Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

El sol azabache de la melancolía

La melancolía es una sensación que se convierte en estado emotivo; una tristeza vaga que nos contagia la realidad. Melancolía es familia de tristura, aflicción, pesadumbre, nostalgia, pesar, postración, añoranza, hipocondría, esplín, morriña, saudade…En un tiempo se asimiló a la locura, ha cambiado su apreciación. “Siempre vuelves de nuevo, melancolía, oh dulzura del alma solitaria”, escribe Georg Trakl.

 La mediocridad me produce melancolía, esta miseria intelectual hodierna dinamita la claridad y tiñe el horizonte de desasosiego. Pasa, pero deja un amargor que aúpa la reticencia. También la decepción genera melancolía. ¿Por qué? Porque estamos dominados por un voluntarismo atroz ajeno a la entidad vivaz de la vida, a la actitud noble del hombre. No hay que generalizar, pero estos son malos tiempos para la razón, para la perfección, para la lealtad, para la libertad, para sentir, para ser en puridad.

Escribir una novela de 548 páginas, con lenguaje espléndido, vocabulario feraz, contenido culto, elevado ritmo y denodada búsqueda de belleza es una transgresión, una provocación; una protesta contra la vulgaridad, la estulticia y la chabacanería. Eso es lo que ha hecho Carmen Pallarés -límpida poeta, escritora, ensayista, pintora, cantante de coro vocal y perito en soles de música clásica- escribir contra la precariedad.

 

Carmen Pallarés

 

El sol azabache de la melancolía, rubro de la novela, es un canto a la amistad, entre un hombre y una mujer, que se desarrolla, obsesivamente, en el marco de la actividad de una residencia para personas discapacitadas: un ambiente duro y exigente, salpimentado de sajelada sensibilidad. ¡Es llamativo el conocimiento de la autora en tantas opciones materiales y espirituales: medicina, gastronomía, bares, filosofía, poesía, música, canto, helenismo, artes!

¿Acaso no es una oda a la melancolía? ¿Cenicienta y dulce queja de un alma solitaria? Importa el qué, pero mucho más el cómo. Es un largo y generoso placer deslizar nuestro sentido por una escritura tan dúctil, tan idónea, tan precisa, tan mollar. Una palabra para cada sensación y cada impresión en su expresión exacta. ¡Cómo se puede escribir tan bien sin sonrojarse!

Aunque, las cualidades positivas jamás son excesivas: nunca se es demasiado bueno, demasiado culto, demasiado justo, demasiado humano, demasiado limpio, demasiado sano, demasiado llano. Las cualidades negativas, sin embargo, por mínimas que sean, siempre exceden la decencia, la prudencia, la dignidad, la hombría, la limpieza, la admiración. No debería darse la veneración de un canalla, pero se da, y con frecuencia.

Un pintor y poeta traba amistad con una novelista y tejen un monumento a la amistad, a la fidelidad, a la transparencia, a la temperancia, a la confianza a lo largo de una trama misteriosa. Para mi ha tenido cierta complejidad su lectura. Conozco a la autora y la identifico, o eso creo yo, con muchos sucesos de varios personajes, sobre todo Pavel Vidal, pintor-poeta, como ella. Es cine dentro del cine, es decir, se va explicando cómo se hace una novela al tiempo que se va construyendo la novela; una pretendida obra al alimón, pero sólo escriben unas manos. ¡Una galería de arquetipos raros o no!

 

No soy lector de novelas, lo soy de poesía. Me cuesta, pero un canto a la lealtad, urge una visión leal. Quinientas cuarenta y ocho páginas trufadas de citas y de acápites de Jenófanes, Eurípides, Aristóteles, Homero, Plutarco, Alceo, Sófocles, Empédocles, Arquíloco, Anacreonte de Teos, Safo, Pitágoras, Hipócrates, Orfeo, Platón, Alceo, Teognis de Megara, Epicteto, Hesiodo o Esquilo, el majestuoso poeta de la antigüedad, que hizo florecer la pintura y la solercia de Francis Bacon, no es un asunto baladí.

La Ilíada, la mitología griega, amén de los románticos de toda laya y condición, de los fundadores de la poesía moderna. Y no digamos nada de los compositores, en especial lo más monumentales. Y pintores y dibujantes. Carmen no puede disimular sus dotes plásticas, ni sus conocimientos de técnica y de historia del arte universal, su pasión armónica y mélica. En fin, un ambiente agridulce, porque cabe el arte, en su entorno diletante, vive el dolor de seres con problemas, el día a día de un ostugo de sufrimiento donde se ansía que broten rosas de las ruinas, pero donde de sólito tiene más peso la cruda realidad que la idealizada normalidad.

No es un texto vedado al lector general, no, pero es cierto que requiere de un lector especial, no necesariamente erudito, sí inteligente y con ganas de aprender, de buscar palabras, de conocer biografías, de paladear una prosa de miel perfumada de espliego, refinamiento, elegancia, hurmiento. Teniendo en cuenta el poder de redes y nuevas tecnologías, leer es un acto subversivo, un vicio solitario, una revolución, la única vía para preservar la libertad. Leer implica elegir, al margen de lo gregario, rebelarse, buscar la luz en esta noche oscura de egestad, zafiedad y narcisismos fascistas.

El sol azabache de la melancolía es un alegato descomunal, perfecto, insistente, contra la barbarie que nos rige y atosiga, contra la deshumanización. Más allá de una novela de tesis, Pallarés ha escrito una confesión: natural, fluida, sin el objetivo de una anábasis, más bien como una catábasis personal, una bajada a los infiernos y una purificación personal, un ejercicio espiritual, no religioso. En todo caso, se convertirá en un texto de culto, no hace falta que la lean miles de personas- no sé si esto satisfará a la autora-, pero si los precisos, aquellos the happy few que detectan el ángel de la gracia, cuando escribe un ángel.

El título ya da para un libro, para un joyel: El sol azabache de la melancolía. Cuarto verso del primer cuarteto del soneto, Desdichado, de Gérard de Nerval. En 1854, Nerval publica Les filles du feu, con un apéndice, Les Chimères, donde se ubica el soneto Desdichado, así en español. Un marbete que procede de Ivanhoe, cap. VIII, de Sir Walter Scott, donde aparece un escudo con el lema “Desdichado”.

Desde su tiempo, influyente como no podemos imaginar, el soneto se convierte en un ariete. Y T. S. Eliot en su Tierra Baldía – Tierra Agostada, como prefiere Ricardo Silva Santisteban- en el verso 429, introduce: Le prince d’ Aquitaine à la tour abolie”, segundo verso del primer cuarteto del mencionado famosísimo soneto nervaliano.

En traducción de Alejandro Bekes, el primer cuarteto:

                                       Yo soy el Tenebroso, el viudo inconsolado

                                       De la Torre Aquitana señor sin dinastía.

                                       Mi única estrella ha muerto; mi laúd constelado

                                      lleva en si el negro sol de la melancolía.

Ese soneto, prestidigitador de sueños y emociones, ha sido traducido a nuestra lengua por Octavio Paz, hasta en tres versiones; también por Xavier Villaurrutia, Juan José Arreola, Salvador Elizondo, José Emilio Pacheco, Tomás Segovia…Y podría continuar

No es la única ocasión en que Nerval, pseudónimo de Gérard Labrunie(1808-1855), maestro de la fantasía, celebrado por los surrealistas, aquel que dijo antes de Rimbaud Je suis autre, que paseaba con una langosta atada a un lazo azul, lúcido y loco, vividor y suicida, recurre a esa metáfora. En Voyage en Orient, 1851, aclara: “El sol negro de la melancolía, que derrama sus rayos oscuros sobre la frente del ángel soñador de Alberto Durero, se levanta también a veces en las llanuras luminosas del Nilo”.

Carmen Pallarés. Escritura

 

Carmen Pallarés, en ese cosmos precario y de encuentros atrabiliarios, disecciona la anatomía de la melancolía, un sol de azabache, que pesa en nuestras alas, controlando o impidiendo el vuelo. Lo que pretende ser luminoso, acaba siempre en tenebrosa noche, con nubarrones y ventoleras oscuras, con sufrimientos y huidas, en una prosa triunfal, que transcurre como el agua de un riachuelo, cristalina y burbujeante, que se desliza desde la proceridad de las montañas a la proceridad del vasto y hondo mar virgiliano.

Esta novela, este estilo, este intrincado poema, este carácter audaz ahorma un gigantesco desafío, en una época de desconcierto, de desasosiego. Es una pregunta permanente, recurrente, que tememos hacernos. No es narración para el entretenimiento, sino para el paladeo de una escritura artística, para el aprendizaje, para el deleite y la creación de pensamiento. Lo más alejado de lo que conocemos como un bestsellers.

Varios personajes dejan su ámbito de confort y se entregan a una vida alejada de sus intereses culturales, que acaba haciéndolos otros. ¿Seríamos los demás capaces de tal hazaña? Algunos sólo ejercen un trabajo alimentario. El egoísmo se convirtiendo en un muro que coarta. Hay muchas situaciones que me recuerdan la poesía doliente de Miltos Sachtouris, la música de Schönberg, el viaje del Alighieri.  Análisis de una amistad, que termina en suceso, una desaparición enigmática añade a la perfección literaria dosis de intriga.

La lectura se hace trabajosa, pero cuando acaba, nos produce una especie de orfandad  melancólica, porque querríamos seguir sabiendo más de estos seres, tan separados y tan unidos: Pavel Vidal y Margarita, Margot o Maló. Digamos que los protagonistas, aunque el protagonismo es de esa residencia de pacientes y sus cientos de historias y las gentes que salen y que entran. Para mí, el leitmotiv por excelencia de esta novela, Abedul Ediciones 2022, es su escritura, cómo están repujadas las frases, cómo están ubicadas las palabras, cómo están esculpidos los sentimientos, cómo danzan los autores.

Carmen Pallarés pinta ordenando un aluvión de líneas en bosque arcano del que conoce todos sus senderos, su talismán, sus caprichos. Y escribe trazando el mapa sutil de una melodía azul de Bob Dylan. Entre sus libros de poemas: La llave de grafito, ABBA, Caravanserai, Luces de travesía, Esgrima, Partitura adelante…Colecciones de cuentos y ensayos sobre arte, uno magnífico acerca de la obra de Marta Iglesias, Un reino nítido.

No se trata de exponer la bibliografía de la poeta, sería una falta de consideración hacia la novela, pero no puedo dejar de mencionar los libros que ha realizado con Ángel Sardina, y sobre todo, Camino de mi palacio, una fiesta maravillosa de la poesía en edición artesanal que sólo unos pocos hemos podido disfrutar, pero en ese camino hechicero está el mejor aliento lírico, lígrimo de esta poeta grande e íngrima.

Quienes la conocen saben todo lo que de suso digo, pero quiero dirigirme a quiénes no la han leído nunca, a quiénes no la han oído, para que la oigan, la busquen, como el que persigue una voz misteriosa que se oye en la lejanía sin saber muy bien de dónde viene, ni qué secretos nos confiesa. Como un Stradivarius sonando mágico en el hayedo anclado en el alfoz.

 

Para Georg Trakl, a quien Pallarés cita, la vida del hombre no es más que un peregrinaje que finaliza con la muerte. Aquí contemplamos parte de ese viaje de muchas almas privadas de destino- otra idea de Trakl-, a través del instrumento de la melancolía que aboceta con solercia el crepúsculo del pasar de tantas almas. Porque la melancolía también es una herramienta de conocimiento, que nos hace perfilar y agudizar nuestra capacidad de percepción. No ve lo mismo un alma clarividente que un sujeto siniestro.

En El sol azabache de la melancolía – ¿podría considerarse una historia de amor perdida? –, se purifican las almas como el oro en el crisol, se sajelan los espíritus, sin recomendación alguna, sólo siguiendo la actitud y la decisión de algunos personajes, que se entregan, solidarios, a cambio de estar bien consigo mismos. Aquí se toma conciencia de la importancia de saber expresarse con precisión, con lisura, con idoneidad. Carmen Pallarés es una poeta diáfana, un ser de cultura, con pensamiento y por eso hace lo que no pueden conseguir otros.

En los talleres creativos a los que se alude en la novela, se discute la idea de Beuys, y se matiza: todos podemos ser creativos, no todos somos artistas. No hay arte sin creatividad, pero no toda creatividad es arte. Novela atípica, no tópica, que nos relata sensaciones y nos hace vivir emociones con una extrema elegancia, de estilo, de ambiente, de finalidad.

En De qué hablo cuando hablo de escribir, Haruki Murakami, reciente Premio Princesa de Asturias de las Letras- ¡hay que felicitar al jurado por su perspicacia! – compara la literatura con un ring, al que todo el mundo puede subir, pero son pocos los que resisten la pelea y muchos menos los que resultan vencedores. En las antípodas de la escritura azarosa de Murakami, Pallarés ha subido al ring y ha ganado su combate, que lo vean o no es cuestión de los lectores, los árbitros están desaparecidos.

                                                                                                                  Tomás Paredes

                                                                                                    Presidente H. AICA Spain

 

Mª Dolores Barreda Pérez presentará el libro «El círculo Benlliure»

   El 15 de junio de 2023, 19 h. en la sede de la AEPE

En un acto que se celebrará el próximo día 15 de junio de 2023, a las 19 h. en la sede institucional de la Asociación Española de Pintores y Escultores, Mª Dolores Barreda Pérez presentará el libro que bajo el título de «EL CIRCULO BENLLIURE. Entresiglos: Diccionario biográfico de 76 artistas coetáneas de Benlliure», acaba de publicar el Ayuntamiento de Crevillente, junto con el Museo Mariano Benlliure y la Federación de Cofradías y Hermandades de la Semana Santa de Crevillente.

El acto, en el que estará presente la autora, contará con la presentación del Socio de Honor de la AEPE, escritor y Premio Planeta, Javier Sierra, del Presidente de Honor de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA), Tomás Paredes, y del Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, José Gabriel Astudillo, quienes prorrogan el libro, junto al Alcalde de Crevillente y al Presidente de la Federación de Cofradías y Hermandades de la Semana Santa de Crevillente.

La portada del mismo es una obra original creada expresamente para el libro, de Alejandro Aguilar Soria, artista multidisciplinar y Socio de Honor de la AEPE.

«He hojeado con asombro sus páginas y si algo une a estas artistas es su afán permanente de superación. Aun siendo orgullosas herederas de aquella jovencita anónima del cerro de Jabalcón, les tocó vivir en un mundo cuya historia escribieron hombres. Por eso, rescatarlas de las hemerotecas, recuperar sus nombres y sus trayectorias, y reivindicar lo que hicieron, es dar dignidad a la Historia del Arte«.

Javier Sierra

Socio de Honor de la AEPE. Escritor, Premio Planeta de novela

 

«Esa es la clave de este ensayo histórico de mujeres artistas que confeccionaron la historia de esta institución, AEPE, fundamental en el desarrollo del arte y la creatividad durante un siglo y pico en España. Este volumen se publica en conmemoración del 75 aniversario del fallecimiento de Mariano Benlliure, ocurrido en 1947, pero abarca desde el nacimiento de AEPE, situado con los últimos hallazgos de la autora, antes de lo que se creían«.

Tomás Paredes

Presidente de Honor de AICA Spain (Asociación Internacional de Críticos de Arte)

 

«Este trabajo es una perfecta revisión de la historia de la Asociación Española de Pintores y Escultores, ya que nos presenta los antecedentes de una entidad que sigue viva tras más de un siglo; y nos presenta la vida y las obras de las que fueron sus primeras socias, aquellas que se abrían paso en el difícil mundo de las bellas artes en unos momentos tan convulsos en la historia de España«.

José Gabriel Astudillo

Presidente  de la Asociación Española de Pintores y Escultores

La autora:

Mª Dolores Barreda Pérez (Madrid, 1966) es periodista, escritora, investigadora, miembro de la Asociación Española de Críticos de Arte, pintora, restauradora, gestora cultural y comisaria de exposiciones. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, Máster en Museología, Secretaria General y Secretaria Perpetua de la Asociación Española de Pintores y Escultores.

Dirige la Gaceta de Bellas Artes, una revista mensual que nació en 1910 y es el órgano de expresión de la AEPE.

Responsable del Archivo Histórico “Bernardino de Pantorba”, es además autora de otros trabajos de investigación sobre el arte y otros socios y curiosidades artísticas relacionadas con la entidad, cuyas publicaciones pueden verse en https://apintoresyescultores.es/entrevistas-y-reportajes/

Reúne en este libro, EL CÍRCULO BENLLIURE, el fruto de sus nvestigaciones acerca de la biografía de las primeras socias de la centenaria entidad, coetáneas de Mariano Benlliure.

Ávida lectora y apasionada de la escultura, en este libro ha querido rescatar del olvido a las artistas que tuvieron la suerte de vivir en un periodo de riqueza artística inigualable en la historia del arte de España.

 

 

 

Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

 

Carlos Muñoz de Pablos: Visita a su taller

 

Hay acciones efímeras, que no trascienden: ocurre a menudo con las performances habituales, mediocres, placebo. Por contra, otras alargan y agrandan sus efectos según pasan los días. Pocas fechas ha, un grupo de amigos visitamos el taller segoviense del maestro Muñoz de Pablos y la impresión inicial, que ya fue rotunda, se ha ido anchurando. El maestro, con su pausado decir, con su sosegada clarividencia, nos explicó algunas de sus obras realizadas, otros proyectos y mostró un retrato espléndido del doctor Laguna- “Tu duca, tu signore, e tu maestro”-., que acaba de hacer.

El grupo de los visitantes lo componíamos: Manuel Parralo, pintor y catedrático de la UCM, en la que fue Decano de Bellas Artes; Enrique Ybarra, escritor oculto, empresario y coleccionista de autómatas y saberes; la doctora Emilia de Dios, jefa de Servicio de Ginecología y Obstetricia; Paula Varona, pintora de éxito y miembro de jurados; Félix Ortiz, promotor cultural y artéfilo de abolengo; Ana Muelas, defensora de la naturaleza y denodada amante de los árboles; y quién firma estas líneas, humilde crítico de arte.

El lector conoce y admira el orbe de Carlos Muñoz de Pablos. Mas, por refrescar la memoria, apuntaré datos de su perfil humano y de su obra. Ante todo, hay que decir que Carlos Muñoz de Pablos es el maestro vidriero actual por excelencia. No es igual haber hecho alguna vidriera, que consagrar la vida a este soporte, materia y mester. Vitrales han hecho Farreras, Feito, Vilató, Manuel Ortega, Arcadio Blasco, Lapayessev…Pero, vidrieros son Muñoz de Pablos, Henri Dechanet, Galicia, Joan Vila-Grau, Luis García Zurdo, Pere Valldepérez, Fernández Castrillo, entre otros, cada uno con su dimensión. Sin olvidar los talleres de la Real Fábrica de Cristales de La Granja y los de Gordiola en Algaidas, Mallorca.

Andrés Laguna: veladura de aguatinta negra y negro compuesto sobre lino y cáñamo; 148×98, proporciones áureas; 2020, Carlos Muñoz de Pablos

 

Llamar maestro vidriero a Muñoz de Pablos es sólo dar una pista, porque dada su sólida formación y la obra realizada, se trata de un artista sobresaliente, de primer nivel,  avalado por la dimensión de su pintura, de su obra. ¡Quien dibuja ese retrato intuido, no apócrifo, del doctor Laguna es alguien con mano para llevar un momento creativo a la eternidad; un creador que sabe imbuir a sus formas poderío, dimensión y presencia!

Y todavía está su talante cordial y su talento, cultivado y veraz. Me satisfizo que recordara el contenido de Discurso sobre Europa de Andrés Laguna y que situara los movimientos en su tiempo, que diferenciare la obra exenta y las artes aplicadas; que nos mostrara los nidos de barro de las golondrinas y las plantas de celidonia de su patio, una papaverácea, también denominada celidonia mayor o golondrina, que ya clasificó Laguna. ¡Qué meguez para el oído y el espíritu que la palabra golondrina identifique una planta sanadora y un ave milagrera!

Carlos Muñoz de Pablos, Segovia 1938, se forma en la Escuela de San Fernando al tiempo que trabaja en los talleres de la Casa Maumejean. Becado por la Fundación March amplia estudios en Europa. Forma “Gremio 62” cabe José Luis Coomonte y Quico Argüello. Dura poco este grupo y ejerce por su cuenta con evidente éxito. Más adelante formará, con la complicidad de sus hijos, Vetraria Muñoz de Pablos S.L.

Impulsa la recuperación de la Real Fábrica de Cristales de La Granja, siendo en sucesivos mandatos director del Patronato de la Fundación del Centro Nacional del Vidrio. Académico de San Quirce y de San Fernando, pertenece a varias instituciones internacionales de la especialidad. Y al selecto grupo de españoles prestigiados más allá de nuestras fronteras: participó con lucidez en la restauración de la catedral de Cracovia.

Ha colaborado con arquitectos de la talla de José Luis Fernández del Amo, quién le consideraba gran artista y polímata; Sancho Roda, Félix Candela, Rodolfo García de Pablos, Curro Inza, Eladio Dieste.  Su mayor aportación al mundo del arte, desde mi óptica, ha sido la realización de un lenguaje que ha servido para introducir las vidrieras en el arte contemporáneo, para hacer del cristal una materia soporte de la obra de arte. ¿Acaso las vidrieras de Braque y las de Muñoz de Pablos no son arte de nuestro tiempo?

Paula Varona en el estudio de Muñoz de Pablos

 

Cuando un artista da rienda suelta a su fantasía creadora, las normas y los límites los precisa él mismo, con independencia del asunto. Rothko establece su mundo, al igual que Velázquez el propio. Cuando un creador plástico realiza encargos, se somete a numerosas exigencias: las propias y las del mecenas. Es extraño que haya obra de arte sin oficio, pero en la ejecución de las vidrieras es imposible hacer algo sin dominar un trabajo complejo y multidisciplinar.

Carlos Muñoz de Pablos, diseña sus obras, realiza maquetas, crea las cromías del vidrio; el artesano magistral se pone al servicio del creador concluyente y de ahí emergen esas piezas que misterian y emocionan; esa epidermis traslúcida de templos y palacios, que se sirve de la sonrisa de la luz. Y más aún, ahí está su mítico mural de la coronación de Isabel de Castilla en el Alcázar Trastámara.

Y no sólo crea ex novo, sino que salva piezas, restaura otras, complementa con pulcritud y solercia. Mago alquimista, conoce el comportamiento del fuego, algo mágico, y sabe orientar la dinámica del líquido coloriento, tocando a las puertas de la leyenda. Cuando le piden restaurar el templete de San Pietro in Montorio de Bramante, se encuentra que debe rehacerlo. Su huella en las vidrieras de la catedral de Segovia está a la altura de la de Sabatini y Gil de Hontañón. ¡Las vidrieras de la catedral de Pamplona, Santa Mª de Vitoria, Congreso de los Diputados de España, lucernario del rectorado Universidad Euroárabe de Granada son una carta insuperable de presentación de su magisterio!

Carlos Muñoz de Pablos entre sus hijos Pablo y Alfonso

 

Su vetusto e histórico taller, teatro de sus sueños, es tan acogedor como sorprendente. Ahí estuvo ubicada la Imprenta que dio a la luz el primer libro impreso en España: El Sinodal de Aguilafuente, 1472: volumen de 48 pp. actas del sínodo convocado por el obispo Juan Arias Dávila. Este eminente clérigo, bibliófilo e innovador, trajo de Roma al tipógrafo Juan Parix de Heidelberg, que se estableció en Segovia e imprimió ocho libros, no sin rifirrafes con la censura, por lo que abandonó Segovia y se fue a Toulouse en 1475.

En el patio suena el agua, hay un pozo y celidonias por doquier. En el muro cuelga un relieve magnífico de Francisco Toledo. Bajo los aleros, los nidos de golondrinas. Por veces, el muñidor del vidrio se funde con la figura de Juan Parix y uno se trasplanta a siglos de luz en esta época de sombra y de tinieblas. Aquel templo del saber y de la difusión del arte, que por su ventanal se asoma al monasterio jerónimo del Parral, está lleno de vida, pues allí ejerce su creatividad este hechicero de formas y tinturas.

 

En ese trance, uno se pregunta, ¿cómo es posible que la ciudad con la arquitectura civil más espléndida del s. XVII se haya convertido en un centro comercial; en un vaivén de gente desorientada y desafecta? En Segovia se proclama reina, 1474, Isabel la Católica, una inteligencia de altura. Es la capital de los Trastámara, de Enrique IV, el caldo de cultivo donde se destilarían las aguas que conducen al Imperio y a la proceridad hispánica. ¿Por qué no hay ni una mención a Doña Inés de Azorín, cimera creación, su gran novela segoviana?

¡Gracias a Carlos por conservar esta cuna cultural, este ostugo de gloria! Manuel Parralo, quien mejor conocía la obra de Muñoz de Pablos, explicaba y planteaba cuestiones. Paula Varona, con ojos de pintora, ponía sus ojos en las figuras y sus vibraciones. Enrique Ybarra, precisaba datos y detalles históricos- se ha hecho perito en lunas y en historia de Segovia-. Félix Ortiz, que tanto ha hecho por la vida cultural de la villa, recordaba y proponía. Emilia, se dolía de un pie y observaba, como Ana y como yo, emocionados y absortos, aquella lección tibar que Carlos nos brindaba, gracias al saber, no al azar; merced al sentir y a su sensibilidad de ahormador de creencias y fantasías.

Vidriera de Muñoz de Pablos

 

Carlos, sobrio, natural, ascético, mollar, explicando. El runrún imaginario de la imprenta. El moho tapizando el empedrado. El tizne esquinero y las plantas verdes. La música del agua. Y yo reinando acerca de ese retrato de Andrés Laguna, que Carlos Muñoz de Pablos propone. Efigie en majestad, poderosa, portentosa, de converso y renacentista, de sabio y de vidente, que exhibe el retrato del doctor, traductor de Aristóteles y Cicerón, Galeno y Luciano; “español europeísimo, honra de la medicina y del helenismo de la época de Carlos V”, al decir de Marcel Bataillon.

 

Fue como un puñetazo en el cerebro, la imagen exergónica, imperiosa, en blanco y negro, ¡como debe ser!, con aquella inscripción de la pieza maestra de Laguna: “Europa que a sí misma se atormenta”; Europa sese discrucians; “Europa Eautentimoroumene, esto es, que miserablemente se atormenta y deplora su desgracia”, como reza la traducción hecha del latín en que fue pronunciada. ¡Europa que sigue cuestionándose en lugar de laborar!

Andrés Fernández Velázquez Laguna, conocido como doctor Laguna, Segovia 1510- Guadalajara 1559, “segoviano y amante de la Medicina”, helenista y escritor, erasmista, humanista, médico del Papa Julio III, peregrino y cortesano, botánico, asesor del emperador Carlos, arquiatre de papas y reyes, fue una conciencia de su tiempo y del hombre, un referente de la ética y los saberes. Autor de una amplia bibliografía, aquí nos convoca su determinante Discurso sobre Europa, pronunciado en Colonia, 22 de enero de 1543, siete de la tarde, en el célebre Gimnasio de las Artes coloniensegripiniense.

Acudió a la lectura del Discurso vestido de capuz y capote, de negro rigoroso, al atardecer, a la luz de los hachones, con un auditorio de príncipes, reyes y notables, que aplaudieron la enjundia de su pensamiento. Acompañó al emperador en la toma de Saint Dizier, estuvo nueve años en Italia y en Venecia se alojó en el palacio de Don Diego Hurtado de Mendoza, su protector. En 1555, en Amberes, publicó su Dioscórides, dedicado a Felipe II, y al año siguiente, Discurso de la pestilencia.

 

M. Parralo, Muñoz de Pablos y E. Ybarra ante el dibujo del doctor Laguna

 

A la par de su colombroño Andrés Alciato (1452-1550), se compara su alegato sobre los peligros que acechaban a Europa, dicho en Colonia, con la “Meditación de Europa”, de Ortega y Gasset, Berlín, unos siglos más tarde. Andrés Laguna, prohombre renacentista, alcanza el somo de su presencia en esta imagen, que a su vez anuncia la dimensión de Muñoz de Pablos, como dibujante y como forjador de efigies, porque si no existen imágenes directas creíbles de su figura, esta podría ser un acierto milagroso y una lealtad a lo que representa.

Muñoz de Pablos honra la luminosidad del arte con su limpidez, con su destreza en el dibujo que define, con su diáfana manera de expresar la experiencia de sus sensaciones, con las vidrieras que congregan al timepo. Y nosotros tuvimos el privilegio de asistir a un acto de concienciación, a una lección de humanismo presidida por la figura del prócer doctor Laguna y del maestro que ha sabido ponerle imagen a su dignidad. Sin ánimo de parangón, cuando Carlos levantó la tela que cubría el retrato para mostrarlo, sobrecogido en el silencio, me vino a la mente la actitud de Tiziano cuando enseñaba a sus retratados la cumbre de sus comendamientos.

 

Tomás Paredes

                                                                                         Presidente de H. de AICA Spain

Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

 

Oroza: el Poeta, la Poesía

 

La literatura es una cosa, la poesía otra. La gallina y el ruiseñor son aves, pero ¡qué diferencia del cacareo al canto, que misteria la noche! La literatura es una creación cultural, a veces puede ser arte; la poesía es un canto del alma, anterior a la escritura. La escritura es estructura para soportar sensaciones e impresiones; la poesía oral es arquitectura melódica y rítmica de la espiritualidad sensible. Oroza: “Soy poeta y no tengo por qué ser otra cosa. Estoy prendido de contar cantando”.

Para quienes le hayan leído, es un momento idóneo de volver a su mundo y constatar cómo resiste al tiempo y las adversidades, cómo sigue de fresca su intensidad poética. Para aquellos que le desconocen, al leerlo van a descubrir un paraíso, que nunca imaginaron; un oasis en el desierto de nuestra cultura. El día 13 de mayo el autor de Cabalum hubiera cumplido cien años. Se ha ensamblado, en Vigo, una Asociación Cultural Évame-Oroza, que se encargará de organizar la celebración del centenario.

En vida, siendo un poeta idolatrado por la juventud y los creadores, institucionalmente fue atropellado, oscurecido, abandonado, menospreciado, histrionizado. Representó a la perfección el ideal romántico de poeta: antisistema, nefelibata, nocherniego, anárquico, pacifista, luminoso; lo fue todo, excepto bebedor y espadachín. Apasionado por Li Bai, más por su vida, se diferencia en muchos extremos del poeta chino. Importa su poesía, la que le mantendrá siempre actual. Los avatares de su vida, no se deben ocultar, pero no son determinantes.

 

Carlos Oroza a finales de los 60

 

Se tiende, en general, a liarlo en el envoltorio del mito y la leyenda. Es muy sugerente; todas esas fantasías que se cuentan, a veces deturpan la dimensión de su poesía. Su vida no fue fácil, todos se jactan de conocerle mejor que nadie y de inventarle un aluvión de sucesos apócrifos. Ni buscó ni le importó el reconocimiento: “Lo que hago es una cosa muy especial, un documento interior: buscar detrás de la realidad, donde está la verdadera poesía, saltar el tiempo y entrar en otro espacio”, confiaba a La Voz de Galicia, 28.I.2000,

Sigo creyendo que Oroza vive. Esbelto, enteco, sarmentoso, seco, cetrino, imbele, enhiesto, cipariso, eterno: “No vuelvas nunca al lugar donde has sido feliz”. Lo veo paseando, majestuoso, las calles de Vigo hasta el mirador de las Cíes, como una sombra que nadie descubre, allí se detiene cabe el olivo, enciende otro cigarro, y atiende atento la voz del Alighieri- “tu duca, tu segnore , e tu maestro-“.

No, no estoy comparando. Oroza no es Virgilio, ni Dante, ni Hölderlin, ni Rimbaud, ni Pound, ni Vallejo, ni Ginsberg. Oroza es otro, él, único, genuino. Impresente, secluso, clandestino, sin dejar de fumar, ahumado, como una vaina llena de semillas de la que emerge su “poesía palabrera y única”, como reza el exergo umbraliano. Fue varios, pero siempre único, incontrolable, indomable, impredecible, como el viento, la lluvia, los terremotos, los volcanes.

Ruibal, Oroza y Tomás Paredes, Ponrevedra 1995

 

Oroza era naturaleza, nemoroso y viene de la pulsión originaria; de Li Bai, nostálgico del agua, el vino y de la luna; del trovar ric y los aedos, Mendinho, Johan Zorro y Aires Nunes. De Viveiro, do nació, a un Madrid luctuoso, en blanco y negro. Vive la golfemia del “Gijón”, se relaciona con Lucía, Eléncar, Álama, Marlaria, Ávea, Brasalomba, Atelaida, Rosamunda. Se casa y se descasa ¡MAO, Perico Beltrán, Don Jaime, Campal, Villán, Hernández, Pepe Esteban, Julián Marcos, Manolo Calvo, El Gayina, Laxeiro, Gómez de Liaño, Bepo, le miran de cerca!.

Viaja a Ibiza, donde convive con los hippies, interviene en una película de Summers, vive en casa de Úrculo, era el 69. Y vuelta a la calle Jardines, Madrid, a la panadería que le surte al amanecer, cabe la Discreta. Mas tarde pasa unos años en O Courel con Uxío Novoneyra; luego, Pontevedra, donde sería injusto no mencionar al pintor Ruibal, a Celso. Después, vagabundea por Vigo largos años, a salto de pensión y de cafés, hasta que aparece Javier Romero, que normaliza sus años finales.

Muchas son las etiquetas que se le asignan: bohemio, poeta beat, resistente, poeta maldito, hampón, ágrafo, hippie, rapsoda, trovador. Nunca tuvo que mandar ni obedecer para vivir, un ángel azul le acompañó toda su vida, que le fue resguardando de la penuria y la egestad. Nunca, aún en graves situaciones, perdió la elegancia, el señorío, el resplandor que construye su verdad y su leyenda. ¡A todo esto, a la frugalidad, a alimentarse de la propia austeridad, sin dejar de ser estrella, se llama orozear!

Tapa de «América» Yurihito Otsuki

 

 Amistad de cuarenta y cinco años. En ocasiones, más cerca; otras, más lejano. A veces, desaparecía y hasta qué no llamaba por teléfono, no sabía por dónde circulaba. Era muy difícil que escribiera cartas, pero tengo algunas. En los últimos lustros, me daba la dirección, pero si no me telefoneaba, no hacía uso de ella. En 2000, La Voz de Galicia, confesaba: “El teléfono es necesario, pero yo no lo necesito. Y el ordenador tampoco. No escribo a mano, sino en voz alta. No tengo tele. Escucho música y leo. La música tiene ojos más amplios. Donde termina la imagen empieza la música”.

Sus libros son pocos y delgados, pero contundentes. La poesía nunca fue amiga de la cantidad. Sus rubros: Eléncar, 1974, con cinco serigrafías de Benigno Morilla; Cabalum, 1980; Alicia, 1985; Una porción de tierra gris del norte, En el norte hay un mar que es más alto que el cielo, La llama prestada, Un sentimiento ingrávido recorre el ambiente y como antología y resumen general, en 2012, la editorial Elvira publica Évame, revisado y autorizado por él. Aunque prefiero leer los libros sueltos, uno a uno.

Oroza, un ángel, al margen, anarco, ajeno, huido del tumulto, desheredado. Un ángel, siempre protegido por un ángel, que variaba de rostro y menester. Amparado por la luz, cuando más oscuro hacía, que le iluminaba. Nunca tuvo sueldo, ni ocupación, ni propiedad, ni pensión, ni cobijo definido, nada: era poeta, desnudo, inocente, desaprensivo, en manos del destino, por el mecido. El azar hizo un trabajo excelente, siempre respirando el humo de su cigarro.

Colofón de «América» con firmas de Oroza y Otsuki

 

Insistió adunia, en algunas entrevistas: “Soy un solitario que rechaza el tumulto. ¿Mi empeño? Huir de la obviedad; darle a la poesía su sonoridad. Porque la poesía es más voz que signo. Es, sobre todo, ritmo. No rima, sino ritmo”. Rechazó la televisión, una beca y cualquier ayuda institucional, que no fuere el pago de un recital. Querían modificar su estilo y eso era cambiarlo y, claro, prefirió el silencio, la lejanía de los políticos, la soledad encielada por su estro.

Poeta de la palabra hablada, corregía en la memoria, arreglaba los poemas en su cabeza. Se resistía, pero no tuvo más remedio que publicar. Editó siete títulos desde 1974, varias antologías, y cinco con pintores. Siempre reproducido en horizontal, tal la raya de un horizonte infinito. Alicia, seis serigrafías de Enrique Gran, 1988; El sentimiento se mueve allí con soltura”, ocho serigrafías de Din Matamoro, 2005, el único que desconozco. “Un sentimiento imaginario recorre el ambiente”, cinco litografías de Antón Lamazares, Raiña Lupa, París 2006; Malú, serigrafías de Nelson Villalobos. Y América, su primera traducción al japonés por Yurihito Otsuki, que también lo ilustra con pinturas, reproducidas a chorro de tinta, Madrid-Tokio 2015, preciosa edición firmada por el poeta y el pintor.

Inventó varias palabras que le ayudaban a acelerar el ritmo apasionado de su decir, a acompasar su trino, a vivificar el galope de su verso: ómnima, onilios, luctus, unicar, golosar, azúlida, miyomas, traspariendo, americando, elesdé, coelesdé, eglantina, laya, paramez, europar, lumacha, malú, nóbul, cópul, mántrica, rina, explandidos, turmándose, amaramer, nubelina, trasálidos, copro, cabalum.

Cofundador de la revista Tropos, con Zabildea y Paniagua. Grabó con el grupo Elipse, en 1975, el primer rap de la música española. Y Ariola hizo una grabación exitosa de Malú. Actuó con Nico, a la que conoció en la discoteca Mau Mau en los setenta, musa de Velvet Underground, que moriría en Ibiza. Aute, Eduardo Aute musicó y canto unos cuantos poemas, siendo el último trabajo que firmó antes de su desaparición.

Interior de «América», texto español y japonés, obra de Yurihito Otsuki

 

Decía que no era culto, no es verdad. No era erudito, culto sí: “Yo me he embriagado de éter, de Hölderlin y de la poesía más alta”. Sus preferencias estaban en Li-Bai, Rilke, Whitman, Hölderlin, Rimbaud, Dylan Thomas, César Vallejo; amigo de Ferlinghetti, al que recibió en Madrid en el “Gijón”. Escribía pensando cuando paseaba, anotaba algo en un papel, pero era raro. En el escenario, recitando, se crecía, era imbatible, acontecimiento ascensional: un tremendo seductor de auditorios y mujeres. Sin suerte. Vivió del aire, en el aire, a su aire, como el aire, a la intemperie.

Oral, dominando la cesura con la respiración, sin puntos ni comas. A brazo partido con el momento, performativo, trovador prendido al canto, como antaño en Occitania. Todos los libros se ahorman en un título: Évame, como un largo poema, una melopea lírica en llamas, azotada por el viento, que arde en el miajón de la magia y el misterio. “El poeta nace cuando le sorprende la primera palabra. El poeta organiza el caos, da sentido al absurdo de la existencia”, afirmó.

Su primer libro, acerca de la pintura del poeta dominicano Manuel del Cabral, Cabral, Colección Goya, Madrid 1952. Tuvo algunos premios, que no buscó: Internacional de Poesía Underground, Laxeiro 2008. La Fundación Cristóbal Gabarrón publicó una antología, En el norte hay un mar que es más alto que el cielo, Valladolid 1996, 1.000 ejemplares destinados a otras tantas universidades del mundo ¡Una idea inteligente, concluyente, eficiente!

En la intimidad era fino, elegante, cariñoso, dulce, hospitalario, tierno, limpio, llano. Fuera y dentro, vitalista, genial conversador, acumuló aura, tal Arnaut Daniel. Siempre contigo, poeta enamorado de la claridad, del son y de la gracia, voz mágica surgida del corazón de las tinieblas, fuiste semilla y por eso sigues creciendo, eres canto: Tu Guía, Tu Señor, y Tu Maestro, Inf. II, 140, así se dirige Dante a Virgilio, en la Comedia.

 

                                                                                                                 Tomás Paredes

                                                                                   Presidente de Honor de AICA Spain

Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

 

2023 ¡Año Blanco!

 

El blanco es símbolo polisémico; es uno, en cuanto suma de los tres colores primarios, e indica totalidad, síntesis de lo distinto. Según Guenon, Symboles fondamenteaux de la Science sacrée, después de considerar la composición del arco iris, el blanco es asimilado al oro, no a la plata; al andrógino, a la deidad. La blancura refiere pureza, límpida epifanía, sol iluminador, inocencia, desnudez. En la India se asocia a la “tierra de los vivientes” o paraíso. El blanco mueve al optimismo, a la claridad, a la luz, a la ascensión del ser, que irradia beneficios a la gloria de su existencia.

Hay pintores, compositores, poetas que crean con luz, en medio de la luz, potenciándola, sajelándola, lustrándola, aseando el aire y ahuyentando las sombras; el blanco como meguez, que se extiende en la evidad más virginal de la materia; así, Ortega en su filosofía, Eugenio de Andrade en el poema, Cage en el silencio sonoro, Juan Carlos Lázaro en la pintura, Bach en la Chacona o la poesía que purifica el canto o la nieve que no habla, pero dice. ¿No es blanco el amor, cuando amanece?

Las palabras siempre enferman de ignorancia, al ser pronunciadas por estultos. Herimos las palabras con torpeza y el deber de todos los hablantes, de los que escribimos, es curar esas heridas. Aunque sólo los poetas salvan las palabras, como al arte lo sanan los artistas. Debemos huir de los lenguajes sucios, golfos, de la contaminación, de la palabrería basura, huera, que huele mal, porque se convierte en mercenaria, en hez.

2023, ¡Año Blanco! Pero no me voy a referir al simbolismo, ni a perspectivas halagüeñas, lo que sería difícil, sino a algo concreto como es el centenario de Venancio Blanco, Matilla de los Caños del Río 1923-Madrid 2018. Un escultor, ¿un ángel?, que supo imbricar en la materia- madera, bronce, cemento, escayola, cera, yeso- el tiempo, el movimiento, la música, el canto, la espiritualidad, la epiqueya del vuelo, la lírica.

Venancio Blanco

 

Este año se celebran diversos y significativos centenarios: Eugenio de Andrade, que publicó Branco no Branco, 1984; Miroslav Holub, Manuel Álvarez Ortega, Yves Bonnefoy, Carlos Oroza, Anilda Leao de Maceio, Jorge Cáceres, Wislawa Szymborska, Ory, Antonio Pereira, Marcel Marceau; artistas plásticos: Tápies, Sempere, Sam Francis, Cruz-Diez, Soto, Venancio Blanco. También, María Callas, Lola Flores.

En 1923 se publican, en Leipzig, Elegias de Duino de Rainer María Rilke, ¡un resplandor de cal en las tinieblas!, un monumento que explica la emoción, el misterio y el miajón de la poesía; la esencia de la humano. De algunos de ellos me ocuparé en esta Gaceta a lo largo del año.

En los cincuenta del siglo pasado, en el mundo del arte, había algunas personas que llegaron a identificarse con sólo el nombre, una de ellas era Venancio, Venancio Blanco, el escultor que hizo dialogar el canto y el bronce, el hueco y lo sólido, que ahorró pesantez a la materia, y Venancio Sánchez Marín, un crítico de arte augural y poeta fantástico. El chico ”rojo” que lo aprendió todo en el taller de grabado de la Casa de la Moneda. Si bien este siempre iba seguido del primer apellido. En poesía, Gerardo, era Diego y, en pintura, Gerardo era Rueda.

Monumento al vaquero charro

 

¿Y qué han preparado las instituciones públicas para celebrar estas efemérides? Poca cosa, nada. ¿Dónde está el “Reina Sofia”? En el ruido, la ideología partidista y el ronroneo con las asociaciones vecinales de Lavapiés.  ¿Y el Ministerio de Cultura y Deportes? En la inopia, en el trotecillo cochinero y ramplón de Chiquito de la Calzada. Afirma Valery en sus Cuadernos que los idiotas no son tantos como se dice, “¡pero están tan bien elegidos!”. Las fundaciones Manuel Álvarez Ortega y Venancio Blanco respectivamente, haciendo lo que pueden.

Portada del catálogo

 

A la cultura, al arte hay que dejarlos crecer, sin directrices; cuanto más se haga, en distintas direcciones, más se beneficiará la sociedad que promueva su desarrollo. La cultura no requiere sino libertad para que la sensibilidad humana se manifieste.

¿Qué hace el “Reina Sofía” por el arte español? Avergonzarse de él, obstaculizar su difusión, manipular su realidad. ¿Qué puede conocer el visitante extranjero, u ocasional, del arte español, cuando visita el viejo hospital? Mucha documentación, escaso arte. Y ¿qué hace el Instituto Cervantes más allá de promocionar a su director y ser academia de idiomas? ¿Qué prestigio tiene una institución que el presidente del Gobierno utiliza como prebenda para pagar silencios? ¿Qué son M. Álvarez Ortega, Oroza, Antonio Pereira, Carlos Edmundo de Ory para el Instituto Cervantes? A lo que se ve, nada.

El día 27 de enero se inauguró una antológica de Venancio, en Santo Domingo, Salamanca, comisariada por Vanesa Gallardo. Habrá otra en Casa de Vacas de Madrid. Un libro excepcional, editado por Mapfre, sobre la vida y la obra de Venancio. Un concierto, mesas redondas, conferencias y otros actos que difundan la dimensión de la figura de este escultor fundamental del siglo XX. En su pueblo natal se mostrará una escultura, con la idea de permanencia. ¿En el “Reina”?, nada; ¿en la Academia de San Fernando?, menos que nada; ¿en el Museo Nacional de Escultura?, más de lo mismo.

“Venancio Blanco. 1923-2918”, Fundación Mapfre y Fundación Venancio Blanco, ya está en las librerías. ¡Una belleza de edición, por continente y contenido! Que yo participe en él, no puede condicionarme a silenciar sus virtudes e impedir felicitar a sus editores por la elegancia y la prestancia del documento. A veces, las editoriales no cuidan sus trabajos y degradan el aura de la imprenta. No es este el caso, con toda probabilidad, este libro quedará como el hito de la conmemoración del centenario.

Cristo vuelve a la vida

 

Más que a sus datos biográficos, voy a referirme a su obra, a sus obras, que son las que le dan la dimensión que exhibe. Amó con pasión la vida de taller, la docencia, fue profesor de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Madrid, académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, director de la Academia de España en Roma; siempre cerca de los jóvenes y de la enseñanza del dibujo, su talismán; en talleres de la Academia, de la Universidad de Salamanca y de otras instituciones. Pero, su fuerte es su obra: escultura, dibujo, pintura.

Aunque a lo largo de su dilatada vida realizó cientos de exposiciones, sólo hubo unas pocas antológicas, como la celebrada en el Palacio de Velázquez- con un texto claro y sólido de Venancio Sánchez Marín-. De sólito la exhibición de su obra se hizo de forma temática: primera época, escultura religiosa, música y danza, flamenco, iconografía clásica, tauromaquia, caballos, retratos, dibujos, pinturas. Fue un autor muy completo, por su formación, y un piquito de oro, haciendo arte cuando hablaba.

Su influjo es italiano, pero sus caballos vienen de Grecia, según confesión propia. Descubrió a Marino Marini y le tuvo fiel respeto, llegando a dibujar todas las piezas de una de sus exposiciones. Nunca obvió la impresión que le produjeron los caballos de la cerámica griega y conviene apuntar que su niñez la pasó en el campo, en una naturaleza entre toros y caballos, porque su padre era mayoral de una ganadería de reses bravas.

Juan Belmonte

 

Sus tauromaquias son uno de los ejes de su obra, pero, ante todo, su admiración por el caballo. La fuerza, el aire, la belleza, la elegancia que sabe infundirle a sus caballos es una de las características principales de su obra. También el toro bravo, al que efigia exultante de empaque, potencia y tronío. El primer enamoramiento de Anthony Quinn por su obra viene de la prestancia audaz y pulquérrima de sus caballos y por la dimensión que infunde a los lances de la fiesta.

Pero, no quiero ceñirme a una parcelación. No voy a distinguir el arte religioso, aunque sea el único escultor español que goce de un espacio exclusivo para esta vertiente de su obra -Museo Religioso Venancio Blanco, en el palacete Monte del Pilar, El Plantío, propiedad de Mapfre-. Ni del flamenco, por mucho que le disfrutase. Venancio hizo enamorarse al aire y la materia a fin de crear hondura y fragilidad, haciendo que la contundencia vuele. Venancio es figurativo, a veces pudiera parecer abstracto, pero no, siempre referencia formas, que ambicionan explicar la música, el baile o el cante.

Venancio crea idiolecto, el estilo Blanco, entregando a sus obras una impronta que en cuanto las observas sabes que le pertenecen, materia blanca; blancor de la ensoñación, cortesía de la ambición creadora, Sea la Perrata, que nos traslada a los sonidos negros del cante; o la imagen de San Juan de la Cruz o la cabeza del torero Juan Belmonte. Con esta obra se desmarca de todas las clasificaciones, es un retrato, pero mucho más: es la expresión de un torero que se enfrenta con el peligro en cada grano del albero y de ello hace belleza, trágico expresionismo.  Prognata, los machos de la montera equilibrando; los ojos hundidos en el corazón de las tinieblas, la vida cabe la muerte.

Venancio y su monumento al Quijote

 

Obras maestras: retrato de Gerardo Gombau; Torero, descomposición, El Nazareno, Espíritu Santo, Homenaje a Antonio Bienvenida; Portagayola, larga cambiada; Formas para el espíritu de Castilla; Brahms, Sinfonia nº 4. La escultura de Venancio es poemática, con ritmo, con cadencia; es poesía en sus vuelos y sus sones, en su diáfano destino de trascender, en su vocación de plegaria, en su coreografía sagrada, en la magnitud de su presencia. Sus formas articulan un territorio por donde transita la poesía. No en balde el trofeo que simboliza el Premio Adonais era de su autoría.

Para Venancio Sánchez Marín: “La escultura en metal ha otorgado tanta importancia espacial a la ausencia como a la presencia de la materia. Gargallo comunicó una relevancia extraordinaria a la oquedad. Julio González, a lo que otorgó primacía espacial en sus obras fue al vacío. Y Venancio Blanco, en esta misma línea problemática de las figuraciones, ha resaltado como nadie el poder de sugestión espacial de la rotura de la materia escultórica”.

Es Medalla de Honor de AEPE, pero este recuerdo no va de galardones. El gran premio fue su presencia entre nosotros. Su clasicismo, su constante mirada a Grecia, su oficio y su conocimiento del álgebra de los fragmentos, la consideración del aire como materia a modelar, la figuración vanguardista: la convicción y certeza de que, como apunta Pessoa, en toda forma trascendente hay alma, determinan su obra y la distinguen, jerarquizando su proceridad.

                                                                                                                   Tomás Paredes

                                                                                                   Presidente H. AICA Spain

 

 

Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

 

¿Qué estamos haciendo con el arte?

¡Degradarlo, empobrecerlo, aniquilarlo, confundirlo, desnaturalizarlo, vulgarizarlo, debilitarlo, contagiarlo de superficialidad! Todo lo que anda entre heces, acaba oliendo mal, cuando no convertido en aquello que lo ha contaminado. Excepción hecha del dinero: pecunia non olet.

Hasta hace pocos lustros, el arte simbolizaba un ideal de estirpe espiritual: la creatividad humana, la belleza, la ética de la estética, la riqueza emocional, la sensibilidad en somo, el respeto. Era una suerte de hierosemia. El arte tenía un halo sagrado, ascensional, que está perdiendo, lo que no sería dramático, si hubiera ganado en entidad sociocultural, en categoría existencial, en dimensión humanista, en rescoldo candente vivencial.

No se trata de un ataque de nostalgia, no soy nostálgico, es observación del presente. Ningún tiempo pasado fue mejor, pero es que en un corto lapso hemos pasado de Guatemala a Guatepeor. Todos cambiamos, cada día, ¡cómo no va mudar lo demás! Pero, una cosa es mejorar y otra inventar un fantasma sin atributos. El arte era un sueño del hombre, una promesa de excelencia y se está convirtiendo en una pesadilla, es decir, hemos cambiado aquel resplandor por un callejón del terror, oscuro, sin salida.

El arte ha dejado de ser una oración, una plegaria, un epinicio, para convertirse – sin generalizar- en cobijo de la usura, producto especulativo, elemento económico a esponjar y estrujar, apuesta mercantil, en evento ferial, en capricho de inestables. Y lo más grave es que quienes más lo laceran son quienes dicen respetarlo, necesitarlo, depurarlo: lancinante, ¡cómo va a amar alguien aquello que no respeta!

No crean que estas líneas albergan una queja general, un llanto histriónico, no. Hay responsables de esta descomposición, de esta vergonzosa degeneración ética, civil, estética y eurera. Todos somos responsables, aunque unos más que otros. Ustedes saben que el British Museum alberga los mármoles de Elgin, traídos por este conde en 1801 desde Atenas a Londres.  En su tiempo, Lord Byron llamó vándalo al conde.

Los mármoles de Elgin

 

Mr. Elgin se arruinó con su traslado y para oxigenar su economía vendió parte de su rapiña al British, 1816, por valor de 438.000 libras y allí se han exhibido desde 1839. Melina Mercuri, siendo ministra de cultura de Grecia, los reclamó y aunque no tuvo éxito abrió una protesta permanente. Ahora, hasta la UNESCO, que no sirve para casi nada, apoya la devolución. Sin entrar en ese enredo, que no es tal, quiero referirme a la solución que propone el IAD.

El Instituto de Arqueología Digital, con sede en Oxford, en connivencia con la empresa TorArt, en Carrara, ha realizado, sirviéndose de robots y de la tecnología 3D, la copia de algunos mármoles y la idea es pastichearlos todos, para quedarse con una copia, cuando les obliguen a devolverlos.

Roger Michel, director del IAD, ha manifestado al respecto: “El objetivo es alentar el regreso de los mármoles. Cuando dos personas quieren el mismo pastel, hacer otro idéntico es la solución obvia” ¡Hombre, Sr Michel, comparar un bizcocho con un caballo esculpido por Fidias no me parece la idea más luminosa! De momento, el British, oficiosamente, ha dicho que no está a favor de exponer las copias; ¡de momento, claro!

Escultura en piedra de Colmenar, obra original de Alcántara

 

El delirio continúa. En Ifema, parte del pabellón 5, se ha montado otro disparate en loor del negocio: Desafío Dalí. Anuncian: realidad virtual, realidad aumentada, arte digital, 3D, micro mapping y audio relato. Todo bajo el módico precio de 21 euros la entrada. Con la salvedad de la realidad virtual, que sí es creativa, el resto es un concienzudo y burdo menosprecio al arte, porque no se puede proyectar una obra de Dalí de formato medio en una pared de 6×3 m., todo distorsionado y un mensaje falso y truculento. Todo esto más que relacionado con el arte está inmerso en un populismo barato y de fritanga que lo veja. No es una cuestión de purismo, sino de realidad sin adjetivos. Paredaña, hay otra exhibición de Picasso en parecida evidencia. En Matadero otra.

El arte hay que observarlo, contemplarlo, sentirlo, en ambiente adecuado. Y lo de estos recintos es una atmósfera centrocomercial para hacerse selfies y corretear sin tener conciencia de la obra que se exhibe porque no tiene nada que ver con ella. No es la relación existente entre un facsímil y un libro original, es otra cosa, es la destrucción de la concepción de un autor en aras del espectáculo y el negocio, la confusión total entre cultura y espectáculo, la manipulación espuria. Es la aniquilación de lo que entendíamos por cultura a cambio de bastardía, ignorancia y estética tanatorio.

 

Los facsímiles son un negocio próspero, pero, no me gustan. Ni las fotocopias. Un libro no puede equipararse a un sucedáneo. El sabor de una edición príncipe es diferente a otras ediciones. ¿Es lo mismo comerse un helado que una foto de un helado? No voy contra las nuevas tecnologías, pero no se lee igual un poema en una tablet o en la pantalla que en una buena edición impresa, en papel noble y una caligrafía apropiada.

Pintura de José Carlos Naranjo, Premio BMW de Pintura, junto a su autor

 

Se ha impuesto el estilo Ikea: todo inexpresivo, impersonal, ambiguo, barato, sin entidad ni presencia. Hemos cambiado madera por formica y aglomerado. La mayoría, desde la cuarentena hacia abajo, han renunciado a construir un ostugo para su intimidad, se contentan con un espacio aséptico, que no diga nada, con una foto de un puente norteamericano que no conocen y una maceta con una planta artificial. Todos iguales, vistiendo a la moda: gregarios, obedientes a la propaganda, muy digitales, muy ajenos, en pleno fiestón zombi, una orgía de la horterada, los pantalones rotos a la altura de la rodilla. ¡Qué cada cual vista como le plazca, pero, todos iguales, es raro, atroz!

Eso sí, para tener cinco segundos de telediario, una legión de falsos ecologistas, de narcisistas, estropean pinturas históricas, se pegan a marcos antiguos, hacen su pequeño y lerdo performance en los museos para llamar la atención sobre el clima, pero ellos siguen comprando productos contaminantes, utilizando energías fósiles en vuelos baratos, comiendo bazofia, adquiriendo ropa con mano de obra esclavistas, abarrotando ese Primark de los demonios y esperando una paguita del Estado, porque trabajar también degrada y cansa y deturpa la libertad y la vagancia.

En un librito maravilloso, Pequeño mundo ilustrado, dice María Negroni: “Todo narcisista fue antes un ser abandonado”. Estamos rodeados de narcisistas, de acémilas que creen que estamos obligados a seguir sus ocurrencias, sus frustraciones, sus antojos, su deficiente verborrea. Y de mercenarios. Y te preguntas, ¿cómo no se dan cuenta?, ¿cómo insisten en su vaciedad mental? Pero, si se dieran cuenta de su arrogante nadería, de su seguidismo, no lo harían, son cortitos a nativitate, cuando no trincones.

El maestro Eduardo Naranjo con Albano, ante una pieza de éste

 

 

¿Era Picasso un maltratador? ¿Hay que cancelar su obra como sugiere Estrella de Diego? ¡A qué punto de oportunismo, sectarismo y pobreza cultural hemos llegado! No hay que meter en una bodega a nadie, ni a la secta que denigra a Picasso sin pruebas, ni a los que han arruinado la vida de Plácido Domingo, inventando y tergiversando su actividad. No, yo no arrojo a las mazmorras a esta caterva de narcisistas, ya tiene bastante con haber sido en su momento, a ahora, abandonados. La actitud perversa hacia Picasso es otro signo de la degradación del arte por los servidores de la mixtificación, por los estupendos augures de la insignificancia, por los eruditos a la violeta.

La pintura no tiene ya quien le escriba. Hasta los profesionales de la crítica se han vuelto ciegos a la pintura y se dedican a la agitprop del conceptual. Mas, el arte de entidad, noble, feraz, iluminador, siempre retorna. No hay que abandonarlo, ni callarse ante las insidias, ni admitir esa ficción que han construido ¡porque yo lo valgo! La señora Combalía pasará y Picasso seguirá siendo el revolucionario creador que todo lo reinventó, que estableció nuevas formas para casi todo. ¡Picasso es un maltratador, pero no nos toquen “El Guernica”, porque si no, a ver quién va al Reina Sofía?.

Cuidado con los adjetivos, la mal llamada inteligencia artificial, es eso, artificial, porque esta creada por la inteligencia humana. Y en todo caso, las sensaciones del hombre que no produzca la naturaleza no llegarán a concienciar al hombre de su existencia. ¿Una pintura hecha por una máquina? ¡No, gracias!

El pintor Juan Barjola, obra de Álvaro Delgado, colección Banco de España

 

Se ufanan algunos de que los museos han perdido su oremus, que ya son otra cosa más avanzada, dejado el lastre de su tradición, que ahora son o deben de ser una crítica social transversal. ¡Cómo no van a ser otra cosa si los han vaciado de arte para mostrar con insistencia archiperres instalacionistas! Los Museos ya no están para mostrar el canto de las musas, ahora son continentes para las masas, son Maseos. Se ha cambiado el arte por el artificio, el oro por el oropel, y claro no hay oro que reluzca.

 

Según Niño de Elche- entrevista de Antonio Lucas, El Mundo, 22.XI.22-: “…para hacer un disco radicalmente flamenco no hay manera de abordarlo si no es desde el lugar de un ex flamenco. Hay que escapar del bosque de la pureza, de la ortodoxia y de todos esos jaleos”. Para escapar de la pureza hay que vivir en ella, hay que haberla amamantado, que no es lo mismo que convivir con la confusión y el palabreo versorreíco. ¡Si Agujetas levantara la cabeza!

La pureza está en la forma idónea de expresión y de eso no hay que huir. Lo puro no es lo antiguo o lo que domina un tiempo, sino lo hondo, lo exacto, lo genuino, el duende cabal. No es lo mismo fusión que confusión. Fusión es lo que hace Piazzolla con el tango y el jazz, lo que crea Heitor Villa-Lobos a partir de Bach. Fusión no es la que hace Niño de Elche, ni Rogelio López Cuenca cuando saprofita a Picasso. Por cierto, el más crítico con lo establecido, Rogelio López Cuenca, cuando recibe el Premio Nacional de Pintura(?), no renuncia a él y proclama que “Picasso es un pintor menor”. ¡Vamos, para ir al mingitorio y no dejar gota!

Haile Selassie, de Álvaro Delgado, exposición de su centenario, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando

 

No es fácil, pero no podemos dejar a este ejército de furtivos, depredadores, caraduras y oportunistas, que sigan generando estiércol sin ponerlos en evidencia, aunque los jazmineros lo requieran. Los que no necesitan el arte, esgrimen que es muy difícil distinguir entre arte bueno y arte malo, pero nuestro instinto existencial lo sabe. Aquello que enriquece nuestra andadura emocional, que nos ayuda a vivir una vida plena, que nos reconcilia con la aspiración a la belleza es arte. No hay arte malo, simplemente hay arte o sucedáneos, pastiches, imitaciones, suplantaciones, señuelos para gentes anestesiadas, arribistas y cía.

Durante muchos años se apoyó la utilización del grabado digital y el resultado ha sido una catástrofe doble: el grabado digital no ha prosperado al tiempo que se ha arruinado el grabado calcográfico. ¿Qué está sucediendo con el arte digital? Pues, lo estamos viendo, tras el fogonazo deslumbrante inicial. No se puede detener el progreso técnico, ni la inventiva humana, pero, hombre, ¡ofrézcase a la consideración social algo relevante, no se pretenda dar gato por liebre, que se parecen, pero no son lo mismo!

  La Olmeda el día del juicio final, Álvaro Delgado, colec. MNCA Reina Sofía

 

Entre lo que hace una máquina y las imágenes que ilustran este texto -obras de artistas distintos-, hay diferencias determinantes. Los filoneistas no necesitan probar nada, aplauden y a la vez tildan de reaccionarios a los que analizan antes de convertirse en palmeros. Estoy con el arte coetáneo, pero no con los falsarios, ni con los sahumerios a falacias y ocurrencias descaradas. Estoy con los artistas y en contra de los azoreros.

 

Tomás Paredes

Presidente H. de AICA Spain

Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

 

 

 Álvaro Delgado, renovador de la figuración

 

La consigna de Álvaro Delgado era: “el arte viene del arte”; fue siempre curioso y experimentador, estudioso y zahorí, investigador de los grandes maestros, algo que se constata en su exposición de la Academia. Hay pintores que sentaron las bases de la pintura a lo largo de la historia, otros que abrieron ventanas, vías a distintas formas de expresión. Algunos sólo buscaban un “gozoso recreo espiritual”. Aún, los que promovieron el contagio universal de los lenguajes.

Álvaro Delgado ante el retrato del poeta Ángel García

 

Apeles está considerado el padre de la pintura antigua. Giotto di Bondone abrirá las puertas al Renacimiento y lo que plantea Masaccio lo desarrollará Fra Angélico. El gran pilar del Renacimiento alemán es Durero, una de las influencias de Álvaro Delgado, a través de su obra. Ya nonagenario le homenajeará con unas piezas soberbias, que lo recrean en El caballero, la muerte y el diablo o el Retrato de Carlomagno.

En el Barroco, Velázquez (1599-1660) reina como el maestro en la creación de espacios, de atmosfera en las obras. En tanto que Doménikos Theotokópulos (1541-1614) será un arriesgado renovador de las formas, no siempre entendido. En la década de los cuarenta del siglo pasado, la admiración generalizada la tenía Velázquez, excepto Álvaro Delgado, que siempre prefirió a El Greco- igual que Palencia-, lo que se deja ver, con facilidad, en paisajes y retratos.

Con Cézanne llegan nuevos planteamientos que le consagrarán como padre de la pintura moderna. Aunque Malraux se inclinaba por Goya:”Ahí está la levadura del arte moderno”. Luego, viene Picasso y lo pone todo patas arriba, lo experimenta todo, lo prueba, lo consigue con resultados brillantes y únicos. Álvaro Delgado descubre a Picasso, ya en su formación, Vázquez Díaz mediante. Picasso y el cubismo. Cuando va becado a París, 1949, su interés se consolida. En París también descubrirá la obra de Chaim Soutine, la litografía con Fernand Mourlot.

En sus primeros bodegones está el peso de la pintura tan bien construida por Bonnard y la sobriedad, hasta que Bonnard se desboca con hemorragias de amarillos. Sus primeros retratos ya anuncian que busca romper con lo que se hace, la figuración costumbrista. A partir de 1967 hay un giro proverbial, que se concreta en la realización del retrato del negus de Abisinia, Haile Selassie, hoy en la Real Academia de Bellas Artes.

Pere Gimferrer, 1998, óleo táblex, 73×60 cm

 

Del retrato en Álvaro Delgado se ha escrito con abundancia: Lafuente Ferrari, Gaya Nuño, Camón Aznar, Sánchez Marín, Faraldo, Joaquín de la Puente, Caballero Bonald, Corredor-Matheos, Marín Medina, Francesc Miralles, Víctor Nieto, Montserrat Acebes…En la muestra del centenario se exhiben varios ejemplos y, sobre todo, un montaje que muestra la “férvida depuración de su pintura”, como diría don Enrique Lafuente Ferrari. Del retrato de Mercedes Gal II, 1947, al de Pere Gimferrer, 1998, hay una distancia que recorre la compleja historia de las formas en el arte.

Para quién ame la pintura, este es un buen lugar: la exposición del centenario de Álvaro Delgado. La pintura sólo se homenajea con la pintura y eso es lo que hace Álvaro Delgado en este conjunto sucinto de su trayectoria. Resumir a un pintor, que hizo tanto, en cincuenta piezas ha sido todo un reto. Baudelaire asegura que el fin de la poesía es la misma poesía. Igual sucede con la pintura, es lo que pone de manifestó esta exposición necesaria, esta propuesta rotunda del maestro de la Olmeda. ¡Recuerden “el arte viene del arte”! Aunque deban de coadyuvar en la apuesta las facultades personales del artista y la ambición en expresar la emoción y el misterio en abrazo compacto.

¿Bodegonista, retratista, paisajista, estructuralista, experimentador, estilista analítico? Pintor convulso, revolucionario del gesto, grabador tibar, renovó la figuración en la pintura española, creando un lenguaje genuino, expresionista, esplendoroso y vivo, exultante lo observamos, a los cien años de su nacimiento. No le gustaban las etiquetas y menos la de retratista, decía “no soy un retratista, soy un pintor que hace retratos”.

Ramón Faraldo, 1996, óleo sobre táblex. 41×65 cm

 

Un expresionismo genuino, jugoso, espiritual, sensual, dramático, inequívoco. Siempre fue figurativo, es verdad que a veces raya la abstracción, pero al final siempre aparece la figura, por deconstruida que esté. Hay bodegones de los noventa en los que cuesta distinguir los objetos, pero están y se acaban percibiendo. Alguien que vea sus etapas, sus series, puede creer que se repetía, vean la eternidad que hay de la Vanitas, 1945, a Cabeza de carnero desollado frente a un agujero negro, 1992

¿Cómo era Álvaro Delgado? Resuelto, aparentemente arrogante, decidido, altivo, activo, inquieto, campechano, castizo, buscador; quiso descubrir el alma de la pintura y para ello hizo y deshizo hasta llegar al corazón del gesto, que acarició o fustigó para hacerle cantar como un menino la mejor partitura de Mozart o el endiablado ritmo de Scriabin ¡Un príncipe del gesto filoneista en medio de una sociedad misoneista!

La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, con el patrocinio de Reny Picot, organiza en sus salas temporales la exposición del centenario de Álvaro Delgado (1922-2016). Cincuenta pinturas, nueve estampas y dos libros de bibliófilo, fechadas entre 1945 y 2002, dejan constancia de la trayectoria creativa de un renovador de las formas, que hizo homologable la pintura española en el contexto internacional figurativo, en tiempos risueños a la abstracción.

Leopoldo María Panero, 1996, óleo táblex, 73×60 cm

 

Madrileño de la calle de la Esperanza, hijo de un encargado de almacén, muy dotado para el dibujo, la guerra civil interrumpe su formación, que inicia con Vázquez Díaz. En 1940 entra en contacto con Benjamín Palencia, formando parte de la Segunda Escuela de Vallecas. Poco después conoce a Pancho Cossío, completando el trio de sus maestros españoles. No es desdeñable la importancia de Faraldo en su formación intelectual, aportándole imágenes de la pintura internacional, bibliografía francesa y actualísima.

En 1945 realiza su primera individual en Clan, expone en Buchholz- con los que serían germen de la futura Escuela de Madrid- y en 1947 participa en el IV Salón de Los Once. Dos años después va becado a París y se embebe de Picasso, Chaim Soutine, del litógrafo Mourlot. Desde sus inicios bonnardianos pasa por el cubismo sintético y mediados los sesenta da un salto cualitativo para encontrar su expresividad personal con un cierto anarquismo lírico, elegante, incisivo, grequista, alígero, perspicaz.

Desde entonces, participa en las bienales de Alejandría, Venecia, Sao Paulo; en cientos de exposiciones nacionales e internacionales, premios, academias, logrando un reconocimiento que le ubica entre los más reputados y brillantes artistas de los últimos lustros del XX en España y más allá.

La Olmeda el día del juicio final, 1986-1990, óleo sobre papel pegado a contrachapado, 162×130 cm (MNCARS)

 

En la exposición, comisariada por Víctor Nieto y yo mismo, hasta el 11 de diciembre, en la Real Academia de Bellas Artes: paisajes, bodegones, retratos, homenaje a los clásicos- Durero, El Greco, Goya-, dibujos y huellas deslumbrantes de una síntesis prodigiosa de las formas con estilización fascinante. Crónicas de Navia y la Olmeda, Los fusilamientos de la Moncloa, Haile Selassie, Leopoldo María Panero, El diablo, Judío colgado; suite de aldabonazos plásticos, que obrarán un descubrimiento de la obra de Álvaro Delgado tanto en quienes creían conocerlo, como en los que le desconocían.

Obras de colecciones privadas, del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia, Real Academia de Bellas Artes, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Fundación Santander, Fundación Telefónica, Museo de Anleo, Banco de España…

Tuvo los grandes premios del momento, perteneció a la Real Academia de Bellas Artes, a la Academie Européenne des Sciences, des Arts et de Lettres de París; así como a otras academias españolas. A la muestra acompaña un magnífico catálogo con textos de Tomás Marco, Víctor Nieto, Álvaro Delgado-Gal, José Corredor-Matheos, Montserrat Acebes y yo mismo y una breve bibliografía, así como datos complementarios de su actividad.

Retrato de Carlomagno, 1999, óleo táblex, 116×81 cm

 

Más allá de todas esas referencias, lo que importa en esta exhibición, muy didáctica, muy medida, es poder experimentar su transformación hasta conseguir su idiolecto. Los grandes artistas, pintor en este caso, son como eslabones de una cadena que contiene el arte plástico a través de los siglos. No se trata de un ranking de primeros o segundos, sino de enlazar propuestas genuinas que multiplican las posibilidades expresivas, consolidando los fines del arte.

A veces, se especula con la muerte de la pintura. Nada que sea útil desaparece, excepto los seres animados. Mientras haya vida, existirán creadores que se vean impelidos, forzados a expresar su entidad emocional y sensitiva, a expresarse por medio de lo que conocemos como arte. Y como todo cambian, las concepciones personales también lo hacen, pero sin dejar de existir.  A su vez, siempre habrá conciudadanos que necesiten de esa creatividad para hacer de la vida algo feraz y diferente, una pasión vivida.

Judío colgado, 2002, óleo sobre papel pegado a fibrapán, 177×108 cm

 

Desde mi sabor, lo excepcional de esta exposición del centenario de Álvaro Delgado es poder observar una obra, que parece hecha ayer, que sigue impresionado, que sigue emocionando, que nos anima a sentir que, en toda vida, en toda obra de arte, por pequeña que sea, cuando la miramos con atención, en la proximidad, podemos encontrar algo grande. Siento una enorme satisfacción en haber contribuido a que esta pintura tan intelectualizada, tan fecunda, impactante, pueda seguir proporcionando admiración y reconocimiento a su autor, que sin la mirada del espectador se oscurecería, se quedaría en un gesto baldío.

La organización de todo este evento me ha dado la oportunidad de conocer mejor a personas extraordinarias por distintos conceptos, como Alfredo Pérez de Armiñán y su capacidad infinita de actuar y de pensar; la figura de Álvaro Delgado-Gal, que ha escrito una joya para el catálogo; la generosidad de un mecenazgo brillante y silente como el que ha realizado Francisco Rodríguez García; Víctor Nieto, Hernán Cortés, Corredor-Matheos, Montse Acebes, Félix Andrada, Isolina Dosal, el personal adscrito a la Academia y externo. Y tantos amigos y coleccionista de Álvaro Delgado que con su presencia están revitalizando su figura y su obra excepcional, luminosa, ascensional, revolucionaria por su excelente factura.

Tomás Paredes

Presidente H. Asociación Española Críticos de Arte/AICA Spain

 

Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

 

El dibujo: Pedro Martínez Sierra

 

El seis de octubre se inaugura en Ávila, Palacio Los Serrano, una retrospectiva del dibujo de Pedro Martínez Sierra, propuesta por la Fundación Ávila. Coinciden en ella dos hechos insólitos: una institución que apuesta por el dibujo y una obra fundamentada en el desarrollo de su esencia. En medio del naufragio cultural que vivimos, en el mundo del arte, resulta conmovedor encontrarse con este acontecimiento, por lo que felicito a la Fundación Ávila y a sus responsables por hacer posible la publicitación de esta obra excepcional.

 

Autorretrato en fotografía

 

Sin atisbo alguno de ironía o doble sentido. Defender el dibujo es fundamental, no sólo por lo que representa respecto de la configuración de la forma, sino porque se está abonando su desaparición. Encontrar hoy un arquitecto que dibuje o un pintor que lo haga, con prosapia, es empresa arriesgada y dificultosa, cuando no imposible. ¡Hasta catedráticos hay, en una Facultad de Bellas Artes, que estiman más importante saber coser que dibujar! Y no quiero decir más. Por ello y por la entidad plástica que ensalza es importante esta muestra.

El arte está ejecutado por el hombre y es para el hombre. Al margen de toda elucubración, algunas incluso atractivas, el arte se hace para impresionar al hombre, por distintas causas y variados cauces. En consecuencia, hablemos primero del artista, de quien se expresa a través del dibujo, en este caso; luego, de la obra.

Lo que más admiro en Martínez Sierra es su fundada rebeldía. Rebelde de carne y hueso, saboreando el triunfo y el fracaso, el dolor y la gloria, el arcano y el esfuerzo. Todo ser se ilumina en el halo de su misterio. Emotivo, mágico, lúdico, exergónico, cántico. Vuela con el carboncillo tatuando el papel de vida. Es chispa que enciende el fuego, resplandor de lo hondo, el azul del cielo en el fondo del pozo, perito en identificar una cartografía de las emociones.

Siempre tuvo una cabeza caravaggesca, o de efebo dórico, la sigue teniendo, ya de plata coronada. Aquí se muestra un autorretrato fotográfico, soberbio. Se creería que está peleado con el mundo, pero jamás dejó de asirse a la ternura. Trazo puro nervio, fuerza furia fiera, sus huellas dejan surcos y establecen un código de heridas y caricias, de cuerpos contorsionados, listos para saltar, pero contenidos en el fulgor de su viveza. Impulsivo, decisivo, resuelto, convulso, es el hombre camusiano penitente, fedatario, confidente del hermetismo. Brillante, arbitrario, augural, deslumbrante en sus zigzagueantes decisiones plásticas.

Diríase más alto de lo que es, ascensional, sarmentoso, impetuoso, pólvora que estalla en una ambueza de jazmines. Un punto seco, cortante, distante, adusto, como si tuviere necesidad de construir un escudo para proteger su intimidad, donde un rescoldo cenagoso aviva su mordacidad y su claridad entre las sombras; sus dudas y sus certezas. No dibuja lo que sueña, dibuja para soñar, para inaugurar esquejes a las sensaciones.

“La bicicleta”, 100×70 cm, dibujo a carbón y lápiz conté, 1981

 

Siempre a caballo del recuerdo y la esperanza, del escozor y la ansiedad, de la desazón y la intuición, de la luz y las tinieblas, del rito y del mito, de la aspereza y la meguez. Destino contradictorio para un corazón claro, transparente, lacerado, hambriento de darse al por mayor, pero condenado a gotear secretos expresionistas, a buscar a tientas la realidad. En la noche de su adolescencia se fragua la ambición de su madurez.

Aislado, huido, secluso, iba para galeno, pero su rebeldía nazarena acabó inventando formas al sufrimiento, al amor, a las contiendas que los hombres se empeñan en prolongar sin porqué. Administrador del espacio, hace que los cuerpos y las almas se retuerzan exornando imperiosos el carnaval del tiempo; cuerpos y almas que se purifican en el crisol de su idiolecto. Apabullante, sobrado, tímido, en guardia, en celo.

El gesto y la mirada le delatan, no puede fingir, es fieramente humano, duro e imbele a un tiempo, porque aquel que viene del dolor nunca deja de ser vulnerable, nunca dimite, aunque sueñe que es un minotauro, aunque sueñe, aunque tenga todo el derecho del mundo a aparentar una solidez, que termina siendo deleznable.

El trazo sagaz, limpio, impío o benevolente; la mano dúctil a los dictados del cerebro. El corazón es aquí un invitado que se altera o se sosiega sin variar el curso de la sensación. En la agresiva sintaxis de su expresividad, pasamos sin solución de continuidad del endecasílabo al verso de pie quebrado, de la caricia al filo de la navaja, del calor al frío, del sol a la nieve.

El dibujo como un grito, una danza con piruetas y desplantes, exprimiéndose, dándose, girando como un animal que quiere zafarse de la muerte. El dibujo como un manifiesto sin palabras, en cueros, en los huesos, descarnado, histriónico, hirsuto, irónico, agónico. El dibujo no como soporte, sino como juramento, como deseo inconfesable, obsceno y sensual como la lujuria. Lujuria sobria, ascética, provocadora, diáfana, pasional, tal una oración o una blasfemia.

“La contorsionista”, 24×33 cm, dibujo a carbón y lápiz conté, 1990

 

De inicio, el aprendizaje, la ambición de arrancar sus secretos al natural, obsesionado con ir más allá. Desde 1974, sin modelo, profundizando, metido de hoz y coz en descubrir el misterio, en colocarse en las fronteras del paraíso, arañando hasta descarnar para enseñarlo todo, enseñando a vivir en las fronteras

Taxidermistas, equilibristas, palafreneros, izas y rabizas, comblezas y amantes del precipicio. Hombres, mujeres, bestias, bajo el escrutinio del carboncillo, de la perspicacia, analizados sin consuelo ni traición. Escenas que podrían ser retóricas pero que acaban proponiéndose trágicas, anunciando el naturalismo de la poesía esquilea, del expresionismo limpio y duro.

Imágenes látigo, no complacientes, inquisidoras, de esas que meten los dedos en la llaga, sal en las heridas. Y todo ello con la mayor austeridad. Aquí la belleza está en la solercia de la ejecución, en la materialización del proceso, no en el icono; en la manera de destruir la forma para instituir la sensación, en el estilo que deja constancia de un estado de ánimo.

“El sueño del palafrenero”, 24×34 cm, dibujo a carbón, 2004

 

Hay sentimientos y sensaciones que no caben en la estrechez del currículo. Como su decisión de ser cuando lo tenía todo en contra; su pasión por decirse en el dibujo, por mostrarse tal cual y no como parecía. Su soledad en los momentos más festivos, su soledad siempre. La de ser el catedrático de Dibujo más joven de la Complutense. La dedicación de su vida a la docencia del dibujo, el recuerdo de algunos de sus alumnos de que era el único profesor que dibujaba in situ, en la clase, a cuerpo gentil con el carboncillo en la mano.

 Hay sucesos de la vida que no tienen su lugar en una fría relación de hechos. Su participación y dirección de tesis doctorales, su labor en tribunales y jurados, su pertenencia al Comité de ARCO, hasta que no pudo soportar el espectáculo, la confusión de arte y cultura. Son numerosos los textos y ensayos de su autoría, en volúmenes propios o en colaboración acerca del Dibujo. Sus clases, sus conferencias, los galardones recibidos.

“Macaco”, 97×67 cm, dibujo a carbón y lápiz conté, 1989

 

El espectador tiene el privilegio de poder contemplar, en Ávila y hasta el 19 de noviembre, una panorámica de la obra dibujística de Martínez Sierra. Bien es verdad que a zancadas porque las obras están fechadas entre 1974 y 2020, si bien algunas se muestran por vez primera. Pero, son más que suficientes para tomar conciencia de su mundo y conocer su radical expresionismo: su íntima mismidad, su íngrima sensibilidad, la virtud de su línea. No puedo silenciar que la fotografías de los originales se deben a Pedro de Agustín.

En una entrevista que le hice en El Punto de las Artes, 25.II.05, aseguraba: “Dibujar bien no es acertar, es resolver”. Acertar no es lo primordial, tiene connotaciones azarosas, casuales. Resolver alude a establecer un orden conjugando forma y espacio con el tiempo. La fidelidad del dibujo no está en lograr el parecido, sino en mostrar el profundo sentido de las cosas, como definía la poesía James Joyce.

Martínez Sierra no ha hecho más que diez muestras personales desde 1973 al presente. Eso no le ha impedido ser premiado, ni tener una dimensión y una presencia en el dibujo del último cuarto de siglo. Siempre se ha alejado del mercado. Las dinámicas burocráticas no van ni con este hombre ni con esta obra. Pinta al óleo, a la acuarela, a la aguada, pero cuando dibuja se vacía, se atreve a revolucionar: es un transgresor, un chamán de la figuración, un ángel del expresionismo.

Por encima de la admiración a Hans Baldung Grien, a Durero, Goya, Egon Schiele o Balthus, está la fuerza de su carácter, sus demonios interiores que guerrean con la memoria y con los símbolos, con la vida y con la muerte, con la tradición y su renovación. En el colofón de su catálogo de la exposición que hizo con Ángeles Penche, Madrid 2005, colocaba una cita de Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y del mal: “Ten cuidado, cuando expulses a tus demonios, de no expulsar lo mejor que hay en ti”.

“Taxidermista con lince”, 48,05×48,05, dibujo a carbón, 2002

 

Todos vivimos con el peso de nuestra historia y sus avatares, que nadie conoce mejor que uno mismo.  Pedro une el desparpajo visionario de Rimbaud al carácter indeleble de Nietzsche, armoniza la gracia de una mano prodigiosa con los demonios interiores en un discurso genuino, expresivo, profundo, brillante y agónico. Tiene un yatagán de seda en las flores de sus manos.

El dibujo es arte, el arte es hijo de la sorpresa de los sentidos bien afinados, no es ocurrencia, ni milagro, sino conjunción de emociones y necesidades expresivas de las últimas habitaciones del palacio del hombre. El pensamiento ordena para responder, el dibujo conjuga para resolver. Una línea es capaz de retratar el mundo, un carácter, un prodigio, el juego de un mago. Con la austeridad de una línea identificadora no puede competir ni el deslumbre del color.

“Eros y Tanatos”, 24,5×34,5 cm, dibujo a carbón, 2020

 

Los poetas se expresan con palabras, lustrando con ambrosía sus sensaciones; el músico con sonidos; el cineasta con una sucesión calibrada de imágenes; el dibujante con líneas de luz, o bistres, que abren puertas al instinto, a la razón, a la sazón. Tenemos ante nosotros un muro infranqueable, pero queremos traspasarlo, ver la otra orilla, y ahí juega el arte un papel determinante, no por lo que nos muestra, sino por las herramientas que nos facilita para cumplir nuestros retos.

Quien practica el dibujo anhela la perfección, no formal, sino expresiva; la expresión idónea y definitiva. Y sabe que el fulgor no llega cuando uno quiere, sino, a nuestro pesar, cuando se conjugan el cerebro, la mano, la sensación y la sensibilidad y se conjuran para hacer danzar los sentidos con la armonía precisa de la inocencia. Y esos son los territorios que transitan estos dibujos de Martínez Sierra, esquivos, contorsionistas, dolientes, victoriosos o domeñados por sus virtudes originarias.

                                                                                                                   Tomás Paredes

                                   Presidente H. Asociación Española de Críticos de Art/AICA Spain

 

 

Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

 

 

Sóror Juana Inés de la Cruz, la inteligencia

 

Inteligencia diáfana; sobre todo, inteligencia. Sin ella no hubiera tenido el talento fascinante para hacer cuanto hizo. Sin capacidad de aprender y conocer no hay pensamiento que desarrollar. El lector se preguntará, ¿qué interés tiene una monja jerónima del XVII, mexicana, poeta, envuelta en la leyenda?, ¿qué importa hoy una religiosa que dedica su vida a intentar conocer a Dios? Veamos si soy capaz de expresar su modernidad, el interés de su obra y el de su vida sincrética.

“Prácticamente toda la información que circula entre los lectores sobre la poetisa mexicana, la monja Sor Juana Inés de la Cruz, es de facto errónea, libremente inventada o equívoca, deformada por las distintas corrientes críticas, entre las tradicionalistas y las modernizadoras”. Así comienza el ensayo de Emil Volek, La mujer que quiso ser amada por Dios: Sor Juan Inés en la cruz de la crítica, Editorial Verbum, Madrid 2016. Entre sus estudiosos están: Menéndez Pelayo, Alfonso Reyes, Lezama Lima, Octavio Paz, Karl Vossler, Pfandl, Darío Puccini, José Gaos, Xirau…

Juana de Asbaje y Ramírez de Santillana nace el 12 de noviembre de 1651 en San Miguel de Nepantla, en la hacienda de Panoaya entre los volcanes Popocatépetl e Iztaccihuatl. Ella fue otro volcán, un géiser de claridad, de lava de proceridad, hasta el momento de su extinción,1695, en México. Poeta, pintora, compositora, astrónoma, ecónoma, gastrónoma, campeona del esdrújulo y “monstruo” del Barroco. Con fecha 14.VII.1945, el Congreso del Estado de México cambió el nombre del municipio, por el de Nepantla de Sor Juana Inés de la Cruz.

El 28 de junio pasado, tuvo lugar en Madrid, Instituto Cultural de México, el taller literario, “VIAJE POR LA OBRA DE SOR JUANA. La décima musa mexicana”, impartido, con acierto, por el profesor de la UNAM, Jorge Gutiérrez Reyna. Participé en él, obtuve buena impresión e idea clara de cómo ven los mexicanos a su eterna musa. Y cómo era de esperar, la ven con un chovinismo acendrado, exacerbado, comprensible.

Gutiérrez Reyna, con manifiesta solercia, desarrolló un encuentro eficaz y ameno, lene. Comentó una breve antología de villancicos, sonetos y romances, no sin exigir antes la lectura de Respuesta a la muy ilustre Sor Filotea de la Cruz. A partir de ahí, retomé mis lectura y libros de la jerónima y la bibliografía generada, lo que propicia estas líneas.

En 1980, aseguró Antonio Alatorre: “…con excepción de Garcilaso, ningún poeta de los siglos de oro fue tan reeditado como Sor Juana…Lo que fueron Góngora y Lope en sus tiempos, eso fue Sor Juana en los suyos. Ella los <resume> a los dos; tuvo la fama del primero y la FAMA del segundo”. Sin recortar un ápice la gloria de la monja, el especialista peca de euforia. Sor Juana, cumbre del Barroco, musa de América, mayor poeta novohispana, pero es imposible constreñir a Lope y Góngora en una sola voz.

 

Sor Juana Inés de la Cruz (Juan de Miranda)

 

Fue una niña prodigio hasta convertirse en un genio de Occidente, puente entre el mundo indígena y Europa, entre la Religión y la Ciencia. Estrella azul de oro, que nunca conoció el mar. Luego de transitar el follaje áspero, pretencioso, de sus críticos, exégetas y escoliastas, mi impresión es que deben de leerla al margen de esa farragosa selva que han tejido unos y otras, con el afán de aprovechar su talento vívido para justificar circunstancias hodiernas, lo que no siempre es correcto, ni pertinente, para no desviarnos de su obra y acabar hablando de la importancia del agua para la navegación.

De padre desconocido, en un principio, la educó su abuelo. Criolla, accede a la alta sociedad virreinal por su inteligencia. Entra en la comunidad carmelita, pero la deja para profesar de monja jerónima en el Convento de Santa Paula, 1668. Y en ese convento pasó toda su vida. Tenía una esclava y criados, recibía en el locutorio, pero jamás abandonó esa casa. Allí terminó su vida a causa de una epidemia de peste.

Mujer deslumbrante, hechizó por su intelecto y sus dotes, por la luz de su razón. Le aplicaron diversos apelativos: “el Argos de los entendimientos”, “San Agustín de las mujeres”, Minerva de América”, “Fénix de América”; “Décima musa”, como Safo, y “Musa décima”. En el s. XVIII inicia su instalación en la oscuridad, prolongada al XIX.

En 1910, Amado Nervo con su Juana de Asbaje la desempolva. Ayudaron a ello Menéndez Pelayo, Alfonso Reyes y, con más verecundia, el gongorismo reivindicado por la vanguardia y los poetas del “veintisiete”. En 1982 Octavio Paz publica un denso ensayo y abre un cauce, que transitará una tropa descomunal de especialistas, casi todos perezosos, caprichosos, sectarios y fabulistas.

En el Romance 51, versos 13-20, pareciera que adivinaba este guirigay demoledor:

                                                     “…No soy yo la que pensáis

                                                       si no es que allá me habéis dado

                                                       otro ser en vuestras plumas,

                                                      y otro aliento en vuestros labios,

                                                       y diversa de mi misma

                                                       entre vuestras plumas ando,

                                                      no como soy, sino como

                                                      quisisteis imaginarlo”.

Es difícil encontrar un poeta mayor que haya suscitado una bibliografía tan apabullante como la de Sóror Juana. Sin exagerar un añico, hay especialistas para cada pliegue de su hábito, para un soneto, un cuarteto, una frase, una línea, un verso. Y no digamos en torno a su vida y el carácter de su sexualidad.

La crítica tradicional la hagiografía, la modernizadora la exhibe como la cumbre del feminismo, las relaciones lésbicas y con todo un cúmulo de invenciones y enredos ridículos y lamentables. No hay pruebas de nada, decir que mantuvo una relación homosexual con la condesa de Paredes de Nava, es desconocer tantas cosas, que uno se cuestiona la estabilidad mental y el conocimiento de muchos osados publicistas.

Sé que resulta muy chispeante para los frikis, decir que se trata de una monja de clausura, feminista, lesbiana, no creyente y adelantada a su tiempo, secuestrada en su convento y sujeto de las mayores glorias y aberraciones. Pero, todo esto es confuso, pútrido, tósigo, mendaz y en buena parte falso.

Con toda probabilidad, aparte de algunos sonetos soberbios y romances enjundiosos, su obra maestra sea Primero sueño, una silva en heptasílabos y endecasílabos, y Respuesta a la muy ilustre sor Filotea de la Cruz, en prosa. Bien es cierto que, como cima del Barroco, su lectura no es fácil, pero se acaba sintiendo con gozo y emoción. Hay más obra, pero la fundamental es la citada.

Sor Juana Inés de la Cruz por Tania Janco

 

¿Quién no conoce el soneto del retrato, “Este que ves, engaño colorido” o “Esta tarde. mi bien, cuando te hablaba”? ¿Quién no ha oído alguna vez la redondilla: “Hombres necios que acusáis/ a la mujer sin razón, / sin ver que sois la ocasión/ de lo mismo que culpáis”? Sabía latín, nahuatl, congolés y hace al español mágico; pintó el arco de bienvenida del marqués de Mancera; componía villancicos y su música, pergeñó dos tratados de música, uno perdido- El caracol- y otro que se conserva; escribió poemas, enigmas, autos alegóricos, teatro, cartas filosófico-teológicas. Conocía al dedillo a nuestros renacentistas y luciérnagas de los siglos de oro: Garcilaso, Cetina, Fray Luis, Lope, Góngora, Quevedo y Calderón.

Sus hermanas la nombraron ecónoma y administró el convento de forma sobresaliente, con pingües ganancias. Hizo un libro de gastronomía y vendían pitanzas que preparaban. Por sus encargos recibió suculentas sumas en monedas de oro. Defensora pertinaz de la libertad en su carta Atenagórica, criticando el sermón del P. Vieira; luchó denodadamente por demostrar la igualdad entre hombres y mujeres: “la inteligencia no tiene sexo”. Su razón es una columna jónica para la ética, la estética y el Barroco.

Su obra es una cumbre, pero demasiados, sin comprenderla, pretenden asimilarla a las circunstancias actuales. Y claro, el México virreinal se parece a hoy como un huevo a una patata. Para los jesuitas era insoportable que una mujer pensara y lo hiciera con tanta brillantez, luminosidad y belleza, y eso produjo choques.

Como ejemplo de las interpretaciones, una alusión a Primero sueño: Ezequiel Chávez lo relaciona con Hölderlin; Emilio Carilla con el romanticismo alemán y el surrealismo; Ramón Xirau con Gorostiza y O. Paz. Octavio Paz con Huidobro, Gorostiza y Stephane Mallarmé. Elías L. Rivers con Jorge Guillén; Emil Volek con César Vallejo; Lezama Lima con el barroco americano mágico. Otros con Góngora.

En los años ochenta s. XVII era la estrella de la poesía e intelectualidad novohispana, vigilada por los jesuitas y enclaustrada, pero estrella poderosa. Fue amiga de las virreinas, todos los prohombres civiles y eclesiásticos acudían en busca de su consejo y veneraban su pluma; entretanto, ella iba tejiendo una obra germinal que se publicó en Madrid, 1689, por orden y a costa de la condesa de Paredes, su dedicataria.

Su vida íntima ha suscitado fuerte interés cinematográfico. Desde 1935, un largometraje de Ramón Peón: Tránsito a los jardines de Venus. En 1939, El secreto de la monja de Raphael J. Sevilla, denuncia amoríos de la jerónima con el marqués de Pontevedra, Hernando Álvarez y Santaella. En 1978, Constelaciones de Alfredo Joskowicz, debate entre Sor Juana, Sigüenza y Góngora y un pícaro. 1988, documental de Nicolás Echevarría. En 1990, Yo, la peor de todas de María Luisa Bemberg, basada en propuestas de Octavio Paz, donde se muestra de forma explícita su lesbianismo, afirmando que los poemas amorosos responden a una relación real, sin prueba alguna. Aún, Las pasiones de Sor Juana de Antonio García Molina, 2004, con guion de Olivia de Montelongo, disperso, dispar y disparatado.

Sor Juana Inés de la Cruz por Yurihito Otsuki

 

Sor Juana Inés de la Cruz por Yurihito Otsuki

 

Inmensa escritora, artista y técnica, virtuosa del lenguaje, princesa del esdrújulo, su capacidad intelectual le distingue y su talento le ayuda a realizarse con solidez. Genio de niña superdotada, monja audaz, replicante de fuste y artista consumada. Excelsa creadora en lengua española, no necesita parangones con Safo, ni Ovidio, ni con Vallejo, para ser una poeta sublime de la estirpe gongorina más pura.

Para poder acceder con holgura a Góngora fue preciso Dámaso Alonso y sus colegas. Sor Juana tuvo peor suerte, llegaron Ludwig Pfandl enfocándola desde una perspectiva freudiana y las feministas hablando a tontas y locas, consumando la ceremonia de la confusión. También Octavio Paz llegó a conclusiones inesperadas, él que defiende que los poetas no tienen biografía, cayó en la trampa de alterar la de Sóror Juana.

Sor Juana Inés de la Cruz por Miguel Cabrera

 

Las creaciones de las grandes almas no se extinguen. El poeta crea la materia del milagro y lo eterniza. El escultor establece el alma de la forma. Ella anheló un alma que comprendiera todo el conocimiento científico como llave que abriera el secreto de Dios; quiso conocerlo y ser amada por Él: su faceta mística. En La tentación de existir, asegura Emil Cioran: ·El místico siempre se desvirtúa al expresarse, pero nunca tanto como el erudito desvirtúa al místico al comentarle”.

Ya asegura Antonio Machado en el Retrato (“-quien habla solo espera hablar a Dios un día-“). Mística de clausura, buscaba a Dios, se atrevió a rectificar al P. Antonio Vieira, se enfrentó a la jerarquía jesuítica, fue amiga de tres virreinas – ¿todas eran lesbianas?, pues a todas escribió poemas de amor-; un genio que estudió, trabajó sin descanso y que al final obligan a apartarse de la escritura. Los beneficios de la venta de su biblioteca los dedica a los indios pobres. Acabará cuidando a otras hermanas apestadas, se contagia y fallece.

Sor Juana Inés de la Cruz, Autorretrato

 

¿Por qué hay que leer a Sóror Juana? Por su visión, por placer intelectual, por hambre de descubrir la belleza; para aprender a defender la libertad, para desarrollar pensamiento, para afinar la percepción. Para desenmascarar el feminismo frívolo de memes y memas, para conocer y respetar la Historia, nuestra historia. Para entender la mística que busca conocer a Dios. Para saborear la poesía, para participar de una fiesta esplendorosa de la lengua y la inteligencia. Para conocer la grandeza en la sobriedad, la abundancia en la ascética, la conquista del mundo desde un ostugo.

Cabe estas líneas aparecen unos retratos de la poeta, todos ellos cuestionables, pues en las artes plásticas también el hechizo ha sido descomunal. Traigo aquí el famoso y dudoso “Autorretrato” de El Escorial, las imágenes de época de Juan de Miranda y Miguel Cabrera; y las más actuales de Tania Janco, como tapa del libro de 1995, y las de Yurihito Otsuki. ¡En todo es la jerónima un hechizo sorprendente, no dejen de participar de su gloria y de su halo, es decir, de leerla y de aprehenderla!

                                                                                                                   Tomás Paredes

                       Presidente H. de la Asociación Española de Críticos de Arte /AICA Spain

 

Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

 

 

 Juan Martínez en su acmé

 

Roberto Velázquez, en los años que fue director general de Fundación Telefónica, tuvo la genial idea de iniciar una colección de obras de arte, formada por los testimonios icónicos de pintores y escultores españoles, que vivieron en el extranjero y que no regresaron a España o lo hicieron con timidez, con sordina. Unos eran exiliados políticos, otros económicos, algunos culturales.

Resulta que, unos pocos de esos autores lograron una visibilidad internacional y con ello su presencia no corría peligro. Es el caso de Picasso, Miró, Dalí, Gris, Domínguez, Palencia, Clavé. Otros, con menos proyección, no caían en el olvido, pero acababan como en un limbo, aun siendo excelentes artistas, porque no dejaban de ser extranjeros en sus países de residencia y casi desconocidos o ignorados aquí, entre nosotros.

Durante el tiempo en el que fue responsable de aquella institución, Roberto Velázquez, con un cuidado exquisito y muy bien aconsejado por expertos, adquirió para la institución obras de Ginés Parra, Viñes, Vilató, Subirá-Puig, Vázquez Díaz, Bores, Peinado, Clavé….En fin, había una larga lista en la que figuraban Guansé, Úbeda, Ángel Duarte, Pere Pagés, Manuel Torres, Valls, Juan Martínez, Blasco Mentor, Segovia, Pradal, Díaz-Ronda….Pero hubo cambios en la dirección de Telefónica y aquello se congeló y nunca más se supo.

No era un asunto baladí para el patrimonio español relacionado con la cultura, en lo que tenemos un déficit notable, vergonzoso. Alguien, en algún momento, debería estudiar en profundidad y con los datos que haya, esta actitud y la figura de Roberto Velázquez, aparentemente en la sombra, pero un personaje extraordinario y con una capacidad de gestión espléndida.

Bois Decoupe

 

Juan Martínez es un pintor y escultor español que vive en Suiza desde1969. Nacido en Navas de San Juan, Jaén, emigró con sus padres a Barcelona, donde estudió Arquitectura, y dese allí se marchó a Suiza, completando su formación en la Escuela de Bellas Artes de Lausanne, lo que hoy es el Espace Arlaud, donde realizó en 2019 una muestra antológica de su obra, muy visitada, comisariada por Françoise Jaunin.

Después de los periodos de pandemia y aislamiento, vuelve con una doble manifestación: una exhibición de su obra reciente y el estreno de un documental, después de varios años de rodajes y distintas vicisitudes. Ambas iniciativas han constituido un acontecimiento en Suiza, que debe, cuanto menos, ser conocido y valorado en España.

Con rubro Le refus du miroir – lo que el espejo nos muestra, lo que el espejo esconde-, la galería Numaga de Colombier(numaga@bluewin.ch), cantón de Neuchâtel, muestra una amplia selección de sus obras más recientes. Para ellas, para intentar acercarnos el arcano de su magia, ha escrito un texto clarificador e inspirador Nicole Gonet.

En primer lugar, hay que referirse al montaje de la obra, en una galería histórica, con la que expone desde hace varios lustros. Un ostugo donde el arte tribal africano cuenta con presencia importante. No todos los espacios están atentos a este punto, pero mostrar la obra con gusto, con sentido, como sucede en esta ocasión, facilita su acceso al espectador y facilita la percepción de su hurmiento. Es como una marca de la casa, como sucede en Madrid con la galería de Rafael Pérez Hernando, siempre exquisito en su manera de presentar el arte.

La obra de arte requiere un esfuerzo del contemplador, no podemos establecer un juicio con un vistazo de pasada. Y la pintura de Juan Martínez es, con toda probabilidad más exigente, porque no es un producto decorativo, sino un grito de nieve en las tinieblas. En El misterio de la creación artística, 1938, arguye Stefan Zweig: “Nunca comprendemos una obra con solo mirarla. Donde no preguntamos, nada aprendemos, y donde no buscamos, no encontramos nada”.

Difícil tarea

 

Se trata de un conjunto de formas que, aunque se identifican dentro de su icnografía, son distintas a lo que venía haciendo. Están sus huellas dactilares y las de su impronta mística, sus formas aerodinámicas, su imbricación pintura-escultura, sus reducciones, pero hay muchas novedades. En una gama sobria, escueta, dominada por el blanco/negro, por los grises, con valientes toques de color, se establece una deriva biomórfica, resuelta con una elegancia absoluta: hay un abrazo de la tradición y el vanguardismo, de lo estático y de lo cinematográfico.

Son imágenes generadas por la sensación, por la crítica, por la preocupación existencial de este creador desasosegante, que mueve a la intranquilidad, que fuerza a preguntarnos constantemente. Su obra, al límite de la abstracción y la figuración, de la confrontación de ética y estética, del hastío y la esperanza, nos interroga. Nos produce placer, porque está envuelta por la emoción y el misterio, pero nos sacude, nos pregunta, nos zarandea, ante todo, para que tomemos conciencia del suelo que pisamos.

Esa suerte de cortina traslúcida encubriendo al ser, velando sus angustias. Formas sinuosas, sensuales, incendiadas de vida, nos hablan a un tiempo del dolor y del amor, de su ausencia; de la necesidad, de la urgencia en recuperar la alianza de la razón y los sentidos. Pretende ser frío, refrescar la subida del fervor, pero no siempre lo consigue, por algo que está en el germen del arte: el razonamiento mágico sobrepasa al lógico y el sentimiento genera otra deriva.

Hay novedades, pero todas dentro de un sentido general de su expresión. Y también hay recuperaciones: esas figuras vestidas de los grandes armarios, esas túnicas misteriosas con tanto dentro, esa querencia de hacer visibles sus obsesiones, esa tristeza que se vuelve trágica. Esa decisión de crítica severa bajo el manto de la estética preciosista.

Nageur

 

La obra de Juan Martínez – madreras, telas, papeles- es la materialización de la memoria de un solitario, reflejos de su entidad. Sin concesión alguna al espectáculo de las modas, sin dejar nunca de ser él mismo. Sin permitir una anécdota, yendo directo al miajón, al meollo de lo que somos o creemos ser. Está en el acmé de su desarrollo, en la plena madurez que rezuma plena libertad.

Rafael Canogar, repite una y otra vez que “todo arte es político”.  Y es probable que así sea, pero en unas obras cuesta descubrirlo, percibirlo, más que en otras. Hay propuestas que nos lo ponen fácil: su obra de crítica social, la de Canogar, realista; la pintura dramática de Juan Barjola; o la pintura existencial de Juan Martínez.

Junto a esta exposición de Numaga, en el cantón de Neuchâtel, en el Théâtre de Colombier, el pasado 11 de junio, se estrenó una película sobre su vida y obra, sobre el desarrollo de su creatividad y de su existencia. Se trata de Un portrait de Juan Martínez l’intranquille, film de Fréderic Gonseth y Catherine Azad, con la participación de Françoise Jaunin, que ya comisario aquella magna exposición de Lausanne.

No he visto aún la película y por tanto no puedo decir nada sobre el contenido de la misma. Sé poco más o menos de algunos episodios que en ella se contemplan, pero no tengo perspectiva alguna sobre su dimensión. Mas, que un cineasta prestigioso se decida a hacer un documental sobre la génesis y desarrollo de una obra plática y los avatares de su autor, ya es importante ¡Qué a un español, porque sigue manteniendo el pasaporte y siendo español, le hagan en Suiza este homenaje, es una noticia importante y merece un agradecimiento por nuestra parte, por chiquito que uno sea!

Tao o dao

 

Esa película pasará por la televisión suiza y recorrerá diversos certámenes cinematográficos, porque sus autores piensan que tiene la entidad suficiente como para ser distinguida. Sería un error gravísimo que no pasara por las televisiones españolas, pero dada la atención que aquí se presta a la cultura, me malicio que no será fácil.

María Zambrano incluyo su pintura en objeto de sus ensayos. Otro de los rotundos valedores de su obra fue el escritor mexicano Carlos Fuentes, que la presentó, apoyó y difundió. O Francisco Calvo Serraller, numerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que escribió los catálogos de sus exposiciones en Sevilla, Málaga, Jaén y Oviedo. El filósofo Rogelio Blanco, Agustín Gómez Arcos y yo mismo, en diferentes circunstancias y países.

Capítulo especial merece la mención de los libros especiales, de bibliógrafo, algunos de ellos diseñados por Miguel Ramos Morente, que ha realizado con Antonio Gamoneda, Juan Gelman, José Manuel Caballero Bonald y José-Flore Tappy. De especial relevancia, dentro del elevado nivel de todos ellos, es Antídotos, poemas de Caballero Bonald, dibujos de Juan Martínez, editado por el Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga, 2008.

 

O Tombeau, poemas de José-Flore Tappy y grafismos y pinturas de Juan Martínez, Editions Empreintes, Lausanne 2018. Además, tuve el privilegio de oír ese hondo poema, recitado por el excelente poeta Jacques Roman, en el Espace Arlaud a la sazón de su determinante antológica, 2019. José-Flore Tappy es la gran dama de la poesía suiza actual, en cualquier lengua, con su imponente figura que recuerda la imagen, entre dolorida y adusta, de Ana Ajmátova, a la que ha traducido al francés.

Martínez cuenta con una amplísima e intensa bibliografía de las plumas citadas y de otras y una gran presencia en galerías privadas y en espacios públicos. Es necesario recordar que fue uno de los nombres descubiertos y promocionados por Juana Mordó y que luego ha expuesto, sobre todo, en galerías alemanas y suizas, con notable asiduidad. Su obra está presente en museos como el Guggenheim de Nueva York, el Benaki de Atenas, Berlín, México D.F., Sevilla, Universidad de Málaga, Fundación Maeght.

 

Finalizando con el asunto que iniciaba estas líneas, es verdad que los museos españoles, o las instituciones, no se ocupan con regularidad de los creadores plásticos españoles, ni residentes aquí ni establecidos fuera. El Estado de las Autonomías ha conseguido que sus museos estén más atentos a lo local que a la calidad o a la perspectiva histórica. Los museos nacionales, por descontado, están en otra cosa y así nos podemos encontrar en el ”Reina” un norteamericano que nadie conoce en su país, o en Alcalá 31 a un joven que balbucea, antes que un artista español contrastado por la dimensión de su desarrollo.

Scaled

 

En Madrid tenemos varios centros expositivos nacionales, autonómicos y locales. Pero no están por la labor que debieran realizar, están en el postureo más ineficaz y arbitrario, pretenden ser muy guais, no sé si lo consiguen. El Reina Sofia de picos pardos por el mundo marginal y transversal. A la consejera de Cultura y Turismo de la CAM se le da más bien el turismo, o eso parece, que la cultura y su promoción: el arte no puede competir con el tapeo. Y de la concejala de Almeida no digamos, lo suyo es la moda y el photocall. De modo que, ¡cuánto se echa de menos a personas como Roberto Velázquez y sus iniciativas trascendentes!

 

 Tomás Paredes

                                 Presidente H. Asociación Española de Críticos de Arte/AICA Spain

 

 

 

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