Por Juan José García López
Licenciado en Filosofía y Letras
Presidente de la Asociación Cultural Pro Casa Museo Julio Romero de Torres en Córdoba
Quiero manifestar en este mes de Abril, en el Año Romero de Torres, un capítulo referencial en la vida artística del pintor cordobés Julio Romero de Torres (1874-1930) a través de Bernardino de Pantorba en su libro titulado «Artistas Andaluces» 1929, debido a la investigación iniciada por mi persona en el año 1996 sobre la vida de otro artista andaluz. Éste es escultor de un pueblo malagueño, Arriate, y socio fundador de la Asociación Española de Pintores y Escultores en el año 1910, estamos hablando de Enrique Marín Higuero (1873-1951), ambos contemporáneos y tertulianos de la que fue una de las Cafeterías de Madrid más señeras: El Café Nuevo Levante. Sin más dilación os presento la siguiente lectura, y espero sea muy motivadora para mirar desde dentro las obras creadas por nuestro pintor cordobés Julio.
JULIO ROMERO DE TORRES. ARTISTAS ANDALUCES. 1929.
Es cordobés y va a cumplir, según dice, los cincuenta años. Hay en sus ojos, pequeños, esa soñarrera del hombre que duerme poco, y en su hablar, ceceante, ese revoloteo de giros hiperbólicos que forman el caudal andaluz. Son reposados sus ademanes; su andar, algo contoneante; su simpatía, verbosa; su risa, pronta; su aire, un poco tristón y mustio. Marcado tipo cordobés. Cuando se echa al hombro la capa y se pone el sombrero de ala ancha, su andalucismo se acentúa, de tal modo que bien puede servir de ejemplar representativo de su tierra.
Sin salir de ella, comenzó a estudiar la pintura bajo la dirección de su padre.
Cuando tenía veinte años hizo en Madrid las oposiciones para Roma, sin conseguir plaza. El cuadro que entonces pintó – sobre el insulso tema propuesto por el tribunal: “El anarquista y su familia” – lo mandó a la Exposición Nacional de 1899, ganando una tercera medalla. Al cabo de siete años, en otra Nacional, el jurado le rechazó la obra “Vividoras del amor”, por considerarla inmoral. Pudibundez digna de anotarse.
Dos años más, y llegamos a la revelación resonante de Romero de Torres. Fue en la Exposición de 1908, donde presentó cinco lienzos: “Andalucía”, “Amor místico y profano”, “Bendición”, “Fuensanta” y “Musa gitana”. Este último – sin duda, el mejor – obtuvo medalla de oro y pasó al madrileño Museo de Arte Moderno, del que es hoy una de sus pocas joyas: Una mujer totalmente desnuda, tendida con árabe indolencia, apoya su cabeza en el brazo derecho. El rostro, de frente, nos dirige una mirada recta, soñadora y triste. Nada hay que vele la carne morena, de juvenil sensualidad. Al fondo, un paisaje sombrío, interrumpido por la negra silueta de un tocaor de guitarra, que también nos clava sus gitanas pupilas.
La obra, como toda obra de valor nuevo, despertó discusiones; muchos la llamaron revolucionaria. Y revolucionaria fue, como ha de verse en seguida.
Encuentro Domingo día 17 marzo PROCASA MUSEO en la fachada Casa Familiar Julio Romero de Torres al lado del Museo de Pinturas y el Museo Bellas Artes de Córdoba.
Romero de Torres, que antes de ella habiase movido dentro de la órbita del realismo, entonces en todo su apogeo, y hasta con ciertas influencias sorollescas, según dicen los críticos – yo no he visto nada de él anterior a la fecha señalada -, cambió de orientación y marcó ese estilo que pronto había de hacerse inconfundible, peculiar suyo. La gente notó que el pintor andaluz traía un concepto de un arte diametralmente opuesto al que a la sazón predominaba. Varios años después y con obras como “El retablo del amor”, “La consagración de la copla” y “Las dos sendas”, por no citar más, la personalidad de Romero de Torres quedó ya, firme y señera, en el ambiente artístico de su patria.
Al aparecer la “Musa gitana” triunfaba, como se sabe, el impresionismo; Sorolla arrastraba a los compañeros con sus valores cromáticos, su pasión por el sol y el aire libre, su manera impetuosa, movida y rápida. Había en nuestro arte demasiado trozo de pintura, exceso de verismo, derroche de espontaneidad. El oficio, tomado como fin, no como medio, llegó a adormecer la sensibilidad de numerosos pintores y dió categoría artística a simples fabricantes de cuadros. Aquella salida al aire libre había sido beneficiosa – ¿quién lo duda? – como reacción contra la amañada pintura de historia y contra los anecdóticos cuadritos de caballete; pero, habiendo cumplido su objeto, ya por aquel año de 1908, se necesitaba una nueva reacción: reacción contra tanto naturalismo inexpresivo, superficial. Fue Romero quien oportunamente la inició entre nosotros. Sus lienzos mencionados poseen las cualidades que apenas vemos en los cuadros de aquella época: delicadeza, artificio, amor a la línea, entonación rebajada y sobria. No llegaba el pintor cordobés como un fogoso impresionista más; no sorprendía los cuadros en el natural y los resolvía ligeramente, con las modificaciones que sobre la estructura humana ejercen el aire libre y los reflejos solares; sino los pensaba y los iba trabajando con paciencia meticulosa, con una factura fundida; más que pintando, dibujando y coloreando luego; él no agrupaba sus figuras dentro de la naturalidad de una instantánea fotográfica, sino las componía con actitudes convencionales, siguiendo un ritmo decorativo, aprendido en los primitivos unas veces; en los renacentistas florentinos, otras – al Giotto le recuerda a menudo -; no usaba un colorido claro y brillante, a base de cadmios y morados, sino los clásicos ocres, tierras y negros; no elegía para modelos a hombres vulgares y mujeres insignificantes, sino a muchachas atrayentes, de suave melancolía, de lánguida sensualidad; en ocasiones, desnudas; casi siempre, con largos vestidos de pliegues esculturales. Una pintura de tipo mural, inspirada en los viejos tiempos; una técnica arcaizante que volvía por los fueros de la línea.
Portada novela «Diario del Arte» donde se narra la vida de Eustaquio García Cassas i Murillo en la ciudad de Córdoba. Escrito por Juan José García López, diciembre 2023.
Algunos pintores echaron en cara al colega la pobreza de su paleta, sus hábiles recursos, su falta de variedad, su temor a enfrentarse con las dificultades del natural, que él, aprendida lo que pudiéramos llamar su “receta”, iba eludiendo… No carecía de fundamento el reproche, por cuanto Romero de Torres nunca ha sido lo que los “virtuosos” entienden por “un pintor”. Pero ¿tenía forzosamente que serlo? ¿No triunfaba su pintura precisamente por anteponer a los valores pictóricos los artísticos?
En cambio, los literatos, los poetas, hastiados de pintura objetiva, no tardaron en colocarse junto a Romero de Torres. Vieron en él a un espíritu gemelo por su estilismo, por la armonía y la tristeza serena de sus obra, por las sugestiones poéticas que de ella se desprenden…
Recordemos las páginas demasiado líricas que entonces se escribieron. Ved estas magníficas palabras de don Ramón del Valle Inclán: “Julio Romero de Torres parece haber visto en las cosas aquella condición suprema de poesía y de misterio que las hace dignas del Arte. El sabe que la verdad esencial no es la baja verdad que descubren los ojos, sino aquella otra que sólo descubre el espíritu, unida a un oculto ritmo de emoción y de armonía que es el goce estético. Este gran pintor, emotivo y consciente, sabe que, para ser perpetuada por el Arte, no es la verdad aquello que un momento está ante la vista, sino lo que perdura en el recuerdo”.
Fachada de la Casa Familiar Julio Romero de Torres, reivindicación cultural para que sea Casa Museo Natal.
Debemos reconocer que algunos escritores, en alas del panegírico, no acertaron a mantenerse en el lugar justo que la crítica exige y ensalzaron desmedidamente los cuadros del artista cordobés, quizá más que por ellos en sí, por odio a la “pintura bárbara de manchas y brochazos, donde la luz y la sombra se pelean con un desentono teatral y de mal gusto” (según los duros términos del ya citado don Ramón).
Después de la primera medalla otorgada a la “Musa gitana”, Romero de Torres no ha vuelto a tener premios en Madrid.
En 1912 recibió de un grupo de intelectuales una medalla de oro (que grabó Julio Antonio), como desagravio por haber quedado sin recompensa “La consagración de la Copla”, en la Nacional de aquel año. El anterior había ganado en Barcelona primera medalla una de sus obras más conocidas y características: “El retablo del amor”. Y en 1913 logró igual distinción, en la Internacional de Munich, su lienzo titulado “Las dos sendas”.
A nuestra espléndida Nacional de 1915 el joven maestro concurrió con quince cuadros. No alcanzó la medalla de honor que tácitamente solicitaba (como no la alcanzó ninguno de sus ilustres competidores), pero sí un triunfo artístico inolvidable. ¿Y cómo no, exponiendo esas bellísimas composiciones de “La gracia” y “El pecado” – en las que vemos otros dos admirables desnudos – y esa mocita prodigiosa “Carmen” que vive entre nosotros con toda su resignada, serena y honda melancolía?
Cartelería Reivindicación Cultural «Abramos al mundo la puerta del Arte de Córdoba» Pol Ze Nit. 2022-2024.
El arte de Romero de Torres es una delicada ofrenda a la mujer; más concretamente, a la mujer andaluza.
Hay en el tipo femenino de Andalucía una amalgama de misticismo y sensualidad. En esa maravillosa tierra – florón de España – “la sensualidad trasciende a la religión – como escribe Manuel Abril – y la misma sensualidad deriva al misticismo”.
De aquí ese carácter que tienen las mujeres de Romero de Torres; mezcla de la hembra árabe con la virgen cristiana; carne y espíritu.
Otros pintores de andalucismo más externo y vistoso prodigan en sus cuadros las castañuelas, los claveles, los mantones de Manila… Romero de Torres pocas veces acude a estos accesorios. Su andalucismo lo refleja de modo más hondo y grave, más contenido y delicado; vive en el “aire” de sus mujeres.
Fotografía del pabellón en el patio – jardín de la Casa Familiar, año 1985. Archivo Digital Diputación Córdoba.
¡Cómo hablan los rostros de estas mujeres inconfundibles! Ojos grandes y negros, circundados de sombra, plácidamente luminosos en la cara morena, infinitamente expresivos, con el alma asomada a ellos… Bocas calladas, a veces animadas por leve sonrisa, que es flor de esperanza o de melancolía…
Mujeres que tienen acento popular y porte señoril, al mismo tiempo; ofrecen los calientes pechos incitantes, mientras las manos finas señalan un ademán casto y suave. Promesa carnal con unción religiosa.
Se ha dicho ya que es Romero de Torres un pintor monocorde. La palabra “amanerado” surge cuando de él se trata, aun en labios de sus admiradores.
La repetición, un tanto machacona, de su tipo femenino, de su “patrón” pictórico, hará que el día de mañana tengan que apartarse de su producción bastantes cuadros de escasa consistencia; son los cuadros hechos sin esfuerzo alguno, sin estudio ni entusiasmo; a la grata sombra de ese éxito grande y esa fama extensa que el maestro ha sabido conquistar para su nombre españolísimo.
Portada La Esfera, dibujo realizado por Bernardino de Pantorba, 1925.
Cliché Fotográfico Moreno. Pintura «Rivalidad», 1925, en el fondo fotográfico del archivo municipal ayuntamiento de Córdoba.
Fotografía en color de la pintura «Rivalidad» propiedad de la Fundación PRASA en Córdoba. Año 2024 el Ayuntamiento de Córdoba lo quiere comprar por 700mil euros según noticia aparecida en prensa.
Referencia bibliográfica:
Bernardino de Pantorba, Artistas Andaluces, Biblioteca Ascasibar, Tomo I, 1º Edición, Madrid, 1929. Este libro fue adquirido a través de Internet recientemente para la biblioteca de mi buen amigo Eustaquio García Murillo i Cassas, cordobés judeoconverso que está narrando su vida en la novela recientemente publicada titulada «Diario del Arte», diciembre 2023.
Esta semblanza escrita por Bernardino de Pantorba nos plantea el merecido recuerdo en este año 2024 para la celebración de su 150 Aniversario Nacimiento. Mi amigo Francisco Carrasco a raíz de la lectura me comenta: «Me parece un análisis riguroso y casi profético de lo que iba a representar la obra y el estilo de Julio Romero de Torres en el contexto del siglo XXI.»
Cambiando de tercio, nos vamos a la actualidad de la Valorización de la Casa Familiar: En este mes de abril la Asociación Cultural Pro Casa Museo Julio Romero de Torres está muy contenta debido a la publicación en la web de la Contratación Pública donde la Diputación de Córdoba ha publicado: «Contrato menor de servicios para la realización de la diagnosis para la rehabilitación de la Casa Museo de Julio Romero de Torres. Número de Expediente 138/24», asciende a unos 14.820 mil euros. Desde aquí agradecemos a Diputación de Córdoba este buen inicio del año 2024 con la puesta en valor de la Casa Familiar Julio Romero de Torres.
En otro sentido, el Ayuntamiento de Córdoba ha anunciado la compra de la obra titulada «Rivalidad» 1925, por unos 700.000 mil euros que se encuentra en la actualidad en manos de la Fundación Prasa, de cara a exponerlo en el museo de la Plaza del Potro, teniendo en cuenta que este año se celebra el 150 aniversario del artista. También el Ayuntamiento presta un cuadro de Julio Romero de Torres al Museo Nacional Thyssen Bornemisza, motivo por el cual ha sacado a licita. El transporte de la obra sale a licitación por un importe de 10.347 euros más IVA. La obra a transportar, original del pintor cordobés, tiene unas dimensiones de 2,10x150x30 centímetros, incluido el marco, según las especificaciones y tiene un valor de 1,5 millones de euros. El préstamo de esta obra, que el Ayuntamiento ha declinado concretar, forma parte de las acciones previstas con motivo del 150 aniversario del nacimiento del pintor, que incluyen la incorporación al Museo de Julio Romero de Torres de obras cedidas por la Fundación Telefónica y la cesión al Museo Nacional Thyssen-Bornemisza Madrid de un cuadro durante tres meses.
Respecto a la Casa Familiar de los Romero de Torres os comentamos estos datos para vuestro conocimiento. La casa donde vivieron los Romero de Torres se encuentra situada entre el Museo Julio Romero de Torres y el Museo de Bellas Artes de Córdoba y a ella se puede acceder por el mismo patio que da entrada a los dos museos. Fue la residencia de la familia del pintor hasta el año 1991. El inmueble es propiedad de la Diputación de Córdoba, mientras que los muebles y enseres son titularidad de la Junta de Andalucía y parte de ellos están bajo la custodia del Bellas Artes. Año 2023, tanto el colectivo ciudadano que pide el arreglo de la vivienda como ahora las dos formaciones políticas que defenderán la moción en el pleno piden que se cumpla la voluntad de la viuda, Francisca Pellicer, y de una de las hijas de Julio Romero, que era la puesta a disposición del pueblo de Córdoba de este inmueble. En particular, querían que se exhibieran el patio, el estudio, el pabellón de lavadero (primitiva sala de restauración) y otras dependencias de la casa, a excepción de los dormitorios.
Año 2024 tanto en el pleno del Ayuntamiento de Córdoba donde grupo político Hacemos Córdoba y en el pleno de Diputación de Córdoba donde el grupo político VoX Córdoba han planteado preguntas sobre en qué fase se encuentra la firma del Convenio entre las tres administraciones públicas (Ayuntamiento, Diputación y Junta de Andalucía) y la disposición de fondos económicos para la rehabilitación y musealización de toda la Casa Familiar como Museo Casa Natal Julio Romero de Torres.
La Asociación Cultural Pro Casa Museo Julio Romero de Torres en Córdoba sigue realizando la reivindicación cultural en la misma fachada de la Casa Familiar todos los domingos a las 12h del mediodía dando testimonio y esperando la concreción de este asunto cultural entorno a la puesta en valor definitiva y permanente de la Casa como Museo para la ciudad de Córdoba, y la creación del Complejo Museístico Los Romero de Torres.
Gracias, nos volvemos a encontrar en el mes de mayo, 2024 con un nuevo artículo sobre testimonios de vida que me siguen contando y otras pesquisas de interés.