Carolina Castillo y Díaz (Sra. de Campo)

Por Mª Dolores Barreda Pérez

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LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

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Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

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CAROLINA CASTILLO Y DIAZ (SRA. DE CAMPO)

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CASTILLO DE CAMPO, Carolina del. P 1911 (F) GIJON 1867 (Avd. Villaviciosa, 99) GIJON 1933.

Pintora de excepcional inteligencia y cultura, nacida en Gijón en 1867, en el número 16 de la calle Uría, se crio en una familia perteneciente a la burguesía gijonesa y estudió dibujo y música. Heredó de su padre el interés por la cultura y la inquietud intelectual, ya que él mismo era culto, sensible y participó intensamente en la vida cultural de su tiempo, e incluso produjo una curiosa y original obra plástica, todo ello, sin buscar notoriedad ni más pretensión que satisfacer su gusto y sus impulsos creativos, haciendo uso profusamente de un don artístico natural que nunca quiso convertir en eje profesional en su vida.

Carolina con sus hijos

Desde muy temprana edad, manifestó una gran disposición para el dibujo y la pintura. Sus cuadros, bocetos, apuntes y dibujos son lo más representativo de su obra.

Su afición artística se despertó pronto, y discurrió de modo autodidacta hasta que su marido insistió en que retomase sus creaciones, relegadas durante un largo período en el que mantuvo una relación tan solo intermitente con la pintura.

Su vida personal transcurrió de forma apacible tanto en su niñez como en su juventud, pero se vio más tarde malherida por la pérdida temprana de dos de sus seis hijos: primero Felipe, con cuatro años, y poco más tarde la única hija, Margarita.

 

Coincidiendo con el fallecimiento del primero, en 1906, Carolina del Castillo asistió a clases con Nicolau Huguet y se mantuvo activa, participando en las Exposiciones Nacionales de 1908, 1910 y 1912.

Durante esta época realiza ocasionales viajes a Madrid, donde conocerá a su futuro maestro Cecilio Pla. Es el momento de acercarse a los grandes artistas del Prado, donde admira y copia a Velázquez. En estos primeros tiempos firmó repetidamente sus trabajos con el seudónimo de Krol-Ina, dándose a conocer en 1908, en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid, con tres cuadros, uno de los cuales: El alma de la casa, obtuvo una mención honorífica. Posteriormente concurrió con varios lienzos: Cecilia, El acecho, El abuelito… a numerosos concursos, obteniendo diversos galardones.

En 1914 la familia se desplaza a vivir a Madrid y se abre una nueva etapa en la vida y en la creación de la artista gijonesa. Cecilio Pla le muestra un mundo de fuerte cromatismo y de creaciones impresionistas que abren una brecha con todo lo que había aprendido con anterioridad y le permiten asomarse a un universo creativo nuevo en el que se encuentra a sí misma como artista. Pero, además, Madrid le abre las puertas de un ambiente intelectual muy distinto de la tranquilidad pasmosa de Gijón. Son años de intensa producción artística.

 

Carolina con sus hijos en Madrid

Participó en la Exposición de Artistas Asturianos de 1916 celebrada en Oviedo, con gran éxito, así como otras exposiciones Nacionales de Bellas Artes.

Le gustó cultivar el retrato, el paisaje y el desnudo, este último en un arranque de valentía que sorprenderá a la sociedad del momento. Pero fue el retrato el campo en el que se le reconocieron los mayores logros, al componer lienzos en los que los personajes se acercaban al contemplador. En ellos Carolina del Castillo reflejó su entorno emocional con admirable habilidad.

Se la conoce fundamentalmente por sus paisajes y temas infantiles, además de ser una notable retratista. Fue la primera mujer asturiana que afrontó el tema del desnudo femenino para gran escándalo de la época, aunque éstos no se encuentran entre sus obras más interesantes. En su obra de este tipo más conocida, titulada “Desnudo”, plasmado con manifiesta destreza, aparece una figura abstraída, concentrada en la tarea de ponerse una media, al margen a los presupuestos academicistas en los que la pose era un componente fundamental en el resultado final y esperado de la pieza.

Llama la atención la naturalidad con que Carolina del Castillo se enfrenta a la situación y crea un instante robado a la intimidad que admiramos en su plenitud, pero sin formar parte de ella. La obra no dialoga con nosotros, sólo nos permite mirar.

Llaman la atención las veladuras con las que cubre el cuerpo, con las que se distancia del dibujo perfilador y opta por una pincelada gruesa y constructiva de formas y volúmenes destacados sobre un fondo que únicamente se modela para reflejar y resaltar el cuerpo femenino. Es un telón creado con texturas que caen verticales y son concebidas con imprecisión formal: se intuyen y se adivinan, pero no se visualizan del todo.

 

La luz se alía precisamente con esta pincelada de impronta impresionista para subrayar la fuerza del volumen, el cuerpo que se destaca sobre la oscuridad de un fondo utilizado en función de las formas femeninas que en modo alguno buscan el erotismo, sino simplemente la naturalidad. La blancura de la anatomía que no se delimita milimétricamente nos ofrece un contraste con el cabello oscuro conformado por una mancha negra. Esta pieza fue adquirida por la Universidad de Oviedo en 1990.

Esta temática, ya controvertida de por sí, resultó aún más conflictiva en este caso, porque quien la abordaba era una mujer. Los prejuicios sociales se removieron y los aspavientos fueron numerosos. Baste decir que, como recuerda Víctor Alperi, cuando Carolina del Castillo requirió a una mujer para posar desnuda la modelo se negó al saber que no se trataba de un pintor sino de una pintora.

En 1927 la familia regresa a Asturias y pocos años después, en 1933, Carolina del Castillo fallece en la misma ciudad que la había visto nacer.

En 1987, sus hijos Gonzalo y Luis organizaron una exposición antológica de la obra de Carolina, con motivo del centenario de su nacimiento, exposición que se instaló en la sala del Ateneo Jovellanos, la primera de esta pintora y que logró un rotundo éxito. De ella se comentó que “el paisaje y retrato eran los géneros más representados en la muestra, y en ellos se advertía una soltura de pincelada y una viveza de color que la pintora aprendió de Cecilio Plá, su maestro.

Pero además hubo de ella otras exposiciones en su homenaje en los años 1975, 1977 y 1986.

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