Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

 

 

 Juan Martínez en su acmé

 

Roberto Velázquez, en los años que fue director general de Fundación Telefónica, tuvo la genial idea de iniciar una colección de obras de arte, formada por los testimonios icónicos de pintores y escultores españoles, que vivieron en el extranjero y que no regresaron a España o lo hicieron con timidez, con sordina. Unos eran exiliados políticos, otros económicos, algunos culturales.

Resulta que, unos pocos de esos autores lograron una visibilidad internacional y con ello su presencia no corría peligro. Es el caso de Picasso, Miró, Dalí, Gris, Domínguez, Palencia, Clavé. Otros, con menos proyección, no caían en el olvido, pero acababan como en un limbo, aun siendo excelentes artistas, porque no dejaban de ser extranjeros en sus países de residencia y casi desconocidos o ignorados aquí, entre nosotros.

Durante el tiempo en el que fue responsable de aquella institución, Roberto Velázquez, con un cuidado exquisito y muy bien aconsejado por expertos, adquirió para la institución obras de Ginés Parra, Viñes, Vilató, Subirá-Puig, Vázquez Díaz, Bores, Peinado, Clavé….En fin, había una larga lista en la que figuraban Guansé, Úbeda, Ángel Duarte, Pere Pagés, Manuel Torres, Valls, Juan Martínez, Blasco Mentor, Segovia, Pradal, Díaz-Ronda….Pero hubo cambios en la dirección de Telefónica y aquello se congeló y nunca más se supo.

No era un asunto baladí para el patrimonio español relacionado con la cultura, en lo que tenemos un déficit notable, vergonzoso. Alguien, en algún momento, debería estudiar en profundidad y con los datos que haya, esta actitud y la figura de Roberto Velázquez, aparentemente en la sombra, pero un personaje extraordinario y con una capacidad de gestión espléndida.

Bois Decoupe

 

Juan Martínez es un pintor y escultor español que vive en Suiza desde1969. Nacido en Navas de San Juan, Jaén, emigró con sus padres a Barcelona, donde estudió Arquitectura, y dese allí se marchó a Suiza, completando su formación en la Escuela de Bellas Artes de Lausanne, lo que hoy es el Espace Arlaud, donde realizó en 2019 una muestra antológica de su obra, muy visitada, comisariada por Françoise Jaunin.

Después de los periodos de pandemia y aislamiento, vuelve con una doble manifestación: una exhibición de su obra reciente y el estreno de un documental, después de varios años de rodajes y distintas vicisitudes. Ambas iniciativas han constituido un acontecimiento en Suiza, que debe, cuanto menos, ser conocido y valorado en España.

Con rubro Le refus du miroir – lo que el espejo nos muestra, lo que el espejo esconde-, la galería Numaga de Colombier(numaga@bluewin.ch), cantón de Neuchâtel, muestra una amplia selección de sus obras más recientes. Para ellas, para intentar acercarnos el arcano de su magia, ha escrito un texto clarificador e inspirador Nicole Gonet.

En primer lugar, hay que referirse al montaje de la obra, en una galería histórica, con la que expone desde hace varios lustros. Un ostugo donde el arte tribal africano cuenta con presencia importante. No todos los espacios están atentos a este punto, pero mostrar la obra con gusto, con sentido, como sucede en esta ocasión, facilita su acceso al espectador y facilita la percepción de su hurmiento. Es como una marca de la casa, como sucede en Madrid con la galería de Rafael Pérez Hernando, siempre exquisito en su manera de presentar el arte.

La obra de arte requiere un esfuerzo del contemplador, no podemos establecer un juicio con un vistazo de pasada. Y la pintura de Juan Martínez es, con toda probabilidad más exigente, porque no es un producto decorativo, sino un grito de nieve en las tinieblas. En El misterio de la creación artística, 1938, arguye Stefan Zweig: “Nunca comprendemos una obra con solo mirarla. Donde no preguntamos, nada aprendemos, y donde no buscamos, no encontramos nada”.

Difícil tarea

 

Se trata de un conjunto de formas que, aunque se identifican dentro de su icnografía, son distintas a lo que venía haciendo. Están sus huellas dactilares y las de su impronta mística, sus formas aerodinámicas, su imbricación pintura-escultura, sus reducciones, pero hay muchas novedades. En una gama sobria, escueta, dominada por el blanco/negro, por los grises, con valientes toques de color, se establece una deriva biomórfica, resuelta con una elegancia absoluta: hay un abrazo de la tradición y el vanguardismo, de lo estático y de lo cinematográfico.

Son imágenes generadas por la sensación, por la crítica, por la preocupación existencial de este creador desasosegante, que mueve a la intranquilidad, que fuerza a preguntarnos constantemente. Su obra, al límite de la abstracción y la figuración, de la confrontación de ética y estética, del hastío y la esperanza, nos interroga. Nos produce placer, porque está envuelta por la emoción y el misterio, pero nos sacude, nos pregunta, nos zarandea, ante todo, para que tomemos conciencia del suelo que pisamos.

Esa suerte de cortina traslúcida encubriendo al ser, velando sus angustias. Formas sinuosas, sensuales, incendiadas de vida, nos hablan a un tiempo del dolor y del amor, de su ausencia; de la necesidad, de la urgencia en recuperar la alianza de la razón y los sentidos. Pretende ser frío, refrescar la subida del fervor, pero no siempre lo consigue, por algo que está en el germen del arte: el razonamiento mágico sobrepasa al lógico y el sentimiento genera otra deriva.

Hay novedades, pero todas dentro de un sentido general de su expresión. Y también hay recuperaciones: esas figuras vestidas de los grandes armarios, esas túnicas misteriosas con tanto dentro, esa querencia de hacer visibles sus obsesiones, esa tristeza que se vuelve trágica. Esa decisión de crítica severa bajo el manto de la estética preciosista.

Nageur

 

La obra de Juan Martínez – madreras, telas, papeles- es la materialización de la memoria de un solitario, reflejos de su entidad. Sin concesión alguna al espectáculo de las modas, sin dejar nunca de ser él mismo. Sin permitir una anécdota, yendo directo al miajón, al meollo de lo que somos o creemos ser. Está en el acmé de su desarrollo, en la plena madurez que rezuma plena libertad.

Rafael Canogar, repite una y otra vez que “todo arte es político”.  Y es probable que así sea, pero en unas obras cuesta descubrirlo, percibirlo, más que en otras. Hay propuestas que nos lo ponen fácil: su obra de crítica social, la de Canogar, realista; la pintura dramática de Juan Barjola; o la pintura existencial de Juan Martínez.

Junto a esta exposición de Numaga, en el cantón de Neuchâtel, en el Théâtre de Colombier, el pasado 11 de junio, se estrenó una película sobre su vida y obra, sobre el desarrollo de su creatividad y de su existencia. Se trata de Un portrait de Juan Martínez l’intranquille, film de Fréderic Gonseth y Catherine Azad, con la participación de Françoise Jaunin, que ya comisario aquella magna exposición de Lausanne.

No he visto aún la película y por tanto no puedo decir nada sobre el contenido de la misma. Sé poco más o menos de algunos episodios que en ella se contemplan, pero no tengo perspectiva alguna sobre su dimensión. Mas, que un cineasta prestigioso se decida a hacer un documental sobre la génesis y desarrollo de una obra plática y los avatares de su autor, ya es importante ¡Qué a un español, porque sigue manteniendo el pasaporte y siendo español, le hagan en Suiza este homenaje, es una noticia importante y merece un agradecimiento por nuestra parte, por chiquito que uno sea!

Tao o dao

 

Esa película pasará por la televisión suiza y recorrerá diversos certámenes cinematográficos, porque sus autores piensan que tiene la entidad suficiente como para ser distinguida. Sería un error gravísimo que no pasara por las televisiones españolas, pero dada la atención que aquí se presta a la cultura, me malicio que no será fácil.

María Zambrano incluyo su pintura en objeto de sus ensayos. Otro de los rotundos valedores de su obra fue el escritor mexicano Carlos Fuentes, que la presentó, apoyó y difundió. O Francisco Calvo Serraller, numerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que escribió los catálogos de sus exposiciones en Sevilla, Málaga, Jaén y Oviedo. El filósofo Rogelio Blanco, Agustín Gómez Arcos y yo mismo, en diferentes circunstancias y países.

Capítulo especial merece la mención de los libros especiales, de bibliógrafo, algunos de ellos diseñados por Miguel Ramos Morente, que ha realizado con Antonio Gamoneda, Juan Gelman, José Manuel Caballero Bonald y José-Flore Tappy. De especial relevancia, dentro del elevado nivel de todos ellos, es Antídotos, poemas de Caballero Bonald, dibujos de Juan Martínez, editado por el Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga, 2008.

 

O Tombeau, poemas de José-Flore Tappy y grafismos y pinturas de Juan Martínez, Editions Empreintes, Lausanne 2018. Además, tuve el privilegio de oír ese hondo poema, recitado por el excelente poeta Jacques Roman, en el Espace Arlaud a la sazón de su determinante antológica, 2019. José-Flore Tappy es la gran dama de la poesía suiza actual, en cualquier lengua, con su imponente figura que recuerda la imagen, entre dolorida y adusta, de Ana Ajmátova, a la que ha traducido al francés.

Martínez cuenta con una amplísima e intensa bibliografía de las plumas citadas y de otras y una gran presencia en galerías privadas y en espacios públicos. Es necesario recordar que fue uno de los nombres descubiertos y promocionados por Juana Mordó y que luego ha expuesto, sobre todo, en galerías alemanas y suizas, con notable asiduidad. Su obra está presente en museos como el Guggenheim de Nueva York, el Benaki de Atenas, Berlín, México D.F., Sevilla, Universidad de Málaga, Fundación Maeght.

 

Finalizando con el asunto que iniciaba estas líneas, es verdad que los museos españoles, o las instituciones, no se ocupan con regularidad de los creadores plásticos españoles, ni residentes aquí ni establecidos fuera. El Estado de las Autonomías ha conseguido que sus museos estén más atentos a lo local que a la calidad o a la perspectiva histórica. Los museos nacionales, por descontado, están en otra cosa y así nos podemos encontrar en el ”Reina” un norteamericano que nadie conoce en su país, o en Alcalá 31 a un joven que balbucea, antes que un artista español contrastado por la dimensión de su desarrollo.

Scaled

 

En Madrid tenemos varios centros expositivos nacionales, autonómicos y locales. Pero no están por la labor que debieran realizar, están en el postureo más ineficaz y arbitrario, pretenden ser muy guais, no sé si lo consiguen. El Reina Sofia de picos pardos por el mundo marginal y transversal. A la consejera de Cultura y Turismo de la CAM se le da más bien el turismo, o eso parece, que la cultura y su promoción: el arte no puede competir con el tapeo. Y de la concejala de Almeida no digamos, lo suyo es la moda y el photocall. De modo que, ¡cuánto se echa de menos a personas como Roberto Velázquez y sus iniciativas trascendentes!

 

 Tomás Paredes

                                 Presidente H. Asociación Española de Críticos de Arte/AICA Spain

 

 

 

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