junta de Castilla y León, 1989.

M.G. Hernandez, Revista Contemporánea, Volumen 95, 1894.

Bernardino de Pantorba, Historia y crítica de las exposiciones nacionales de Bellas Artes celebradas en España, Ediciones Alcor, 1948.

J.M. Arnáiz, et al. (eds.), Cien años de pintura en España y Portugal (1830-1930), 11 vols, 1988-1993.

Mario Antolín Paz, Diccionario de pintores y escultores españoles del siglo XX, vol. 11, Forum Artis, 1994

Pueden verse algunos de sus cuadros en http://marcelinaponcela.blogspot.com.es/

BIBLIOGRAFÍA

BRASAS EGIDO, José Carlos: Pintores castellanos leoneses del siglo XIX, Junta Castilla y León, Valladolid, 1989.

URREA, Jesús: La Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1984.

URREA, Jesús: Pintores vallisoletanos del siglo XIX, Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1987.

URREA, Jesús: Patrimonio artístico del Ayuntamiento de Valladolid, Ayuntamiento, Valladolid, 1998.

Marcelina Poncela Ontoria. Biografía. Tesis

Luisa Botet y Mundi. Socia Fundadora Nº 16

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Por Mª Dolores Barreda Pérez

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LAS SOCIAS FUNDADORAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Cinco fueron las mujeres que estuvieron dispuestas a apoyar la fundación de la Asociación de Pintores y Escultores y que como tal, firmaron y que presentamos según su orden de adhesión, para ir conociéndolas una por una y aprendiendo de ellas:

Socia Fundadora Nº 16: Luisa Botet y Mundi

Socia Fundadora Nº 29: Marcelina Poncela de Jardiel

Socia Fundadora Nº 94: Paz Eguía Viuda de Pina

Socia Fundadora Nº 131: Carmen Alcoverro

Socia Fundadora Nº 137: Pilar Montaner y Sureda

 

LUISA BOTET Y MUNDI

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La pintora y grabadora Luisa Botet y Mundi nació en Cassá de la Selva (Gerona) el 2 de febrero de 1884 y falleció en Valencia en 1951.

Hija de Rita Mundi y del subinspector de Sanidad militar Domingo Botet y Carreras, que en 1883 pidió un permiso de excedencia de dos años para ir destinado a Cassá de la Selva. En 1895 fue destinado a Cuba, regresando en 1899.

Luisa recibió sus primeras enseñanzas artísticas en la Escuela Politécnica de Cassá de la Selva, donde fue discípula de Pilar Vilaret.

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Posteriormente amplió su aprendizaje  en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona y en la Escuela Superior de Bellas Artes de Madrid, donde obtuvo numerosas recompensas y el título de académica en  Pintura y Grabado, siendo discípula de Emilio Sala y de Muñoz Degrain en pintura y de Ricardo de los Ríos en la disciplina de grabado.

Cuando cumplió dieciocho años,  el Centro Republicano de Cassá de la Selva le adquirió el retrato de Nicolás Salmerón para su salón biblioteca. Un año más tarde, en 1906 realizaba una relevante exposición individual en la Sala Parés de Barcelona.

Concurrió a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1910 con “¡Ampáranos Dios mío!”, “Baile gitano”, un “Autorretrato al pastel” y tres grabados.

En 1911 expone en la Muestra Internacional de Roma, en 1912 ilustra la novela “Precocidad de Gualterio”, de M. Seco.

En 1913 realiza una exposición individual  en el Salón Iturrioz de Madrid, con más de treinta cuadros de paisajes, retratos y estudios de gitanos; en 1914 en la Sala Athenea de Girona y en 1915 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

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En diciembre de 1915 es nombrada Profesora de Dibujo Geométrico y Artístico de la Escuela de Adultas de Valencia, ciudad donde permanecerá hasta entrada la guerra.

En 1917 expone en el Círculo de Bellas Artes de Valencia y en la Academia de Bellas Artes de Sabadell.

En 1918 muestra un tríptico titulado “La vida de la Virgen” en el Salón Iturrioz de Madrid. Posteriormente participó en el Salón de Otoño de 1922 y en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1926.

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Su última actividad conocida es la participación en 1936, en la Exposición de Pintura de Valencia organizada por la Alianza de intelectuales para la defensa de la cultura.

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Encontramos reseñas de su actividad artística en publicaciones como El Globo, que el día 14 de octubre de 1910, bajo el título de “En la exposición. Luisa Botet”, artículo firmado por Qualterío M.Seco, dice lo siguiente:

Luisa: concordancia fiel

encuentro en gracia y dulzura,

entre tu propia dulzura

y el fruto de tu pincel;

como las abejas miel,

trofeos el vencedor,

y el galán prendas de amor,

en tu mansión atesoras

esos cuadros que elaboras

con exquisito primor.

En ellos tu pulso diestro

reproduce la Natura,

que revistes de hermosura

con artificio maestro.

En todos se observa el estro,

la brillantez, el decoro;

y es tu lápiz un tesoro

y tu pincel un prodigio,

que tu artístico prestigio

tejen con hilos de oro.

Tu genio activo y fecundo,

que guía tu mano inquieta,

arranca de tu paleta

breve resumen del mundo.

Mezclas con arte profundo,

en ti 8 lienzos, risa y llanto,

y causan igual encanto

á quien los ve y analiza,

desde la fresca Hortaliza

hasta la Muerte de un santo.

Hay en tus varios paisajes

á veces honda tristeza;

ora alegría y grandeza,

ora sombríos boscajes,

Y mezcl«8 plantas salvajes,

arroyos, peñascos, florea,

con riqueza de colores,

aire puro, claro ambiente,

y luz de Sol refulgente

ó de opalinos albores.

Y en tus lienzos numerosos,

hallo tipos de italianas,

negras, chulas, segovianas,

damas y niños graciosos.

Y hay retratos primoroso?,

y cuadros llenos de unción;

y guardas en un rincón

la Gitana, brava moza

que conquistó en Zaragoza,

honorífica mención.

Constituye noble acierto

tu San Andrés Abelino,

en un éxtasis divino

repentinamente muerto.

De sobriedad y concierto,

aquel cuadro es un trasunto;

y avaloran el conjunto,

el altar Iluminado

y el acólito espantado

al desplomarse el difunto.

Entre tus obras descuella

tu retrato, fiel pintura,

donde tu propia hermosura

oculto fuego destella.

En esa pintura bella,

expresiva y sonriente,

se descubre el alma ardiente,

la viveza juvenil

y la inspiración gentil

que brilla sobre tu frente.

Es inmensa tu valía,

y eso que sólo hasta ahora,

tu juventud es aurora

que anuncia esplendente día;

Pero te sobra energía,

que excluye la incertidumbre;

en ti la lucha es costumbre,

de gloria sientes anhelo,

y en rapidísimo vuelo

abordarás á la cumbre.

No eres tú la mariposa

falta de aliento y vigor,

que vaya de flor en flor

versátil y caprichosa:

Por lo contrario; animosa,

a impulsos de otro divino,

avanzas en tu camino,

cual paloma mensajera

que hiende el aire ligera

y va recta á su destino.

Ni eres la flor de hermosura

débil, efímera, inerte,

que halla el olvido y la muerte

al llegar la noche oscura:

no, ni la luz que fulgura,

de la instantánea centella,

sino la tranquila estrella

que señala en lo infinito

del arte noble y bendito

su minesisima huella.

Quizá tus obras mejores

hallen vulgo indiferente;

quizá la envidia inclemente

descargue en ti sus rencores.

Quizá sufras mil dolores,

antes de hallar la victoria

contra la mundana escoria

en batallas intestinas,

porque es sendero de espinas

el que conduce a la gloria.

Mas la inspiración ardiente

de tu espíritu creador,

el lauro del vencedor

ceñirá a tu casta frente:

Lucha, pues, alma valiente,

sin desmayar en tu celo

y sin que corte su vuelo

tu ambición noble y tenaz,

que sólo el águila audaz

logra remontarse al cielo.

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En La Correspondencia de España del 15 de noviembre de 1913, de la pluma de Alberto de Segovia, encontramos la siguiente reseña bajo el título de «Notas de arte. Una muchacha pintora».

“Femenino pincel ha sabido trasladar a la tabla el paisaje madrileño del Retiro. Diferentes rincones del bello parque pintó, hábil, Luisa Botet. Contemplando los pequeños cuadros acuden al alma sensaciones de sitios amigos. Son aquéllos los álamos esbeltos y robustos, son aquéllas las gallardas acacias, son aquéllos los recortados ebónibus.

En uno de los paisajes aparece un ciprés del parterre. Nosotros recordamos ese ciprés. En otro de los cuadritos hay pintados varios bancos de madera, de esos bancos que tienen grabados en la tabla del respaldo nombres de mujer, en memoria de idilios que pasaron.

Es el Retiro, y el Retiro en otoño—que es el tiempo en que está más hermoso—, el que ha hecho vivir en sus cuadros Luisa Botet. El Retiro mismo, con toda su luz maravillosa, la espléndida luz del sol de Madrid.

Estos paisajes son lo que más nos gusta de la labor de la joven pintora que expone en el Salón Iturrioz. Porque ofrecen una visión sentimental, un poco melancólica, de lugares que vemos, que amamos; de lugares que deben ser motivos estéticos—y aun no lo son— de un arte local, madrileño, de una escuela nueva, de aquí.

Igual quisiéramos que se crease una novela, una poesía, una literatura, en una palabra, puramente, castizamente madrileña. Y tenemos algunos cultivadores: Martínez Sierra, Ramírez Ángel, Emilio Carrere… y pocos más.

De las obras de Luisa Botet merecen mención especial los estudios de la Niña de las trenzas—una nena encantadora—, la Niña del gato, los retratos de las Srtas. Cristina y Paula de Gan, Margarita y Teresa Benito Torres, Pilar Maffei—todas muy gentiles y muy gentilmente retratadas por Luisa Botet—, Señora de Coll, el padre de la pintora, Agustina y el pintor Grau.

Son bellísimos los cuadros de la Granja de Barcelona. Uno de ellos presenta un estanque que es un acierto. Los estudios de gitanos—Baile gitano, ¡Enjaulado!, Gitanilla y otros—son muy interesantes; también Las rosas y los claveles (que ha adquirido S. A. R. la Infanta doña Isabel), En la plaza. En la iglesia. La rubita. La de los «bluets» y Lucha interna, un cuadro grande, verdaderamente valiente y atrevido, que revela un esfuerzo y un deseo dignas de elogio, aunque en nuestro modesto juicio no sea el mejor de los cuadros de la notable pintora.

Tal vez merezca este calificativo el titulado Para los toros, un interior incomparable, luminoso, acertado, lleno de vida, de realidad. Es un cuarto en la calle de San Pedro—bien madrileño, ¿verdad?—, ocupado por varías muchachas juncales y repeinadas, modistillas castizas, que se preparan para ir a los toros. No podemos ser nosotros más antitaurinos. El lector no ignora el odio cordial que profesamos a la maldita fiesta nacional. Pero ante la verdad, el prejuicio sectario enmudece y aun es vencido. El caso es que técnicamente el cuadro este de la inspirada artista merece todas las alabanzas del crítico. El arrebol de las mejillas de las lindas manolas, sus mantones de Manila, sus mantillas de madroños, todos los detalles y el conjunto son de una exactitud, de una expresión, de una emoción insuperables, verdaderamente afortunados. Envidia uno al majo—al escolar o al hortera, hablemos de hoy que espera a esta chulona de mantón amarillo para acompañarla a la corrida. Y por un momento olvidamos las campañas de Eugenio Noel.

Luisa Botet es una muchacha, una jovencita. Lo que presenta al público en esta Exposición de sus obras es sólo una parte de su trabajo. Además, está en camino de hacer más y de hacerlo mejor. Si estudia, si no se cansa llegará a colocarse entre los mejores pintores. En el momento actual prueba vocación, buen gusto, conocimiento de la técnica. Bastante es.

Deseamos que lo que hoy es una esperanza extraordinaria, sea mañana una cumplida realidad. Como jóvenes que somos, también a su progreso artístico será paralelo el de nuestro criterio. Esperemos en esta muchacha, por bien del arte español, y más especialmente del arte madrileño.

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Luisa Botet

La pintora en Valencia en 1917

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NOTAS BIOGRAFICAS:

«De la exposiciódee la senyoreta Lluisa Botet a l Ácademia de Belles Arts de Sabadell»  Feminal, 1917.

“Una pintora cassanenca” en Horitzó, 14 junio 1934.

Rosa POUS TENAS Memòria de la recerca. L ´art a Girona als Segles XIX i XX. Emprentes de creació femenina 1872 – 1960. Ajuntament de Girona, 2010

Revista Antiqvaria

La Gaceta de Sanidad Militar, 25 julio 1883.

“Cassá de la Selva” en El Ideal, 2 agosto 1903

“Una pintora catalana», Feminal, 1911

LAS SOCIAS FUNDADORAS DE LA AEPE

Por Mª Dolores Barreda Pérez

LAS SOCIAS FUNDADORAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

La mujer en las Bellas Artes en la primera década del siglo XX

Nunca fueron lucidos los escenarios y exposiciones de las mujeres de principios de siglo.

La descortesía ocupaba el puesto que por derecho propio correspondía al trabajo artístico de la mujer, dada la importancia de las obras presentadas en las diferentes secciones de las distintas Exposiciones Nacionales de Bellas Artes con firmas femeninas.

En aquel momento se ponía en ridículo toda mujer que, saliendo de la rutina, estudiara y se enriqueciera, como si fuera un perjuicio que la mujer aprendiese.

Bien es verdad que había voces que defendían que “será siempre mejor y más provechoso para los suyos, que la mujer asista a las sabias lecciones del Ateneo, que vaya a los museos, porque oiría hablar de las obras clásicas o modernas de Calderón o Cervantes, … pues que esto, a más de deleitar su espíritu, cultiva su inteligencia y la dispone en condiciones ventajosas para la lucha por la existencia en la sociedad, a aquella que por azares de la vida sea el único sostén de su familia, o tenga precisión de coadyuvar al sostenimiento de la suya, por ser escaso el sueldo del marido, o excesiva la familia, cumpliendo con lo que dice Fray Luis de León, de que la mujer debe ayudar a su marido, siempre que pueda honradamente. Muchas mujeres viven con los puntos de su pluma, y no son pocas las que tienen su paleta como único medio de subsistencia. Y ¿qué mejor ocupación que la artística para una mujer que tiene que trabajar, y que por su salud o por cualquier conveniencia social no puede dedicarse a trabajos de confección, única profesión destinada (aunque a medias, pues siempre se paga mejor al modisto que a la mujer?”.

Pero estas voces que hoy nos parecen tan superadas, no dejaban de ser siempre una excepción en la prensa de la época, dominada por hombres y en la que triunfaban también los hombres como artistas.

La principal pega consistía en que la mujer que se dedicaba a las artes estaba abandonando los cuidados domésticos, el hogar y sobre todo, el cuidado de los hijos, descuidando sus obligaciones como esposas y madres y el buen gobierno de sus casas.

Sin embargo, sí se le concedía verdadero “mérito artístico” a algunas obras creadas por pintoras; no a las propias féminas en sí, sino a la obra, y no a toda la obra, sino sólo a algunas.

En este ambiente, sólo a las hijas de familias acomodadas les era posible el acceso de manera independiente a la educación artística. Para el resto de mujeres, pertenecientes a clases medias, el desarrollo de  su actividad artística se realizó a través de sus relaciones, bien sea como madres, hijas, hermanas, parejas o esposas de otros artistas. Otras, las menos, se introducen en los círculos artísticos

como modelos y trasforman después sus aficiones artísticas en labor profesional, con el apoyo de sus esposos y amantes, y en muchas ocasiones, a pesar de colaborar (trabajos que por supuesto iban mucho más allá de la simple colaboración) con sus esposos o amantes.

Puntualmente tuvieron el reconocimiento a su genialidad y creatividad en sus innovaciones artísticas, participaron en exposiciones y salones, y vendieron sus cuadros, pero pocas han entrado a formar parte de los libros de Historia del Arte.

Las trabas a las que se enfrentaban hicieron muy difícil que pudieran desempeñar un papel más destacado. Asumieron en la mayoría de los casos una subordinación artística respecto de sus compañeros, intentando a través de temáticas más femeninas, que estaban a su alcance, desarrollar sus actividades artísticas. Quizá precisamente porque no fueron consideradas como artísticas en un sentido intelectual.

Nuevos datos de la Fundación de la Asociación Española de Pintores y Escultores

En este ambiente, el 15 de abril de 1910 se funda la Asociación Española de Pintores y Escultores en la ciudad de Madrid. Los socios fundadores, 180 en total, son nombres brillantes, conocidos, admirados, pero entre todos ellos, únicamente fueron cinco las mujeres que firmaron como socias fundadoras.

Cinco grandes mujeres, como ahora veremos, que supieron destacar unas por sí mismas, y otras pese a sus apellidos, ya que estaban vinculadas al mundo del arte a través de parientes directos. Sólo una sintió la verdadera vocación del arte sin haber mediado en el ambiente familiar la influencia de sus progenitores o hermanos.

Cinco grandes mujeres, desconocidas para muchos, que vamos a ir descubriendo en éste y en los próximos números de la Gaceta de Bellas Artes, y que a todos nos va a gustar rememorar y admirar por cuanto de luchadoras, vanguardistas y renovadoras tuvieron, porque merece la pena conocer más la historia de nuestra entidad, para sentirla grande y seguir haciendo de ella, hogar de memoria y recuerdo perecedero de cuantos ayudaron a encumbrarla como se merece.

Sin embargo, el espíritu de la recién nacida Asociación de Pintores y Escultores se manifestó desde el principio con un marcado carácter liberal, ya que la mayor parte de sus fundadores admitían mujeres en sus estudios y talleres y el nivel artístico de las socias venía ya avalado por sus obras y trayectoria artística.

Es decir, no se asociaban jovencitas deseosas de aprender de grandes artistas, sino artistas en el sentido más amplio de la palabra que eran mujeres, y que buscan y comparten el ideario asociativo de defensa de sus intereses materiales y artísticos, la difusión del arte, su fomento…

La trayectoria histórica de nuestra entidad nos muestra que las mujeres artistas se fueron incorporando y aproximando cada vez más y con mayor entusiasmo, al mundo del arte y al mundo asociativo. Las limitaciones sufridas a lo largo de la historia se iban superando poco a poco gracias al libre acceso a las escuelas de pintura, a la participación en exposiciones y concursos y a la dura tarea de lograr desechar los prejuicios instalados en una sociedad dominada por hombres.

Sin embargo, por encima de ser hombres y mujeres, los artistas son una rara especie aparte, especial, diferente, en la que prevalece el talento, la curiosidad, el carácter impulsivo, las interminables horas de trabajo, el esfuerzo creador y la autocrítica, el sacrificio y a veces la incomprensión, la pasión, la sensibilidad, la búsqueda de la belleza sublime, el placer, la ensoñación, el deleite, la capacidad de transformar la fantasía, la fragilidad del alma ante la crítica, la deslumbrante visión del color, la particular percepción de la luz, la desbordante imaginación, la genialidad misma y hasta la excentricidad, dejar aparte lo convencional, las reglas mismas del arte para llegar a ser visionarios, compulsivos, intuitivos, desbordantes, versátiles… y miles de cualidades innatas o adquiridas, en las que no importa si eres hombre o mujer, porque lo que sí eres es un ARTISTA.

La fundación de la Asociación de Pintores y Escultores se fraguó según una idea de Mariano Benlliure, quien en 1904 y en el transcurso de un banquete celebrado en el Retiro en honor de los artistas premiados en la Exposición Nacional, propuso ya la “formación de una Sociedad de Pintores y Escultores Españoles, aún residentes en el extranjero, con objeto de defender sus intereses materiales y artísticos,… fomentar todas las manifestaciones del Arte por medio de Exposiciones en España y en el extranjero, crear una Caja de socorros y pensiones…y la instalación de un salón permanente donde los individuos que perteneciera a la Asociación pudiesen exponer sus obras, dando así mayores facilidades al público y a los artistas para la venta”.

Estas y otras ideas expuestas entonces fueron acogidas por todos los presentes y los ausentes cuando las conocieron, con unánime aplauso. Pero Mariano Benlliure no volvió a acordarse de ello y la idea quedó sumida en el olvido.

Años más tarde, fue Eduardo Chicharro quien recordando las palabras del maestro, decidió retomar la idea y recordar a todos los artistas que era preciso unirse para constituir una fuerza, para prestarse mutualidad y recíproco apoyo, y así se formó una Junta organizadora que convocó a todos los pintores y escultores madrileños y logró reunirlos en el gran salón de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Más de 150 acudieron a este llamamiento que se convirtió en Asamblea y que reunió a artistas anónimos y a otros de primera fila, y en donde se habló de la conveniencia de la reunión de todos los artistas y se leyeron los estatutos, que habían sido previamente repartidos con las invitaciones a la convocatoria, para que los que quisieran pudieran presentar modificaciones o sugerencias, y que fueron finalmente aprobados con total unanimidad.

Tal y como se dijo en aquella Asamblea fundacional, a la que asistieron nuestras socias fundadoras, la naciente Asociación contribuía a “la regeneración del artista y al resurgimiento del arte, tan abandonado en nuestra patria de los poderes públicos, como la más rica del mundo en Arte e inspiración pictórica y escultórica”, contando desde un principio con el incondicional apoyo de la prensa, justificando que “si el artista moldea las costumbres de los pueblos, el periodista moldea la conciencia pública, siendo, por tanto, hermanos gemelos el periodista y el artista”.

Las Socias Fundadoras

Como decimos, cinco fueron las mujeres que estuvieron dispuestas a apoyar la fundación de la Asociación de Pintores y Escultores y que como tal, firmaron y que presentamos según su orden de adhesión. En los próximos meses, iremos conociéndolas una por una y aprendiendo de ellas:

Socia Fundadora Nº 16: Luisa Botet y Mundi.

Socia Fundadora Nº 29: Marcelina Poncela de Jardiel.

Socia Fundadora Nº 94: Paz Eguía Viuda de Pina.

Socia Fundadora Nº 131: Carmen Alcoverro.

Socia Fundadora Nº 137: Pilar Montaner y Sureda.

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Luisa Botet y Mundi

Luisa Botet y Mundi

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jardiel

Marcelina Poncela de Jardiel

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Paz Eguía

Paz Eguía, Viuda de Pina

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carmen alcoverro

Carmen Alcoverro

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pilar montaner

Pilar Montaner y Sureda

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