Juan Fernández expone en la Oficina de Correos de Madrid

Exhibe parte de su obra ‘acuática’ y de la dedicada a la capital

La vocación pictórica de Juan Fernández (Ayamonte, 1950) llegó antes que la búsqueda de la técnica canónica y el estudio de los grandes del pincel. Para cuando llega a Madrid a estudiar Bellas Artes ya ha ganado varios concursos importantes locales y regionales, y varias galerías de la capital organizan exposiciones de su obra. Sus compañeros de la facultad le decían: «Tú, Juan, ¿qué haces aquí?, si no lo necesitas…».

Pero él disentía, quería poner orden en aquel don, someterlo a la férrea disciplina del dibujo, empaparse de la teoría del color. Ya entonces le atraían la representación del agua -cómo no, tratándose de alguien nacido en la desembocadura del Guadiana- y sus reflejos, que muchos años después siguen espoleando su imaginación. La última hornada de sus trabajos sobre el tema se expone hasta el 28 de noviembre en la Oficina Principal de Correos del Palacio de Cibeles, en Madrid.

La muestra, Reflejos de realidades, se compone de más de 60 obras que incluyen cuadros de tema acuático, otros dedicados a Madrid, donde Fernández se asienta en los años 80 (sin dejar nunca su estudio en Ayamonte), y el arranque de lo que puede llegar a ser una serie de 100 retratos de personajes tanto conocidos -del autor y en general- como anónimos, y que por ahora se compone de 27 piezas.

A Fernández le fascinan los reflejos, los ecos, las duplicidades, en particular del agua, y llega al extremo de eliminar de sus telas el objeto que da lugar, como en un espejo, a dicha representación. En algunos de los cuadros esa realidad se muestra sólo en parte; en otros, desaparece por completo y deja únicamente su doble, su reflejo en el agua.

«Me gusta jugar con ese ‘sí es, no es’ para concentrarme enteramente en el efecto que produce sobre el agua. En el caso de los cuadros de Madrid -explica el artista onubense-, trabajo también en los reflejos que unos edificios provocan en otros, por tener fachada de cristal», como los que se duplican en su lienzo sobre la Gran Vía de Madrid.

Fernández, como buen pintor figurativo avant la lettre, presta especial atención al dibujo -«lo primero de todo», decía Giacometti-, y después de una meticulosa colocación de los elementos que componen la obra conforme a la perspectiva adecuada, se dedica al color. En general, emplea pintura acrílica y reserva el óleo para ciertos detalles que merecen un realce o más sensación de materia.

Puesto a jugar con los reflejos y las dualidades, Fernández gusta también de pintar escenarios provisionales, como un puerto en obras, de tal manera que el cuadro, por definición la imagen de un instante fugaz, capture una realidad irrepetible, que ya será diferente al día siguiente.

Entre las telas dedicadas a paisajes de agua encontramos estampas o detalles de Venecia, Ámsterdam y Estambul, cuyas fuentes le inspiraron tres piezas presentes en la exposición. Dos vistas complementarias de Madrid en formato grande -una tomada desde el Círculo de Bellas Artes y la otra desde el Palacio de Cibeles- entablan también una especie de diálogo en la distancia, con la Plaza de Cibeles, el comienzo de la calle de Alcalá y el skyline madrileño como tema común de ambas panorámicas.

Fernández ha realizado más de 80 muestras individuales y participado en más de 500 colectivas; sus primeros premios de chaval han aumentado hasta los casi 30, tanto nacionales como internacionales.

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