Pablo Reviriego expone en El Berrocal

Bajo el título de «Recuerdos de mi tierra», el socio Pablo Reviriego inaugurará el próximo 4 de agosto una exposición de acuarelas en la Sala de Exposiciones T-Club de la localidad de Santa María del Berrocal (Ávila), que podrá verse hasta el día 25 del mismo mes.

Según nos comenta el propio artista, “después de muchos años fuera de mi pueblo Santa María del Berrocal, viviendo en Madrid y recorriendo España y parte del mundo con mis obras, regreso por primera vez con una exposición pensada y realizada con  temas de nuestra tierra, como la siega, la trilla, o la acción de arar y escardar y demás temas del campo, inmortalizando los sitios  más emblemáticos del pueblo, como el pilón, la fuente la viña, el  potro, el esvaruzadero o calles conocidas del mismo, al igual que vistas de la Sierra de Gredos, el Valle del Corneja o Piedrahita.

Recordando mis tiempos pasados dónde conocí  bien la dureza de la agricultura y la ganadería de aquellos años, como también las  historias de nuestros pañeros, Santa María del Berrocal, el pueblo de mis abuelos, de mis padres y donde mis ojos vieron la luz por primera vez.

Todavía retengo en mi memoria las vivencias en el campo junto a mi hermano Pedro y mi padre, un hombre curtido en el duro trabajo, un referente que me acompañará toda mi vida.

Esta exposición pintada en nuestra hermosa Tierra se la dedico con especial cariño a mis padres Lidia y Antonino, los cuales estoy seguro que hubieran estado encantados de vivirla.

También nos comenta la exposición Sonsoles Sánchez-Reyes:

“Pablo Reviriego, el hombre, se hizo a sí mismo, a fuerza de cargar sobre sus espaldas experiencias vitales encaradas con tesón, con arrojo, con afán de búsqueda incansable.

Pablo Reviriego, el artista, amaneció al mundo dotado de un talento que emanaba de su interior a borbotones y que su primera trayectoria vital apenas habría hecho sospechar.

Sus ojos, nacidos a la luz en una pequeña población del abulense Valle del Corneja, se convirtieron pronto en mirada limpia. Los paisajes de los campos donde desde muy joven comenzó a labrar las tierras y apacentar el ganado, ante el impresionante telón de fondo de la sierra de Gredos, quedaron cristalizados en su alma y se sublimaron en el arte que, autodidacta, hacía emerger desde los albores de su memoria mediante acuarelas. Pintura y agua, una combinación tan fértil como el aire y la tierra del valle, que estaba llamada a acompañarle el resto de sus días.

Pablo Reviriego mudó su destino humano hasta iniciarse como pañero, la ocupación inmemorial de muchos habitantes de su población natal. Los coloridos de las telas, de las sedas y tejidos, pugnaban por abrirse camino hasta sus pinceles, desde su percepción de pintor que reelabora en el lienzo todo lo que se ofrece a su visión. Otro quiebro en su camino le llevó a captar las tonalidades en el mundo del cine, del espectáculo, del comercio y la restauración. Los neones de la gran ciudad se hicieron hueco en su mente de creador junto a los insobornables cielos de un Gredos inconmensurable.

Y el mar en la costa, con las embarcaciones recién zarpadas; la naturaleza con su exuberancia de frutas y carnes que rebosan sobre fuentes en bodegones; y el toro en el ruedo, sudor y arena, se alternaban en su producción junto con las estaciones y los tonos lumínicos de las horas del día, en una danza entre el movimiento y el estatismo, entre lo efímero y lo permanente, entre el paso del tiempo y la plenitud de la eternidad.

En cada una de las etapas, siempre la acuarela, abriéndose como una ventana al horizonte de su vida, hizo que finalmente, Pablo Reviriego hombre y Pablo Reviriego artista se encontraran, se reconocieran y se fusionaran inextricablemente, hasta no poder distinguirse el uno del otro.

Y Pablo Reviriego, el llamado “apóstol de la acuarela”, el comisario de las Bienales de acuarelistas, el colaborador del Hogar de Ávila en Madrid, el centro de miradas en entrevistas, en galardones, en exposiciones que atraviesan fronteras y llegan hasta Nueva York, continúa mirando en derredor con ojos de asombro ante la belleza, como aquel joven que un día salió de su valle siguiendo la sonrisa que creía entrever en la boca de su porvenir”.

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