ESPECIAL SALÓN DE OTOÑO. El nacimiento del Salón de Otoño

ESPECIAL SALÓN DE OTOÑO.

 

El nacimiento del Salón de Otoño

de la

Asociación Española de Pintores y Escultores

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Toda la historia del arte de España ha pasado por el Salón de Otoño

Cuando contaba con diez años de vida, la Asociación de Pintores y Escultores convoca, por iniciativa del artista Juan Espina y Capo, el Primer Salón de Otoño.

El nombre de Salón de Otoño es, en su origen, francés. Se llamaba así una de las Exposiciones más famosas que se celebraban en París: el Salón de Artistas franceses, el de la Sociedad Nacional de Bellas Artes, el Salón de Otoño y el Salón de los Independientes.

El Salón de Otoño tenía en París un carácter de arte avanzado, de última palabra en estética. Durante mucho tiempo fue lo más audaz y lo más nuevo, lo más renovador y revolucionario. Después, este espíritu de juventud del Salón de Otoño fue superado por el Salón de los Independientes, que pasó a ser, desde entonces, el marco de las más atrevidas creaciones y de las más desconcertantes audacias.

Las Exposiciones de Independientes, lo mismo en su origen que después, no tuvieron otro significado que el de un bello gesto de protesta y desprecio contra los figurones que creían que todo consistía en premios, títulos y cargos.

El Salón de Otoño español, sólo en su nombre, recordaba al de París. Porque no tuvo, desde el primer momento, aquel espíritu de desenfado y de innovación que caracterizaba a su homónimo de Francia. Su espíritu, en general, ha sido más bien apacible y conservador. Sólo de modo excepcional ha aparecido en él lo revolucionario.

Juan Espina y Capo trabajó mucho en la organización de aquel Primer Salón español de Otoño, que se inauguró, en octubre de 1920, en el Palacio de Exposiciones del Retiro. La Exposición fue un éxito de concurrencia, ya que a la misma se presentaron 959 obras.

En la hoja inicial del Catálogo de aquel Primer Salón de Otoño se decía al público y a la Prensa: «Respetables jueces: la Asociación de Pintores y Escultores va a someter a vuestro excelente juicio un acto de carácter artístico lleno de ilusión y de confianza. Supone algo que no se parece a nada de lo acaecido en España en materia de Bellas Artes: El Arte todo regido por los mismos artistas. Los ideales de cada uno conciliados en uno sólo. El paso a las modernas y necesarias orientaciones. El respeto a la gloriosa tradición.»

 

El nacimiento del Salón de Otoño

La primera noticia que tenemos es la aparecida en la Gaceta de Bellas Artes del 15 de marzo de 1920, donde se anuncia el SALÓN OTOÑAL DE ARTISTAS INDEPENDIENTES.

Con el subtítulo de “Propósitos y fines”, se advierte de que Madrid “merece y necesita algo más de lo que viene verificándose en ella acerca de la difusión y bien de las Bellas Artes”…

Y es que en Madrid solo se celebraba una Exposición oficial de carácter bienal, careciendo de sitios y medios adecuados de “exhibición honrosa de obras de arte” del tipo que existían en otras grandes ciudades.

En una actividad oficial tan restringida, la Exposición Nacional de Bellas Artes era la única manifestación colectiva de alguna entidad y significación representativa de carácter artístico que existía en España.

Pero la Exposición Nacional de Bellas Artes, que había nacido en 1853, arrastraba tremendos problemas en torno a la elección de los jurados, a los procesos de admisión y colocación de obras y a la concesión de la Medalla de Honor y otros premios y recompensas oficiales, como las adquisiciones del Estado.

Después de haber sido uno de los pilares fundamentales de la cultura artística contemporánea y parte excepcional de las transformaciones artísticas españolas, en los años veinte estaban ya sumidos en la decadencia.

La tutela del estado y el control institucional que éste ejercía sobre las actividades artísticas, terminaron haciendo de esta cita una reunión malsana de competitividad en la que artistas de menos calidad lograban favores no merecidos, gracias a voluntades y amiguismos que emponzoñaron la inicial misión impulsora de las Exposiciones.

La Asociación Española de Pintores y Escultores, que venía colaborando en la realización y desarrollo de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, consciente de todos sus vicios, albergó durante años la idea de una exposición pura y aséptica en la que no hubiera más opinión ni críticas que la del público soberano.

Por eso, la AEPE proclamaba en esta presentación, el desinterés de las instituciones oficiales por el arte y los artistas, ante el cual, proponía una gran cita artística en la que se admitirían obras de pintura, escultura y grabado sin previo examen, siendo esta la base y solo teniendo en cuenta como limitación, la que impusiera el local, en relación a las obras presentadas.

La idea era huir de instalaciones tipo almacén y presentar el arte actual que se hacía en la España del momento. Presentar la obra por sí misma y que por sí misma se condenara o glorificara ante el público y la crítica.

Se buscaba huir del calvario que sufrían los artistas jóvenes, de la esclavitud que suponía toda autoridad, todo jurado y examen previo, para facilitar que todos los artistas fueran jueces independientes y desinteresados.

Esta era la síntesis de la idea que de proyecto, se convertía en realidad con la creación del Salón Otoñal de Artistas Independientes.

Una idea impulsada por Juan Espina y Capó, que la Junta directiva de la AEPE, de la que era secretario, y encabezada por su Presidente, Álvaro Alcalá Galiano, elevó al Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes en una instancia que reseñaba que …”en su continuo afán de que las Bellas Artes y los artistas españoles tengan medios fáciles de darse a conocer, abriga el propósito de que todas las manifestaciones artísticas  tengan su palenque de noble y natural lucha. En la época que estamos atravesando constituye esto la necesidad de ser conocidas, estimadas y juzgadas públicamente, sin que las preceda examen previo de ningún género para tener el honor de combatir… Es necesario, siguiendo el ejemplo de las demás naciones, hacer, independientemente del Estado, una manifestación anual en la que se proporcione al talento, a la juventud, a la novedad… medios que proclamen el mérito o el desengaño… De todo quedaría encargada la Asociación de Pintores y Escultores para lograr el fin que se propone… siendo notorios sus deseos de contribuir a toda iniciativa que sin gastos, a ser posible, por parte del Estado, tienda al prestigio y desarrollo de cualquier manifestación de cultura… Suplica disponer de local amplio, suficiente y digno para crear el Salón Otoñal de Artistas Independientes, y por no existir otro, se le otorgue el Palacio de Bellas Artes, sito en el Parque del Retiro, con su adjunto el de Cristal, para celebrar en él dicho Salón durante los meses de octubre y noviembre”…

La fecha escogida para la celebración del Salón Otoñal era la opuesta a la única cita artística con la que contaba la capital, que celebraba las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de manera bianual en la primavera y en el mismo lugar, el Palacio de Bellas Artes del Parque del Retiro, que hoy conocemos como el Palacio Velázquez, con su adjunto el de Cristal.

De forma oficial, el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, a través de la Dirección General de Bellas Artes, ya venía solicitando a la AEPE, desde su fundación en 1910, su colaboración en la realización de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes.

Como decíamos, la AEPE no estaba de acuerdo con algunos criterios fijados por esa Dirección General relativos a la selección de obras, al Jurado, los premios y sobre todo, al local donde se celebraba, lo que motivó que la Asociación de Pintores y Escultores se decidiera a la creación un Salón Independiente, lejos de los criterios institucionales que marcaban la participación en las Exposiciones Nacionales.

La principal queja de la AEPE se centraba en las urgentes y necesarias obras de reparación,  decorado y conservación del Palacio de Bellas Artes del Retiro, que año tras año sufrían un estado de abandono humillante para los artistas, al ser cedidas de forma continuada por concesiones que no reparaban los desperfectos tras el uso.

La AEPE logró que a fuerza de repetir las quejas, la Dirección General de Bellas Artes dictara una Real Orden en la que se disponía que el Pabellón de Pintura (Palacio de Velázquez) y el de Escultura (Palacio de Cristal), se destinaran únicamente a la realización de Congresos científicos, Asambleas de interés nacional Certámenes de orden artístico u otro acto de carácter académico, “entendiéndose que todos los gastos que con tal motivo se originen por arreglos interiores o exteriores en el edificio serán siempre de cuenta de la entidad u organismo que pretenda la concesión, quedando asimismo obligado el solicitante a reparar los desperfectos que se produzcan en las salas y a dejar éstas limpias y en el mismo estado de conservación que las reciba”.

En la Gaceta de Bellas Artes de abril de 1920 encontramos más datos, ya que se dice que la AEPE ha elegido el otoño para la Exposición de referencia, huyendo de la primavera, …“Sin recompensas, sin presiones, sin apasionamientos, sin envidias ni prejuicios, el próximo Salón Otoñal ha de ser, no el campo de batalla o de odiosas comparaciones, sino el santuario en el cual cada manifestación, cada destello tenga su propio altar, su merecido respeto y sus creyentes, todo en un ambiente de paz, de dulzura y compañerismo, que haga de ella en los años sucesivos el lugar consagrado a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad de los artistas y sus admiradores. ¿Responderán nuestros compañeros a esta idea de la Asociación de Pintores y Escultores, en la cual se respetan y admiten todas las maneras, todos los diferentes criterios del Arte?… No puede dudarse que contará con cuanto sea preciso para que la fundación de que se trata nazca de entre los esplendores y simpatías de todos, dejando un recuerdo imperecedero, una gloriosa fecha, a partir de la cual las Bellas Artes españolas cuenten con un nuevo medio anual de vida, de exhibición y de conquistar noblemente gloria y provecho”.

Junto al texto, se incluía la imagen visual del Primer Salón Otoñal de Artistas Independientes  que adoptó un sencillo dibujo que reproducía la fachada del Palacio de Velázquez, con el que también anunciaba la Exposición Nacional de Bellas Artes.

La primera imagen visual del Salón Otoñal de Artistas Independientes

 

Pero el Salón Otoñal de 1920 tuvo su propio cartel anunciador, obra del pintor, cartelista y socio de la AEPE, Agustín López, que lo firmó con un anagrama y representó el triunfo del arte universal con una imagen de la Victoria de Samotracia, como escultura mundialmente reconocida, tras la que se esbozan dos figuras femeninas y una enorme paleta de pintor con una estética muy del gusto de la época.

En La Tribuna del 20 de octubre de  1920 se leía: …»De Agustín es también el cartel de la Exposición de  Otoño. Conviene recordarlo ahora que acabamos de hablar de interpretaciones coloristas. El cartel es como tal cartel, aparatoso- y deslumbrante de colores».

Anagrama de la firma de Agustín López en el cartel anunciador del I Salón de Otoño

 

La Gaceta de Bellas Artes de abril de 1920 publicó entonces el reglamento por el que se regiría la convocatoria. El primer artículo decía que “la Asociación de Pintores y Escultores tratará por todos los medios posibles, que el Salón de Artistas Independientes se celebre todos los años durante los meses de Octubre y Noviembre”. 103 años después, así seguimos haciéndolo.

Desde el principio, se establecieron tres secciones: pintura, escultura y grabado, reservando una sala para “Apuntes de viaje”, en las que podían participar cualquier artista español o extranjero, incluyendo unas fechas de entrega de obras y de fotografías que aportaban los artistas, si es que estos querían que figuraran en el catálogo.

Era necesario además consignar el nombre y apellidos del autor, lugar de nacimiento, su domicilio y el precio de la obra, colocándose las mismas según criterio de la Comisión y cinco expositores designados por sorteo, que acomodarían las obras atendiendo a las limitaciones del local.

La entrada solo era gratuita para los expositores y asociados a la AEPE, a quienes se proporcionaba un carnet, además de para el público general solo los días festivos, siendo su precio habitual variante entre una y cinco pesetas.

En la Gaceta de Bellas Artes de junio de 1920 se publicaban los “Propósitos” del Salón, destacando que a pesar de ser una empresa difícil, la AEPE es “conocedora de que la convocatoria levantará críticas exacerbadas y será un efecto llamada para artistas aficionados ajenos a la vida profesional… Pero también es consciente de que algún día se logrará que el porvenir y la existencia de las Bellas Artes se vea regida por quien sobre todos y todo, tienen derecho a ello: por la pública opinión”.

El escrito declara que a la AEPE solo le guía el desinterés y el altruismo, sabiendo que esta hazaña conlleva censuras y críticas, despectivos gestos que ha sufrir pero también aplausos y agradecimiento de artistas jóvenes que entiendan los principios de libertad que el Salón proclama.

También se publicaba bajo el subtítulo de “Lo que se trata de estudiar y modificar”, que el Salón llevará al público las maneras, coloraciones y puntos de vista de cada artista y que son propias y distintivas de cada región, y que por ello se intentará agrupar a los mismos bajo ese criterio, teniendo especial cuidado en lo posible, de espaciar lo suficiente cada obra para que no se perjudiquen unas a otras.

En junio de 1920, aparecía el primer anuncio del Salón. Esquemático, simple, sencillo.

 

El primer anuncio del Salón de Otoño

 

La Gaceta de Bellas Artes de agosto de 1920 detallaba el programa exacto de la exposición, con las actividades que se realizaban cada día. Así, el día 14 se realizaba el barnizaje, amenizado con un sexteto de música. El barnizaje era el día final en el que con las obras ya colgadas, los artistas podían darles los últimos toques antes de la inauguración oficial. Era un día de nervios, de primeras críticas, impresiones y primeros comentarios de la prensa que se publicaban al día siguiente.

El día 15 de octubre sería la inauguración oficial con asistencia de SS.MM. los Reyes y el Gobierno; mientras que el resto de días, el Salón era amenizado por música clásica, piano, orquesta, conciertos y banda militar…

En la Gaceta de Bellas Artes de septiembre de 1920, se dice que “con el objeto de abreviar el epígrafe de la Exposición llamada Salón Otoñal de Artistas Independientes, la designaremos de aquí en adelante con el fácil y breve de Salón de Otoño”.

El llamamiento que se lanzaba también insistía en que los artistas, hoy igual que ayer, fueran puntuales a la hora de llevar sus trabajos, para que no los remitieran en el último momento como era habitual en las Nacionales, e incluía como curiosidad actual, la posibilidad de llamar por teléfono al número del Palacio, que era el 16-47.

Concluía el escrito consignando que “No seguiremos la costumbre de publicar largas listas de nombres como garantía del éxito, porque tratamos de dar un carácter al Salón amplio, general, libre, y toda indicación mixtificaría nuestro propósito. Íntegro, sin prejuicios, en apretado haz, los artistas españoles le inaugurarán, entregándole al juicio público, al de la prensa y a los altos poderes de toda clase, de quienes esperarán tranquilos el fallo”.

En la Gaceta del 15 de septiembre se publicaban las bases del Concurso musical del Salón de Otoño, que corría paralelo al del artístico, con el que los fundadores querían “dar la mayor amplitud e interés al primer Salón de Otoño… y estimando que la Música debe tener en este certamen tanta importancia como la Pintura, la Escultura y el Grabado”… por lo que se organizaron seis conciertos a cargo de la Orquesta Benedito, que se celebrarían en el Palacio de Cristal.

Al concurso podrían presentarse compositores y concertistas españoles, con el deseo de “proporcionar a los músicos, como hace con los demás artistas, campo abierto donde demostrar sus aptitudes, realzar sus méritos y en el que con las menos restricciones posibles puedan realizar sus aspiraciones y hallar posibilidades para su porvenir artístico”.

Se podían presentar partituras de obras para orquesta que durarían un máximo de veinte minutos, de asunto, motivo o tema y forma libre.

Además, los concertistas de piano, violín y violoncello podían participar para interpretar con acompañamiento de orquesta tras una audición en la que se seleccionaría a los mismos.

En la Gaceta de Bellas Artes del 15 octubre de 1920, se comunica que ya se han colgado las obras presentadas. Un trabajo ímprobo si pensamos que se presentaron 959 obras y que el Palacio de Exposiciones (de Velázquez), es reducido y estaba mal acondicionado. El propósito inicial se había cumplido: ni una sola firma fue desechada, ni una sola obra presentada fue excluida.

La autocrítica llegaba asegurando que fruto de la experiencia, en próximas ediciones se solicitaría a los autores no llevar tanta obra para posibilitar su exhibición más decorosa.

Cerraba el artículo la contundente frase: “Ahora, el público tiene la palabra”, relacionando después los nombres de los expositores y dos salas especiales, la del Círculo de Bellas Artes y la Sala denominada “Recuerdos”, que logró reunir obras de Gustavo Adolfo Bécquer, Domingo Marqués, Sebastián Gessa, Eugenio Lucas, Raimundo Madrazo, Eduardo Rosales, Casimiro Sáinz, Modesto Urgell y Diego Velázquez.

En la Gaceta de Bellas Artes de noviembre de 1920, reflexionaba Juan Espina y Capo sobre cómo era el Salón de Otoño que se estaba celebrando aún:

…“El salón ha puesto de relieve que es posible hacer exposiciones sin la concurrencia de los autores más consagrados, porque con su ausencia desaparece la rutinaria costumbre de establecer las siempre odiosas comparaciones, resultando consagrados algunos que no lo hubieran sido fácilmente cometiendo gran injusticia al negarles la consagración. También ha puesto de relieve que existe un número no pequeño de artistas que ha acudido al llamamiento del salón dando pruebas inequívocas de pasión, de amor extraordinario a la gloria propia y a nuestra patria.

Admirable, porque pagándose los portes, exponiéndose a la pérdida o deterioro de las obras, sin opción a premios en metálico ni compras oficiales, sin esperanza en el apoyo de los poderosos; seguros además de ser atacados despiadadamente por plumas desconocidas y olvidadas.

Que en una palabra, han acudido sin ninguno de aquellos alicientes que excitan el egoísmo, la inmodestia y la adulación; sin ninguno de aquellos móviles que bien manejados elevaron a algunos de los hoy consagrados ausentes.

Que han acudido, repito una y mil veces, al Salón de Otoño, contribuyendo con su ejemplo, con el cerebro lleno de ideales, con vocación de mártir, a que el Salón sea en el porvenir lo que se pretende que sea: el palenque sincero de combate noble, recio, sin tregua ni cuartel; combate que teniendo por buenas únicamente las armas del ideal, y por amor y dama la belleza, otorgue o niegue el triunfo sin ambages ni miserias; abra la puerta del recinto a cuantas manifestaciones es capaz el humano ingenio de dar forma, a cuanto quiera contribuir a la ilustración y la enseñanza de los analfabetos del Arte”….

En la Gaceta del 15 de noviembre continúa su reflexión Espina y Capo preguntándose …”¿Qué sucederá ahora si, como es de desear, perdura el Salón de Otoño, como es propósito resuelto de la Asociación? … Sucederá que se normalizará y pasado el tiempo, con la gloria y prestigio público y libre, llegando a ser la consagración artística una verdad, por cualquier lado que se la mire… el artista llegará a la consagración por los laureles obtenidos en el Salón de Otoño, por la emulación del veterano, pro una porción de causas y concausas que atarán su opinión y sus resoluciones a principios de una justicia que respira y vive en el ambiente de la voz pública, conjunta de opiniones, controversias y, sobre todo, buena fe, porque nada la va ni la viene en el asunto, y después de todo, cuanto de humano existe, desea, sea comoquiera, verse elevado, aplaudido y patrocinado, porque lo que todos suponemos juntos, todos lo deseamos en particular”…

La Gaceta de Bellas Artes de diciembre de 1920 informaba de que el Rey había visitado la exposición, que le causó honda “satisfacción de esta primera manifestación de los artistas, hecha tan espontáneamente y con tanta fortuna, en materia que constituía una verdadera honra fuera de España… y cuya gloria se repartiría entre todos los españoles”.

También visitaron la exposición miembros del gobierno, el Ministro del ramo y el Director General de Bellas Artes, que mostraron su “extrañeza de ver que algo tan difícil se haya logrado”, felicitando a la comisión organizadora y a la AEPE, para la que tuvo frases de encomio y admiración que se verificaron al comprar, a título personal, distintas obras expuestas.

En la del 15 de diciembre de 1920, como Secretario General de la AEPE, Juan Espina y Capo presentaba la Memoria anual diciendo …“Los poderes públicos son completamente refractarios a las Bellas Artes. Los recursos del Estado y las iniciativas oficiales son insuficientes para atender a esta manifestación de la cultura y lo que es peor y más doloroso, que los propios artistas conspiran y mantienen la doctrina de que la pintura y la escultura no merecen una consideración pública, haciendo que veamos esta lucha que mantenemos como algo inútil, pese a que continuemos denunciando que estamos desatendidos frente a incomprensibles manifestaciones artísticas de cifras astronómicas y desorbitadas que en nada ayudan a la difusión del arte… La vida de la AEPE está constituida por una existencia artificial; respira milagrosamente gracias a la inyección en sus venas del tremendo trabajo de su Junta Directiva, de su Secretaría General, a quien no se compensa su labor altruista, de buena fe y entusiasmo… Si lo extraordinario es posible algunas veces, lo que no lo es, es vivir continuamente del favor y de la misericordia, es preciso que nos busquen, hay que abandonar la idea de buscar a los demás. La Asociación debe velar porque el Arte y su dignidad se salven por su propio valor”…

Específicamente, se refería Espina y Capo a que el Salón debería ser “fuente segura de ingresos, modestos, pero seguros, reformándose el reglamento con arreglo a la experiencia adquirida… establecer una inscripción más baja a los socios… y el 10 por ciento de la venta de obras, no cabe dudar del éxito del Salón, máxime si se tienen en cuenta los ingresos auxiliares, como la bastonera y venta de catálogos, sin necesidad de fundar la esperanza en subvenciones o donativos”…

Y también añadía que …”suprimiendo todo lo que no sea pura y simplemente el Salón de Otoño, se puede, sin riesgo, pensar en la realización del próximo y siguientes, en la seguridad, como auguro en esta Memoria, de que ha de ser una fundación importantísima para gloria de los artistas e incremento de la fuerza moral y económica de la Asociación… En la Exposición Nacional de Bellas Artes no se ha vendido ni una sola obra; y en nuestro Salón, se ha dado lo que podemos llamar la voz de alarma en este sentido, porque sin buscarlo, sin solicitarlo, sin ninguno de aquellos medios que existen para vender con más o menos gallardía lo que es tan grande y hermoso como al producción artística, hemos llegado, aunque modestamente, a dar esa voz a que me refiero, logrando interesar por primera vez al público, que se ha servido adquirir… 23 obras

El éxito del primer Salón de Otoño hizo que a instancias de los artistas y de la Junta Directiva de la AEPE, se le rindiera un sentido homenaje a su creador, Juan Espina y Capo, a quien se le entregó una Medalla de Oro, modelada y generosamente donada por Mariano Benlliure, que los amigos y expositores dedicaron al Secretario General como tributo de gran afecto y fraternal compañerismo.

Acompañó a la exquisita Medalla de Benlliure un cuaderno de pergamino con una preciosa cubierta de Agustín, en la que figuraban las firmas de los asistentes al homenaje.

Espina y Capo agradeció las muestras de cariño y leyó allí mismo la autorización solicitada al gobierno para celebrar el segundo Salón de Otoño en 1921 y la concesión de una modesta subvención y el decidido apoyo recabado para la construcción en Madrid de un Palacio de Bellas Artes y Exposiciones.

La Medalla a Juan Espina modelada generosamente por Mariano Benlliure

 

En la Gaceta de enero de 1921 decía Mariano Benlliure: …”El Salón de Otoño, inaugurado este año, ha sido una de las notas más salientes y acertadas del año artístico nacional, y aunque solo se ha hecho a guisa de ensayo, ha sido un éxito y una  promesa de superación”.

 

 

ESPECIAL SALÓN DE OTOÑO. Somos los grandes olvidados

ESPECIAL SALÓN DE OTOÑO.

Somos los grandes olvidados

Mª Dolores Barreda Pérez

SECRETARIA GENERAL DE LA AEPE

«SECRETARIA PERPETUA» DE LA AEPE

 

113 años de vida societaria, al servicio del arte de España bajo al dirección de los grandes maestros de la pintura española

 

 

«El Salón de Otoño representa el esfuerzo realizado por la AEPE

sin auxilio oficial alguno y dando la mayor amplitud a su pensamiento,

aquí donde todo se fía a la iniciativa y ejecución del estado».

Pedro Poggio, 1920

Reclamamos justicia, exigimos el reconocimiento que merecemos los que trabajamos sin percibir ninguna retribución y lo hacemos además, con la satisfacción del deber cumplido.

Pasan los años y nunca alcanzamos la pequeña parte de esa justicia distributiva que las administraciones proclaman.

No será por falta de entusiasmo, honradez y esfuerzos puestos a devoción de la causa del Arte por un elevado número de artistas, que desde hace 113 años vienen haciendo una labor verdaderamente heroica, sin protección, sin recursos y sin elementos de aquellos que mantienen la vida de otras entidades; no será tampoco por la ayuda que nos han prestado los críticos y escritores de arte.

Arrastrando una existencia precaria, aposentados en modesto albergue, reducidos a un número de socios, sufriendo las continuas críticas de quienes no logran sus miras políticas e interesadas, de quienes una vez conseguidas, nos abandonan, la Asociación Española de Pintores y Escultores vive, sobrevive y da señales evidentes de sus virtudes al celebrar el 90 Salón de Otoño y el 59 Premio Reina Sofía de Pintura y Escultura, manifestaciones nobles de arte que suponen un nuevo aldabonazo que damos a la atención pública y a las puertas oficiales del Estado.

Casi todas las corporaciones artísticas similares a la nuestra han logrado de los poderes gubernamentales tener refugio gratuito donde convivir, donde celebrar sus fiestas y desarrollar sus actividades y fines en pro de las Bellas Artes.

La Asociación Española de Pintores y Escultores, con méritos más que suficientes labrados a fuerza de trabajo desinteresado a lo largo de 113 años de historia, tiene que solicitar anualmente la concesión de ayudas y subvenciones como apoyo a su incansable actividad, y no logra obtenerlas porque no encaja en ningún grupo de los establecidos oficialmente para poder obtenerlas.

Si las ayudas son para la creación, se contemplan a nivel individual, no asociativo; ayudas a la creación en las que no entran las entidades sin ánimo de lucro; si la ayuda es para las entidades sin ánimo de lucro, no entramos porque es para proyectos expositivos que exigen curadores y un amplio sistema de gestión de personal al que no podemos hacer frente desde la AEPE; si es para un proyecto en concreto, como el Salón de Otoño o el Premio Reina Sofía, tampoco entramos porque debe ser que este tipo de arte no consigue los puntos suficientes para la baremación; si la subvención es para la edición de libros, no podemos editarlo porque debe tener una amplia tirada que nos exige una inversión de al menos el 60% del importe total; si es para la publicación de libros, tampoco entramos porque no somos una editorial; si la ayuda es para la gestión de archivos documentales, imposible, porque nos obligan a contratar a personal especializado con categorías y sueldos imposibles de asumir…

Y así estamos…

Nadie parece entender que nuestra ventaja es la dirección, organización y realización de exposiciones encomendadas a la buena voluntad y desinterés de una Junta Directiva celosa en la administración de sus recursos.

Por eso nuestras actividades ofrecen un carácter singular que las diferencia de las oficiales y particulares: y es que en ellas no hay esa lucha sórdida de intereses creados y de compadrazgos más o menos encubiertos.

En los Salones de Otoño, en el Premio Reina Sofía, en el resto de certámenes y salones de la institución no hay privilegios, no hay cortapisas; es un palenque al que pueden asistir los que al Arte se dedican, sin el temor de que sus obras sufran una disección cruel de los partidistas de las diversas escuelas clásicas y modernas.

Al lado de las producciones de los maestros y de los conspicuos figuran las de los humildes y noveles. En ellas no actúan Jurados sujetos a presiones del corazón, de la gratitud y del cupo de género. A los jueces sólo se les ofrecen las obras con los números de inscripción, jamás con el nombre de los autores, de forma que la obra se salva o se condena por sí misma, desprovista de todo antecedente histórico de su género, de sus méritos, títulos, cruces, medallas, premios o padrinos. Al lado del académico o del genio consagrado aparece el principiante o el demoledor futurista de todo lo existente.

Quienes reniegan de los jurados de la AEPE no entienden realmente de arte. No se puede seleccionar obras por género, y menos aún premiarlas o exigir una paridad en los galardones. No se puede exigir, en premios en los que nada tiene que ver el Estado ni sus organismos, una paridad de género, puesto que en los Jurados alimentados con la teta del estado, todos cobran sus honorarios, largos y agradecidos, mientras que los jurados de la AEPE se realizan con auténticos artistas, socios y amigos de la entidad, que prestan su apoyo a la misma de forma desinteresada.

Nada mejor que un artista para decidir sobre otro artista. No asociaciones artísticas repletas de juristas y otros oficios que, aunque relacionados con el arte, no lo son. Nada de cupos obligados y calzados a presión por una falsa legitimidad determinada por el género en lugar de los méritos. Nada de infantiles reproches que aludan a la dignidad de una sociedad paritaria en la que nada cuenta el prestigio y la maestría. No.

La lucha que llevamos a cabo a través de nuestra independencia política, que viene dada precisamente por no recibir ningún tipo de subvención oficial, es precisamente la que nos permite llevar a cabo la actividad de la entidad de forma honrada y noble, puesto que así trabajamos por el arte desde hace ya 113 años, lejos de causas interesadas y defendiendo la libre concurrencia de los artistas para que tengan cabida en nuestros certámenes todas las tendencias y categorías, y encuentren una oportunidad de exhibir sus obras sin apenas restricciones, más que las dictadas por las dimensiones de salas de exposiciones, y bajo el Jurado seleccionador y calificador formado por artistas iguales.

Justicia reclamo para nosotros.

Porque somos los grandes olvidados.

Hemos cumplido 113 años de historia. Hemos sido imprescindibles en la vida artística y cultural de España por muchos, muchísimos años. Hemos abanderado la creación y exhibición artística española a lo largo de décadas gloriosas de pintura y escultura nacional e internacional. Hemos realizado más de 9.000 actos culturales que abarcan desde exposiciones hasta conferencias y todo tipo de actividades artísticas. Hemos sido referencia obligada en la realización de muestras y exhibiciones. Hemos sido pioneros en la edición de una revista artística con 113 años de historia como es la Gaceta de Bellas Artes.

Hemos brindado nuestros socios a otras instituciones en las que han ejercido cargos de suma importancia, como Directores del Museo del Prado, de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, del Círculo de Bellas Artes, del Ateneo, de la Academia de España en Roma, del Museo de Arte Moderno, hoy Museo Reina Sofía, de la facultad de Bellas Artes…

Con todas ellas nos hemos relacionado. Todas han colaborado con la Asociación Española de Pintores y Escultores, han bebido de nosotros, han forjado su historia con la nuestra… y todas, se han olvidado de nosotros deliberada e intencionadamente.

Desde 1951, en que la AEPE ya solicitó por primera vez a la Real Academia de Bellas Artes de Fernando la concesión de la Medalla de Oro para nuestra entidad y para el Salón de Otoño, petición repetida en los últimos años, hasta más de una década en la que venimos solicitando a esas instituciones un reconocimiento para nuestra entidad, pasando por la petición al Ministerio de Cultura para que nos conceda la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, puesto que el Salón de Otoño es el certamen más antiguo y prestigioso de los que se convocan en España y el Premio Reina Sofía es además el único no oficial que mantiene esta denominación, hasta las reiteradas peticiones que anualmente realizamos a la Comunidad de Madrid, para que nos conceda la Medalla de Oro, o al Ayuntamiento de Madrid, para lograr la Medalla de Honor… todo es inútil. Nuestro “rodaje” no interesa.

Incansables, seguiremos pidiendo lo que en justicia nos corresponde. Nosotros, que no costamos al erario público un solo euro, que pagamos religiosamente nuestros impuestos, que funcionamos y gestionamos por amor al arte, que representamos en verdad a los artistas de España.

Y lo reclamo porque el resto de entidades viven de esos fondos oficiales, perdiendo así su independencia.

Justicia para nosotros y para los pintores y escultores.

Justicia para el arte y los artistas.

Justicia reclamo sin ninguna esperanza, en estos tiempos en los que la justicia se ha convertido en una utopía.

Llevamos 113 haciendo arte

113 años de pasión por el arte

113 años haciendo cultura en España

 

ESPECIAL SALÓN DE OTOÑO. 90 Salones después

ESPECIAL SALÓN DE OTOÑO.

90 Salones después

José Gabriel Astudillo López

Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores

 

Desde principios del siglo XX, los pintores y escultores de España comenzaron a darse cuenta de que debían defender el arte y proteger sus intereses, tanto en lo relativo a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, único gran evento alrededor del cual se movía el arte de la época, como en cuanto a sus relaciones con el Estado, que creían debía promover y fomentar la vida artística y cultural de España.

Tras algún que otro intento fallido, Eduardo Chicharro y más de 180 artistas del momento, reconocidos como auténticas figuras y maestros en la actualidad, lograron fundar la Asociación de Pintores y Escultores, que el pasado mes de abril cumplió ya 113 años.

Los comienzos siempre son difícil, pero la naciente entidad superó todo tipo de trabas y encaminó sus pasos en la defensa del arte y los artistas y se centró en abordar el gran problema que sufría el arte español: la falta de exhibiciones a la manera en que se estaba haciendo en el resto de capitales europeas.

La Asociación Española de Pintores y Escultores, que venía colaborando en la realización y desarrollo de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, la única manifestación colectiva de alguna entidad y significación representativa de carácter artístico que existía en España, consciente de todos sus vicios, albergó durante años la idea de una exposición pura y aséptica en la que no hubiera más opinión ni críticas que la del público soberano.

El firme propósito del Secretario de la AEPE de la época, Juan Espina y Capo, fue determinante para la creación en 1920 del Salón Otoñal de Artistas Independientes que en seguida se conocería como Salón de Otoño.

Una muestra nacida con la idea de ser una gran cita artística en la que se admitirían obras de pintura, escultura y grabado sin previo examen, siendo ésta la base y solo teniendo en cuenta como limitación, la que impusiera el local, en relación a las obras presentadas.

Frente al desinterés de las instituciones oficiales por el arte y los artistas, frente a la oposición de los propios artistas, algunos no creían en esta independencia ni libertad, frente al problema que suponía que Madrid no contara con un espacio digno de exposición, más que el Palacio de Bellas Artes del Retiro, en un estado de abandono humillante para los artistas. Frente a todo ello y mucho más, la AEPE luchó por la creación de un salón independiente, lejos de los criterios institucionales que marcaban la participación en las Exposiciones Nacionales y de los vicios que éstas arrastraban.

Presentar la obra por sí misma y que por sí misma se condenara o glorificara ante el público y la crítica.

Y hacerlo en unas fechas opuestas a la única cita artística con la que contaba la capital, que celebraba las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de manera bianual en la primavera y en el mismo lugar, el Palacio de Bellas Artes del Parque del Retiro, que hoy conocemos como el Palacio Velázquez, con su adjunto el de Cristal.

Así fue como nació el primer Salón de Otoño, una experiencia en la que no había premios en metálico ni compras oficiales; no había esperanza en el apoyo de los poderosos, ni recomendaciones, ni dádivas, ni favores o regalos que pagar; sin alicientes egoístas ni expectativas aduladoras; sin presiones, sin apasionamientos, sin envidias ni prejuicios; sin otro propósito más que el de presentar al público, a la crítica (que por aquel entonces sí ejercía y en abundancia), una obra de arte.

Se trataba de reunir en un ambiente de compañerismo e igualdad, todas las maneras y todos los diferentes criterios del arte. Una acción noble que se logró y que llega hasta el día de hoy, en que celebramos su edición número 90.

113 años después, el Salón de Otoño es el certamen artístico más antiguo y prestigioso de los que se celebran en España.

90 ediciones después, seguimos pidiendo para el Salón de Otoño la Medalla al Mérito de las Bellas Artes, en intentos silenciados para los que no recibimos ni una normalizada contestación del Ministerio de Cultura, ese que tanto nos debe a través de la Dirección General de Bellas Artes que tan ligada estuvo siempre con nuestra entidad.

113 años después, la Asociación Española de Pintores y Escultores respira milagrosamente gracias a la inyección en sus venas del tremendo trabajo de su Junta Directiva, del impagable esfuerzo de su Secretaria General y Secretaria Perpetua, Mª Dolores Barreda Pérez, a quien jamás podremos recompensar su labor altruista y entusiasmo.

113 años después sobrevivimos gracias a la ilusión de los socios, porque no contamos con ayudas del erario público ni vivimos merced a subvenciones oficiales. Y pese a ello, somos capaces de lograr milagros como este 90 Salón de Otoño, cuya calidad avala y reafirma, más que nunca, su necesaria existencia.

Y es precisamente esta ausencia de intervención de los poderes públicos, a los que no estamos sujetos por ningún tipo de vínculo económico, la que avala nuestra independencia y libertad de criterio, nuestras acciones y decisiones, nuestro prestigio.

La Asociación Española de Pintores y Escultores vela porque el Arte y su dignidad se salven por su propio valor.

113 años después, los poderes públicos siguen siendo completamente refractarios a las Bellas Artes. Los recursos del Estado y las iniciativas oficiales son insuficientes para atender a estas manifestaciones de la cultura, y lo que es peor y más doloroso es que los poderes públicos mantienen la doctrina de que la pintura y la escultura no merecen una consideración pública especial e igual frente a otras artes como el cine o el teatro, haciendo que veamos esta lucha que mantenemos como algo inútil.

Evocando pasadas ediciones, la presente, en la que conmemoramos el 90 nacimiento del Salón de Otoño, quiere rendir un pequeño pero emotivo homenaje a Santiago de Santiago, que fuera Vicepresidente de la AEPE y Premio Princesa Sofía de 1971.

Fallecido esta primavera, el escultor llevaba más de 50 años otorgando un premio con su nombre en el Salón de Otoño. Un mecenazgo ejercido durante más de medio siglo, que sólo puede ser expresión de su generosidad personal orientada al apoyo de la cultura, del arte y específicamente, de la escultura.

Por eso, Santiago de Santiago merece este reconocimiento de la Asociación Española de Pintores y Escultores, en la que estuvo muy implicado, pero también merece el reconocimiento de los artistas y de la sociedad en general, porque su labor y trabajo artístico y de mecenazgo, sobreviven bajo el amparo de lo que significa el arte, por encima de su rentabilidad y rédito mediático y social.

Homenaje y reconocimiento también a los cerca de 40.000 artistas que han participado en las 90 ediciones del Salón de Otoño. Gracias a ellos el certamen artístico más antiguo y prestigioso de España existe; ellos son los que justifican su existencia y reafirman su imprescindible necesidad hoy más que nunca; ellos son los auténticos protagonistas de este acontecimiento, los depositarios de un legado tan importante y los defensores de un futuro ineludible con los que la Asociación Española de Pintores y Escultores continuará escribiendo la historia del arte de España por muchísimos años más.

Aquí estamos 113 años después, 90 Salones de Otoño después, presentando al público y a la prensa, una nueva edición del único reducto artístico independiente de toda España.

Es posible gracias a los socios, a los artistas participantes, seleccionados o no, al jurado de esta y otras ediciones, un auténtico lujo del que bien podemos presumir por su amor y apoyo a nuestra entidad, a instituciones como la Comunidad de Madrid, como el Ayuntamiento de Madrid, a través de la Junta Municipal de Retiro, a la dirección de la Casa de Vacas, cuya reputación viene forjando tan acertadamente su directora, a los amantes del arte que cada año nos animan a continuar con este tremendo esfuerzo y a cuantos asisten al milagro del arte que desde la AEPE sostenemos.

A todos, muchas gracias.

Llevamos 113 haciendo arte

113 años de pasión por el arte

113 años haciendo cultura en España

El falso puritanismo en la sociedad y en el arte

 

Mª Dolores Barreda Pérez

Secretaria General

Secretaria Perpetua de la AEPE

 

Buscaba motivos para inspirarme en el cartel anunciador de la exposición “Desnudos”, tema elegido por la Junta Directiva para realizar una muestra de la Asociación Española de Pintores y Escultores para el próximo año 2024.

Pensé que el desnudo más universal de la pintura española, entre otros muchísimos, por supuesto, era la Maja desnuda de Goya, y así la busqué en internet, en imágenes.

Imposible, no aparecía ni una sola imagen del famoso cuadro. Todas las fotografías mostraban a la Maja vestida.

No me lo podía creer, entre los aproximadamente 254.000 resultados obtenidos, no se encontraba imagen alguna del famoso cuadro.

Eso sí, encontré a Penélope Cruz a lo Maja vestida, a Rosalía, de igual pose, y fotogramas de series españolas que recrean la escena… pero vestidas, claro.

Otra búsqueda. En seguida pensé en el cuadro de Sorolla titulado “Desnudo de mujer”, una maravilla inspirada en la Venus del espejo de Velázquez, en la que la esposa del pintor aparece en la cama sobre un impactante edredón de raso color rosa.

Nada. No aparecía la imagen del cuadro. No lo podía entender.

Probé nuevamente con la Venus del espejo de Velázquez. Ni una imagen oiga. La cosa se ponía ya entretenida.

Entonces quise abarcar el tema completo y busqué “famosos desnudos en la pintura”, y de entre todas las imágenes que aparecieron, sólo dos contenían desnudos realistas: El nacimiento de Venus, de Botticelli, considerada una de las diez pinturas más famosas del mundo, y La Creación de Adán, de Miguel Ángel, el famoso fresco de la Capilla Sixtina.

Junto a ellos, aparecía el famoso desnudo moderno abstracto de Matisse, monocromo, un Autorretrato con perro de Lucian Freud, en el que el artista aparece con unos pantalones, y una pintura tildada de “pornográfica” de Egon Schiele. Y ninguna más.

Nada de la Olympia o el Desayuno sobre la hierba de Manet, de la Venus de Urbino de Tiziano, ni Las tres Gracias de Rubens, por poner solo unos ejemplos.

Y ya entonces ni hablamos de las Venus prehistóricas, de las representaciones egipcias, nada de los suaves desnudos de Praxíteles o la famosa Afrodita (Venus de Cnido), de las pinturas de los lupanares de las casas de Roma o Pompeya, de las Evas de los códices medievales, o la Vanidad de Memling, los desnudos de El Bosco, de Fragonard, Bouguerau, Coubert, de Ingres, Delacroix, Degas, Renoir, Toulouse-Lautrec, del erotismo de las odaliscas de Fortuny, Pinazo, Rosales, ya lo hemos dicho de Sorolla y tampoco, y para qué decir nada de Gauguin, Klimt, Tamara de Lempicka, Otto Dix, Magritte, Dalí, Picasso, Miró…

¿Por qué entonces no aparecen fotografías de sus desnudos? Porque un desnudo artístico, en un lienzo o en una escultura, es una interpretación de la belleza en la que podemos recrearnos y es un puro gozo para la sensibilidad de quien lo aprecia.

Busqué entonces en el Museo del Prado, donde se pueden ver a gran resolución las obras maestras que atesora la pinacoteca. Y allí sí que la encontré. La imagen del famoso cuadro por fin aparecía ante mis ojos.

Sin embargo, al igual que en otras obras se puede ampliar con el zoom para observar los detalles, en la Maja desnuda no hay más que un único aumento, mientras que en otras, el zoom nos muestra detalles exquisitos.

 

La maja desnuda, de Francisco de Goya

 

Esto me hace preguntarme a qué viene este puritanismo artístico en la sociedad en la que vivimos, plagada de mensajes y de imágenes explícitas de desnudos, sexo y violencia.

Enciendo la televisión, en esas escasas veces que la veo por analizar las informaciones que nos depara, y me impactan una serie de imágenes explícitas y escatológicas que hieren cualquier sensibilidad, aunque aún no he oído a nadie quejarse de ello.

Entonces recuerdo el asunto de 2017 de The Met Museum, cuando una recogida de firmas solicitó al Metropolitan de Nueva York la retirada del cuadro Thérese Dreaming de Balthus, donde se ve a una adolescente sentada en una silla que deja al descubierto sus bragas. Me acuerdo en este preciso momento de un anuncio en el que nos enseñan la absorción de unas compresas, en las que un líquido rojo hace las veces de menses, en una imagen escatológica que daña más que las bragas blancas de una adolescente.

En aquel momento se dijo que algunos espectadores encontraban ofensiva esta visión. ¿En serio? ¿Ofensivo ver unas bragas? Qué pensarían entonces de este anuncio de compresas… no me lo quiero ni imaginar.

Pero claro, es que no debe ser lo mismo. Vivimos en una época en la que impera lo políticamente correcto, y debe ser que tenemos que normalizar ver menses en lugar de bragas. Feminismo contra realismo de pretendido “mensaje subliminal”.

En 2021 el Museo del Prado inauguró la exposición Pasiones mitológicas, plagada de cuerpos femeninos desnudos, cuadros sublimes que representaban el ideal y la perfección que el cuerpo femenino ha supuesto para los creadores, y en esta ocasión se repitió el incomprensible pero cierto intento de censura de obras de Tiziano, Rubens o Velázquez, justificado en el valor político y moral del arte como beneficioso para la sociedad.

Ataques con los que se busca imponer un ideario obligatorio para la sociedad en el que no caben imágenes estéticas y artísticas de ningún tipo, y menos aún si éstas son del pasado.

En cambio, no hay problema alguno en difundir imágenes de una Drag Queen en las que se blasfema contra la Santísima Virgen y contra Cristo crucificado. Al contrario, se tienen como ejemplo de revolución artística y como una faceta más del arte actual que es transgresora, tiene carácter perturbador o sirve de denuncia.

Eso sí es políticamente correcto. Pero nadie piensa entonces en cómo esas imágenes atentan contra la libertad religiosa de una parte de la sociedad española, del mundo, y la falta de respeto que suponen para sus practicantes, mientras nos llevamos las manos a la cabeza y nos parece impensable hacer lo mismo con otro tipo de cultos por los que ya en Francia, murieron multitud de personas en un ataque sin precedentes a la revista Charlie Hebdo.

La sombra de lo políticamente correcto, que es lo que en la actualidad vivimos incluso en el mundo del arte, se impone en detrimento de la calidad de lo que se nos muestra, siendo el resultado un arte que evade, pero no ofende. O eso creen quienes así lo defienden.

Censurar Las tres gracias, El rapto de Europa o Dánae recibiendo la lluvia de oro resulta para mi aberrante, y que en redes sociales se censuren sus imágenes por “contenidos explícitos”, que se les ponga una estrella o una tira negra a los pechos de las mujeres, a su pubis, me resulta inconcebible, pero es el resultado de la sociedad que estamos haciendo, una sociedad repleta de grandes eufemismos donde triunfa el “buenismo” que alguien se encarga de determinar que es el correcto y adecuado para la época que vivimos.

Eso nos empobrece. Los regeneracionistas de principios del siglo XX tienen en común con los idearios políticamente correctos actuales, que ninguno quiere echar la vista al pasado para glorificar lo vivido. Lo anterior no vale, no sirve de ejemplo, no es moralizante ni bien visto por el buenismo imperante.

El pasado nos hace grandes, nos ha hecho grandes siempre. España sigue viviendo de la grandeza de Velázquez, y en eso parece que no hay reparos. De momento… Pero no está dispuesta a claudicar con el resto de artistas. No, sólo vale lo actual como fuente de conocimientos imprescindible que aportan a la sociedad una imagen falsa de belleza basada en selfies y el postureo, que nada tienen que ver con el arte con mayúsculas.

Hay que educar en valores. Hay que educar en arte. No es lo que el artista hace, sino la mirada de quien lo ve de forma perturbada y retorcida, haciendo de ese arte algo incómodo y ofensivo.

La Inquisición ha vuelto a nuestras vidas. Quizás no lo creamos, pero por mucho menos se quemaba en las hogueras que tanto critica la revisión histórica que se está forjando. No lo vemos, pero existe esa medida inquisitorial a todos los niveles de la vida, dictada por no sabemos quién, para que solo veamos el todo que quieren que veamos y no más allá.

 

Desnudo, Joaquín Sorolla

 

No soy mucho de pensar en teorías conspiratorias, pero en el arte, en la vida actual, todo lo que está pasando, va mucho más allá de lo imaginable.

Hay una panda de Braghettones que nos están condicionando la forma de ver las cosas, la forma de apreciar el arte, dictaminando cómo debe ser todo, lo que debe ser el arte, en una línea que no pienso cruzar porque entra directamente en el campo de la censura, y como periodista que soy, me hiere profundamente esa práctica que parecía haber quedado en ese pasado que nadie quiere revisar y al que, necesariamente, debemos echar mano cada vez con más frecuencia.

Cuando una institución como la Unesco, censura los desnudos de esculturas con tangas y braguitas de Stéphane Simon, para no ofender, pero se permite que en horario infantil se puedan ver películas con contenido sexual, con escenas sexuales que pueden herir más que el cuerpo desnudo de unas esculturas, es que algo gordo está pasando en el mundo del arte.

Cuando se critica tanto que una cantante pueda desnudar su busto en un concierto, en aras de la libertad, y convertirse en noticia global que sale en telediarios y programas de opinión y tertulia en horarios de todo tipo, pero se censuran los pechos de Las tres gracias y se tapan con un rectángulo negro, es que algo se está haciendo mal. Muy, muy mal. A no ser que el hecho censurable no cuadre con el ideal de belleza actual… que denuncio como afectada directa por semejanza a las mujeres de Rubens, aunque eso ya sea otra historia y entraríamos en otro jardín…

A esos modernos Braghettones que quieren censurar el arte les gusta además censurar libros, ideas, pensamientos, acciones, hechos y la historia, avocándonos a una revisión del pasado con ojos del presente que es imposible de analizar sin tomar en cuenta las circunstancias de la sociedad del momento.

Gracias a programas como el de Iker Jiménez, conocemos de primera mano esa censura de libros que, estoy convencida, se da en otras muchas ramas del saber y la vida cotidiana. Mi amigo Javier Sierra, maravilloso estudioso del arte y sus mensajes ocultos, podría llenar páginas enteras sobre el recato y lo pecaminoso de las obras de arte… incluso de las actuales.

Ya he leído en algún comentario de opinión que vivimos en una época puritana gobernada por imbéciles. Lo suscribo.

Me reafirmo cuando veo que la presentación de una obra de arte no escudriña el arte mismo, sino el impacto, el debate y la polémica que genera. Muy próximamente volverá a pasar en ASCO. Uy, perdón, en ARCO.

¿Es eso arte? ¿De verdad? ¿Es bueno un #MeToo llevado al puritanismo tan extremo que exige la censura del arte?

El falso puritanismo de la sociedad actual, del arte actual, solo nos lleva a la hipocresía, a los atroces eufemismos y a la prohibición y la censura. El progresismo actual, ¿no defiende precisamente acabar con el puritanismo y la censura?

Como diría un clásico, “Están locos estos romanos”…

Recordando… Sorolla en el XII Salón de Otoño de 1932

Obras, artistas, socios, pequeñas historias…

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Joaquín Sorolla y Bastida en el XII Salón de Otoño de 1932

SOROLLA Y BASTIDA, Joaquín    P      1910(F070)        27.feb.1863       CERCEDILLA      MADRID         10.ago.1923

 

Socio Fundador Nº 70

Presidente de la AEPE

 

 

En 1932, la Asociación Española de Pintores y Escultores tuvo un gesto digno de admiración al consagrar una sala al recuerdo de quien fuera su Presidente, Joaquín Sorolla, y uno de los Socios Fundadores de la entidad.

En otra sala, se exhibía la obra de Mariano Benlliure, Fundador igualmente de la AEPE, ambos genios creativos, valencianos y revolucionarios del arte. Porque Benlliure fue a la escultura española lo que Sorolla fue a la pintura.

La iniciativa del homenaje a Sorolla sin embargo, no obtuvo la resonancia y el eco esperados pese al tesón de los iniciadores, al esfuerzo de los organizadores, ni al deseo entusiasta de los deudos y amigos del insigne artista.

Con innumerables dificultades e incontables vicisitudes, la AEPE logró reunir algunas de sus obras, pese a que no fueran las más famosas hoy en día, ni las que más honda huella han dejado de su influencia en el arte contemporáneo.

La obra reunida alcanzaba las postrimerías del siglo XIX, cuando el impresionismo aún no había logrado cuajar en el temperamento nacional y se consideraba más como una moda de la corriente artística española, periodo de experimentación de un maestro que aún no había creado el placer de pintar libremente, que con tanto afán gustó al valenciano junto a las playas de Levante.

Sin embargo, de sus pinturas decimonónicas al esplendor de la luz de sus más famosas obras, hay un salto tan tremendo que deja atrás a los impresionistas franceses, que se debatían aún contra el sombrío academicismo de David, Courbet y Manet, que anticipaban a Cezanne, Pizarro y Degás, pero a los que aún asustaban los paisajes soleados, las escenas al aire libre, los colores frescos sin la previa preparación en la paleta.

En España, Goya había dejado sucesores estimables como Vicente López, Alenza, Esquivel, los Madrazo… Los maestros de Sorolla, Muñoz Degrain y Pradilla, entre Fortuny y Rosales aún, sentían la luz y querían llevarla al natural, cálida y vibradora, a sus retratos, a sus cuadros de género, compuestos aún en talleres y estudios.

Así empezó Sorolla, que tamizó la luz fría y la hizo desbordar en llamaradas hasta lograr una atmósfera de sol. Un sol y una luz que avivaron la hoguera del color que tan excepcionalmente manejaba. Lo interesante en su obra, además del sol, era su lenguaje, el dominio y el alcance de su expresión plástica.

Joaquín Sorolla, pintor de retina maravillosamente dotada para la percepción de la luz en su amplísima variedad o temática, allí donde plantaba el caballete, allí hacía un «asunto», fuera éste no más que una nota de color. “Lírico cantor del sol de España, compuso el vasto poema que celebra a nuestro cielo y a nuestro suelo desde el Museo neoyorquino de la Hispanic Society”.

Algunos de los retratos de Sorolla reunidos en el XII Salón de Otoño, tenían aún una luz tímida y opaca, se presentía en ellos, pero no triunfaba aún. Son obras a la par de sus coetáneos Emilio Sala y Cecilio Pla.

Tras esa etapa, Sorolla salió del estudio y fue en busca de la luz, del sol, de la playa… dando a la pintura impresionista una calidad y una fuerza lumínicas que nadie pudo sospechar. Como él mismo sentenció con una frase, en un cuadro “el principal personaje es el sol”.

Joaquín Sorolla tuvo un gran éxito en vida; era de los que más cobraba y quien más encargos recibía. Pero poco después de morir, cayó en el olvido, dejó de ser considerado un gran pintor y desapareció de los libros y del mundo del arte.

Así viene ocurriendo en el mundo cultural de España, donde nadie quiere volver la vista atrás más que para réditos políticos; donde no se reconocen figuras, maestros ni genios; donde todo ocurre y pasa por las modas y el postureo.

Sorolla triunfó en Estados Unidos, en Nueva York. Si fuera un actor, diríamos de él que conquistó Hollywood, pero sólo fue un pintor y durmió en el olvido hasta que recientemente fue rescatado por la proximidad de su centenario.

Se ha trabajado bien, se ha querido engrandecer su figura y su obra, se van a rendir homenajes y se completará con actividades y documentales. Pero nunca será bastante.

¿Habrá que esperar siempre a que se cumplan centenarios para que los grandes maestros del siglo XIX y principios del XX españoles, sean rescatados del olvido en el que duermen?

Eclipsados continuamente por el impresionismo francés, los críticos han despreciado la pintura española del XIX y principios del XX, condenando al ostracismo a pintores fabulosos que no terminan de encontrar hueco en el Museo del Prado, ni por supuesto entrarán jamás en el Reina Sofía, pese a ser los excelentes representantes de la pintura nacional del XIX y de la pintura entresiglos.

Lucas Velázquez, Rosales, los Madrazo, Fortuny, Carlos de Haes, Alcalá Galiano, Alenza, los Bilbao, Beruete, los Benedito, Casado del Alisal, Casas, Checa, Chicharro, Domingo Marqués, Espina y Capo, Falero, Alejandro Ferrant, Fernanda Francés, Garnelo, Gessa, Iturrino, Jiménez Aranda, Llaneces, Flora López Castrillo, Joaquín Mir, Muñoz Degrain, Palmaroli, los Pinazo, Pla, Marcelina Poncela, Pradilla, Romero de Torres, Rusiñol, Emilio Sala, Marceliano Santamaría, Soria Aedo, Segrelles, Sert, los Urgell, Vázquez Díaz, Gutiérrez Solana, Rafael Botí, Alejo Vera, Villegas Cordero, los Zubiaurre, los Zuloaga…

Todos están esperando su centenario, todos esperan su reconocimiento, su gran exposición retrospectiva, una gran muestra inmersiva, aún a riesgo de que su arte se ponga de moda y devore el arte mismo, y que esa moda termine con la temporada y quede solo en saldos y liquidaciones.

Su recuerdo es una muestra de respeto, de ese que no siente la sociedad española por el arte, de ese que no abarrota los museos y solo crece en las exposiciones interactivas diseñadas como un entretenimiento, como un plan de ocio que apenas roza el interés cultural. Diseñadas al milímetro para hacer de ellas una experiencia sensorial, multidimensional e interactiva, más próxima a un videojuego que a una exposición de arte, se proclaman como las inventoras de la relación del público con las artes plásticas, como una nueva fórmula mágica de contemplación del arte, olvidando cómo las proyectó el propio artista, para ser vistas con determinadas dimensiones y muchas veces con establecida espacialidad.

Ideas para nuevas muestras interactivas podríamos dar miles. Se imaginan las flores de Gessa, las mujeres de Romero de Torres, los jardines de Rusiñol, los paisajes de Beruete… ¿Se imaginan reunir a todos estos artistas, y muchísimos más que harían cortas estas páginas, en exposiciones itinerantes por toda España? ¿Que además de Picasso, Dalí y Sorolla, todos conocieran a Soria Aedo, Zuloaga o Pradilla?

Gracias a Dios, ahora está de moda Sorolla… y ojalá dure muchos años.

Mientras tanto, nos toca esperar que alguna moda nos devuelva a tanto maestro del arte en España que duerme el sueño del olvido.

Fueron un total de 32 los óleos de Sorolla expuestos en el XII Salón de Otoño de 1932, tres marinas, una figura, un paisaje, tres bocetos, tres estudios, cinco apuntes, una Cabeza de niño, un Desnudo de niña, Boceto para el cuadro La barca, Boceto para el retrato de D. Manuel de la Torre y once retratos más: del Sr. Beruete, otro del Sr. Beruete, de la Sra. Marquesa de Moret, de D. Silverio de la Torre, de la niña Laura de la Torre, de Lucrecia Arana, de José Luis Benlliure y Arana, del Sr. Conde de Gimeno, de la señora de Gutiérrez –Gamero, de Laura de la Torre y de Félix de la Torre.

Retrato del Sr. Conde de Gimeno

 

Retrato de D. Silverio de la Torre

Retrato de Lucrecia Arana

Retrato de la Marquesa de Moret

Retrato de Laura de la Torre

Retrato de Félix de la Torre

Retrato de Aureliano de Beruete padre

Retrato de José Luis Benlliure y López de Arana

 

 

Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

 

El mundo de las citas

La suspicacia podría llevar a sospechar que es un marbete equívoco. No, nada que ver con el mundo rosa, ni el mercadeo erótico o el cotilleo de vulgares charlatanes. Refiero el mundo de la cita literaria, con el modernismo norteamericano al fondo, que tanto la practicó. Pareciera un asunto caprichoso, sólo libresco, ¡verán que no!

Cita es señalar un día, hora y lugar para un encuentro del tipo que sea. Ley o doctrina que se alega para probar a afirmar algo. En el ámbito académico, cita es inclusión de una idea ajena en un trabajo propio. Es lícito y se practica con ciertas exigencias, incluso legales, debería bastar la decencia intelectual. Es decir, si citamos una frase o idea de otro, hay que entrecomillar el texto, mencionar al autor y la fuente, o sea la obra donde se ubica esa sentencia.

A veces, puede hacerse de forma general y con elegancia como ejemplifica Borges en su poema “El Golem”:

                                        “Si (como afirma el griego en el Cratilo)

                                           El nombre es arquetipo de la cosa,

                                          En las letras de rosa está la rosa

                                          Y todo el Nilo en la palabra Nilo”

El griego es Platón y el Cratilo es el dialogo que escribe en el año 360 a. d. C. En el poema “Los dones”, repite cortesía: “Le fue dada la música invisible ….La erguida sangre del amor humano/ (la imagen es de un griego) le fue dada…”. Borges fue satírico, incisivo, sarcástico, nunca zafio ni descortés ni sandio ni azorero.

Ahora, con el corta y pega que facilita la tecnología digital, se ha pasado de la didáctica al gatuperio, de la elegancia a la mancebía, al abuso, cuando no al plagio. Algunos se escudan en la intertextualidad para imbricar largos párrafos ajenos y acabar escribiendo collages, que son de otro antes que de quién firma. No es baladí la tergiversación resultante del empleo de páginas con distinta orientación de la que esculpió su autor.

Ezra Pound

 

En el planeta del arte es un escándalo, los nuevos textos críticos se han convertido en un rosario de citas con los mismos nombres siempre, vengan o no a cuento: Benjamín, Derrida, Deleuze, Lacan, Foucault, Baudrillard, Barthes, Heidegger, Wittgenstein….¡Y si no los citas, adoleces de idoneidad, modernez, que no es lo mismo que modernismo.

El modernismo norteamericano surge entresiglos y reina en la primera mitad del XX. La gran nación emergente carecía de una tradición actualizada y algunos autores se comprometieron en crearla. Tenían a Whitman, Emerson, Emily Dickinson, pero eran el pasado. Entonces surgen los nombres de T.S. Eliot y Ezra Pound, que se marchan a Europa, en busca de esa tradición de la que carecían. Y en EE.UU. quedan: Wallace Stevens, Marianne Moore, William Carlos Williams, e. e. cummings, Mina Loy, inglesa.

El modernismo usamericano liberó la forma, se zafó de la rigidez de la rima y el metro; abogó por el versolibrismo, por el ritmo, por la cadencia, mas, perdió la estructura de la musicalidad. La música reposa sobre un entramado hecho de silencios y de sonidos, que no se ve, pero se percibe en la riqueza de sus registros, en cómo nos endulza el corazón y enciende el cerebro. La música no es una melopea monserguera, sino una sucesión de chispazos, que nos sacude el cuerpo, cuyas vibraciones rebelan los pálpitos de la sangre armonizando el ritmo de la vivencia y poniendo alas a la imaginación.

Conocemos el uso que de la cita hicieron Eliot, el venerado, y en modo casi peligroso Ezra Pound; peligroso, porque a veces corre el riesgo de mariposear, de no proponer presencia, con palabras en latín, chino, provenzal o toscano. Los especialistas caracterizan y critican a Marianne Moore por el uso de la cita -con Wallace Stevens, que también lo hizo, no se atreven-, sin valorar la claridad, la belleza y el aroma de permanencia de Miss Moore: “Amante de la distinción que/ no nace de la jactancia”-.

 

Marianne Moore

 

Excurso de los especialistas. Se define, se jerarquiza, se matiza en nombre de los especialistas. Un título que engloba a no se sabe quién ni cuántos, pero que tiene patente de corso para decidir y sentenciar. ¿Quiénes son los especialistas? ¿Críticos de una materia concreta, informadores sectoriales, profesores que viven de alargar la agonía de la reiteración de un asunto? En poesía no hay especialistas, hay personas que viven con ella, no de ella; hay amantes que sienten el fulgor del poema, zahoríes que saben dónde está el agua, aunque no se vea. ¿Especialistas? ¡Por favor, con nombre, apellido y lugar!

Ralph Waldo Emerson, el padre del trascendentalismo, pilar de la tradición americana, exclamaba: “Odio las citas. Dime lo que sabes”. Pero la cita no impide decir lo que sabemos, ni mejorarlo. La cita es un homenaje a su autor, la cortesía de resaltar una idea brillante. Una manera, no de aparentar erudición, ni de apabullar, sino de ofrecer una ventana por la que poder contemplar un paisaje maravilloso o importante, deslumbrante. Una cita no debe de ser una apropiación, sino un reconocimiento a quien la genera; un lujo para paladear o reconciliarse con la proceridad del espíritu.

 En la entrevista que le hizo Donald Hall a Marianne Moore, The París Review, invierno de 1961, preguntada por el abundante uso de las citas, responde Miss Moore: “Solo trataba de ser honesta y de no robar. Siempre he pensado que si algo se ha formulado de la mejor manera posible, ¿cómo vas a mejorarlo? Si yo quería decir algo y alguien lo había dicho ya impecablemente, yo me lo apropiaría, pero citando a su autor. Así de fácil. Si un autor te fascina, me parece que sería propio de una imaginación extraña y enfermiza no desear compartirlo. Alguien más podría leerlo, ¿no le parece?”.

 

W. Carlos Williams

 

Me parece. ¡Si quieres dar a conocer a un autor o un verso sin parangón que descubres en su poesía, ¡qué mejor que citarlo y difundirlo a los cuatro vientos! Es verdad que debemos dar nuestra opinión, no la ajena para encubrir la nuestra, pero una vez que la das, ¿dónde está el problema de festonearla con una hermosa idea que la potencie?

No citar por citar, no al pavoneo de ignorantes que creen ocultar sus carencias con plumas de otros. No a los trileros de la internet que sacan de contexto cualquier oración con la pretensión de lucirse. “Con las plumas de otro puedes adornarte, pero no puedes volar. Eso poca gente lo sabe, pero no lo ignoran los pájaros”, aforismo de Piedra para mi tiempo, 1919, del enorme poeta y filósofo rumano Lucian Blaga, 1895-1961.

Armando Villegas, el insigne y glorioso maestro peruano nacionalizado colombiano, hizo una pintura mágica con plumas de hechiceros y colores hechizados que nos deja en suspenso, conmocionados por la emoción poética de unas formas que se fundían en colores y unas cromías que eran música del misterio destilada en la alquitara humana, o arcangélica. ¿Por qué un pintor de tan alta categoría no está en nuestro ideario? Es algo que hay que preguntar a museos públicos, cono el Reina Sofía u otros, empeñados en rarezas y medianías porque sus mandamales lo creen exótico, excéntrico y rentable.

 

Maurice Maeterlinck

 

William Carlos Williams, tanto en In the American Grain como en Paterson usa citas, no ya cuantiosas, sino excesivas. La única disculpa, si es que la hay, es que estaba, cabe sus colegas, creando un lenguaje nuevo para un mundo nuevo, fijado en su realidad. No es el caso de nuestra actualidad que, de espaldas a la realidad, crea una ficción paralela y una retórica ocasional, que no puede perdurar porque no tiene fundamentos; prescinde de la emoción y se enfoca al oportunismo.

Los problemas que generan las citas están en la falta de lectura. Quien no lee una obra no debe citarla y menos reflejar algunas de sus partes sin tener idea del contexto general. Y eso en la era digital está al día, porque hay portales que reúnen frases de diferentes autores, sin mencionar la fuente, incluso erróneas o inventadas, que se utilizan sin contraste, sin pudor, sin decencia, sin clementica.

 

Lucian Blaga

 

La cita es elegancia; hacerla con precisión y rigor, exigencia de la decencia intelectual. ¿Dónde la decencia de quién se apropia de páginas de otros autores, aunque los nombre, para completar un texto propio? Algunos parafrasean ideas ajenas y para dar a entender que es suyo, se adornan del trabajo de otro, sin rubor. ¿Quién hace trabajo de campo ahora, como el que publica en esta Gaceta Mª Dolores Barreda, cada mes? ¿Quién va a los archivos, a las bibliotecas a buscar? Muy pocos, los hay, pero la mayoría, a la pantalla y lo que no aparece en la pantalla no existe para las nuevas generaciones.

¿Plagio? Cuando Maurice Maeterlinck publica La vida de las termitas, 1926, es acusado de plagio por el escritor sudafricano Eugène Marais, que había escrito Die Siel van der Mier, El alma de la hormiga. No llegó a esclarecerse nada, hay evidencias de páginas iguales. Plagiar es copiar una obra o parte de ella, una idea o una imagen, un delito contemplado en Derechos de Autor. ¿Cuándo se mira al espejo un plagiario, qué puede sentir? Acostumbrase a la mentira es la muerte de la decencia, el fin de la dignidad en las relaciones humanas. Los mentirosos compulsivos, al engañarse, no tienen sensación de la piltrafa que son. Pero, no les quepa duda, la basura siempre acaba en el estercolero.

 

Armando Villegas

 

Es muy habitual leer: ¡Como dijo Platón! ¿Dónde lo dijo, cuándo lo escribió, en qué página de qué libro de qué edición? La cita es lícita, aconsejable, útil, pero seamos dignos, decentes, didascálicos, oportunos, inteligentes, nobles. ¡Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios!, Mat. 22,21.

 

                                                                                                                    Tomás Paredes

                                                                                               Presidente H. de AICA Spain

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes de la AEPE: Julio Vicent Mengual

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes

de la Asociación Española de Pintores y Escultores

 

Julio Vicent Mengual

VICENT MENGUAL, Julio              E             1915         1890   CARPESA (V)     MADRID              28.jul.1940

 

Vicepresidente de la AEPE

Socio de Honor

 

Julio Vicent en una fotografía de 1920

 

Julio Vicent Mengual nació en Carpesa, Valencia, el 9 de mayo de 1891.

Comenzó los estudios artísticos en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, donde pasó por los distintos talleres en los que se familiarizó, especialmente, en la talla en madera y su policromía, adquiriendo una facilidad incomparable de gran calidad.

Retrato

Retrato de José Blanco Coris

 

Se inicia como escultor en los talleres de Romero Tena y de Pío Mollar. Como los jóvenes artistas de su tiempo, sintió el peso de la tradición romántica y pintoresca, con un lenguaje enfático, detallista y anecdótico. Pero percibe también las nuevas corrientes que provienen de Italia y de Francia.

Presentó un yeso titulado Estudio a la Exposición Internacional de Arte de Barcelona de 1911.

Caricatura de Roberto, 1931 en la revista Gutiérrez

 

En la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1912, logró una Mención de Honor con la obra Yo pecador.

En 1914 obtuvo una pensión para ampliar estudios.

Sin apoyo alguno, se traslada a Madrid, cargado de ilusiones y sueños, y según sus propias palabras “fueron malos tiempos” que cuando rememora le hacen fruncir el ceño.

Trabajador incansable, dejando a un lado el desaliento, logró la Segunda Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1915 por la obra “Ensueño”, conservada en el Museo de Bellas Artes de Valencia; presentó también otra obra titulada Consuelito.

A la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1917 presentó las obras Amanecer y Claudina, que el jurado propuso fueran adquiridas, pasando el busto en bronce de la muchacha al Museo de Arte Moderno, estando depositada en la actualidad en el Consulado de Tánger.

Con 28 años tuvo acceso al profesorado de la Escuela de Artes y Oficios, mientras continuaba trabajando en los talleres de Pío Mollar.

En 1919 colaboraba con los talleres Granda, integrándose en el equipo de artistas de Talleres de Arte, trabajando al lado de los también valencianos José Capuz Mamano, Ramón Mateu y Rafael Bargues, especializado en la talla del marfil.

Reposo

 

En 1920 conseguiría la Primera Medalla con la obra Amanecer, que contó con el beneplácito general de todos los artistas, cosa poco habitual y frecuente.

En la Exposición de Arte Español celebrada en Ámsterdam y Bruselas de 1928, participó con el bronce Inquietud.

En 1931 recibió el Primer Premio del Concurso Nacional de Escultura con el desnudo Primavera.

Primavera

 

En 1932 es nombrado profesor de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.

En 1935 obtiene el Premio Nacional de Escultura Policromada con su obra Fuenteovejuna.

Fuenteovejuna

 

Desalojado de su taller del Hipódromo por los republicanos, Julio Vicent sufrió una parálisis en su brazo izquierdo, fruto de la presión que durante la guerra civil soportó.

Escondido, junto a sus familiares, en el sótano de su casa de la calle de la Montera de Madrid, estuvo un mes oculto hasta que se inició la marcha del gobierno republicano a Valencia, pudiendo escapar hacia sus tierras, donde no encontró dónde trabajar y malvivió toda la familia.

Realizó en Valencia tras la guerra, multitud de obras a cambio de alubias y patatas, mientras labraba la tierra para subsistir; obras que adquirió el cónsul de Cuba.

 

Poco antes de morir, Valencia de ofreció la dirección de la Escuela Superior de San Carlos, que no aceptó, regresando a Madrid, donde el diseño de su medalla de conmemoración del alzamiento, fue elegida oficialmente tras ganar el concurso celebrado a tal fin.

Había sido propuesto para Académico de Mérito de la Real Academia Española de Bellas Artes de San Fernando, mientras se encontraba opositando a la cátedra que ocupaba interinamente en dicha escuela y era miembro del Patronato del Museo de Reproducciones Artísticas.

El 28 de julio de 1940, el mismo día que la Escuela de San Fernando le nombraba catedrático, Julio Vicent falleció… y fue bien pronto olvidado.

Su hijo, José Luis Vicent Llorente ingresaba en dicha Escuela al año siguiente, en 1941.

El Salón Cano de Madrid le rindió una exposición homenaje en 1941.

La ciudad de Madrid conserva parte de su obra religiosa, como una Virgen del Carmen que se encuentra en la Iglesia de Chamberí, el retablo mayor de la Iglesia madrileña de las monjas de Chamartín de la Rosa, una Santa Teresa en las Carmelitas de la Plaza de España, y el panteón de Rafael Sánchez en la Iglesia de la Concepción de Madrid.

Relieve del panteón de Rafael Sánchez en la Iglesia de la Concepción de Madrid

 

El Círculo de Bellas Artes de Madrid conserva una cabeza femenina en escayola patinada, una figura de cuerpo entero de La Fortuna, y los bustos en escayola de Vicente López, del  pintor Muñoz Degrain, de María Guerrero y Lope de Vega.

Fue llamado el Donatello valenciano. Su obra más grandiosa fue el monumento dedicado al Papa Pío X, en Riesé, Italia, que labró en mármol de Carrara, y el retablo del altar mayor del santuario de la Gran Promesa, de Valladolid, además de los relieves exaltatorios del  Homenaje al Padre Hoyos de la iglesia de San Esteban de la misma ciudad.

Virgen que acompaña al Monumento al Papa Pío X

Monumento al Papa Pío X en Riese, Italia

 

Para Huelva realizó dos Cristos crucificados venerados en el Seminario Diocesano de la ciudad y en el Monasterio de Oblatas de Cristo Sacerdote. Allí comentan que sus autores fueron Julio y José Luis Vicent, es decir, padre e hijo, que podemos acreditar, también era socio.

 

Obra religiosa también se encuentra en Córdoba, donde realizó dos Cristos, en Colmenar Viejo, el sepulcro de San Juan de la Cruz en Segovia y un Vía Crucis con medallones de bronce de las catorce estaciones en el Monte de Santa Tecla, de La Guardia, Pontevedra.

Vía Crucis del Monte de Santa Tecla, en La Guardia, Pontevedra

 

Es además el autor del medallón que preside la casa natal del escritor Vicente Blasco Ibáñez, que regaló a la ciudad como homenaje al valenciano universal.

 

El arte de Vicent posee un suave barroquismo, tibiamente endulzado por una graciosa armonía de líneas, un ritmo fácil y una justa ponderación de masas, alejado de retorcimientos o arcaísmos de otras escuelas, de sensación tranquila.

Sus cuerpos son ampulosos, sólidos y correctos, con ligeras suavidades y una flexibilidad elegante y riente. En los relieves se aprecia el eco lejano y limpiamente modulado del arte renacentista de un Benedetto da Majano o un Mino da Fiesole y la policromía sencilla y algo inocente de los della Robbia.

Modelar el desnudo es su mayor placer, y los suyos son bellos de línea y de planos bien marcados, de sólida arquitectura, rítmicamente movidos, con un gran sentido de la proporción, supeditando el natural a su idea, huyendo del detalle realista fútil.

Según sus propias palabras … “El desnudo en arte, creo que es lo más interesante y lo más difícil de interpretar. Es tanta mi devoción por el desnudo, cuando posee !a serenidad y belleza que debe tener, que frente a él siento la misma emoción y el mismo respeto que sentiría contemplando la mejor imagen tallada por Montañés. El desnudo en el arte, cuando reúne las tres condiciones de serenidad, belleza y proporción, refleja el optimismo de la vida, la alegría sana, el ansia de vivir entre lo más bello de la Naturaleza”…

Ofrenda

Mirra

Mi modelo

 

Julio Vicent y la AEPE

En 1931, con motivo de obtener el Primer Premio del Concurso Nacional de Escultura con el desnudo Primavera, es homenajeado en el Hotel Nacional de Madrid, en un acto organizado por la AEPE por José Francés, Capuz, Robles, Graciella, Estévez Ortega, Roberto y K-Hito, y al que asistieron más de 200 comensales.

Vocal de la Asociación de Pintores y Escultores en diciembre de 1921 hasta 1927.

Socio de Honor de la AEPE en 1924, elegido Vicepresidente de 1931 a 1934.

Jurado en el Salón de Otoño de 1923.

En 1934 formó parte del Comité para estudio de Reglamentos de las Exposiciones Nacionales, a propuesta del Ministerio de Instrucción Pública y en representación de la AEPE.

Participó en distintas ediciones del Salón de Otoño.

Al I Salón de Otoño de 1920, inscrito como Julio Vicent Mengual, natural de Valencia, reside en Madrid, calle de Augusto Figueroa, núm. 23.

947.- Desnudo femenino, yeso patinado

948.- La Agustina, bronce

Al II Salón de Otoño de 1921:

305.- Escultura

Al III Salón de Otoño de 1922

523.- Retrato, busto en yeso patinado

Al IV Salón de Otoño de 1923

339.- Macuca, busto en madera

Al V Salón de Otoño de 1924

457.- Mi modelo, bronce

Al VI Salón de Otoño de 1925

453.- Tipo vasco, yeso

454.- Anhelo, bronce

455.- Fuente (obra premiada en el Concurso Nacional de Escultura 1922-23)

Al VII Salón de Otoño de 1927

574.- Desnudo, bronce

Al XII Salón de Otoño de 1932

319.- Concurso nacional, escayola

Al XIII Salón de Otoño de 1933

12.- Retrato de la señora de Rafael Sánchez, busto en mármol

Medallón

Medalla conmemorativa

 

Marina y comercio

Madona con el Niño Jesús

Desnudo

Fuente premiada en el Concurso Nacional de Escultura

Desnudo

Desnudo

Busto de Justo López Gomara

Apóstoles del retablo de la iglesia de la Gran Promesa de Valladolid

Anhelo

Amanecer

 

Luisa Urcola y Zuloaga

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

 

Luisa Urcola y Zuloaga

URCOLA Y ZULOAGA, Luisa de      P    <1928       MADRID       VILLAGARCIA AROSA/MADRID

 

Luisa Urcola y Zuloaga nació en Madrid, en el año 1908.

Era hija de los bilbainos Ignacio Urcola Ybarra y Rufina Zuloaga Arratibel, y tenía dos hermanos: Dolores, casada con Alfonso Ozores y Saavedra, X Marqués de Aranda; e Ignacio, casado con María de los Dolores Diez de Ulzurrun y Arana.

Ignacio y su familia se trasladaron a vivir a Madrid, cerca de la corte, de sus amistades y del mundo deportivo del que eran asiduos y entusiastas practicantes, alrededor del año 1904, residiendo en un Palacio situado en el Paseo de la Castellana, 45, esquina a la calle de Eduardo Dato, y frente al Palacio de los Marqueses de Urquijo.

Los periódicos y revistas llamaban a Ignacio “distinguido sportman», ya que se dedicaba a excursiones automovilísticas por la sierra de Madrid, probando sus nuevos y potentes motores, disfrutando de los distintos modelos que poseía la familia, y al tiro de pichón, en el que era un tirador consumado con muchos premios y noticia casi diaria en los periódicos. En estos acontecimientos deportivos alternaba con la realeza y la aristocracia de España, y las principales figuras del mundo de la política y la cultura.

Rufina Zuloaga se dedicaba a las obras de caridad para el pueblo de Madrid, siendo una de las más comentadas de la época, la de regalar 1.140 boinas a los asilados de un hospicio de Madrid.

La señorita Luisa Urcola en el tiro de pichón. La Hormiga de Oro, 1925

 

Luisa recibió clases de pintura en el estudio del también socio de la AEPE, Enrique Martínez Cubells, del que era discípula.

Participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1926.

En 1928 participó en el Salón de Otoño, logrando el título de Socia de Mérito por su obra “Gitana”, presentando también obra en las ediciones de 1929, 1930 y 1932.

Ese último año, presentó también obra a la Exposición Nacional de Bellas Artes.

Luisa Urcola en una fotografía publicada por Estampa, 1928

Luisa se casó con Augusto Aguirre Vila, ingeniero militar y aviador pionero de la fotografía aérea en España, y residían a caballo entre Madrid y La Coruña. En el año 1927 impulsó la creación de la primera compañía aérea española, la empresa CETFA (Compañía Española de Trabajos Fotogramétricos Aéreos), centrada en la fotografía aérea aplicada a la generación de cartografía, que llegó a realizar una ortofoto en papel para las confederaciones del Ebro y Segura. Utilizando un equipamiento similar al que usaban las fuerzas armadas españolas y de otros países europeos, generaron en diversas campañas a lo largo de los años 1928, 1929 y 1930, alrededor de 10.000 fotogramas, fotografías originales tomadas desde el avión.

El Capitán Augusto Aguirre Vila falleció el 20 de noviembre de 1936 en el Sanatorio de Santa Teresa de Salamanca, tras resultar herido en acción de combate en el mediodía del 4 del mismo mes, durante una acción de bombardeo sobre Cuatro Vientos y Madrid de la escuadrilla del Capitán Pardo.

Aguirre Vila era observador-ametrallador en el aparato Junkers-52, número 22-55, de la escuadrilla Pardo (la cuarta de bombardeo, 2-E-22), y a pesar de resultar gravemente herido continuó disparando la ametralladora contra los Chatos republicanos (cazas Polikarpov I-15 suministrados por los soviéticos al gobierno republicano, conocidos popularmente con este nombre), que atacaban su aparato consiguiendo derribarlo sobre la localidad toledana de Esquivias.

Por esta acción se le concedió la Medalla Militar, ya póstumamente, por orden del 25 de noviembre de 1936.

Fruto de este matrimonio, nacieron tres hijos: Luisa, Miguel y la arquitecta y paisajista Isabel Aguirre, que hasta hace pocos años dirigía la Escuela Gallega de Paisaje perteneciente a la Fundación Juana de Vega de La Coruña, a la que sigue ligada a través de su patronato.

En esta época, la familia Aguirre-Urcola residía en Villagarcía de Arosa, donde nacieron sus tres hijos, en una casa propiedad de Antolín J. García, que éste les alquiló y cuyo jardín ha quedado inmortalizado en distintas obras de Joaquín Sorolla, especialmente en el cuadro “Galicia, la romería”, que le encargara la Hispanic Society de Nueva York.

Joaquín Sorolla pintando en Villagarcía de Arosa

 

Sorolla instaló allí su lugar de trabajo al aire libre, junto a un castañar, combinando las ideas y transponiendo motivos de distintos emplazamientos para crear la imagen emblemática de Galicia que buscaba.

Isabel Aguirre, hija de Luisa, reconoce su propio jardín en la fotografía que hoy conocemos de Sorolla pintando en Villagarcía de Arosa, evocando la amistad de sus abuelos con el que también fuera Presidente de la AEPE, Joaquín Sorolla, y con otros muchos de sus socios, como Mariano Benlliure y el maestro de Luisa, Martínez Cubells, a quienes recibieron en su residencia en épocas posteriores.

La familia, enamorada del paisaje de Villagarcía de Arosa, decidió comprar el pazo conocido como La Torre de Pompeán, situado entre esa localidad y Pontevedra.

Algunos años después, Luisa Urcola Zuloaga contrajo nuevas nupcias con el diplomático José Linares Rivas Soujol, hijo a su vez de Manuel Linares Rivas Astray, feraz creador teatral, además de político (diputado en Cortes, ministro de Fomento y senador vitalicio), y académico de la Lengua.

Manuel Linares Rivas Astray era uno de los comediógrafos más populares de su tiempo. Estrenó con gran éxito en el Teatro Español y publicó sin pausa en El Cuento Semanal. Añoranzas, La fuente amarga o La fuerza del mal son algunas de sus obras. Casado con Elisa Soujol O’Connor, adaptó también a la escena La casa de la Troya y La viuda alegre. La Coruña recuerda al autor y político en su gran estatua de los jardines de Méndez Núñez.

La familia vivía entonces en el pazo de la Peregrina, en Palavea, La Coruña.

José Linares Rivas en una fotografía aparecida en La Nación, 1931

 

El matrimonio Linares Rivas-Urcola tuvo una hija, Elisa Linares-Rivas Urcola, fallecida el año 2019 sin descendientes, muy conocida en su Coruña natal, recordada por la generosa donación que hizo al Ayuntamiento coruñés de los manuscritos de su abuelo, por haber pertenecido a la directiva del Real Club Náutico de La Coruña, haber sido presidenta para Galicia de Unicef y presidenta de la Federación Gallega de Bridge y campeona de España en esta disciplina.

Elisa Linares-Rivas Urcola

 

La última noticia artística que tenemos de ella data del año 1953, cuando participó en una Exposición de Artistas Gallegos, celebrada en La Coruña y organizada por el Apostolado Social a beneficio de la Casa de Ejercicios Espirituales, junto a artistas como Álvarez de Sotomayor, las hermanas Sotomayor, Julia Minguillón, María Corredoyra, Llorens, Asorey, Mosquera, Castro-Gil, Dolores Díaz Baliño, Eva Llorens, M.G. de Pastor, María Cagiao, Concha Vázquez, Elvira Santiso, Teófila Sasiain, María del Villar, Elena Olmos y las hermanas Bescansa.

Un mes después, la exposición se trasladaba a la localidad de El Ferrol, destacando la prensa del momento que se trataba de una muestra de óleos, acuarelas, grabados, dibujos, esmaltes y marfiles.

Enferma del corazón, sus últimos años los vivió en un céntrico apartamento en La Coruña, donde falleció en el año 1999.

 

 

Luisa Urcola Zuloaga y la AEPE

Socia de Mérito del VIII Salón de Otoño.

Participó en las siguientes ediciones:

VIII Salón de Otoño de 1928

258.- Gitana, óleo, 1,08 x 1,07

IX Salón de Otoño de 1929

195.- Gitana, óleo, 1,05 x 0,99

196.- Retrato, óleo, 1,08 x 0,94

X Salón de Otoño de 1930

272.- Segoviano, óleo

XII Salón de Otoño de 1932

9.- Desnudo de mujer, óleo, 1,18 x 1,18

85.- Bodegón, óleo, 0,63 x 0,77

Gitana, presentado al IX Salón de Otoño

Retrato de Dolores Urcola, presentado al IX Salón de Otoño

 

Los últimos defensores del arte

Mª Dolores Barreda Pérez

Secretaria General

Secretaria Perpetua de la AEPE

Mientras nos tienen entretenidos con las elecciones, con la sequía, los pavorosos incendios, las danas, vamos, la gota fría de toda la vida, mientras asistimos impávidos a la rotura de la nación, del estado español y otros entretenimientos que a modo de caramelos nos lanzan los de arriba.

Mientras todo eso ocupa la vida y los comentarios a nuestro alrededor, no vemos lo verdaderamente importante; ni siquiera lo intuimos, pero el cambio del mundo tal y como lo conocemos, ya ha empezado a hacerse más visible, porque en realidad, son décadas las que ya viene haciéndose.

Al principio fue de manera más tímida y callada, pero a estas alturas del juego, ha perdido ya todo recato y se muestra, para quien quiera verla en su total desnudez, bajo la bandera del cambio climático.

La agenda 2030 lo denominan.

El mayor cambio tecnológico y financiero de todos los tiempos es ya una realidad. Se avecina pausada pero segura, avanzando de forma irremediable.

No hay vuelta atrás. Primero desaparecerá el dinero en efectivo; todo será digital, virtual, instantáneo, rápido, controlado, revisado, permitido, conocido y anotado por el estado a través de la tecnología blockchain. El Bizum ya reina en España con más de 24 millones de usuarios y 2.000 millones de operaciones.

Esto supone el fin de la privacidad del dinero, el fin de nuestro derecho fundamental a la privacidad.

Cuando la sociedad se dé cuenta de esto, ya será tarde, muy tarde, como ahora mismo ya lo es, porque como decía antes, ya no hay marcha atrás.

Acto seguido, tras perder el dinero en efectivo, se perderá la identidad, porque lo siguiente de la lista es la identidad digital; desaparecerá nuestro DNI, el permiso de conducir, tarjeta sanitaria… porque todo estará integrado en la misma plataforma digital.

Ese será el fin de nuestro derecho e identidad personales. El fin de nuestro derecho como  personas a preservar nuestra vida íntima, privada, familiar, profesional, política y social. Porque en el mismo momento en el que transgredamos alguna norma impuesta o compremos algo que no es lo indicado por el “gran hermano”, o difundamos opiniones contrarias a la agenda 2030, sencillamente, nos apagarán.

Apagarán nuestro dinero, nuestros carnets y tarjetas y simplemente, dejaremos de existir como personas, nos convertiremos en invisibles, perdiendo toda nuestra identidad.

Esto es aterrador. Pero lo más grave es que nadie parece darse cuenta de ello y que a nadie parece importarle, entretenidos como estamos en asuntos livianos y mediocres.

De esto no se habla. Se discute de la guerra de Ucrania, de besos no consentidos, de cambio climático, ecología y sostenibilidad, pero no de lo que en el tercer trimestre de este mismo año 2023 va a empezar a pasar.

Los anuncios de una desconexión digital en niños y adolescentes no tienen sentido si todo va a pasar por un móvil o una pantalla de ordenador. Ningún sentido si no podemos dar a nuestros hijos un solo euro en metálico por su cumpleaños, o la paga semanal, o por el ratoncito Pérez… avocándoles a llegar al móvil para recibirlo.

Perder nuestra identidad es volver a una nueva esclavitud, a la más salvaje e intolerable esclavitud que un ser humano pueda tener. Nos dividen de forma genérica por razas, por sexo, religiones, culturas, por clases sociales, por países, por idiomas, por ideologías, por equipos, por pacientes, por la brecha digital, por España vaciada, por lo que sea hasta llegar al odio. Nos dividen por lo que sea preciso hasta llegar a ser capaces de defender cualquier cosa menos a la persona, al ser humano.

Vivimos cómodos con el sistema, somos personas corrientes con aficiones, deportivas, culturales, artísticas, con sentimientos religiosos. Nos creen con una mente cerrada, idiotizados por la televisión y las redes sociales, asistiendo a la realidad de la actualidad como algo normal, sin cuestionar normas ni planes. Cumpliendo en el trabajo, con algunos momentos de placidez determinados por unas cortas vacaciones, un puente, una escapada, un fin de semana,  las copas de después del trabajo… Amamos y respetamos la naturaleza en su justa medida, a los animales, y sobre todo, creemos aún que el gobierno que nos rige, velará por nuestro bienestar.

Pero hay que despertar. Muchos ya lo estamos haciendo cada vez que nos preguntamos qué está pasando en esta sociedad en la que vivimos, con la pérdida total de valores, con la falta de educación imperante, con el egoísmo reinante que tiende al individualismo y a la pérdida de conciencia colectiva, contemplando un sistema social y de gobierno injusto y corrupto.

Algunos comenzamos a ser conscientes de que algo está mal a nuestro alrededor y consecuentemente, lo cuestionamos, intentando buscar información más allá de la que el que era el cuarto poder nos niega, en otras fuentes, en medios especializados, en expertos, a base de leer y contrastar noticias, opiniones y datos.

Gracias a la poca libertad de la que disponemos aún, controlada eso sí por las consultas realizadas en la red, entendemos que muchas cosas que nos dicen, no son ciertas, que muchas otras que nos dicen que son normales, no lo son, que se ocultan hechos históricos y además se tergiversan descaradamente, se siembra caos en la sociedad con pandemias, desastres y debates inútiles para tenernos ocupados y distraídos, para tenernos ignorantes y obedientes.

Todo está ya en marcha y el plan funciona.

Resistimos los pocos que echamos mano a leer, estudiar, a la ciencia, a la filosofía, a la historia, a la espiritualidad, al arte… justo todo aquello que han eliminado de los estudios de nuestros hijos para hacerlos serviles.

Y es que todo lo que ocurre a nuestro alrededor, en nuestras propias vidas, está ya programado y manipulado: la historia, la educación, las noticias, los medios de comunicación, la música, el arte… Todo.

¿El arte y la creatividad, también? Por supuesto.

La muerte de Sócrates , Jacques Louis David

 

La Inteligencia Artificial ya escribe por nosotros, ya crea imágenes por nosotros, por muy disparatadas que pueden parecer. Los NFT, el activo digital inimitable, ya arrasa en el mercado del arte y el coleccionismo. El arte digital, el new media art, el arte multimedia, interactivo y electrónico, ya convive con nosotros desde hace años, vendiéndonos la moto de que una exposición inmersiva es reveladora, cuando no se trata más que de un populismo barato que distorsiona obras maravillosas con mensajes truculentos. Es, en definitiva, un menosprecio del arte.

Decía Tomás Paredes en su disertación “¿Qué estamos haciendo con el arte?”, que “el arte hay que observarlo, contemplarlo, sentirlo, en ambiente adecuado. Y lo de estos recintos es una atmósfera centrocomercial para hacerse selfies y corretear sin tener conciencia de la obra que se exhibe porque no tiene nada que ver con ella… es la destrucción de la concepción de un autor en aras del espectáculo y el negocio, la confusión total entre cultura y espectáculo, la manipulación espuria. Es la aniquilación de lo que entendíamos por cultura a cambio de bastardía, ignorancia y estética tanatorio”.

Como vemos, el acto creador ya es suplido por la Inteligencia Artificial en cuanto a la pintura, y si hablamos de escultura, el escaneo o impresión en 3D, ya dan forma a cualquier objeto que se nos pueda ocurrir.

El arte, como decimos, ha perdido su esencia. No quiero entrar en el terreno de la rentabilidad porque deberíamos disertar sobre lo que es el valor y lo que es el precio de una obra. Y el dinero no puede ser nunca el árbitro de lo que es bueno o de lo que es arte. Esa es la auténtica perversión del arte.

Sin entrar en esos jardines, decía Mario Vargas Llosa que el “arte es un objeto material o mental compuesto por un ser humano y que puede cambiar el estado de ánimo de otros seres humanos”. De esta forma, es la carga emocional la que hace de nuestras creaciones una obra de arte, algo que la IA no podrá suplir, pese a que pueda llegar a despertar alguna emoción en ciertas personas. Por el momento, claro.

Por eso hago siempre referencia a que en arte, no todo vale. Y en la actualidad, mucho menos aún.

La libertad

 

La última visita que realicé a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, acudí a la sala de reproducciones, donde se pueden ver réplicas exactas de pinturas de Velázquez realizadas por alumnos de la Academia. Réplicas exactas, idénticas, formales, iguales. Pero al contemplarlas allí, todas juntas, sin embargo percibí una sensación muy rara, como de vacío, como de un hueco en el corazón que no me llenaba, que no me decía nada.

Miraba y miraba pensando qué podía ser. Contemplaba las obras sabiendo que algo faltaba. Porque no sentía la emoción que experimento en otras ocasiones cuando veo las pinturas originales en el Museo del Prado. Y al final llegué a la conclusión de que lo que ocurría era que a esas obras les faltaba el alma del artista original.

Por lo tanto, se puede crear una imagen exacta con IA, pero para que sea arte, se necesita ese ingrediente extra, yo diría extraordinario en verdad, que una máquina todavía no tiene: imaginación, discurso propio, mensaje, magia, arte…

Eso es lo que defendemos en la Asociación Española de Pintores y Escultores, por lo que nos hemos convertido en el último reducto del arte, en los guardianes de la magia y las emociones de los artistas.

En el arte actual tal y como nos lo están vendiendo, no queremos parecer ignorantes, por eso lo aceptamos y asumimos como algo establecido. Pero somos muchos los que pese a todo, no nos conformamos con ello, no comulgamos con los espectáculos y performances.

Nosotros creemos aún en los artistas, en esos seres divinos que encerrados en sus estudios, luchan a diario con sus miedos y libran quijotescas batallas en sus actos creativos.

Creemos en los que desechan un dibujo para comenzar otro desde nuevos planteamientos, creemos en los que modelan o tallan una piedra de la que extraen, a fuerza de tesón, vida.

Creemos en ellos y por eso seguimos aquí, 113 años después, luchando por ellos.

Somos el último bastión del arte, el último mohicano, el último gladiador que mantenemos la esencia creativa viva con nuestros certámenes y convocatorias.

Nuestra pasión es el arte y nuestra vida los artistas.

¿Nos ayudas?

Llevamos 113 años haciendo arte

113 años de pasión por el arte

113 años haciendo cultura en España

 

Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

 

La impasible mirada del estoico

                                                                                     

Vivimos tiempos de conductas innobles, de arbitrariedad, de indecencia; de fragmentación, de adulación de derechos y olvido tórpido de obligaciones. Urge pensar, aplicar la impasible mirada del estoico, dedicando a los hechos análisis desapasionado y objetivo, impersonal. Como dice René Char: “No nos está permitido enloquecer en una época demente, aunque nos pueda quemar vivos un fuego cuyo igual somos”.

Los sistemas filosóficos que no son formas de vida son materia de manual, teorías que se transmiten como objetos de pensamiento, sin ser conocimiento. El estoicismo afirma la esencial universalidad y la unidad del hombre. Nace en la época helenística y permanece hasta la actualidad, porque no elabora doctrinas, sino que ahorma un estilo de vida. Más que idearios requiere conductas, nobleza, limpidez, transparencia.

Nobleza, condición de noble, nada que ver con castas interesadas en vestigios o fortunas hereditarias. La nobleza es una forma de inteligencia y de belleza. Noble es quien de forma natural exhibe conducta generosa, tolerante, empática, limpia, iluminada por la inocencia genuina del ser. Tengo el privilegio de conocer y tener cerca personas nobles; no hablo de oídas, sino de actitudes que justifican la mejor condición del ser humano. Nadie es más rico, más afortunado que aquel que es noble, pero la nobleza se conquista.

La mentalidad helenística es racionalista, pragmática, empírica. El siglo III a. d.C. es el del apogeo helenístico, cuando prosperaron las ciencias positivas. Época augural para la física, la matemática, la química, la astronomía, la medicina. Tiempo de Arquímedes, Eratóstenes, Erasístrato, Euclides. Evoluciona el pensamiento, el arte se hace realista, se impone la koiné, la política se hace práctica: el sistema de Ptolomeo II es el ejemplo.

En ese lapso glorioso emerge el estoicismo, el mayor agente activo revolucionario de los siglos III a.d. C. al II d. C. en el Mediterráneo. Aunque oficialmente el estoicismo acaba con la clausura de la Escuela de Atenas por el emperador Justiniano, año 529.

Tras centurias de confusión, de guadianismo, resurge y se sincretiza con el cristianismo, s. XVI: el humanista belga, Justo Lipsio/Joost Lips, publicó en 1584 De Constantia, la obra que lo fundamenta. El estoicismo ha sobrevivido hasta nuestros días, ¿acaso Borges no es un estoico? El jovencísimo nadador rumano, David Popovici, asegura que su fuerza para vencer y romper todas las marcas se la da el estoicismo, citando máximas de Marco Aurelio y Epícteto.

Zenón de Citio llega a Atenas el 311 a.d.C. y después de merodear varias escuelas, se decide por crear una que se denominó estoicismo, que toma su nombre de la Stoa Pecile, o puerta del lugar donde el maestro exponía sus enseñanzas a seguidores. Al principio se llamó también zenoismo. Zenón propone la primera Utopía de un estado universal en el que los ciudadanos estarán regidos por el amor, como única ley. Y también la igualdad de los hombres y su respeto mutuo.

Para su estudio, se periodizan tres etapas: el estoicismo antiguo, integrado por su fundador y sucesores Cleantes y Crisipo de Solos. El medio, con Diógenes de Babilonia y Antípater de Tarso, que difunde la filosofía por el Mediterráneo, contando con las figuras de Panecio de Rodas y Posidonio de Apamea, los Catón y Escipión el Africano.

Todos saben que, Posidonio de Apamea, Siria, 135-51 a. d .C, fue el gran polímata de su tiempo: político, historiador, astrónomo, geógrafo, filósofo y viajero, incluso estuvo en Gades y midió las mareas y su relación con los flujos, lunares. Figura más universal de la ciencia, después de Aristóteles. De familia acomodada siria, estudió en Atenas y se convirtió en un paladín de lo estoico y de la cultura universal.

Y tercera fase, el estoicismo nuevo o romano, la introducción del sistema en el mundo romano, con las figuras señeras de Séneca, Epícteto y Marco Aurelio, siglo II. Senequismo no es sinónimo de estoicismo, pero ya veremos que coinciden en puntos sustanciales. Y que Séneca bebe en Posidonio de Apamea.

Marco Aurelio, 121-180, fue uno de los grandes emperadores, su honestidad y sus principios estoicos condicionaron su forma de gobernar con éxito. Adriano le llamaba, aun joven, verisimus, el honesto. Marco Aurelio escribió unas Meditaciones, que se han convertido en una almaciga de citas. Persiguió a los cristianos, pero fue noble, digno y respetuoso de la justicia. Valen más sus acciones que su benevolencia.

El estoicismo apunta dos ideas generales: la universalidad y la unidad del hombre. Las grandes virtudes que adornan a los estoicos son: el conocimiento, templanza, justicia y la fuerza para mantener la claridad y la integridad. Sin conocimiento no hay elección, criterio; sin templanza no hay tolerancia; sin justicia no hay libertad, ni igualdad; sin integridad, sin ética, ninguna conducta tiene orientación.

 No estoy hablando de un sistema de autoayuda, tan manoseados y tópicos ahora, sino de un estilo de vida, de unas normas de conducta, de un comportamiento, fundamentado en la ejemplaridad, no en la propaganda. Nuestro desarraigo intelectual y espiritual nos ha hecho intolerantes, macarras, insolidarios. Y todo eso tiene mucho que ver con el resurgimiento de los nacionalismos excluyentes, torpes y salvajes, ignaros, alimentados por fanáticos, frenéticos y fantásticos, con muy poco en la cabeza y nada en el corazón.

Polibio de Megalópolis hace la recepción de las ideas estoicas en la historiografía antigua. La historia con Heródoto se proponía narrar; con Tucídides, enjuiciar; con Teopompo, declamar. ¿Qué ofrece el estoicismo a la historiografía? Comprender, demostrar y comprobar, o sea investigar. Será Polibio el que imponga “la noble objetividad”, la impasible mirada, el examen desapasionado e impersonal de los hechos.

Posidonio de Apamea, 135-51 a. d. C., facilitará el paso del helenismo a la época grecorromana. Las Historias de Posidonio contienen tres ideas: la ambición universalista, la igualdad de los pueblos y la voluntad de la razón cósmica, que es la idea providencialista en el porvenir. En él se inspirará Séneca, quien a su vez influirá en Floro, cantor de la paz romana. El poeta Lucano será otro estoico.

Arriano, de formación estoica, es autor de Anábasis de Alejandro, uno de los libros más hermosos de la antigüedad, allí podemos leer: “Aunque censuro en el discurso de esta narración algunos de sus hechos, confieso sin rebozo que soy admirador entusiasta de Alejandro”. Esta aseveración se ha repetido después y se ha adjudicado a distintos personajes de la historia sin citar a su autor. Los estoicos no fueron nunca proclives a Alejandro, pero Arriano le admiró profundamente y lo dice sin tapujos.

Algunas ideas que hoy nos resultan asimiladas y comunes, como la existencia de una historia universal, el hecho de que el género humano es sujeto colectivo de la historia o que los hechos trascienden la esfera de un pueblo, son ideas que expresa e impone Polibio y que afinan sus sucesores.

El discurrir de los césares, con sus adulteraciones, produjo una cierta decadencia, que se salva con la llegada al poder de Trajano. Hay unas páginas extraordinarias, Semblanza de Trajano, de don Santiago Montero Díaz, que hablan del gran emperador español y de su influencia de Séneca y del estoicismo. Esas páginas me sirven de guía para esta nota.

Para Montero Díaz: “Lo heroico se realiza según tres categorías. La épica, en las culturas que nacen: el héroe domina el destino. La histórica, en las culturas que culminan: el héroe es la expresión del destino. La trágica, en las culturas que se hunden: el héroe es vencido por el destino. En la primera y la última hay conflicto. En la segunda, no. A ella pertenece Trajano”. ¡Deduzca el lector dónde nuestro momento!

Después de su campaña germánica, es nombrado emperador y hace su entrada en Roma a pie- lo que nunca había sucedido-, con manifiesta sencillez y exclama: “Quiero tratar a los demás como yo quisiera ser tratado si no fuera emperador”.  Tácito alaba a Ulpio Trajano asegurando: “en su tiempo cada cual podía pensar lo que quería y decir lo que pensaba”.  Suena a música liberal, “brisas liberales” las llama Montero Díaz.

Trajano, el general de la Bética es un romano de rancio abolengo. Nace el año 53, es pretor, gobernador de la Tarraconense y de Germania. Adoptado por Nerva, será emperador a los cuarenta y cinco años. Trajano “coloniza para la eternidad”, conquista a partos y dacios, a los germánicos y gobernará guiado por el cálculo y la prudencia.

Según Eutropio, cuajó de arte Roma, España, África, Italia, Oriente, reconstruyendo la destruida Antioquía. Hizo edificios, puentes, calzadas, acueductos, fortalezas. Para él “el bienestar de su patria radica en la agricultura como base vital y en la guerra como destino colectivo”. Y a eso se dedica con mano de seda y autoridad de bronce.

El estoicismo, con su punto de acendrada rebeldía, incita a la crítica del estatus imperial, corroe las bases del estado, socaba las viejas jerarquías, porque contiene un sentido tan fuerte de autoridad como de nobleza. Firme con el poderoso y tolerante con el vulnerable. Trajano tan imperial y respetuosos de las jerarquías, jamás pasa los límites. No es un estoico puro, pero es generoso, leal al decoro del estado, senequista ejemplar, duro, vive con modestia, como su hermana y su mujer, inusual en un emperador.

Para Montero Díaz: “Trajano es, pues, un traductor de su propia grandeza a fórmulas escuetas, exactas, infalibles […] intérprete fiel del destino irrevocable y único de su tiempo”. Sobrio, austero, castrense, tenaz, fiel.  ¡Igual que los gobernantes actuales!

                                                                                                                    Tomás Paredes

                                                                                               Presidente H. de AICA Spain   

 

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