Por Mª Dolores Barreda Pérez
LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA
ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES
Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.
Maruja Bardasano Rubio
BARDASANO RUBIO, Maruja P.G <1961 4.abr.1935 MADRID
María Francisca Bardasano Rubio, conocida como Maruja Bardasano, nació en Madrid el 4 de abril de 1935 en el seno de una familia de artistas.
Hija de los también socios de la AEPE, José Bardasano Baos (pintor y cartelista conocido en el panorama anterior a la guerra civil) y Juana Francisca Rubio (dibujante, ilustradora y pintora), artistas muy comprometidos con la Segunda República Española.
Un año después, la familia emprendió el camino del exilio hasta llegar a México. Allí comenzó una nueva etapa de casi veinte años, durante la cual la artista se formó tanto en pintura como en danza clásica para convertirse en una de las jóvenes españolas refugiadas en México más brillantes y polifacéticas.
Su padre combinó la práctica pictórica con su faceta docente, al abrir una frecuentada escuela de arte en su propia casa, en donde Maruja aprendió a dibujar y a pintar simplemente estando en su casa y observando a sus padres. No obstante, muy pronto descubrió otra de sus grandes pasiones, la danza.
Maruja en clase de danza de Sergio Unger
Compaginó sus lecciones artísticas con los cursos del Colegio Windsor, donde terminó la Enseñanza Primaria en 1947.
Tomó después clases de baile, actividad realizada simultáneamente con estudios de periodismo e historia del arte.
Maruja con sus padres en la inauguración de su primera exposición en el Círculo de Bellas Artes de México
Su pasión por la danza la llevó a entregarse casi por completo a esta disciplina, formando parte de compañías como el Ballet Concierto y el Ballet de Nelsy Dambre, con quienes interpretó grandes piezas del repertorio clásico y nuevas coreografías de Sergio Unger, Felipe Segura, Carletto Tibón, César Bordes y Michel Panaieff. Compartió escenario con bailarines como Lupe Serrano, Laura Urdapilleta, Tomás Seixas, Socorro Bastida, Jorge Cano, Déborah Velázquez y Francisco Arainza, entre otros, y llegó a ser nombrada primera solista.
Maruja caracterizada como Giselle con un vestido diseñado por su madre, Francisca Rubio
Paralelamente, comenzó su práctica de la pintura, una faceta que desarrolló con más fuerza a partir de su retorno a España en 1956 y de su posterior abandono de la danza.
En 1955 protagonizó su primera exposición individual en el Círculo de Bellas Artes de México, una exposición que llamó la atención de los periodistas de la capital, que señalaron que la artista había heredado las facultades pictóricas de su padre, «en sus cuadros revela que tiene un brillante porvenir en el manejo de los matices y los pinceles«.
Antonio de la Villa, auguraba todos los honores a una exposición que haría época: “Rubia como las candelas: ojos grandes, dulces, que dicen todo lo que lleva dentro; evocación de aquella primaveral Flérida del tierno poeta Garcilaso, uniendo en la delicadeza de la figura, originalidad y naturalidad en sus realizaciones, que amén de ser una bailarina suprema es una pintora excelsa. Ésta es Maruja Bardasano, la madrileñísima Maruja, que de casa le viene, ya que sus padres son pintores de altos vuelos y ella tenía que seguir la línea de sus padres, en el retrato, y en escenas de ambiente”…
Muchas de las obras expuestas en el Círculo eran escenas de aquellos ballets interpretados por la propia artista, sus personajes y sus momentos de trabajo cotidiano.
El éxito fue tal que prácticamente el público adquirió todas las obras expuestas, localizadas en la actualidad en colecciones particulares dispersas, circunstancia que dificulta el estudio pormenorizado de la obra plástica de juventud de la artista.
El folleto que acompañaba la exposición presentaba un bello retrato de Maruja, realizado por su madre, y en su interior se recogía una semblanza que le dedicó el poeta exiliado Alfonso Camín: …”la madrileñita nacida en la Plaza de Santo Domingo, cara a Preciados y a San Bernardo, a Leganitos y a los almendros de la Plaza de España, se presenta ahora con lo que es en ella raíz de naturaleza, pintora desde el vientre y la galladura, como la paloma es paloma desde que sale del huevo. Pintora la madre, pintor el padre, negarle a ella el don del color y de la gracia, sería tanto como negarle a la alondra el horizonte azul de las Españas y el crecer y el granar de la espiga. […] Mexicana y española y por ende madrileña, es la gentil Maruja Bardasano, finísima mujer en el arte, que en un 15 de abril de nuestro México, mes de luna en el Ajusco y del clavel de sangre en el Guadarrama, inaugura su exposición con treinta cuadros […] casi todos en escenas de ballet, que es no salirse de sí misma ni en el pincel del color, ni en la música de las alas. […] Pero Maruja Bardasano, la aurora de Castilla en la Meseta de México, no es el padre ni es la madre. Es ella misma. De un barro semejante salen muy distintas molduras, por lo que Maruja Bardasano se ha moldeado a sí propia, cuajada de color, de gracia y de música”…
Inauguración en el Círculo de Bellas Artes, México, D.F., 1954. En la foto, de izquierda a derecha, Sergio Unger, Maruja Bardasano, José Bardasano Baos, Tamara Toumánova, Socorro Bastida y Martín Lemus. Colección Maruja Bardasano
Folleto de su primera exposición en el Círculo de Bellas Artes de México
Ópera
Contrajo matrimonio con Carlos Peña, fijando su residencia en Madrid, donde la artista continuó por un tiempo su práctica de danza en la escuela de Karen Taft de la calle Libertad, hasta el nacimiento de su primera hija, Carolina, a la que siguieron Rosalva y Beatriz. A pesar de su pasión por el ballet, la vida la llevó a quedarse solamente con la pintura.
Maruja Bardasano protagonizó varias exposiciones individuales ya en España, fue la primera la de la Sala Díaz, de la calle Los Madrazo número 6, inaugurada el 1 de marzo de 1966. Críticos como Jorge Campos apuntaron que sus dibujos, gouaches y acuarelas —en los que todavía aparecía el tema de la danza, como Coppélia, El cisne negro y Ballerina— estaban informados «de una gracia y de un maduro concepto que las hace sugestivas«, mientras que José Prados López, Secretario Perpetuo de la Asociación Española de Pintores y Escultores y crítico del diario Madrid, anotaba que la artista se presentaba «por vez primera en Madrid, segura de sí misma, consciente de su senda iluminada de verdades y bellezas […] tiene abierta su ambición juvenil a las cuatro rosas de los vientos de la verdad«.
Para entonces ya había recibido varias distinciones: la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de México, la Cruz de Caballero al Mérito Nacional Francés, la Medalla de Plata de Artes, Letras y Ciencias de Francia y la Primera Medalla de Dibujo y Grabado en el Salón de Otoño de 1964.
En 1969 expuso en la galería del Ateneo de Madrid.
En esos años, la artista comenzó a dar clases de pintura con gran éxito.
En 1978 parte de sus alumnas junto a otros de L’Académie Européenne des Arts expusieron su obra en la madrileña Sala Cava Baja: Charo de Arpe, María Teresa del Campo, Carmen García Cabririzo, Piedad García Miranda, Malili García Oteiza, María Ester Garavilla (M.E.), Josefa Navarro, Conchita Ramirezony, Matuska de la Torre y María Pura Villar Palasí.
En 1980 expuso en el Salón Cano de Madrid. A propósito de esta exposición escribía en el diario Pueblo Conchita de Kindelan, asegurando que la muestra “rinde homenaje a quien fue padre, maestro y amigo suyo. La pintora ha querido hacer honor a ese legado con este acto de humildad que es la semejanza de un modo, de unos temas e incluso de una rúbrica; pero creo que a partir de ese homenaje conmovedor, al que respetuosamente me sumo, se hace necesaria una salida personal a la medida del propio entendimiento de la pintura. La amorosa fidelidad no tiene por qué confundirse con una identificación absoluta. Y hay en este homenaje pruebas suficientes para reclamar esa independencia, aún dentro del realismo intimista y de la mansa luminosidad con que nos sedujo la pintura de José Bardasano”.
De la exposición en el Salón Cano de Madrid de 1980
Paralelamente, expuso en galerías y casas de subastas como las madrileñas Cano, Durán, Gavar, Segre, la valenciana M. D. Segrelles del Pilar y las bilbaínas Bay-Sala y Juan Bayón, la Fundación Sotomayor —en una colectiva de la Asociación Española de Pintores y Escultores— (1984), La Torre de Guadarrama (1992) siendo identificada en la misma como la Señora de Peña y siendo presentada meses después en Bilbao, en la Galería Bay-Sala, en el Centro Cultural Príncipe de Asturias de Madrid (1995), en la Sala de Arte P.E.A. Museo del Marco (2000), en la Sala de Cultura Juan Bravo de Madrid (2000) y en la Fundación Cultural de Cercedilla, en el Centro Cultural Luis Rosales (2003).
Sus referencias inmediatas en el mundo del arte, según la pintora, son Velázquez, Caravaggio, Zurbarán, Vermeer y Sorolla, entre otros, lo que marca muy bien las pautas perseguidas por su pintura.
Los bodegones de Maruja Bardasano descubren la sutileza de los rincones cotidianos. Sus paisajes capturan instantes de luz de la sierra madrileña, de la laguna de Venecia o de la fuerza del mar.
Los paisajes y las naturalezas muertas pintadas por la artista capturan los rincones ligados a sus experiencias y a su vida cotidiana, manteniendo siempre una coherencia en su manera de mirar al mundo.
Cercedilla
Bodegón naútico
Para Maruja Bardasano: «El artista nace, elegido por quien sea el que nos elige, al que en ese misterio llamamos Dios. El pintor se hace. Por eso el artista necesita del pintor para desarrollar su alma de artista. Yo nací para bailarina, pero necesité de la técnica para poder subir a un escenario a bailar Giselle«. Una técnica, a la que se refería en esta cita, que evidenciaba haber logrado una muy buena mano para el dibujo, presente siempre en la base de sus óleos.
Falleció en Madrid, en 2019.
La artista en sus años de madurez
Maruja Bardasano y la AEPE
Participó en las siguientes ediciones del Salón de Otoño:
XXXII Salón de Otoño de 1961: Bailarina
XXXIII Salón de Otoño de 1962: Ópera
XXXIV Salón de Otoño de 1964: Madona, Doña Jimena, Carolina y Virgen
XXXVI Salón de Otoño de 1965: Puente romano, Dibujo y Bodegón
XXXVIII Salón de Otoño de 1967: Julieta, La paz y La rana encantada
42 Salón de Otoño de 1972
50 Salón de Otoño de 1983: La bolsa o la vida y Maja