ESPECIAL SALÓN DE OTOÑO. 90 Salones después

ESPECIAL SALÓN DE OTOÑO.

90 Salones después

José Gabriel Astudillo López

Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores

 

Desde principios del siglo XX, los pintores y escultores de España comenzaron a darse cuenta de que debían defender el arte y proteger sus intereses, tanto en lo relativo a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, único gran evento alrededor del cual se movía el arte de la época, como en cuanto a sus relaciones con el Estado, que creían debía promover y fomentar la vida artística y cultural de España.

Tras algún que otro intento fallido, Eduardo Chicharro y más de 180 artistas del momento, reconocidos como auténticas figuras y maestros en la actualidad, lograron fundar la Asociación de Pintores y Escultores, que el pasado mes de abril cumplió ya 113 años.

Los comienzos siempre son difícil, pero la naciente entidad superó todo tipo de trabas y encaminó sus pasos en la defensa del arte y los artistas y se centró en abordar el gran problema que sufría el arte español: la falta de exhibiciones a la manera en que se estaba haciendo en el resto de capitales europeas.

La Asociación Española de Pintores y Escultores, que venía colaborando en la realización y desarrollo de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, la única manifestación colectiva de alguna entidad y significación representativa de carácter artístico que existía en España, consciente de todos sus vicios, albergó durante años la idea de una exposición pura y aséptica en la que no hubiera más opinión ni críticas que la del público soberano.

El firme propósito del Secretario de la AEPE de la época, Juan Espina y Capo, fue determinante para la creación en 1920 del Salón Otoñal de Artistas Independientes que en seguida se conocería como Salón de Otoño.

Una muestra nacida con la idea de ser una gran cita artística en la que se admitirían obras de pintura, escultura y grabado sin previo examen, siendo ésta la base y solo teniendo en cuenta como limitación, la que impusiera el local, en relación a las obras presentadas.

Frente al desinterés de las instituciones oficiales por el arte y los artistas, frente a la oposición de los propios artistas, algunos no creían en esta independencia ni libertad, frente al problema que suponía que Madrid no contara con un espacio digno de exposición, más que el Palacio de Bellas Artes del Retiro, en un estado de abandono humillante para los artistas. Frente a todo ello y mucho más, la AEPE luchó por la creación de un salón independiente, lejos de los criterios institucionales que marcaban la participación en las Exposiciones Nacionales y de los vicios que éstas arrastraban.

Presentar la obra por sí misma y que por sí misma se condenara o glorificara ante el público y la crítica.

Y hacerlo en unas fechas opuestas a la única cita artística con la que contaba la capital, que celebraba las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de manera bianual en la primavera y en el mismo lugar, el Palacio de Bellas Artes del Parque del Retiro, que hoy conocemos como el Palacio Velázquez, con su adjunto el de Cristal.

Así fue como nació el primer Salón de Otoño, una experiencia en la que no había premios en metálico ni compras oficiales; no había esperanza en el apoyo de los poderosos, ni recomendaciones, ni dádivas, ni favores o regalos que pagar; sin alicientes egoístas ni expectativas aduladoras; sin presiones, sin apasionamientos, sin envidias ni prejuicios; sin otro propósito más que el de presentar al público, a la crítica (que por aquel entonces sí ejercía y en abundancia), una obra de arte.

Se trataba de reunir en un ambiente de compañerismo e igualdad, todas las maneras y todos los diferentes criterios del arte. Una acción noble que se logró y que llega hasta el día de hoy, en que celebramos su edición número 90.

113 años después, el Salón de Otoño es el certamen artístico más antiguo y prestigioso de los que se celebran en España.

90 ediciones después, seguimos pidiendo para el Salón de Otoño la Medalla al Mérito de las Bellas Artes, en intentos silenciados para los que no recibimos ni una normalizada contestación del Ministerio de Cultura, ese que tanto nos debe a través de la Dirección General de Bellas Artes que tan ligada estuvo siempre con nuestra entidad.

113 años después, la Asociación Española de Pintores y Escultores respira milagrosamente gracias a la inyección en sus venas del tremendo trabajo de su Junta Directiva, del impagable esfuerzo de su Secretaria General y Secretaria Perpetua, Mª Dolores Barreda Pérez, a quien jamás podremos recompensar su labor altruista y entusiasmo.

113 años después sobrevivimos gracias a la ilusión de los socios, porque no contamos con ayudas del erario público ni vivimos merced a subvenciones oficiales. Y pese a ello, somos capaces de lograr milagros como este 90 Salón de Otoño, cuya calidad avala y reafirma, más que nunca, su necesaria existencia.

Y es precisamente esta ausencia de intervención de los poderes públicos, a los que no estamos sujetos por ningún tipo de vínculo económico, la que avala nuestra independencia y libertad de criterio, nuestras acciones y decisiones, nuestro prestigio.

La Asociación Española de Pintores y Escultores vela porque el Arte y su dignidad se salven por su propio valor.

113 años después, los poderes públicos siguen siendo completamente refractarios a las Bellas Artes. Los recursos del Estado y las iniciativas oficiales son insuficientes para atender a estas manifestaciones de la cultura, y lo que es peor y más doloroso es que los poderes públicos mantienen la doctrina de que la pintura y la escultura no merecen una consideración pública especial e igual frente a otras artes como el cine o el teatro, haciendo que veamos esta lucha que mantenemos como algo inútil.

Evocando pasadas ediciones, la presente, en la que conmemoramos el 90 nacimiento del Salón de Otoño, quiere rendir un pequeño pero emotivo homenaje a Santiago de Santiago, que fuera Vicepresidente de la AEPE y Premio Princesa Sofía de 1971.

Fallecido esta primavera, el escultor llevaba más de 50 años otorgando un premio con su nombre en el Salón de Otoño. Un mecenazgo ejercido durante más de medio siglo, que sólo puede ser expresión de su generosidad personal orientada al apoyo de la cultura, del arte y específicamente, de la escultura.

Por eso, Santiago de Santiago merece este reconocimiento de la Asociación Española de Pintores y Escultores, en la que estuvo muy implicado, pero también merece el reconocimiento de los artistas y de la sociedad en general, porque su labor y trabajo artístico y de mecenazgo, sobreviven bajo el amparo de lo que significa el arte, por encima de su rentabilidad y rédito mediático y social.

Homenaje y reconocimiento también a los cerca de 40.000 artistas que han participado en las 90 ediciones del Salón de Otoño. Gracias a ellos el certamen artístico más antiguo y prestigioso de España existe; ellos son los que justifican su existencia y reafirman su imprescindible necesidad hoy más que nunca; ellos son los auténticos protagonistas de este acontecimiento, los depositarios de un legado tan importante y los defensores de un futuro ineludible con los que la Asociación Española de Pintores y Escultores continuará escribiendo la historia del arte de España por muchísimos años más.

Aquí estamos 113 años después, 90 Salones de Otoño después, presentando al público y a la prensa, una nueva edición del único reducto artístico independiente de toda España.

Es posible gracias a los socios, a los artistas participantes, seleccionados o no, al jurado de esta y otras ediciones, un auténtico lujo del que bien podemos presumir por su amor y apoyo a nuestra entidad, a instituciones como la Comunidad de Madrid, como el Ayuntamiento de Madrid, a través de la Junta Municipal de Retiro, a la dirección de la Casa de Vacas, cuya reputación viene forjando tan acertadamente su directora, a los amantes del arte que cada año nos animan a continuar con este tremendo esfuerzo y a cuantos asisten al milagro del arte que desde la AEPE sostenemos.

A todos, muchas gracias.

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