El 25 de octubre se presenta el libro «Las Medallas de Honor»

Recopiladas por Mª Dolores Barreda Pérez, Secretaria General de la AEPE

Mª Dolores Barreda Pérez ha recopilado en un libro los últimos galardonados con la Medalla de Honor de la AEPE, bajo el título de LAS MEDALLAS DE HONOR de la Asociación Española de Pintores y Escultores.

Este libro representa la necesidad de dejar constancia tangible de las distinciones que la entidad ha dado en los últimos años, para que no se pierdan en el olvido.

El libro, no incluye los discursos de los medallados. Imposible recogerlos. Muchos no trajeron nada escrito, fue improvisado y no se ha logrado recoger sus palabras, a veces inconexas, a veces emocionadas… Pero sí se incluye su biografía, esa que va más allá de lo que en cualquier entrada de internet se puede encontrar.

Y por supuesto, las palabras solemnes de nuestro Presidente haciendo entrega del máximo galardón que una entidad puede conceder entre iguales de profesión, quizás por eso sean más sentidas y acogidas por quienes lo reciben.

Al acto de presentación asistirán quienes son motivo de nuestro orgullo, los galardonados con LAS MEDALLAS DE HONOR de la AEPE, o sus descendientes, puesto que algunos nos dejaron ya: Julio López, Tomás Paredes, Eduardo Naranjo, Juan Alcalde, Venancio Blanco, Rafael Canogar, Rafael Botí, Soledad Lorenzo, IES «José Mª Infante», José Luis Galicia y Paula Varona.

Contamos, además, con una portada maravillosa, obra de Alejandro Aguilar Soria, especialmente realizada para esta publicación.

 

Presentación del libro “LAS MEDALLAS DE HONOR”

Mª Dolores Barreda Pérez

Viernes 25 de octubre de 2024, 19 h.

Sede AEPE

C/ Infantas, 30, 2º drcha.

28004 Madrid

 

Recordando… José Maumejean y Lalane

Obras, artistas, socios, pequeñas historias…

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

José Maumejean y Lalane

MAUMEJEAN Y LALANE, José           P.A. 1910(F008)               POU (F)          MADRID

Socio Fundador

 

 

La familia Mauméjean eran artesanos franceses que durante tres generaciones fueron extendiendo sus obras y fábricas desde Pau, ciudad del sudoeste de Francia, hasta medio mundo, formando una empresa artística digna de estudio y admiración.

El creador de esta dinastía de vidrieros fue Jules Pierre Mauméjean, hijo y nieto de artistas pintores de loza, que con sólo 23 años, en 1860, abrió en Pau, un taller dedicado a fabricar vidrieras para iglesias y pinturas murales, entre otras ocupaciones.

Jules Pierre Maumejean

 

Completó su formación en Escuelas de Bellas Artes y talleres de Burdeos y París. Sus primeros encargos fueron trabajos realizados en iglesias y otros edificios del suroeste francés.

El aumento de peticiones trajo consigo que la familia fuera ampliando el negocio y abriendo nuevos talleres.

En 1868 Jules Mauméjean contrajo matrimonio con Marie Honorine Lalanne, con quien tuvo cinco hijos, todos nacidos en Pau: Joseph, Henri, León, Marie y Carl. Todos los hijos varones heredaron el oficio de su padre. Mientras Joseph, Henri y León trabajaron juntos, Carl trabajó en París, donde falleció en 1921.

El matrimonio Jules Mauméjean  y Marie Honorine Lalanne, con retratados con cuatro de sus cinco hijos,: Joseph, Henri, León, Marie y Carl

 

Joseph y Henri Mauméjean fueron los dos hijos que se establecieron en Madrid, y que con el tiempo castellanizaron sus nombres, siendo conocidos como José y Enrique Mauméjean, nombres que mantuvieron incluso en la esquela publicada tras su fallecimiento.

José (Joseph Jules) Mauméjean nació el 12 de abril de 1869, y su hermano Enrique (Jean Siméon Henri) Mauméjean el 10 de junio de 1871. Ambos se formaron con su padre, y estudiaron en la Escuela de Bellas Artes de París, así como en talleres de Nancy y Tours. Fueron discípulos de Jean-Baptiste Anglade, famoso vidriero, que en España realizó obras tales como parte de las vidrieras de San Jerónimo el Real entre 1881 y 1883.

Sobre la formación de los maestros vidrieros, conviene señalar que se denominaban pintores sobre vidrio, y que su aprendizaje en las escuelas de Bellas Artes era el mismo que recibían los pintores: dibujo, perspectiva, color, etc. Y es que los maestros vidrieros, además de saber pintar, debían ser buenos artesanos y dominar el manejo del vidrio.

Charles Maumejean

 

En 1893, Jules Pierre Mauméjean abrió un taller en Biarritz, donde realizó, entre otras obras, las vidrieras de la catedral y el ayuntamiento. Debido a su proximidad, pronto comenzó a recibir encargos del País Vasco y de Madrid.

La situación de los talleres de vidrio en España, exceptuando Cataluña, era muy precaria. Había muy pocos artesanos, e incluso el vidrio tenía que importarse. A finales del siglo XIX, se produce en España un resurgimiento de la utilización del vidrio, debido a restauraciones y obras nuevas de arquitectos que lo utilizan como elemento decorativo, y como nuevo elemento arquitectónico junto al hierro.

Se trata del art nouveau o modernismo, que junto con el art déco posterior, ofreció nuevas posibilidades artísticas a la utilización del vidrio, que adaptó y evolucionó su técnica y su diseño a las nuevas corrientes artísticas.

La llegada de la familia Mauméjean a Madrid se produce a fines del siglo XIX, al igual que otros talleres extranjeros que realizaron las primeras vidrieras modernas en Madrid: La casa Mayer de Munich, realizó los primeros vidrios del Banco de España en 1890, o la casa Dragant de Burdeos, en la Real Academia Española de la Lengua en 1893.

Jules Mauméjean apreció las grandes posibilidades que tenía la capital como promoción y futuro de sus actividades. Así, primero participó en la exposición Nacional de Bellas Artes de 1897, a la que presentó vidrieras, paneles cerámicos y objetos decorativos por los que recibió una Medalla de Tercera clase.

A diferencia de otras firmas extranjeras, los Mauméjean deciden instalarse en Madrid, aproximadamente desde 1897, primero en un taller provisional, hasta la apertura, en 1901, del taller del Paseo de la Castellana, cerca del Museo de Ciencias Naturales. Taller que ya codirigían José y Enrique Mauméjean, debido a la avanzada edad de su padre, que falleció en San Sebastián el 3 de mayo de 1909.

El tamaño y las diversas salas que tenía el taller, así como la especialización que tenían sus trabajadores nos indican la relevancia de esta fábrica. Más de 19 salas en las que aparecían diversos estudios para hacer los bocetos y cartones de las obras que luego se realizarían, los hornos para el vidrio, y otras salas que delatan un trabajo minucioso, como una biblioteca, archivo, laboratorio fotográfico o varios espacios para dibujantes.

Así, una misma vidriera podía pintarse por varios pintores, los había especializados en paisajes, motivos vegetales, vestidos… Generalmente los rostros y manos se reservaban a los mejores artistas. En 1905 José Mauméjean, creó «The Decorativ Art» una sociedad artística a semejanza de las existentes en Europa, que intentó unificar las novedades sobre diseño. Se trataba, según artículo publicado en “La Construcción Moderna” de dar un impulso renovador al taller y ofrecer un servicio multidisciplinar, con la participación de artistas españoles y extranjeros, en los que se ofrecerían de manera integradora, servicios de escultura, pintura decorativa, marmolistería, cerámica, esmalte, vidriería, bronces, tallas, cueros repujados o papeles pintados.

José Maumejean

 

La sociedad no prosperó y los Mauméjean se centraron en el vidrio y el mosaico. Posteriormente se abrieron otros talleres en San Sebastián, éste especialmente dedicado al mosaico, y en Barcelona. José trasladó su residencia a San Sebastián, viajando con regularidad a Madrid. Su hermano Enrique se mantuvo en la dirección del taller de Madrid hasta su fallecimiento en 1932, aunque desde 1930 residió junto a la fábrica de San Sebastián, en la calle Pedro Ogaña. A su vez, mantenían una fábrica en Hendaya con más de cien trabajadores, que tuvo que cerrar tras dos incendios en 1927 y 1936. Por su parte, su hermano Carl mantuvo el taller de París hasta su fallecimiento en 1952.

Tras la Guerra Civil, el taller madrileño del Paseo de la Castellana cambió de ubicación a la calle Zabaleta hasta hace pocos años, en que se hizo cargo de la firma el artesano Francisco Hernando Pascual, que trasladó el taller a Alcalá de Henares y realizó una gran donación de bocetos, cartones y obras de pequeño formato a la Fundación Centro Nacional del Vidrio. Una parte de estas obras se pueden contemplar en la sala dedicada a las vidrieras Mauméjean, en el Museo del Vidrio, en La Granja de San Ildefonso de Segovia.

La familia Mauméjean formó un gran multinacional del vidrio y el mosaico con un innumerable número de obras en España, Francia, Gran Bretaña, Grecia, Italia, Méjico, EEUU, Argentina, Guinea, Marruecos, Holanda, Suecia, Colombia, Chile, Venezuela, Cuba o Costa Rica.

Maumejean de San Sebastián

Maumejean en su establecimiento en Madrid

 

La casa Mauméjean fue el taller más importante que ha existido en España durante el siglo XX; era requerido para realizar nuevas vidrieras o restaurar las de una catedral gótica, para un edificio de viviendas o un edificio público racionalista, decó o historicista, con elementos neorrenacentistas o neobarrocos, que daba como consecuencia diversos tipos de artesanos según estilo y diferentes procesos de ejecución.

Si nos centramos en España, el mayor volumen de su obra se encuentra en Madrid. Sobre edificios religiosos destacan sus actuaciones en catedrales como las Burgos, Murcia, Sevilla, Vitoria o el palacio episcopal de Astorga, obra de Gaudí.

Las vidrieras de Mauméjean que se pueden ver en Madrid abarcan espacios emblemáticos como el Seminario Conciliar, Antigua sede de la Real Compañía Asturiana de Minas, Círculo de Bellas Artes, Palacio del Tribunal Supremo, la cripta de la Catedral de la Almudena, las iglesias de la Concepción, de Nuestra Señora de los Ángeles, la capilla del Colegio del Pilar, el Casino de Madrid, el Hotel Palace, capilla del Hospital de Jornaleros, iglesia de la Buena Dicha, capilla de la Necrópolis del Este, ampliación del Banco de España, el patio de cristales de la Casa de la Villa, el Casino Militar, la sede de la revista Blanco y Negro…

Pero también en capitales como la Diputación de Oviedo, el ayuntamiento de San Sebastián, el Palacio episcopal de Astorga, la casa Pérez Samanillo de Barcelona, la Caja de Ahorros de Sabadell, la Caja de Ahorros de Cataluña en Barcelona, y las vidrieras de grandes catedrales como las de Ávila, Burgos, Cádiz, Granada, Jaén, Murcia, Palencia, Pamplona, Salamanca, Segovia, Sevilla, Sigüenza, Vitoria…

Y otros grandes trabajos como los mosaicos con los que se decoró el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid, la cúpula de San Manuel y San Benito, la reconstrucción de parte de los mosaicos del siglo X de la Mezquita de Córdoba,…

Los hermanos Mauméjean, que obtuvo el título de proveedor oficial de la Casa Real, siempre intentaron producir sus encargos utilizando técnicas tradicionales como el emplomado, pero sin olvidar nuevos avances, como demostró utilizando técnicas como el Cloisonné.

Su producción fue muy amplia y heterogénea debido al número de años que trabajaron, abarcando desde lo clásico, pasando por el modernismo y art déco; y por los variados encargos que les hacían los arquitectos para edificios muy distintos, ya que ellos no elegían el estilo.

Las vidrieras historicistas solían situarse en edificios religiosos, las modernas en edificios civiles, y los motivos heráldicos para familias o edificios públicos.

Ofrecían a sus clientes bocetos de variada tipología: claraboyas, escudos y emblemas (heráldicos de segunda clase, comerciales y civiles), Santos, Cenefas, Grisallas, Faroles, Animales, Peces mar, paisajes color, flores y frutas. Mosaicos en vidrio. Escenas y figuras profanas y alegorías. Bocetos Luis XIV, adornos, simetrías, enladrillado y temas varios en gris.

La empresa tuvo varias denominaciones como La vidriera Artística, Mauméjean Frères, J. H. Mauméjean hermanos, hasta 1923 en que quedó constituida definitivamente en Madrid como Sociedad Mauméjean Hermanos de Vidriería Artística o simplemente Mauméjean Hnos. S.A.

El consejo de administración estaba constituido por los hermanos Mauméjean, Gabriel Benito de Larrea y el Socio Fundador de la AEPE, Mariano Benlliure. La sociedad estaba presidida por el arquitecto, José Yarnoz.

En sus primeros viajes a Madrid, José Mauméjean conoció a Augustine Jeanne Pastora Vic Ballartas-Rodríguez, hija de un empresario francés representante de los vidrios de Saint-Gobain y una aristócrata madrileña, con quien contrajo matrimonio el 20 de abril de 1898, y con quien tuvo tres hijos, José, fallecido a los nueve meses de nacer, Marie Augustine y Georges Henri que heredó el oficio de su padre, tíos y abuelos, convirtiéndose en un excelente pintor sobre vidrio en la fábrica de Hendaya. José vivió en San Sebastián, para estar más cerca de las fábricas francesas, muy afectadas por la primera Guerra Mundial. Años después, regresó a Pau, donde se casó en segundas nupcias con Paule Gabrielle de Chluda, sin tener descendencia.

Durante la segunda Guerra Mundial, José viajó a Marruecos, donde residía su hija Marie, quizás con la intención de abrir un nuevo taller. Algo que impidió la ya su avanzada edad.

José falleció el 16 de abril de 1952, en su domicilio de la calle Nueva de San Sebastián, a los 83 años, y todavía dirigiendo la fábrica de Madrid.

El declive de las vidrieras artísticas había comenzado en los años 50, cuando las nuevas tendencias racionalistas y funcionales, desdeñaban cualquier tipo de ornamentación en los edificios, buscando la máxima sencillez.

A lo largo de sus años de existencia, la Casa Mauméjean fue premiada en numerosas ocasiones, como reconocimiento a su labor en el campo del arte.

El fundador Jules Mauméjean recibió medallas del emperador Napoleón III en 1866 y 1869, además de ser nombrado proveedor oficial de la Casa Real española. Recibió primeras, segundas y terceras medallas en las exposiciones nacionales de Bellas Artes, en la sección de arte decorativo entre 1897 y 1907. Otros premios dignos de mención fueron en la Exposición internacional de Barcelona de 1929, y la Ibero-Americana de Sevilla de 1930. Fuera de España, obtuvieron premios en la Exposición de Artes Decorativas de París de 1925 y en la Exposición Colonial de la misma ciudad en 1931.

En el ámbito personal, José Mauméjean fue nombrado Caballero de la Legión de Honor de Francia, su máxima condecoración.

Enrique falleció 9 de noviembre de 1932.

Diversos anuncios aparecidos en la prensa de la época

 

José Maumejean y la AEPE

Como Socio Fundador de la AEPE, José Mauméjean ingresó en 1910, figurando como pintor y acuarelista.

Inscritos como Maumejean Hermanos, D.J.H., residen en Madrid, Castellana, 64, presentaron siete muestras diferentes de mosaicos al IV Salón de Otoño de 1923: Theodora, mosaico veneciano; Virgen bizantina; Ángeles bizantinos; Cabeza bizantina; Ángel de justicia, mosaico veneciano; Valenciana, mosaico veneciano y Cabeza bizantina, mosaico veneciano.

Cúpula de cristal Maumejean en el Patio de Cristales de la Casa de la Villa  de Madrid

Vidrieras de la Colección Maumejean. (Real Fábrica de Cristales)

Cúpula Casino Gran Vía

Puerta de los Hierros de la Catedral de Valencia

Cúpula de cristal del Hotel Palace de Madrid

Sala de Operaciones del Banco de España

Adoración de los pastores. Vitral de la Catedral de Sevilla

Cafetería California de Donostia–San Sebastián

Centro Cultural de los Ejércitos

Vidrieras del Banco de España

Angustias Escribano Contreras

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

Angustias Escribano Contreras

ESCRIBANO CONTRERAS, Angustias                  P   1932           GRANADA    FRAILES (Jaen) Carmen de las Flores (Frailes, Jaén)

 

Angustias Escribano Contreras nació en Granada, en 1909.

Hija de José Miguel Escribano Serrano, natural de Frailes (1879), médico oculista y de Concepción Contreras Soler, la familia vivía en la Gran Vía de Granada, número 44, si bien veraneaban en la villa natal del cabeza de familia.

Desde muy niña mostró aptitudes artísticas, estudiando idiomas como el inglés y francés.

Inicia también la carrera de piano en el Conservatorio Victoria Eugenia de Granada y toca con virtuosismo en un Steinway & Sons vertical que le había comprado su padre.

En 1925 viajará junto a sus padres a París, ciudad donde se quedará a vivir durante un año, aprendiendo contabilidad, mecanografía y taquigrafía.

La artista en París, con una amiga

 

Aprendió también a conducir automóviles, siendo casi con toda seguridad, la primera mujer en hacerlo en Granada.

A los 17 años, comenzó a recibir clases de pintura del también socio de la AEPE,  Ramón Carazo Martínez, granadino considerado como uno de los maestros del retrato español y del que fue avezada discípula.

Integrada así en el ambiente cultural granadino, traba amistad con Conchita García Lorca, hermana del poeta a quien llega a conocer y tratar, ampliando su formación intelectual.

Las visitas de Manuel de Falla a la consulta de su padre, le permiten conocer al compositor y mantener una amistad basada en los vínculos artísticos de ambos.

En una ocasión, Manuel mostró interés por un óleo que acaba de pintar y que Angustias le regala, pasando al domicilio de Falla en el Carmen de la Antequeruela.

Actualmente se encuentra expuesto en la Casa-Museo Manuel de Falla. Se trata de un bodegón cuya temática lo componen dos copas de cristal tallado y un pequeño jarrón, todo sobre un plato de cerámica.

A partir de 1927, Angustias participará en la mayoría de las Exposiciones Colectivas que se realizan en Granada, como las celebradas en el Centro Artístico Literario y Científico de Granada y en particular, las de los años 1927, 1928 y 1929.

En 1929 expone en la Regional de la Casa de los Tiros de la capital granadina.

Siguen otras en el Salón de Otoño de Madrid, Sevilla, Ciudad Real, etc.

La Unión de Bellas Artes y la Casa de la Cultura de Ciudad Real, promovieron en xxx una Exposición de Arte granadino en Ciudad Real, donde además de poesía y poetas como García Lorca, se exhibieron cuadros de distintos artistas entre los que figuraba Angustias.

Los principales periódicos y revistas locales de la época tales como: La Gaceta del Sur, Noticiero Granadino, La Publicidad, Granada Gráfica, y El Nacional editado en Madrid, y La Época publican numerosas reseñas de sus exposiciones y los críticos de arte elogian su obra pictórica.

Angustias en los años 50

 

En el año 1960, celebra su primera exposición en solitario donde da a conocer más de una treintena de óleos entre retratos, bodegones y paisajes. La crítica en el periódico Ideal del también artista Marino Antequera, dice: Se advierte una gran soltura de ejecución, cada vez más rica en todos sus matices, más intensamente coloreada con gran decisión en el toque que da a objetos y retratos presentados, verdadera categoría al arte.

En 1962 realizó una exposición de veintinueve obras en el Centro Artístico de Granada, de la que la crítica dijo que era una “excelente exposición con cuadros de bella factura y exacto colorido. Pintura netamente granadina. Nada de procedimientos modernos. Fidelísimos retratos; estudios y bodegones; porcelanas y flores… obra muy bien conseguida”.

A partir de entonces e ininterrumpidamente, continúa pintando hasta el año 1990 en el que una enfermedad ocular le obliga a abandonar definitivamente su actividad artística.

En diciembre de ese mismo año, una de sus obras se ofrecía en la subasta del Centro Artístico para la cabalgata de Reyes y el reparto de juguetes a niños de familias humildes.

Su extensa obra pictórica se encuentra representada en numerosas colecciones particulares y Casa Museo Manuel de Falla.

Relacionada con la tertulia del Rinconcillo, demostró una enorme especialidad técnica.

La pintura fue a la postre, la pasión y arte al que dedicó casi por completo durante toda su vida.

Fallece a la edad de 94 años, el día 22 de octubre de 2003, siendo la viuda de Valeriano Ureña Capilla.

Mujer de fuerte personalidad que amaba a Frailes y supo transmitir ese amor a sus hijos, que no olvidaron sus raíces.

Retrato de su madre

 

Angustias Escribano Contreras y la AEPE

Inscrita en la AEPE en 1932, participó en las siguientes exposiciones:

XII Salón de Otoño de 1932: Las dos hermanas

XIII Salón de Otoño de 1933: Merienda del zagal y Carmen

Retrato de su padre

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes de la AEPE: Antonio Méndez Casal

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes

de la Asociación Española de Pintores y Escultores

 

La Gaceta de Bellas Artes: 1934

La Gaceta de Bellas Artes era la única revista de arte con salida frecuente y periódica que se publicaba en España y logró un prestigio y un interés tal que de diversos países se nos pedían ejemplares y se solicitaban suscripciones y con frecuencia llegaban estimulantes cartas que nos alentaban a proseguir nuestra obra de editar la Gaceta de Bellas Artes.

Javier Tassara

Tras un año de búsqueda infructuosa, me doy por vencida.

Desconocemos todos los datos acerca de su persona, así como si era periodista, ya que tampoco figura en los registros de la Asociación de la Prensa.

En la Gaceta de Bellas Artes de la AEPE escribió una veintena de artículos entre 1926 y 1936, con críticas de arte de pintores como Pedro Casas Abarca, Genaro Ibáñez, Luis Gallardo, Esteban Doménech, Pedro Sánchez, Genaro Lahuerta, Vila Puig, los pintores asturianos, Margarita Sans Jordi, Valentín de Zubiaurre, Eliseo Meifrén, Marcial Moreno Pascual, Madelein Leroux, Enrique Pérez Comendador, María Nueve Iglesias Serna…

Artículos firmados por él se publicaron también en los periódicos de la época: La Voz, El Pensamiento alavés, La Hormiga de oro, La Vanguardia, El Diario de Córdoba y Sevilla, siendo colaborador habitual de la revista Metrópolis.

Y no pudiendo decir más de él, pasamos a otro de los redactores de la Gaceta.

Antonio Méndez Casal

Socio de Honor

Antonio Méndez Casal nació en Monforte de Lemos, Lugo, el 11 de febrero de 1883.

Hijo de Jacobo Méndez Alonso, natural de Beade, Ribadavia, comandante retirado de Infantería que tenía treinta años cuando nace su hijo, y en aquel momento ostentaba el grado de teniente destinado en Monforte. Fue presidente de la Federación Católica Agraria monfortina, siendo uno de los mayores contribuyentes de la localidad a comienzos del siglo pasado, donde fallece en el año 1935.

Su madre, Antonina Casal Fernández, y la hermana de esta, Balbina, casada con el prestigioso juez José Vieito, eran muy estimadas en la sociedad local de su época.

Antonina falleció en 1923.

Antonio realizó sus estudios primarios y secundarios en el colegio de los Padres Escolapios de su ciudad natal, obteniendo la licenciatura en Derecho en Santiago de Compostela en el año 1907.

Plumilla original de Antonio Méndez Casal

 

Desde joven había mostrado inquietudes artísticas, realizando dibujos y pinturas, algunos de los cuales han llegado hasta nuestros días.

Ejercerá después como profesional en el Cuerpo Jurídico Militar, donde alcanzó el grado de teniente, siendo destinado a Palma de Mallorca, Sevilla y Mahón.

En Sevilla, interesado como estaba por el dibujo, acudió al taller del pintor Manuel Alarcón, donde aprendió restauración y pintura.

En 1909 certificó la autoría del famoso cuadro La Adoración, de Van der Goes.

Altar donde se encontraba la obra original y que hoy exhibe una copia

 

En 1911 reorganizó junto a un grupo de vecinos, una sociedad llamada Monforte Sport Club, dedicada a “toda clase de concursos de sports y veladas”, practicando deportes como el fútbol. Con la refundación, Antonio Méndez Casal fue nombrado presidente honorífico.

En 1912 contrae matrimonio con Trinidad Usatorre y Ledo en la parroquia de A Régoa.

Las inquietudes artísticas demostradas desde niño hacen que vaya ampliando sus conocimientos de pintura y restauración, llegando a convertirse en un experto en autentificar obras de arte, llevando a cabo el catálogo de algunas colecciones relevantes de conocidas familias.

En 1931 es nombrado miembro de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando a petición de los socios de la AEPE Eduardo Chicharro, José María López Mezquita y Enrique Martínez-Cubells.

Fue además Vocal del Museo Naval, Vicepresidente del Patronato del Museo Nacional de Arte Moderno, de la Sociedad Española de Amigos del Arte, de la Junta de Iconografía Nacional, de la Unión Iberoamericana, Cruz Blanca del Mérito Naval y Presidente del Patronato del Museo de Preproducciones.

En 1937 su localidad natal, Monforte de Lemos, le dedica una calle.

Falleció en Madrid, el 13 de enero de 1940, de forma repentina, contando con 56 años. Dejaba mujer e hijo.

Sus coetáneos residentes en Madrid presentaron este escrito al Ayuntamiento: «No van transcurridos muchos días desde que gran número de los gallegos residentes en Madrid, y desde luego todos los monfortinos que habitamos en la capital de España, acompañábamos con dolor, hasta su última morada al que fue nuestro ilustre coetáneo don Antonio Méndez Casal, arrebatado a la vida cuando tan plenos y sazonados frutos cabía esperar de su talento singular, de su actividad incansable y de aquella cultura suya, tan amplia que abarcaba desde los albores del conocimiento».

El que fuera socio de la AEPE, Luis Pérez Bueno, lo describía así en su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando:

Antonio Méndez Casal tenía una gran sensibilidad artística; sus dotes de cultura especializada en el conocimiento de la pintura antigua y moderna, nacional y extranjera, hicieron que fuera consultado dentro y fuera de España como experto de reputación mundial.

Unía sabiduría y sensibilidad y fue uno de los más prestigiosos escritores que durante los últimos veinticinco años se significó en la crítica e historia del Arte y en conferencias, artículos, estudios y libros tuvo el mérito de saber difundir y ensalzar en la prensa los temas de Arte, en tal forma que uniendo la claridad con la amenidad, alcanzó la meta del escritor y periodista.

Méndez Casal sembró en sus obras el exacto sentid de la verdadera divulgación estética y con ello dio valor perdurable a sus trabajos.

Se publicaron artículos suyos en las revistas de Arte Español, Española de Arte, Ateneo de Menorca, Ilustración Española y Americana, Blanco y Negro, diario ABC… y colaboró en revistas extranjeras como Les Arts Anciens de Flandre, Pantheon, Dédalo, The Antiquarium, The Sun y The New York Times.

Concedió singular atención a la vida artística de principios del siglo XIX, cuando este afán era algo extraordinario, ya que los estudios de esta índole parecían detenidos en la figura de Goya. Méndez Casal, el erudito, el crítico, el romántico, fue con ellos generoso, les hizo revivir y por añadidura, analizó el romanticismo de algunos de sus cuadros. Así lo demostró en libros y folletos, como los dedicados a la Vida y obra de José María Galván, La vida y el arte de José Gutiérrez de la Vega y la de Jenaro Pérez Villaamil.

El problema del cromatismo luminoso en la obra de José Ribera, la paleta de Zurbarán, no superada en sobriedad por pintor alguno, la impecable corrección de Vicente López, como dibujante, motivaron agudos análisis y comentarios del crítico e historiador.

La Revista de la Sociedad Española de Amigos del Arte fue su favorita, ya que publicó algún trabajo en casi todos sus números. Su colaboración, que comenzó en 1917, continuó sin interrupción hasta el último número publicado en 1936.

Intervino en varias de sus Exposiciones, sobre todo en la de “Antecedentes, coincidencias e influencias de Goya” y dejó sin terminar, la redacción del prólogo del correspondiente catálogo ilustrado.

Falleció cuando la madurez de su talento y su labor crítica alcanzaban la plenitud, «dejándonos el imborrable recuerdo de su atrayente simpatía, ameno trato e intachable caballerosidad”.

Fotografía de Antonio Méndez Casal

 

Obras: Jenaro Pérez Villaamil; con F. Pérez-Dolz, Manual de batik;  Sociedad de Amigos del Arte: El retrato de niño en España y en la pintura española; Sociedad Española de Amigos del Arte: Exposición de obras del escultor Mateo Hernández; Vicente López, su vida, su obra, su tiempo: Catálogo de la exposición inaugurada en el Centro Escolar y Mercantil de Valencia el 17 de abril de 1926, y conferencia […]; La vida y la obra de José María Galván; Sociedad Española de Amigos el Arte: Antecedentes, coincidencias e influencias del arte de Goya: exposición 1932. Catálogo-guía […]; Exposición la España Romántica de David Roberts: 1832-1833; Un retrato inédito pintado por Fray Juan Bautista Mayno; Sociedad Española de Amigos del Arte: El pintor Alejandro de Loarte; “Pedro Cotto, pintor mallorquín del siglo XVII”, en Revista Española de Arte, n.º 5, 1935; “Arte chino en España, Madrid”, en ABC, 24 de marzo de 1935; “El Renacimiento italiano en España”, en P. Schubring, Arte del Renacimiento en Italia,(Historia del Arte Labor, 9).

Un desastre nacional del que se preocupó la AEPE

Antonio Méndez Casal, con un conocimiento profundo del Arte supo sacar a luz algunas joyas de arte que se guardaban en la ciudad del Cabe, entre las que figura el famoso cuadro de Van Der Goes, vendido al Museo del emperador Federico, de Berlín, y los dos del Greco que se exhiben en el Museo provincial de Lugo.

El episodio está considerado como uno de los mayores errores en gestión de arte de la historia española y una de las pérdidas museísticas más graves al margen de catástrofes y eventualidades.

En 1909, el superior de las Escuelas Pías que habían recibido en usufructo el Colegio del Cardenal conde se encontraba el cuadro La Adoración de los Reyes, expuso al patrono de la institución, el Jacobo Fitz James Stuart Falcó, duque de Alba, la falta de fondos para acometer unas reparaciones necesarias y la posibilidad de que la venta de la obra, valorada en unas 100.000 pesetas de la época, logre ese dinero.

La obra estaba situada en un altarcito oscuro a la izquierda de la nave, lleno de polvo y de lamparones de cera que había que admirar a la luz de una vela del que paseara por delante del mismo.
A simple vista, podía verse que pertenecía a la escuela flamenca más pura, siendo su autor desconocido. Alguien lo supuso de Rubens, con bastante desconocimiento de su factura y de sus obras; Murguia lo creía de Van Orley, pero parecía ser obra del célebre Meanding, quizás la mejor obra que salió de sus pinceles. En la daga que cuelga del cinto de un personaje se leen las palabras Pits Mloruc.

Estaba pintado en madera, no era pequeño, y por algunos sitios estaba saltada la pintura.

Enterado de la propuesta del duque, Antonio Méndez Casal, lavó y refrescó con gran acierto el cuadro, y procuró la visita de artistas holandeses para verlo y analizarlo, estimando en incalculable su valor real.

La comunidad poseía además un Greco, además de otros cuadros buenos y malos que adornaban las paredes del colegio, regalo del doctor D. Rodrigo de Castro, arzobispo de Sevilla.

Mientras, se aceleran las gestiones para su posible venta.

Lafora, un anticuario español ofrece por él 300.000 pesetas. Es la primera cifra. El inglés Walter Amstrong certifica que se trata de un Van der Goes muy notable. Dice disponer de un presupuesto de 10.000 libras y reconoce que el cuadro vale mucho más, así que se retira.

Sulley, otro inglés, y el profesor de la Universidad de Gante, George Hulin, suben la apuesta. Unos franceses llegan a las 40.000 libras, pero el asunto alcanza las fibras sensibles de los lectores.

El intermediario, Walter Gretor, ofrece 1.180.000 francos por el cuadro, pues su deseo es que se una a otro del mismo autor existente en la actual Gemäldegalerie de los Museos Nacionales de Berlín.

En complicidad con el Gobierno se intenta esconder la venta del público conocimiento, llegando a fingirse una falsa subasta pública en la sede madrileña de los Escolapios a la que solo acuden los alemanes.

Enterado el gobierno, prohíbe la salida del cuadro y ordena la retención e incautación del mismo.

El 21 de junio de 1910, La Vanguardia informa de que se había entregado al ministro de Instrucción Pública la documentación legal que parece probar el derecho del Estado a retener el cuadro de Van der Goes, así como de otros cuadros del colegio. Ese mismo día, el rector del colegio, padre Antonio Santonja, publica en ABC un extenso artículo en el que justifica la venta de la ya polémica tabla flamenca.

En medio de la disputa sobre si la propiedad del cuadro corresponde o no al Estado -se argumenta que los Escolapios solo lo tienen en usufructo-, entra en escena el conflicto diplomático con Alemania. La Vanguardia del 30 de junio informa de que el embajador de Alemania «ha entablado una queja diplomática, invitando al gobierno español a revocar la orden de su ministro, que estima extemporánea, y el ministro tiene custodiado el edificio del colegio de Monforte por fuerzas de la guardia civil, mientras se pertrecha de documentos con que hacer frente a las reclamaciones del gobierno alemán».

En un nuevo intento por salvar la situación, el Provincial de las Escuelas Pías se reúne en julio con el ministro Burell, pero éste mantiene su criterio en contra de que el cuadro salga del país y anuncia que no cambiará esa actitud «a no ser que lo determine una resolución del Tribunal de lo Contencioso».

Ante el giro de los acontecimientos, el 27 de julio de 1910 el duque de Alba revoca el permiso que había concedido a los escolapios. A partir de ese momento intenta eludir su responsabilidad y justifica la postura del Gobierno de impedir la venta. La situación va tensándose y tanto el ministro plenipotenciario alemán como el propio kaiser amenazan con una reclamación diplomática. El conflicto llega entonces a las Cortes y a la prensa. Durante 1911, algunos periódicos lanzan una campaña en la que intentan demostrar la nulidad de la venta, mientras que otros aprovechan el asunto para dar rienda suelta a su anticlericalismo más radical.

En la tribuna del Ateneo de Madrid, Niceto Oneca y César Barja argumentan que la venta del cuadro la prohibe el Concordato de España con la Santa Sede de 1859 y que va también en contra del derecho español vigente, pues los escolapios solo usufructúan el colegio «no son sus propietarios». Crece la indignación en algunos sectores y Barja llega a señalar, tajante, que «¡Hora es de que España deje de ser una bolsa de contratación y subasta de sus joyas».

El presidente del Consejo de Ministros, José Canalejas, se convierte en el principal defensor de la permanencia del cuadro en España. Pero las cosas cambiarán tras su asesinato en Madrid el 12 de noviembre de 1912. Romanones, el 9 de marzo de 1913 deja la puerta abierta a la venta del cuadro a Alemania. El día anterior, Faro de Vigo publicaba unas curiosas declaraciones de Romanones en las que negaba que el Gobierno autorizase la salida del cuadro, sino «que los patronos se entiendan con el comprador».

Aparecen entonces nuevas iniciativas para evitar la salida de la tabla, entre ellas la posibilidad de compensar al Gobierno alemán con obras menores de Velázquez, una propuesta del coleccionista y marchante José Lázaro Galdeano que sin embargo rechaza el patronato del Museo del Prado.

En 1913, la Asociación de Pintores y Escultores tuvo la idea de llevar a cabo una suscripción popular para su adquisición con destino al Museo del Prado.

La lista la encabezó nuestro Presidente, Joaquín Sorolla, al que siguieron los socios Benlliure, Garnelo, José Villegas, Menéndez Pidal, Muñoz Degraín, Aniceto Marinas, Miguel Blay,  Zuloaga, Emilia Pardo Bazán, los hermanos Álvarez Quintero, el Marqués de Urquijo, Conde de Pradera y la viuda de Beruete, con 1.000 pesetas cada uno; A. Beruete, con 2.000 pesetas y el Presidente del Círculo de Bellas Artes, Alberto Aguilera, con 5.000 pesetas; el Ayuntamiento de Madrid, 2.000; la Sociedad Española de Amigos del Arte y otros muchos donativos de diversas cantidades, algunas muy modestas, y cartas de adhesión, demostraron el éxito de la iniciativa, llegándose a enviar delegados a los centros artísticos de toda España, entre ellos Blay, Benedito y Garnelo.

En su iniciativa, la Asociación de Pintores y Escultores expresaba que quería que «la empresa sea nacional y contribuyan a ella desde lo más elevado de la nación hasta los obreros y los niños de nuestras escuelas», según comenta Rafael Domenech el 22 de marzo en ABC, en un artículo titulado «Un caso de dignidad nacional».

Por su parte, Joaquín Sorolla, que presidía entonces la Asociación de Pintores y Escultores, publicó el 27 de marzo en El País una carta en que señala que «como buenos patriotas no debemos permanecer impasibles ante la desaparición de nuestras joyas artísticas, las cuales deben ir a enriquecer nuestros Museos, y nunca hemos de consentir que por un puñado de pesetas se nos arrebaten obras que son gloria del arte nacional».

Al día siguiente, el periodista y crítico de arte catalán Manuel Rodríguez Codolá, bajo el pseudónimo de «Siliceo», abordaba en La Vanguardia la cuestión de la suscripción popular y se planteaba si el caso de la tabla de Monforte podría servir al menos para mejorar la legislación y evitar así que otras obras de arte pudieran salir en el futuro de España.

La campaña fue un auténtico fracaso porque los intelectuales y artistas solo consiguieron recaudar 76.000 pesetas, muy lejos del más de un millón de pesetas que pagaban los alemanes. La escasa repercusión de tan cacareada campaña suscitó la crítica de Azorín: «Toda España puesta en conmoción, atronada a gritos, ¿no puede dar más que estas pesetas, en un asunto de honor nacional, como se ha dicho?» (La Vanguardia, 01-04-1913).

Ante las presiones del embajador de Alemania, el Gobierno cambia finalmente de postura y autoriza que el cuadro pueda salir de España. Los escolapios invirtieron el dinero recibido por la venta del cuadro en restaurar las techumbres del colegio, completar el magnífico claustro y ampliar la oferta educativa.

El 6 de noviembre la Gaceta de Madrid publica una disposición en la que se autoriza al Patronato de la Fundación del Colegio de Monforte para la venta del cuadro. Dos días después Faro de Vigo se hace eco en primera página de la polémica que ha suscitado en la capital la decisión del Gobierno.

El 17 de noviembre de 1913, la Junta Directiva de la AEPE, enterada de que el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes había autorizado su venta, tomó la decisión de devolver los importes que estaban depositados en el Banco de España, haciéndolo a través de dicho Banco o de la propia Asociación, y lo puso en conocimiento de los suscriptores por notas de prensa, agradeciendo a todos, particulares, entidades y medios informativos su colaboración.

Eduardo Chicharro aclarará casi veinticinco años más tarde en una entrevista, que llegaron a recogerse cinco millones de pesetas.

En diciembre de 1913, en el sigilo de la noche, un carro de bueyes cargado con heno se dirige a la estación de ferrocarril de Monforte. Oculto entre la carga, iba un embalaje de madera de considerables dimensiones.

Al día siguiente, bajo la custodia de dos parejas de la Guardia Civil, la misteriosa caja, de 147 cm. de alto por 242 de largo, viajó en tren hasta Vigo, donde dos días más tarde, el 20 de diciembre, embarcó en el vapor Cap Vilano rumbo a la ciudad alemana de Hamburgo.

Finalmente el cuadro fue vendido a Alemania por 1.262.800 pesetas. Al tratarse de una obra única, su precio en el mercado actual es difícil de calcular, pero superaría los 50 millones de euros.

El cuadro de Van der Goes viajó en 1919 de vuelta a Galicia a bordo de una fragata alemana… Bueno, no era el original sino una copia que los responsables del Museo de Berlín se habían comprometido a entregar a los Escolapios y que ahora ocupa el lugar del original en el colegio de Monforte.

El cuadro expuesto en el museo berlinés en la actualidad

 

Publicadas las bases de la séptima edición de Solo Arte

Con fecha 30 de septiembre de 2024, el Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, José Gabriel Astudillo, y la Secretaria General de la AEPE, Mª Dolores Barreda Pérez, firman las bases que habrán de regir en la convocatoria de la séptima edición de Solo Arte, la convocatoria que admite todo tipo de arte, formato, estilos, técnica y temática libre (tradicional, digital,…), que se celebrará en enero de 2025, en la Sala de Exposiciones del Centro Cultural Dotacional Integrado de Arganzuela (C/ Canarias, 17. 28045 Madrid).

Solo Arte es una convocatoria más con la que la AEPE intenta ser el reflejo de los artistas en la actualidad, dando visibilidad y representando sus intereses e inquietudes en la creación artística, ofreciéndolo a la sociedad y al público como forma de comprender y difundir el arte de la pintura y la escultura.

Solo Arte pretende ser también una plataforma de experimentación, desafiando lo convencional en busca de los nuevos caminos por los que se mueve el arte más actual. Por eso admite todo tipo de arte, formato, estilos, técnica y temática libre (tradicional, digital,…).

Como en ocasiones anteriores, Solo Arte incluye las secciones de pintura (dibujo, grabado y acuarela) y escultura, siendo el tema y la técnica libres, y podrá concurrir al mismo cualquier artista de nacionalidad española y extranjeros residentes en España, pertenezcan o no a la AEPE, aunque a los Premios Honoríficos sólo podrán optar los asociados.

Las  obras  se  presentarán  únicamente  por  correo  electrónico a administración@apintoresyescultores.es  hasta el 5 de diciembre de 2024.

Se otorgarán los siguientes premios: la Medalla de Pintura Antonio Muñoz Degrain, la Medalla de Escultura Julio Antonio y las Menciones de Honor que el jurado estime oportunas.

Bases Solo Arte 2024

 

Solo Arte

 Asociación Española de Pintores y Escultores

VII edición

Centro Cultural Dotacional Integrado Arganzuela

C/ Canarias, 17

28045- Madrid

Metro: Palos de la Frontera (línea 3)

Cercanías Renfe: Delicias (líneas C1, C7, C10, Regional)

Horarios: Lunes a Viernes, de 10 a 13 h. y de 17 a 18:30 h.

 

Los antecedentes de la Asociación Española de Pintores y Escultores

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Los antecedentes de la Asociación Española de Pintores y Escultores

 

La fundación de la Asociación de Pintores y Escultores se fraguó según una idea original de Mariano Benlliure.

Desde muy joven, Benlliure estableció contacto profesional y personal con artistas nacionales y extranjeros, avalado por su personalidad abierta y franca y por la calidad de su trabajo.

Las buenas relaciones que mantenía con sus compañeros artistas, su afabilidad, y el deseo de agradar a la reina María Cristina, le hicieron aceptar en 1902, la dirección de la Real Academia de España en Roma, un nombramiento muy celebrado en el entorno artístico español, pero que se convirtió en un gran quebradero de cabeza para el escultor.

La vida en la Academia estaba rodeada de tareas burocráticas y se encontraba ahogada económicamente ante la desidia de Madrid. Sin dotación, con escasez de medios y sin sede propia, el apoyo institucional de España hacía la gestión desesperante y tediosa. Únicamente le motivaba ese contacto estrecho con los artistas.

Lo ingrato de la gestión y la desatención de sus asuntos propios, con encargos cada vez más numerosos por todo el mundo, le llevaron a presentar su renuncia irrevocable y elegante, “por motivos de salud”.

Y es que Benlliure siempre se esforzó a nivel personal y profesional, por dignificar la profesión artística.

Su peso en el mundo artístico español, su lucha, junto a la de Joaquín Sorolla, por construir en Valencia un local donde los artistas pudieran exponer, son solo un ejemplo de la gran preocupación en la que se implicó muy activamente a lo largo de toda su vida.

Fue un artista comprometido con la proyección del arte español y de sus artistas, interesado en el arte internacional, con un prestigio consolidado por su profesionalidad y con una lealtad total al orden y la responsabilidad.

Por eso en 1904, en el transcurso de un banquete celebrado en el Parque del Retiro, en honor de los artistas premiados en la Exposición Nacional de ese año, propuso ya la “formación de una Sociedad de Pintores y Escultores Españoles, aún residentes en el extranjero, con objeto de defender sus intereses materiales y artísticos,… fomentar todas las manifestaciones del Arte por medio de Exposiciones en España y en el extranjero, crear una Caja de socorros y pensiones… y la instalación de un salón permanente donde los individuos que pertenecieran a la Asociación pudiesen exponer sus obras, dando así mayores facilidades al público y a los artistas para la venta”.

Ideas bien acogidas por todos los presentes, y los ausentes cuando las conocieron, con unánime aplauso.

El estrecho contacto con sus compañeros, el haber compartido penurias en sus comienzos artísticos y conocer de primera mano las situaciones tan difíciles que vivían muchos artistas, le hicieron proponerlo.

Seguramente Mariano Benlliure ya llevaría tiempo pensando en esta posibilidad, sobre todo teniendo en cuenta que también mantenía contacto con otros compañeros artistas europeos, que se agrupaban y amparaban en sociedades artísticas que defendían sus derechos e intereses, por lo que la idea le rondaría la cabeza y con toda seguridad, hablaría de ella con sus compañeros de profesión.

De momento, en aquel banquete de 1904, la idea quedó lanzada sobre la mesa… y en 1906, ya hubo un tímido intento de llevar a cabo el digno propósito.

Desde el año 1905, quizás incluso desde el mismo momento de aquel banquete de 1904, los artistas manifestaban, comentaban y discutían acerca de la necesidad de defender sus intereses, de cambiar muchas cosas relacionadas con el arte, a nivel profesional y a nivel administrativo. Las pensiones, becas, premios y galardones, pero también las condiciones en que se encontraban las distintas salas donde el estado llevaba a cabo las exposiciones. En definitiva, una situación en la que España se encontraba en clara desventaja frente a otros países como Francia o Italia, en los que el estado protegía y cuidaba las bellas artes.

Había que hacer algo.

Mariano Benlliure había lanzado una propuesta para dar con una posible solución.

Durante el resto del año 1904 y 1905, la propuesta iría tomando forma, se iría perfilando, rondaría en las reuniones y estudios de los artistas, y algunos de ellos, más implicados y conscientes, más involucrados en la situación del arte español, quizás por conocer y contrastar esa situación con la de otros países, se pusieron manos a la obra.

La revista Arquitectura y construcción correspondiente al mes de enero de 1906 publicaba una noticia bajo el título de “Sociedad de Artistas”, en la que se recogía que “Desde hace tiempo se agita entre los pintores, escultores y arquitectos residentes en Madrid, la idea de asociarse para la defensa del arte y de los intereses que crea, no sólo en lo relativo a las Exposiciones y en general a las relaciones con el Estado, sino también para establecer, hasta donde sea posible, la distinción conveniente entre los profesionales de reputación sancionada por el público y la multitud que por descuido y falta de organización artística invade el campo del arte en perjuicio de los verdaderos artistas”…

Y es que a principios del mes de enero de 1906, trece artistas se reúnen con la firme determinación de crear una entidad “cuyo objeto será la de proteger los Intereses morales y materiales de los artistas que soliciten su ingreso en la Asociación, siendo condición para pertenecer a ella no ser socio efectivo ni honorario de ninguna otra Sociedad análoga”.

La reunión tiene lugar en el estudio del pintor, periodista y crítico de arte Alejandro Saint-Aubin y Bonnefon, y congrega a Antonio Muñoz Degrain, Aureliano de Beruete, Agustín Lhardy, Joaquín Sorolla, Ramón Casas, Manuel Ruiz Guerrero, José Moreno Carbonero, Enrique María Repullés y Vargas, Emilio Sala, José Villegas Cordero, Cecilio Pla y a Mariano Benlliure.

El primer paso, estaba dado ya.

LOS TRECE

Alejandro Saint-Aubin y Bonnefon

Antonio Muñoz Degrain

Aureliano de Beruete

Agustín Lhardy

Joaquín Sorolla

Ramón Casas

Manuel Ruiz Guerrero

José Moreno Carbonero

Enrique María Repullés y Vargas

Emilio Sala

José Villegas Cordero

Cecilio Pla y Gallardo

Mariano Benlliure

 

La inquietud de los artistas de principios de siglo así lo exigía de forma más clara. Se trataba de unir a todos aquellos que vivían del mundo del arte, pintores y escultores, fueran o no ya prestigiosos y reconocidos, y crear una “cooperativa y montepío artísticos, asunto de interés capital y generalísimo a que se ha consagrado la Asociación, y que proyecta realizar… para que encuentren amparo en tan benéficas instituciones cuantos del Arte viven, si bien a mi juicio, ¡oh dolor!, sean forzosamente necesarias algunas exclusiones”.

Bajo el nombre de Asociación de Artistas Españoles, se convoca a otra reunión a la que son invitados, además de los trece artistas mencionados, Francisco Pradilla y Agustín Querol, y de la que sale el reglamento de la nueva sociedad… y la protesta de algún concurrente.

Tras la reunión, en la que ni Pradilla ni Querol afirmaron, negaron o cuestionaron nada, comienza a correrse el rumor entre el resto de artistas, de que la sociedad ya ha comenzado a realizar algunas gestiones con los poderes públicos “para intervenir en alguna manifestación de interés general para el arte”.

Pero es entonces cuando otro grupo de artistas, enarbolando como excusa la supuesta protesta realizada por Pradilla y Querol, que oficialmente aún no habían dicho nada, recogen firmas con el propósito de que todos los artistas conozcan los hechos.

En sus escritos, que son enviados y publicados por la prensa del momento, destacan que “los demás pintores y escultores de reputación sancionada por el público que no hubieran asistido a la reunión, no extrañaron la iniciativa de sus compañeros,  pues reconocen la necesidad imperiosa de unirse en beneficio de los mutuos intereses y de los más sagrados del arte nacional”.

Según explicaban, lo que de verdad les molestaba era que esas quince personas, “por muy significadas que fueran, se atribuyeran la representación exclusiva del arte nacional en lo relativo a Exposiciones y a las relaciones con el Estado”…

Y aseguran que “Pradilla y Querol, interpretando rectamente la voluntad general de los profesionales, han rehusado atribuirse la representación que no tienen, y se han apartado de la naciente asociación”.

ARTISTAS DEL BANDO DE PRADILLA

Francisco Pradilla

Agustín Querol

Alejandro Ferrant

Eugenio Álvarez Dumont

Gonzalo Bilbao

Luis Menéndez Pidal

Salvador Viniegra

Francisco Maura

Martínez Cubells

Julio González Pola

Eduardo Barrón

Juan Vancells

Antonio Garrido

 

 

El cisma provocado fue mayúsculo en el sector artístico español, formándose como es tradicional ya en España, dos bandos que dividieron no sólo a los artistas, sino incluso a la opinión pública general y a los medios de comunicación, que veía en estas lides, una antesala de la polémica que prometía la Exposición Nacional de 1906, que en breve se inauguraría.

Los rumores y dimes y diretes hacen que Saint Aubin escriba una columna en El Heraldo de Madrid el 12 de marzo, en la que con cierta sorna, informa de que efectivamente, el grupo de fundadores se ha dirigido a los poderes públicos, específicamente al presidente del Consejo de ministros, para solicitar la repatriación de Gandarias, como un rasgo de compasión y fraternidad.

Y es que por esas fechas, se hablaba en el Congreso del caso del escultor Justo Gandarias, formado en París, premiado en la Universal de Viena de 1878, Medalla de Plata en la Exposición Universal de Barcelona, Gran Medalla de Honor en la Exposición Literario-artística madrileña de 1884, con dos Medallas de Segunda y una de Tercera clases, así como Diploma de Honor, en las Exposiciones Nacionales de España.

Gandarias se había ido a Guatemala a organizar y dirigir la Escuela de Bellas Artes, sufriendo allí todo tipo de atropellos, ya que al reclamar sus honorarios, no solo no fue atendido, sino que se le encarceló y obligó a barrer las calles de la población vistiendo el traje de presidiario.

El español se vio completamente abandonado por el representante de España en un momento tan crítico, teniendo que recurrir a solicitar apoyo a otra nación extranjera.

Tema candente en la opinión pública que con toda seguridad, dolería a los artistas reunidos, que comentarían el tema y las gestiones que por su cuenta y riesgo, intentaban del estado para lograr la repatriación del escultor.

En su escrito, Saint Aubin asegura que hay artistas que niegan que hayan firmado esa propuesta, “por no haberla firmado ni autorizado a nadie para extender el nombre”.

El 15 de marzo, noventa y seis pintores y escultores firmantes de la protesta, según informaba la prensa, se habían reunido en el estudio de Pradilla, donde leyeron unas cartas que habían cruzado la naciente asociación y el maestro aragonés, donde éste planteaba cuestiones de interés general artístico, tomando finalmente todos los firmantes la determinación de ingresar en bloque en el Círculo de Bellas Artes, que “acogerá con cariño todas las tendencias artísticas y será como un hogar artístico para los cultivadores de la pintura escultura y arquitectura sin excepción de categorías escuelas ni procedencias”.

Un día más tarde, Saint Aubin, en representación de la asociación y referente al “Pleito”, como así lo bautizó la prensa del momento, explicaba que hay un interés malsano por parte de algunos artistas firmantes de la protesta, en querer presentar a la naciente Asociación de  Artistas Españoles en guerra con el Círculo de Bellas Artes.

Desmentía en su escrito el fundamento de las protestas y la separación de Pradilla y Ferrant, porque ya no se vuelve a mencionar a Querol, de la Asociación de Artistas Españoles, que de manera injusta “enfrentaban a alumnos contra sus maestros, padre en el arte y hermanos en la familia muchos de los que la suscribieron personalmente”.

Negaba tajantemente la acusación de la suplantación de firmas y aseguraba que la entrada en el Círculo de Bellas Artes de los firmantes, no les suponía beneficio alguno, ya que los cientos de personas del Círculo, “no son pintores ni escultores o arquitectos y grabadores, y tienen en sus manos, por fuerza del número, una influencia decisiva en asuntos de arte. A tal situación se someten los mencionados artistas, en tanto que los de la nueva Asociación se lanzan por los derroteros de la independencia con medios humildes, tal vez de pobreza, pero con espíritu levantado, y sin que nadie pueda juzgar que en su empresa, seria y meditada, se trata el Arte como cosa de juego”…

Y finalizaba Saint Aubin recordando que “los que airadamente protestaban en la pasada Exposición por la concesión de alguna medalla, están estrechamente unidos con los que las concedieron y enfrente de los que las negaron”.

Es decir, que aquí ya entraban en juego las disputas personales que los artistas pudieran mantener con otros compañeros de profesión, las amistades, los favores y las animadversiones que en todos los campos de la vida existen, pero no se trataba en realidad y únicamente, de la nueva asociación, sino que la situación endémica venía de hacía tiempo.

El “Pleito” continuaba resonando día a día en la prensa, que se limitaba a publicar los escritos de los artistas que protestaban, hasta que algún que otro periódico terminaba comentando que “¿No sería más lógica una perfecta unión entre todos los artistas españoles? ¿Qué fuerza tendrán las Asociaciones creadas por los artistas para defenderle si entre ellos mismos se atacan? Y si no quieren unirse todos, defiéndanse los artistas individualmente, pero nunca por grupos que no logren más fin práctico que las discordias entre los artistas y el tiempo perdido en las discusiones. Los artistas deben defenderse con obras: así se lucha. La Exposición está próxima: vayan a ella los artistas y demuestren allí su mérito en sus logros. Déjense las discusiones para los políticos, que no tienen otras cosas que hacer”.

Una semana más tarde, nuevamente los firmantes de la protesta dirigen escritos a los medios en los que incluyen las cartas que a estos artistas les han hecho llegar Pradilla y Alejandro Ferrant. Pradilla argumenta que se ha separado de la nueva asociación por “no estar de acuerdo con el reglamento sobre la base de socios fundadores en número limitado e irreemplazable y socios de número… y que ha conocido la noticia de que el reglamento ya se ha sometido a la aprobación del gobierno, quedando constituida la asociación a los 16 socios fundadores irreemplazables”… y que si la misma “persistía en sus propósitos de intervención en asuntos generales propios de la entera colectividad artística sin existir representación o mandato de la misma, se vería precisado a retirarse de la Asociación”. Agradecía por último, el compañerismo demostrado por los firmantes y su adhesión, lo que le obligaba a explicar su postura.

Pero todo ello, lo hacía una semana después de que se publicara la protesta.

Por su parte, Alejandro Ferrant explicaba que su intención era haber invitado a todos los artistas a la asociación, pero al ver que los socios fundadores eran los que eran y no eran más que esos, desistió de su idea inicial de asociarse y descargar así su conciencia.

Después, el mundo artístico volvió con los dimes y diretes, con las especulaciones, falsos testimonios respecto a las firmas que maliciosamente se habían omitido, cuando en realidad eran problemas de transcripción de ciertos apellidos, y malentendidos provocados por el acaloramiento del “Pleito”.

El mismo día de la publicación del escrito anterior, Saint Aubin contestaba, imaginamos que en la edición de la tarde, por la que sabemos que el Presidente de turno de la Asociación de Artistas Españoles era Aureliano de Beruete. Argumenta Saint Aubin que según manifiesta Pradilla, debía esperarse a que todos los artistas estuvieran de acuerdo para tomar una iniciativa de ese calibre, y que de ser así… “podremos esperar sentaditos a la consumación de los siglos”. Para los miembros de la naciente asociación, es ilógico pensar que no pueda llevarse a cabo una iniciativa que beneficia al arte y a los artistas por no contar con la aquiescencia de toda la profesión, porque llegaríamos a situaciones en las que “Queda prohibido por la ley a todo periodista ocuparse en materia de Arte sin previa autorización de todos los artistas, con el Sr. Pradilla al frente. No podrá alzar su voz en el Parlamento ningún soñador o diputado para tratar asuntos de Arte sin consentimiento de los artistas. Ningún publicista escribirá libros de Arte sin permiso de los artistas”…

Es lógico pensar que los fundadores quisieran lograr el beneplácito y visto bueno de la profesión artística, pero bien es sabido que como en cualquier otro ámbito, nunca llueve a gusto de todos y siempre habrá alguien a quien no le acomode un punto u otro, o no esté de acuerdo con ciertas exigencias o actuaciones.

No se puede dar gusto a todos. Eso lo vemos incluso a día de hoy. Casi dos años después de que Benlliure planteara esta asociación de artistas, lo que quedaba claro es que si no lo hacían los que no dejaban de darle vueltas al asunto, nadie más lo haría, como así sucedió.

El 27 de marzo, los fundadores de la Asociación de Artistas Españoles remitían un escrito a El Liberal en el que declaraban que los rumores que se vienen haciendo acerca de las gestiones con los poderes públicos, no son ciertos, igual que otros muchos que se vienen difundiendo y que “no merecían contestación”. Les resulta incomprensible que Pradilla asistiera a las reuniones de la asociación, aceptara que el reglamento exigiera la renuncia de ser socios honorarios del Círculo de Bellas Artes, pero él mismo no lo hiciera, y que afirmara después que la asociación debió cambiar repentinamente de propósito en su constitución, mientras que en la reunión preparatoria nada dijo ni manifestó, como publicó después de cinco días, sin hacer en el momento observación alguna.

Desvelan los fundadores de la Asociación que lo que sí hizo Pradilla fue expresar que “debíamos llamar para compartir nuestras tareas, no a todos los artistas españoles, como manifiesta en su carta de EL LIBERAL, sino a uno tan solo de ellos, amigo y compañero nuestro muy respetable, pero cuyo ingreso en la Sociedad hubiera obligado a dar cabida en ella a otros no menos dignos de consideración y de méritos análogos al artista indicado preferentemente por el Sr. Pradilla, lo cual desnaturalizaba nuestro definitivo propósito de no ampliar el número de los asociados”.

Y ya puestos a reprochar, recuerdan al Sr. Pradilla que “el himno que canta al final de su carta de la unión de los artistas españoles, se armoniza mal con su conducta en este asunto, pues ella ha producido la escisión más honda y la división más completa entre los que nosotros tratábamos de unir con lazos de amistad”.

Unos días más tarde, Pradilla contesta en El Liberal que “la cuestión sustancial no es más que una: “Que los señores que iniciaron la citada Asociación lo hacían con el propósito de entender en asuntos de Arte y de los Intereses que crea. Para lograrlo, se proponían contar desde luego con los demás artistas; pero al fin dieron a luz su Asociación, convertida en una especie de monopolio artístico administrativo, reducida como quedaba a sus 16 socios fundadores insustituibles, pero conservando sus primitivos propósitos”.

Según explica, el número de adhesiones a la asociación en forma de socios de número, aumentaba, pero se informó de que la constitución de la misma estaba ya cerrada, y que la admisión de nuevos socios hubiera obligado a dar cabida “a otros no menos dignos de consideración”.

Insiste Pradilla en que “los fundadores podían haberse integrado en el Círculo de Bellas Artes, no queriendo hacerlo, y que con esa actitud han provocado el disgusto de muchos artistas de Madrid y de provincias, quedando así claro que el “Pleito” se resume en la obstinación de los fundadores en mantener sus primitivos propósitos de intervenir y dirigir asuntos e intereses que afectan a toda la colectividad artística”.

Tres días después, los fundadores contestan la carta de Pradilla, al que culpan de ser el único causante del “llamado pleito de artistas”, ya que, consideran, que si tanto él como Ferrant “hubieran puesto en claro la falsedad de los rumores que se vertían sobre la naciente asociación, la protesta no hubiera prosperado”, y respecto a la declaración de ser una sociedad particular, le recuerdan que “Sociedad particular es la nuestra y no otra cosa son también la del Círculo de Bellas Artes y las demás sociedades análogas”.

Paralelamente, se conoce la noticia del nombramiento como Consejero de Instrucción pública por la sección de Bellas Artes, del ex ministro y abogado Augusto González Besada, a quien se reprocha en los medios profesionales ser lego en materia de bellas artes, lo cual reafirmaría la idea en los fundadores, de la imperiosa necesidad de la existencia de su Asociación, para evitar afrentas de este calibre.

Por sabia precaución y para evitar más críticas, los “fundadores” renunciaron a formar parte del Jurado de la Exposición Nacional de ese año, no así los del bando contrario, que votaron masivamente por el bando de Pradilla el 22 de abril.

De esta manera, el Jurado de la sección de Pintura quedó formado por Francisco Pradilla, como Presidente, y Eugenio Álvarez Dumont como Secretario, siendo los Vocales los artistas Gonzalo Bilbao, Luis Menéndez Pidal, Salvador Viniegra, Francisco Maura y Enrique Martínez Cubells. Es decir, en el Jurado había cinco artistas pertenecientes al bando de Pradilla, firmantes de la protesta que da lugar al “Pleito”.

En la sección de Escultura, el Jurado estuvo formado por Agustín Querol, como Presidente, Julio González Pola, de Secretario, y por Eduardo Barrón, Juan Vancells y Antonio Garrido como Vocales, es decir, por cuatro artistas del bando de Pradilla.

Curiosamente, las Medallas de Primera Clase de Pintura de aquella Exposición Nacional, recayeron en Álvarez de Sotomayor, Manuel Benedito, Fernando Cabrera Cantó y Eliseo Meifrén, todos ellos firmantes de la adhesión de Pradilla.

En la sección de Escultura, solo se otorgaron dos Medallas de Primera Clase, que lograron Miguel Oslé y Cipriano Folgueras, éste último, del bando protestante.

 

Medallas de Primera Clase de Pintura y de Escultura de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1906, todos ellos firmantes de la adhesión de Pradilla, excepto Cipriano Folgueras

Álvarez de Sotomayor

Manuel Benedito

F. Cabrera Cantó

Eliseo Meifrén

Miguel Oslé

Cipriano Folgueras

 

Los tres rechazados por inmorales

Romero de Torres

Antonio Fillol

José Bermejo

Sin desmerecer las obras presentadas ni a los autores, quedaba claro que algo pasaba en el mundo artístico que no invitaba a la unión de los artistas bajo el ideal de la defensa de sus intereses.

Los partidismos, las amistades interesadas y todo tipo de injusticias notorias, justicias estrictas, escandalosos favoritismos, sañudos menosprecios, olvidos incalificables, venganzas, buena fe e ignorante, actitudes de insobornable honestidad… la vida misma antes y ahora, endemias que siempre han sobrevolado el mundo del arte, como cualquier otro mundo, a veces de forma despiadada.

Hasta la prensa reprochó, incluso antes de saber la composición del jurado, que el escándalo del bando protestante no era más que “una maliciosa manera de conseguir un fin determinado”.

Para el mes de mayo, el escándalo protagonizado por las críticas que supuso el rechazo de cuatro obras de Julio Romero de Torres, Antonio Fillol y José Bermejo, con tacha de inmorales, dio origen a innumerables críticas de la opinión pública, recogidas en la prensa, que hicieron que se olvidase el tema de la “Asociación de los TRECE”.

Con la publicación de los premios, los descontentos aumentaron, y más aún cuando la Medalla de Honor, votada por los propios artistas días más tarde, no por el Jurado de la Exposición Nacional, recayó en Agustín Querol, Presidente del Jurado de la sección de Escultura, más que nada por el procedimiento seguido para su consecución.

Según publicaba en una columna firmada por MIS-TERIOSA, La Correspondencia militar del 25 de mayo de 1906, un diario de la noche había publicado una carta-circular que decía: «Señor Don… Distinguido amigo y compañero: Hoy jueves, de dos a seis se verificará en el Palacio de las Artes la votación para conceder la medalla de Honor. Aspira a ella, y, como candidato único, don Agustín Querol. No hemos de hacer en este momento su elogio, sólo creemos que ninguno, entre todos los artistas españoles, reúne tal número de méritos y tan importante labor artística. Es un deber de verdadera justicia el asistir a esa votación, y, por lo tanto, le invitamos a ella. En la segundad de su asistencia, le anticipamos las gracias, y quedamos suyos afectísimos amigos y compañeros: Julio González Pola, Cipriano Folgueras, Manuel Carretero, Manuel Menéndez y Manuel Castaños. De los señores que firman esta carta, la casualidad ha hecho que uno de ellos haya obtenido primera medalla, otro una segunda (siendo el recomendado presidente del Jurado de Escultura) y los tres restantes, personas muy allegadas al agraciado y que merecen del periódico que da la noticia, un calificativo que no quiero reproducir en estas columnas”…

Es decir, tres de los cinco firmantes de la carta pertenecían al bando de Pradilla.

Los resultados de la Exposición Nacional, los escándalos desatados con el rechazo de cuatro obras, de los premios otorgados y de la votación de la Medalla de Honor, terminaron por diluir la polémica del “Pleito”.

La actuación del Jurado, analizada por los medios especializados, fue vergonzosa, al pedir al ministro que reformara el Reglamento para poder expulsar “las indecencias”. El ministro, que se negó, recordó al Jurado que tenía amplia libertad para rechazar o admitir obras y finalmente, las rechazó.

José Francés reconocía la gran injusticia realizada con Rusiñol al no serle concedida la Medalla de Honor.

Y desencantados con sus compañeros, viendo tan divididos los ánimos entre los artistas, aunque con la seguridad de saber que era más que nunca necesaria la unión de la profesión, los “trece” dejaron correr las aguas y aparcaron, de momento, sus intenciones a la espera de una situación más propicia para acometer la empresa.

Cuatro años más tarde, en 1910, con igual necesidad y atravesando idéntica penuria, aparece en escena Eduardo Chicharro, que fuera discípulo de Sorolla y con quien mantuvo una afinidad artística y personal que terminó fraguando una estrecha amistad.

Eduardo Chicharro era un “hombre sencillo, enemigo de exhibiciones, sin aparato social ni protocolario, de vida solitaria e íntima, con gustos al margen de la vulgaridad. Entre las pasiones que absorbieron sus años de artista destaca su ilusión por la pintura, las antigüedades y los libros… junto a estas pasiones de su alma, siempre con sed de cultura, de conocimientos, de descubrimientos de nuevas cosas relacionadas con el arte, que le elevaron a la cumbre de la autoridad técnica e histórica, tuvo también ilusiones magníficas con la misma fuerza y hondura que tienen unos amores humanos. Una de ellas fue la Asociación de Pintores y Escultores de España. Él la fundo, a ella consagró sus años, por ella luchó y sufrió, con ese fanatismo y adhesión con que se mira al hijo del amor”…

Teniendo muy presente la experiencia de la “Asociación de los Trece”, y analizando cómo se desarrollaron los acontecimientos en 1906, para evitar caer en los mismos errores que dieran al traste con el proyecto, Chicharro trabaja en un primer momento con el escultor Miguel Blay y el pintor Cecilio Pla, con quienes redacta el Acta Fundacional y los primeros borradores de los Estatutos, en los que también colaborará Manuel Villegas, y que firman en su estudio de la calle Ayala de Madrid, el 15 de abril de 1910, curiosamente, el día del nacimiento de Leonardo da Vinci, el mejor pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, botánico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero,  inventor, músico, poeta y urbanista de todos los tiempos.

A continuación, los cuatro promotores, convocan a los más destacados artistas en el mismo lugar, para celebrar una Junta General Constituyente, que tendrá lugar el día 24 de abril.

En aquella célebre junta preparatoria de la fundación de la Asociación de Pintores y Escultores, Chicharro explicó a todos su deseo, “aportando sugerencias nobles de gran camaradería, para llevar al ánimo de todos sus compañeros su propio entusiasmo”.

En medio de aquel puñado de maestros y de jóvenes discípulos, Chicharro comenzó a andar por el camino de las reivindicaciones artísticas, seguido de sus amigos, logrando la fundación de una entidad única en España que fue, desde entonces, preocupación máxima de su vida.

De aquella reunión, salió ya una Junta Directiva organizadora, en la que Eduardo Chicharro fue elegido Presidente, mientras que Miguel Blay quedaba como Vicepresidente, Rafael Doménech como Secretario, Manuel Villegas como Vicesecretario, Francisco Maura, Tesorero, Cipriano Folgueras, Vicetesorero, Cecilio Pla, Contador, Ricardo Baroja, Vicecontador, y como Vocales Aniceto Marinas, Manuel Benedito y Juan Vancells.

La nueva Junta Organizadora quedaba respaldada con su firma en el Acta Fundacional, por los artistas Joaquín Sorolla, Manuel Marín, José Villegas, Luis Menéndez Pidal, José Pinazo Martínez, José Mª López Mezquita, José Llasera, Emilio Porset, José Moreno Carbonero, Antonio Muñoz Degrain, Joaquín Ibasola, Francisco Clivillés, Alejandro Ferrant, Enrique Marín, Eulogio Varela, Emilio Nombela, Miguel Jadraque, Eduardo Urquiola, Pedro Collado, Segundo Moreno, Manuel Castaños, José Mangot, Alejandro de Villodas, Fernando de Villodas, Luis Domínguez, Vicente Larraga, Fernando Alberti, Constantino Fernández Guijarro, Manuel Ramírez, Juan Ángel Gómez Alarcón, Luis Tejero y Espina, Manfredo Kühn, Fernando Díaz Mackenna, Pedro Lacruz, M. García González y Federico Avrial y Alba.

El primer artículo que proclamó la Junta Organizadora, que no ha variado desde 1910, es que la Asociación de Pintores y  Escultores se formaba para conseguir la unión de todos los artistas profesionales de la pintura, escultura, grabado y artes decorativas, profesores de enseñanza de las artes y protectores de las mismas, con la aclaración de la defensa por todos los medios legales de sus intereses materiales y artísticos, tales como propiedad artística, derechos de reproducción de obras, opción a puestos públicos tanto en enseñanza como en museos y demás establecimientos oficiales, etc.

Paralelamente, la Junta Organizadora encargó a Ceferino Palencia Tubau la dirección de la “Gaceta de la Asociación de Pintores y Escultores”, un boletín de información general de arte, que dará cuenta de la marcha administrativa de la sociedad, y cuyo primer número vería la luz el 1 de julio de 1910.

La Junta Constituyente convocó entonces a todos los artistas a una Junta General que se celebró el 26 de junio, a las tres de la tarde, en los locales de la Escuela Especial de Dibujo, Grabado y Pintura, a fin de explicar a cuantos se iban adhiriendo a la recién constituida Asociación, los Estatutos por los que se regiría su funcionamiento, recogiéndose las observaciones que fueran pertinentes antes de su publicación definitiva.

En aquella reunión de artistas, la Junta Organizadora dejó claro que “La unión de los artistas españoles era necesaria: representan cada uno una fuerza innegable que aunada debía hacerse invencible. Esta unión suponía también un conjunto de voluntades; y por fin, y gracias al esfuerzo de “unos”, se ha llegado a la unión de todos. Si la naciente Asociación se hubiera constituido para llevar a la práctica cualquiera de los fines que en el articulado del capítulo primero se enumeran, sería suficiente para reconocerle a esta una transcendental importancia de general interés; luego al constituirse con tan grande, importante y distinta finalidad, se comprenderá los beneficios que al Arte puede reportar y la amplia y alta autoridad y representación que puede llegar a conseguir en muy poco tiempo”.

Se expusieron las bases de los estatutos, resumidas en la unión de todos los artistas, la defensa de sus intereses materiales y artísticos, el fomento y mejora de todas las manifestaciones del Arte, la creación de una Caja de Socorros y pensiones para casos de enfermedad e inutilidad para el trabajo y para las familias en caso de defunción, la creación de una Cooperativa que proporcione los materiales a mejor precio, el mutuo auxilio a su trabajo con el mantenimiento de un salón permanente destinado a exposiciones y la creación de un boletín o gaceta de información general de arte.

Uno de los asistentes, Ramón Pulido, propuso a los presentes que la Junta Organizadora continuara como Junta Directiva, aplaudiendo todos la iniciativa. Raudo y astuto, Eduardo Chicharro, como Presidente, recordó a los socios que “los Estatutos y el Reglamento aprobado prohíben las elecciones por aclamación, debiendo hacerse por votación”. Enseñanza sin duda aprendida de la experiencia de la Asociación de los “trece”, en la que la inocencia de sus artífices les llevaron a creer contar con el visto bueno de sus compañeros sin solicitar una formal adhesión.

Hecha esta exposición de motivos, que estuvo a cargo de Manuel Villegas, se procedió a la elección de la primera Junta Directiva, en la que se eligieron: Presidente, Eduardo Chicharro; Vicepresidente, Miguel Blay; Secretario, Ricardo Baroja; Vicesecretario, Manuel Villegas; Tesorero, Aureliano de Beruete; Vicetesorero, Manuel Benedito; Contador, Francisco Cabanzón; Vicecontador, Eduardo Barrón, y como Vocales, Aniceto Marinas, Francisco Maura y Juan Vancells.

Allí mismo presentó su dimisión como Tesorero Aureliano de Beruete, a quien no le fue aceptada, mientras que también lo hicieron el escultor Eduardo Barrón y Francisco Cabanzón, a quienes sí se les aceptó, ocupando entonces el cargo de Contador Juan Vancells.

A partir de ese momento, y hasta el día 31 de agosto, los socios pudieron remitir a la Junta Directiva todas las consideraciones que creyeron convenientes respecto al Reglamento, si bien se especificó claramente que las propuestas serían examinadas por la Junta y “serán o no tenidas en cuenta… advirtiendo a los señores socios que la Junta no sostendrá correspondencia con los remitentes”…  atajando así cualquier posibilidad de que algún artista pudiera aprovechar una coyuntura que diera pie a rumores malsanos y dañara la nueva asociación, como ocurriera con el famoso “pleito”.

Y también tras la experiencia de los “trece” de 1906, la nueva Asociación optó por establecer dos tipos de socios: fundadores y de número, que cada uno elegía según le conviniera, evitando así repetir situaciones incómodas sobre las que tanto se había hablado en la primera experiencia.

El derecho a ser Socio Fundador se obtenía adquiriendo una cédula de 25 pesetas, siendo éstos los únicos en los primeros años de la entidad, con derecho a pertenecer a las Juntas Directivas, mientras que los Socios de Número sólo abonaban una cuota mensual de dos pesetas.

A primeros de noviembre de 1910, la Asociación de Pintores y Escultores contaba con 180 Socios Fundadores y 162 Socios de Número, especificando los estatutos que “transcurrido el primer año a contar desde la fecha de constitución de la Asociación, no se admitirán asociados fundadores”.

El domicilio social de la Asociación de Pintores y Escultores quedaba fijado en la calle de Ayala, 28, en el propio estudio de Eduardo Chicharro.

El 9 de julio de 1910, Alejandro Saint Aubin, el iniciador de la “Asociación de los Trece” de 1906, ahora Diputado a Cortes y Socio Fundador de la Asociación de Pintores y Escultores, era nombrado Inspector General de la Exposición Nacional de Pintura, Escultura y Arquitectura.

Tras la lucha que mantuvo en 1906 y siendo plenamente consciente de lo que suponía el nacimiento de esta asociación que por fin veía la luz, encomendó a la Asociación de Pintores y Escultores, el estudio de un nuevo Reglamento de las Exposiciones Nacionales.

El trabajo y la lucha por dignificar el arte y los artistas, comenzaba… hasta el día de hoy.

 

Llevamos 114 años haciendo arte

114 años de pasión por el arte

114 años haciendo cultura en España

 

El Arte es política

Mª Dolores Barreda Pérez

Secretaria General

Secretaria Perpetua de la AEPE

 

En el artículo que publiqué en esta misma Gaceta de Bellas Artes correspondiente al mes de julio bajo el título de “Similitudes preocupantes”, analicé la libertad de prensa y expresión que se vivía en la Segunda República y que como vimos, resultó ser la época en la que hubo un mayor cierre de periódicos de toda la historia de España, es decir, el mayor ataque a la libertad de expresión de todos los tiempos.

Muchas han sido las reacciones provocadas de todo tipo, debo confesar, desde efusivas felicitaciones por la relación de hechos estrictamente históricos expuestos, hasta otras en las que se me exhortaba a dejar a un lado la política para dedicarme en exclusiva al arte, sin mencionar que en esta España que vivimos, absolutamente todo es política, y no digo ya nada del arte, pura política, pura y dura.

Reacciones que me alientan a seguir escribiendo porque compruebo, admirada, que mis artículos se leen, y no solo se leen, sino que hacen que muchos de los lectores se tomen la molestia de escribirme, da igual en qué sentido. El solo hecho de hacerlo me inspira para continuar y me anima en mi propósito de hablar del arte y los artistas.

Sin embargo, no me resisto a citar mi asombro por el redescubrimiento de la expresión  “regeneración democrática”, así que echando mano a la historia, esa que no se consulta nunca para no repetir errores, he buscado las fuentes primigenias de esas palabras y utilizadas para otros países, ya se usaban en 1848; para España, se utilizan por primera vez en 1851.

En 1871, en el diario liberal El Imparcial, la crónica parlamentaria dice textualmente: …”Y por cierto que es curioso oír al Sr. Castelar tratar de sospechoso al ministro de la Gobernación en la práctica del sufragio universal, mientras para el orador republicano ofrecen una garantía segura en favor del sufragio los carlistas, los neo-católicos, los enemigos del progreso, que han repetido mil veces que usan las prácticas liberales para desacreditarlas. Lo cual, sin embargo, no impide que los republicanos los tomen por compañeros en la obra de nuestra regeneración democrática y del ejercicio del sufragio universal”.

Tras innumerables citas, para 1918 ya se habla de la regeneración democrática asociada a la autonomía de Cataluña, citándose expresamente que “la autonomía va asociada a toda la obra de regeneración democrática que a estas horas anhela España entera”.

Estamos en pleno auge regeneracionista y como vemos, no hay nada nuevo bajo el sol. Nada nuevo que inventar en el gobierno, ni siquiera en eufemismos, que ya sabéis que me encantan.

Pero puestos, vamos a entrar de lleno en temas culturales y artísticos.

En el mes de mayo ya hablamos de la creación de una nueva Dirección General de Derechos Culturales y del Plan de Derechos Culturales que preparaba el gobierno… sigue en estudio, claro, desde que se presentara a principios de año. Imagino que mientras, ya se ha organizado la nueva Dirección General con todo el personal que conlleva, porque eso está claro que no tiene estudio alguno, más bien candidatos y nóminas.

Mientras, seguimos sin saber nada de la segunda etapa del Estatuto del Artista, y seguimos a vueltas con la igualdad, diversidad lingüística y vertebración territorial, el cambio climático, la paz, y poco más porque el Ministerio de Cultura está inmóvil y pensativo, quieto y callado.

Pero he aquí que ante la situación general de España, se nos ha pasado por alto las últimas ayudas aprobadas por el Consejo de Ministros a principios de junio, a propuesta del ministro de Cultura.

Vamos a pensar bien pero, ¿a que no saben a qué industria van? Ni en un millón de años lo adivinarían… bueno, vale, todos hemos pensado lo mismo y sí, van otra vez al cine entre otros…

El Consejo de Ministros autoriza al Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA) a convocar las ayudas generales para la producción de largometrajes por un importe total de 62 millones de euros. Ayudas inscritas en el Componente 25 del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR).

No podían faltar estos palabros y términos, cómo no…

Y ¿qué es el Componente 25? dirán ustedes. Componente es parte del PRTR que agrupa una serie de inversiones y reformas destinadas a dinamizar y fortalecer el sector audiovisual, mejorar el clima de inversión y consolidar a España como plataforma de inversión audiovisual a nivel mundial y país exportador de productos audiovisuales, eso sí, desde una perspectiva amplia e integradora, que incluye los videojuegos y la creación digital, a través de la internacionalización, el fomento de la innovación y la mejora de la regulación.

Esto dicho así, queda estupendo… no se entiende bien qué es, pero mola…

Componente 25 contempla una inversión estimada total de 2.465,2 millones de euros, de los cuales 1.931,5 millones proceden del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia (PRTR).

Como el arte no es política, según me hacía saber uno de nuestros socios, he buscado la parte de creación plástica dentro del PRTR. Viene contenido en el apartado “Revalorización de la industria cultural”.

Leo atentamente sus bases, basadas en las reformas e inversiones orientadas a fortalecer la cadena de valor de las industrias culturales españolas mediante el refuerzo de sus capacidades y resiliencia, promoviendo tres ejes estratégicos: la competitividad, la dinamización y cohesión del territorio, y la digitalización y sostenibilidad de los grandes servicios culturales. La inversión total es de 325 millones, destinados al desarrollo del Estatuto del Artista y Fomento de la inversión, el mecenazgo cultural y participación, el refuerzo de los derechos de autor y derechos conexos, la dinamización de la cultura a lo largo del territorio, la digitalización e impulso de los grandes servicios culturales y el refuerzo de la competitividad de las industrias culturales, que incluye el refuerzo de las habilidades emprendedoras y financieras de los profesionales del sector cultural a través de un programa de becas; la formación especializada en oficios técnicos y gestión cultural para profesionales de las artes escénicas y musicales; el apoyo a aceleradoras culturales que maximice el desarrollo de proyectos culturales con alto potencial de crecimiento; un proyecto de apoyo a los proyectos de digitalización de los operadores de gestión de derechos de propiedad intelectual; un proyecto sobre vertebración e internacionalización del sector del libro, de las artes escénicas y la música, de las empresas y profesionales; movilidad internacional; estudios y análisis de mercados para producciones escénicas líricas y musicales; y finalmente, el impulso a las galerías de arte para que puedan recuperar su presencia en las ferias internacionales.

Mucho me parece a mí que hay para sólo 325 millones frente a los 1.931,5 millones del sector audiovisual, pero debe ser que soy una malpensada…

Total, que para las bellas artes seguimos sin inversiones. Bueno, claro, si contamos las de los museos para modernización de instalaciones y obras, de patrimonio… pero nada de creación y artistas plásticos.

Y como el arte no es política, ¿dónde quedan los artistas? ¿Dónde los pintores y escultores?

Cuando las grandes exposiciones se han convertido en parques temáticos de la cultura o centros comerciales del arte, sin unos contenidos didácticos que hagan del público un ciudadano crítico, la banalización de la cultura, relegada a ser un mero entretenimiento de masas, hace que en España los pintores y escultores malvivan de su profesión y deban dedicar su trabajo a otras actividades que les permitan poder pintar y esculpir.

Y pese a todo, la creación artística es una necesidad apremiante en nuestra sociedad.

No voy a hablar de cómo el arte mejora la sociedad, no. No toca ahora hablar de eso.

Los pocos que trabajamos “por amor al arte” nunca mejor dicho, defendiendo a los pintores y escultores, intentamos cambiar las cosas sin ningún apoyo y no sólo no avanzamos, sino que tenemos que vivir continuamente en una carrera de obstáculos en la que todos intentan mirar hacia otro lado.

Ningún gobierno se ha ocupado plenamente de la promoción del arte en España, en esa España que sigue inmersa en el amiguismo donde solo los privilegiados consiguen recursos públicos y cátedras sin estudios ni licenciaturas.

La burocracia nos come, el apoyo institucional ni existe, los criterios de compra de obras para museos son de una arbitrariedad incómoda y acongojante, el arte que sustentaba la iniciativa privada es cada vez más escaso y lo único que prolifera en la actualidad son las “galerías buitre”, mercaderes del arte que a fuerza de abusar de exhibiciones, hacen más negocio que aportación y más caja que bien cultural y artístico, despreciando todo lo que no sea rentable.

El arte es política. Y lo es porque con las cifras contempladas en el Plan de Recuperación y Resiliencia (PRTR) mencionado anteriormente, se demuestra que a nadie le importa la pintura y la escultura, que ni se contempla en planes y promociones gubernamentales, por supuesto no digo tampoco nada de su presencia en los planes de estudio, lo que nos aboca a un distanciamiento cada vez mayor entre el arte (y sus corrientes y estéticas y vanguardias) y el público, que no lo percibe como algo esencial y no lo comprende tampoco.

Y henos aquí llegados a dictaminar que las bellas artes, por lo menos la pintura y la escultura, se han convertido en una barrera para acceder a la cultura, puesto que el público contempla las obras como reliquias del pasado que no entiende.

Sin esa complicidad del público, es imposible concienciar, sensibilizar, conservar y difundir el vastísimo patrimonio que tiene España, con ciudadanos que no tienen educación artística, muchos tampoco de la otra, y por tanto, no valoran el bien común que atesoramos.

Recordando… Alejandro Saint-Aubin Bonnefon

Obras, artistas, socios, pequeñas historias…

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Alejandro Saint-Aubin Bonnefon

SAINT AUBIN BONNEFOU, Alejandro         P      1910(F108)         20.ene.1857         MADRID       MADRID          24.may.1916

Socio fundador

Alejandro Saint Aubin

 

Pintor, crítico de arte, periodista, escritor y político, Alejandro Saint-Aubin y Bonnefon nació en Madrid, en 1857

Sus padres, Luis Bertran Saint-Aubin y María Bonnefon Lassalle, eran de orígenes franceses y pese a ello, fue calificado de “madrileño de pura cepa”, ya que entre otras muchas iniciativas, creó la fiesta anual del Sainete.

Sus antepasados eran pintores, grabadores, dibujantes, especialmente importantes en el siglo XVIII.

El matrimonio tuvo tres hijos: Félix, casado con Amelie Huet Billerey, Rosa, soltera, y María, casada con José Canalejas Méndez y fallecida en 1897.

Apasionado del arte y la pintura, se formó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, donde fue discípulo de Ángel Lizcano.

Se especializó en la pintura de paisaje y de género costumbrista que era la que reinaba en el arte en aquellos momentos.

Concurrió con asiduidad a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes y a otras celebradas en España como las del Círculo de Bellas Artes, las del Salón de Otoño y otras muestras colectivas.

Su taller de pintor era el más espacioso y lujoso de Madrid, repleto de materiales, cuadros, estatuas de escayola… que se convertía en salón de tertulias y servía de taller de aprendizaje a jóvenes promesas a las que el maestro ayudaba, tanto con sus dotes pedagógicas como con su dinero.

Mecenazgo que ejerció también con promesas de la música, a quienes brindó su oportunidad.

En 1893 participó en la Guerra de Marruecos, instalando un hospital en Melilla, el que se llamó “hospital de El Heraldo”, en el que también participó la Asociación Española de Pintores y Escultores.

En la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1895 logró la Tercera Medalla con el lienzo titulado La buenaventura.

Burlado y vencido

Campesinas gallegas

 

En la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1897 obtuvo la Segunda Medalla con el cuadro Burlado y vencido.

En 1898 fue corresponsal en Cuba de El Heraldo de Madrid, viviendo los sucesos de la Guerra Hispano-Estadounidense.

Pero también abordó desde muy joven artículos de crítica artística y musical en diarios y periódicos como El Liberal, El Heraldo de Madrid, propiedad de su cuñado José Canalejas, y del que llegó a ser director.

Así fue más conocido como periodista que como pintor.

Emboscada de españoles por patriotas cubanos

 

Ingresó en el Partido Liberal de la mano de su cuñado, sin vocación política alguna, siendo nombrado comisario real en diversas exposiciones de Bellas Artes y diputado por Brihuega, en las elecciones generales de 1901. En las de 1905 y 1910 fue diputado por Villena y candidato al Senado por la provincia de Alicante.

 

La Ilustración española y americana

 

Al ser asesinado Canalejas en 1912, abandonó la política.

Nombrado vocal del Real Patronato del Museo del Prado en 1912, fue comisionado para redactar el reglamento del mismo junto a José Joaquín Herrero y Sánchez y Jacinto Octavio Picón.

En 1916 sufrió una terrible enfermedad que le postró en cama, aunque mantuvo su colaboración diaria en El Heraldo hasta pocos días antes de su muerte, ocurrida a los tres meses.

Falleció en Madrid, el 24 de mayo de 1916, a la una y media de la madrugada, con cincuenta y nueve años, soltero. Toda su vida cuidó de su hermana Rosa, con quien amadrinó multitud de obras nobles.

ABC 1916

 

Su entierro en la Sacramental de San Isidro de Madrid, fue todo un acontecimiento, extrayendo de las crónicas de la época algunos detalles:

…”Alejandro era adorado en Madrid por todo el mundo. Su corazón de niño, donde rebosaban todas las virtudes, le había hecho acreedor a ello. ¡Cómo no habíamos de quererle nosotros, que tuvimos la satisfacción, el encanto, el honor de compartir con él estas diarias tareas!… Desde mucho antes de las diez de la mañana, hora señalada para la conducción del cadáver, era imposible dar un paso por las calles del Príncipe y de las de Huertas, entre las cuales se destaca el palacio donde, después de la muerte del insigne Canalejas, vivían con fraternales amores rosa y Alejandro Saint-Aubin… De la carroza pendían las coronas de la familia, la de la Asociación de la Prensa y la del Heraldo de Madrid, y en un landó iban las que materialmente fue  imposible colocar en aquella… Llevaban las cintas del féretro el presidente de la Asociación de la Prensa, Miguel Moya, el de la Asociación de Pintores y Escultores, José María López Mezquita, el director del Museo del Prado, Sr. Villegas… En el acompañamiento figuraban representantes de todos los Centros de Madrid, de todas las Sociedades, de todos los periódicos, de todos los Círculos. ¡Todo Madrid!… En todas las calles del trayecto numeroso gentío he presenciado el paso de la fúnebre comitiva. Todo ha sido inequívoca prueba de las simpatías de que gozaba en Madrid el ilustre finado”…

Innumerables fueron los testimonios de pésame que publicó la prensa, un listado infinito de nombres de todo tipo que no hacían más que evidenciar el afecto y la bondad que su persona desprendía.

El Heraldo de Zamora, 1916

 

De él también se dijo: “Periodista por temperamento, era su firma una de las más populares y de las más simpáticas al público entre cuantas se estampan diariamente en el colega de la noche. Y era una de las características más nobles y simpáticas de sus escritos sus llamamientos a la piedad del pueblo con generosas iniciativas en favor de los desvalidos. Era una de las figuras más significadas de la Asociación de la Prensa y a su actividad y a sus dotes de organizador, como individuo de la junta directiva, se debía en primer término el éxito, ya tradicional y siempre descontado, de nuestras fiestas del Sainete… su carácter noble y caballeroso”…

Miembro de la Sociedad Geográfica de Madrid, en la que ingresó en 1886,

Poseía la Medalla de Cuba, varias Cruces rojas del Mérito Militar, Blanca del Mérito Naval y otras más, y era Caballero de la Legión de Honor francesa.

Colaboró enérgicamente con el Ayuntamiento de Madrid para el mejoramiento de la ciudad, prestando importantes servicios.

Iniciador y perseverante en sus peticiones, logró que el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes designara como monumento nacional la histórica capilla de San Antonio de la Florida, con los frescos del inmortal Francisco de Goya. Por este motivo, los concejales del Ayuntamiento de la capital Francos Rodríguez, García Cernuda, Fernández Cancela, Asprón y Fraile y Aguilera y Arjona, presentaron una proposición al pleno municipal en la que solicitaban que la designación de la Glorieta de Saint-Aubin a la plaza llamada de la Florida.

Así se aprobó en el pleno del 20 de septiembre de 1918, aunque en la actualidad, la calle de Alejandro Saint-Aubin sea una situada entre la calle de Guillermo de Osma y el paseo de la Chopera, en el barrio del mismo nombre del distrito de Arganzuela.

 

Andaluza

 

Su sobrina-nieta Amparo Saint Aubin Canalejas, estaba casada con el escultor nacido en la pequeña localidad conquense de Pajaroncillo, Leonardo Martínez Bueno, ambos socios de la AEPE que ejercieron una ejemplar labor de mecenazgo con la Asociación Española de Pintores y Escultores, ya que al morir Leonardo, su viuda dotó económicamente un premio de escultura para artistas jóvenes con su nombre que hasta hace poco se mantuvo en el Salón de Otoño.

Por esta acción, se la nombró Socia Protectora de la AEPE en el año 2004.

Pastor con rebaño

La Comunión de los Monaguillos. Escena burlesca

La buenaventura

 

Alejandro Saint-Aubin y la AEPE

Socio Fundador con el número 108, colaboró en el festival benéfico en que 1915 organizó la Asociación Española de Pintores y Escultores, donando obra para la Garden Party del Retiro, donde se organizó una gran gala.

Colaborador de todo tipo de iniciativas que respaldaba siempre que podía con su asistencia.

 

Figura femenina sentada

José Canalejas

Fotografiado en 1916

Caricaturizado por Medina Vera, 1910

Flores y abejas, 1902

Fotografiado por Compañy hacia 1898

Fotografía y firma autógrafa

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes de la AEPE: Luis Gil Fillol

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes

de la Asociación Española de Pintores y Escultores

 

Luis Gil Fillol

Luis Gil Fillol fotografiado en su despacho

 

Luis Gil Fillol nació en Valencia, el 5 de enero de 1886. Hijo de Luis Gil y de Dolores Fillol.

Contrajo matrimonio con Mª Ángeles Leirana Montes (1897).

Hija adoptiva María Rosa Duce Leirana 24/2/1929.

Vivía en la calle Santa Clara, 10, 3º de Madrid.

Periodista en activo, miembro de la Asociación de la Prensa de Madrid, desempeñó su trabajo durante más de 50 años como redactor  y redactor jefe en distintos medios de Madrid.

Desde 1910 en El Debate, pero también en El Mundo, La Tribuna, El Imparcial, Más y Ahora.

Asociado fundador del Montepío de Periodistas, se jubiló en 1963.

Fue uno de los críticos de arte que escribió con más inquina contra las vanguardias, sobre todo por el carácter internacionalista de esos movimientos, a los que calificó de corruptores.

Perteneció a la Junta Directiva de la Asociación de la Prensa de Madrid en 1920, como Vocal, bajo la presidencia de Miguel Moya Ojanguren.

En 1945 fue nombrado Vicepresidente del Patronato del Muso Nacional de Arte Moderno.

Escribió en la revista Arte Comercial (1946-1952), destacando la labor que llevó a cabo, ya que fue el primer hombre del periodo de la autarquía que exigió la profesionalización del diseño gráfico.

En dicha revista, además de tratar los temas más candentes de la actualidad comercial, dejaba lugar para esa otra parte de “cocinilla” que tuvo la profesión durante algunas décadas y que fue una manera eficiente para formar a los nuevos artistas comerciales.

Aleccionar con el ejemplo. A la crítica le correspondió explicar lo que estaba bien y lo que estaba mal.

Este quehacer lo abanderó Luis Gil Fillol, crítico que empleó las páginas de esta revista para verter las ideas más revulsivas y actuales, que no modernas, con respecto al arte comercial.

Sin embargo, en ocasiones los hechos hablan más que las palabras, y Luis Gil —hombre de ideas revolucionarias y conocedor de los movimientos artísticos más contemporáneos— participó como jurado en concursos que gozaron de cierta popularidad, porque generaron debates públicos coetáneos en los sectores profesionales, más por sus “fallos” que por sus aciertos.

Gil Fillol exigió con un tono casi amenazador, la vuelta a una crítica consciente, ante la “existencia de un arte elitista y destacado que necesita de una crítica que sea capaz de ofrecer un corpus argumental a las diferentes profesiones, sobre todo, a la emparentada con lo comercial e industrial. El arte llamado comercial no tiene crítica, o, mejor dicho, no tiene críticos en nuestro país. Por una de estas dos razones, o por las dos: por no perjudicar a terceras personas o por considerarlo arte inferior. Sin embargo, nosotros, que no creemos en la inferioridad (…) nos proponemos intentar esta clase de crítica”.

Gil Fillol apostó por una crítica sana, una crítica fría e inflexible pero serena y educada tanto en artes mayores como en artes “menores” porque, “el cartel, el anuncio en Prensa, el folleto, el escaparate, la exhibición, el decorado, la presentación de un producto, la campaña publicitaria y la propaganda de toda índole en su aspecto artístico, son para nosotros temas tan dignos como el cuadro, la escultura, el monumento, la composición musical, el libro o la obra escénica. Admitimos el nombre de artes menores que daban los griegos a las artes derivadas o industriales; pero no el de “inferiores” con que se ha pretendido rebajar todo lo que no sea el cuadro, la estatua, la sinfonía o la tragedia”.

Gil Fillol capitaneaba la sección de Crítica que apareció en cada uno de los números de la revista. Gozaba de una sección fija, y así, empleando las páginas de Arte Comercial, ayudó a muchos artistas comerciales y técnicos publicitarios.

Ofreció una primera base crítica para la profesión y un merecido reconocimiento a aquellos dibujantes e ilustradores comerciales de más prestigio, tanto del país como extranjeros.

El crítico tuvo una gran influencia en los sectores comerciales del momento, mostrando su predilección por la faceta artística del arte comercial.

Luis Gil, como crítico de arte, ensalzó el oficio artístico por encima de otras técnicas, reflejando el retroceso que vivía el sector comercial y publicitario a nivel visual y técnico. Si bien, publicaban en la revista obras de dibujantes e ilustradores de gran pulcritud y meticulosidad técnica, Gil Fillol se olvidaba de citar otras técnicas publicitarias que en las décadas anteriores a la guerra habían irrumpido en el sector comercial del país como la fotografía como técnica y el fotomontaje como recurso expresivo que ya habían sido tratados por algunas revistas con fines comerciales.

Salvo esta omisión, el arte comercial de la década de los cuarenta, y del círculo de profesionales en torno a la revista, se caracterizó por el uso reiterado del dibujo y de las técnicas artísticas tradicionales. De hecho, la primacía social del cartelista por encima de los que se dedicaban a otros soportes sigue aún vigente.

En 1943 fundó la galería de arte Sala Dardo, que posteriormente se conocería como Eureka, de Madrid. Dardo, que era al mismo tiempo una empresa publicitaria, estaba situada en el número 16 de la Gran Vía, y estaba dirigida por el que fuera subdirector del Museo de Arte Contemporáneo, Gil Fillol.

Luis Gil Fillol falleció en Madrid, el 13 de mayo de 1972, a los 86 años. su esposa había fallecido dos años antes.

 

Firma autógrafa

 

Mercedes Val Trouillet

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

 

Mercedes Val Trouillet

VAL TROUILLET, Mercedes del                 P             <1952    6.ene.1927        VALLADOLID      VALLADOLID

 

 

La paisajista Mercedes Val Trouillhet nació en 1926 en Valladolid.

Su afición por el dibujo empezó siendo aún muy pequeña, y a los siete años comenzó sus primeras lecciones, dirigidas desde Madrid por su profesor, el miembro de la Asociación de Pintores y Escultores Timoteo Pérez Rubio.

Compaginó sus estudios de colegiata, piano y francés con la carrera artística que había elegido. La primera vez que hizo un apunte de paisaje, a lápiz, fue en Las Moreras. Aquel Rincón del Cubo lo llegó a realizar a plumilla y lo presentó a un concurso infantil de dibujo organizado por El Norte de Castilla, en donde se lo publicaron.

Al estallar la guerra civil quedó incomunicada con Madrid, perdiendo todo contacto con su profesor de dibujo, y su carrera artística se suspende momentáneamente.

Finalizada la contienda tomó contacto con el gran dibujante y cartelista José Picó Mitjans, que se convirtió en su profesor.

Con especial atención sobre la perspectiva y el paisaje, solía pintar al natural en parajes y pueblos castellanos, así como algún que otro cartel publicitario en el que influía su maestro.

La organización “Educación y Descanso” preparaba exposiciones y, a la organizada por la Obra Sindical, presentó un bodegón que colgaron junto a obras de artistas tan prestigiosos como Maffei, Mucientes o Capuletti.

A la III Exposición Nacional de Arte, organizada en Madrid por la Obra Sindical, envió un cuadro, seleccionado entre cerca de mil, titulado Caserío, con el que obtuvo Medalla de Bronce.

También confeccionó un cartel para la IV Feria provincial de Muestras de Palencia que consiguió el 2º Premio.

En el I Salón Femenino de Madrid colgó en 1946 un “paisaje prototipo de la Castilla húmeda; jugoso cuadro de invierno incipiente”.

Así, continuó estudiando a fondo el paisaje castellano y sus tierras, sintiéndose cada vez más atraída y empeñada en dominar y plasmar su belleza.

Estudió también sus cielos rasos y azules o cubiertos de nubes viajeras que dan movimiento y vida al paisaje.

Trabajó intensamente en la preparación de su primera exposición individual en Valladolid, que se inauguró el 14 de mayo de 1947 en el Colegio de Santa Cruz.

La crítica elogió sus cuadros y coincidió en que pintaba una Castilla luminosa con primeros términos decididos y vigorosos, destacando que conseguía unas perfectas lejanías: La triga, La siega, Eras de Zaratán; así como dos cuadros de temas invernales, Nieve y niebla e Invierno.

En octubre de aquel año llevó su obra a Madrid, a la Sala Gumiel de la calle Mayor. Los críticos Mariano Tomás del diario Madrid; José Camón Aznar, del ABC; y Federico Galindo del semanario Dígame, hablaron muy bien de sus cuadros. El crítico Manuel Sánchez Camargo la llevó a Radio Nacional de España para hacerle una entrevista. La prensa de Valladolid, a su vuelta, recogió la noticia.


Libertad, 1952

Libertad, 1953

Libertad, 1954

Libertad, 1960

Libertad, 1977

Gaceta de Bellas Artes, 1955

La artista pintando al aire libre

 

En 1948 expuso de nuevo en el Colegio de Santa Cruz temas castellanos y también vizcaínos, pero el público elogió preferentemente los primeros, tal vez por sentirse atraídos por su luminosidad.

El crítico Carlos Rodríguez Díaz escribió: “Desde su primera exposición a la actual, es decir, en el plazo de un año, la labor de Mercedes del Val demuestra mayor dominio en el difícil arte de la pintura. Ha ganado notablemente en luminosidad y en perspectiva pudiendo asegurarse que lo que entonces era una promesa segura es hoy una realidad cierta”.

Por esas mismas fechas participó en Madrid en una exposición de paisajes españoles en la galería Pereantón de la calle de Hortaleza, organizada por la Asociación Nacional de Pintores y Escultores.

Martín Abril, por Radio Valladolid, consagró a Mercedes su Croniquilla elogiando su obra, no como crítico sino como poeta: “ya es un mérito singular el saber encontrar estas luces, en todo momento estremecidas por unos amarillos suavísimos, que constituyen, para Mercedes, una característica obsesiva de su personalidad, y su personalidad se nos muestra cada vez más madura, entregada fervorosamente a la emoción del paisaje castellano, que ella ha conseguido captar con inefable gracia y extraordinaria maestría. Temas, los de los cuadros de Mercedes del Val todos ellos amables, dulces, tranquilamente líricos. Soltura y vibración de pincelada, elegancia en la factura, frescura en el conjunto ¿es así Castilla? Así ve Castilla una joven pintura, inquieta y original. ¡Qué pintar, señores!, no es copiar con minuciosidad de artesano y trasladar al lienzo lo que vemos con vulgar fidelidad, sino interpretar, traducir, matizar, estilizar, exaltar, iluminar, vivificar, casi nos atreveríamos a decir que pintar es en cierto modo hacer poesía con metáforas de luz, sombra y colores. Y eso lo logra Mercedes del Val con un acierto exquisito y un encanto conmovedor”.

En 1948, en la III Exposición Nacional de Arte Taurino celebrada en Córdoba, presentó su cuadro El encierro de los Sanfermines al que el jurado concedió Mención de Honor.

En el otoño expuso por primera vez en Bilbao con catálogo presentado por Martín Abril. La Gaceta del Norte, Correo español y Hierro en sus secciones de arte le dedicaron elogiosas críticas, “destacando sus temas del campo castellano, radiantes de poesía a lo Gabriel y Galán y de luz goethiana, que es la sinfonía predilecta de la artista”. Animada por este éxito, volverá a exponer en Bilbao al año siguiente.

No dejó de recorrer la provincia de Valladolid encontrando siempre motivos que pintar.

En 1952 presentó obra a la Exposición Nacional de Bellas Artes del que Mariano Tomás, crítico del diario Madrid, dijo que …“presenta un lienzo –cargando paja– bien entonado de matices y valiente de dibujo”, mientras José Prados López, crítico de arte de Radio España y Secretario de la AEPE, comentaba …“personalísimo y acertado en la luminosidad el paisaje de Mercedes del Val, que va logrando superaciones inteligentes en su deseo. La obra de esta pintora ha alcanzado un puesto de respeto y admiración por su original manera de acertar ante la naturaleza”.

No quiso ausentarse nunca de Valladolid, si bien se desplazaba con alguna frecuencia a Madrid donde participaba en exhibiciones como el XXV Salón de Otoño, donde recibió una Tercera Medalla en la sección de pintura en paisaje.

Después de exponer en la Sala Artis de Salamanca, en 1953 presentó sus cuadros individualmente en Madrid, en la sala Los Madrazo, siendo recogido el hecho por distintos medios como los diarios Madrid, ABC, Pueblo, Radio España… y por críticos como Mariano Tomás, Camón Aznar, Córdoba, Prados López…

En verano se trasladó con sus cuadros a San Sebastián en la que fue su primera exposición en aquella ciudad, en “Galería de Arte”.

A orillas del Duero, del XXV Salón de Otoño

Abril en Castilla

Almendros

Burros arando

Camino amarillo

En abril de 1955 expuso de nuevo en Madrid, en la sala Los Madrazo y en mayo participó en la Exposición Homenaje a Goya, celebrada en el Círculo de Bellas Artes, viajando después a París, donde encontró motivos que expuso en Bilbao en 1956 y en Salamanca al año siguiente.

En el XXIX Salón de Otoño de Madrid de 1957, obtuvo Medalla de Plata.

En 1958 colgó sus obras en la misma sala madrileña de años anteriores. José Prados López dirá entonces que su obra está hecha …”con una técnica personal, íntima, jugosa, plena de concepción y sabiduría, de pensamiento que busca la continuación y el futuro. Porque los cuadros de Mercedes del Val quedarán con el tiempo… Es un regalo extraordinario esta exposición de esta pintora castellana, Mercedes del Val, que va escribiendo su propia historia con esos afanes juveniles que viven en la tierra, pero que tienen sus sueños más allá de las nubes”.

En agosto de 1958 viaja por los Países Bajos y se estableció en Lovaina para visitar diversas capitales y estudiar en sus museos a los pintores del renacimiento nórdico. Acompañada por el crítico de arte Adriaan de Roover, de Amberes, frecuentó varios estudios de pintores de vanguardia y en el del pintor Albert Van Cleemput, de San Nicolás, coge y maneja por primera vez la espátula. Al volver a Valladolid, después de una estancia en París, escribió un reportaje sobre su viaje a Bélgica para el Diario Regional, donde había colaborado como dibujante ilustrando, entre otras, la portada de un extraordinario dedicado a la mujer.

Hasta marzo de 1960 no volvió a exponer y lo hizo en Salamanca. Aquel mayo marchó a Madrid y los críticos Prados López, Galindo y Cobos descubrieron nuevas calidades en su obra.

Acudió en 1961 al XXXII Salón de Otoño, alcanzando la Primera Medalla con su cuadro Luces en el bosque, toda una sinfonía de colores otoñales.

En 1962, en la galería de la Caja de Ahorros de Asturias, en Oviedo, colgó 22 óleos de sus paisajes de Castilla.

Al año siguiente viajó a Roma y a su vuelta ultima los preparativos para exponer otra vez en Madrid por tener reservada la Sala Alcón, en la calle Infantas. La introducción del catálogo la hizo el crítico Prados López y en televisión el poeta conquense Federico Muelas le dedicó una bella presentación.

En 1964 se encontraba estudiando una nueva modalidad para sus paisajes de Castilla y decidió pintarla sólo buscando su color, su luz desvaída sin contrastes, sin dureza, sin claroscuros. Sería una Castilla auténtica por encima de todo. Apacible, sosegada como una madre tendida al tibio sol de un amanecer.

Castilla con palomar

Castilla, del XXV Salón de Otoño

Cementerio en la ladera

Cementerio

Cepas y almendros

Su nueva obra la inauguró en junio de 1966, en la vallisoletana sala de la Caja de Ahorros de Salamanca. Dos años después, en 1968, expuso en Valladolid, donde algunos echaron de menos sus anteriores obras luminosamente empastadas.

En 1969 expuso en Madrid 21 cuadros en la sala de la Editora Nacional. Aquel mes de mayo el “Grupo Velázquez”, formado exclusivamente por pintores, en su XIII exposición, dio paso a trece pintoras. La exposición se celebró en la galería madrileña Grife-Escoda, situada en la calle de los Madrazo, y Mercedes colgó un cuadro de “cepas”.

Se presentó de nuevo en Valladolid en 1970 con 21 cuadros de pinos, cepas, gavillas, almendros, surcos, barbechos, rastrojos… estos serán sus temas preferidos.

En julio de 1879 quedó finalista en el X Concurso de Pintura “Medalla María Vilaltella”, de Lérida.

En 1972 mostró en la sala de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca sus obras más recientes. Continuó trabajando en la misma línea, pero con tonalidades más fuertes, más vivas.

En marzo de 1974 colgó una nueva exposición en Madrid en la galería de arte Lázaro. Fue aquella su última individual.

A pesar de su gran aceptación y de los reconocimientos seguidos, le entró un sentimiento de cansancio tal que desde entonces únicamente participó con sus obras en exposiciones colectivas organizadas por la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, de la que en 1975 había sido elegida miembro de número.

Mercedes falleció el año 2012, sin descendencia.

Cepas

Paisaje

El Campo Grande nevado

Sus útiles de artista y algunas distinciones

Montealegre

Paisaje

Mercedes Val Trouillhet y la AEPE

Delegada de la AEPE en Valladolid a partir de 1955.

Participó en las siguientes ediciones del Salón de Otoño:

XXII Salón de Otoño de 1948: El acarreo y Almendros en flor

XXIII Salón de Otoño de 1949: Vendimia

XXIV Salón de Otoño de 1950: Niebla otoñal y Limpiando el grano

XXV Salón de Otoño de 1952: Castilla y A orillas del Duero

XXVI Salón de Otoño de 1954: El acarreo

XXVII Salón de Otoño de 1955: Escena de era

XXVIII Salón de Otoño de 1957: Zaratán, Valladolid

XXIX Salón de Otoño de 1957 Eras de Zaratán, Pinos

XXX Salón de Otoño de 1959: La siega

XXXI Salón de Otoño de 1960: Tordesillas

XXXII Salón de Otoño de 1961: Luces en el bosque

XXXIII Salón de Otoño de 1962: Pinnos

XXXIV Salón de Otoño de 1963: La siega y Escena de era

XXXV Salón de Otoño de 1964: Pastores en Castilla y En las eras

XXXVI Salón de Otoño de 1965: La trilla

XXXVII Salón de Otoño de 1966: La trilla y Gavillas

XXXVIII Salón de Otoño de 1967: Campo de Alaejos y Gavillas

XXXIX Salón de Otoño de 1968: Tierras de labor, Abril en Castilla, Tordesillas y Pinos

40 Salón de Otoño de 1969: Tierras de labor, Cepas y almendros y Gavilla

41 Salón de Otoño de 1971: Paisaje, Verano y Pinos

42 Salón de Otoño de 1972: Paisaje

43 Salón de Otoño de 1973: Cepas y Castilla

44 Salón de Otoño de 1976: Cepas en cigales y Girasoles en Castilla

45 Salón de Otoño de 1977: Surcos y Verano

46 Salón de Otoño de 1978: Cepas y Primavera en Castilla

47 Salón de Otoño de 1979: Castilla con palomas

Paisaje con caseta

Paisaje con cepas grandes

Paisaje con mulas

Paisaje con palomas

Pinos

Surco

Tierras

Tordesillas

Tordesillas

Trigales

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