Odnoder expone en Arco en Primavera

El socio Odnoder expone en el espacio de arte Arco en primavera, junto a los artistas Anna Moya, Borja Barrajón y Pedro Quesada, a partir del 31 de enero y hasta el 6 de marzo.

“Honda alla Bernina

En Arquitectura se llama luce alla Bernina al mecanismo de lograr la luz arrojada en un espacio, ocultando la fuente de esa luz. Lo que hace Bernini en muchas de sus obras, de ahí el nombre.

Bernini era un gran arquitecto y un magnífico escultor. Y Odnoder, de cuya obra escultórica voy a hablar aquí, es un gran arquitecto y un magnífico escultor.

Y es que un arquitecto debe luchar contra la gravedad, y un escultor también. Lo que en común tienen arquitectos y escultores, la gravedad. Chillida empezó a estudiar arquitectura, y se le nota.

Más de una vez he escrito sobre Bernini como escultor y, cómo en esa escultura prodigiosa que es el rapto de Perséfone, el tema central no es tanto el de la escena mitológica como la capacidad de Bernini de hacer blando el duro mármol donde los dedos de Plutón aprietan el muslo de Perséfone.

Pues con parecidas razones, Bernini en su David, además de la postura dinámica y el expresivo gesto de David, para traducir la honda del pastor, hace una cuerda de mármol casi imposible.

Pues con este mismo espíritu, el de la imposible cuerda de mármol de la honda del David de Bernini, Odnoder, en una serie de lo que él llama ángeles, nos presenta unas piezas finísimas en madera, casi imposibles. Parecen custodias vacías de una absoluta contemporaneidad, talladas ¿talladas? en madera al filo de lo imposible. La estabilidad la consigue con unos basamentos sin solución de continuidad que, al ser gruesos y pesados, hacen todavía más visible la ligereza de la cabeza de los ángeles.

Insisto en que la gravedad es tema central de la arquitectura, pero también de la escultura a lo largo de la Historia. Desde los bellísimos caballos voladores chinos, apoyados en una sola pata, hasta las estatuas ecuestres clásicas de Luis XIV, apoyado el caballo sólo en sus patas traseras, lo que ya hacían los caballos de los frisos del Partenón.

Los ángeles de Odnoder son un prodigio de belleza, pero además son unas piezas escultóricas de gran inteligencia. Lo ligero se hace más ligero atravesado por el aire, emergiendo de lo pesado con lo que se apoya en la tierra con una absoluta estabilidad.

A mí me recuerdan a esos artefactos de los magos callejeros con los que hacen unas pompas de jabón increíbles que asombran a niños y a mayores. Mi amigo Cartarescu diría que son como la bola de aire en el interior de un nivel, pero al revés.

Además de esos ángeles, tiene otras piezas también maravillosas. Algunas con aroma a Brancusi y a sus pájaros abstractos y otras, como la que preside ahora el hermoso espacio expositivo, con aroma a Chillida con otro poco de Bernini.

Esa pieza mayor, piéce de resistence? es un gran bolo de madera de forma orgánica, grande, pesado, rotundo, en el que Odnoder ha excavado, con mano geométrica de arquitecto, unos boquetes que atraviesan el sólido produciendo unas sombras profundas que cualifican aquella pieza de manera misteriosa.

Como Chillida lo hiciera varias veces con bolos de alabastro. O como Bernini, una vez más Bernini, lo hizo en su anima damnata donde la boca abierta llena de asombro y de sombra hace que aquella cabeza nos conmueva.

Vicente Aleixandre escribía: “Cuando ves la luna, no ves la luna, ves la imagen de la luna en tu pupila” Yo creo que a través de los sublimes ángeles de Odnoder, como si de la pupila del poeta se tratara, se ve la luna y el cielo y las estrellas. ¡Bienvenido al firmamento!”

Alberto Campo Baeza

 

 

 

 

 

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