Obras, artistas, socios, pequeñas historias…
Por Mª Dolores Barreda Pérez
Joaquín Bilbao Martínez
BILBAO MARTINEZ, Joaquín E 1910(F155) 1864 SEVILLA TOLEDO 30.ene.1934
Socio Fundador de la AEPE
Joaquín María Leopoldo Ceferino Juan Bautista del Gran Poder y de la Santísima Trinidad Bilbao Martínez nació en Sevilla el 27 de agosto de 1864.
Hermano del pintor y también Socio Fundador Gonzalo Bilbao, era el sexto hijo del tarifeño Leopoldo Bilbao Caballero y de la sevillana Joaquina Martínez.
La numerosa familia, que contaba con doce hijos, vivía acomodadamente gracias al trabajo del padre, abogado y propietario agrícola que en 1891 se presentó a las elecciones con el Partido Liberal Dinástico de Sevilla.
Joaquín empezó sus estudios en el Colegio San Alberto Magno, y los continuó en el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Sevilla.
Junto a su hermano Gonzalo, asistía además a clases de Dibujo y Acuarela del profesor Pedro Vega.
El escultor en 1901
En 1881, se matricula en la Facultad de Derecho de la antigua Universidad Literaria de Sevilla, terminando sus estudios en 1887, colegiándose en 1890 y comenzando a trabajar en el bufete de Manuel de Bedmar y Escudero.
En sus ratos libres, asistía al taller de pintura de su hermano Gonzalo, donde pintaba vasijas de barro que traían las señoras, pasando después a modelarlo y como encontró un enorme placer en esta disciplina, comenzó a trabajar en el taller de escultura de Antonio Susillo, abandonando la abogacía a los 29 años para dedicarse por completo a la escultura.
Participa en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1897 con la obra Sueño de amor, logrando una Medalla de Tercera Clase.
Un año más tarde presentó a la Exposición de Bellas Artes de Barcelona de 1898, la obra El sueño de la Virgen.
En 1900 presenta el Monumento a Antonio Cánovas del Castillo a la Exposición Universal de París, con la que logra la Tercera Medalla.
Otra imagen de la prensa de la época del escultor, en 1901
Resuelto a seguir aprendiendo, ese mismo año se traslada a París y allí estudiará en la Academias de Bellas Artes, haciendo continuos viajes de estudio por Bélgica y Holanda, donde admira la obra del pintor y escultor Constantin Meunier, así como por Alemania e Inglaterra.
Así descubre el mundo escultórico de Rodin, Dalou y la estética del Art Nouveau.
Estatua de Antonio Cánovas del Castillo, en Madrid y su monumento
En 1902 participó en el Salón de París con la obra El resultado de una huelga, recibiendo una Mención de Honor.
En 1902 fue nombrado Comendador Ordinario de la Orden Civil de Alfonso XII.
En 1904 regresa a su Sevilla natal, siendo nombrado por la Academia de Bellas Artes sevillana, como vocal de Escultura de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos.
En 1907 participará en la Exposición de Bellas Artes de París.
Joaquín Bilbao en 1912
En 1909 ejercerá de profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Toledo, donde fue conservador de la Casa Museo de El Greco.
En 1910 participó en la Exposición de México con las obras Gitanilla y Muchacha y torero y en la Exposición de Arte Español de Buenos Aires con la obra El último tributo, que le vale la Primera Medalla.
Su participación en las exposiciones que se realizaban en Sevilla fue continua a partir de entonces.
El beso materno
En 1912 participó en la Exposición Nacional con las obras Madre e hijo y Carmencita, obteniendo Segunda Medalla.
Entre 1914 y 1919 acogió como discípulo a Enrique Pérez Comendador, cuya biografía abordamos ya en otro número de esta revista.
Autorretrato
Desde 1924 una pertinaz dolencia que le privó de la vista, le apartó del mundo del arte que tanto amaba.
Diez años después, completamente ciego, fallecía en Sevilla, el 30 de enero de 1934, arrastrando siempre la coletilla de ser el hermano del autor de Las cigarreras, pese al enorme número de obras que realizó.
Tras su muerte, la familia donó a la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla, las obras escultóricas que guardaban, para su conservación y exhibición en el Museo Provincial de Bellas Artes, cumpliendo así la última voluntad del escultor.
Estatua funeraria del cardenal Marcelo Spínola (1912), capilla de los Dolores de la catedral de Sevilla
Académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando desde 1897, fue socio del Ateneo, al que pertenecía desde su fundación en 1887, siendo presidente de su sección de Bellas Artes, entre 1917 y 1919.
Dotado de un gran oficio, enfrentó con brillantez todos los géneros, desde la escultura conmemorativa a la religiosa, pasando por el retrato y el bajorrelieve, pero donde más cómodo se encontraba era en los trabajos de pequeño formato, resueltos con un exquisito virtuosismo en el que se concitan soluciones del pasado y de la renovación plástica del fin de siglo, que dan por resultado trabajos atractivos, gratos y modernos.
Por ello fueron los más demandados por su clientela privada y los que centraron su participación en los certámenes expositivos.
Desnudo femenino
En las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes mantuvo una presencia testimonial, con asistencia sólo a las de 1917 y 1926; por el contrario, a las Primaverales de Bellas Artes, organizadas por el Ateneo, casi nunca faltó. Estuvo presente en ellas desde 1897, pasando por las de 1900, 1904, 1905, 1906, 1910, y perseverando en las de 1916, 1917, 1918, 1922, 1924, 1925, 1926, 1929, hasta llegar a la de 1930.
No obstante, las creaciones que más relevancia le dieron fueron las de carácter público, en su gran mayoría vinculadas con el arte religioso. Entre ellas pueden reseñarse: en 1914, para la catedral hispalense, el retablo plateresco, con los relieves de la Dolorosa y de San Juan, en la capilla del Cristo de Maracaibo; en 1916, para la Hermandad hispalense de las Cigarreras, el miguelangelesco Cristo del Dolor; en 1919, para la iglesia de Cumbres Mayores, Huelva, la imagen de Nuestra Señora de los Dolores; en 1922, los cuatro sayones para el misterio de la Coronación de Espinas, de la Hermandad sevillana de la Coronación; también en 1922, la talla del Buen Pastor, para la iglesia sevillana del Sagrado Corazón; y con posterioridad a 1917, las 20 estatuas de la catedralicia portada de la Concepción, que fueron llevadas al tamaño y material definitivos, la terracota, por su colaborador Adolfo López, hacia 1924.
Cristo del Dolor Hermandad de Cigarreras de Sevilla y detalle
Como técnicas trabajó, además del bronce, el barro (en el que era un consumado experto), la porcelana biscuit, la madera o el mármol. Practicó también la pintura y el urbanismo, participando en la comisión para el embellecimiento de la Plaza de Triunfo.
Muy próximo al arte cristiano queda su mausoleo del cardenal Spínola, labrado en 1913 para la catedral de Sevilla, y hasta cierto punto su participación en el monumento sevillano a san Fernando, donde sólo hizo la figura ecuestre del soberano, ya que su proyecto fue sustituido por el del arquitecto Juan Talavera y Heredia.
Durante estos años sevillanos sus obras civiles son más extrañas, destacando la alegoría de las Artes en el monumento madrileño a Alfonso XII y el retrato de Alfonso XIII, en el Ayuntamiento de Sevilla.
Concluyó sus días con la satisfacción de ver cómo sus discípulos alcanzaban la fama, y entre ellos su predilecto, Enrique Pérez Comendador, pero también Vicente Rodríguez-Caso Giménez de Aragón, Agustín Sánchez-Cid y Agüero o Mauricio Tinoco Ortiz.
El monumento a Maese Rodrigo
Su carrera artística siempre estuvo oscurecida por la de su hermano, Gonzalo Bilbao, el mejor pintor impresionista sevillano del cambio de siglo.
Joaquín Bilbao procuró siempre impregnar su arte de un sentimiento profundo y de una identificación cordial con las pasiones cotidianas. En él no hay aparatosas concepciones, ni teatrales máquinas que tan lejos están de la riqueza decorativa, como de labrar surcos hondos en el corazón.
Apenas llegó a firmar ningún monumento y huyó siempre de esa vacuidad escultórica en la que se hacen alardes de ficticia grandiosidad y se recurre a manidos y rancios preceptismos simbólicos.
Joaquín Bilbao fue siempre un realista, un ligado a la vida cotidiana y así, todos los asuntos de sus estatuas o grupos escultóricos, expresan episodios y sentimientos observados por él directamente.
Estatua ecuestre del rey san Fernando en su monumento (1924). Sevilla, y detalle
Realizó obras en bronce destinadas a diferentes espacios públicos, como la estatua del Rey San Fernando de la Plaza nueva de Sevilla, integrada en un monumento diseñado por Juan Talavera y Heredia, la escultura en memoria de Antonio Cánovas del Castillo, de la Plaza del Senado de Madrid, Alegoría de las Artes, integrada en el monumento a Alfonso XII que se encuentra en el Parque del Retiro de Madrid, o la estatua de Maese Rodrigo Fernández de Santaella para la antigua Fábrica de Tabacos de Sevilla, hoy sede de la Universidad.
Alegoría de las Artes del Monumento a Alfonso XII en el parque del Retiro (1922). Madrid
Entre sus tallas en madera de tema religioso, podemos destacar un anterior Cristo atado a la Columna para la Hermandad de las Cigarreras de Sevilla, la Virgen de las Tres Avemarías para la Capillita de San José o las figuras de los cuatro sayones realizados en 1912 para la Hermandad de El Valle de la capital andaluza.
Otras obras importantes son el apostolado neogótico realizado para la terminación de la Puerta Grande o Puerta de la Asunción de la Catedral de Sevilla, y también para la Capilla de los Dolores de esta catedral, el sepulcro del Cardenal Marcelo Spínola, obra de 1906. Y para Cumbres Mayores, Huelva, la Virgen de la Soledad en mármol blanco arrodillada ante el sepulcro de José María Morón y Barrientos.
San Bartolomé
Gitana
Un rincón de su estudio. La Esfera, 1916
Muchacha holandesa
La niña del pato
Escena amorosa
La Virgen de las Tres Avemarías