Recordando… José Bueno Gimeno

Obras, artistas, socios, pequeñas historias…

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

José Bueno Gimeno

BUENO GIMENO, José            E    1910(N)    29.set.1884  ZARAGOZA     ROMA/ZARAGOZA/MADRID  1957

 

José Bueno en 1931

 

José Julio Bueno Gimeno nació en Zaragoza, el 26 de septiembre de 1884.

La familia contaba con nueve hermanos y según las crónicas familiares, estaba muy unida por el calor de los padres.

Como cualquier otro niño de su tiempo, acudió a la escuela en su localidad natal, donde una monja, superiora de La Caridad, descubrió las figuras que hacía ya cuando contaba apenas con diez años, y le introdujo en el estudio de Francisco Borja, quien tenía un taller de escultura religiosa.

Con trece años compaginó su asistencia al taller con los estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza, teniendo por profesores a Ricardo Magdalena y Carlos Palao y ya, a sus diecinueve años recibió de manos del Rey Alfonso XIII,  un premio del Ayuntamiento de Zaragoza, posiblemente por un “Busto del Tío Jorge”, en las fiestas del Pilar.

Un momento que supo aprovechar para solicitar al monarca una beca con la que acudir a la Academia Española de Bellas Artes de Roma, recibiendo al poco tiempo contestación de la Casa Real, en la que le comunicaban que no era posible debido al elevado número de plazas ya asignadas.

Pero con un futuro prometedor, en 1905, se traslada a Madrid y asiste a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y al estudio del también socio de la AEPE Aniceto Marinas. Afrontando severas penurias económicas, aprovechó bien esta etapa como sólida formación que sería la base de su futuro.

Monumento al rey Alfonso el batallador, inspirado en el famoso cuadro que Francisco Pradilla

Alfonso el Batallador de Francisco Pradilla

 

Años de estudio en los que compartía experiencias con otros escultores de su generación mientras aprendía a trabajar la piedra y el bronce.

En 1906 logra el Tercer Premio de la Exposición Nacional de Bellas Artes, Sección de Arte Decorativo e Industrial y una Mención de Honor en la Sección de Escultura.

En 1908 realiza algunos trabajos en la Colegiata de Santa María, de Calatayud, Zaragoza,  y en 1913 logra una pensión que le lleva a estudiar becado a Roma, donde permanecería durante cuatro años.

Allí vive intensas experiencias, viaja a París, Grecia y conoce en profundidad Italia, pero el estallido de la primera Guerra Mundial le hace regresar a España.

En 1918 se instala en Zaragoza, donde después de una exposición en el Centro Mercantil, presentada por el también socio de la AEPE Ignacio Zuloaga, se convierte en uno de los escultores más conocidos de la época, realizando un gran número de encargos oficiales y privados.

En 1918 se cumplía el octavo centenario de la conquista de Zaragoza a los musulmanes por Alfonso I, por lo que la ciudad decidió conmemorar tal efeméride levantando un gran monumento.

Salió un concurso público y fue un joven José Bueno casi recién regresado de Roma quien acabó ganándolo. Presentó dos proyectos, uno que comprendía una gran escultura en bronce del rey aragonés montado a caballo, que sería rechazado, una  obra de influencia italiana que podía haber supuesto la cima de su carrera. Y otro hecho en piedra, que sería el que finalmente se hizo, e inspirado en el famoso cuadro que Francisco Pradilla había pintado unos años antes en pleno apogeo del Romanticismo español.

Dos fotografías de José Bueno con su esposa, Hildegard Heimerle

 

La escultura que modeló José Bueno tenía seis metros y medio de altura, pero fue otro escultor quien haría el vaciado en escayola, y otro más quien lo esculpió en mármol de Carrara. El resultado es un gran monumento que es uno de los símbolos más famosos de la capital del Ebro.

Muy solicitado a partir de entonces para la realización de monumentos públicos, llevó a cabo una abundante producción escultórica en Zaragoza, donde destacan también el monumento a los hermanos Argensola, La mujer dormida, el busto al periodista Mariano de Cavia, el monumento en homenaje al rey Alfonso I el Batallador…

En 1922 logra la Segunda Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes por su obra Humanidad, que actualmente se encuentra en la Fosa Común del Cementerio de Torrero de Zaragoza.

En 1924, obtiene la Primera Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes por su obra “Exterminio”, uno de sus trabajos más importantes.

Monumento a los hermanos Argensola

Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1932, trabajo realizado junto al también socio de la AEPE,  José Ortells

 

En 1926 regresa a Madrid, e inicia un viaje que le lleva a distintas capitales europeas como París, Bruselas y Ámsterdam.

A principios de 1927 conocerá a la que será su esposa, Hildegard Heimerle, una estudiante de nacionalidad alemana que completaba sus estudios en Salamanca, hija del rector de la Universidad de Bonn y relacionada con la Bauhaus, aspecto muy interesante a la hora de precisar algunas influencias importantes en su escultura.

La Bauhaus fue fundada en Weimar en 1919, cuando Walter Gropius unió la Escuela Superior de Artes Plásticas con la de Artes y Oficios del gran ducado de Sajonia, Weimar-Eisenach. Esta institución antiacadémica, centro pedagógico y experimental de las artes, puede ser considerada como la primera escuela de diseño del mundo, aquella que funda las bases para el diseño moderno.

Luis Bueno Gimeno en la posguerra

 

Con encuentros esporádicos, coincidirán en París, conociendo especialmente la obra de Rodin, hasta que en 1931, contraen matrimonio en Madrid. Él contaba con 46 años, ella con 32.

Tras un viaje por Alemania, oposita a profesor de la Escuela de Artes y Oficios, consiguiendo una plaza en Madrid.

En 1934 nacerá su hijo Mario y dos años más tarde, su hija Margarita, pero a consecuencia del parto, fallece su esposa justo cuando ha estallado la guerra civil, quedando José viudo y al cargo de dos criaturas en unos momentos dramáticos para la familia.

Su hermana Adelaida le ayudará en esos difíciles años.

Tras la guerra civil, el trabajo más solicitado es la escultura religiosa, con la que consigue salir adelante, además de con su sueldo de profesor.

Proyecto de monumento del rey aragonés montado a caballo, que sería rechazado

 

Vinculado de nuevo a Zaragoza, en la que pasa los veranos en una torre que adquiere en el barrio de Casa-blanca, donde instalará su estudio, al mismo tiempo que atiende un pequeño huerto. Vuelve a recibir encargos, predominando la temática religiosa.

En 1949 termina una de sus obras más icónicas, El Jesús atado a la columna, que se convirtió también en todo un clásico de la Semana Santa zaragozana.

La obsesiva entrega a la docencia y al trabajo escultórico, no impide que mantenga amistad con un reducido grupo de artistas y críticos.

Durante la década de los 50 hasta su muerte, el escultor desarrolla una gran actividad.

Mujer dormida

 

Sus mayores esfuerzos se centraron en la realización de tres obras de carácter religioso y tamaño notable para la Semana Santa de Alcañiz.

En 1953 termina el “Cristo yacente”. Al año siguiente inicia un Cristo de gran tamaño y fuerte expresividad, “Nuestro Padre Jesús Crucificado”, terminado en 1955. El último encargo, “Nuestra Señora de la Lágrimas”, data de 1956 y es considerada una de sus últimas obras.

Jesús atado a la columna de la Iglesia de Santiago Mayor de Zaragoza

 

En 1954, al cumplir 70 años, se jubila como profesor. Ahora trabaja más relajado. No le faltan encargos, pero sus fuerzas están mermadas.

El 18 de mayo de 1958, tras unos días convaleciente, muere en su domicilio madrileño.

Ricardo Magdalena Tabuenca

Cabeza de mujer

 

En un principio, la obra de José Bueno se regiría por un academicismo siguiendo las tendencias neoclásicas de la época. Su estancia en Roma le descubriría el arte italiano que quedaría reflejado en las influencias del clasicismo en cuanto a técnica, y en la admiración de Miguel Ángel o Donatello, en la concepción expresiva de la obra.

A partir de 1927 descubre las vanguardias y sus obras son más libres, personales y antiacademicistas, derivando a un neocubismo y a una escultura más preocupada por el volumen y la geometría. Sus viajes a Europa le hicieron tomar conciencia de la libertad que el artista debe tener a la hora de expresarse.

A partir de 1940, su obra se centra en los encargos religiosos y oficiales que había de cumplir siguiendo los cánones establecidos, lo que no le impide conseguir una fuerza expresiva y tomarse algunas libertades que quedarían bien reflejadas en algunos monumentos, pasos procesionales, etc.

 

 

Esta última etapa y el recuerdo de la denegación oficial de su boceto para el “Batallador” obligándole a inspirarse en otras obras de Pradilla, le hicieron sentir un cierto resentimiento hacia el ambiente cultural y oficial de su tierra.

Entre sus obras, destacan las siguientes: “Norteña” (1934), fondo del Museo Contemporáneo de Arte Español; “Jesús atado a la columna” (1949), paso de la cofradía del mismo nombre; “La tarde” (1914); El busto de “La mujer dormida” (1918) colocada al principio del Paseo de la Constitución (antes Marina Moreno) conocida también en catálogos como “La Tarde”; el monumento a los “Hermanos Argensola”, en la plaza de San Pedro Nolasco; bustos a “Cavia” y a “Mefisto” (1921 y 1934) en la Plaza de Aragón; “Monumento a Costa” (1929) en Graus (Huesca), etc. Exceptuando la última, todas ellas en Zaragoza capital.

Monumento a Joaquín Costa

 

Su obra cumbre: Humanidad

La escultura no fue concebida como un monumento funerario, sino como una obra en la que el protagonismo está en el desnudo y en su excepcional tratamiento formal. El desnudo como pretexto, como modelo de proporción, como deseo de perfección.

En este Santo Entierro, el cuerpo de Cristo está a punto de ser introducido en un sarcófago, trasportado por José de Arimatea, que sujeta el cuerpo inerte por los brazos, mientras Nicodemo lo sostiene por las piernas.

José Bueno realizó esta obra en Italia en su último año de pensionado por el gobierno español en la Academia Española de Bellas Artes de Roma. El reglamento obligaba a realizar en el último año de estancia, un grupo original de dos o más figuras desnudas y de tamaño natural. El escultor resolvió este grupo en el mismo tamaño que tiene el monumento funerario que el autor tituló «Humanidad».

Transportado a España, participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1917, sin embargo el reglamento le impedía obtener premio alguno. José Francés, escribió un vehemente artículo en favor de la obra y de su autor con el rotundo título «La obra que debió ser primera medalla».

La idea de convertir la obra en un monumento funerario fue de Eugenio López Tudela, quién propuso fuera realizado por suscripción popular en la páginas de «Heraldo de Aragón» (23-5-1918), siendo apoyado por este diario. La prensa publicó en los días siguientes el listado de personas que contribuyeron y las cantidades donadas por cada uno. En el tiempo record de un mes se recaudaron 10.910,10 pesetas. La inauguración del monumento estaba prevista para el día 14 de junio de 1919, pero tuvo que aplazarse al día siguiente debido al mal tiempo. El acto fue grabado por las cámaras del realizador Antonio de P. Tramullas, en un valioso documento cinematográfico.

La influencia de los desnudos de Miguel Ángel no ofrece duda. La disposición de las cabezas invita a que el espectador rodee el conjunto, inabarcable desde un sola posición. La contraposición de las caras de los hombres de pie, sugiere un extraño dialogo interior con la muerte; no contemplan al hombre que van a inhumar, ni se miran entre sí. La escena irradia un hondo dramatismo, los personajes aparentan una tranquilidad cargada de tensión.

José Bueno dispuso el monumento sin pedestal alguno, siguiendo el modelo revolucionario propuesto por Rodin en 1895. En Zaragoza fue el primer monumento sin pedestal, lo que permite acercar la escultura y sus logros al espectador.

La obra es una de las esculturas españolas más notables de su tiempo dentro de un realismo renovado, y marca un hito en la producción del escultor aragonés.

 

José Bueno Gimeno y la AEPE

Socio de número, fue uno de los primeros miembros de la Asociación de Pintores y Escultores, apareciendo con domicilio en Madrid, en la calle Limón, 32, si bien no consta su participación en los Salones de Otoño.

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