Recordando… Salón Amaré

Obras, artistas, socios, pequeñas historias…

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Salón Amaré

La Familia Amaré y la primera Exposición Feminista de Madrid

 

El Salón Amaré

Situado en el piso bajo de la casa inmediata a las Calatravas, en la calle Alcalá 23, la familia Amaré inauguró el 10 de marzo de 1900 el Salón Amaré, como magnífico Salón de Bellas Artes creado “con todos los elementos que el buen gusto y la riqueza consienten”.

Iglesia de las Calatravas, en la Calle Alcalá de Madrid. A la derecha, el gran toldo señala dónde estaba el Salón Amaré

 

En 1890, Francisco Amaré estableció una empresa de decoración y fabricación de muebles,  un gran taller de carpintero en el número 1 de la Calle de Recoletos, con vuelta al número, 16 del paseo, colindando con el hotel de Manzanedo, donde trabajaban todos los hijos, «acreditados industriales madrileños», manteniendo el taller en la calle Alameda, 36.

 

Respecto a sus muebles modernistas, la prensa ya apuntó que “es natural que el nuevo arte sea vario, caprichoso hasta la exageración y sorprendente hasta escandalizar a las multitudes habituadas a la seriedad antigua… la valentía de los productores de muebles modernistas entre nosotros, tan mal preparados para recibirlos, merece gran estimación, así como el gusto artístico indispensable para comunicar belleza e interés a objetos que deben parecerse lo menos posible a todo lo conocido… todos estos méritos concurren en los hermanos Amaré, que consagran su gusto artístico y aptitudes industriales en un taller, honra de Madrid, al embellecimiento de la casa en decoraciones y muebles, como los representados en las fotografías adjuntas, inspirados en ese arte nuevo que es la aurora del porvenir”.

Comedor estilo moderno, blanco esmalte con adornos de metal cobrizado,  ideado por Amaré, para Eduardo Sancho Mata

 

El establecimiento del Sr. Amaré, cuya inteligencia en la materia y buen gusto es indiscutible, ha logrado rivalizar con los grandes establecimientos extranjeros reuniendo cuantos muebles artísticos puedes apetecerse para el decorado de la más elegante casa, todos ellos construidos en sus talleres y con arreglo a los estilos más en boga”.

La reputación de los muebles fabricados por la casa Amaré era grande, pues la prensa publicaba que “personándose un caballero en la casa de los Sres. Amaré, preguntando los  precios de todos los muebles del almacén, sin regateos ni tira y afloja, cuando tuvo la lista, pagó el importe, y dejando una tarjeta en la que puede leerse el nombre de Richard William, les dijo: -Facturen ustedes todos estos muebles para Londres”.

Adelantado a su tiempo, en 1897 el Sr. Amaré, “dueño del establecimiento de decoración y muebles artísticos de la calle de Recoletos, ha obsequiado a sus numerosos favorecedores con artísticos calendarios para el año próximo”, tal y como rezaba El Liberal.

Ese año, ya se anunciaba como “Muebles de lujo. Amaré. Casa única en mobiliarios y decoración artística de habitaciones. Exposición y talleres, Recoletos, número 1”.

 

En julio de 1899 Enrique Amaré consiguió licencia para un almacén de muebles en la calle Alcalá, 23, el que sería conocido como Salón Amaré.

Gracias al buen hacer de Enrique Amaré, uno de los hijos de la familia, y animados por Ángela María Apolonia Pérez de Barradas y Bernuy, la Duquesa de Denia, protectora de las artes y a quien se debe gran parte del éxito del Salón Amaré, los hermanos Enrique, José, Rafael y Miguel Amaré y Algueró abrieron un  salón moderno ricamente tapizado, que marcaría tendencia y tal y como lo definieron las crónicas de la época, sería un “espléndido estuche, donde como joyas sean expuestas las obras de nuestros grandes artistas”.

La empresa se justificaba en la “necesidad del intermediario entre los artistas y los compradores de obras de arte, tan bien entendida en el extranjero como olvidada en España a costa de la ruina, del abandono y de la oscuridad en que muchos artistas viven; esa necesidad que aquí se ha ido supliendo con las artificiosas exposiciones bienales, en que no llegan al dos por mil las ventas que se realizan, con las tres o cuatro tiendas de molduras alemanas, espejos, cornucopias, cromos y cuadros de poco precio, y con las antiguas Exposiciones permanentes de Bosch y de Hernández… Gracias a ellos el que quiera deleitarse viendo cómo pintan o modelan los españoles del día, no tendrá que irse al Museo Moderno de la Nueva Biblioteca, en que faltan varias de nuestras primeras firmas y sobran otras, ni habrá tampoco de emprender peregrinación fatigosa por los contados estudios de Madrid: le bastará con visitar el establecimiento de los Señores Amaré. Estos han reunido unos cuantos cuadros, no llegan a setenta, y una docena de esculturas. Pero la calidad suple con creces y ventaja la cantidad… dicha colección está presentada, alumbrada y dispuesta de suerte que encanta sin cansar la vista”…

Pero no era sólo una actividad entendida como las actuales galerías de arte, se trataba de hacer un fabuloso escenario en el que llevar a cabo la presentación de la forma más sublime conocida en esa época, de las obras de los grandes maestros. Y en eso, tal y como justificaba la prensa, no escatimaron lujos los hermanos Amaré. Se trataba de montar un “mercado artístico” de excelencia en donde absolutamente todos los detalles estaban ideados y cuidados.

La luz que ilumina el salón, ricamente alfombrado y tapizado con sedas de un azul cuya palidez hace resaltar las pinturas, se ha obtenido por medio de ingeniosa combinación. Una gran pantalla horizontal, unida a la escocia sobre que descansa el techo por gasas gris perla, encierra los potentes focos eléctricos, cuyos rayos luminosos se templan en las casas, adquiriendo en su gris la naturaleza de la luz del día.

La pantalla, adornada con festones de flores bordadas y con el apellido Amaré, arroja sobre el suelo grata penumbra, y el visitante puede gozar de las obras sin molestia y tan completamente como si las viera a una viva luz cenital. La ilusión de luz de día es tan completa, que penetrando en el salón en medio de la mañana o de la tarde, se cree entrar en un patio, al que la luz del sol llega tibia, pero viva, como para poder apreciar todas las delicadezas del dibujo y del color.

Los cuadros, colocados sobre rico zócalo de mármol, disfrutan de bastante holgura como para no perjudicarse entre sí con las distintas e interesantísimas notas que ofrecen; todo está previsto y arreglado convenientemente con el fino instinto artístico de que los hermanos Amaré dan muestras en cuantas obras salen de sus talleres”.

Frente al penoso estado de conservación en el que por aquella época se encontraban los Palacios del Retiro, donde se celebraban las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes y cualquier exposición relevante en Madrid, el Salón Amaré ofrecía a los artistas y público visitante un decoro acorde a su categoría. Se trataba de servir de estímulo para los artistas, ya que exponer en él sería una distinción más preciada aún que las recompensas oficiales.

El Salón Amaré en ABC en una fotografía de 1904

En ABC, en 1907, en la exposición de Benedito

 

El Salón Amaré fue considerado como la mejor exposición (entiéndase por ello como continente) presentada en Madrid en el último cuarto de siglo, “favoreciendo el mercado artístico y la mejor adquisición de las obras”.

Por el lujo de la instalación; por las proporciones de la sala, que permiten presentar los cuadros con espacio y sin que se perjudiquen con las distintas tonalidades; por la admirable distribución de la luz y por la selección de las obras expuestas, puede llamarse Exposición bijou (joya) el salón artístico de los Sres. Amaré… Puede considerarse la fiesta de anoche como un barnizado sin barniz ni barnizadores”…

También sabemos por la prensa de la época, que en la inauguración de sus exposiciones “la entrada se limita a los invitados y será por el portal”.

Estaba compuesto de dos salas: para llegar a la primera, se atravesaba por un espacio ocupado por «exquisitos muebles de elegante y original traza«, divanes, sillones, armarios-vitrina y muros cubiertos con riquísimas tapicerías, todo lo cual recordaba los estudios de pintores de la época.

El artista e intelectual Balsa de la Vega escribió al respecto, mostrándose particularmente impresionado por la segunda sala del Salón: “de forma trapezoidal y totalmente tapizadas sus paredes de seda, se evidencia aquí la preocupación por el problema de la iluminación… Al parecer, y en línea con experimentaciones llevadas a cabo en la Sociedad de Acuarelistas de Londres (luz eléctrica moderada por gruesas telas blancas), se utilizaron lámparas veladas con tules al objeto de eliminar brillos y dar la apariencia de luz diurna”.

Blanco y negro 1901

Blanco y negro 1904 suscripción al monumento a Castelar

 

En el salón Amaré se expuso durante diez años la mejor pintura producida en España, y a la vez, en las habitaciones contiguas, exhibía la Casa Amaré sus muebles que, por aquel tiempo, iban a parar a las mansiones más ricas de Madrid.

Se debe, por tanto a los hermanos Amaré la creación del tipo de salón moderno de exposiciones de pintura ricamente tapizado, de coloraciones discretas, alfombras de adecuados matices, muebles como para realzar las pinturas y sobrias instalaciones de éstas, dando idea, más que de almacenes de cuadros, de estancias particulares, lujosas y exquisitas.

La prensa de la época hablaba de ellos en estos términos: “Los Sres. Amaré son Industriales a la moderna, con verdadero espíritu de artistas que se consagran a los negocios en los cuales han logrado envidiable reputación con nobles aspiraciones, no sólo cifradas en la ganancia material, que alcanzan también a la fama y que sirven para justo enaltecimiento del nombre.

Los muebles de los Sres. Amaré, construidos con arreglo a proyectos que idea y dibuja Enrique Amaré, un artista completo, dan a la casa de que hablamos grandísima notoriedad; pero ésta ha de acrecentarse de seguro con el propósito que realizan a la sazón los Sres. Amaré… Se trata de una exposición artística, pequeña por el número de obras, pero grande por su importancia. Los Sres. Amaré, con esplendidez por nadie igualada, han preparado un salón donde ofrecen grandiosa hospitalidad a los trabajos de los más insignes pintores y escultores de España. Decorada con sumo gusto, con el gusto que tiene un hogar propio en aquella casa, dispuesta en condiciones admirables, la sala Amaré es un alarde honroso de la fuerza de los artistas… Todas las obras expuestas son de tamaño propio para la venta”.

La primera exposición que inauguró el Salón Amaré lo hizo por todo lo alto, con las mejores firmas de los pintores y escultores del momento: Sorolla, Ricardo y Raimundo Madrazo, Bilbao, Muños Degrain, José y Luis Jiménez Aranda, Viniegra, Menéndez Pidal, Moreno Carbonero, Beruete, Simoner, Martínez Abades, Martínez Cubells, Benedito, Fortuny, Raurich, Gessa, Saint Aubin, Pulido, Tomás Martín, Domingo Muñoz, Ferrant, los hermanos Benlliure, Lhardy, los hermanos Masriera, Carlos Vázquez, Peña Muñoz, Nogales, Barruso, Nájera, Plá, Alcalá Galiano, Sala, Santa María, Pinazo, Domínguez, Haes, Miguel Blay, Susillo, Marinas, Alcoverro, Castaño, Vancells y Trilles.

Para la gran inauguración, los hermanos Amaré celebraron después un “banquete suntuoso” especialmente dirigido a la prensa y en el que participaron representantes de los principales periódicos y revistas ilustradas del momento, muchos artistas, intelectuales y altos cargos gubernamentales como el director del Museo de Reproducciones.

Era, pues, una forma de “vender” una gran sala de exposiciones y una muestra que se “vendía” sola por los grandes artistas participantes en ella.

En esta primera exposición con la que se inauguraba el Salón Amaré, la prensa destacó que “la instalación está hecha con exquisito y lujoso gusto, formando un conjunto superior a lo más notable que en este género se habrá hecho en España”.

El más selecto Madrid pasó por aquel Salón Amaré, incluso contó con la asistencia en días posteriores, de los Reyes de España, convirtiéndose pronto en una cita obligada en el panorama artístico español.

En septiembre de 1900, los hermanos Amaré crearon también un concurso abierto a los artistas para premiar el mejor cartel anunciador de su Exposición de muebles artísticos, siendo el ganador del mismo José Francés (Agramunt), hijo, adjudicándosele un premio de 500 pesetas (de la época). La prensa cita que los carteles que optaban a premio se expusieron, habiendo algunos “dignos de mención por su originalidad y buen gusto”.

Casi un año después de la apertura del Salón Amaré, la revista Mundo Gráfico hacía balance en los siguientes términos: … “Los lienzos expuestos han alcanczado casi todos precios elevados, y algunos afortunados maestros han recibido encargos para otros. Francisco Amaré fundó la casa hace años dedicando su inteligencia a la construcción de muebles de lujo de orden artístico… sus hijos y sucesores con acierto, establecieron una Exposición permanente de obras pictóricas escogidas, y lo han realizado con éxito… Los señores Amaré han ampliado las salas y decorado con gusto la entrada y salón central. El grabado que acompaña estas líneas, es reproducción de la talla en que se destaca el retrato del laborioso industrial Francisco Amaré, ya finado… El hecho de encontrarse un lienzo en dicha casa ofrece garantía de la autenticidad de la firma de su autor, sin que exista peligro alguno de error, toda vez que los interesados entregan directamente las obras que destinan a la venta… la casa Amaré no escatima gastos a la hora de montar la instalación en un lujoso templo”.

 

La familia Amaré

Relieve modernista con la talla del retrato de Francisco Amaré que preside la entrada al Salón Amaré

 

Francisco Amaré y Vilas, industrial dedicado a la ebanistería y Francisca Algueró, hermana del licenciado Reverendo Rafael Algueró y tía del que fuera concejal y alcalde del Ayuntamiento de Tortosa, Francisco de Paula Algueró y Morata.

El matrimonio tuvo seis hijos: Enrique (1864-1919), José María (1867-¿?), Rafael (1872-¿?), Federico (1874-¿?), Miguel (1882-¿?) y Arturo (1885-¿?).

Excepto de Enrique, que nació en Tortosa, del resto de los hermanos se conserva su expediente académico en el Instituto de Segunda Enseñanza Cardenal Cisneros de Madrid. De José además, el expediente de su paso por el Instituto de San Isidro de Madrid de enseñanza secundaria.

En el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid del martes 11 de julio de 1911, se publica una citación para Miguel y José María Amaré Algueró, de los que se dice que “Miguel Amaré y Algueró, de unos treinta y seis años, soltero, del comercio” y a “José María Amaré y Algueró, de unos cuarenta y cinco años, casado, de igual profesión”, “sus señas son: el primero, estatura regular, más bien grueso, pelo castaño; y el segundo, estatura alta, grueso, pelo castaño”.

Sabemos por las crónicas de la época, que todos trabajaron en el taller de muebles del patriarca, aunque después algunos siguieran su camino. Datos hay pocos, de algunos de ellos ninguno, pero vamos a intentar trazar un breve perfil de ellos.

José Amaré Algueró. 1867-¿?

Director económico del Salón Amaré. Cursó estudios de Bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros y en el Instituto San Isidro de Madrid.

En su expediente académico consta que a día 20 de septiembre de 1879 tenía 12 años de edad y vivía en la Calle Biblioteca, nº 8 de Madrid.

Trabajó con sus hermanos, siendo conocidos por la denominación de «hermanos Amaré».​

 

Rafael Amaré Algueró. 1872-¿ ?

Escultor y ebanista. Cursó estudios de Bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid.

En 1927 se siguió contra él un juicio verbal civil, sacándose a pública subasta una máquina de escribir marca “Royal” de su propiedad, tasada en 375 pesetas.

Trabajó con sus hermanos en el Salón Amaré.

 

Arturo Amaré Algueró. 1885 –¿

Del que nada sabemos.

Salón principal de la Exposición Amaré, Blanco y Negro 1900

 

Federico Amaré Algueró 1874-¿)  Fotógrafo.

Cursó estudios de Bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid.

Había participado en la prensa con varios reportajes gráficos.

Federico Amaré fue miembro de la expedición obrera comisionada para asistir a la Exposición Universal de París de 1900. Participará como delegado del Círculo de la Unión Industrial. En la lista de miembros publicada por la Gaceta de Madrid del 21 de julio de 1900 [Núm. 202, p. 297] figura como fotógrafo.

En 1905 será premiado en la Exposición Fotográfica de Bilbao con Medalla de Bronce y Premio Lumière al lema «Luz y Sombra».

En 1907 participará en la exposición organizada por la Real Sociedad Fotográfica Madrileña; obtendrá mención honorífica en la categoría de «Figura, retrato y composición». Sobre este premio había dicho la revista mensual ilustrada La fotografía: “Federico Amarés (que es profesional, pero que, al parecer promiscuo), presenta trabajos muy en grande y muy bien acabados. Señalemos un moro (de los que van a Cartagena) y un tirador de armas muy bien retratado. Merecía más de una Mención honorífica”.

Su estudio de Cartagena estaba en la calle San Miguel, número 1. La actividad principal eran las ampliaciones, reproducciones, pinturas y esmaltes. Comenzará a funcionar en 1905, sumando a la de estudio la condición de galería fotográfica. En 1910 el estudio estará en la calle Marina Española, número 11.

En el Diario de Tortosa del 25 de febrero de 1904 [Año XII, núm. 6719] se menciona a Federico como hermano de Enrique Amaré, «acreditados industriales madrileños».

En un artículo titulado La Casa Moderna, publicado el 11 de junio de 1904 en Blanco y Negro [Año XIV, núm. 684] se habla de un salón decorado al estilo Luis XV, «…construido por los Sres. Amaré para un capitalista de Cartagena». Una coincidencia que relaciona a los industriales madrileños con el estudio de Federico en aquella ciudad.

 

Miguel Amaré Algueró (1882-¿)

Madrid. Cursó estudios de Bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid.

Trabajó con sus hermanos, siendo conocidos por la denominación de «hermanos Amaré». Tuvo una hija natural, María del Carmen Dijes Fernández, que hubo de reconocer tras un fallo judicial de la Audiencia Provincial de Madrid en 1947.

Enrique Amaré y Algueró, Tortosa, hacia 1864.

Era un gran pintor decorador, escenógrafo, mueblista y marchante de arte que entre 1890 y 1891 realizaba las pinturas de decorados del teatro Eslava de Madrid.

Era además profesor de Dibujo de Adorno y Figura del yeso en el Círculo de la Unión Industrial de Madrid.

Enrique Amaré y Algueró  en Mundo Gráfico, 1919

 

Trabajó con sus hermanos, siendo conocidos por la denominación de «hermanos Amaré», aunque Enrique sería «el artista de la casa».

Fue jurado en casi todas las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de 1899 en la sección de Arte Decorativo.

En 1900 fundó junto a su hermano José el famoso Salón Amaré de Madrid.

En 1904 fue premiado en la Exposición  Nacional de Bellas Artes, en la sección de Artes Decorativas. Obtuvo también Primera Medalla en la Escuela Superior de Artes e Industrias de Toledo.

Por esos mundos  1 de junio de 1904

 

Falleció en 1919 a la edad de 55 años. Tal y como comentaron los periódicos de la época, Enrique Amaré era un verdadero artista de talla… una excelente persona, de gran modestia, que había logrado su reputación a fuerza de trabajo y virtuosidad.

En el registro de patentes aparece una suya, en la sección de Artes liberales (Economía doméstica e industrias diversas), con el número 55.475, “Enrique Amaré. Invención. “La fabricación de pañuelos de incrustaciones de maderas y otras materias para las habitaciones”.

Autorretrato de Enrique Amaré

 

De él escribió Francisco Alcántara, socio de la Asociación Española de Pintores y Escultores tras su muerte, “Enrique Amaré era el artista de la casa y lo era con las patriarcales apariencias de hombre de taller, de traje, porte, conversación, no existían diferencias con los más modestos de sus colaboradores, maestros, oficiales o aprendices, que se movían impulsados por las ideas de aquel para la ejecución de sus proyectos. Sus bellas decoraciones fueron premiadas en concursos oficiales con mercancías de segunda y de primera clase. También fue Enrique Amaré jurado en casi todas las Exposiciones de Arte decorativo celebradas en Madrid. Acabo de saber que este notable artista e incansable trabajador ha muerto, después de larga y penosa enfermedad, a los 55 años; y con la melancolía que la muerte pone en los recuerdos más gratos, voy, conducido por mi memoria, al través de los que acabo de enumerar, recuerdos de días felices para Enrique Amaré, hasta aquel gran taller de carpintero de la ronda de Atocha, muy cerca de la antigua Basílica, creado por su padre y en donde conocí a Enrique y a sus otros hermanos, cuando vivían en aquella atmósfera de constancia y entusiasmo triunfales que saben crear los espíritus valientes y las familias emprendedoras para educación de sus hijos. Pocas veces dejan esos hombres y esas casas, en las que una pareja feliz y fecunda lanza a la vida bien dotados luchadores, de alcanzar una página en la historia de la ciudad o de la nación. El viejo Amaré alcanzó su objeto en el notable artista decorador que acaba de morir y en sus otros hijos, siempre activos y trabajadores. Yo consagro hoy a la  buena memoria de Enrique Amaré el recuerdo de aquellos artículos que publiqué hace cuarenta años en periódicos que ya no existen, artículos poseídos del espíritu de reconstitución nacional que prevalecía en el taller de su padre”…

El Heraldo de Madrid. 13 de julio de 1919

 

El Salón Amaré realizó la primera Exposición Feminista de Madrid

Exposición de Pintura Feminista en el Salón Amaré, Madrid, 1903 ABC

 

En 1896 se celebró la primera exposición feminista de nuestro país en la Sala Parés de Barcelona, por influencia del ambiente cultural parisino, a la que siguieron otras tres celebradas en la misma sala hasta 1900 y por las que pasaron alrededor de 200 artistas.

Pero el triunfo obtenido por la primera muestra se fue diluyendo progresivamente y a partir de 1900 se interrumpieron por la crisis del mercado artístico barcelonés y por la baja participación de artistas en la última celebrada, a la que concurrieron únicamente veintitrés pintoras. En estas exhibiciones, de eclecticismo estilístico, había profesionales y aficionadas.

En 1903, emulando a las celebradas en la Sala Parés de Barcelona, se celebró la Primera Exposición Feminista en el madrileño Salón Amaré en la que participaron alrededor de cuarenta pintoras, entre las que destacaban asociadas de la Asociación de Pintores y Escultores como Julia Alcayde, Fernanda Francés y Marcelina Poncela.

La exposición se inauguró con una fiesta y en La Época se escribió: “El número y calidad de las obras que figuran en esta Exposición demuestran elocuentemente que el núcleo madrileño de femmes peintres tiene importancia y significación”.

La Dinastía indicaba: “Y la verdad, ensancha el ánimo que aquí, donde la mujer cuenta con tan limitado campo de acción, se le abran nuevos caminos que, no sólo han de poner de relieve su cultura, sino que hasta pueden llegar a ser medios de vida”.

El Liberal comentaba así la exposición: “La serie, tan interesante, de Exposiciones particulares de pintura y escultura presentadas este año en el Salón Amaré, se cierra con la primera Exposición de pintura feminista, recientemente abierta, y que durará hasta final de mes. Con esta Exposición, á la que seguirán otras de la misma clase en loa años sucesivos, la pintura femenina, que hasta aquí ha sido entre nosotros un elemento de recreo y adorno en la educación de la mujer, puede adquirir un valor artístico y comercial que la transforme de entretenimiento de lujo en una profesión. Así ocurre fuera de España. Las salas del Museo del Prado, sobre todo las de Velázquez y Murillo, se ven de ordinario más frecuentadas que por los pintores, por las pintoras del extranjero que acuden a copiar las obras maestras de nuestros grandes artistas. La pintura femenina, trasladada de la apreciación benévola y complaciente de la familia y de las amistades en el gabinete del hogar, a la sanción del público de la crítica en la Exposición, entrará en un periodo de indudable progreso, impulsado por el estímulo.

Esta sola consideración asegura el buen éxito que a la larga tendrá la primera Exposición de pintura feminista organizada por los Sres. Amaré. Pero este éxito es también actual, pues pertenece al conjunto do las setenta y ocho obras expuestas. No espera el visitante, al examinarlas, encontrarse con que casi todas corresponden a un nivel medio de pintura, más extraño que por la falta de cuadros sobresalientes, por la ausencia de cuadros que desentonen por su escasez de valor. Y esta sorpresa se torna más viva al saberse que la galantería dispensó a los cuadros de la selección, al ser admitidos.

Los asuntos de la mayoría de las obras concuerdan con el carácter doméstico que aquí tiene la pintura femenina. Dominan los bodegones, los estudios de frutas, de caza muerta y de animales caseros, y las composiciones de flores, trasladadas del jardín a la casa, y agrupadas a gusto. Son menos frecuentes los trabajos de paisajes y marinas pintados al aire libre, y hay una gran escasez de estudios del modelo humano, sobre todo del masculino.

Es la pintura de placer y de adorno, encerrada en casa, donde tiene forzosamente que escoger su material de estudio; pintura todavía tímida, por prevenciones de exotismo, para realizarse con desenfado ante la naturaleza, y no tan completamente informada por el arte, que pueda entregarse con libertad al estudio del modelo.

Prescindiendo en general, de la naturaleza y del modelo, esta pintura femenina no puede elevarse a una altura muy considerable; pero dentro del campo limitado en que se produce, hay en la Exposición Amaré obras de mérito muy apreciable, de verdadero valor artístico.

Los cuadros de más vuelo están hechos fuera de ese límite y uno de ellos, precisamente el más notable de la Exposición, pertenece a la señorita sevillana María Luisa Puiggener, que lo ha enviado desde Sevilla, donde pinta… De flores y frutas hay cuadros lindísimos, que recuerdan las obras de este género que pinta en París María Luisa de la Riva, cuyos cuadros se echan de menos en esta Exposición… las demás señoritas son…. Todas ellas demuestran en sus obras muy buenas aptitudes para la pintura, que se irán desarrollando con los certámenes sucesivos. Para la Exposición del año que viene habrá que apretar, porque los Sres. Amaré piensan nombrar un Jurado para la admisión de las obras, que podrá cumplir su cometido con entera libertad, porque serán pintoras las que hayan de componerlo.”

El Álbum Ibero Americano cita también a todas las participantes: Julia Alcayde, Marcelina Poncela, Fernanda Francés, Elvira Beltrán de Lis, Amalia de la Iglesia y Romea, Regina Alcaide de Zafra, Julia Argumosa de León y Rafaela Aroca, como Elena María Camarón, Esperanza Fonseca, Teresa Gil Sanz, Concha Lozano y Montalvo, Sánchez Aroca, Soledad y Victoria de la Vega Carrasco, Concepción Ramos Martín, Encarnación Bustillo, Ángela Dalmau de Grau, Pilar Bermejo Álvarez, María B. de Rivera, Eugenia Cañedo, Isabel Carré López, Milagros Castañeda, Ana de Ciraf, María Alieu Couselle, Chao de Romea, Matilde Escribano, Haselden, Ofelia Meléndez Pando, Luisa Nasaldeu, María Notario y Merino, Julia Oliet, Francisca Olivar Copons, Felisa Palacio, Ángeles, Isabel, Obdulia y Carmen Rodríguez Valdés, Luisa Samper, Aurora de la Torre.

Entre ellas había pintoras con cierto relieve artístico, algunas eran miembros de la aristocracia y de clases sociales adineradas, otras eran maestras y habían estudiado o estaban estudiando en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado o se habían formado en la Escuela de Artes y Oficios de la calle de la Palma; el resto eran aficionadas, algunas discípulas de Marcelina Poncela según se desprende de la noticia que apareció en el Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones y que habla sobre la participación de dos castellanas en esta primera exposición feminista, Marcelina Poncela y Encarnación Bustillo Salomón: “Marcelina Poncela de Jardiel, laureada en Exposiciones generales, y verdaderamente maestra, pues en el Salón Amaré se ven obras de discípulas suyas, presenta cinco obras de paisaje, frutas y flores entre las que destaca su obra Camino del Pardo que parece producto de un pincel masculino“.

No fue favorable la reseña sobre esta exposición en La Correspondencia de España ya que su autor escribe que “había disfrutado más con la belleza de las artistas que con sus obras”. Indica que era una “muestra muy femenina” y la compara con la celebrada en París durante el mes de mayo de ese mismo año, dejando entender que ésta es un fracaso.

La Exposición del Salón Amaré de Madrid, se podría considerar como un primer paso asociativo, en el que las mujeres quisieron significarse.

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