Los artistas, «víctimas de guerra»

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

112 años después, nada ha cambiado

 

En la Gaceta de la Asociación de Pintores y Escultores de julio de 1910, Año I, Número 1, la primera noticia de arte general que aparece, dejando a un lado las informaciones sobre la constitución de la entidad, los Estatutos… y las informaciones de la Gaceta “Oficial”, es la que lleva por subtítulo “Cortesía internacional”.

En la misma, se refiere cómo “el gobierno bávaro ha hecho retirar de la Exposición de Munich, un cuadro notable del pintor polaco Vabjauski, que representa una “Matanza de judíos en Kief”, ante el temor de reclamaciones diplomáticas por parte del representante ruso. Se creía ver en el lienzo cierta tendencia molesta para el Czar”.

Como vemos, estas cosas ya pasaban hace tiempo… 112 años después leemos otro titular en la prensa española “El Gobierno cubre con telas en Madrid al mejor muralista del siglo XX”, con el subtítulo “Exteriores censura la obra de Stolz, el pintor que salvó el Prado en la Guerra Civil, por el águila franquista que pintó en el antiguo INI”.

Uno de los techos pintados por Stolz

 

Amparados en la Ley de Memoria Histórica, se van a “tapar” tres pinturas que representan una alegoría del momento histórico en que fueron pintadas, una de las cuales es un Águila de San Juan en escorzo, integrada en el escudo de los Reyes Católicos y vigente en el escudo que aprobó el Gobierno de Suárez en 1977, que sostiene entre sus garras el escudo oficial de España.

Las pinturas, son obra del valenciano Ramón Stolz Viciano, compañero de Sorolla y Benlliure, ambos socios fundadores de la Asociación Española de Pintores y Escultores, restaurador de los frescos de Goya, González Velázquez y Bayeu en el Pilar de Zaragoza, y cuyos más logrados trabajos los realizó en la Basílica de Nuestra Señora de los Desamparados de Valencia y la Iglesia del Espíritu Santo de Madrid.

Los frescos del que es considerado por historiadores y críticos de arte como el “mejor fresquista español desde el siglo XVIII”,  se ocultarán deliberadamente con telas, formando una especie de falso techo que evite que alguien pueda verlas.

La pretendida “exaltación de la dictadura”, se encuentra en la antigua sede del Instituto Nacional de Industria (INI), situado en la madrileña Plaza del Marqués de Salamanca, ahora sede del Ministerio de Exteriores.

Vista general de los techos pintados por Stolz

 

Política, insensibilidad artística, injusticia, ingratitud… con el artista. Precisamente con quien fue uno de los integrantes de la Junta de Protección de Tesoros Artísticos que en 1936 salvaron las pinturas del Museo del Prado.

Ramón Stolz, uno de los más grandes muralistas del siglo XX, sirvió al Gobierno republicano en otra misión, formando parte del comité de depuración de los profesores considerados “fascistas” de la Escuela de Bellas Artes de Madrid, junto al socio de la AEPE Juan Adsuara. Hizo informes de todos ellos centrados en sus conocimientos y su valía artística, pero obviando su ideología.

Terminada la contienda, fue depurado sin ninguna responsabilidad en ese proceso, llegando a ser catedrático.

Otro de los lienzos pintados por Stolz

 

Después, como todo artista viviente, tenía que comer.

Como ya comenté cuando abordé la biografía del escultor Santiago de Santiago, “los artistas, los grandes artistas de cualquier parte del mundo, viven de su trabajo, al menos lo intentan. Pero cuando uno es artista, lucha por sobrevivir con mayor o menor éxito, y por llegar a ser parte de la historia y por dejar su huella creativa y de belleza en este mundo cada vez más atípico y variable.

Uno tiene que comer y recibe encargos de todo tipo. Le gustarán más o menos, pero se debe a ellos y a su arte. Como cualquier hijo de vecino, el artista también tiene su propia ideología, y es libre también de declararla o reservarla para él, pero el acto creador no reconoce doctrinas que no sean las puramente dictadas por el ansia de trabajar y crear, sin límites ni fondos ocultos”.

El último de los frescos de Stolz

 

Desconocemos si el trabajo realizado en el entonces Instituto Nacional de Industria, exigía la realización expresa de un Águila de San Juan, o fue iniciativa propia del artista. En cualquier caso, es un trabajo artístico que debe respetarse.

Y dicho sea de paso, calificar el escudo de España con el Águila de San Juan como «anticonstitucional, fascista o franquista» es incorrecto y revela una grave ignorancia histórica, dominante en las jerarquías de poder actuales e interesadas, pues este distintivo procede de la época de los Reyes Católicos, cuando se unieron los emblemas de Castilla y Aragón y se incorporó el águila que tenía el escudo heráldico de Isabel I de Castilla, que se hizo coronar Reina de Castilla precisamente el día de San Juan.

Así fue durante los siglos posteriores sin ninguna referencia a Francisco Franco, así figura en todos los lugares oficiales y documentos en los debates, redacción y promulgación de la Constitución española de 1978…

Acabáramos… es asociado entonces a la Constitución que se viene torpedeando con impunidad desde hace ya algunos años…

Así es cómo cuando en los medios de comunicación se dice que “los manifestantes portaban banderas con el Águila de San Juan y que es ilegal exhibirla”, por tanto se convierte en un acto deleznable, pero no es igual que exhibir banderas republicanas, no, no es lo mismo, cuando en realidad, ambas son legales siempre que no se utilicen por organismos públicos y ondeen en instituciones oficiales. Nunca jamás he oído comentar que “los manifestantes portaban banderas republicanas”…

Pero si entramos en el jardín de lo interesado, descubriremos falsedades históricas supinas e inigualables que debido a la ignorancia se llevan a cabo impunemente a diario.

En los recorridos culturales y visitas guiadas de toda España, se puede oír de boca del guía de turno… “que un desafortunado incendio de tal iglesia, destruyó parte de la edificación y los tesoros que contenía”… y después se oye eso de… “y esta plaza fue liberada y recuperada de los terribles destrozos que llevaron a cabo los fascistas”… Es curioso que el incendio provocado por los republicanos quede en un “desafortunado” incendio, mientras que la plaza recuperada se “liberó” del terrible fascismo…

La visceralidad, la violencia y el odio se ejercieron en los dos bandos. Citando a Jorge Vilches, “la manipulación del lenguaje y tergiversación de los hechos y personas, que ha pasado desde siempre, desde Herodoto, es ahora moneda común, solo que ahora se lleva a cabo con dinero público y sin posibilidad de réplica”.

Pero sin querer alejarme del tema que nos ocupa, los artistas siguen siendo, 112 años después, víctimas de la vida cotidiana.

Querer borrar la historia a base de destruir o censurar el valor artístico de sus obras, es necio e insultante. Denota estupidez e ignorancia. Es aberrante y de un menosprecio intelectual digno de los progres que nos gobiernan.

El léxico esencial para referirse peyorativamente a una capacidad intelectual insuficiente como la que acusa nuestra sociedad y nuestros políticos, es rico y variado. Del latín recibimos todo un catálogo de términos con los cuales se articularon los diversos matices de un entendimiento torpe o un conocimiento insuficiente. Así, en la monumental síntesis enciclopédica del saber antiguo aportada por las Etimologías de San Isidoro de Sevilla (obra compuesta en el siglo VII), ya encontramos un léxico básico para designar diferentes problemas intelectuales: imbecillus significa la débil fragilidad e inconstancia (supuestamente, a falta de báculo); ignarus o ignorante es el que ignora (presuntamente, por falta de olfato: sine naribus);  inscius remite a quien carece de ciencia, e idiota sería una palabra de origen griego para significar al inexperto; obtunsus denota al obtuso y confundido (o tundido); el insipiens o necio carecería de criterio o sapiencia; stultus sería el embotado que, por aturdimiento (per stuporem), no reacciona ante las injurias y afrentas; stupidus, el estúpido al pie de la letra, frecuentemente quedaría estupefacto.

Kant fue más allá y habló del obtuso o carente de ingenio; de la estupidez o carente de juicio sin ingenio; del simple, aquel con dificultad de aprender; de la tontería, y si el tonto es ofensivo, topamos con la necedad; del petulante o fatuo, como un necio pretencioso; de la idiotez consiste en la plena debilidad de la mente y la máxima falta de inteligencia… Todo esto es lo que ahora nos gobierna, lo que en la sociedad se impone. Una lástima, porque en lugar de prosperar y mirar al futuro, seguimos embotados en el pasado y repitiendo los mismos errores.

Pero me he metido ya en otro jardín del que es preciso salir para continuar con las actuales “víctimas de guerra”, los artistas.

Sin querer remontarme a las atrocidades que sufrieron los frescos de Miguel Ángel, seguimos en una trayectoria ascendente que no respeta la creación artística y que poco a poco, estrecha su cerco cada vez más.

Frescos del Salón de Sant Jordi, de Torres García

 

Hablamos de la desaparición de los frescos del Salón de Sant Jordi encargados durante la dictadura de Primo de Rivera, la cubierta con lonas de los escudos del Palacio de Santa Cruz, de Muguruza, la retirada en 2011 de la escultura “La Victoria” de Frederic Marés, de la Diagonal de Barcelona, modelada en 1932, la retirada de esculturas, escudos, monumentos y estatuas relacionados con los años de dictadura, obra de grandes escultores como José Capuz, Juan de Ávalos… el controvertido Valle de los Caídos, con la monumentalidad que encierra, la petición de retirada de una escultura de La Pasionaria obra de Victorio Macho, la retirada de la placa dedicada a José María Pemán en Cádiz, la de la estatua de Largo Caballero en Madrid, de José Noja Ortega, la petición de retirada del Sagrado Corazón de Urgull, la Cruz de los Caídos en plazas e iglesias….

La Victoria, de Frederic Marés

 

La Pasionaria, de Victorio Macho

 

Sagrado Corazón de Urgull, de  Federico Coullaut-Valera

 

Largo Caballero, de  José Noja

 

Placa de José María Pemán, de Juan Luis Vassallo

 

Pero lo realmente triste de todas las noticias en las que se habla de estas desapariciones de la vía pública, lo apabullantemente triste y desolador, es que ni siquiera se cita al escultor autor de la obra, porque ya ni eso se respeta, no sólo su trabajo, sino además su firma. Si existiera una sociedad de escultores a la manera de la Sociedad de Autores, montada en el dólar, como suele decirse de forma coloquial, otro gallo cantaría, pero eso tampoco interesa.

Cuatro tristes fotos nos van a quedar de esos frescos. Cuatro nada más. Y echarán la cortina de la indiferencia sobre ellos, literalmente van a taparlos con una cortina, y aquí habrá acabado todo.

Es curioso cómo honramos la memoria de nuestros artistas… decepción que sobrecogía a cuantos triunfaban fuera de España y volvían a su patria para sumirse en el mayor desencanto al tener que vivir cómo eran denostados y ninguneados… los grandes así lo sufrieron: Sorolla, Pradilla, Benlliure, Rosales… asqueados por la envidia y animadversión de los progres de turno de la época.

Mal camino llevamos cuando no se respeta ya a quienes tanto han aportado y aportan al mundo de la creación.

Lo peor de todo es que no he visto a nadie levantar la voz por estos ultrajes. Solo son noticia de portada un día. El tiempo los sume en el olvido. Nadie ha sacado la cara por ellos, nadie ha protestado ni razonado su fechoría. Pero ¿es que a nadie la importa ya?

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