Mª Dolores Cid nos acercó a Marcelina Poncela, Socia Fundadora de la AEPE

El viernes 15 de noviembre la Asociación Española de Pintores y Escultores vivió una jornada especial en la que, gracias a la Catedrática Mª Dolores Cid Pérez, pudimos conocer más acerca de la Socia Fundadora Nª 29 de nuestra centenaria institución.

Tras una breve presentación del Presidente de la AEPE, José Gabriel Astudillo, en la que agradeció la colaboración de la autora del estudio acerca de la magnífica pintora, fue la Secretaria General, Mª Dolores Barreda Pérez la encargada de introducir a los asistentes en la relación de Marcelina Poncela con la AEPE, a través de sus maestros y numerosos amigos, la mayoría socios fundadores también de la entidad.

La Secretaria General comentó que tal y como ocurre en todas las biografías de artistas del siglo XIX y XX, en ningún texto, tesis doctoral o libro suele figurar su relación con esta casa, lo cual nos hace aprender que para que algo se conozca, debe ser primero estudiado y ofrecido después al público. Además, comentó cómo el Presidente ha intentado potenciar este hecho a través de nuestro Archivo Histórico Bernardino de Pantorba, y de forma específica también con la creación de la MEDALLA DE PINTURA MARCELINA PONCELA DE JARDIEL creada en el año 2017.

Añadió además que es intención de la AEPE pedir que el plan memoria de Madrid la tenga presente, instalando una placa en la calle donde vivió.

Como curiosidad de la tarde, la presentación contó con la presencia de dos nietos del famoso hijo de la pintora, Enrique Jardiel Poncela, quienes asistieron a la interesante charla agradeciendo el recuerdo para con su bisabuela.

Mª Dolores Barreda Pérez resaltó varios hechos de la biografía de la artista, como que conoció a su marido cuando vivía en la Costanilla de San Pedro, junto a la Iglesia de San Pedro el Viejo, donde se venera a Jesús el Pobre, imagen de la que también ella es devota.

Resaltó la suerte que tuvo su hijo Enrique, a quien su madre puso como mote «Potito», que contaba que a los siete años solía visitar el Museo del Prado en compañía de su madre y, a los nueve acostumbraba a acompañar a su padre a la tribuna de prensa del Congreso de los Diputados, donde presenció numerosos debates políticos. La tendencia a dibujar apareció en Enrique antes que la de escribir.

Destacó que Marcelina Poncela fue alumna de Alejandro Ferrant Fishermans, uno de nuestros socios fundadores, junto a su hijo, el escultor Ángel Ferrant y Vázquez, también socio fundador de la AEPE. Y que fue asidua al Círculo de Bellas Artes, fundado entre otros por Marceliano Santamaría, quien fuera Presidente de la Asociación de Pintores y Escultores elegido el 24 de enero de 1936, y que dimitiera tras ser nombrado Presidente del Círculo de Bellas Artes ese mismo año. Allí, se relacionó con otros socios y fundadores de nuestra institución, como Sorolla, Aureliano de Beruete, Cecilio Plá, Lhardy Garrigues, Luis García Sampedro, Fernanda Francés, Zuloaga, Aniceto Marinas,…

Tuvo relación en definitiva, con casi todos los artistas plásticos del momento, tanto personal como artísticamente, ya que coincideron en el Círculo de Bellas Artes como estudiantes y posteriormente concurrieron a casi todas las Exposiciones Nacionales.

La catedrática Mª Dolores Cid Pérez nos adentró en su biografía, haciendo especial reseña de su formación académica, que fue muy completa: buena técnica del dibujo preparatorio de sus pinturas. Siempre haciendo dibujos a lápiz y a carboncillo, que trasladaba después al óleo. Dibujaba sobre pequeño y gran formato; en este caso se trataba de obras acabadas, no simples apuntes, que destinaba a concursos. Empleaba la técnica del albayalde y también utilizaba el lápiz conté, muy popular en el siglo xIx. También dibujó a plumilla, con gran calidad y merecieron premios de primera clase, y utilizó también la pintura al pastel pero esta técnica es frágil y difícil de conservar por lo que apenas hay un par de ejemplares conocidos. Fue una gran acuarelista, utilizaba bien todas estas técnicas pero con lo que realmente se encontraba a gusto era con la pintura al óleo.

Además de los bodegones, las flores, los paisajes, las escenas costumbristas, Marcelina se ocupó del retrato tanto a lápiz como al óleo. A veces esos retratos se apoyaban en la existencia de una fotografía, práctica muy común a finales del siglo xix pues muchos artistas aprovechaban esta oportunidad para hacer óleos de retratos de personajes de difícil acceso pero que sus fotografías se podían encontrar con cierta facilidad.

 

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