Por Mª Dolores Barreda Pérez
Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes
de la Asociación Española de Pintores y Escultores
Luis Gil Fillol
Luis Gil Fillol fotografiado en su despacho
Luis Gil Fillol nació en Valencia, el 5 de enero de 1886. Hijo de Luis Gil y de Dolores Fillol.
Contrajo matrimonio con Mª Ángeles Leirana Montes (1897).
Hija adoptiva María Rosa Duce Leirana 24/2/1929.
Vivía en la calle Santa Clara, 10, 3º de Madrid.
Periodista en activo, miembro de la Asociación de la Prensa de Madrid, desempeñó su trabajo durante más de 50 años como redactor y redactor jefe en distintos medios de Madrid.
Desde 1910 en El Debate, pero también en El Mundo, La Tribuna, El Imparcial, Más y Ahora.
Asociado fundador del Montepío de Periodistas, se jubiló en 1963.
Fue uno de los críticos de arte que escribió con más inquina contra las vanguardias, sobre todo por el carácter internacionalista de esos movimientos, a los que calificó de corruptores.
Perteneció a la Junta Directiva de la Asociación de la Prensa de Madrid en 1920, como Vocal, bajo la presidencia de Miguel Moya Ojanguren.
En 1945 fue nombrado Vicepresidente del Patronato del Muso Nacional de Arte Moderno.
Escribió en la revista Arte Comercial (1946-1952), destacando la labor que llevó a cabo, ya que fue el primer hombre del periodo de la autarquía que exigió la profesionalización del diseño gráfico.
En dicha revista, además de tratar los temas más candentes de la actualidad comercial, dejaba lugar para esa otra parte de “cocinilla” que tuvo la profesión durante algunas décadas y que fue una manera eficiente para formar a los nuevos artistas comerciales.
Aleccionar con el ejemplo. A la crítica le correspondió explicar lo que estaba bien y lo que estaba mal.
Este quehacer lo abanderó Luis Gil Fillol, crítico que empleó las páginas de esta revista para verter las ideas más revulsivas y actuales, que no modernas, con respecto al arte comercial.
Sin embargo, en ocasiones los hechos hablan más que las palabras, y Luis Gil —hombre de ideas revolucionarias y conocedor de los movimientos artísticos más contemporáneos— participó como jurado en concursos que gozaron de cierta popularidad, porque generaron debates públicos coetáneos en los sectores profesionales, más por sus “fallos” que por sus aciertos.
Gil Fillol exigió con un tono casi amenazador, la vuelta a una crítica consciente, ante la “existencia de un arte elitista y destacado que necesita de una crítica que sea capaz de ofrecer un corpus argumental a las diferentes profesiones, sobre todo, a la emparentada con lo comercial e industrial. El arte llamado comercial no tiene crítica, o, mejor dicho, no tiene críticos en nuestro país. Por una de estas dos razones, o por las dos: por no perjudicar a terceras personas o por considerarlo arte inferior. Sin embargo, nosotros, que no creemos en la inferioridad (…) nos proponemos intentar esta clase de crítica”.
Gil Fillol apostó por una crítica sana, una crítica fría e inflexible pero serena y educada tanto en artes mayores como en artes “menores” porque, “el cartel, el anuncio en Prensa, el folleto, el escaparate, la exhibición, el decorado, la presentación de un producto, la campaña publicitaria y la propaganda de toda índole en su aspecto artístico, son para nosotros temas tan dignos como el cuadro, la escultura, el monumento, la composición musical, el libro o la obra escénica. Admitimos el nombre de artes menores que daban los griegos a las artes derivadas o industriales; pero no el de “inferiores” con que se ha pretendido rebajar todo lo que no sea el cuadro, la estatua, la sinfonía o la tragedia”.
Gil Fillol capitaneaba la sección de Crítica que apareció en cada uno de los números de la revista. Gozaba de una sección fija, y así, empleando las páginas de Arte Comercial, ayudó a muchos artistas comerciales y técnicos publicitarios.
Ofreció una primera base crítica para la profesión y un merecido reconocimiento a aquellos dibujantes e ilustradores comerciales de más prestigio, tanto del país como extranjeros.
El crítico tuvo una gran influencia en los sectores comerciales del momento, mostrando su predilección por la faceta artística del arte comercial.
Luis Gil, como crítico de arte, ensalzó el oficio artístico por encima de otras técnicas, reflejando el retroceso que vivía el sector comercial y publicitario a nivel visual y técnico. Si bien, publicaban en la revista obras de dibujantes e ilustradores de gran pulcritud y meticulosidad técnica, Gil Fillol se olvidaba de citar otras técnicas publicitarias que en las décadas anteriores a la guerra habían irrumpido en el sector comercial del país como la fotografía como técnica y el fotomontaje como recurso expresivo que ya habían sido tratados por algunas revistas con fines comerciales.
Salvo esta omisión, el arte comercial de la década de los cuarenta, y del círculo de profesionales en torno a la revista, se caracterizó por el uso reiterado del dibujo y de las técnicas artísticas tradicionales. De hecho, la primacía social del cartelista por encima de los que se dedicaban a otros soportes sigue aún vigente.
En 1943 fundó la galería de arte Sala Dardo, que posteriormente se conocería como Eureka, de Madrid. Dardo, que era al mismo tiempo una empresa publicitaria, estaba situada en el número 16 de la Gran Vía, y estaba dirigida por el que fuera subdirector del Museo de Arte Contemporáneo, Gil Fillol.
Luis Gil Fillol falleció en Madrid, el 13 de mayo de 1972, a los 86 años. su esposa había fallecido dos años antes.
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