ESPECIAL SALÓN DE OTOÑO. La Tertulia del Café de Pombo. Obra emblemática del I Salón de Otoño

ESPECIAL SALÓN DE OTOÑO

La Tertulia del Café de Pombo

Obra emblemática del I Salón de Otoño

de la Asociación Española de Pintores y Escultores

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

La Tertulia del Café de Pombo, de José Gutiérrez Solana. Óleo sobre lienzo. 161,5 x 211,5 cm. 1920

 

Hace unos años el Museo Reina Sofía lanzó un espacio web que permite explorar obras de su Colección con un zoom de gran definición con el que analizar trabajos de algunos artistas, como el famoso cuadro por todos conocido, del que fuera socio de la AEPE, José Gutiérrez Solana, titulado “La Tertulia del Café de Pombo”.

A raíz de esta información básica, realizo distintas búsquedas básicas de esa obra en la red y compruebo, que en ningún medio escrito aparece que el cuadro se presentó en el I Salón de Otoño que organiza la Asociación de Pintores y Escultores, celebrado en octubre de 1920, al que concurrió el socio José Gutiérrez Solana, inscrito así como natural de Madrid, donde reside, en la calle de Santa Feliciana número 5.

A este I Salón de Otoño presentó Gutiérrez Solana las obras 363- “La guerra” (1,30 x 1,16), 364- “Las peinadoras” (165 x 1,35), 365- “Los clowns” (1,20 x 1,16) y 366- “La tertulia del Café de Pombo” (1,85 x 2,35). En el catálogo editado con tal motivo, aparece una reproducción de la obra en blanco y negro.

En la prensa de la época encontramos algunas reseñas a la obra, como la aparecida en la revista Cosmópolis de diciembre de 1920, en la que Ballesteros de Martos firmaba un largo artículo en el que incluía lo siguiente: “Las tres notas salientes del Salón de Otoño las constituyen los envíos de Daniel Vázquez Díaz, Gutiérrez-Solana y Gustavo de Maeztu. Los tres artistas representan el único anhelo de independencia moral e intelectual que allí puede verse…. “La tertulia del Café de Pombo”, que por sus pretensiones podría ser una obra maestra, no prueba más que la impotencia técnica y la parvedad intelectiva del pintor. Ni son retratos, ni son interpretaciones más o menos personales de las psicologías de los personajes, ni hay en el cuadro nada que revele el sentimiento artístico. Es vulgar de composición y mísero de medios expresivos. Los personajes parecen muñecos de trapo inexpresivos que están esperando la mano experta del ventrílocuo para que los anime y los saque de su hieratismo un poco grotesco”.

En La Ilustración española y americana del 8 de diciembre de 1920, Ramón Rivas y Llanos se expresaba así: “Si Gutiérrez Solana hubiera nacido sesenta años antes hubiera vivido en la época del asfalto y sería un gran consumidor de este color, hoy proscripto… Sus cuatro cuadros «La guerra», «Las peinadoras», «Los clowns» y «La tertulia del café de Pombo» son oscuros lodos y sucios de color. El caso de este artista es verdaderamente curioso. Temperamento de pintor, fue víctima de predicaciones literarias que tuercen su camino lanzándole por una vía que no es la de pintura, y sin orientación fija va perdiendo sus cualidades. Es un ejemplo de retroceso lamentable. El Sr. Solana no se ha percatado que sin luz y, por consiguiente, sin color, no hay cuadro. Los que le metieron en las andanzas extraviadas en que se encuentra no estaban sin duda al tanto del movimiento pictórico actual, aun cuando lo estuvieran del literario, y así le ha salido a este artista, que pretende hacer literatura con los pinceles, y !a pintura no es literatura, es otra cosa”….

Y en La Esfera del 20 de noviembre de 1920, Silvio Lago expresaba: “Ante todo se destacan los envíos de Daniel Vázquez Díaz y de Gutiérrez Solana. “El cartujo”, de Vázquez Díaz, y “Las peinadoras”, de Solana, tan distintos de concepto y de finalidad, tan alejados de inquietud sentimental, son las sendas obras que mejor les definen a cada uno. Luego hay –en ellos siempre- los aciertos del apunte de la “Cabeza de Unamuno” y del espejo superior en “La tertulia del Café de Pombo”….

Pero más allá de todo esto, recordamos que el Café y botillería Pombo era un antiguo establecimiento que abrió sus puertas a principios del siglo XIX y estaba situado en la Calle Carretas número 4 de Madrid, junto a la Puerta del Sol, una calle que por entonces estaba repleta de librerías y tiendas ortopédicas.

En el siglo XIX y hasta la Guerra Civil, los cafés eran instituciones fundamentales en la vida cultural de Madrid y de otras ciudades españolas, por las tertulias que en ellos se realizaban.

Muchos autores hablaban ya en el siglo XIX de la botillería Pombo, la más antigua de Madrid, un local modesto conocido por su leche merengada y por el sorbete de arroz que servía, pese a que algunos platos elaborados con arroz producían diarreas, por lo que era apodado graciosamente en Madrid como «el café de los cagones».

En 1915 Ramón Gómez de la Serna decidió abrir en el local su tertulia literaria de los sábados por la noche, que bautizó como “La sagrada cripta del Pombo”, con el permiso de Eduardo Lamela, dueño del local, y atrajo allí a intelectuales y artistas que se reunían hasta la una de la madrugada.

El local, que tenía una doble entrada abierta a un gran salón, que daba paso a cinco salas y acceso a los sótanos donde se reuniría la tertulia, era de techo bajo, casi angustioso, y decoración modesta, cuya única fuente de calor eran las lámparas de gas, aunque disponía de espejos, dos grandes relojes, servicio de limpiabotas y mesas rectangulares de mármol para cuatro personas.

En 1920 José Gutiérrez Solana, tomando como modelo una fotografía de Alfonso Sánchez Portela, hijo del fotógrafo Alfonso, pintó el cuadro titulado “La tertulia del café Pombo”, que presentó en el I Salón de Otoño de la Asociación de Pintores y Escultores, celebrado en el Palacio de Exposiciones del Retiro, que se inauguró el 15 de octubre de 1920.

Después, el cuadro pasó al Café de Pombo, donde presidió la “cripta” hasta el año 1937.

En el lienzo están retratados algunos de los integrantes habituales de la tertulia: Tomás Borras, periodista, comediógrafo, novelista y autor de cuentos, Manuel Abril, escritor, periodista y crítico de arte, José Bergamín, poeta, crítico, ensayista y autor teatral, Ramón Gómez de la Serna, anfitrión, Mauricio Bacarisse, poeta, novelista y ensayista, José Gutiérrez, pintor y autor literario, Pedro Emilio Coll, escritor venezolano, Salvador Bartolozzi, pintor y dibujante y José Cabrero Mons, pintor.

La mesa de reunión de la tertulia se conserva en el Museo Nacional del Romanticismo de Madrid.

La tertulia se mantuvo hasta el año 1936, en los inicios de la guerra civil española, y el local sobrevivió hasta el año 1942, en que cerró sus puertas para siempre.

El óleo sobre lienzo de Gutiérrez Solana fue un regalo del pintor a Ramón Gómez de la Serna, quien en 1947 lo donó al Estado español, quedando expuesto en el Museo Español de Arte Contemporáneo, hasta su traslado al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Ramón Gómez de la Serna preside la tertulia del Café Pombo

Interior del establecimiento

La tertulia en una foto de 1931

Un día de tertulia en el Pombo

Café Pombo ,en la calle Carretas nº 4, cerca de la esquina con Sol

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