Socio de Honor
Vicepresidente de la AEPE
Mientras hacía la mili, leyó un libro de quiromancia con el que analizó sus propias rayas de la mano. Estaba escrito: su destino era ser escultor. Así comenzó a modelar cera, barro, escayola, piedra… y comprobó que su facilidad para transmitir vida con sus manos e infundir su espíritu en ella, era inverosímil.
Estatua del arzobispo Alfonso Carrillo de Acuña, en Alcalá de Henares