Por Mª Dolores Barreda Pérez
Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes
de la Asociación Española de Pintores y Escultores
La Gaceta de Bellas Artes: 1934
La Gaceta de Bellas Artes era la única revista de arte con salida frecuente y periódica que se publicaba en España y logró un prestigio y un interés tal que de diversos países se nos pedían ejemplares y se solicitaban suscripciones y con frecuencia llegaban estimulantes cartas que nos alentaban a proseguir nuestra obra de editar la Gaceta de Bellas Artes.
Javier Tassara
Tras un año de búsqueda infructuosa, me doy por vencida.
Desconocemos todos los datos acerca de su persona, así como si era periodista, ya que tampoco figura en los registros de la Asociación de la Prensa.
En la Gaceta de Bellas Artes de la AEPE escribió una veintena de artículos entre 1926 y 1936, con críticas de arte de pintores como Pedro Casas Abarca, Genaro Ibáñez, Luis Gallardo, Esteban Doménech, Pedro Sánchez, Genaro Lahuerta, Vila Puig, los pintores asturianos, Margarita Sans Jordi, Valentín de Zubiaurre, Eliseo Meifrén, Marcial Moreno Pascual, Madelein Leroux, Enrique Pérez Comendador, María Nueve Iglesias Serna…
Artículos firmados por él se publicaron también en los periódicos de la época: La Voz, El Pensamiento alavés, La Hormiga de oro, La Vanguardia, El Diario de Córdoba y Sevilla, siendo colaborador habitual de la revista Metrópolis.
Y no pudiendo decir más de él, pasamos a otro de los redactores de la Gaceta.
Antonio Méndez Casal
Socio de Honor
Antonio Méndez Casal nació en Monforte de Lemos, Lugo, el 11 de febrero de 1883.
Hijo de Jacobo Méndez Alonso, natural de Beade, Ribadavia, comandante retirado de Infantería que tenía treinta años cuando nace su hijo, y en aquel momento ostentaba el grado de teniente destinado en Monforte. Fue presidente de la Federación Católica Agraria monfortina, siendo uno de los mayores contribuyentes de la localidad a comienzos del siglo pasado, donde fallece en el año 1935.
Su madre, Antonina Casal Fernández, y la hermana de esta, Balbina, casada con el prestigioso juez José Vieito, eran muy estimadas en la sociedad local de su época.
Antonina falleció en 1923.
Antonio realizó sus estudios primarios y secundarios en el colegio de los Padres Escolapios de su ciudad natal, obteniendo la licenciatura en Derecho en Santiago de Compostela en el año 1907.
Plumilla original de Antonio Méndez Casal
Desde joven había mostrado inquietudes artísticas, realizando dibujos y pinturas, algunos de los cuales han llegado hasta nuestros días.
Ejercerá después como profesional en el Cuerpo Jurídico Militar, donde alcanzó el grado de teniente, siendo destinado a Palma de Mallorca, Sevilla y Mahón.
En Sevilla, interesado como estaba por el dibujo, acudió al taller del pintor Manuel Alarcón, donde aprendió restauración y pintura.
En 1909 certificó la autoría del famoso cuadro La Adoración, de Van der Goes.
Altar donde se encontraba la obra original y que hoy exhibe una copia
En 1911 reorganizó junto a un grupo de vecinos, una sociedad llamada Monforte Sport Club, dedicada a “toda clase de concursos de sports y veladas”, practicando deportes como el fútbol. Con la refundación, Antonio Méndez Casal fue nombrado presidente honorífico.
En 1912 contrae matrimonio con Trinidad Usatorre y Ledo en la parroquia de A Régoa.
Las inquietudes artísticas demostradas desde niño hacen que vaya ampliando sus conocimientos de pintura y restauración, llegando a convertirse en un experto en autentificar obras de arte, llevando a cabo el catálogo de algunas colecciones relevantes de conocidas familias.
En 1931 es nombrado miembro de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando a petición de los socios de la AEPE Eduardo Chicharro, José María López Mezquita y Enrique Martínez-Cubells.
Fue además Vocal del Museo Naval, Vicepresidente del Patronato del Museo Nacional de Arte Moderno, de la Sociedad Española de Amigos del Arte, de la Junta de Iconografía Nacional, de la Unión Iberoamericana, Cruz Blanca del Mérito Naval y Presidente del Patronato del Museo de Preproducciones.
En 1937 su localidad natal, Monforte de Lemos, le dedica una calle.
Falleció en Madrid, el 13 de enero de 1940, de forma repentina, contando con 56 años. Dejaba mujer e hijo.
Sus coetáneos residentes en Madrid presentaron este escrito al Ayuntamiento: «No van transcurridos muchos días desde que gran número de los gallegos residentes en Madrid, y desde luego todos los monfortinos que habitamos en la capital de España, acompañábamos con dolor, hasta su última morada al que fue nuestro ilustre coetáneo don Antonio Méndez Casal, arrebatado a la vida cuando tan plenos y sazonados frutos cabía esperar de su talento singular, de su actividad incansable y de aquella cultura suya, tan amplia que abarcaba desde los albores del conocimiento».
El que fuera socio de la AEPE, Luis Pérez Bueno, lo describía así en su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando:
“Antonio Méndez Casal tenía una gran sensibilidad artística; sus dotes de cultura especializada en el conocimiento de la pintura antigua y moderna, nacional y extranjera, hicieron que fuera consultado dentro y fuera de España como experto de reputación mundial.
Unía sabiduría y sensibilidad y fue uno de los más prestigiosos escritores que durante los últimos veinticinco años se significó en la crítica e historia del Arte y en conferencias, artículos, estudios y libros tuvo el mérito de saber difundir y ensalzar en la prensa los temas de Arte, en tal forma que uniendo la claridad con la amenidad, alcanzó la meta del escritor y periodista.
Méndez Casal sembró en sus obras el exacto sentid de la verdadera divulgación estética y con ello dio valor perdurable a sus trabajos.
Se publicaron artículos suyos en las revistas de Arte Español, Española de Arte, Ateneo de Menorca, Ilustración Española y Americana, Blanco y Negro, diario ABC… y colaboró en revistas extranjeras como Les Arts Anciens de Flandre, Pantheon, Dédalo, The Antiquarium, The Sun y The New York Times.
Concedió singular atención a la vida artística de principios del siglo XIX, cuando este afán era algo extraordinario, ya que los estudios de esta índole parecían detenidos en la figura de Goya. Méndez Casal, el erudito, el crítico, el romántico, fue con ellos generoso, les hizo revivir y por añadidura, analizó el romanticismo de algunos de sus cuadros. Así lo demostró en libros y folletos, como los dedicados a la Vida y obra de José María Galván, La vida y el arte de José Gutiérrez de la Vega y la de Jenaro Pérez Villaamil.
El problema del cromatismo luminoso en la obra de José Ribera, la paleta de Zurbarán, no superada en sobriedad por pintor alguno, la impecable corrección de Vicente López, como dibujante, motivaron agudos análisis y comentarios del crítico e historiador.
La Revista de la Sociedad Española de Amigos del Arte fue su favorita, ya que publicó algún trabajo en casi todos sus números. Su colaboración, que comenzó en 1917, continuó sin interrupción hasta el último número publicado en 1936.
Intervino en varias de sus Exposiciones, sobre todo en la de “Antecedentes, coincidencias e influencias de Goya” y dejó sin terminar, la redacción del prólogo del correspondiente catálogo ilustrado.
Falleció cuando la madurez de su talento y su labor crítica alcanzaban la plenitud, «dejándonos el imborrable recuerdo de su atrayente simpatía, ameno trato e intachable caballerosidad”.
Fotografía de Antonio Méndez Casal
Obras: Jenaro Pérez Villaamil; con F. Pérez-Dolz, Manual de batik; Sociedad de Amigos del Arte: El retrato de niño en España y en la pintura española; Sociedad Española de Amigos del Arte: Exposición de obras del escultor Mateo Hernández; Vicente López, su vida, su obra, su tiempo: Catálogo de la exposición inaugurada en el Centro Escolar y Mercantil de Valencia el 17 de abril de 1926, y conferencia […]; La vida y la obra de José María Galván; Sociedad Española de Amigos el Arte: Antecedentes, coincidencias e influencias del arte de Goya: exposición 1932. Catálogo-guía […]; Exposición la España Romántica de David Roberts: 1832-1833; Un retrato inédito pintado por Fray Juan Bautista Mayno; Sociedad Española de Amigos del Arte: El pintor Alejandro de Loarte; “Pedro Cotto, pintor mallorquín del siglo XVII”, en Revista Española de Arte, n.º 5, 1935; “Arte chino en España, Madrid”, en ABC, 24 de marzo de 1935; “El Renacimiento italiano en España”, en P. Schubring, Arte del Renacimiento en Italia,(Historia del Arte Labor, 9).
Un desastre nacional del que se preocupó la AEPE
Antonio Méndez Casal, con un conocimiento profundo del Arte supo sacar a luz algunas joyas de arte que se guardaban en la ciudad del Cabe, entre las que figura el famoso cuadro de Van Der Goes, vendido al Museo del emperador Federico, de Berlín, y los dos del Greco que se exhiben en el Museo provincial de Lugo.
El episodio está considerado como uno de los mayores errores en gestión de arte de la historia española y una de las pérdidas museísticas más graves al margen de catástrofes y eventualidades.
En 1909, el superior de las Escuelas Pías que habían recibido en usufructo el Colegio del Cardenal conde se encontraba el cuadro La Adoración de los Reyes, expuso al patrono de la institución, el Jacobo Fitz James Stuart Falcó, duque de Alba, la falta de fondos para acometer unas reparaciones necesarias y la posibilidad de que la venta de la obra, valorada en unas 100.000 pesetas de la época, logre ese dinero.
La obra estaba situada en un altarcito oscuro a la izquierda de la nave, lleno de polvo y de lamparones de cera que había que admirar a la luz de una vela del que paseara por delante del mismo.
A simple vista, podía verse que pertenecía a la escuela flamenca más pura, siendo su autor desconocido. Alguien lo supuso de Rubens, con bastante desconocimiento de su factura y de sus obras; Murguia lo creía de Van Orley, pero parecía ser obra del célebre Meanding, quizás la mejor obra que salió de sus pinceles. En la daga que cuelga del cinto de un personaje se leen las palabras Pits Mloruc.
Estaba pintado en madera, no era pequeño, y por algunos sitios estaba saltada la pintura.
Enterado de la propuesta del duque, Antonio Méndez Casal, lavó y refrescó con gran acierto el cuadro, y procuró la visita de artistas holandeses para verlo y analizarlo, estimando en incalculable su valor real.
La comunidad poseía además un Greco, además de otros cuadros buenos y malos que adornaban las paredes del colegio, regalo del doctor D. Rodrigo de Castro, arzobispo de Sevilla.
Mientras, se aceleran las gestiones para su posible venta.
Lafora, un anticuario español ofrece por él 300.000 pesetas. Es la primera cifra. El inglés Walter Amstrong certifica que se trata de un Van der Goes muy notable. Dice disponer de un presupuesto de 10.000 libras y reconoce que el cuadro vale mucho más, así que se retira.
Sulley, otro inglés, y el profesor de la Universidad de Gante, George Hulin, suben la apuesta. Unos franceses llegan a las 40.000 libras, pero el asunto alcanza las fibras sensibles de los lectores.
El intermediario, Walter Gretor, ofrece 1.180.000 francos por el cuadro, pues su deseo es que se una a otro del mismo autor existente en la actual Gemäldegalerie de los Museos Nacionales de Berlín.
En complicidad con el Gobierno se intenta esconder la venta del público conocimiento, llegando a fingirse una falsa subasta pública en la sede madrileña de los Escolapios a la que solo acuden los alemanes.
Enterado el gobierno, prohíbe la salida del cuadro y ordena la retención e incautación del mismo.
El 21 de junio de 1910, La Vanguardia informa de que se había entregado al ministro de Instrucción Pública la documentación legal que parece probar el derecho del Estado a retener el cuadro de Van der Goes, así como de otros cuadros del colegio. Ese mismo día, el rector del colegio, padre Antonio Santonja, publica en ABC un extenso artículo en el que justifica la venta de la ya polémica tabla flamenca.
En medio de la disputa sobre si la propiedad del cuadro corresponde o no al Estado -se argumenta que los Escolapios solo lo tienen en usufructo-, entra en escena el conflicto diplomático con Alemania. La Vanguardia del 30 de junio informa de que el embajador de Alemania «ha entablado una queja diplomática, invitando al gobierno español a revocar la orden de su ministro, que estima extemporánea, y el ministro tiene custodiado el edificio del colegio de Monforte por fuerzas de la guardia civil, mientras se pertrecha de documentos con que hacer frente a las reclamaciones del gobierno alemán».
En un nuevo intento por salvar la situación, el Provincial de las Escuelas Pías se reúne en julio con el ministro Burell, pero éste mantiene su criterio en contra de que el cuadro salga del país y anuncia que no cambiará esa actitud «a no ser que lo determine una resolución del Tribunal de lo Contencioso».
Ante el giro de los acontecimientos, el 27 de julio de 1910 el duque de Alba revoca el permiso que había concedido a los escolapios. A partir de ese momento intenta eludir su responsabilidad y justifica la postura del Gobierno de impedir la venta. La situación va tensándose y tanto el ministro plenipotenciario alemán como el propio kaiser amenazan con una reclamación diplomática. El conflicto llega entonces a las Cortes y a la prensa. Durante 1911, algunos periódicos lanzan una campaña en la que intentan demostrar la nulidad de la venta, mientras que otros aprovechan el asunto para dar rienda suelta a su anticlericalismo más radical.
En la tribuna del Ateneo de Madrid, Niceto Oneca y César Barja argumentan que la venta del cuadro la prohibe el Concordato de España con la Santa Sede de 1859 y que va también en contra del derecho español vigente, pues los escolapios solo usufructúan el colegio «no son sus propietarios». Crece la indignación en algunos sectores y Barja llega a señalar, tajante, que «¡Hora es de que España deje de ser una bolsa de contratación y subasta de sus joyas».
El presidente del Consejo de Ministros, José Canalejas, se convierte en el principal defensor de la permanencia del cuadro en España. Pero las cosas cambiarán tras su asesinato en Madrid el 12 de noviembre de 1912. Romanones, el 9 de marzo de 1913 deja la puerta abierta a la venta del cuadro a Alemania. El día anterior, Faro de Vigo publicaba unas curiosas declaraciones de Romanones en las que negaba que el Gobierno autorizase la salida del cuadro, sino «que los patronos se entiendan con el comprador».
Aparecen entonces nuevas iniciativas para evitar la salida de la tabla, entre ellas la posibilidad de compensar al Gobierno alemán con obras menores de Velázquez, una propuesta del coleccionista y marchante José Lázaro Galdeano que sin embargo rechaza el patronato del Museo del Prado.
En 1913, la Asociación de Pintores y Escultores tuvo la idea de llevar a cabo una suscripción popular para su adquisición con destino al Museo del Prado.
La lista la encabezó nuestro Presidente, Joaquín Sorolla, al que siguieron los socios Benlliure, Garnelo, José Villegas, Menéndez Pidal, Muñoz Degraín, Aniceto Marinas, Miguel Blay, Zuloaga, Emilia Pardo Bazán, los hermanos Álvarez Quintero, el Marqués de Urquijo, Conde de Pradera y la viuda de Beruete, con 1.000 pesetas cada uno; A. Beruete, con 2.000 pesetas y el Presidente del Círculo de Bellas Artes, Alberto Aguilera, con 5.000 pesetas; el Ayuntamiento de Madrid, 2.000; la Sociedad Española de Amigos del Arte y otros muchos donativos de diversas cantidades, algunas muy modestas, y cartas de adhesión, demostraron el éxito de la iniciativa, llegándose a enviar delegados a los centros artísticos de toda España, entre ellos Blay, Benedito y Garnelo.
En su iniciativa, la Asociación de Pintores y Escultores expresaba que quería que «la empresa sea nacional y contribuyan a ella desde lo más elevado de la nación hasta los obreros y los niños de nuestras escuelas», según comenta Rafael Domenech el 22 de marzo en ABC, en un artículo titulado «Un caso de dignidad nacional».
Por su parte, Joaquín Sorolla, que presidía entonces la Asociación de Pintores y Escultores, publicó el 27 de marzo en El País una carta en que señala que «como buenos patriotas no debemos permanecer impasibles ante la desaparición de nuestras joyas artísticas, las cuales deben ir a enriquecer nuestros Museos, y nunca hemos de consentir que por un puñado de pesetas se nos arrebaten obras que son gloria del arte nacional».
Al día siguiente, el periodista y crítico de arte catalán Manuel Rodríguez Codolá, bajo el pseudónimo de «Siliceo», abordaba en La Vanguardia la cuestión de la suscripción popular y se planteaba si el caso de la tabla de Monforte podría servir al menos para mejorar la legislación y evitar así que otras obras de arte pudieran salir en el futuro de España.
La campaña fue un auténtico fracaso porque los intelectuales y artistas solo consiguieron recaudar 76.000 pesetas, muy lejos del más de un millón de pesetas que pagaban los alemanes. La escasa repercusión de tan cacareada campaña suscitó la crítica de Azorín: «Toda España puesta en conmoción, atronada a gritos, ¿no puede dar más que estas pesetas, en un asunto de honor nacional, como se ha dicho?» (La Vanguardia, 01-04-1913).
Ante las presiones del embajador de Alemania, el Gobierno cambia finalmente de postura y autoriza que el cuadro pueda salir de España. Los escolapios invirtieron el dinero recibido por la venta del cuadro en restaurar las techumbres del colegio, completar el magnífico claustro y ampliar la oferta educativa.
El 6 de noviembre la Gaceta de Madrid publica una disposición en la que se autoriza al Patronato de la Fundación del Colegio de Monforte para la venta del cuadro. Dos días después Faro de Vigo se hace eco en primera página de la polémica que ha suscitado en la capital la decisión del Gobierno.
El 17 de noviembre de 1913, la Junta Directiva de la AEPE, enterada de que el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes había autorizado su venta, tomó la decisión de devolver los importes que estaban depositados en el Banco de España, haciéndolo a través de dicho Banco o de la propia Asociación, y lo puso en conocimiento de los suscriptores por notas de prensa, agradeciendo a todos, particulares, entidades y medios informativos su colaboración.
Eduardo Chicharro aclarará casi veinticinco años más tarde en una entrevista, que llegaron a recogerse cinco millones de pesetas.
En diciembre de 1913, en el sigilo de la noche, un carro de bueyes cargado con heno se dirige a la estación de ferrocarril de Monforte. Oculto entre la carga, iba un embalaje de madera de considerables dimensiones.
Al día siguiente, bajo la custodia de dos parejas de la Guardia Civil, la misteriosa caja, de 147 cm. de alto por 242 de largo, viajó en tren hasta Vigo, donde dos días más tarde, el 20 de diciembre, embarcó en el vapor Cap Vilano rumbo a la ciudad alemana de Hamburgo.
Finalmente el cuadro fue vendido a Alemania por 1.262.800 pesetas. Al tratarse de una obra única, su precio en el mercado actual es difícil de calcular, pero superaría los 50 millones de euros.
El cuadro de Van der Goes viajó en 1919 de vuelta a Galicia a bordo de una fragata alemana… Bueno, no era el original sino una copia que los responsables del Museo de Berlín se habían comprometido a entregar a los Escolapios y que ahora ocupa el lugar del original en el colegio de Monforte.
El cuadro expuesto en el museo berlinés en la actualidad