Mª Dolores Barreda Pérez
Secretaria General
Secretaria Perpetua de la AEPE
Los talibanes del arte lo han vuelto a hacer. Esta vez la víctima ha sido la obra titulada “Primer homenaje a Cristóbal Colón”, un cuadro original de uno de los Socios Fundadores de la Asociación Española de Pintores y Escultores: José Santiago Garnelo y Alda (https://apintoresyescultores.es/los-directores-de-la-gaceta-de-bellas-artes-de-la-aepe-jose-santiago-garnelo-y-alda/)
Socio Fundador Nº 96, Subdirector del Museo del Prado, Director de la Academia Española en Roma y Director de la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid, ahí es nada.
La pintura, que se realizó en 1892 y se presentó en la Exposición Internacional de Bellas Artes de Madrid, que conmemoraba el IV Centenario del Descubrimiento de América, no destacó especialmente en aquella convocatoria y sin embargo, y tras algunos retoques, obtuvo la Medalla de Oro en la Exposición Universal de Chicago de 1893.
La obra inmortaliza la llegada de Colón a la isla de San Salvador, en el archipiélago de los Lucayos, mostrando el instante en que los indígenas entregan obsequios al Almirante de la Mar Océana.
Su calidad y técnica y el delicado juego de contrastes y sombras, son claves en esta obra que rezuma el gusto por el detalle, la minuciosidad en la representación de las calidades, el estudio arqueológico de los objetos y la predilección por la escena al aire libre.
Inspirada en el diario del navegante, contiene todas las particularidades de la escena relatada por Colón, no en vano el artista pertenece a la segunda generación de pintores de historia que tan bien reflejaron artísticamente hechos concretos del pasado.
El cuadro no es sólo una “fotografía” de la época, sino una reflexión sobre el encuentro de dos mundos, el poder de la fe y la ambición humana.
En la mañana del día 12 de octubre de 2025, dos terroristas llamadas Luna Lagos y Victoria Domingo, pertenecientes al movimiento de desobediencia civil no violenta Futuro Vegetal (qué contradicción entre el nombre del movimiento y la violencia ejercida contra el cuadro), irrumpieron en el Museo Naval de Madrid, en protesta por la celebración de la Fiesta Nacional.
Una vez ante la obra, lanzaron pintura roja biodegradable y ecológica contra el cuadro, y pese a que en casi todos los medios de comunicación se dice que el cuadro ha sido ya restaurado, lo cierto es que ha resultado dañando seriamente y su restauración costará al Estado, a todos los españoles, mucho dinero, sin mencionar las reacciones alérgicas que algunos miembros del personal del museo han tenido al haber estado en contacto con esa pintura “biodegradable y ecológica”.
Y es que reparar las muchas filtraciones de la pintura roja, barnices dañados, arrastre de polución y pérdidas de antiguas restauraciones, costará miles de euros (soles, lechugas, chistorras…) que tendremos que pagar todos los españoles.
Lo grave de todo este asunto no es ya en sí el dinero que costará, que también, sino la justificación del delito que se hace a todos los niveles al no haber producido el daño que se buscaba. Lo justifica así la prensa, las autoridades y las opiniones de influencers y youtubers, del público en general, que no encuentran en el hecho gravedad “real” y que además señalan que ya está “restaurado”.
En el centro del debate vuelve a estar la vulnerabilidad del arte ante la protesta. Del arte y de los artistas, que ya sabemos por experiencia cuánto sufren y lo que están pasando y lo poco que eso importa a los poderes públicos y estamentos oficiales.
Pero en realidad estamos hablando de terrorismo, de un crimen de guerra perpetrado contra el patrimonio mundial al ser un acto deliberado de destrucción, motivado por una ideología extremista que pretende destruir una parte de la cultura, la identidad y la historia nacional. Y es que defender la diversidad cultural es una obligación fundamental para construir sociedades más pacíficas, justo lo contrario a la acción que estas dos criminales realizaron.
Y digo bien y lo considero un crimen de guerra puesto que tras la destrucción del patrimonio cultural en Tombuctú, en el año 2012, la comunidad internacional reconoció que la destrucción intencional del patrimonio cultural era un crimen de guerra.
Pero claro, las dos criminales dicen que la pintura es biodegrabable y con esto ya todos disculpan su acción, puesto que no se han cargado el cuadro. Revelador. Yo quería robar en una tienda, pero como me han pillado, pues estoy disculpada y quería matar a fulanito, pero como no se ha dejado, pues no pasa nada. No he causado daño y por tanto, no hay delito.
Como ciudadana reconozco que esta forma de terrorismo, a base de destrozar patrimonio, es eso mismo, terrorismo y crimen de guerra, y que entre matar gente un día y manchar un cuadro con pintura otro, hay un universo de posibilidades, todas ellas delictivas.
No hay justificación posible para su acto. No me vale el sufrimiento que las dos criminales dicen estar atravesando por los indígenas del siglo XVI y sobre todo, y más preocupante, por las condiciones de cautiverio que atraviesan. Y es que las dos veganas, han denunciado que no les sirven comida sin ingredientes de origen animal, y eso para ellas, es un auténtico crimen abominable y denunciable.
Lo más grave de este asunto es el silencio taimado del Ministro de Cultura, que no ha abierto la boca, el twiter, ni las redes sociales, ni a título personal ni como cabeza del ministerio, para condenar la acción. Ni una palabra, ni una línea, ni un gesto. La Ministra de Defensa visitó el Museo para agradecer a las restauradoras y personal la rápida intervención, insistiendo en la importancia de preservar y proteger el patrimonio histórico que custodian las Fuerzas Armadas. Pero ni un reproche, ni una condena, ni una crítica, ni una línea de reprobación a la acción vandálica sobre este asunto inaceptable que demuestra una falta de respeto absoluta hacia la memoria artística e histórica de España y sus gentes.
Y el mundo de la cultura, ¿qué dice al respecto? Pues más de lo mismo. Nada. Como cantantes, cineastas, actores y demás progres han utilizado su arte para la propaganda, ven natural que el ataque a los bienes artísticos sea otro medio más de propaganda, y como además acciones como esta no terminan haciendo ningún daño, pues parece ser que todo queda justificado.
Vandalizar el arte en nombre de cualquier reivindicación no es aceptable y termina restando credibilidad a la exigencia, pero mientras las condenas no sean públicas, notorias, enérgicas y ejemplarizantes, seguirán dejando la puerta abierta para repetirlas.
Es un riego gravísimo para el patrimonio, ningunear estos ataques con los que fomentar que el arte siga convirtiéndose en un objetivo de reivindicaciones.
Vivimos décadas de corrupción intelectual en las que reina la ignorancia, eso ya lo he dicho en más de una ocasión, y mientras sigamos a vueltas con la lucha de la conciencia histórica, reescribiendo hechos en aras de la conciencia social dominante en la actualidad, nada bueno saldrá de arruinar obras de arte únicas, porque además de un crimen de guerra, es un atentado continuo al futuro de la humanidad.
Nuestra identidad representada en objetos artísticos e históricos debería ser intocable, innegociable y penalizado fuertemente, pero a estas alturas de la película, mucho me temo que Luna Lagos y Victoria Domingo estén tan felices y comiendo perdices, perdón, lechugas de las del huerto y también de las “otras” en su casa.
 
						


 
						




































 
						


























 
						

















 
						

 
						
 
						
 
						
 
						
 
						
