Entrevista a Marisa Codina, Gerente de la Fundición Codina

Por Miriana Quiel y María Priego Sánchez

  

Entrevista a la Gerente de la Fundición, que representa la cuarta saga de los fundidores

¿Cuál es la Historia de la Fundición Codina?

La historia de la Fundición se remonta a la primera noticia de obras fundidas en 1888, cuando nuestro antecesor Federico Mas Riera le encargaron hacer la estatua de Colón de Barcelona realizada ese mismo año.  A partir de ahí monto un taller de fundición y luego en 1904 se jubiló y su parte se la compró mi bisabuelo y la traslado a Madrid. Y a partir de ahí hasta hoy.

¿Qué obras fundidas son las más destacadas?

Muchas en Madrid casi todas, todos los monumentos grandes de Madrid se han fundido en Codina. Como las de la Plaza Cascorro, el monumento de Alfonso XII, El ángel que se encuentra sobre el edificio Metrópolis de Gran vía, las estatuas de Goya y Velázquez de la puerta del Museo del Prado.

¿Habéis fundido algún premio?

Todos los años realizamos los Premios Cervantes de Julio López, los premios de la música…

¿Habéis recibo como empresa algún premio?

El ayuntamiento de la Comunidad de Madrid nos dio un premio por ser una empresa tradicional y antigua.

¿Se trata de una sociedad anónima?

No, fue sociedad anónima, sociedad limitada y ahora mi hermano aparece como profesional.

¿Cuántos trabajadores tiene actualmente la Fundición?

Ahora somos siete, mi hermano y yo, mi hijo que sería la quinta generación y luego contamos con cuatro especialistas más.

¿Cómo llega uno a ser artesano?

Esto no se estudia, se entra de peón, de aprendiz y se aprende el oficio de un maestro. El trabajo es artesano es manual las maquinas influyen poco.

¿Cómo sobrevivió la Fundición en tiempos de entre guerras?

En la guerra civil la incauto una célula anarquista que estaban en Madrid en la calle Cartagena, incautaron la fundición para hacer bombas. Durante la época de la guerra, se fabricaron bombas que no funcionaban, por ello a mi abuelo le metieron en la cárcel porque las hacia mal, pues no tenía ningún interés en hacerlas. Todos los trabajos que estaban en proceso se fundieron para hacer las carcasas de los obuses.

Durante la dictadura se fundieron muchos retratos de Franco y esculturas ecuestres colocadas por toda España y muchas otras como los ángeles del Valles de los Caídos.

¿Cómo surgió la colección?

La colección surgió porque yo tengo mis propias piezas de escultores que acaban siendo amigos, aparte de clientes se establece una relación muy estrecha y muy entrañable. Unas veces le compras la pieza o se la cambias por trabajo o te la regalan, esto pasaba desde comienzos de la Fundición y se han ido conservando.

¿Qué clientes de renombre habéis tenido?

Españoles, la gran mayoría desde los primeros tiempos de Mariano Benlliure, Miguel Blay todos los catalanes de la época modernista importantes como Agapito Vallmitjana, Jacinto Higueras, Aniceto Marinas. Y luego Pablo Serrano, Julio López Hernández y Francisco su hermano, Antonio López y artistas de hoy en día y no solo importantes sino todo aquel que quiera tener una pieza de bronce y la haya modelado.

¿Puede venir cualquiera a fundir su obra?

Si y para nosotros están importante hacer una pieza de Julio López Hernández como si tú te modelas una cosa que te guste y te la fundimos.

 

José López Jiménez o Bernardino de Pantorba

Por Mª Dolores Barreda Pérez

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No es el primer año en el que contamos con la especial colaboración en nuestra centenaria institución de becarios de distintas universidades madrileñas, estudiantes que nos ayudan en nuestro trabajo diario en los distintos departamentos que tiene organizados la entidad.

Nos nutrimos de universidades y de especialidades como periodismo, historia del arte, bellas artes y publicidad, con alumnos muy bien formados, ilusionados y deseosos de conocer el funcionamiento de una gran institución como la nuestra, asombrados por su maravillosa historia, deslumbrados por su legado y significación, de forma que vienen a nosotros con cartas de recomendación de importantísimas fundaciones y museos españoles.

Para nosotros son auténticos profesionales que desarrollan su trabajo junto a nosotros, en un servicio a la propia entidad y a los socios, de forma que toda esa teoría adquirida en los años de carrera, pueden llevarla a la práctica de forma completamente profesional y exitosa para todos.

La prueba de ello es que cada año son más los estudiantes que intentan realizar sus prácticas como becarios en la Asociación Española de Pintores y Escultores.

Previa a su aceptación, como Secretaria General de la institución, y siempre con la inestimable ayuda de la Asesora de Presidencia, Itziar Zabalza Murillo, de la Vocal Alicia Sánchez Carmona y a veces del Bibliotecario de la AEPE, Fernando de Marta y Sebastián, realizamos una entrevista personalizada a cada aspirante, intentando determinar el grado de implicación de cada uno de ellos, de forma que podamos asignarles el trabajo más conveniente y para el que consideramos está más capacitado.

Este año, en el transcurso de las entrevistas, pregunté a los becarios si sabían quién era Bernardino de Pantorba, intentando presumir de alguna forma de uno de los más ilustres socios de nuestra entidad y cuyo nombre lleva el Archivo Histórico que en el año 2013 creara José Gabriel Astudillo López, el Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, para quien es prioritario conservar, clasificar, digitalizar y preservar para las generaciones futuras, todo lo relativo a la historia de la institución.

Más allá del nombre del archivo, nadie conocía a Bernardino de Pantorba. Ni los becarios de bellas artes ni los de historia del arte, ni los de periodismo ni por supuesto, los de publicidad. Me asombró ese desconocimiento tan sincero y natural. Y eso me hizo plantearme cómo es posible que un personaje como José López Jiménez, de tanta trascendencia para la historia del arte en España, fuera completamente desconocido a las generaciones actuales.

Como historiador, José López Jiménez destacó por sus espléndidos estudios dedicados a los maestros de la pintura española del siglo XX; como investigador, sus monografías sobre artistas de otros siglos y coetáneos a él mismo; como crítico de arte es imposible no mencionar su análisis de las obras de los grandes genios; como bibliógrafo y tratadista, destacarían también sus obras dedicadas a la historia y crítica de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes; y como pintor, entendía el difícil arte de la creación que él mismo llevaba a cabo con un trazo exquisito, estudiado y suelto en unos paisajes clásicos de ejecución moderna y perfecto resultado.

Así, a grandes rasgos, es lo mínimo que deberíamos dar a conocer de este gran investigador del arte del siglo XX. Y además, tenemos la inmensa suerte de que fue socio de la Asociación Española de Pintores y Escultores, Socio de Mérito en el Salón de Otoño de 1923 y Socio de Honor en el de 1924.

De su biografía se puede estar puntualmente informado a través de las múltiples entradas que proporciona cualquier buscador a través de internet, por lo que omito datos biográficos, distinciones, premios, obras publicadas, instituciones a las que perteneció, conferencias que impartió… Sólo quiero centrarme en su relación con la Asociación Española de Pintores y Escultores, para que además de nuestros becarios, todos nuestros socios puedan apreciar la inmensa y prolífica actividad que desplegó Bernardino de Pantorba.

Hijo del pintor Ricardo López Cabrera y nieto de José Jiménez Aranda, participó con distintas obras en el Salón de Otoño de 1921, así como en la Bienal de Venecia de 1927; Segunda Medalla de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, Tercera Medalla de la Exposición Nacional de 1930; Primera Medalla del Salón de Otoño de 1948, participó también en el Salón de Otoño de los años 1922, 1929 y 1930, siendo miembro del Jurado en los de 1930 y 1948.

Pronunció numerosas conferencias dentro de las actividades propias de la Asociación Española de Pintores y Escultores, como la que en torno a Jiménez Aranda realizó nuestra entidad, con motivo de la inauguración de una exposición sobre su obra, en 1943.

José López Jiménez dirigió además la Gaceta de Bellas Artes, órgano de comunicación de la entidad, para la que escribió además unos ciento cincuenta artículos.

Vocal de la Junta Directiva de 1925 a 1927 y de 1947 a 1955, su estrecho contacto con la institución, nunca lo alejó de sus actividades pese al constante y continuo trabajo que llevó a cabo.

Pero más allá de estos datos, por los que tampoco será recordado por los becarios venideros, he querido acercarme un poco más a su personalidad jocosa y averiguar dónde y cómo y cuándo José López Jiménez llegó a ser Bernardino de Pantorba. Esa otra historia acerca de él que en ninguna enciclopedia ni entrada a internet encontraremos.

Él mismo lo explicaba, en una deliciosa conferencia que pronunció en el Ateneo de Madrid, cargada de recuerdos, reflexiones personales y anécdotas simpatiquísimas en las que descubre cómo realizó su transformación…

…“Me pusieron el mismo nombre de pila de mi abuelo. José López Jiménez. Dos jotas, dos zetas y tres acentos… Véase mi carnet de identidad. Soy yo y no ninguno de los otros doscientos cincuenta mil José López Jiménez que andarán por España y América a estas horas…

¿Existe en el mundo alguien que, efectivamente, se llame Bernardino de Pantorba? Juraría que no. He buscado la palabra durante más de medio siglo con la ayuda de un equipo numeroso y especializado en la busca y captura de cosas raras y objetos perdidos; amigos tan desocupados como complacientes, han consultado diccionarios enciclopédicos de todos los idiomas… los libros de geografía, historia y ciencia… los volúmenes gordos de fauna y la flora del mundo entero… todas las guías de teléfonos y listas electorales de los países democráticos… todos los secretos archivos policíacos de todas las naciones donde hay exceso de policía… hasta los nombres de todos los poetas y novelistas premiados y de todos los que hoy se llaman pintores… y nada. No ha salido jamás el vocablo “Pantorba”, ni como apellido, ni como lugar geográfico, ni como sustantivo, ni como adjetivo, ni como insulto, ni como ajo impronunciable, ni como personaje literario, ni como persona histórica, ni como voz en desuso, ni como nombre de objeto ignorado, bicho desaparecido, sustancia extraña, materia prohibitiva o cosa desconocida… ni como nombre de animal salvaje… no existe la palabra… Las ocho sílabas del Bernardino de Pantorba suenan bien. Forman un octosílabo perfecto…

Cuando yo tenía diez años estudiaba en un colegio de Sevilla… El maestro, un cervantista irreductible, nos ponía como libro de lectura diaria el titulado “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”… y como chicos que éramos, nos gustaban muchísimo más los recreos y decíamos todos: “Ya quisiera ese don Quijote de las Manchas ser como Bertoldo, Beroldino y Cacaseno”… como yo tenía unos indicios de comienzos de principiante de aprendiz de escritorcito, les dije a mis compañerillos que aquello de la lectura había que arreglarlo y que lo iba a arreglar yo, y en seguidita. Porque yo, Pepito López, me comprometía a escribir en poco tiempo un libro muy bueno para que pudiéramos leerlo en el colegio… arrinconando ya de una vez para siempre la lata aquella del “Don Quijote”. Empecé a escribir el libro, en casa y a hurtadillas de mi escamado padre. Le puse en la primea hoja de papel este título original sólo a medias: “El Ingenioso Hidalgo Don Bernardino de Pantorba”. Y comenzaba así: “En un lugar de Andalucía, del cual no me quiero acordar, porque no me da la gana, vivía un hidalgo”…. Enfrascado en aquel asqueroso plagio estuve algo más de dos meses… Al fin me cansé de tanta letra, tanta coma, tanto lápiz y tanta tachadura y, ya aburrido, como un novelista de verdad… acabé por abandonarlo todo al paso de los siglos…

Cómo entró en mis sesos la rarísima palabra “Pantorba”… eso es cosa que yo nunca supe… resulta más lógico que en una tierna cabeza infantil surgiera eso de “Bernardino de Pantorba” que no, por dar ejemplos, esas horrendas palabras “Epaminondas, Pompeyánico y Nabucodonosorcito”, con las cuales han sido atormentados los infantiles estudiantes de Historia…

Pasaron muchos años…

… Me había dicho mi padre que, cuando llegara yo a Madrid, me presentase a su buen amigo Mariano Benlliure, seguro de que él me tendería una mano y ayudaría en mi escalada a la fama… fui a verle… me presenté y aquella tarde llegaron a su casa, cuatro visitantes… Don Mariano recibía muchísimas visitas… A cada uno de los que llegaban me fue presentando, siempre muy amablemente, pero nunca de la misma manera: “Aquí le presento a mi joven y nuevo amigo el artista López Cabrera”… “Este es mi joven y excelente amigo el artista Jiménez Aranda”… “Mi joven y muy querido amigo el artista Aranda López”… y “Mi joven amigo íntimo Cabrera Jiménez”… Manejó los cuatro apellidos a su antojo y ni una sola vez acertó. Entonces, ¿cómo me llamaba yo…? ¿Con qué apellido iba yo a subir a la Gloria….?… No había tiempo que perder. ¡El seudónimo!¡Y pronto!… Uno de mis amigos músicos me aconsejó el de José Cabreranda… ¿Y eso me lo proponía un hombre que había estudiado a Bach?… Otro amigacho, el de Nezmeji Pezlo Sejo… Tu firma verdadera pero puestas las sílabas al revés…

El asunto grave de mi seudónimo todavía no adoptado y ya sopapeado fue tratado a fondo en una modesta tertulia cafeteril de Madrid, donde nos reuníamos ocho o diez artistas y escritores… y a los que acudí pidiéndoles, por favor, me ayudaran heroicamente en tan benemérito propósito… Manejaron sobre aquella mesa de café los seudónimos, motes y apodos más relumbrantes de la historia patria… como Fígaro, el Greco, Clarín, Fray Candil, Parmeno, Bombita, Machaquito, Don Tancredo, la Chelito, la Niña de los Peines…

Uno de ellos dijo que lo importante está en el apellido segundo, y a veces en el primero. Para llamar la atención, hay que tener un segundo apellido o uno que valga por los dos. Eso es lo que vale y lo que da sonido y tono. Porque, ¿Qué sería de Pérez sin su Galdós?… ¿Adónde irían Romero sin Torres, Aniceto sin Marinas, Ramón sin Casas, Eduardo sin Rosales, el Conde Duque sin Olivares?… Apartad a Luis de sus Candelas, cortadle a Leopoldo sus Alas, extraedle a Concha su Espina… si despojamos a Pastora de su Imperio ¿qué ocurriría?…

Me retiré a mi domicilio donde me acosté, insomne, desasosegado… el sueño de aquella noche fue estremecedor, apocalíptico… detrás de mí, persiguiéndome, una figura semihumana… con voz cavernosa aullaba: “Bernar… dinoooo de Pan…torbaaa! ¿Qué has hecho… de mí…? ¿No se acuerda de mí… tu negra ingratitud…? Y en seguida, el tonante clamor de Jesús en la cruz: “Eli, Eli! ¿Lama sabachtani…?”…

El último día del año 1921 puse por última vez en un trabajo mío la honrada firma mía: José López Jiménez. Esos años de danza pantorbiana, más los de meneo lopezco, tras los días de pataleos infantiles… el amor constante, sin largos descansos, a mi gustoso trabajo… he alcanzado una suma de afanes, ilusiones y quehaceres cuya enumeración, por lo larga, no es posible traer aquí… He pintado más de 800 paisajes, he hecho unos 500 retratos, he celebrado 15 exposiciones de mis obras, he publicado, entre libros y fascículos, cerca de 80 títulos de historia, arte y crítica, he dado a conocer en revistas y diarios tantos trabajos míos que aún no he tenido tiempo de contarlos… he concurrido a 28 Certámenes de arte… he recibido 14 premios, distinciones y honores… he dado más de 60 conferencias y lecturas… he sido director literario, he dirigido una revista de arte, he sido corresponsal de dos revistas argentinas… he ejercido la enseñanza como profesor de dibujo… he tenido varios discípulos particulares, he hecho casi dos millares de informes y peritajes de pintura, ha visto libros míos traducidos, he organizado varias exposiciones de grandes pintores, he viajado por gran parte de Europa y conozco sus mejores museos… he hecho dos viajes de trabajo a Norteamérica y 3 cruceros de placer; he tomado el avión unas 40 veces, he oído música de los gloriosos compositores clásicos, he reunido en mis dos pisos más de 500 cuadros y cerca de 20.000 libros; jamás he asistido a un partido de fútbol… no tengo coche propio, no sé lo que es cobrar jubilación; no he estado nunca en la cárcel, no me han dado ningún banquete y me he casado tres veces… ¿Hay quien, con un solo seudónimo, haya cubierto tantas travesías de la vida?…

Para terminar… dicen hoy los jóvenes cuando hacen, agravadas, las mismas tonterías hechas ya por nosotros, que están “viviendo su vida” y, con espantoso barbarismo, que “se están realizando”. También yo he “vivido mi vida” sencillamente porque he preferido “vivir mi vida” a vivir la vida del vecino de enfrente… He vivido y “me he realizado” sin explotar a mis padres, sin ayuda de nadie, sin haber heredado, sin haber gozado de sueldo, de gajes, de ventajas… Sigo en la brecha, ¡a mis años! Las cosas hay que decirlas como son…”

Nada más que añadir.

Bernardino de Pantorba retratado por Marcelino Domingo

Venancio Blanco recibió la “Medalla de Honor” de la Asociación Española de Pintores y Escultores

El escultor que ha revolucionado el arte sacro, Venancio Blanco, recibió el pasado viernes día 24 de febrero la Medalla de Honor de la Asociación Española de Pintores y Escultores, rodeado de numerosos amigos y socios que no quisieron perderse este sencillo homenaje al que acudieron numerosos amigos y seguidores del artista salmantino.

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La mesa presidencial estaba formada por el Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, José Gabriel Astudillo López, por el Vicepresidente de la centenaria entidad, Juan de la Cruz Pallarés García, por el homenajeado, Venancio Blanco, la Secretaria General de la AEPE, Mª Dolores Barreda Pérez, por el Socio de Honor y también escultor Julio López Hernández, que no quiso perderse el acto, y por el Presidente de la Asociación Española de Críticos de Arte, Tomás Paredes.

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Además del hijo del homenajeado, en el acto estuvieron presentes distintos miembros de la Junta Directiva de la institución, como los Vocales Juan Manuel López-Reina, Alicia Sánchez Carmona, Pedro Quesada, la Tesorera Ana Martínez Córdoba, el Bibliotecario Fernando de Marta y Sebastián, y la Asesora de Presidencia Itziar Zabalza Murillo, además de distintas personalidades como Francisco Molina, Director del Taller del Prado, la Directora de la Fundación Venancio Blanco y multitud de artistas y socios de la entidad.

Repleto de referencias personales y artísticas transcurrió un acto emocionado en el que a modo de introducción, la Secretaria General, Mª Dolores Barreda Pérez, realizó un breve recorrido por la trayectoria artística y profesional del reconocido escultor haciendo especial hincapié en proporcionar a los presentes un bosquejo resumido de cómo es Venancio Blanco, y no sólo de su biografía, con datos y fechas frías y distantes, sino introduciendo a los presentes en la vida, el pensamiento y un poquito en el alma mágica del artista.

Por lo entrañable de sus palabras y por la encendida defensa de su perfil humano, reseñamos a continuación toda la intervención de la Secretaria General:

“Señoras y señores, queridos socios y amigos, muy buenas tardes a todos y bienvenidos a esta casa común que es la Asociación Española de Pintores y Escultores.

Celebramos hoy el acto de imposición de la Medalla de Honor de la entidad a D. Venancio Blanco.

Este es un acto sincero y sentido que lo único que pretende es homenajear a un gran artista, a una gran persona.

Debo plasmar aquí una recapitulación de su trayectoria artística a grandes trazos, pero qué decir de un genio como él… creo que siempre me quedaría corta.

De su relación con esta Asociación Española de Pintores y Escultores sí puedo citarles que Venancio ha participado en las Exposiciones Nacionales, de las cuales posee la Primera Medalla, y ha sido varias veces miembro del Jurado del Salón de Otoño, la última vez en el año 1990, cuando se llegaba a la edición número 57 de tradicional certamen.

De su biografía, como en las anteriores ocasiones que se ha concedido este galardón, me gustaría remitirles a cualquier enciclopedia, o mejor aún, a la página web de la Fundación Venancio Blanco, en donde encontrarán pormenorizada información acerca de su vida, de la cual trazaré sólo a grandes rasgos unas líneas, ya que lo que aquí nos interesa, es el perfil humano de un gran hombre como Venancio Blanco.

Venancio Blanco nació en 1923 en Matilla de los Caños del Río (Salamanca), aunque luego se crio en la localidad vecina de Robliza de Cojos, pueblos ganaderos con toros bravos y encinares, que marcarán su obra.

Estudió en la Escuela Elemental de Trabajo y en la de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Salamanca y en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando en Madrid.

En Italia, descubrió la escultura, no solamente como elemento de expresión artística, sino como forma de vida. Allí aprendió en su totalidad el proceso de fundición del bronce. Y como él mismo asegura: “Roma para mí lo ha sido todo”.

Mucho más tarde descubriría la Grecia clásica donde se extasió de ese despojo de esencias formales, en la depuración total que siempre había intuido y que allí encontró.

Profesor de Modelado en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, es Académico de Bellas Artes y miembro correspondiente de la Pontificia Insigne Academia Artística dei Virtuosi al Pantheon, además de otras muchas como la Real de Santa Isabel de Hungría de Sevilla, la Real de Córdoba y de la Purísima Concepción de Valladolid.

En 1981 fue nombrado director de la Academia Española de Bellas Artes en Roma.

La obra de Venancio se vuelca en dos grandes temas: el religioso y la tauromaquia.

En el tema religioso coinciden sus preocupaciones estéticas y espirituales con la renovación del Concilio Vaticano II, pero sin descuidar la imaginería tradicional.

En sus tauromaquias, de las que parte de los modelos de Mariano Benlliure, prescinde de la minuciosidad del detalle para centrarse en la búsqueda de las formas con una evidente economía de la materia, en una línea muy próxima a la abstracción.

Cuando recuerda al toro en el campo, lo hace primero con miedo, después con respeto y más tarde con el ideal de la belleza que desprende el animal, trasladándola a la escultura, a la figura, a la estética y dinámica, a la grandeza de su nobleza.

Otros temas presentes en su obra son el deporte, el flamenco, el cante jondo, el desnudo femenino… todo ello expresado a través de formas elementales que se identifican con el abrumador peso del sentimiento en las formas. Y también como tema los toreros, que al principio eran impersonales y abstractos pero que terminaron adaptándose a determinados diestros como el sevillano Juan Belmonte.

Es miembro del grupo de los Seis Escultores, formado por José Carrilero Gil, Joaquín García Donaire, César Montaña, Benjamín Mustieles y Jesús Valverde.

El grupo de los Seis Escultores se constituyó en los años 60 en Madrid y se integra en el marco de la escultura neofigurativa, tendencia que muestra un interés por representar la realidad a través de formas entre la figuración académica y el informalismo.

Es la de Venancio una larga trayectoria repleta de exposiciones, premios y reconocimientos de diversa índole, que refleja el arte de un escultor de lo óptimo, que ha sabido encontrar y mantener la pureza de las formas, y de un escultor optimista, que ha estado siempre aprendiendo y empezando.

En el año 1997 Venancio Blanco creó la Fundación que lleva su nombre, dirigida a promover la difusión de la escultura y el dibujo en la sociedad, sobre todo entre los jóvenes y niños.

Formado a la estela de los clásicos dentro de las vanguardias más actuales, Venancio Blanco es una figura por derecho propio en el mundo del Arte. Dentro de las corrientes del naturalismo, para algunos estudiosos de su obra, parte del grupo próximo al neofigurativismo de los Seis Escultores para otros y un genio libre imposible de encasillar en una tendencia concreta para la mayoría de quienes observan su obra, el artista salmantino crea con la necesidad de “descubrir la belleza y transmitirla”, como ha manifestado en multitud de ocasiones.

Blanco considera la vida y las experiencias personales como una sucesión de talleres de los que han partido en un viaje sin fin centenares de obras de arte, hoy repartidas por nuestro país y más allá de nuestras fronteras.

Como todos los grandes artistas, considera imprescindible una excelente formación técnica en dibujo y modelado. Prueba de ello son sus propias composiciones, perfectas, inspiradoras, figurativas o esquemáticas, su impresionante visión del vacío, de los vacíos, que el espectador puede entender como el alma de las piezas.

En definitiva, una creación meditada, detenida, llena de sensaciones que magistralmente traduce a un material como el bronce.

En su trabajo como creador hay una constante presencia del dibujo que él define como un misterio. En sus propias palabras, “Si sabes dibujar, pocas veces pierdes el tiempo mirando a cualquier parte. El dibujo es entendimiento, incluso de lo que puede ser sorpresa. La belleza siempre va unida a la sorpresa, al dibujo, a la vida. Si quieres gozar la vida, no tienes más remedio que observar la naturaleza y mirar cómo te enseña el dibujo. La idea, hasta que no encuentra la materia, es un hecho mental. Es el dibujo el que elige la materia idónea para que el capricho de la idea –casi siempre la idea es caprichosa- no pierda su sentido”.

Valora sobremanera el hombre, el amigo, la amistad. Echa de menos la crítica constructiva que siempre ha cultivado rodeado de amigos y alumnos y es amante del sentido del humor, de la confianza y de la sinceridad.

A los artistas sólo les da un consejo: “que dibujen todos los días y que conozcan las distintas materias para tener la libertad de poder expresar una idea. Y sobre todo, que cada día tengan mayor ilusión”.

Se siente orgulloso de ser Académico, porque en sus propias palabras, “la Academia está llena de maestros, que respetan el trabajo que uno hace”. Y sigue pensando que para un artista, ser académico es uno de los galardones más importantes.

El aspecto humanista de Venancio ha influido toda su labor creativa y docente, lo que nos hace ver la profunda dimensión religiosa de toda su obra. Porque Venancio es un artista cristiano y un escultor creyente.

Venancio es un hombre que reza. Cuando hoy en día sonroja confesar unas creencias, Venancio es valiente y asegura que “me ensañaron a rezar de pequeño, y rezando aprendí a dibujar”. El Padrenuestro es el primer dibujo que hace cada mañana, porque después, “las ideas son más claras”.

Por todo ello Venancio Blanco ha contribuido a la transformación del arte sacro español, es un referente de la renovación de este arte, debiendo apreciar su capacidad para renovar las fuentes de la inspiración cristiana desde una actitud de fe que lo equipara a otros artistas consagrados, por su calidad artística y su creatividad, que trasciende el anacronismo en el que se sumió el arte religioso.

Su obra transmite una fuerte expresividad y espiritualidad, que inundan todas sus formas. La evidente gravedad de sus creaciones, el dramatismo trágico y la estilización hacia la verticalidad sumen toda su obra en un mundo ascético repleto de esperanza.

Para Venancio, el ejercicio de la escultura es casi contemplativo porque al ser un artista creyente, se ha convertido en un experto de la búsqueda trascendente en base al cotidiano diálogo con Dios, con los otros y con la materia.

Venancio es un hombre amable, atento, sabe escuchar, reprende con cariño, con ganas de incentivar y sacar lo mejor de cada uno.

En el recorrido de su obra no hay un dilema entre abstracción y figuración. Ambas cualidades van siempre unidas y son inseparables. La realidad nos presenta formas, aparentemente comprensibles, tangibles pero que portan consigo un componente de abstracción que es el que las distingue y las individualiza.

Por eso, cuando disfrutamos de la obra de Venancio podemos vislumbrar en ella, algo más que se esconde detrás de la superficie. Un gesto, una textura, el trazo intenso realizado con el carbón. Son los que convierten al dibujo o a la escultura en algo que trasciende la materia. Es lo que nos conmueve y nos emociona, nos transmite verdad, bondad y belleza, tres cualidades implícitas en cada una de sus piezas independientemente del tema que sea.

Todo ello no es más que la demostración tangible de la grandeza de su alma, de la generosidad de su corazón y de la rectitud de sus sentimientos.

Por eso, para esta Asociación Española de Pintores y Escultores es un honor otorgar esta distinción a un excelente escultor y a una extraordinaria persona.

Venancio: sólo queremos que sea ésta una muestra de la profunda admiración que todos los socios y amigos aquí reunidos, sentimos por tu trabajo y los méritos para la concesión de esta Medalla que hoy orgullosamente te distingue.

Muchas gracias.”

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A continuación, el Presidente entregó la Medalla de Honor a Venancio Blanco, quien la recibió emocionado y dirigió unas palabras a los asistentes en las que sólo pudo agradecer el honor y declararse feliz y emocionado por el hecho de estar allí, y saberse de verdad objeto de una atención tan especial.

Las palabras del Presidente fueron:

“D. Venancio Blanco, miembros de la Junta Directiva, autoridades asistentes, queridos socios y amigos, bienvenidos todos y gracias por vuestra presencia en este acto que me honra presidir.

Esta Asociación siempre ha creído que homenajear a los grandes artistas que tiene España era un deber con la historia, con la propia Asociación Española de Pintores y Escultores y con todas las personas que habéis demostrado vuestro amor y vuestro compromiso con esta institución y con el mundo de las bellas artes.

España está perdiendo la costumbre de rendir homenaje y tributos monumentales a los auténticos genios del arte. Ya no se glorifica ni perpetúa la memoria de personalidades artísticas que engrandecen nuestra sociedad con su arte. Ya no hay encargos importantes para realizar grandes monumentos en los que buscar los valores escultóricos más permanentes y de secular vigencia.

Esta es la gran reivindicación que hoy quiero hacer desde esta tribuna. Desde nuestros medios, con nuestro granito de arena, queremos rendir tributo a uno de los grandes genios de la escultura: Venancio Blanco.

No lo hacemos con collares o condecoraciones, ni pomposos actos repletos de medios de comunicación y de curiosos. Nosotros lo hacemos de forma sencilla, sentida y humilde, en un reconocimiento sincero a quien tanto ha hecho por la escultura en España.

Mañana no habrá titulares en los periódicos ni reseñas televisivas porque España ya no gusta de rendir honores ni tributos.

Rendir homenaje siempre ennoblece a quien lo recibe, pero engrandece también a quien lo otorga. Porque es justo alabar y reconocer a quien debe ser admirado y respetado por su creación y por su ejemplo.

Nuestra sociedad actual, especialmente nuestros jóvenes escultores, necesitan referencias y valores, necesitan impulso y esperanza. Y eso es lo que representa Venancio Blanco: los valores humanistas que desprenden sus creaciones son fruto del trabajo, del esfuerzo y del sacrificio, que son la única vía para el éxito.

Pero además Venancio Blanco es referencia y ejemplo a seguir, un hombre capaz de ejercer influencia ante la juventud, con capacidad para ilusionarla y animarla a asumir los riesgos que todo artista debe afrontar, así como a volver a ponerse en pie ante los fracasos y las críticas.

La obra de Venancio Blanco es atemporal. Gusta a distintas generaciones porque trasciende, porque hace pensar, nos hace sentir, nos hace identificarnos como parte de una idea creadora que sabe proyectar y compartir su creación con el resto del mundo.

Y por ello debemos darle las gracias y por ello se ha hecho digno merecedor de este reconocimiento, porque sólo hombres como él están impulsando a los creadores y muestran a la perfección una descripción singular de nuestra identidad y nuestras cualidades como hombres.

Reconocemos aquí las dificultades con las que se ha encontrado Venancio a lo largo de su vida. Pero los sacrificios que ha realizado, las alegrías que ha experimentado y el singular significado que para él tiene el conjunto de su producción y experiencia artística y profesional son hoy ejemplo para muchos artistas de España. Porque el ejemplo de su vida nos interesa a todos.

Se ha dicho que quizá el sentido del arte sea ofrecer incesantemente la opción de perfeccionarse a los hombres. Por eso, este galardón reconoce una vida, un camino personal que nos lega en las obras entregadas, una referencia visible en la que se nos ofrece, al revivirlas y contemplarlas, ser también artistas. Se nos ofrece así una posibilidad de acción que trasciende el mero disfrute y nos permite, fundiéndonos en la dinámica de su propia fuerza, también mejorar.

La vida de Venancio Blanco representa un momento esencial de nuestra cultura escultórica; en todas y cada una de sus obras reconocemos algo nuestro y encontramos referencias para expresarnos y comunicarnos.

La Medalla de Honor que hoy te entregamos es un modo de confirmar, de reafirmar que, en pleno esfuerzo por superar circunstancias adversas, estamos contentos de vivir y que en la vida hay una gran belleza. Tú así nos lo has mostrado. Como también nos has enseñado que no hay progreso sin cultura. Y como también sabemos que España no progresará sin ejemplos como el que tú representas.

Tu trayectoria humanista, tu trabajo, tu ilusión, tu ejemplo, son las actitudes que hoy reconocemos con la concesión de esta Medalla que en nombre de todos los artistas de España tengo el honor de entregarte.

Después de escuchar las palabras de nuestra Secretaria General, que en esencia ha reflejado quién es Venancio Blanco, habría muchísimo más que decir sobre sus esculturas, porque aquí apenas hemos podido abordar de forma muy reducida su vida y obra, pero me gustaría que se fueran hoy de aquí después de haberles podido transmitir algo del espíritu que anima la extraordinaria obra de Venancio Blanco, que ahora estamos celebrando como se merece.

No obstante, antes de concluir, deseo dejar constancia de una parte excepcional de Venancio que directamente nos concierne y es el hecho de poder sentirnos orgullosos de que España posea un conjunto incomparable de piezas de este humanista, este trabajador, este caminante y asceta infatigable; ese mejor representante hoy en el mundo de lo que, gracias a él, seguimos llamando actualmente escultura. Pocas veces, me he sentido más orgulloso y feliz al participar en un solemne acto de reconocimiento como el presente.

Felicidades Venancio”.

Fue después requerido para que firmara en el Libro de Honor de la Asociación Española de Pintores y Escultores, y así lo hizo, dejando además dibujada una cruz sencilla, vigorosa y de una tremenda fuerza que hizo las delicias de cuantos la contemplaron.

Además, Venancio Blanco tuvo la gentileza de obsequiar a la Asociación Española de Pintores y Escultores con un dibujo que entregó al Presidente de la entidad, José Gabriel Astudillo, como muestra de agradecimiento por el homenaje recibido.

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