Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

 

Carlos Muñoz de Pablos: Visita a su taller

 

Hay acciones efímeras, que no trascienden: ocurre a menudo con las performances habituales, mediocres, placebo. Por contra, otras alargan y agrandan sus efectos según pasan los días. Pocas fechas ha, un grupo de amigos visitamos el taller segoviense del maestro Muñoz de Pablos y la impresión inicial, que ya fue rotunda, se ha ido anchurando. El maestro, con su pausado decir, con su sosegada clarividencia, nos explicó algunas de sus obras realizadas, otros proyectos y mostró un retrato espléndido del doctor Laguna- “Tu duca, tu signore, e tu maestro”-., que acaba de hacer.

El grupo de los visitantes lo componíamos: Manuel Parralo, pintor y catedrático de la UCM, en la que fue Decano de Bellas Artes; Enrique Ybarra, escritor oculto, empresario y coleccionista de autómatas y saberes; la doctora Emilia de Dios, jefa de Servicio de Ginecología y Obstetricia; Paula Varona, pintora de éxito y miembro de jurados; Félix Ortiz, promotor cultural y artéfilo de abolengo; Ana Muelas, defensora de la naturaleza y denodada amante de los árboles; y quién firma estas líneas, humilde crítico de arte.

El lector conoce y admira el orbe de Carlos Muñoz de Pablos. Mas, por refrescar la memoria, apuntaré datos de su perfil humano y de su obra. Ante todo, hay que decir que Carlos Muñoz de Pablos es el maestro vidriero actual por excelencia. No es igual haber hecho alguna vidriera, que consagrar la vida a este soporte, materia y mester. Vitrales han hecho Farreras, Feito, Vilató, Manuel Ortega, Arcadio Blasco, Lapayessev…Pero, vidrieros son Muñoz de Pablos, Henri Dechanet, Galicia, Joan Vila-Grau, Luis García Zurdo, Pere Valldepérez, Fernández Castrillo, entre otros, cada uno con su dimensión. Sin olvidar los talleres de la Real Fábrica de Cristales de La Granja y los de Gordiola en Algaidas, Mallorca.

Andrés Laguna: veladura de aguatinta negra y negro compuesto sobre lino y cáñamo; 148×98, proporciones áureas; 2020, Carlos Muñoz de Pablos

 

Llamar maestro vidriero a Muñoz de Pablos es sólo dar una pista, porque dada su sólida formación y la obra realizada, se trata de un artista sobresaliente, de primer nivel,  avalado por la dimensión de su pintura, de su obra. ¡Quien dibuja ese retrato intuido, no apócrifo, del doctor Laguna es alguien con mano para llevar un momento creativo a la eternidad; un creador que sabe imbuir a sus formas poderío, dimensión y presencia!

Y todavía está su talante cordial y su talento, cultivado y veraz. Me satisfizo que recordara el contenido de Discurso sobre Europa de Andrés Laguna y que situara los movimientos en su tiempo, que diferenciare la obra exenta y las artes aplicadas; que nos mostrara los nidos de barro de las golondrinas y las plantas de celidonia de su patio, una papaverácea, también denominada celidonia mayor o golondrina, que ya clasificó Laguna. ¡Qué meguez para el oído y el espíritu que la palabra golondrina identifique una planta sanadora y un ave milagrera!

Carlos Muñoz de Pablos, Segovia 1938, se forma en la Escuela de San Fernando al tiempo que trabaja en los talleres de la Casa Maumejean. Becado por la Fundación March amplia estudios en Europa. Forma “Gremio 62” cabe José Luis Coomonte y Quico Argüello. Dura poco este grupo y ejerce por su cuenta con evidente éxito. Más adelante formará, con la complicidad de sus hijos, Vetraria Muñoz de Pablos S.L.

Impulsa la recuperación de la Real Fábrica de Cristales de La Granja, siendo en sucesivos mandatos director del Patronato de la Fundación del Centro Nacional del Vidrio. Académico de San Quirce y de San Fernando, pertenece a varias instituciones internacionales de la especialidad. Y al selecto grupo de españoles prestigiados más allá de nuestras fronteras: participó con lucidez en la restauración de la catedral de Cracovia.

Ha colaborado con arquitectos de la talla de José Luis Fernández del Amo, quién le consideraba gran artista y polímata; Sancho Roda, Félix Candela, Rodolfo García de Pablos, Curro Inza, Eladio Dieste.  Su mayor aportación al mundo del arte, desde mi óptica, ha sido la realización de un lenguaje que ha servido para introducir las vidrieras en el arte contemporáneo, para hacer del cristal una materia soporte de la obra de arte. ¿Acaso las vidrieras de Braque y las de Muñoz de Pablos no son arte de nuestro tiempo?

Paula Varona en el estudio de Muñoz de Pablos

 

Cuando un artista da rienda suelta a su fantasía creadora, las normas y los límites los precisa él mismo, con independencia del asunto. Rothko establece su mundo, al igual que Velázquez el propio. Cuando un creador plástico realiza encargos, se somete a numerosas exigencias: las propias y las del mecenas. Es extraño que haya obra de arte sin oficio, pero en la ejecución de las vidrieras es imposible hacer algo sin dominar un trabajo complejo y multidisciplinar.

Carlos Muñoz de Pablos, diseña sus obras, realiza maquetas, crea las cromías del vidrio; el artesano magistral se pone al servicio del creador concluyente y de ahí emergen esas piezas que misterian y emocionan; esa epidermis traslúcida de templos y palacios, que se sirve de la sonrisa de la luz. Y más aún, ahí está su mítico mural de la coronación de Isabel de Castilla en el Alcázar Trastámara.

Y no sólo crea ex novo, sino que salva piezas, restaura otras, complementa con pulcritud y solercia. Mago alquimista, conoce el comportamiento del fuego, algo mágico, y sabe orientar la dinámica del líquido coloriento, tocando a las puertas de la leyenda. Cuando le piden restaurar el templete de San Pietro in Montorio de Bramante, se encuentra que debe rehacerlo. Su huella en las vidrieras de la catedral de Segovia está a la altura de la de Sabatini y Gil de Hontañón. ¡Las vidrieras de la catedral de Pamplona, Santa Mª de Vitoria, Congreso de los Diputados de España, lucernario del rectorado Universidad Euroárabe de Granada son una carta insuperable de presentación de su magisterio!

Carlos Muñoz de Pablos entre sus hijos Pablo y Alfonso

 

Su vetusto e histórico taller, teatro de sus sueños, es tan acogedor como sorprendente. Ahí estuvo ubicada la Imprenta que dio a la luz el primer libro impreso en España: El Sinodal de Aguilafuente, 1472: volumen de 48 pp. actas del sínodo convocado por el obispo Juan Arias Dávila. Este eminente clérigo, bibliófilo e innovador, trajo de Roma al tipógrafo Juan Parix de Heidelberg, que se estableció en Segovia e imprimió ocho libros, no sin rifirrafes con la censura, por lo que abandonó Segovia y se fue a Toulouse en 1475.

En el patio suena el agua, hay un pozo y celidonias por doquier. En el muro cuelga un relieve magnífico de Francisco Toledo. Bajo los aleros, los nidos de golondrinas. Por veces, el muñidor del vidrio se funde con la figura de Juan Parix y uno se trasplanta a siglos de luz en esta época de sombra y de tinieblas. Aquel templo del saber y de la difusión del arte, que por su ventanal se asoma al monasterio jerónimo del Parral, está lleno de vida, pues allí ejerce su creatividad este hechicero de formas y tinturas.

 

En ese trance, uno se pregunta, ¿cómo es posible que la ciudad con la arquitectura civil más espléndida del s. XVII se haya convertido en un centro comercial; en un vaivén de gente desorientada y desafecta? En Segovia se proclama reina, 1474, Isabel la Católica, una inteligencia de altura. Es la capital de los Trastámara, de Enrique IV, el caldo de cultivo donde se destilarían las aguas que conducen al Imperio y a la proceridad hispánica. ¿Por qué no hay ni una mención a Doña Inés de Azorín, cimera creación, su gran novela segoviana?

¡Gracias a Carlos por conservar esta cuna cultural, este ostugo de gloria! Manuel Parralo, quien mejor conocía la obra de Muñoz de Pablos, explicaba y planteaba cuestiones. Paula Varona, con ojos de pintora, ponía sus ojos en las figuras y sus vibraciones. Enrique Ybarra, precisaba datos y detalles históricos- se ha hecho perito en lunas y en historia de Segovia-. Félix Ortiz, que tanto ha hecho por la vida cultural de la villa, recordaba y proponía. Emilia, se dolía de un pie y observaba, como Ana y como yo, emocionados y absortos, aquella lección tibar que Carlos nos brindaba, gracias al saber, no al azar; merced al sentir y a su sensibilidad de ahormador de creencias y fantasías.

Vidriera de Muñoz de Pablos

 

Carlos, sobrio, natural, ascético, mollar, explicando. El runrún imaginario de la imprenta. El moho tapizando el empedrado. El tizne esquinero y las plantas verdes. La música del agua. Y yo reinando acerca de ese retrato de Andrés Laguna, que Carlos Muñoz de Pablos propone. Efigie en majestad, poderosa, portentosa, de converso y renacentista, de sabio y de vidente, que exhibe el retrato del doctor, traductor de Aristóteles y Cicerón, Galeno y Luciano; “español europeísimo, honra de la medicina y del helenismo de la época de Carlos V”, al decir de Marcel Bataillon.

 

Fue como un puñetazo en el cerebro, la imagen exergónica, imperiosa, en blanco y negro, ¡como debe ser!, con aquella inscripción de la pieza maestra de Laguna: “Europa que a sí misma se atormenta”; Europa sese discrucians; “Europa Eautentimoroumene, esto es, que miserablemente se atormenta y deplora su desgracia”, como reza la traducción hecha del latín en que fue pronunciada. ¡Europa que sigue cuestionándose en lugar de laborar!

Andrés Fernández Velázquez Laguna, conocido como doctor Laguna, Segovia 1510- Guadalajara 1559, “segoviano y amante de la Medicina”, helenista y escritor, erasmista, humanista, médico del Papa Julio III, peregrino y cortesano, botánico, asesor del emperador Carlos, arquiatre de papas y reyes, fue una conciencia de su tiempo y del hombre, un referente de la ética y los saberes. Autor de una amplia bibliografía, aquí nos convoca su determinante Discurso sobre Europa, pronunciado en Colonia, 22 de enero de 1543, siete de la tarde, en el célebre Gimnasio de las Artes coloniensegripiniense.

Acudió a la lectura del Discurso vestido de capuz y capote, de negro rigoroso, al atardecer, a la luz de los hachones, con un auditorio de príncipes, reyes y notables, que aplaudieron la enjundia de su pensamiento. Acompañó al emperador en la toma de Saint Dizier, estuvo nueve años en Italia y en Venecia se alojó en el palacio de Don Diego Hurtado de Mendoza, su protector. En 1555, en Amberes, publicó su Dioscórides, dedicado a Felipe II, y al año siguiente, Discurso de la pestilencia.

 

M. Parralo, Muñoz de Pablos y E. Ybarra ante el dibujo del doctor Laguna

 

A la par de su colombroño Andrés Alciato (1452-1550), se compara su alegato sobre los peligros que acechaban a Europa, dicho en Colonia, con la “Meditación de Europa”, de Ortega y Gasset, Berlín, unos siglos más tarde. Andrés Laguna, prohombre renacentista, alcanza el somo de su presencia en esta imagen, que a su vez anuncia la dimensión de Muñoz de Pablos, como dibujante y como forjador de efigies, porque si no existen imágenes directas creíbles de su figura, esta podría ser un acierto milagroso y una lealtad a lo que representa.

Muñoz de Pablos honra la luminosidad del arte con su limpidez, con su destreza en el dibujo que define, con su diáfana manera de expresar la experiencia de sus sensaciones, con las vidrieras que congregan al timepo. Y nosotros tuvimos el privilegio de asistir a un acto de concienciación, a una lección de humanismo presidida por la figura del prócer doctor Laguna y del maestro que ha sabido ponerle imagen a su dignidad. Sin ánimo de parangón, cuando Carlos levantó la tela que cubría el retrato para mostrarlo, sobrecogido en el silencio, me vino a la mente la actitud de Tiziano cuando enseñaba a sus retratados la cumbre de sus comendamientos.

 

Tomás Paredes

                                                                                         Presidente de H. de AICA Spain

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver Política de cookies
Privacidad