Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

 

Oroza: el Poeta, la Poesía

 

La literatura es una cosa, la poesía otra. La gallina y el ruiseñor son aves, pero ¡qué diferencia del cacareo al canto, que misteria la noche! La literatura es una creación cultural, a veces puede ser arte; la poesía es un canto del alma, anterior a la escritura. La escritura es estructura para soportar sensaciones e impresiones; la poesía oral es arquitectura melódica y rítmica de la espiritualidad sensible. Oroza: “Soy poeta y no tengo por qué ser otra cosa. Estoy prendido de contar cantando”.

Para quienes le hayan leído, es un momento idóneo de volver a su mundo y constatar cómo resiste al tiempo y las adversidades, cómo sigue de fresca su intensidad poética. Para aquellos que le desconocen, al leerlo van a descubrir un paraíso, que nunca imaginaron; un oasis en el desierto de nuestra cultura. El día 13 de mayo el autor de Cabalum hubiera cumplido cien años. Se ha ensamblado, en Vigo, una Asociación Cultural Évame-Oroza, que se encargará de organizar la celebración del centenario.

En vida, siendo un poeta idolatrado por la juventud y los creadores, institucionalmente fue atropellado, oscurecido, abandonado, menospreciado, histrionizado. Representó a la perfección el ideal romántico de poeta: antisistema, nefelibata, nocherniego, anárquico, pacifista, luminoso; lo fue todo, excepto bebedor y espadachín. Apasionado por Li Bai, más por su vida, se diferencia en muchos extremos del poeta chino. Importa su poesía, la que le mantendrá siempre actual. Los avatares de su vida, no se deben ocultar, pero no son determinantes.

 

Carlos Oroza a finales de los 60

 

Se tiende, en general, a liarlo en el envoltorio del mito y la leyenda. Es muy sugerente; todas esas fantasías que se cuentan, a veces deturpan la dimensión de su poesía. Su vida no fue fácil, todos se jactan de conocerle mejor que nadie y de inventarle un aluvión de sucesos apócrifos. Ni buscó ni le importó el reconocimiento: “Lo que hago es una cosa muy especial, un documento interior: buscar detrás de la realidad, donde está la verdadera poesía, saltar el tiempo y entrar en otro espacio”, confiaba a La Voz de Galicia, 28.I.2000,

Sigo creyendo que Oroza vive. Esbelto, enteco, sarmentoso, seco, cetrino, imbele, enhiesto, cipariso, eterno: “No vuelvas nunca al lugar donde has sido feliz”. Lo veo paseando, majestuoso, las calles de Vigo hasta el mirador de las Cíes, como una sombra que nadie descubre, allí se detiene cabe el olivo, enciende otro cigarro, y atiende atento la voz del Alighieri- “tu duca, tu segnore , e tu maestro-“.

No, no estoy comparando. Oroza no es Virgilio, ni Dante, ni Hölderlin, ni Rimbaud, ni Pound, ni Vallejo, ni Ginsberg. Oroza es otro, él, único, genuino. Impresente, secluso, clandestino, sin dejar de fumar, ahumado, como una vaina llena de semillas de la que emerge su “poesía palabrera y única”, como reza el exergo umbraliano. Fue varios, pero siempre único, incontrolable, indomable, impredecible, como el viento, la lluvia, los terremotos, los volcanes.

Ruibal, Oroza y Tomás Paredes, Ponrevedra 1995

 

Oroza era naturaleza, nemoroso y viene de la pulsión originaria; de Li Bai, nostálgico del agua, el vino y de la luna; del trovar ric y los aedos, Mendinho, Johan Zorro y Aires Nunes. De Viveiro, do nació, a un Madrid luctuoso, en blanco y negro. Vive la golfemia del “Gijón”, se relaciona con Lucía, Eléncar, Álama, Marlaria, Ávea, Brasalomba, Atelaida, Rosamunda. Se casa y se descasa ¡MAO, Perico Beltrán, Don Jaime, Campal, Villán, Hernández, Pepe Esteban, Julián Marcos, Manolo Calvo, El Gayina, Laxeiro, Gómez de Liaño, Bepo, le miran de cerca!.

Viaja a Ibiza, donde convive con los hippies, interviene en una película de Summers, vive en casa de Úrculo, era el 69. Y vuelta a la calle Jardines, Madrid, a la panadería que le surte al amanecer, cabe la Discreta. Mas tarde pasa unos años en O Courel con Uxío Novoneyra; luego, Pontevedra, donde sería injusto no mencionar al pintor Ruibal, a Celso. Después, vagabundea por Vigo largos años, a salto de pensión y de cafés, hasta que aparece Javier Romero, que normaliza sus años finales.

Muchas son las etiquetas que se le asignan: bohemio, poeta beat, resistente, poeta maldito, hampón, ágrafo, hippie, rapsoda, trovador. Nunca tuvo que mandar ni obedecer para vivir, un ángel azul le acompañó toda su vida, que le fue resguardando de la penuria y la egestad. Nunca, aún en graves situaciones, perdió la elegancia, el señorío, el resplandor que construye su verdad y su leyenda. ¡A todo esto, a la frugalidad, a alimentarse de la propia austeridad, sin dejar de ser estrella, se llama orozear!

Tapa de «América» Yurihito Otsuki

 

 Amistad de cuarenta y cinco años. En ocasiones, más cerca; otras, más lejano. A veces, desaparecía y hasta qué no llamaba por teléfono, no sabía por dónde circulaba. Era muy difícil que escribiera cartas, pero tengo algunas. En los últimos lustros, me daba la dirección, pero si no me telefoneaba, no hacía uso de ella. En 2000, La Voz de Galicia, confesaba: “El teléfono es necesario, pero yo no lo necesito. Y el ordenador tampoco. No escribo a mano, sino en voz alta. No tengo tele. Escucho música y leo. La música tiene ojos más amplios. Donde termina la imagen empieza la música”.

Sus libros son pocos y delgados, pero contundentes. La poesía nunca fue amiga de la cantidad. Sus rubros: Eléncar, 1974, con cinco serigrafías de Benigno Morilla; Cabalum, 1980; Alicia, 1985; Una porción de tierra gris del norte, En el norte hay un mar que es más alto que el cielo, La llama prestada, Un sentimiento ingrávido recorre el ambiente y como antología y resumen general, en 2012, la editorial Elvira publica Évame, revisado y autorizado por él. Aunque prefiero leer los libros sueltos, uno a uno.

Oroza, un ángel, al margen, anarco, ajeno, huido del tumulto, desheredado. Un ángel, siempre protegido por un ángel, que variaba de rostro y menester. Amparado por la luz, cuando más oscuro hacía, que le iluminaba. Nunca tuvo sueldo, ni ocupación, ni propiedad, ni pensión, ni cobijo definido, nada: era poeta, desnudo, inocente, desaprensivo, en manos del destino, por el mecido. El azar hizo un trabajo excelente, siempre respirando el humo de su cigarro.

Colofón de «América» con firmas de Oroza y Otsuki

 

Insistió adunia, en algunas entrevistas: “Soy un solitario que rechaza el tumulto. ¿Mi empeño? Huir de la obviedad; darle a la poesía su sonoridad. Porque la poesía es más voz que signo. Es, sobre todo, ritmo. No rima, sino ritmo”. Rechazó la televisión, una beca y cualquier ayuda institucional, que no fuere el pago de un recital. Querían modificar su estilo y eso era cambiarlo y, claro, prefirió el silencio, la lejanía de los políticos, la soledad encielada por su estro.

Poeta de la palabra hablada, corregía en la memoria, arreglaba los poemas en su cabeza. Se resistía, pero no tuvo más remedio que publicar. Editó siete títulos desde 1974, varias antologías, y cinco con pintores. Siempre reproducido en horizontal, tal la raya de un horizonte infinito. Alicia, seis serigrafías de Enrique Gran, 1988; El sentimiento se mueve allí con soltura”, ocho serigrafías de Din Matamoro, 2005, el único que desconozco. “Un sentimiento imaginario recorre el ambiente”, cinco litografías de Antón Lamazares, Raiña Lupa, París 2006; Malú, serigrafías de Nelson Villalobos. Y América, su primera traducción al japonés por Yurihito Otsuki, que también lo ilustra con pinturas, reproducidas a chorro de tinta, Madrid-Tokio 2015, preciosa edición firmada por el poeta y el pintor.

Inventó varias palabras que le ayudaban a acelerar el ritmo apasionado de su decir, a acompasar su trino, a vivificar el galope de su verso: ómnima, onilios, luctus, unicar, golosar, azúlida, miyomas, traspariendo, americando, elesdé, coelesdé, eglantina, laya, paramez, europar, lumacha, malú, nóbul, cópul, mántrica, rina, explandidos, turmándose, amaramer, nubelina, trasálidos, copro, cabalum.

Cofundador de la revista Tropos, con Zabildea y Paniagua. Grabó con el grupo Elipse, en 1975, el primer rap de la música española. Y Ariola hizo una grabación exitosa de Malú. Actuó con Nico, a la que conoció en la discoteca Mau Mau en los setenta, musa de Velvet Underground, que moriría en Ibiza. Aute, Eduardo Aute musicó y canto unos cuantos poemas, siendo el último trabajo que firmó antes de su desaparición.

Interior de «América», texto español y japonés, obra de Yurihito Otsuki

 

Decía que no era culto, no es verdad. No era erudito, culto sí: “Yo me he embriagado de éter, de Hölderlin y de la poesía más alta”. Sus preferencias estaban en Li-Bai, Rilke, Whitman, Hölderlin, Rimbaud, Dylan Thomas, César Vallejo; amigo de Ferlinghetti, al que recibió en Madrid en el “Gijón”. Escribía pensando cuando paseaba, anotaba algo en un papel, pero era raro. En el escenario, recitando, se crecía, era imbatible, acontecimiento ascensional: un tremendo seductor de auditorios y mujeres. Sin suerte. Vivió del aire, en el aire, a su aire, como el aire, a la intemperie.

Oral, dominando la cesura con la respiración, sin puntos ni comas. A brazo partido con el momento, performativo, trovador prendido al canto, como antaño en Occitania. Todos los libros se ahorman en un título: Évame, como un largo poema, una melopea lírica en llamas, azotada por el viento, que arde en el miajón de la magia y el misterio. “El poeta nace cuando le sorprende la primera palabra. El poeta organiza el caos, da sentido al absurdo de la existencia”, afirmó.

Su primer libro, acerca de la pintura del poeta dominicano Manuel del Cabral, Cabral, Colección Goya, Madrid 1952. Tuvo algunos premios, que no buscó: Internacional de Poesía Underground, Laxeiro 2008. La Fundación Cristóbal Gabarrón publicó una antología, En el norte hay un mar que es más alto que el cielo, Valladolid 1996, 1.000 ejemplares destinados a otras tantas universidades del mundo ¡Una idea inteligente, concluyente, eficiente!

En la intimidad era fino, elegante, cariñoso, dulce, hospitalario, tierno, limpio, llano. Fuera y dentro, vitalista, genial conversador, acumuló aura, tal Arnaut Daniel. Siempre contigo, poeta enamorado de la claridad, del son y de la gracia, voz mágica surgida del corazón de las tinieblas, fuiste semilla y por eso sigues creciendo, eres canto: Tu Guía, Tu Señor, y Tu Maestro, Inf. II, 140, así se dirige Dante a Virgilio, en la Comedia.

 

                                                                                                                 Tomás Paredes

                                                                                   Presidente de Honor de AICA Spain

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