Por Mª Dolores Barreda Pérez
LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA
ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES
Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.
Pilar Calvo Rodero
CALVO RODERO, Pilar E 1949 1916 MADRID MADRID
Pilar Calvo Rodero trabajando en su estudio
Pilar Calvo Rodero nació en Madrid, en 1910.
Hija de María Anunciación Rodero Domínguez (1874-1961) y de Gaspar Cástor Calvo Rodero, quien fuera subdirector de Tabacalera en Madrid.
El matrimonio tuvo seis hijas y un hijo: Josefa, Carmen, Matilde, Rosalía, Isabel, Pilar y Rafael.
Todas las mujeres de la familia se convirtieron en destacadas profesionales de distintos campos.
Así, Isabel era maestra superior y socia de la Real Sociedad Española de Historia Natural, nombrada mecanógrafa-calculadora del Instituto Geográfico y Catastral; Matilde fue grabadora y encuadernadora, pintora cuya biografía tratamos en trabajos anteriores publicados en el libro “El círculo Benlliure”, de mi autoría; Rosalía trabajó como secretaria de una aseguradora.
La familia Calvo Rodero vivía en la calle Juan de Mena, número 16, muy próxima al Museo del Prado.
La desahogada situación económica de la familia permitió una esmerada educación y formación de las hijas, lo que denotaba la amplitud de miras del matrimonio.
Pilar mantuvo siempre una especial afinidad con su hermana Matilde, y ambas se formaron en el Liceo Femenino Francés y en el Instituto de San Isidro.
Comenzó después los estudios de delineante y aparejadora de obras, que no llegó a terminar a falta de cuatro asignaturas, ya que acabó sucumbiendo al mundo del arte.
Mujer sentada
Cabeza de muchacho
Niña sentada
Comenzó su primer trabajo como profesora en la Escuela Normal, maestra de la Sección Primera del Instituto-Escuela, donde impartió clases de dibujo y trabajos manuales, al tiempo que escribía puntualmente crónicas de moda y decoración que publicaba en distintas revistas de la época.
Casada con el doctor en derecho, crítico, escritor y director teatral Alfredo Marqueríe Mompín, pasaron la Guerra Civil en Tanger, donde él trabajaba en la agencia Sagitario y en el recientemente fundado diario España.
Pilar Calvo Rodero; su hija Diana, y Alfredo Marqueríe
Allí tuvieron lugar sus primeros tanteos con el modelado, que practicó como entretenimiento, de manera autodidacta, haciendo figuritas para su hija Diana.
De aquellos inicios en 1938 data la primera obra de la que se tiene constancia, la Niña de la comba, realizada en plastilina y que su hija conservaba en su habitación como vaciado en bronce con el que la artista quiso darle mayor perdurabilidad.
De vuelta a Madrid, sus estudios se desarrollaron por la vía privada bajo la tutela del escultor y socio de la AEPE, José Planes, de origen murciano, cuyas obras eran reconocidas ya con distintos premios nacionales, siendo de una figuración clasicista.
Fotografías del escaparate de su exposición de 1952
La artista además, ingresaría en 1942 en la Escuela de Bellas Artes.
Como resultado de aquellos años de formación plástica que se mantuvieron entre 1939 y 1941, Pilar Calvo Rodero comenzó a participar periódicamente en certámenes como el Salón de Otoño, organizado por la Asociación de Pintores y Escultores, en cuya primera edición ya había intervenido su hermana Matilde.
En 1951, el nombre de Pilar Calvo aparece en la nómina de los creadores que participaron en el homenaje a Daniel Vázquez Díaz organizado por el Museo Nacional de Arte Contemporáneo, compartiendo espacios con otros artistas como Eva Aggerholm, Menchu Gal, Aurora Lezcano, Salvador Dalí, Ángel Ferrant, Ricardo Baroja, Benjamín Palencia, Darío de Regoyos, y otros muchos socios de la AEPE.
Su primera exposición monográfica se inauguró en 1951, en el Instituto Internacional de Boston, situado en el número 8 de la calle Miguel Ángel de Madrid.
En la exposición, la escultora presentó diecisiete piezas en piedra, madera, barro cocido y escayola patinada, algunas dedicadas a la temática taurina. Se trataba de un asunto poco habitual para la tradición escultórica femenina, aunque a Calvo ese mundo le quedaba muy cercano, por ser su marido un destacado crítico taurino y aficionado.
La mayor parte de la prensa consideró que con esta estrategia la artista lograba un «estilo propio». Todas las obras de la exposición aparecían firmadas con su nombre de pila.
La exposición en el Instituto Internacional llamó poderosamente la atención de la prensa de la época “porque esta tarea escultórica individual y tan importante es rara entre la abundancia con que se prodigan las exposiciones personales de pintura».
José Francés dedicó a la artista una loa extensa que incidía en el aspecto más clasicista de su obra, mientras Mariano Tomás señalaba la capacidad de la escultora para crear volúmenes de formas sólidas.
La artista trabajando en su estudio
La escultora tenía claro su posicionamiento estético: «Rehúyo el clasicismo académico. Procuro llevar el impresionismo a la escultura», así como su opinión acerca de los movimientos artísticos del momento: «Acepto los “ismos” como un experimento y solo permitido en el camino de vuelta».
Pilar Calvo consiguió una estancia financiada por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia, que le permitió residir en París entre marzo y abril de 1952. Según justifica en la memoria de su solicitud, su objetivo principal era ponerse en contacto con las corrientes escultóricas francesas a través de visitas a museos y a talleres de artista.
Estas visitas y eventos constituyeron un excelente complemento a la formación de Calvo Rodero y le abrieron un mundo de referencias y posibilidades, dado que su educación hasta el momento se había limitado al taller de Planes.
Además, la artista aprovechó para exponer algunas de sus piezas en la Galerie d’Art Hispanique. Debido al peso de las esculturas finales en materiales nobles, Calvo Rodero llevó consigo seis piezas preparatorias de su serie dedicada a momentos de la lidia: Chicuelina, Citando de frente, Paseo natural, Verónica, De frente por detrás y Paso de rodillas. La exposición contó con buenas reseñas y gran apoyo del mundo artístico parisino, consagrando a Pilar como artista internacional, sellando el compromiso de la escultora con el tema de la tauromaquia, que sería central en el resto de sus exposiciones desde ese momento.
Según explicó en la memoria de su citada estancia parisina de 1952, la artista consagró buena parte de su tiempo y esfuerzo en la ciudad al estudio de la puesta en escena de distintas producciones teatrales estrenadas en esos meses.
Algunas obras del estudio de la artista
En 1952 participó en la muestra colectiva sobre temas taurinos que celebró la Galería Xagra de Madrid.
La Tercera Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1953
En 1954 expuso 19 piezas en el Nuevo Club de Tánger, ciudad en la que había residido, y en Madrid, en la Sala Estilo, logrando ese año además, una Tercera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes con la obra Desnudo de mujer.
En 1957 expuso junto con otros artistas en la muestra organizada por la revista Moncloa, publicada por el Colegio Mayor de La Moncloa, con ocasión de su primer aniversario. La muestra aunó obra de conocidos pintores, dibujantes, grabadores y escultores.
Además de desarrollar su faceta escultórica, Pilar Calvo Rodero dedicó buena parte de su trayectoria profesional al ámbito teatral, entrecruzando así dos disciplinas con comunes inquietudes y convergencias.
Desde joven, se interesó por el diseño de moda, el figurinismo y la escenografía y participó en distintas publicaciones que dedicaron sus páginas a estos temas. Así, en el diario España, colaboró en la página «La mujer y el hogar», firmando únicamente como Pilar, desde la fundación del periódico en octubre de 1938 hasta mayo de 1939.
Niña de la comba
Colaboraciones en las que ofrecía una crónica de moda, una receta y unas instrucciones para algún tipo de proyecto, como patrones de costura o indicaciones sobre la decoración y el orden de la casa, acompañados de unos estilizados y elegantes figurines que ilustraban sus reflexiones escritas sobre moda, ricas en detalles sobre los tipos de telas, bordados, motivos y decoraciones.
En 1954 el Museo Nacional del Teatro le encargó realizar un bronce de Azorín, dedicándose también al diseño de escenografía y figurinismo de numerosas producciones para los escenarios: «Soy ambientadora; esto da mucho trabajo. Hago apuntes para los bocetos de decorados, suelo hacer los figurines, busco el clima, las luces…».
Ya había realizado labores escenográficas en 1951, cuando varios bustos esculpidos por ella formaron parte de los decorados de la obra El ángel del milagro de Alejandro de Stefani, que se pudo ver en el Teatro Arriaga de Bilbao, encontrándose sus trabajos también en varias obras estrenadas en el Teatro Nacional María Guerrero, bajo la dirección de Gustavo Pérez Puig, tales como Una bomba llamada Abelardo, de Alfonso Paso Gil, Fin de siglo y Otoño de tres mil seis, de Agustín de Foxá.
Catálogo de la exposición Pilar Galerie d’Art Hispanique, avenida Kléber, 1952
A partir de entonces, el trabajo de Calvo Rodero en el diseño plástico para el teatro dio paso a una faceta oculta al público y ligada a la gestión y la producción escénica, cuando ocupó la secretaría de dirección del Teatro Popular Español.
Amparado por el Ministerio de Información y Turismo y bajo la dirección de Anastasio Alemán y José Antonio Valdés, se instaló en una carpa en la avenida de la Reina Victoria de Madrid, habilitada con más de un millar de localidades que buscaban acercar el repertorio teatral al público general con precios reducidos, con obras como La vida es sueño de Calderón o El enfermo imaginario de Molière.
El 31 de julio de 1974, el coche que conducía de camino a Valencia, tuvo un fatal accidente en el Puerto de Contreras, en la localidad conquense de Minglanilla, que se saldó con la muerte de Pilar Calvo Rodero y de su esposo, Alfredo Marqueríe.
Figurines de Pilar Calvo Rodero para La mujer y el hogar, revista España
Pilar Calvo Rodero y la AEPE
En el XIX Salón de Otoño de 1945, presentó una Cabeza de muchacho en madera y una Cabeza en escayola.
En el XXIII Salón de Otoño de 1949, escogió otro Desnudo en escayola.
En el XXIV Salón de Otoño de 1950, su pieza Niños, realizada en el mismo material, fue expuesta en la sala VIII.
En el XXV Salón de Otoño de 1952, la sala VI albergó su Mujer sentada y un Desnudo en escayola.
La producción de estas seis piezas, ninguna de ellas premiada, a lo largo de estos siete años en cuatro convocatorias del Salón evidencia así un interés por la figura humana, en sintonía con temáticas esperadas de una artista, como la infancia.
Realizando el busto de Azorín