Recordando… Ignacio Pinazo Camarlench

Obras, artistas, socios, pequeñas historias…

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Ignacio Pinazo Camarlench

Como hemos visto en la biografía de las primeras artistas de la AEPE, dedicada a Marisa Pinazo, además de ella, su padre, José Pinazo Martínez, su abuelo, Ignacio Martínez Camarlench y su tío Ignacio Pinazo Martínez, fueron socios de la Asociación de Pintores y Escultores.

     Con este motivo, recuperamos también aquí su memoria, que de otra forma ya no podríamos recordar…

Autorretrato, 1895

 

PINAZO CAMARLENCH, Ignacio  P 1911(N)  11.ene.1849  GODELLA (V)  18.oct.1916 GODELLA (V)

 

Ignacio Pinazo Camarlench nació en Valencia, el 11 de enero de 1849. Fue el segundo hijo de una familia numerosa humilde, propietaria de un pequeño comercio, que residía a las afueras de Valencia.

Con tan sólo ocho años, quedó huérfano de madre, que falleció de cólera, en una de las pandemias que asolaban España en el siglo XIX, y obligado por la situación familiar, fue panadero, platero, sombrerero y pintor de abanicos y azulejos.

En 1865, inducido por su amigo José Miralles, para el que trabajó como aprendiz de dorador en su taller, asistió a clases nocturnas gratuitas en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. Durante seis años compaginó su trabajo de sombrerero con las lecciones impartidas por el pintor José Fernández Olmos en la Academia, mostrando grandes habilidades plásticas.

Autorretrato

 

En 1865 el cólera acabó también con la vida de su padre y de su madrastra, haciéndose cargo de Ignacio y sus hermanos su abuelo paterno, quien le facilitó un pequeño espacio en la casa para pintar.

Un segundo accésit en la clase de Dibujo al Natural y un primero en la de Composición, animaron al joven a dedicarse exclusivamente a la pintura.

Su primer encargo conocido fue el lienzo de Santa Mónica de 1871, que presentó bajo el título de La Caridad a la Exposición Regional de Barcelona de 1873.

Apunte

Las hijas del Cid

Bella herida por Cupido

Los últimos momentos de Jaime I el Conquistador

 

En 1871 consiguió la Medalla de Plata en la Exposición de la Sociedad de Amigos del País de Valencia, por una serie de estudios que le animaron a presentarse a una plaza de pensionado en Roma convocada por la Diputación Provincial, cuya prueba final fue el lienzo El Cardenal Adriano, que desaprobó el jurado, pero que sus amigos enviaron un año más tarde, a la Exposición de la Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia, donde mereció una Medalla de Plata Dorada, premio que le permitió emprender un viaje por su cuenta a Italia, acompañado de sus amigos el pintor José Miralles y el escultor Jerónimo Sunyol, entre 1872 y 1874.

En Roma conoció al maestro Fortuny, influencia que se vio reflejada rápidamente en sus primeras obras, y a Casto Plasencia, que estaba promoviendo una nueva concepción del género del paisaje y que tanta influencia tendría en España.

De regreso a Valencia, llamado por la quinta de Castelar, decidió continuar con su formación en la Academia de Acuarelas y pasó antes tres meses en Barcelona, junto con su amigo Juan Peyró.

De nuevo en Valencia volvió a optar por una plaza de pensionado en Roma, que consiguió con el cuadro Desembarco de Francisco I, rey de Francia, en el muelle de Valencia, inspirado en La Rendición de Breda de Velázquez.

Baco niño

Paisaje de Valencia

 

Poco antes de regresar a Italia, contrajo matrimonio con Teresa Martínez Monfort en Valencia, a quien retrató en numerosas ocasiones durante toda su carrera y fue una auténtica musa para muchas de sus obras.

En este segundo viaje a Italia, Ignacio Pinazo admiró profundamente a Hans Holbein, a quien llegó a considerar como maestro. Estudió a los clásicos, pintó obras de factura académica y entró en contacto con el grupo de los macchiaioli, representantes de la aportación italiana al realismo europeo, de los que asimiló la temática cotidiana y el gusto por el paisaje realista al plain air, y determinados procedimientos técnicos, como la pintura sobre tabla sin preparación previa.

Mostró interés por el retrato infantil, que aumentó tras el nacimiento en 1879 de su hijo José, que llegó a ocupar uno de los capítulos más interesantes de la producción del artista. Niños que fueron retratados como personajes mitológicos, bajo la forma de dioses, amorcillos, ninfas o querubines, cargados de gran simbolismo.

Dos de sus más conocidas obras son Baco niño, conocido también como El Fauno y un primer ensayo de pintura de historia como pensionado titulado Las hijas del Cid, que fueron expuestas en la Exposición de la Lonja de Valencia, y que fueron galardonadas con el Diploma de Medalla de Oro concedido por el Ayuntamiento.

Detalle, Carnaval en la Alameda

Juegos icarios

Apunte

Fotografía del artista en su estudio

 

En 1878 envió a la Diputación desde Roma, Don Jaime el Conquistador, moribundo, entregando la espada al infante don Pedro, continuando así la renovación del género de pintura de historia iniciada por Rosales, que envió también a la Exposición Nacional de 1881, donde fue galardonado con una Segunda Medalla y, seguidamente, adquirido por el Estado.

En España, Ignacio Pinazo siguió alternando los temas de historia, con la pintura de paisaje y con los retratos, especialmente infantiles.

Paralelamente, fue  nombrado profesor sustituto de Colorido por la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. El Ateneo Científico y Literario de Valencia le nombró presidente de su Sección de Bellas Artes.

Valencia sufrió en 1885 una epidemia de cólera que asoló la ciudad. La familia Pinazo se desplazó, a la finca “Villa María”, en Godella, donde comenzó un período de gran actividad y consolidación de su pintura.

Allí cerca se construyó una casa en 1895 que terminó siendo, años más tarde, su residencia habitual, y poco a poco fue desvinculándose de los ambientes artísticos e intelectuales, y aislándose, concentrándose de lleno en captar el encanto del pueblo valenciano en su vida cotidiana y recuperando su interés por el paisaje descubierto en Italia, retratos de factura impresionista, y numerosos pequeños lienzos y tablas en los que el pintor experimentó con la luz y el color de forma subjetiva.

Alfonso XIII

Alegoría de la Vendimia

Retrato de Teresa  Martínez Monfort, esposa del artista

Fallera

Desembarco de Francisco I en Valencia

 

En 1888 Pinazo presentó en la Exposición Universal de Barcelona el lienzo Pompas de jabón,  bajo el título La primera ilusión. Un año más tarde el artista obtuvo grandes éxitos como retratista y decorador de la alta sociedad valenciana.

Realizó varios proyectos decorativos tras los que se sucedieron grandes reconocimientos a su trayectoria, como su nombramiento, en 1894 de socio de mérito de la Sociedad Económica de Amigos del País de Alicante.

En la Exposición Nacional de Bellas Artes fue galardonado con la Medalla de Segunda Clase por el Retrato de Nicanor Picó, que envió junto con la obra Muchacha y Cupido fumando.

El 15 de marzo de 1896 fue elegido académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, para el que redactó un polémico discurso titulado De la ignorancia en el arte, que no fue publicado hasta dieciocho años después.

Medalla de Oro en la Nacional de 1897 por el Retrato de José María Mellado, fue la primera vez que se concedió un galardón de estas características a un retrato, en lugar de a una pintura de historia, como marcaba el gusto imperante.

En 1899 logra la Primera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid con el cuadro Lección de memoria, compartida con los también socios de la Asociación de Pintores y Escultores Luis Menéndez Pidal y Gonzalo Bilbao.

Cristo Yacente

El guardagujas

Pinazo pintando en Roma

 

Con el cambio de siglo, le llegaron una serie de encargos oficiales, de entre los cuales, el más importante fue el Retrato del Rey Alfonso XIII de cadete.

En 1903 fue nombrado académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y profesor auxiliar de Dibujo en la Escuela de Artes e Industrias de Madrid. Pero, aquejado por una salud muy débil debido a una fuerte pulmonía, regresó a Valencia instalándose en su residencia de Godella.

En 1909 obtuvo Diploma de Honor y la Medalla de Oro en la Exposición Regional Valenciana por los lienzos Muerte del Rey y Lección de memoria, mismo premio que recibió un año más tarde en la Exposición Nacional de Bellas Artes, celebrada excepcionalmente en Valencia.

En 1910, participó también en la muestra del Museo Municipal de Barcelona titulada Retratos y dibujos antiguos y modernos con un total de diecisiete obras.

En 1912 le fue concedida la Medalla de Honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes.

El Ayuntamiento de Godella le dio su nombre a la calle en la que estaba su casa y el de Valencia cambió el nombre de la antigua plaza del Picadero por la de plaza de Ignacio Pinazo.

En su residencia de Godella, falleció, a los setenta y siete años de edad, el 18 de octubre de 1916, a consecuencia de una bronquitis aguda. Toda la prensa de la ciudad se hizo eco del profundo sentir que produjo su fallecimiento.

Dos años más tarde, se levantó en su honor un monumento en el paraninfo de la Universidad valenciana y Gonzalez Martí publicó la primera monografía sobre su vida y su obra. La mayor colección pública de obras de Ignacio Pinazo se encuentra en el Instituto Valenciano de Arte Moderno, que posee más de cien cuadros y más de seiscientos dibujos.

Ignacio Pinazo Camarlench fue el pionero de la pintura moderna valenciana, representante del impresionismo español, cuando su estilo, polivalente y afín a diferentes registros artísticos, es difícil de inscribir dentro de una corriente artística determinada.

Perteneciente a la misma generación que Darío de Regoyos, Santiago Rusiñol, Aureliano de Beruete y Emilio Sala, fue un pintor avanzado e innovador que rompió con los esquemas tradicionales de género y abrió nuevas posibilidades para la pintura decimonónica.

Su modernidad radicó, principalmente, en su particular acercamiento a la realidad y en la manera de abordar con su pintura, su entorno más inmediato.

Anticipó aspectos de la pintura del siglo xx, tales como ese naturalismo que, por su estética del inacabado, se sitúa próximo a la abstracción.

 

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