De Chebé a Chepé: el niño postista
¡Cómo ha cedido el planeta editorial! Nunca, en nada, debemos generalizar, pero el bajón es tal, que uno no ceja en la tentación de hacerlo. ¡Miren lo sucedido con Anagrama, las mediocres ediciones de Alfaguara, la vulgaridad de Seix Barral, la dejadez lacerante de Espasa!¡Y lo digo con dolor, porque soy amante de los libros y este descuido actual no es más que menosprecio al tesoro que las letras crean!
Igual que los supermercados están en batalla alocada por ver quién ofrece productos más baratos, las editoriales quieren vender a precios bajos, lo que no consiguen, pero degenerando los continentes hasta cotas insultantes, de mal gusto. ¡Y claro, también podemos encontrar editoriales dignas con ediciones preciosas, pero es la rareza! Impera el beneficio, que es necesario, porque sin beneficios no existe continuidad, pero no estoy de acuerdo con el procedimiento: degenerar nunca es honesto ni aconsejable.
Existen editoriales de toda laya y condición- rigurosas, frívolas, pagadas, estrafalarias, fraudulentas, correctas, artísticas, especializadas, temáticas, científicas, de poesía, ilustradas-, algunas, casi secretas, se convierten en el milagroso capricho de alguien, que enriquece nuestras vidas, porque sí, porque se lo exige su actitud. Otras, sólo miran los resultados crematísticos; alguna, pocas, que se empeña en una línea cuyo principal objetivo es la difusión cultural, dejar constancia del sueño de la vida de los creadores, mostrar esencias que no deben ser ignoradas, ni perdidas.
En esa dirección está Libros del Innombrable, Zaragoza, cuyo timonel es Raúl Herrero. Libros del innombrable, varias colecciones, nació en 1998 con el propósito de editar libros “raros o bifrontes”. Su rubro homenajea la novela El Innombrable de Samuel Beckett, pero, también esa pretensión de que la poesía nombra lo innombrable.
Una editorial requiere de una organización empresarial y de peones, que, en silencio, llevan a cabo un trabajo arduo. Mas, sobre todo, de un condotiero, arrojado y tenaz, que guíe la nave por el vinoso mar de los aciertos. Aquí, el capitán, vestido de príncipe de la edición, no es otro que Raúl Herrero, patafísico. Zaragozano de 1973, poeta, pintor, antólogo, dramaturgo, actor, director, novelista, hombre orquesta, diestro en innúmeres instrumentos. ¡Raúl es como un jardín cuajado de flores, que no aciertas a saber qué es lo que más te atrae, si su belleza, sus cromías o sus aromas!
Eduardo Chicharro Papiri
Cuando encuentras a Raúl Herrero no sabes bien si estás ante un mistagogo, arúspice, un chaman o el poeta de Los trenes salvajes. Su vestimenta arrabalesca, su mirada enigmática, su sonrisa egineta, te predisponen al prodigio. Y eso es lo que hace con tantos títulos editados en su fábrica de sueños. Es probable que esté enamorado de torreones de mágicos castillos, no lo he podido constatar; de lo que estoy seguro es de que está abducido por el postismo. Obsesionado, comprometido, identificado, hasta convertirse en una criatura postista, como lo es el niño Toni, genuino fruto postista.
Ya oigo alguna voz intemperante, que clama, pero, ¿a estas alturas, a quién interesa el postismo? Pues, por lo que se estudia y se comenta y se lee, a muchas personas importa, entre las que me cuento. Raúl Herrero, desde que Antonio F. Molina le metiera el gusanillo en la mente, se ha transformado en el ángel anunciador del postismo. Ha publicado en su editorial a Chebé, Nieva, Fernández Molina, Beneyto; una antología de poesía postita, a los estudiosos del fenómeno, a los Chicharro y, poco ha, Memorias del niño Toni, objeto de estas líneas y perejil de todas las salsas postistas.
Para los que ya conocen, sobran explicaciones. Para los que no estén al tanto, urge comenzar por referir la trilogía Chicharro. No quiero ser ingenuo, todos conocen al dedillo la obra pictórica excepcional de Eduardo Chicharro y Agüera, Madrid 1873-1949. Famosísimo en su tiempo, fundador de AEPE y su primer presidente, creador del Salón de Otoño, director de la Academia de Roma, de la de Bellas Artes de San Fernando, director General de Bellas Artes durante la República…¡Una estrella!.
Su único hijo, Eduardo Chicharro Briones, 1905-1964, llegó a ser otra celebridad. No al alcance de la de su padre, pero fue un hombre venerado, conocido cono Don Eduardo Chicharro, “Chicharro hijo” o Chebé. Convencionalmente se le tiene por poeta, creador del Postismo y, siendo verdad, se soslaya la calidad de su pintura y la magia de su docencia. Todos sus alumnos- Lucio Muñoz, Ramo, Nieva, Ory. Ángel Crespo, Zarco, Carriedo, Antonio López- se hacían lenguas, o se hacen, de su brillantez, su elegancia, de su señorío, de su magisterio, de su porte exquisito y conquistador.
Cierra la trilogía, Antonio Chicharro Papiri, Roma 1940, hijo de Don Eduardo y de la pintora italiana Nanda Papiri, autor de Memorias del niño Toni, Libros del innombrable, 2022. A lo largo de 375 páginas, el niño Toni narra sus recuerdos de Roma, su vida con sus abuelos y la corta presencia de su padre, que fallece a sus veinticuatro años, en un ambiente entre surrealista, ingenuo, sibarita y tedioso. El niño Toni, Chepé, estudia Medicina y tras años de tanteo, rondando el peligro y la bohemia, desarrolla su vida profesional como director de una editorial médica, siendo el científico de la saga.
Ángel Maroto y el niño Toni
A través de su narración, ante todo, se percibe la realidad de ser el fruto postista por excelencia. Es posible que el postismo sea el único movimiento creativo de la historia que cuente entre sus componentes con un niño, que dibuja y escribe poemas. No hay ningún ejemplo vivo, ni muerto, más evidente de lo que es el postismo que la personalidad de Chepé. Vista esta panorámica con ojo de pez, no tiene ninguna gracia, ni mérito, que yo repita las andanzas del niño Toni, sus anécdotas y vivencias, para ello, deberán comprar el libro y disfrutar de su contenido. ¡No se van a aburrir!
Repito, para los doctos, excusas por la insistencia. Pero, los que desconocen tienen derecho y obligación de saber lo que es el postismo. Igual que Italia alardea del futurismo y Francia del surrealismo, España debería de enorgullecerse de la creación de dos movimientos de vanguardia: el ultraísmo y el postismo. Para el primero, lean su más completa y clara visión, su análisis más conspicuo: Las cosas se han roto. Antología de la poesía ultraísta, 2012, Juan Manuel Bonet, colec. Vandalia, Fundación José Manuel Lara. Para el segundo las notas y referencias que a continuación apunto.
Las citadas Memorias del niño Toni se abren con prólogo de Raúl Herrero, que explica la génesis de la publicación, así como el concepto del postismo, su historia y cumplida bibliografía. El postismo, que para Chebé está entre los “primerísimos ismos”, en realidad fue de los últimos. Se fragua mediados los años cuarenta y lo lidera Eduardo Chicharro Briones, Silvano Sernesi y Carlos Edmundo de Ory; un año más tarde se les unen Ángel Crespo, Gabino Alejandro Carriedo y Félix Casanova de Ayala.
Sin un gran estruendo, clava sus raíces en un silencio que no lo manifiesta ni le permite morir. Tuvo su gran ración de menosprecio, incluso de traiciones y oportunistas que se quisieron subir al carro una vez faltó Chebé. Gloria Fuertes se reivindica como la única mujer postista, lo que no cuaja estando la pintora Nanda Papiri, musa y sacerdotisa de la fantasía dragónica. Entre los filopostista se encuentran: Antonio Fernández Molina, José Fernández Arroyo, José Luis Mayoral, Carlos de la Rica, Antonio Leyva, Avedan, Beneyto…El postismo es un guiño inteligente a la creatividad más plural, que no ajena el humor, ni la gracia, ni el duende, si no, ¿cómo iba a amar el flamenco Chebé?
Se cita como postista a Manolito el Pollero y me parece un hecho relevante y de justicia. Porque El Pollero, encarna los dictados existenciales y creativos del postismo. Manuel Fernández Sanz, heredó una pollería prestigiosa, que le dio la oportunidad de vivir de la pluma y dar crédito a otros poetas menesterosos. Camilo José Cela, también con ostugos postistas, le publicó su libro Silva, Grillera y Cigarral. Pero, además, encontramos sus versos en revistas y en diversos números de La Estafeta Literaria. En edición reciente, Mario Fernández, librero y tipógrafo espasino, hace un retrato correcto, fiel, de El Pollero, en una reedición de Silva, Grillera y Cigarral, Reino de Cordelia, junio 2020.
El niño Toni es el joyel que consuma el sesgo científico del postismo, 1945. Médico, melómano y brillante conversador, que está obligado a publicar su poesía, como eslabón del caudal postista, porque el postismo, como quería Eugenio Montes para los estilos, no es de un lapso concreto, sino que es transversal en el tiempo. Ignoramos cuando nace, sabemos cuando se hizo visible- los cuatro manifiestos de Chebé-, desconocemos su finitud. ¡El postismo es un regalo de la inteligencia del hombre en un tiempo oscuro!
Chepé, El niño Toni, nos traslada la temperatura del ambiente familiar, en un fidelísimo homenaje a sus padres, venerando a Chebé y envolviendo en hálara de ternura a Nanda Papiri y a su hermana, la niña Lilla. Narra su novelesca trayectoria y nos deja pulidos perfiles de Paco Nieva, Lucio Muñoz, Antonio López, y, por encima de todos, el de su padre, Eduardo Chicharro Briones, a quien dibuja con todas sus luces y sombras, con sus deslumbramientos y sus debilidades. No se guarda nada y eso es un disfrute para el lector y una exigencia de Antonio López, el maestro realista del s.XXI.
El libro me ha planteado varias cuestiones: ¿por qué no se ha valorado y estudiado con rigor la obra de Eduardo Chicharro? ¿Por qué las referencias librescas de “Chicharro hijo” son tan escasas y tan pobres? ¿Por qué no se ha debatido la pintura de Chebé? ¿Por qué no ha tenido recorrido la inocencia espléndida y feérica de Nanda Papiri? Chebé y Nanda Papiri engendraron un hijo postista, que ahí sigue, vivito y coleando, y eso que le falta un riñón ¡Con dos riñones hubiera superado a todos los postistas y asimilados! Este libro incide en la vitalidad del postismo, en su perfume, en todo lo que queda por saber y en la conveniencia de la publicación de la poesía de Chepé.
Tomás Paredes
Presidente H. de AICA Spain
Eduardo Chicharro y Agüera
Eduardo Chicharro Briones pintado por su padre, Eduardo Chicharro Agüera
Nanda Pairi y los niños Lilla y Tony Chicharro Papiri pintados por Eduardo Chicharro Briones