Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

El milagro Marmurán

Así lo llamo, porque así es y así parece. No es un espejismo, es una realidad. Puede ser un oasis en el desierto, pero es presencia comercial, laboral, cultural, humanista. ¡Si no abrimos ventanas a la imaginación, a la creatividad, haremos cada vez más cerrados e irrespirables los ámbitos de nuestra convivencia! La sociedad se ha conformado de tal modo que todos los elementos que la hacen funcionar son precisos. Por eso los espacios donde se da a conocer la creación contemporánea son imprescindibles: las librerías, las galerías, los teatros, las salas de concierto, los centros culturales, los cines…

Un milagro es un suceso insólito, maravilloso. Un hecho no explicable a la luz del pensamiento lógico, de las leyes naturales, se atribuye a una intervención sobrenatural de origen divino o mistérico. En el mundo civil, milagro es un acontecimiento deslumbrante de difícil explicación: la mágica novela cervantina y la figura de Don Quijote; la poesía panteísta de Claudio Rodríguez; la pulcritud de la música de Erik Satie; una película de Visconti, un azulillo pintado, la flor del azafrán o un rincón para el arte en plena Mancha, donde pareciere que no hay sitio más que para el vino, el queso, el trabajo duro o el aburrimiento.

Las galerías de arte son ahora espacios invisibles, un ejercicio de riesgo en soledad, no sólo económico, sino vital y conceptual. Las galerías han ido perdiendo presencia y se han convertido en caprichos, bombas de acción retardada o en ostugos de resistencia. Esto en las capitales de población considerable, no quiero pensar en capitales modestas o las ubicadas en municipios agrícolas y ferroviarios, como lo está Marmurán.

¡Qué en España, en una villa ciudadrealeña como Alcázar de San Juan, con 31.000 habitantes, una galería de arte llegue a cumplir veintidós años de existencia, ya me dirán cómo calificar a este suceso insospechado! Casi nadie cree ya en los milagros, pero haberlos haylos: he aquí la prueba. De ahí el rubro de estas líneas.

Para todo hace falta una persona idónea. Ángel Maroto, alcazareño, que tiene bastante que ver con este prodigio, salió de Alcázar para trabajar en Madrid, comenzando su vida profesional en Biosca, galería de arte, en 1984, como chófer de don Aurelio y terminando como director gerente de la galería, a su cierre por fallecimiento del Sr.  Biosca, 1997. Cualquier amante del arte, activo en las últimas décadas, sabe la importancia de Biosca en el mundo del arte en España, en la segunda mitad del s. XX.

Ángel Maroto, por José Luis Romeral

 

Luego del cierre de la galería y la liquidación de los restos, Ángel Maroto vuelve a su pueblo, pero con el gusanillo del arte dentro y no tiene más remedio que inventarse una galería, en pleno corazón de la Mancha, con la idea de desarrollar todo lo que había aprendido durante doce años en Biosca y con el empeño de difundir y defender el arte que han hecho y hacen sus coterráneos.

Tras una larga reflexión, en marzo de 2000, ni corto ni perezoso, con moral a prueba de naufragio, Ángel Maroto se decide a abrir una galería y lo hace en la calle de Los Ángeles, una premonición de buen augurio, pues ponerse en manos de los ángeles, como hacen los artistas y poetas de rango, ya es una decisión determinante. Y lo hace con la idea de no desconectarse de los maestros que había conocido en Biosca y de acercarse a los nuevos valores.

“Marmurán”, es un acrónimo formado con las iniciales del nombre y apellidos del galerista. La muestra inaugural se titularía “Maestros del arte contemporáneo” y contó con las firmas de Juan Alcalde, Amalia Avia, Antonio Zarco, Agustín Úbeda, Antonio Guijarro, Juan Romero, Teresa Duclós, José Hernández, Evaristo Guerra, Agustín Redondela, Benjamín Palencia…

Cloweiller – Juan Romero – Romeral – Giana Prodan – José Fernando – Jesús Cobo – Pedro Quesada – Goyo Peño – Teruhiro Ando

 

Unos comienzos de plomo- mucho elogio y pocas ventas; buenas palabras y pocas acciones de mérito-, como corresponde a cualquier intento cultural, pero que no produce desaliento alguno al galerista. Sigue trabajando y, en 2007, se traslada a otro espacio, el actual, C/ Castellanos 37, ya con otra presencia más impactante y empaque de galería con solera.

En 2015, celebra su XVº aniversario, con renovadas expectativas. Entre tanto se han celebrado exposiciones colectivas, temáticas e individuales de Juan Alcalde, García Donaire, Agustín Úbeda, Rafael Alberti, Teruhiro Ando, Juan Romero, Pedro Quesada, Ángel Lizcano, Fernández Molina, Romeral, Gregorio Prieto…Asistiendo a ferias internacionales como las de Marbella, Ferco y DonostiArtean.

En el espacio Marmurán se han hecho tertulias, presentaciones de libros, lecturas de poesía, ciclos de conferencias, recitales de flamenco y otros encuentros culturales que han permitido tener un ámbito para la actividad cultural en este rincón de la Mancha, si es que en la diafanidad manchega es lícito hablar de rincones.

Ángel Maroto, Corredor Matheos – Santiago Ramos – Pepe Herreros

 

En 2020 se cumplía el vigésimo cumpleaños de esta empresa cultural, que continúa viento en popa, y estaba prevista su celebración, pero la situación de pandemia que vivíamos aconsejó retrasar toda concentración presencial hasta momentos más oportunos y felices. Por eso, ahora, y en comunión con otro espacio cultural de la ciudad, el Museo Municipal de Alcázar de San Juan, se propone una exposición homenaje a Marmurán en su XXIIº aniversario.

Y conviene decirlo sin ambages, ni titubeos, hay que celebrar a quien trabaja para la cultura, a quien la cuida y la genera, porque ésta siempre está en peligro, en precario. En un espléndido ensayo, “En torno a la poesía”, afirma el poeta griego, Premio Nobel de 1963, Yorgos Seferis: “No siento ninguna simpatía por la llamada torre de marfil y creo, por el contrario, que el arte es el medio más elevado que ayuda a los hombres a aceptarse entre ellos”. Cuando todo se polariza, es necesario mecanismos, todos los posibles, que permitan aflorar nuestra sensibilidad y que inciten a aceptarnos. Es probable que la sociedad española esté crispada y polarizada porque ve poco arte, porque no disfruta con el arte.

Ángel Maroto con José Corredor Matheos y Tomás Paredes

 

La muestra del XXIIº aniversario expone a los artistas con los que ha venido trabajando, o que ha expuesto, y que de algún modo forman la familia Marmurán; algunos ya desaparecidos como Farreras, Chillida, José Luis Sánchez, Alcalde, Arnau, Parra, Pepe Díaz, Cloweiller, Úbeda, Zarco, García Donaire, Herreros, Antonio Fernández Molina, Redondela, Eduardo Santos Murillo, Lizcano, J.L. Samper.

Más otros, gozosamente vivos y en marcha, como Juan Romero, Pedro Quesada, Jorge Lencero, Romeral, Teruhiro Ando, Nuria Cortina, Enrique Carrazoni, Laura Ríos, Andrés Escribano, Margarita Gámez, Huete, Morago, Áureo, Carlos Madrigal. Un conjunto, no sólo decoroso, sino excelente; una mezcla de generaciones y estilos que está siendo visitada con generosidad.

Ángel Maroto con Rafael Canogar y junto a Giana Prodan e Isidro Antequera

 

Un detalle, muy tribu de los artéfilos: la pieza reproducida en la tapa del catálogo, Barrio Latino, c.1980, óleo/lienzo, 27×35 cm, Juan Alcalde, es la primera que pintó el artista, tras enviudar, y la primera que compraron Ángel y Rosi, nada más llegar a Biosca, en 1984. Entonces supuso un sacrificio económico importante, pero aquella adquisición fue una declaración de principios de una vida que comenzaba cabe el arte. Juan Alcalde, al saber que era su primera adquisición, exclamó: ¡no será la última! ¡Cómo así ha sido!

¡Albricias, Marmurán ha logrado vivir XXII años, vendiendo, comprando, exponiendo, exponiéndose, acercando personas, estilos y mundos! Y, al tiempo, Ángel Maroto se ha convertido en un referente en el cosmos del arte, no sólo en Ciudad Real, sino en el país de El Quijote y más allá. Un marchante con criterio, que forma parte de jurados, que interviene en debates, que publica y edita catálogos, que escribe textos. Que se desenvuelve con desparpajo en un mundo de egos complicado ¡Un hito milagriento donde los haya!

Mesa coleccionistas, Pedro José Sánchez, Antonio Moreno, Ángel Maroto, Puri Paniagua y Antonio José Fernández-Caballero

 

Acompañando a la exposición del XXII aniversario, Museo Municipal de Alcázar de San Juan, abril a junio de 2022, Ángel Maroto, en colaboración con el Patronato Municipal de Cultura, ha organizado unas jornadas y encuentros que han sido todo un éxito. El primero congregó a los artistas Áureo, José Manuel Cañas, Nuria Cortina, Andrés Escribano y José Luis Romeral, ante una presencia ancha de colegas, críticos y gestores culturares.

El segundo encuentro, 14 de mayo de 2022, dedicado a la crítica de arte, contó con la presencia de Gianna Prodan, Julia Sáez-Angulo, Fernando Fernán-Gómez, José Fernando Sánchez Ruiz y yo mismo, como moderador. El tercero, el domingo 22 de mayo, ha reunido a coleccionistas y amigos del arte, tal Pedro José Sánchez, Antonio Moreno, Puri Paniagua, Antonio José Fernández-Caballero y Ángel Maroto ¡Parecía imposible, pero que el nombre de Alcázar de San Juan esté sonando en muchos rincones de España por esta iniciativa, reconforta!

Mesa artistas, Nuria Cortina, Aureo Gómez, Andrés escribano (no está en la foto), Ángel Maroto, José Manuel Cañas Reíllo y José Luis López Romeral

 

Para la clausura de estas jornadas, que parecían increíbles, y que han sentado doctrina y ejemplo, se ha realizado la acción poética-musical: El arte, la voz, la música y el silencio, coronada por el cante y el toque de Ricardo Fernández del Moral. Además del maestro, en la performance han intervenido: Fernando Fernán-Gómez, Manuel Luna “Macareno”, Paco Manzano, Ángel Maroto, Charo Moreno, Tomás Paredes, Pedro Quesada y Romeral.

El arte flamenco se pierde en los albores de la antigüedad, como dice Tomás Borrás, en el Preludio al cante de Fernando el de Triana, 1935: “desde Tartesos hasta la pretensa civilización laica y socializante de hoy, el cante jondo aparece y se desarrolla” en un ámbito entre Cádiz y Sevilla. Y desde sus patrias, por contagio tuvo tres vías de expansión: Málaga y Cartagena, una; Huelva, y la tercera: La Mancha.

Ricardo Fernández del Moral, Daimiel 1974, payo, cantaor que se acompaña él mismo a la guitarra, obtuvo en el LII Festival Internacional de las Minas de la Unión, la Lámpara Minera y varios premios más en los cantes por tarantas, malagueñas, soleares y tonás. Es un artista que conjuga con soltura la musa, el ángel y el duende, como demostró, en Alcázar, el domingo 29 de mayo en una acción que no sólo impresionó a la asistencia, sino que cambió la forma de presentarse ante un público que le venera. Por la limpieza de su voz redonda, por la lisura de su tono, por el don de su grandeza en los palos que desgrana con emoción y misterio.

Cartel de clausura de las Jornadas dedicadas  al XXII Aniversario de Marmurán

 

Algunos le comparan con Luis de Córdoba o con Miguel Poveda, por lo conseguido en La Unión, pero, no, no, es otro, Ricardo es un bosque de claridad donde no tiene espacio la noche. Tersa, densa, inmensa, íngrima, su voz dibuja en el aire la silueta del abrazo que se dan la fuerza y la ternura ¡No dejen de escucharlo, allá donde vaya, dejará un perfume limpio, hondo, originario, coruscante, levantisco, diferente!

                                                                                                                   Tomás Paredes

                       Presidente H. de la Asociación Española de Críticos de Arte/AICA Spaín

 

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