Agradecida, emocionada y rodeada de artistas y amigos
El 14 de febrero de 2025, en la sede social de la AEPE, tuvo lugar el acto de imposición de la Medalla de Honor de la AEPE a la pintora y socia Soledad Fernández.
Presidió el acto José Gabriel Astudillo López, Presidente de la centenaria entidad, que hizo entrega del más alto reconocimiento que otorga la Asociación Española de Pintores y Escultores.
A su llegada, Soledad Fernández fue recibida por los miembros de la Junta Directiva que asistieron al acto, la Secretaria General y Secretaria Perpetua de la AEPE, Mª Dolores Barreda Pérez, Paloma Casado, Carmen Bonilla Carrasco, Fernando de Marta y Jesús Alcolea, estando también presentes Tomás Paredes, la Alcaldesa de Villalba, Mariola Vargas, su esposo, familiares y numerosos socios y amigos.
Abrió el acto con una reseña biográfica, la Secretaria General y Secretaria Perpetua de la AEPE, Mª Dolores Barreda Pérez, quien destacó el aspecto humano y personal de la medallada en una semblanza que reproducimos íntegra:
«SOLEDAD FERNÁNDEZ. EL ALMA DE LA PINTURA
Nace en Madrid… da igual en qué fecha porque en realidad estamos hablando de una adolescente…
Y aunque gata de nacimiento, pronto traslada su residencia a Collado Villalba, que es donde tienen la suerte de tenerla como vecina.
Su inquietud por el arte la lleva a estudiar en el taller del pintor de la escuela sevillana José Gutiérrez Valle.
Pero más allá del taller, acude con regularidad al Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde me ha contado alguna vez José Gabriel, acudían los artistas a dibujar modelos en vivo, que es sin duda la parte que más ha debido de marcar su trayectoria artística, ya que se adquiere una mano, como decís los pintores, difícilmente posible de lograr sin esa experiencia.
Tímidamente, comienza a presentar obras a certámenes y concursos
En los años 80, en plena movida madrileña, viaja a París, Roma, Londres y Venecia, donde aprende de los clásicos que tanta importancia tienen en su obra.
Y a contracorriente, cuando estaba tan de moda el paisaje urbano hiperrealista, decide dedicarse al cuerpo humano, al desnudo.
Esa decisión, tan acertada ahora que revisamos su obra, fue la que le proporcionó su seña de identidad y el estilo propio por el que hoy en día es reconocida, la que ha hecho de ella una pintora única y excepcional del desnudo femenino.
Pero decíamos que viaja por las capitales artísticas europeas, y este aprendizaje queda plasmado en las primeras exposiciones que realiza, hasta que en 1987 logra exhibir su obra en la Sammer Gallery de Londres, una prestigiosa casa que abrió sus puertas en 1975 y estaba especializada en arte orientalista.
Tras la experiencia británica, llegaron pronto otras muestras en Madrid, Barcelona, Zaragoza, Palma de Mallorca o El Escorial, así como su participación en importantes ferias nacionales e internacionales, como las de Washington, Chicago, Miami, Santander o Valencia.
Ese mismo año, obtiene el Primer Premio de Pintura Extranjera del XXIX Certamen Internacional Grolla d’Oro de Treviso, Venecia.
Dos años más tarde, logra el Primer Premio del VI Certamen del Premio de Pintura Durán.
Soledad tiene obra en importantes museos de Francia, Malta, Cádiz, Huesca y en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, aquí en Madrid.
De ella han escrito importantes críticos de arte, de esos que en realidad hacen crítica y conocen la trayectoria de un artista y sus desvelos e inquietudes, aunque poco puedan decir en realidad de su alma.
Soledad ha pasado muchas, muchísimas horas en el Museo del Prado. Como ella misma confiesa, sus pies siempre la han llevado hacia la obra de Rogier Van der Weyden. Hablamos de El Descendimiento, una pintura que hizo famoso a su autor por el naturalismo de sus detalles y el patetismo expresivo de sus personajes, a quienes logró dar vida e infundir el sufrimiento que tanto nos conmueve hoy en día y que imagino, tanto impresionó también a Soledad.
Y entonces, tuvo una idea brillante y genial: trasladar a la actualidad a aquellos personajes y que esa compasión y dolor que el cuadro transmite, represente el contenido social que cinco siglos después vivimos.
Si presidiera este homenaje algún miembro del gobierno de España, invitado como estaba y de quien no tenemos respuesta, sin duda hablaría del nuevo término que han inventado hace apenas dos semanas, otro nuevo eufemismo que anotar: el dolor social.
Pero no se trata del dolor social al que se refería el gobierno el otro día, sino del dolor de los familiares ante una víctima de accidente de trabajo, algo que por desgracia, aún es común en España y a veces, inevitable y fortuito.
Sin embargo, si el modelo nos estremece, también lo hace la versión de Soledad, que ha sabido reexperimentar las verdades espirituales de Van der Weyden.
Como ella misma cuenta, prepara sus telas personalmente, puesto que sus tramas le permiten conseguir unas texturas y transparencias que también pintan, y partiendo de su herencia clásica, su admiración por el realismo de Velázquez y de los pintores del siglo de oro, ha elegido el cuerpo humano como tema principal, como fuente de inspiración y como lenguaje con el que transmitir tantas y tan intensas emociones.
Sin embargo, sus obras están cargadas a la vez de un fuerte romanticismo, y también de un simbolismo prerrafaelista en el que los personajes se desnudan y donde los ropajes se incorporan como algo ajeno a los mismos, pero a la vez intrínseco y complejo.
La utilización del romanticismo y simbolismo que demuestra, nos presenta siempre una luz increíble en la que hay un dominio total de las sombras, lo que da como resultado, volúmenes, pliegues y ondulaciones imposibles de contener, en estudiadas sesiones que demuestran además, que Soledad es una incansable trabajadora.
Uno de sus temas favoritos es el desnudo femenino, cuya carnalidad afronta con unos colores maravillosos y una frescura traslúcida que los hace únicos por su armonía y sensibilidad.
De estilo delicado, sus mujeres son como ella, rezuman amor y cariño, respiran belleza y reflejan a una mujer hermosa de buenos sentimientos y grandeza de espíritu.
El resultado son obras de tremenda fuerza expresiva y creativa, de gran belleza y de mensaje, que transforma la materia en espíritu, y en las que laten unas pinceladas preciosistas y apasionadas.
Sus mujeres son, como digo, como ella, por eso las desnuda, para que veamos en todo momento su alma, más allá de su cuerpo, repleta de voluptuosidad y de naturalidad a la vez, repleta de belleza y calma, de amor y sosiego.
Soledad es conocida por ser una de las mejores pintoras realistas.
Citando alguna de esas críticas, especialmente elegida puesto que quien la ha hecho es el reconocido crítico Tomás Paredes, también como ahora ella, Medalla de Honor de la Asociación Española de Pintores y Escultores, “¿Qué determina la obra de Soledad Fernández?: la técnica, el concepto, la decisión de ahormar un mundo personal, que respira en sus formas y cromías. Su realismo, antes que representar, presenta, muestra la presencia del misterio y la emoción, aunados por su solercia técnica, por la dimensión que brota en cada pincelada, por la sensación de su impacto”.
La evolución en los temas es algo que la ha llevado a plasmar el cuerpo humano acompañado esta vez de telas de exuberante y vivo colorismo: me refiero a los mantones de Manila, que representa junto a manos de fuerza contenida, en ejercicios de auténtica maestría, ya que estas telas plantean una laboriosidad y dificultad extremas, tanto en hacerlas como en pintarlas.
Y también refleja su calma y sosiego en bodegones, en frutas retorcidas y ajadas muy del gusto de pintores de la escuela madrileña. Membrillos que hasta parece que podemos oler y coger en cuanto se descuide Soledad.
Sus manos, estas que tengo junto a mí ahora, pero también esas que pinta, suponen un lenguaje no verbal que son capaces de expresar los diversos afectos del ánimo y evidencian la estrecha relación entre la mano y la mente, pues la mano expresa lo que la mente piensa y lo que la artista siente, siendo capaz de reflejar la interioridad psíquica.
Pintar una mano es algo muy difícil. Visto como fragmento, tal y como lo utiliza ella, adquiere muchísima importancia, ya que por ella misma y sola, representa un todo.
Es una huella, un signo de identidad humana que remite a la propia artista.
Y a pesar de que se dice que pintar manos es de lo más difícil anatómicamente, yo creo que pintar manos que reflejan una historia, es lo más sublime en el arte.
Citando nuevamente a Tomás Paredes, “pocos han pintado como ella, con pulcritud y ductilidad, papeles envolviendo cuerpos… telas acariciando la figura humana… sabiendo dar calidad y calidez a la carnación, intimidad a las personas, vida a los objetos”…
Soledad está siempre rodeada de cariño, de personas a las que ama y que utiliza como modelos en sus obras. Por eso, las trata también con mucha ternura, y eso, que parece que no cuenta, se refleja en sus pinceladas, amorosas, primorosas y sabias.
Soledad es artista, pero también hija, hermana, madre y abuela. Lo hace todo, y todo bien… bueno, ya sabéis que las mujeres podemos hacer un montón de cosas a la vez…
Soledad es una pintora de versos que difumina con su pintura líricos trazos de belleza. Por eso, quiero terminar esta introducción a su vida y obra, con algunos versos de Eloy Sánchez Rosillo, que dicen así:
Tu obra es patrimonio
de cuantos quieran que les pertenezca.
Pero, además de compartir tan fértil
y tan bella heredad con los que la hacen suya,
yo fui también testigo de tu vida,
y eso sólo unos pocos lo hemos sido.
Ineludible obligación gustosa
y legítimo orgullo
mueven y moverán mi ánimo y mi lengua
al testimonio fiel.
Querida Soledad: como le gusta decir al Presidente, ya eras parte de esta gran familia de socios que componemos los miembros de la Asociación Española de Pintores y Escultores, pero hoy escribes además, una nueva página de honor en nuestra historia, que recordaremos mientras queden artistas que busquen aprender de quienes cultivan la belleza.
Gracias por tu arte, por tu ternura y tu cariño, que es lo que celebramos quienes tenemos el honor de conocerte.
Muchas gracias»
El Presidente dio entonces la palabra a la hermana de Soledad Fernández, que leyó unas notas de la artista, así como algunos pasajes de su autoría.
Tras su intervención, el Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, José Gabriel Astudillo López, exaltó las cualidades de la artista en un discurso que también reproducimos íntegro:
«Soledad Fernández es una gran artista. Pero es además amiga, compañera y maestra, una gran persona que ha logrado superarse en la conquista de la excelencia, haciendo de su trabajo una búsqueda de la belleza, la innovación y la creatividad.
Es quien ha dado esos maravillosos brochazos de color al paisaje, a veces gris, del mundo en que vivimos, haciendo del virtuosismo y de la temática femenina, un espacio exclusivo y especial que nos ha hecho admirar, emocionarnos y sentir muchas y muy variadas emociones y que se resumen en una máxima que es la creación de la belleza.
Este reconocimiento al mérito que hoy otorga la Asociación Española de Pintores y Escultores es también una invitación a detenerse en su biografía ejemplar, en esa parte inmutable de la vida que es la inquietud artística.
No hay más que mirar su rostro para descubrir la suma de facultades, afán y trabajo que representa y que hoy se concentra en esta humilde Sala Eduardo Chicharro.
Con su obra, en definitiva, ha contribuido a hacer de la inmensa familia de artistas que es esta casa, un lugar mejor para vivir y conectar con otros buscadores de belleza y creadores geniales, unidos por el amor común a las bellas artes.
Como bien ha hecho la Secretaria General al perfilar su biografía, porque así lo merecía al hablar de ella y de su obra, asumo el riesgo de que mis palabras no alcancen a reflejar el conjunto de razones por las que hoy le rendimos homenaje con la entrega de esta Medalla de Honor de la AEPE.
Las Bellas Artes requieren el impulso generoso y apasionado de los mecenas y de quienes trabajan en beneficio de la cultura sin esperar nada a cambio. De los museos e instituciones, de la sociedad en su conjunto, pero sobre todas esas cosas, precisan de los creadores, de los artistas que se estudiarán en los siglos futuros y que son los artistas de hoy, a quienes hay que reconocer su genialidad y maestría.
Su creatividad y su inspiración son garantía de que sus obras perdurarán, marcarán tendencias y serán recordadas y admiradas. Por eso distinguimos hoy a Soledad Fernández.
Su pintura es sinónimo de elegancia, de belleza, de distinción y de arte, pero también de tesón y esfuerzo.
Hoy distinguimos con la Medalla de Honor de la AEPE, no solo por las emocionantes obras que ha regalado a los amantes de la pintura durante décadas, sino también por haber sabido sobreponerse a las dificultades de encarar la madurez en este arte ahondando en su talento y redescubriendo su propia personalidad como pintora.
Soledad ha depositado la mayor de sus energías y todo su talento en sus obras, pero también ha puesto su energía en hacer brillar las obras de los demás, en aportar su sensato juicio en desvelar a futuros talentos y en distinguir las buenas obras de arte y el placer de conocerlas.
El impacto sensorial y sentimental de la belleza de sus obras pone de relieve su inmenso amor por la pintura, y el hecho de hacer de la figura femenina su tema predilecto solo nos viene a reafirmar en la especial sensibilidad que tiene su obra, en la fuerza cohesionadora de la misma, en la irrepetible identificación de sus trazos y en la genialidad de sus escenas, ricas en detalles y que al fin y al cabo solo presentan, el alma de la propia artista.
Te llamas Soledad y como puedes ver, no estás sola. Llevas muchos años dejando por ahí tu esencia y tu buen hacer y hoy hemos reunido aquí algunos trocitos nada más, que son los que te dispensamos en estos aplausos, devolviéndote el cariño que a diario nos has dispensado y que hoy recoges como una antítesis a tu nombre en forma de compañerismo.
Te llamas Soledad, pero ya ves que no estás sola, que nunca lo has estado porque has creado tantas obras, tantas mujeres hablando con sus gestos y sus silencios, que en cada nueva creación entablas un fascinante diálogo contigo misma y con el alma que infundes a cada una de ellas, nacida de tu propia alma y de tu propia esencia…
No te voy a llamar bruja Soledad, pero das vida a rostros y a cuerpos y los haces vivir ya por siempre en nuestra retina y eso para mí tiene un nombre: magia. Así que prefiero llamarte encantadora, maga, poeta del pincel, señora de los colores… la bruja del oeste de este Madrid que hoy se rinde a tus pies.
La página que hoy escribimos en la Asociación Española de Pintores y Escultores con la entrega de esta Medalla de Honor a Soledad Fernández, no ocupará la primera plana de ningún diario, pero puedo aseguraros que para esta casa constituye uno de sus capítulos fundamentales.
Su esfuerzo y su talento no caen en saco roto, porque nuestras vidas, como la de ella, entregadas a las Bellas Artes, son una enorme fuente de riqueza y fecundidad, de belleza para toda la sociedad, y además un gran orgullo para todos los socios de esta casa, para los artistas y para los amantes del arte y la cultura de todo el mundo.
Recibe Soledad esta Medalla de Honor y permítenos regocijarnos contigo y compartir tu triunfo y tu arte.
Muchas gracias«.
Tras estas palabras, el Presidente hizo entrega de la Medalla de Honor de la AEPE a Soledad Fernández, así como del Diploma acreditativo de la misma, mientras la concurrencia aplaudía cariñosamente a la artista, visiblemente emocionada, que no pudo evitar que se le empañaran los ojos.
Soledad Fernández también quiso agradecer el honor con palabras sentidas en las que expresó que estaba realmente emocionada y agradecida y que en la AEPE había encontrado una verdadera casa de los artistas en donde la hermandad y el arte van de la mano en el estupendo trabajo que están realizando para toda la sociedad española.
Después, la artista firmó en el Libro de Honor de la AEPE y una vez realizada la sesión de fotografías obligada, los asistentes pudieron felicitarla de forma personal y compartir una copa de vino español en otra velada inolvidable de la Asociación Española de Pintores y Escultores.