AÑO ALCALÁ-GALIANO: En el 150 aniversario de su nacimiento

Por Begoña Alcalá-Galiano Ferrer

Nieta y especialista en su obra

Motivos reflejados en la obra del pintor

En el capítulo anterior mencionábamos los estilos o movimientos pictóricos en los que el pintor Álvaro Alcalá-Galiano se movía a lo largo de su vida artística.

Hoy vamos a pasear con él, por aquellos lugares que desde muy joven marcan la trayectoria de sus obras.

En su comienzo, el niño pintor dibuja y expresa en sus obras su realidad vital: los paisajes y las figuras de su entorno. En ellas nos muestra: iglesias, caseríos, ríos, puentes, bosques, flores y plantas e incluso algunas herramientas que le rodean durante su residencia en Yurre-Igorre.

 

En ellos se aprecia su temprana evolución 1884-5.

Tras esta fase inicial entra Alcalá-Galiano en el taller de Bilbao de uno de sus primeros maestros, Adolfo Guiard Larrauri.  Este famoso artista vasco, gran pintor, colorista y  paradigma de la nueva pintura marina vasca, tras siete años vividos en París junto a los impresionistas franceses, trae en 1886, un código artístico que se difunde entre los jóvenes pintores, entre los que se encuentra Alcalá-Galiano; este es aceptado en su taller y de esta etapa de su desarrollo artístico, se recogen obras de una clara influencia de su maestro.

 

 

El joven Alcalá-Galiano comienza a desarrollar el retrato e incorpora factores fundamentales de la pintura impresionista, como son la luz, el color, el movimiento…

Entre sus obras se encuentran pescadores y marineros, así como barcos y escenas marítimas; Alcalá-Galiano refleja en sus lienzos escenas de la ría de Bilbao y del mar Cantábrico, que serán un gran referente durante su vida artística.

 

Sin embargo, este pintor necesita encontrar otros horizontes para plasmar en sus lienzos. Posiblemente influenciado por su maestro, busca nuevos escenarios donde ampliarlos y así decide viajar a Madrid donde fija su residencia en 1892. Pasa por el estudio del maestro Jiménez de Aranda, quien tras enviudar regresa a su ciudad natal, Sevilla. Sus discípulos, entre los que se encuentra Alcalá-Galiano, pasan al taller del joven pintor Joaquín Sorolla y Bastida. Allí se encuentra de nuevo con la pintura impresionista, post-impresionista y lumínica de su nuevo maestro.

Cuando Sorolla era elevado a la gloria del Arte por la crítica, Álvaro sintió deseos de trabajar bajo su dirección y aquí fue no poco lo que sufrió; pues él, Conde del Real Aprecio, ya tenía que alternar con un hombre pletórico de inquietudes encauzadas por los tortuosos caminos de una mente revuelta, anarquizante, el cual, celoso de las magníficas condiciones del aristócrata, trató de confundirle, desorientándole con sus consejos y haciéndole dudar de sí mismo.[1]

En 1895 expone Álvaro Alcalá-Galiano por primera vez en el Salón del Círculo de Bellas Artes de Madrid dos de sus obras que obtienen muy buenas críticas pero que han sido imposibles de localizar hasta el momento. En ese mismo año, comienza su colaboración con la revista Blanco y Negro, con la aparición en la portada del número 198 de su obra costumbrista titulada Ya somos tres

[1] Recordando a un gran pintor bilbaíno. Álvaro Alcalá-Galiano.  Lafarga Oñate, Adolfo. Vida Vasca nº34. Bilbao enero 1957

 

 

En el mismo ejemplar de esta revista, aparece otra obra suya titulada El Rigodón, que ilustra un artículo sobre dicho baile

 

Para continuar con su estilo costumbrista se encuentra el cuadro titulado el Rancho, que presenta el pintor en la Exposición de Bellas Artes de Madrid 1897 y recoge el primer triunfo de su trabajo al ser adquirido para el Museo de Arte Moderno de Madrid. (actual Museo del Prado) Esta obra se conservaba en un almacén del mencionado museo y quedó prácticamente destruido en un incendio. Hoy día, solo se conserva una pequeña parte de la misma, que refleja parte de la  rueda de un carro.

La obra titulada Rico, ¿quién te quiere a ti? presentada por el artista en la Exposición de Bellas Artes de Barcelona en 1898, obtiene el Segundo premio. Este segundo triunfo en una exposición hace que el pintor se reafirme en su recién iniciada andadura en solitario.

 

Vuelve a presentar esta obra el año siguiente en la Exposición de Bellas Artes del Liceo de Málaga, donde, de nuevo, obtiene una Segunda Medalla.  En esta exposición se encuentra Alcalá-Galiano con un joven pintor malagueño de 18 años, que obtendría una de las Primeras Medallas del Certamen. Se trata de Pablo Ruiz Picasso.

En 1899 participa en la Exposición del Ministerio de Estado en Madrid con otra obra de carácter costumbrista de grandes dimensiones y que lleva por título: Vendimiadores.  Esta obra tiene un estilo mucho más depurado y destaca en ella el uso del color y la descripción de sus personajes. Es propiedad particular y se conserva hoy en día en las instalaciones de una bodega en la Rioja.

 

Antes de adentrarnos en el nuevo siglo, aparece una reseña titulada Arte y Artistas, firmada por “Un arratiano” en la que se menciona que en aquel verano varios artistas vascos, entre ellos Zuloaga, Guinea, Alcalá-Galiano… pintan preciosos cuadros en Castillo-Elejabeitia, zona colindante con la residencia de este último pintor. Esto puede confirmar que la amistad entre ellos era una realidad, ya que, a lo largo de sus vidas, se vuelven a dar coincidencias de lugares e incluso de estilos y motivos pictóricos.

Finalizado el verano, vuelve Alcalá-Galiano a su residencia de Madrid. Conviene resaltar, que, por esa época, la influencia de la pintura costumbrista era grande y el arte andaluz y español inundaba los lienzos de los pintores y dada la coincidencia de su estancia con el pintor Zuloaga en aquel verano, en el mes de diciembre se traslada a Córdoba. Es cuando inicia una serie de obras en las que trata de expresar la vida y costumbres de los gitanos. Menciona en su correspondencia las dificultades con las que se encuentra, tanto con el clima adverso como con la informalidad de sus modelos. No olvidemos que el pintor realiza la pintura de caballete y esto es un gran inconveniente para realizar sus obras. No obstante, de esta época se conservan algunas obras, entre las que destaca “Las gitanas” que es presentada por el artista en el Salón de París en 1904 y recibe muy buenas críticas, como la que aparece en La Correspondencia de España el 1 de mayo de 1904.

                Los artistas españoles representan con honor a su patria, mereciendo el éxito que obtienen Sorolla, Mezquita, Alcalá-Galiano …

 

 

No son demasiadas las obras que se conservan de sus estancias en diferentes lugares de España; aparte de Córdoba visita Segovia, Toledo y entre las obras que nos deja podemos resaltar algunas.

 

 

En 1912, se presenta a una exposición en Brasil, con uno de los cuadros de la colección Segovianos, que figura en la reseña del periódico “O Paiz” como se muestra en la fotografía.

 

Tras sus visitas a estas localidades de España, su pintura da un “giro de timón” y siempre en busca de nuevos horizontes parte hacia Europa, Holanda y Francia.

Se acerca a las localidades de Volendam en Holanda y Concarneau en la Bretaña francesa, donde desarrolla un nuevo estilo de pintura que cautiva tanto al pintor como a los espectadores de sus cuadros.

Esta nueva etapa de su pintura merece capítulo aparte. Sin embargo, se presenta aquí el artículo de Concha Espina que ilustra inigualablemente la imagen de Alcalá-Galiano tras su vuelta de Europa y que sirve de introducción a esa etapa tan importante de la obra del pintor.

Álvaro Alcalá-Galiano, el ilustre artista, nos abre amistosamente la puerta de su taller, hogar del Trabajo y la Inspiración, glorioso archivo de lienzos que tienen gran renombre.

Sólo con haber doblado una esquina y haber tomado un ascensor, nos sentimos bajo el perfume y ambiente de nuestras playas. Es como si el mar que añorábamos hubiera subido a abrevarse en el cielo, que, humilde y gris, se asoma a las altas vidrieras del estudio.

Somos absolutamente profanos en la técnica de la pintura, aunque el soplo mudo de la intuición, nos conmueve cuanto hay en ella de genial, Así, visitamos las estancias del taller con reverencia, como si pisáramos en un templo. Sabíamos que en “la patria de los pintores” hay que descubrirse ante el pincel de Álvaro Alcalá Galiano; pero no conocíamos esta colección magnífica de sus obras, entre las cuales faltan muchas adquiridas por los museos y los salones insignes, o viajeras por el mundo como el espléndido retrato del almirante Recalde.

Y nunca habíamos recibido plenamente la influencia de sus marinas, estos lienzos que ahora mismo nos acercan a los arenales de nuestro país. Está aquí la respiración, el misterio y el aura del pintor; la giba amenazadora de la creciente; el sonoro azul de los días apacibles; el inquieto festón de las espumas; el sol, acostándose en el penacho de las olas, y el coraje pálido de la galerna, el grito abierto del temporal, las barquillas frágiles, velas y remos; hombres y mujeres que aguardan; cielos que se hunden o se repliegan; todo el poder enorme, todo el fuerte hechizo de nuestro Cantábrico. Por eso hemos llegado de pronto a la ribera nativa y sentimos en los labios la salmuera del aire, en el alma, la consoladora anchura de los horizontes vivos.

Ya no sabemos apartar la atención de estos cuadros tan veraces, tan sensibles, donde el refinamiento del colorido, el empuje y la emoción del asunto, adquieren una sublimidad incomparable a nuestros ojos.

Pintor por excelencia de las costas altas y rugientes, Alcalá Galiano sube con la arrestada nave del artista desde su golfo de Gascuña adelante, y consigue raros lienzos bretones, originalísimos cuadros de las islas frisonas, de Jutlandia y Noruega. No le detienen fatigas ni peligros en los viajes temerarios. Espíritu aventurero de la indómita Vizcaya hinca su tienda lo mismo en los cantiles bravíos y resonantes que en el playazo quieto de los fiordos. Y nos trasmite el sentimiento de la mar con un arte viril y español que no tiene semejanza…

Aquí estamos percibiendo su influjo, soñando que de veras nos gritan las olas y nos satura el ambiente ribereño; que navegamos también, como estos pescadores vizcaínos, en las barcas amigas de nuestra niñez.

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Sólo con subir al estudio de Alcalá Galiano nos ha detenido nuestra orilla del Norte durante la mañana turbia, cuando íbamos sin rumbo por las calles de Madrid.  Y le debemos esta sorpresa inolvidable al ilustre marinista que enriquece su gloria trabajando en un silencio religioso, lleno de pasión y de fe… 

Concha Espina

                                                                                                                         

       Tras este artículo, que describe el aspecto del taller del pintor Alcalá-Galiano en Madrid, nos aguardan en el tiempo, muchas de las obras que sirvieron a tan ilustre escritora para expresar el sentimiento que suscitan al espectador al contemplarlas.

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