Pedro Sanz González

El 17 de febrero de 2026, en la Sala de Exposiciones «Eduardo Chicharro» de la Asociación Española de Pintores y Escultores, tendrá lugar el acto de inauguración de la exposición que bajo el título de «Fragmentos de luz y tiempo», nos presentará el socio Pedro Sanz González.

Muestra que es posible gracias a la inquietud que en todo momento han demostrado por hacer esta exhibición, facilitando el material y aportando la ilusión propia de quien desea mostrar al mundo sus obras.

Con este motivo, aquí mismo puedes consultar el catálogo digital elaborado con tal motivo, así como una galería de obra de los artistas.

Todo ello puede seguirse además por el canal de la AEPE en Youtube y por las redes sociales en las que tiene presencia la Asociación Española de Pintores y Escultores.

Sin duda estamos ante una nueva y emocionante cita.

 

La muestra nos la presenta así el propio autor:

Pintar no es una elección: es un impulso vital.

Es el fruto de una semilla que fue plantada y creció no por mí, sino por algo mucho mayor. Pintar es un acto de comunicación, de rebeldía frente a la mediocridad del tiempo que nos ha tocado vivir. Es un canto, un baile, una energía que brota desde un lugar profundo, ajeno a las rutinas, las obligaciones o la lógica del día a día.

Pintar es un acto sagrado.

Porque nace desde algo más alto que el ego o el cuerpo. Cada idea, cada trazo, surge de la intuición y del instinto, no de la mente. El arte reclama su espacio en nuestra vida para devolverle sentido. Nos aparta de un mundo cada vez más desconectado, más impersonal, donde lo esencial parece haberse extraviado.

El arte nos reconecta con lo verdadero.

No necesariamente por lo que representa un cuadro, sino por lo que despierta en quien lo observa.

Mirar atentamente un lienzo —sus trazos, su textura— es asomarse a una ventana de luz y de historia. Cada mirada descubre algo distinto, cada persona se ve tocada de una forma única. Esa evocación es como la luz de un faro: revela rincones no previstos, abre caminos, despierta el asombro.

El arte es un regreso a lo que fuimos de niños.

Nos recuerda que experimentar y crear no son lujos, sino derechos de nacimiento. Y al reclamar ese derecho, volvemos a sentirnos humanos en lo más profundo.

En mis cuadros, la figura humana o la naturaleza —una rosa, un paisaje— no son meros objetos de contemplación, sino señales que apuntan a lo eterno y lo atemporal.

No pinto cuerpos, pinto presencias. Rostros que no buscan atención, sino invitar al silencio. En cada mirada, en cada gesto, hay una historia que no se cuenta, pero se intuye.

No pinto rosas, sino impresiones que evocan emociones y nos invitan a detenernos, a recuperar la belleza de lo que nos rodea.

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