Pepa García Valenzuela

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

 

Pepa García Valenzuela

GARCIA VALENZUELA, Mª Josefa            AD.        1942      UBEDA(J)            BILBAO

 

 

María Josefa García-Valenzuela Lillo nació en Úbeda, Jaen, en 1918, si bien es cierto que he encontrado otro tipo de referencias que sitúan la fecha en 1910 y también en 1912.

Estudió con el socio de la Asociación de Pintores y Escultores, Gustavo de Maeztu, durante cinco años en Estella.

Estudió tres años más con el artista esmaltador de exquisita sensibilidad y formación colorista, el bilbaíno Francisco Álvarez Galíndez, Medalla de Oro de 1913 en la Escuela de Arte Industrial de Ginebra.

Se trasladó después a Barcelona, para continuar los estudios de esmaltado, bajo la maestría de Miguel Soldevila, el esmaltador más destacado de su tiempo, con rica gama de colores e irisaciones y junto a Modesto Morató, el famoso orfebre que abandonó el taller familiar para dedicarse por entero a los esmaltes.

La primera noticia oficial que de ella tenemos la leemos en La Voz, La Libertad, El Debate y La Nación, con motivo de su participación en el XIV Salón de Otoño de 1934, siendo propuesta para socio, junto a otras artistas asociadas como Ana de Tudela o Flora López del Castrillo.

Participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de ese mismo año, según aparece en el diario Las Provincias.

Puerto de Bermeo. Acuarela y tinta sobre papel

 

En los Cuadernos de Arte e Iconografía de la Fundación Universitaria Española, Seminario de Arte e Iconografía “Marqués de Lozoya” de Madrid (2017), se publica un Anexo correspondiente a “La discípula de Gustavo de Maeztu, María Josefa García Valenzuela”, en la que se recoge que “la artista se presentó en 1935 a la Tercera Exposición de Artistas Vascongados celebrada, como otros años, en los salones del Museo de Arte Moderno de Bilbao, junto a otros sesenta y siete artistas.

Puente del Arenal. Acuarela y tinta sobre papel

 

Allí destacó María Josefa con dos esmaltes: Vieja Castilla y Puerto de pescadores, aunque en realidad era pintora al óleo y sobre todo, era la única alumna que tenía Gustavo de Maeztu.

Ésta y el joven Arturo Acebal Idígoras, pintor y escultor, son las únicas personas que pudieron llamar «maestro» a Gustavo de Maeztu.

El encuentro de la joven Mª Josefa con Gustavo de Maeztu nos lo ha contado muchas veces pues llegan a tener gran amistad, ella y su numerosa familia, con la familia Maeztu. Nos recordaba cómo al montarse en el tranvía de Bilbao se encontró que el número del ticket era capicúa y pensó que eso le iba a traer suerte, que ha llegado el momento de conocer al artista que admiraba desde hacía tiempo y que hasta ahora no se había atrevido acercarse. Decidida fue a su casa, preguntó por él y le pide ser su alumna. Gustavo se asombró porque, claro, el someterse a un horario fijo, el explicar paso a paso su pintura, el cobrar una cantidad determinada… no eran situaciones fáciles de admitir por el «libre» Gustavo, y quedaron en que fuera por su casa cuando quisiera para verle pintar.

Con ese acuerdo era difícil coincidir pero sí iba tomando la pintora el aire de su «maestro» y sobre todo le aconsejaba cómo hacerlo y hacia qué tipo de pintura debe dirigirse. Él fue el que le recomendó que aprendiera a esmaltar, técnica que desarrolló con mucho acierto. Fue su alumna durante toda la vida de Gustavo”.

Reproducimos el afectuoso y cercano recuerdo personal de su alumna, ya mayor, sobre su admirado Gustavo de Maeztu: «Hablar lo que se dice hablar, ni sé ni pretendo. La junta de P. Históricos me ha elegido a mí por haber sido la única discípula, junto con Acebal el ceramista, de este genial pintor. Y porque quizá crean que yo sea la más adecuada para hablar de su obra. ¡Todo lo contrario! No tengo talla para enjuiciar su pintura y lo único que les diré, y mal, es algo de su vida y un poco de su obra. A mi manera. Gustavo de Maeztu fue un gran amigo, un gran señor y un magnífico pintor, y genial en todo…  Con sus pinturas a la encáustica y sus cementos colorantes, empieza a estudiar las materias con que están pintadas las cuevas de Altamira, pero como Leonardo de Vinci abarca más de lo que la vida le puede dar de sí. Sin embargo revistas científicas hablan de los cementos, y un día, en su estudio de Bilbao me enseña una carta de una empresa noruega anunciándole la visita. Llega ese día, y con su chamarra de diez bolsillos, (porque los tenía hasta por la espalda, para sus álbumes de bocetos), se va a comer con estos señores al Torróntegui. Pero por la noche en su casa da una cena de smoking y les dice que su invento de cementos colorantes o se lo compra el Estado o se lo lleva a la tumba, como así desgraciadamente ha sido, pero que no sale de España. En esa casa estudio de Estella donde yo aprendí a pintar vi desfilar gentes bohemias como él, artistas, escritores, gitanos, diplomáticos y allí en esa casa-estudio propiedad de su gran amigo el Marqués de Feria, que se lo alquilaba creo que por dos duros al mes, Gustavo de Maeztu pintaba con una mano y con la otra sostenía el tubo que se le caía. Era tan genial, que un día compró una reja por tres cuartos, y dio una fiesta a la reja, para lo cual invitó a todos los escritores navarros, poetas y pintores. Llegó Zuloaga para ese acontecimiento, y cada uno puso de su cosecha algo para cantar a la reja, que le cortó creo que 50 pesetas y se gastó miles en el canto que le dedicó. Otro día el Embajador japonés le adquiere un cuadro: motivo, unos burros. Este gran coleccionista nipón propone regalarlo al museo de su país y Gustavo ordena que a esos burros de unos gitanos, se les de un gran pienso. Jamás le oí hablar mal de ningún pintor. El que no era artista, era un buen padre de familia, o un hombre que no podía permitirse el lujo de pintar bien porque otras actividades se lo impedían y así disculpaba o el fracaso o la falta de personalidad. Gustavo de Maeztu se viene a Estella cuando el asesinato de Calvo Sotelo. Le escribe a su hermano Ramiro para que se venga aquí, porque el ambiente se pone feo, pero el gran don Ramiro, como él le llamaba, le escribe y le dice que su puesto está en Madrid y no lo puede abandonar. Y con aquella manera de hablar a escopetazos que tenía Gustavo, me dijo: ya verá como tendré que ir a buscarle en un caballo blanco como Santiago y con la boina blanca de Zumalacárregui. Era amigo de todos los gitanos, que por Maeztu tenían verdadero respeto y adoración. Cuando yo iba a pintar a su estudio, muchas veces sola en aquel caserón, me daba la llave y me decía: no tengas miedo, ahí están los gitanos que te custodiarán, porque ellos no empiezan a ser peligrosos hasta los tres kilómetros. De cerca vigilan como mastines. Y yo temblando hasta que aparecía o la madre de Maeztu o las muchachas. Este pintor que tenía enfoque mundial, jamás quiso aprovecharse de la situación de su hermano Ramiro, ni en la política ni cuando estuvo de Embajador en Buenos Aires. Recibió una invitación para exponer en una gran sala argentina y me decía siempre que cuando pasaran unos cuantos años iría. Pero jamás en aquel tiempo para que no creyeran iba al calor del puesto de su hermano. Su pereza por salir de Estella donde todo el mundo le quería y tan popular era, le restó ese puesto que le correspondía en el panorama mundial del arte, como una primera figura que era. Su muerte tan prematura, cuando tantas cosas le quedaron por hacer tuvo un final que yo creo que en Estella se recordará como nota emocionante del gran pintor bohemio y bueno. Salió del cuarto el sacerdote que le confesó, y el pobre de Maeztu ya casi sin voz, le llamó a su hermana Ángela para que encargara la mejor tarta en la pastelería y se la enviara a este ministro del Señor que tan bien le había preparado para la otra vida. Cuando su hermana me contaba esta nota triste y graciosa a la vez del pintor a quien yo debo lo que soy, recé por el alma de este hombre de espíritu; mezcla de bohemio infantil que, al final de sus días, no quiso vender sus obras a ningún precio, porque Estella se merecía un museo. Y este lo regaló él. Descanse en paz el que en su vida fue un poco de todo: escritor, poeta y hasta torero a ratos. Pero artista genial siempre, gran amigo y gran señor. Que Estella corresponda a este gesto con otro y si esta bella ciudad que posee tantos monumentos nacionales le dedicara uno a su museo, sería de justicia».

Cuando Mª Josefa García Valenzuela escribió estas cuartillas todavía andaban las obras de Maeztu errantes por diferentes sótanos de la ciudad, hasta que definitivamente en 1991 se inauguró su Museo en el precioso edificio del Palacio de los Reyes de Navarra de Estella. Aunque ya muy mayor pero muy lúcida hasta el final, su alumna ha sabido que las obras de Maeztu están, por fin, bien albergadas”.

Úbeda

En 1939 estuvo presente en la Exposición de Pintura, Escultura y Arte Decorativo celebrada en el Hotel Carlton de Bilbao, que había sido la sede del Gobierno de Euzkadi, donde participa junto a otros pintores como Gustavo Maeztu, Julio Moisés, Marisa Roesset, Ignacio Zuloaga, Ignacio Zuloaga “El Mozo”, escultores como Moisés de Huerta y artistas de otras artes en las que entra nuestra artista, muchos de ellos socios de la Asociación de Pintores y Escultores.

Ese mismo año participó también en la Muestra Internacional de Arte Sacro que tuvo lugar en Vitoria.

En 1941 obtuvo un Segundo Premio en el Milenario de Castilla, celebrado en Burgos, y en 1943 el Primer Premio de Artesanía con el tríptico “Castilla”, que adquirió el Estado español.

Paisaje. tinta sobre papel

 

En 1944 el periódico Destino, en su Sección “Las exposiciones y sus artistas. Formas y colores”, dedica una columna a María Pepa García Valenzuela y sus esmaltes:

No todas las artes gozan del mismo predicamento entre el gran púbico. La pintura al óleo absorbe la casi totalidad de las vocaciones que ven en ella una mayor posibilidad de prestigio y ganancia inmediata. No habría nada que objetar a este hecho si no viéramos, paralelamente, cómo van disminuyendo los cultivadores de otras técnicas «menos asequibles. Así, el esmalte, de tan gloriosa tradición y que actualmente, salvo contadas excepciones, tiene un simple valor de arte aplicado a la joyería.

Entre estas excepciones que continúan creyendo en el esmalte como un procedimiento capaz de recoger toda la inquietud de una sensibilidad artística, cabe señalar la de la joven artista norteña María Pepa García Valenzuela. He aquí un caso simpático de vocación. Después de sus primeros éxitos —primer premio de Artes diversas, en la pasada Exposición Nacional de Artesanía; Primer Premio de la Asociación de Pintores y Escultores de Madrid—,un buen día, Mª Pepa García Valenzuela se decide a seguir el consejo de su paisano, el doctor Jauristi, uno de nuestros pocos tratadistas del arte del esmalte, que le indica el nombre de algunos esmaltadores catalanes como posibles elementos eficaces para el enriquecimiento de su técnica, ya de sí depurada y suficiente. En ocasión de su estancia en Barcelona por motivos de estudios, María Pepa Valenzuela nos ha hablado del esmalte en España, de sus posibilidades, del arte señorial de SoIdevila, de la técnica apuradísima de Morató, de Ricardo Arrúe, de Andreu Álvarez Galíndez,  y de los grandes maestros extranjeros Schneider y Gaveau.

María Pepa García Valenzuela habla con simpática vivacidad de los problemas de su arte. Pero, más que insistir sobre los elementos técnicos de su arte, tiene un curioso afán para demostramos que el esmalte es un arte capaz de reflejar el carácter de una época y la fuerza de una personalidad.

—El esmalte —nos dice— no puede detenerse en su evolución. Quizá su principal defecto ha sido siempre su excesiva dependencia en relación a otras artes. Pero no puede ser juzgado por su parasitismo accidental. Yo creo que debe renovarse, perdiendo el fácil anacronismo o la sumisión excesiva a expresiones que ya no se adaptan a nuestro momento. En este sentido, estimo en mucho la obra de Soldevila  por ser, en algunos de sus aspectos, un reflejo exacto de su tiempo, servido con una técnica excepcional. Yo busco en mis esmaltes la máxima expresión con un mínimo de líneas. En cuanto a temas, creo en la vía directa, en el apunte del natural. Ese ha sido mi camino en mis esmaltes a base de tipos vascos. En cuanto a los temas religiosos lo sacrifico todo a una fuerte expresividad. Estos valores de expresión no pueden hacernos olvidar la necesidad de una técnica exacta y precisa, pero tampoco deben sacrificarse aquellos a ésta.

Expresado en otra forma, el esmalte no es únicamente una técnica. Marta Pepa García Valenzuela tiene el propósito de celebrar en la próxima temporada su primera exposición barcelonesa. En aquella ocasión las obras hablarán por ella. Pero los que ya hemos tenido ocasión de saborear las delicadezas de su arte nos complacemos en augurar un éxito a esta exquisita artista que los buenos hados nos han traído ahora a nuestra ciudad”.

En 1945 presentó el dibujo titulado “Sinfonía marinera”, a la Exposición Nacional de Bellas Artes celebrada en los palacios del Retiro.

Sobre estas líneas, algunas fotografías de su obra Vía Crucis, pertenecientes al Archivo Moreno

 

En 1946 expuso con gran éxito sus esmaltes en San Sebastián, como así lo recogió la revista Fotos, y realizó una Exposición de Esmaltes en la Sala de Estampas del Museo Nacional de Arte Moderno, que se clausuró el 11 de noviembre con un acto en el que habla sobre la exposición el que fuera Presidente de la Asociación de Pintores y Escultores, José Francés.

Anuncio del I Salón  Femenino de Arte Actual en el que participó

 

También en el año 1946, el periódico Destino, en su Sección “Las exposiciones de la semana”, dedica otra reseña a la artista, con motivo de su exposición en la Sala Argos de Barcelona:

 “El esmalte es el fruto de una técnica sabia y audaz. El llamear de los colores apasionados en el fuego helado de la superficie vitrificada, exige un cálculo certero, una lúcida penetración en el matiz, en los imponderables que cooperan en la fastuosa riqueza. María Pepa García Valenzuela ha llegado pronto a un completo dominio de tan difíciles y esquivos elementos.

  1. García Valenzuela no se aviene al triste papel que generalmente se atribuye al esmalte. Es simpático su gesto de rebeldía no admitiendo como única razón de esta técnica su fácil e inmediata aplicación a la orfebrería. De ahí este cargar el acierto sobre lo que en todo arte es expresión de una personalidad concreta. Estos esmaltes se enriquecen con la Intención explícita en sus elementos formales: en el arabesco lineal, en la modulación cromática. Se advierte que la artista ha buscado su inspiración en los apuntes del natural y que antes que esmaltadora se considera, simplemente, artista. Sus escenas vascas no son simple traducción al esmalte de formas halladas. Contienen un personal esfuerzo de interpretación de un paisaje y de un pintoresco. En cuanto a sus escenas religiosas, esta misma fuerza de personalidad se manifiesta en una expresividad amiga de laconismos que hacen más patentes las fulguraciones de la materia. Su «Via-Crucis» es un esfuerzo notabilísimo en este camino de dramática simplicidad.

María Pepa García Valenzuela acompaña sus esmaltes con algunas telas al óleo y una serie de dibujos. Estos últimos nos interesan, especialmente, porque en cierto modo constituyen los elementos previos de esta completa cristalización artística que se manifiesta en los esmaltes”.

Esta exposición fue recogida también en la Hoja oficial de la provincia de Barcelona, en la que leemos: “En las Galerías Argos hace su primera aparición en Barcelona la distinguida artista vasca María Josefa García Valenzuela. Expone algunas pinturas, dibujos coloreados y una magnífica colección de esmaltes. Estos últimos han ganado para su destacada autora lauros merecidísimos. Así, su “Rincón marinero”, obtuvo el primer premio –siendo adquirido por el Estado español- en la Exposición Nacional de Artes Decorativas de 1943; y su “Cristo muerto”- que forma parte de un interesantísimo “Vía Crucis”- fue acreedor de una Segunda Medalla en la Exposición de Artesanía celebrada en Burgos, en 1944, con motivo del Milenario de Castilla. Asimismo, fue merecedora de un Primer Premio en el Salón de Otoño del propio año, habiéndole sido adquirida también por el Estado una importante colección de dibujos sobre temas de nuestra Cruzada. María J. García Valenzuela tiene del esmalte un concepto moderno, apartado de la técnica miniaturista que parece ser la más seguida por sus cultivadores. Y en sus admirables piezas triunfa una hierática austeridad, un simplicismo lineal que no es óbice para que la artista prodigue generosamente las riquezas de color y de matiz, conseguidas en la mayor parte de sus obras con una abundancia y una armonía de tonos ciertamente notable. En otras piezas, como las que integran el aludido “Vía Crucis”, aquella también citada austeridad se acentúa adrede, en busca de una intensidad dramática cuya idónea función no se vea entorpecida por elementos que puedan paliar su ascética y emocionada expresión, lograda sobriamente. Aparte de este interesante conjunto, merece principalísimo elogio su espléndido tríptico “Alegoría” –acaso la más acabada y enjundiosa de sus realizaciones- “Puentedey”, rico en calidades y de varonil fuerza; “Dolorosa”, “Pataches”, “Nostalgia” y el ya citado “Rincón marinero”. Deseamos a la refinada y relevante artista una grata estancia entre nosotros, augurándole un éxito a todas luces justo”.

En 1950 participó en la Exposición de Arte Sacro de Roma y realizó algunas otras exposiciones, como la celebrada en la Universidad de Oviedo.

Obra presentada al XIV salón de otoño.

Estío, presentada al XXIII Salón de Otoño

 

Por Real Orden del 14/7/1953, el Estado lleva a cabo la compra de dos de sus obras con destino al Museo Nacional de Artes Decorativas, según ofrecimiento de la propia artista, y por importe de 60.000 pesetas. Se trata del tondo esmaltado titulado “Natividad”, y de la placa de vidrio y cristal titulada “Sagrada Familia. Adoración de los pastores”.

En 1954, por la revista Hola, sabemos que la artista regresó a exponer a Bilbao tras permanecer varios años en Barcelona.

Distintos apuntes y paisajes de la artista

 

En 1955 participó en la III Bienal Hispanoamericana celebrada en Barcelona.

En 1959 logró la Primera Medalla de Arte Decorativo de la Exposición de Bellas Artes correspondiente al XXX Salón de Otoño.

En 1960 obtuvo una Pensión de Bellas Artes, consistente en una asignación de 50.000 pesetas, concedida a los cultivadores de los diversos géneros artísticos, con objeto de favorecer la actividad creadora y facilitar al artista el poder liberarse por un cierto tiempo, de trabajos ajenos a la creación, estimulando otras actividades de carácter teórico, crítico o interpretativo.

En 1962 participó en el Salón Internacional Femenino, como lo recoge el Diario de Burgos, junto a otras artistas de la Asociación de Pintores y Escultores como María Revenga, Josefina Miró, Menchu Gal, Mercedes Gómez Pablos, Gloria Merino, Carmen Arozana y María Dolores Andreu.

Respecto a este I Salón Femenino de Arte Actual, recogido en la Hoja oficial de la provincia de Barcelona, hay que añadir que se celebró en la sala municipal de exposiciones del antiguo Hospital de la Santa Cruz de Barcelona, contando con la colaboración del Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona. En el mismo participaron 56 artistas en las disciplinas de pintura, dibujo,  cerámica, grabado y esmalte, siendo la invitada de honor Olga Sacharoff.

Fuera de catálogo, María Josefa García Valenzuela exhibió varios esmaltes, figurando como becaria de la Fundación March, y destacándose que “la distinguida artista es muy conocida en el ambiente artístico de Barcelona por haber expuesto en ella varias veces sus exquisitas realizaciones”.

Natividad. Esmalte, Museo de Artes Decorativas

 

En 1962 presentó la acuarela titulada “Puerto de Agrigento”, a la Exposición Nacional de Bellas Artes, donde reseñó que era “natural de Úbeda, domiciliada en Bilbao, en el Paseo Campo Volantín, 28; discípula de Gustavo de Maeztu. Ha expuesto en Museo Nacional de Arte Moderno de Madrid, Universidad de Oviedo, Bienal de Barcelona, Exposición Internacional de Arte Femenino, exposiciones nacionales”.

En este mismo año, dentro de un estilo tradicional, pero con elementos renovadores, María Josefa García Valenzuela realizó, con ayuda de la Fundación March, un gran panel de esmalte en ópalos traslúcidos y opacos, con temas marinos.

Sagrada Familia: Adoración de los Pastores. Museo de Artes Decorativas

 

En 1970 se presentó a los Premios Villacis y Muñoz Barberán que convocaba la Diputación Provincial de Murcia, al igual que hiciera en 1974, año en que no fue admitida, y en 1976.

En 1973 presentó una exposición en la Caja de Ahorros de Oviedo con veintisiete cuadros y doce esmaltes.

Según algunas  fuentes, María Josefa García Valenzuela falleció en Bilbao, en 1997, sin embargo, en El Correo español del día 5 de marzo de 2001, se cita que “en el día de ayer falleció en Bilbao Doña María Josefa García Valenzuela, pintora”, lo cual no ofrecería dudas acerca de la fecha de su defunción, situándola en el 4 de marzo de 2001.

Los esmaltes de Maria Josefa Garcia Valenzuela figuran en museos y colecciones particulares de Méjico, Barcelona, Roma y Bilbao.

La Diputación de Asturias adquirió el esmalte “Descendimiento”, y, además de otros trabajos para esta última ciudad, la artista realizó un Vía Crucis, los esmaltes para los trasatlánticos “Cabo de San Roque” y “Cabo de San Vicente” y para algunos Paradores Nacionales.

 

La Espera, presentada al XVIII Salón de Otoño

Poema castellano, presentado al XIV Salón de Otoño

 

María Josefa García Valenzuela y la AEPE

*En el XIV Salón de Otoño de 1934, en Arte Decorativo

Poema castellano

* Al XVII Salón de Otoño de 1943 llevó

Puentedey, esmalte

La Virgencita de la aldea, esmalte

Mater Amábilis, esmalte

Puerto viejo de Algarta, esmalte

*En el XVIII Salón de Otoño de 1944 presentó

Cristo muerto, esmalte en ópalos

De la fuente, esmalte en ópalos y traslúcidos

La espera, esmalte en ópalos y traslúcidos

*Al XXI Salón de Otoño de 1947 presentó

Estío

*Al XXIII Salón de Otoño de 1949 presentó una única obra en la sección de Arte Decorativo

Estío, tríptico de esmaltes ópalos traslúcidos

*Al XXV Salón de Otoño de 1952 presentó

Paz marinera

*Al XXVI Salón de Otoño de 1954 presentó

Haro (Logroño)

Virgen marinera

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver Política de cookies
Privacidad