Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes de la AEPE: Luis Rubio Verano Aguirre

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes

de la Asociación Española de Pintores y Escultores

 

La Gaceta de Bellas Artes: 1932-33

Como venimos viendo en los últimos meses, entre  1932 y 1933, el comité de redacción de la Gaceta de Bellas Artes estaba integrado por: Enrique Estévez Ortega, Emilio Romero Barrero, Julio Moisés Fernández de Villasante, Julio Vicent, Juan Adsuara, Enrique Pérez Comendador, Francisco Llorens, Luis Rubio, Ramón Pulido, Guido Caprotti, Carlos Casado, Luis Benedito, Miguel Lucas S. Mateo y Fructuoso Orduna.

 

Luis Rubio Verano Aguirre

RUBIO Y VERANO AGUIRRE, Luis  P  1910(N )  MADRID  MADRID

Socio Fundador

Socio de Honor

Socio de Mérito

Vocal de la Junta Directiva

 

No ha sido posible encontrar un retrato o fotografía del artista

 

Nació en Madrid, entre los años 70 y 80 del siglo XIX. Muy pocos datos tenemos acerca de este artista.

Domiciliado en la calle Tetúan, 15 y posteriormente en Lagasca, 119.

Participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1910, envió obra a la Exposición de

Panamá de 1916, y presentó también trabajos a la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 y en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1930.

En 1920, con motivo de su participación en el I Salón de Otoño, La Ilustración española y americana decía: “Luis Rubio, en “Peñalara”, nos parece muy minucioso y tan preocupado de la forma que perjudica al ambiente, pues hay que tener en cuenta la perspectiva aérea, contra la cual conspira el exceso de detalles”.

Discípulo del pintor  José Lupiáñez, que claramente le influenció en su temática de paisaje, y de Manuel Ramos Artal.

En 1921 participó en la Exposición que se realizó en el Salón Permanente de Exposiciones de la AEPE.

Puesta de sol en Marmolejo, presentada al VIII Salón de Otoño

 

En los salones de Ediciones Inchausti realizó una exposición en 1928, de la cual extraemos la crítica del momento: “En otros salones de la misma Casa ha reunido el pintor Luis Rubio una veintena de interesantes paisajes… El estilo de Luis Rubio no me es simpático, ni siquiera en lo que pretende evocar del minucioso detallismo de los primitivos; pero reconozco su capacidad artística, su excelente retina y su buena pañeta. Y desde luego juzgo muy meritoria la consecuencia literal de un pintor que, encariñado con su estilo, persiste en no apartarse de él, procurando al mismo tiempo perfeccionarlo y superarlo. Monótonos y duros en cuanto a entonación muchos de estos paisajes, revelan algunos insospechada flexibilidad, con lo que el artista ha podido obtener resultados muy bellos de luz y perspectiva. “Un aspecto del Guadarrama” es cuadro que se recomienda por su hondura panorámica y su acertada disposición de luces. La vista de la Moncloa al declinar el sol, el pinar de San Rafael y el huerto de los frailes del Paular, son asimismo obras sugerentes que se recuerdan con agrado y prometen lo que puede esperarse de Luis Rubio cuando al prurito de ser original anteponga la espontaneidad de su temperamento”.

En otro medio se leía: “Transcribimos a continuación el artículo que nuestro colaborador Ramón García-Diego ha publicado en “El Tiempo”: “He aquí un pintor original. Un pintor que ha llegado a tiempo de brotar en nuestra época, con un acento suyo, sincero, sencillo. Luis Rubio pasó muchos años de su vida frecuentando el dibujo lineal y topográfico. Y un buen día cogió los pinceles y fue al estudio de Ramos Artal, donde permaneció cinco meses. Después, a instancias de su maestro, laboró solo frente a la Naturaleza. Sus ojos miraron, ávidos, todo cuanto se ofrecía ante ellos con una mirada ingenua, libre de enseñanzas y métodos. Esto realza su obra porque el alma de artista de Luis, Rubio se siente libre para crear, sin ayuda de nadie, un arte instintivo e interesante. Por eso, ve el paisaje de un modo distinto que los demás paisajistas… Dijo lo que veían sus ojos, y lo dijo porque antes, le había emocionado el paisaje. Así que puso al servicio de su emoción la pureza de su arte, sin pensar antes en un método que pudiera iluminar mejor sus obras. Recogió en sus lienzos todos los detalles que se ofrecían a sus miradas, y consiguió el encanto que todos sentimos ante su obra… Este natural agradable, es el mejor te- soro en la obra de Luis Rubio. Nos la ofrece sin el menor condimento, que podría hacerla más substanciosa, pero también más artificial… Yo, particularmente, quisiera que Luis Rubio nos dijera también su verdad frente a los seres humanos. Que no limitase sus facultades naturales a los paisajes del campo. Que se adentrara en la ciudad frente a magnificencias y a miserias sórdidas. Y también ante la humanidad… Quizá con su arte sencillo, nos mostrara parajes ocultos, y sobre todo y ante todo, creo que sus ojos que miran ingenuamente todas las cosas, acertarían a darnos una imagen original de sus modelos, sin pensar en embellecernos ni en «destrozarlos»… Más bien como en una continuación de su labor, reflejaría lo que viera, sin tácitos pensamientos complicados… Diferentes visiones de su sinceridad. Variadas muestras de su arte. El público respondió con su admiración al artista que supo decirle llanamente sus emociones frente a la Naturaleza”.

Peñalara, del I Salón de Otoño

 

En Estampa se leía: “Merece también un comentario el notable paisajista Luis Rubio… a quien no faltan condiciones ni sensibilidad, preséntase en estas nuevas obras demasiado cuidadoso del estilo. Demasiado, porque la pureza estilista obra a modo de freno, impidiendo el desarrollo legítimo de sus facultades creadoras. De ahí, cierta pacientísima lentitud que parece observarse en el trazado de sus paisajes. Ejecutados éstos de una manera menos fría, más suelta, cálida y espontánea, aumentaría el interés emotivo que apunta en casi todos, concebidos con férvido entusiasmo artístico y resueltos con ingeniosa habilidad. Es verdadera lástima que pintor del mérito de Luis Rubio conceda algunas veces a la forma más importancia que al tema del cuadro. Tratándose, además, de paisajes realistas, donde el autor se confunde con el intérprete, el estilo no debe hacernos olvidar la emoción del natural ni prevalecer a costa suya. Aparte de tales objeciones, tenemos que señalar en Luis Rubio al cantor afortunado, devoto y sereno de su naturaleza. Fortuna que no es sino pericia técnica; devoción que significa amor sincero; serenidad que recuerda el modo de la pintura de los primitivos”. J. J. Gárate.

Un aspecto del Guadarrama. Del VII Salón de Otoño

 

En La Esfera, Silvio Lago, seudónimo con el que firmaba algunas de sus críticas el que fuera Presidente de la AEPE, José Francés, y bajo el título de “Un paisajista original. Luis Rubio”, apuntaba que …”Desde el primer paisaje de Luis Rubio, que descubrí en una Exposición del desaparecido saloncito de Arte Moderno que hubo en la calle del Carmen hace años, encontré esa serena equidistancia entre las picardías de taller, los trucos transmitidos de maestro a discípulo y la boba insipidez o la cómica audacia del aficionado. Ni el paisajista hecho, ni el advenedizo ocasiona!, Luis Rubio era menos que aquél, y, desde luego, mucho más que éste… Los paisajes de Luis Rubio, con sus verdes agrios, su minucionismo folial, sus rigideces negras de los troncos, sus aguas transparentes, sus celajes relevados, no se perdían entre los demás… Para mí se destacaban de otro modo. Eran casi dolorosos testimonios de una tortura sentimental y estética. No; ciertamente no fueron creados con gracia espontánea, con un candor fresco, moceril… En el caso de Luis Rubio, el pintor profesional que sonreía de la acritud verdinegra y de la rigidez lineal de un paisaje, no podía alcanzar hasta qué punto se estaba formando, con angustia, con dificultad manual, con torpeza elocuente, un paisajista verdadero. Quizá todavía hoy, cuando de la un poco repelente manera inicial ha brotado ya el personal estilo; cuando no cabe engañarse de que Luis Rubio domina su mano, en lugar de ser esclavo de ella; cuando está a punto de cumplirse plenariamente el milagro revelador a que aludo antes, todavía no le falte la sonrisa desdeñosa de los contempladores de la Naturaleza a través de una enseñanza oficial o de una total dedicación desde la adolescencia… ¿Cuántos años han pasado desde que vi el primer paisaje de Luis Rubio en Arte Moderno y su reciente Exposición en las dos salitas de la casa Inchausti? Nueve, diez cuando menos. Pero no ignoraba el ascenso evolutivo de su esfuerzo obstinado,- de su veraz empeño por ser pintor en el sentido que le negaban sus compañeros. Y, sin embargo, los veinte cuadros expuestos en la Casa Inchausti daban esa sensación brusca de lo inédito, de lo dotado de cualidades pristinamente originales, del sallo seguro hacia el valor casi absoluto—dentro del fin propuesto y peculiar—desde relatividades sucesivas, levemente estacionarias. Estos paisajes tienen ya una más amplia riqueza cromática, un más jugoso sentido de las gradaciones tonales, un mejor conocimiento de perspectiva. Conserva, afortunadamente, el toque minucioso, el candor primitivista, y, sobretodo, esa fuerte expresión de la madurez melancólica. Y el acento grave, hondo, sin artificios retóricos, sin grotescas simulaciones de extravagancia, sin pretensiones dogmáticas, reza el credo estético del hombre maduro que no aprendió de nadie, sino escuchando la voz de su alma y obedeciendo e! mandato visual de sus ojos, limpios de toda anteojera profesionalista”.

Cabeza del Hierro. Del III Salón de Otoño

 

En 1928 participó también en la Exposición española en los Países Bajos.

En 1930 participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes.

Debió de fallecer hacia 1932, porque en distintos medios encontramos mención al hecho de que debían haberle hecho un homenaje, con ocasión de celebrar el Salón de Otoño, que tuvo lugar entre los meses de octubre y noviembre.

En la revista Nuevo Mundo del 28 de octubre de 1932 se dice textualmente que “los cuadros de Luis Rubio Verano Aguirre, a quien habría sido laudable consagrar una Sala especial y a quien la AEPE debe el homenaje de una Exposición póstuma”.

Y en Crónica, también de 1932, se dice que …”los paisajes de Luis Rubio y Verano-Aguirre, a quien la muerte se llevó cuando empezaba a consolidar un prestigio merecido. Sería oportuno y conveniente hacer una exposición de este artista tan original, tan desligado de influencias acomodaticias, tan expresivo, de un recio temperamento de pintor honrado y sincero”.

Y aquí ya se pierde su pista y no vuelve a saberse de él o de sus obras.

 

Reflejo en el arroyo de San Rafael. Estampa, 1928

El puente de los ingenieros. La Esfera, 1928

 

Luis Rubio y Verano Aguirre y la AEPE

Socio Fundador de la AEPE, Vocal de la Junta Directiva entre 1928 y 1929 y Contador en 1930.

Socio de Honor del X Salón de Otoño de 1930.

Presentó obra a las siguientes ediciones del Salón de Otoño:

I Salón de Otoño de 1920: Peñalara y Cabeza de Hierro y las Guarramas

II Salón de Otoño de 1921: Cabezo-Reina

III Salón de Otoño de 1922: La caída de la hoja y Cabeza de hierro

VII Salón de Otoño de 1927: La ribera del Jalón, Desde la Fuente de las Damas, Un aspecto del Guadarrama

VIII Salón de Otoño de 1928: Cabeza de hierro y Puesta de sol en Marmolejo

IX Salón de Otoño de 1929: Peñalara desde El Paular, En el Arroyo de San Rafael y Orillas del Lozoya en El Paular

X Salón de Otoño de 1930: El Puente de los Ingenieros de San Rafael y Interior del Pinar de San Rafael. Socio de Honor

XI Salón de Otoño de 1931: La caída de la hoja y Puesta de Sol

XII Salón de Otoño de 1932: La ribera del Jalón, La Fuente de las Damas, Puesta de Sol, Anochecer, Interior del Pinar de San Rafael, Un aspecto del Guadarrama visto desde la Dehesa de la Villa

La Esfera 1928. Fuente en la Moncloa

Anochecer. La Esfera 1928

La Esfera 1928. Paisaje de San Rafael

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