Los últimos defensores del arte

Mª Dolores Barreda Pérez

Secretaria General

Secretaria Perpetua de la AEPE

Mientras nos tienen entretenidos con las elecciones, con la sequía, los pavorosos incendios, las danas, vamos, la gota fría de toda la vida, mientras asistimos impávidos a la rotura de la nación, del estado español y otros entretenimientos que a modo de caramelos nos lanzan los de arriba.

Mientras todo eso ocupa la vida y los comentarios a nuestro alrededor, no vemos lo verdaderamente importante; ni siquiera lo intuimos, pero el cambio del mundo tal y como lo conocemos, ya ha empezado a hacerse más visible, porque en realidad, son décadas las que ya viene haciéndose.

Al principio fue de manera más tímida y callada, pero a estas alturas del juego, ha perdido ya todo recato y se muestra, para quien quiera verla en su total desnudez, bajo la bandera del cambio climático.

La agenda 2030 lo denominan.

El mayor cambio tecnológico y financiero de todos los tiempos es ya una realidad. Se avecina pausada pero segura, avanzando de forma irremediable.

No hay vuelta atrás. Primero desaparecerá el dinero en efectivo; todo será digital, virtual, instantáneo, rápido, controlado, revisado, permitido, conocido y anotado por el estado a través de la tecnología blockchain. El Bizum ya reina en España con más de 24 millones de usuarios y 2.000 millones de operaciones.

Esto supone el fin de la privacidad del dinero, el fin de nuestro derecho fundamental a la privacidad.

Cuando la sociedad se dé cuenta de esto, ya será tarde, muy tarde, como ahora mismo ya lo es, porque como decía antes, ya no hay marcha atrás.

Acto seguido, tras perder el dinero en efectivo, se perderá la identidad, porque lo siguiente de la lista es la identidad digital; desaparecerá nuestro DNI, el permiso de conducir, tarjeta sanitaria… porque todo estará integrado en la misma plataforma digital.

Ese será el fin de nuestro derecho e identidad personales. El fin de nuestro derecho como  personas a preservar nuestra vida íntima, privada, familiar, profesional, política y social. Porque en el mismo momento en el que transgredamos alguna norma impuesta o compremos algo que no es lo indicado por el “gran hermano”, o difundamos opiniones contrarias a la agenda 2030, sencillamente, nos apagarán.

Apagarán nuestro dinero, nuestros carnets y tarjetas y simplemente, dejaremos de existir como personas, nos convertiremos en invisibles, perdiendo toda nuestra identidad.

Esto es aterrador. Pero lo más grave es que nadie parece darse cuenta de ello y que a nadie parece importarle, entretenidos como estamos en asuntos livianos y mediocres.

De esto no se habla. Se discute de la guerra de Ucrania, de besos no consentidos, de cambio climático, ecología y sostenibilidad, pero no de lo que en el tercer trimestre de este mismo año 2023 va a empezar a pasar.

Los anuncios de una desconexión digital en niños y adolescentes no tienen sentido si todo va a pasar por un móvil o una pantalla de ordenador. Ningún sentido si no podemos dar a nuestros hijos un solo euro en metálico por su cumpleaños, o la paga semanal, o por el ratoncito Pérez… avocándoles a llegar al móvil para recibirlo.

Perder nuestra identidad es volver a una nueva esclavitud, a la más salvaje e intolerable esclavitud que un ser humano pueda tener. Nos dividen de forma genérica por razas, por sexo, religiones, culturas, por clases sociales, por países, por idiomas, por ideologías, por equipos, por pacientes, por la brecha digital, por España vaciada, por lo que sea hasta llegar al odio. Nos dividen por lo que sea preciso hasta llegar a ser capaces de defender cualquier cosa menos a la persona, al ser humano.

Vivimos cómodos con el sistema, somos personas corrientes con aficiones, deportivas, culturales, artísticas, con sentimientos religiosos. Nos creen con una mente cerrada, idiotizados por la televisión y las redes sociales, asistiendo a la realidad de la actualidad como algo normal, sin cuestionar normas ni planes. Cumpliendo en el trabajo, con algunos momentos de placidez determinados por unas cortas vacaciones, un puente, una escapada, un fin de semana,  las copas de después del trabajo… Amamos y respetamos la naturaleza en su justa medida, a los animales, y sobre todo, creemos aún que el gobierno que nos rige, velará por nuestro bienestar.

Pero hay que despertar. Muchos ya lo estamos haciendo cada vez que nos preguntamos qué está pasando en esta sociedad en la que vivimos, con la pérdida total de valores, con la falta de educación imperante, con el egoísmo reinante que tiende al individualismo y a la pérdida de conciencia colectiva, contemplando un sistema social y de gobierno injusto y corrupto.

Algunos comenzamos a ser conscientes de que algo está mal a nuestro alrededor y consecuentemente, lo cuestionamos, intentando buscar información más allá de la que el que era el cuarto poder nos niega, en otras fuentes, en medios especializados, en expertos, a base de leer y contrastar noticias, opiniones y datos.

Gracias a la poca libertad de la que disponemos aún, controlada eso sí por las consultas realizadas en la red, entendemos que muchas cosas que nos dicen, no son ciertas, que muchas otras que nos dicen que son normales, no lo son, que se ocultan hechos históricos y además se tergiversan descaradamente, se siembra caos en la sociedad con pandemias, desastres y debates inútiles para tenernos ocupados y distraídos, para tenernos ignorantes y obedientes.

Todo está ya en marcha y el plan funciona.

Resistimos los pocos que echamos mano a leer, estudiar, a la ciencia, a la filosofía, a la historia, a la espiritualidad, al arte… justo todo aquello que han eliminado de los estudios de nuestros hijos para hacerlos serviles.

Y es que todo lo que ocurre a nuestro alrededor, en nuestras propias vidas, está ya programado y manipulado: la historia, la educación, las noticias, los medios de comunicación, la música, el arte… Todo.

¿El arte y la creatividad, también? Por supuesto.

La muerte de Sócrates , Jacques Louis David

 

La Inteligencia Artificial ya escribe por nosotros, ya crea imágenes por nosotros, por muy disparatadas que pueden parecer. Los NFT, el activo digital inimitable, ya arrasa en el mercado del arte y el coleccionismo. El arte digital, el new media art, el arte multimedia, interactivo y electrónico, ya convive con nosotros desde hace años, vendiéndonos la moto de que una exposición inmersiva es reveladora, cuando no se trata más que de un populismo barato que distorsiona obras maravillosas con mensajes truculentos. Es, en definitiva, un menosprecio del arte.

Decía Tomás Paredes en su disertación “¿Qué estamos haciendo con el arte?”, que “el arte hay que observarlo, contemplarlo, sentirlo, en ambiente adecuado. Y lo de estos recintos es una atmósfera centrocomercial para hacerse selfies y corretear sin tener conciencia de la obra que se exhibe porque no tiene nada que ver con ella… es la destrucción de la concepción de un autor en aras del espectáculo y el negocio, la confusión total entre cultura y espectáculo, la manipulación espuria. Es la aniquilación de lo que entendíamos por cultura a cambio de bastardía, ignorancia y estética tanatorio”.

Como vemos, el acto creador ya es suplido por la Inteligencia Artificial en cuanto a la pintura, y si hablamos de escultura, el escaneo o impresión en 3D, ya dan forma a cualquier objeto que se nos pueda ocurrir.

El arte, como decimos, ha perdido su esencia. No quiero entrar en el terreno de la rentabilidad porque deberíamos disertar sobre lo que es el valor y lo que es el precio de una obra. Y el dinero no puede ser nunca el árbitro de lo que es bueno o de lo que es arte. Esa es la auténtica perversión del arte.

Sin entrar en esos jardines, decía Mario Vargas Llosa que el “arte es un objeto material o mental compuesto por un ser humano y que puede cambiar el estado de ánimo de otros seres humanos”. De esta forma, es la carga emocional la que hace de nuestras creaciones una obra de arte, algo que la IA no podrá suplir, pese a que pueda llegar a despertar alguna emoción en ciertas personas. Por el momento, claro.

Por eso hago siempre referencia a que en arte, no todo vale. Y en la actualidad, mucho menos aún.

La libertad

 

La última visita que realicé a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, acudí a la sala de reproducciones, donde se pueden ver réplicas exactas de pinturas de Velázquez realizadas por alumnos de la Academia. Réplicas exactas, idénticas, formales, iguales. Pero al contemplarlas allí, todas juntas, sin embargo percibí una sensación muy rara, como de vacío, como de un hueco en el corazón que no me llenaba, que no me decía nada.

Miraba y miraba pensando qué podía ser. Contemplaba las obras sabiendo que algo faltaba. Porque no sentía la emoción que experimento en otras ocasiones cuando veo las pinturas originales en el Museo del Prado. Y al final llegué a la conclusión de que lo que ocurría era que a esas obras les faltaba el alma del artista original.

Por lo tanto, se puede crear una imagen exacta con IA, pero para que sea arte, se necesita ese ingrediente extra, yo diría extraordinario en verdad, que una máquina todavía no tiene: imaginación, discurso propio, mensaje, magia, arte…

Eso es lo que defendemos en la Asociación Española de Pintores y Escultores, por lo que nos hemos convertido en el último reducto del arte, en los guardianes de la magia y las emociones de los artistas.

En el arte actual tal y como nos lo están vendiendo, no queremos parecer ignorantes, por eso lo aceptamos y asumimos como algo establecido. Pero somos muchos los que pese a todo, no nos conformamos con ello, no comulgamos con los espectáculos y performances.

Nosotros creemos aún en los artistas, en esos seres divinos que encerrados en sus estudios, luchan a diario con sus miedos y libran quijotescas batallas en sus actos creativos.

Creemos en los que desechan un dibujo para comenzar otro desde nuevos planteamientos, creemos en los que modelan o tallan una piedra de la que extraen, a fuerza de tesón, vida.

Creemos en ellos y por eso seguimos aquí, 113 años después, luchando por ellos.

Somos el último bastión del arte, el último mohicano, el último gladiador que mantenemos la esencia creativa viva con nuestros certámenes y convocatorias.

Nuestra pasión es el arte y nuestra vida los artistas.

¿Nos ayudas?

Llevamos 113 años haciendo arte

113 años de pasión por el arte

113 años haciendo cultura en España

 

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