Álvaro Delgado, renovador de la figuración
La consigna de Álvaro Delgado era: “el arte viene del arte”; fue siempre curioso y experimentador, estudioso y zahorí, investigador de los grandes maestros, algo que se constata en su exposición de la Academia. Hay pintores que sentaron las bases de la pintura a lo largo de la historia, otros que abrieron ventanas, vías a distintas formas de expresión. Algunos sólo buscaban un “gozoso recreo espiritual”. Aún, los que promovieron el contagio universal de los lenguajes.
Álvaro Delgado ante el retrato del poeta Ángel García
Apeles está considerado el padre de la pintura antigua. Giotto di Bondone abrirá las puertas al Renacimiento y lo que plantea Masaccio lo desarrollará Fra Angélico. El gran pilar del Renacimiento alemán es Durero, una de las influencias de Álvaro Delgado, a través de su obra. Ya nonagenario le homenajeará con unas piezas soberbias, que lo recrean en El caballero, la muerte y el diablo o el Retrato de Carlomagno.
En el Barroco, Velázquez (1599-1660) reina como el maestro en la creación de espacios, de atmosfera en las obras. En tanto que Doménikos Theotokópulos (1541-1614) será un arriesgado renovador de las formas, no siempre entendido. En la década de los cuarenta del siglo pasado, la admiración generalizada la tenía Velázquez, excepto Álvaro Delgado, que siempre prefirió a El Greco- igual que Palencia-, lo que se deja ver, con facilidad, en paisajes y retratos.
Con Cézanne llegan nuevos planteamientos que le consagrarán como padre de la pintura moderna. Aunque Malraux se inclinaba por Goya:”Ahí está la levadura del arte moderno”. Luego, viene Picasso y lo pone todo patas arriba, lo experimenta todo, lo prueba, lo consigue con resultados brillantes y únicos. Álvaro Delgado descubre a Picasso, ya en su formación, Vázquez Díaz mediante. Picasso y el cubismo. Cuando va becado a París, 1949, su interés se consolida. En París también descubrirá la obra de Chaim Soutine, la litografía con Fernand Mourlot.
En sus primeros bodegones está el peso de la pintura tan bien construida por Bonnard y la sobriedad, hasta que Bonnard se desboca con hemorragias de amarillos. Sus primeros retratos ya anuncian que busca romper con lo que se hace, la figuración costumbrista. A partir de 1967 hay un giro proverbial, que se concreta en la realización del retrato del negus de Abisinia, Haile Selassie, hoy en la Real Academia de Bellas Artes.
Pere Gimferrer, 1998, óleo táblex, 73×60 cm
Del retrato en Álvaro Delgado se ha escrito con abundancia: Lafuente Ferrari, Gaya Nuño, Camón Aznar, Sánchez Marín, Faraldo, Joaquín de la Puente, Caballero Bonald, Corredor-Matheos, Marín Medina, Francesc Miralles, Víctor Nieto, Montserrat Acebes…En la muestra del centenario se exhiben varios ejemplos y, sobre todo, un montaje que muestra la “férvida depuración de su pintura”, como diría don Enrique Lafuente Ferrari. Del retrato de Mercedes Gal II, 1947, al de Pere Gimferrer, 1998, hay una distancia que recorre la compleja historia de las formas en el arte.
Para quién ame la pintura, este es un buen lugar: la exposición del centenario de Álvaro Delgado. La pintura sólo se homenajea con la pintura y eso es lo que hace Álvaro Delgado en este conjunto sucinto de su trayectoria. Resumir a un pintor, que hizo tanto, en cincuenta piezas ha sido todo un reto. Baudelaire asegura que el fin de la poesía es la misma poesía. Igual sucede con la pintura, es lo que pone de manifestó esta exposición necesaria, esta propuesta rotunda del maestro de la Olmeda. ¡Recuerden “el arte viene del arte”! Aunque deban de coadyuvar en la apuesta las facultades personales del artista y la ambición en expresar la emoción y el misterio en abrazo compacto.
¿Bodegonista, retratista, paisajista, estructuralista, experimentador, estilista analítico? Pintor convulso, revolucionario del gesto, grabador tibar, renovó la figuración en la pintura española, creando un lenguaje genuino, expresionista, esplendoroso y vivo, exultante lo observamos, a los cien años de su nacimiento. No le gustaban las etiquetas y menos la de retratista, decía “no soy un retratista, soy un pintor que hace retratos”.
Ramón Faraldo, 1996, óleo sobre táblex. 41×65 cm
Un expresionismo genuino, jugoso, espiritual, sensual, dramático, inequívoco. Siempre fue figurativo, es verdad que a veces raya la abstracción, pero al final siempre aparece la figura, por deconstruida que esté. Hay bodegones de los noventa en los que cuesta distinguir los objetos, pero están y se acaban percibiendo. Alguien que vea sus etapas, sus series, puede creer que se repetía, vean la eternidad que hay de la Vanitas, 1945, a Cabeza de carnero desollado frente a un agujero negro, 1992
¿Cómo era Álvaro Delgado? Resuelto, aparentemente arrogante, decidido, altivo, activo, inquieto, campechano, castizo, buscador; quiso descubrir el alma de la pintura y para ello hizo y deshizo hasta llegar al corazón del gesto, que acarició o fustigó para hacerle cantar como un menino la mejor partitura de Mozart o el endiablado ritmo de Scriabin ¡Un príncipe del gesto filoneista en medio de una sociedad misoneista!
La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, con el patrocinio de Reny Picot, organiza en sus salas temporales la exposición del centenario de Álvaro Delgado (1922-2016). Cincuenta pinturas, nueve estampas y dos libros de bibliófilo, fechadas entre 1945 y 2002, dejan constancia de la trayectoria creativa de un renovador de las formas, que hizo homologable la pintura española en el contexto internacional figurativo, en tiempos risueños a la abstracción.
Leopoldo María Panero, 1996, óleo táblex, 73×60 cm
Madrileño de la calle de la Esperanza, hijo de un encargado de almacén, muy dotado para el dibujo, la guerra civil interrumpe su formación, que inicia con Vázquez Díaz. En 1940 entra en contacto con Benjamín Palencia, formando parte de la Segunda Escuela de Vallecas. Poco después conoce a Pancho Cossío, completando el trio de sus maestros españoles. No es desdeñable la importancia de Faraldo en su formación intelectual, aportándole imágenes de la pintura internacional, bibliografía francesa y actualísima.
En 1945 realiza su primera individual en Clan, expone en Buchholz- con los que serían germen de la futura Escuela de Madrid- y en 1947 participa en el IV Salón de Los Once. Dos años después va becado a París y se embebe de Picasso, Chaim Soutine, del litógrafo Mourlot. Desde sus inicios bonnardianos pasa por el cubismo sintético y mediados los sesenta da un salto cualitativo para encontrar su expresividad personal con un cierto anarquismo lírico, elegante, incisivo, grequista, alígero, perspicaz.
Desde entonces, participa en las bienales de Alejandría, Venecia, Sao Paulo; en cientos de exposiciones nacionales e internacionales, premios, academias, logrando un reconocimiento que le ubica entre los más reputados y brillantes artistas de los últimos lustros del XX en España y más allá.
La Olmeda el día del juicio final, 1986-1990, óleo sobre papel pegado a contrachapado, 162×130 cm (MNCARS)
En la exposición, comisariada por Víctor Nieto y yo mismo, hasta el 11 de diciembre, en la Real Academia de Bellas Artes: paisajes, bodegones, retratos, homenaje a los clásicos- Durero, El Greco, Goya-, dibujos y huellas deslumbrantes de una síntesis prodigiosa de las formas con estilización fascinante. Crónicas de Navia y la Olmeda, Los fusilamientos de la Moncloa, Haile Selassie, Leopoldo María Panero, El diablo, Judío colgado; suite de aldabonazos plásticos, que obrarán un descubrimiento de la obra de Álvaro Delgado tanto en quienes creían conocerlo, como en los que le desconocían.
Obras de colecciones privadas, del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia, Real Academia de Bellas Artes, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Fundación Santander, Fundación Telefónica, Museo de Anleo, Banco de España…
Tuvo los grandes premios del momento, perteneció a la Real Academia de Bellas Artes, a la Academie Européenne des Sciences, des Arts et de Lettres de París; así como a otras academias españolas. A la muestra acompaña un magnífico catálogo con textos de Tomás Marco, Víctor Nieto, Álvaro Delgado-Gal, José Corredor-Matheos, Montserrat Acebes y yo mismo y una breve bibliografía, así como datos complementarios de su actividad.
Retrato de Carlomagno, 1999, óleo táblex, 116×81 cm
Más allá de todas esas referencias, lo que importa en esta exhibición, muy didáctica, muy medida, es poder experimentar su transformación hasta conseguir su idiolecto. Los grandes artistas, pintor en este caso, son como eslabones de una cadena que contiene el arte plástico a través de los siglos. No se trata de un ranking de primeros o segundos, sino de enlazar propuestas genuinas que multiplican las posibilidades expresivas, consolidando los fines del arte.
A veces, se especula con la muerte de la pintura. Nada que sea útil desaparece, excepto los seres animados. Mientras haya vida, existirán creadores que se vean impelidos, forzados a expresar su entidad emocional y sensitiva, a expresarse por medio de lo que conocemos como arte. Y como todo cambian, las concepciones personales también lo hacen, pero sin dejar de existir. A su vez, siempre habrá conciudadanos que necesiten de esa creatividad para hacer de la vida algo feraz y diferente, una pasión vivida.
Judío colgado, 2002, óleo sobre papel pegado a fibrapán, 177×108 cm
Desde mi sabor, lo excepcional de esta exposición del centenario de Álvaro Delgado es poder observar una obra, que parece hecha ayer, que sigue impresionado, que sigue emocionando, que nos anima a sentir que, en toda vida, en toda obra de arte, por pequeña que sea, cuando la miramos con atención, en la proximidad, podemos encontrar algo grande. Siento una enorme satisfacción en haber contribuido a que esta pintura tan intelectualizada, tan fecunda, impactante, pueda seguir proporcionando admiración y reconocimiento a su autor, que sin la mirada del espectador se oscurecería, se quedaría en un gesto baldío.
La organización de todo este evento me ha dado la oportunidad de conocer mejor a personas extraordinarias por distintos conceptos, como Alfredo Pérez de Armiñán y su capacidad infinita de actuar y de pensar; la figura de Álvaro Delgado-Gal, que ha escrito una joya para el catálogo; la generosidad de un mecenazgo brillante y silente como el que ha realizado Francisco Rodríguez García; Víctor Nieto, Hernán Cortés, Corredor-Matheos, Montse Acebes, Félix Andrada, Isolina Dosal, el personal adscrito a la Academia y externo. Y tantos amigos y coleccionista de Álvaro Delgado que con su presencia están revitalizando su figura y su obra excepcional, luminosa, ascensional, revolucionaria por su excelente factura.
Tomás Paredes
Presidente H. Asociación Española Críticos de Arte/AICA Spain