Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes de la AEPE: Ángel Vegué Goldoni

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes

de la Asociación Española de Pintores y Escultores

 

La  Gaceta de Bellas Artes 1929: Ángel Vegué y Goldoni

Al dejar la presidencia José Francés, la revista siguió con el comité de redacción formado por Jesús María Perdigón, Angel Vegué, Ramón Pulido y Pedro Gª. Camio, como secretario, al que después se incorporó Antonio Ortíz de Echagüe como Presidente, pero no como director de la Gaceta.

 

Ángel Vegué y Goldoni

 

VEGUÉ GOLDONI, Ángel                                          Cr.    <1929                                                      Toledo                                  MADRID

 

Vocal de la AEPE

 

Ángel Vegué en 1926

 

Ángel Vegue y Goldoni  nació en 1877 en Toledo.

Era hijo del platero toledano Claudio Vegue y Muñoz, que según escribió su propio hijo, “tuvo una tienda en el número 84 de la calle del Comercio, donde se conserva aún una artística fachada de gusto del Renacimiento, ideada por él, con yeserías platerescas y azulejería auténtica muy artísticamente combinadas. El Sr. Vegue ha sido el último de los verdaderos orfebres toledanos; entendía con singular gusto el gótico local del XV, y conocía profundamente todos los secretos de su oficio. A más de distinguirse como repujador, unió al conocimiento de las piedras preciosas el ser un engastador hábil”.

Ángel fue alumno de la Universidad Central de Madrid, en la que estudió Filosofía y Letras, logrando el doctorado en 1911 con la tesis titulada: ‘Los sonetos ¿al itálico modo? de Don Iñigo López de Mendoza, marqués de Santillana’.

En 1906 ostentaba el cargo de secretario tercero de la sección de literatura, que presidía Emilia Pardo Bazán, del Ateneo de Madrid, al que siempre estuvo unido.

Profesor de Teoría e Historia de las Bellas Artes en la Escuela de Estudios superiores del Magisterio en 1913, pasó después como catedrático de Historia del Arte a la Universidad Central, estando bien relacionado con la élite cultural española de su tiempo.

Ángel Vegué, el cuarto por la drcha. de bigote comisión organizadora III centenario El Greco 1914

 

Aficionado a la música antigua, era gran amigo de Manuel de Falla.

1921

 

Desde esa fecha escribió críticas de arte y todo tipo de artículos en revistas como La Lectura, Revista de archivos, Bibliotecas y museos, Prometeo, Revista general de enseñanza y bellas artes, Nuestro tiempo, Arquitectura, El Imparcial, La Voz, El País, Toledo…

Conferenciante e implacable defensor de la ciudad de Toledo y todo lo que tuviera que ver con su patrimonio material e inmaterial, solicitó en numerosas ocasiones la declaración de Toledo entero como monumento nacional para evitar el saqueo que denunciaba estar sufriendo la ciudad.

Casado con Consuelo Avalos y afincado en Madrid, en la calle General Pardiñas, 12, fue también académico de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.

 

ABC 1934

Brillante conferenciante, poseía en Toledo una magnífica mansión, …“según Félix Urabayen, quien afirma, además, que desde la torre de la catedral se divisa «la magnífica parra que cubre el patio de Angelito Vegue, «as» toledano del chismorreo erudito. Si el amigo se decidiese a enseñar su casa mediante dos reales a los turistas, no necesitaba volver a escribir una crítica de arte en su vida», en «Por los senderos del mundo creyente».

En 1923 el entonces duque de Alba, Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, contactó por primera vez con el arqueólogo Howard Carter en el Cairo y tramitó una invitación formal para que el inglés viniera a España a hablar de su descubrimiento.

El 24 de noviembre de 1924 llegó Howard Carter a Madrid. A las seis de la tarde de ese mismo día ofreció en la Residencia de Estudiantes la primera de las dos conferencias que tenían planificadas y que, debido al gran éxito de público, tuvo que trasladarse a un mayor aforo.

La primera jornada de la visita del arqueólogo se cerró con una cena que el duque de Alba dio en su honor en el Palacio de Liria.

El día 25 Carter visitó el Museo Arqueológico Nacional y, posteriormente, el Museo del Prado. Era hijo de pintor, tenía cualidades para el dibujo y siempre reconocía abiertamente que era una de sus pasiones.

El día 26 fue recibido por el rey Alfonso XIII en el Palacio Real y, posteriormente, ofreció su segunda conferencia, a la que asistieron los monarcas.

La jornada más curiosa de todas la protagonizó el 27 de noviembre de 1924. El duque de Alba ofreció por la mañana a Howard Carter la posibilidad de visitar la cercana ciudad de Toledo, a la que Jacobo Fitz-James Stuart estaba muy unido cultural y familiarmente.

Además, en Toledo se conservaban algunos de los mejores cuadros del Greco, lo que fue una oferta irrechazable para el pintor frustrado y arqueólogo brillante.

Las crónicas de la época destacan que Carter visitó «los edificios más emblemáticos de Toledo», pero sin especificar. Sin duda paseó por el Alcázar, la Catedral, la Casa del Greco, alguna de sus sinagogas y, la iglesia de Santo Tomé y su Entierro del Conde de Orgaz.

En esa visita, el duque de Alba y su amigo contaron con un cicerone de excepción. El catedrático de Arte Ángel Vegue y Goldoni, toledano de pura cepa, fue el guía de la jornada. Todo un lujo para Carter. «Persona muy culta», reseña a Vegue el periódico La Vanguardia.

No quedan testimonios exactos de lo que hizo Carter en Toledo, tampoco fotografías, pero lo cierto es que estuvo todo el día en la ciudad hasta que por la noche regresó a Madrid, en donde celebraron una nueva cena en su honor en el Hotel Ritz.

Al término de la misma, Carter pronunció unas palabras de agradecimiento que fueron registradas por el diario ABC. En ellas elogió, por encima de todo, «al Museo del Prado y a Toledo»; que causaron una grata impresión en el arqueólogo.

En estos años, Ángel Vegue centra su vida en la enseñanza, la crítica de arte ejercida en distintos medios y todo tipo de iniciativas artísticas en las que estaba involucrado.

El artista fotografiado en su estudio en 1929

 

Así, en 1934 figuraba como Patrono del Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid, cuando asistió a la Conferencia de Museografía de Madrid celebrada en ese año.

Falleció en 1939.​

El Fígaro, 1920, tras la conferencia que pronunció en el Ateneo

 

A su muerte, la viuda, que atravesaba difíciles momentos económicos, puso en venta la biblioteca que había logrado reunir su marido, con expreso deseo de que el destino de la misma fuera la Diputación Provincial de Toledo, para evitar desperdigar y dispersar una colección de valor toledanista.

Con fecha de 16 de septiembre de 1940, se incoó expediente de responsabilidad política  contra su persona, de manera póstuma.

1932 Tertulia literaria en el café de Lyon, el periodista Santiago de la Cruz y Ángel Vegué

 

Autor de innumerables artículos y críticas de arte, es también autor y traductor distintas obras:

La “Biblia Rica” de San Luis, Rey de Francia, 1931

La dotación de Pedro Fernández de Burgos en la Catedral de Toledo y Gerardo Starnina, 1930

El cardenal Quiroga, retratado por el Greco, 1928

En torno a la figura del Greco,  1927

Un San Pablo del Greco inédito hasta hoy, 1927

Lambert, E.: Tolède. – París, 1925,  1926

Un gran libro; la duquesa de Alba y Goya, 1928

La exposición franciscana, 1927

La sociedad española de excursiones visita el palacio de Cervellon, 1919

Las estatuas sepulcrales de Palacios de Benaver; contribución al estudio de la escultura funeraria medieval en Castilla, 1917

Gerardo Starnina en Toledo, 1930

Mengs, Bayeu y Maella en la Catedral de Toledo, 1930

Goya visto por Carlos Baudelaire, 1929

El centenario de Goya en el museo del Prado, 1929

Un lugar común en la Historia del Arte Español ; el cambio de estilo en Tiziano, Navarrete, el Greco y Velázquez, 1928

Una carta de Jacobo de Trezzo y dos de Pompeo Leoni, 1926

Kehrer, Hugo: Spanische Kunst von Graco bis Goya, 1928

Encina, Juan de la: Goya en zig-zag, 1928

Esculturas de Blay y de Inurria; breves notas de arte, 1925

La exposición del traje regional, 1925

Tres salas del Museo Romántico, 1921

Dieulafoy, Marcel,  El arte en España y Portugal , 1920

España y Portugal, 1929

España y Portugal: Manual del Viajero y del Turista, 1929

Ángel Vegue y Goldoni y la AEPE

Perteneció al comité consultivo para la Exposición de Arte Aplicado que organizó el Círculo de Bellas Artes en 1918.

Jurado del certamen de carteles sobre la Exportación Agrícola en 1928.

Jurado de la Exposición Nacional de 1930 por la Asociación de la Prensa.

Vocal del Patronato del Museo Nacional de Artes Decorativas en 1931.

Vocal de Círculo de Bellas Artes en 1932.

Nombrado Vicedirector del Museo del Traje y Artes Populares del Pueblo Español, en 1934.

Colaboró en la Gaceta de Bellas Artes con no menos de 26 artículos entre 1928 y 1936 con variados temas: El arte gótico en España, El encaje en España, Paisaje español…

Vocal de la Junta directiva de la Asociación de Pintores y Escultores de 1929 a 1931.

María Rosa Bendala Lucot

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

 

Mª Rosa Bendala Lucot

BENDALA, Mª Rosa                  P.D       1936          s             ALGECIRAS                     MADRID

Civdad, 1935

 

María Rosa Bendala Lucot nació en Algeciras, en 1912.

Era hija del militar Manuel Bendala Palacios y de Luisa Lucot Bribes, de la localidad francesa de Burdeos.

Sus primeros estudios los realizó en Ceuta y Santa Cruz de Tenerife, acusando los continuos desplazamientos que con motivo del trabajo del cabeza de familia, sufría la familia.

En 1927 se establecen definitivamente en Madrid. Rosa recibe clases particulares de dibujo, demostrando una innata facilidad que esta formación particular potencia.

En 1931 presenta un óleo al Concurso Nacional del Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Ingresa ese mismo año en la Unión de Dibujantes Españoles que organizan anualmente el Salón de los Humoristas, en donde al cabo de unos años, formó parte de su Junta Directiva.

En 1932 participa en el XV Salón de Humoristas y en el Salón Internacional de Humoristas de Viena.

Ahora, 1933

 

Tararí, 1933

 

Por su amistad con el empresario teatral Francisco Torres, recibe el encargo de realizar los figurines para la revista musical Las niñas de Peligros, con los que logra un gran éxito en las críticas del momento y que le valen formar parte de la Compañía del Teatro Martín de Madrid.

Realizará también los figurines de la zarzuela Katiuska, la mujer rusa, en el Teatro Rialto, y de las revistas musicales ¡Toma del frasco! Y ¡Manos arriba!, en el Martín y Las tentaciones, en el Teatro Pavón.

Las continuas referencias en la prensa del momento que de su trabajo se hacían, se resumirían en lo que publicaba el Heraldo de Madrid, …“sobre figurines de María Rosa Bendala, lo que equivale a decir lujo, riqueza, originalidad y buen gusto”… o Ahora, …”figurines de la señorita María Rosa Bendala, son un derroche de riqueza y de arte. La joven y ya consagrada figurinista puede estar legítimamente orgullosa de poseer el difícil arte de hacer tan lindos modelos con solo unas pinceladas de color que en nada o casi nada ocultan -¡y así lo haga siempre!- los cuerpos, dignos de ser exhibidos”

En 1933 expone en el XVI Salón de Humoristas y participa en el Concurso de Carteles Electorales, además de continuar su trabajo en el teatro con las obras Ahí va la liebre, en el Teatro Maravillas, Piezas de recambio, en el Teatro Martín, la zarzuela Xuanon, en el Calderón, la opereta Las isla de las perlas, en el Coliseum y La flor de Hawai en el Victoria.

En el Concurso de Portadas de la revista Blanco y Negro, su dibujo titulado Nati, es elegido para la portada del 11 de noviembre de 1934.

Blanco y Negro, 1934

 

El reconocimiento por su buen trabajo artístico mereció el homenaje que en forma de banquete le rindieron sus compañeros de profesión.

La convocatoria se publicó en distintos periódicos y decía textualmente …“Son tantos los méritos que concurren en la señorita María Rosa Bendala, joven y ya ilustre figurinista de teatros, que consideramos obligado, en reconocimiento de aquellos méritos, rendirle un homenaje. Estimamos que María Rosa Bendala inicia con su arte magnífico y triunfador una era nueva en nuestros géneros de zarzuela y revista, merecedora de la estimación y homenaje de cuantos siguen con interés el desenvolvimiento del teatro español. A este efecto, nos reuniremos el lunes 6 de marzo, en el hotel Ritz, a la una y media de la tarde”…

La comida, aplazada en un principio, finalmente se celebró el 8 de marzo de 1933, y a la misma asistieron el caricaturista Manuel Tovar, la periodista Josefina Carabias, los dibujantes Federico Ribas, Gori, Pedraza Blanco, K-Hito, Antonio Robles, Salvador Barolozzi, Sidro, Tono… escritores como Mihura y Vegué y Goldoni…

En 1933 la revista ¡Tararí! publica una entrevista firmada por Antonio de Salazar, en la que se podía leer: …”Dibujaba desde mi más tierna infancia. En mis primeros momentos quise ser, nada menos, que pintora. Pero me molestaba mucho, no tenía afición y decidí dedicarme mejor al dibujo, para el que tenía unas condiciones si no sorprendentes, por lo menos más afortunadas… más tarde hice carteles y … cuando dibujé los trajes de Las chicas de Peligros, la prensa me puso por las nubes, y yo, más encariñada con mi nueva modalidad artística, trabajé con verdadero ardor… desgraciadamente loa artistas estamos muy mal avenidos. Nos tiramos los trastos a la cabeza y, en lugar de prestarnos mutua ayuda, procuramos hacernos polvo unos a otros… unos trabajos deben cobrarse a su verdadero valor; pero hay señores que por hacerlos y figurar los ofrecen completamente gratis, sin comprender que luego ellos, cuando están encumbrados, sufren las terribles consecuencias de estos regalos, que a nada conducen”…

Oposita a la Cátedra de Dibujo de Institutos de Enseñanza, para los que no se requería titulación alguna, sólo realizar los llamados “Cursillos del 33”, un proyecto republicano que dotaba de plazas a los colegios religiosos que habían pasado a ser institutos públicos.

Nuevo mundo, 1933

 

Mientras, se matricula en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, estableciendo amistad con Rafael Laínez Alcalá, Catedrático de Historia del Arte.

Consiguió la Cátedra de Dibujo en el Instituto Hispano-Marroquí de Ceuta, a donde se trasladará en 1934 para tomar posesión de su plaza.

A partir de ese momento, alternaba estancias entre Ceuta y Madrid, presentando obra a la Exposición Nacional de Bellas Artes y al Salón de Otoño, además del diseño de figurines de otras obras como Luna de mayo, del Teatro de la Zarzuela.

 

 

Colaboradora de la revista Civdad, donde publica dibujos de moda que acompaña con pequeños textos.

Presenta trabajos a la Exposición del Arte de Vestir, celebrada en Barcelona, donde recibe el Premio de Honor.

Realiza un viaje de estudios por Italia.

Participa en el XVII Salón de Humoristas y descubre el cine, para el que comienza a preparar diseños de vestuario. Lo hará para la película La señorita de Trévelez, de Edgar Neville y para Una mujer en peligro, de José Santugini, además de figurines para la revista ¡Alló Hollywood!, estrenada en el Teatro Coliseum.

Rosa Bendala pasó la guerra civil en Madrid. Para subsistir, tuvo la idea de confeccionar botones realizados con discos de madera y fichas de pasta que luego pintaba y barnizaba y con los que inundó las mercerías de un Madrid que en esa época, carecía de esta mercancía.

Afiliada a la Federación de los Trabajadores de la Enseñanza de U.G.T. trabajó como enfermera en el Hospital de Sangre del Socorro Rojo Internacional.

En 1939, una vez pasada la contienda, publicó en la revista Y, pero la tuberculosis la mantuvo ingresada en un hospital de la sierra madrileña y apartada de cualquier trabajo.

Recuperada la salud, creó una colección de tarjetas postales de trajes regionales que la Editorial Brújula publicó, pero que fue un fracaso económico, si bien realizó trabajos esporádicos para decoradores y artesanos textiles, volviendo al mundo del teatro, pero sin la asiduidad que antes tenía.

En 1944 diseñó los figurines de la revista Vértigo número 2, de la opereta Pañamariana de Guridi, Valses de Viena, en el Apolo de Barcelona y con un largo paréntesis, en 1952 regresa al cine, con la película Doña Francisquita, de Ladislao Vajda.

En 1951 participa en la Exposición de figurines de teatro que organizó la Asociación de Dibujantes.

 

 

En 1953 realizó el cartel mural que anunciaba la Exposición del Traje Regional en la Feria Internacional del Campo de Madrid.

En 1955 participa en la Exposición y concurso de abanicos que organizó Galerías Preciados.

En los cursos entre 1953 y 1956 se matriculó en Restauración de Obras de Arte de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, acometiendo así los encargos de restauración que llevaba a cabo en la tienda de muebles y antigüedades donde trabajaba.

Los últimos años de su vida los dedicó a la restauración de cuadros que realizaba desde el taller de su domicilio en Madrid.

Falleció en Madrid, el 13 de noviembre de 1997, cuando contaba con 85 años, soltera y sin hijos.

En 2019 en la exposición de Dibujantas, pioneras de la Ilustración, realizada en el Museo ABC, se exhibió su obra Nati, que fuera portada de ese diario en 1934.

Rosa Bendala y la AEPE                                               

Participó en el XV Salón de Otoño de 1935, en la sección de dibujo, figurando inscrita como residente en Madrid, en la calle Ramón de la Cruz, 64, con tres obras de igual título:

256.- Avance para una moda española, dibujo

257.- Avance para una moda española, dibujo

258.- Avance para una moda española, dibujo

 

Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

 

Oroza: el Poeta, la Poesía

 

La literatura es una cosa, la poesía otra. La gallina y el ruiseñor son aves, pero ¡qué diferencia del cacareo al canto, que misteria la noche! La literatura es una creación cultural, a veces puede ser arte; la poesía es un canto del alma, anterior a la escritura. La escritura es estructura para soportar sensaciones e impresiones; la poesía oral es arquitectura melódica y rítmica de la espiritualidad sensible. Oroza: “Soy poeta y no tengo por qué ser otra cosa. Estoy prendido de contar cantando”.

Para quienes le hayan leído, es un momento idóneo de volver a su mundo y constatar cómo resiste al tiempo y las adversidades, cómo sigue de fresca su intensidad poética. Para aquellos que le desconocen, al leerlo van a descubrir un paraíso, que nunca imaginaron; un oasis en el desierto de nuestra cultura. El día 13 de mayo el autor de Cabalum hubiera cumplido cien años. Se ha ensamblado, en Vigo, una Asociación Cultural Évame-Oroza, que se encargará de organizar la celebración del centenario.

En vida, siendo un poeta idolatrado por la juventud y los creadores, institucionalmente fue atropellado, oscurecido, abandonado, menospreciado, histrionizado. Representó a la perfección el ideal romántico de poeta: antisistema, nefelibata, nocherniego, anárquico, pacifista, luminoso; lo fue todo, excepto bebedor y espadachín. Apasionado por Li Bai, más por su vida, se diferencia en muchos extremos del poeta chino. Importa su poesía, la que le mantendrá siempre actual. Los avatares de su vida, no se deben ocultar, pero no son determinantes.

 

Carlos Oroza a finales de los 60

 

Se tiende, en general, a liarlo en el envoltorio del mito y la leyenda. Es muy sugerente; todas esas fantasías que se cuentan, a veces deturpan la dimensión de su poesía. Su vida no fue fácil, todos se jactan de conocerle mejor que nadie y de inventarle un aluvión de sucesos apócrifos. Ni buscó ni le importó el reconocimiento: “Lo que hago es una cosa muy especial, un documento interior: buscar detrás de la realidad, donde está la verdadera poesía, saltar el tiempo y entrar en otro espacio”, confiaba a La Voz de Galicia, 28.I.2000,

Sigo creyendo que Oroza vive. Esbelto, enteco, sarmentoso, seco, cetrino, imbele, enhiesto, cipariso, eterno: “No vuelvas nunca al lugar donde has sido feliz”. Lo veo paseando, majestuoso, las calles de Vigo hasta el mirador de las Cíes, como una sombra que nadie descubre, allí se detiene cabe el olivo, enciende otro cigarro, y atiende atento la voz del Alighieri- “tu duca, tu segnore , e tu maestro-“.

No, no estoy comparando. Oroza no es Virgilio, ni Dante, ni Hölderlin, ni Rimbaud, ni Pound, ni Vallejo, ni Ginsberg. Oroza es otro, él, único, genuino. Impresente, secluso, clandestino, sin dejar de fumar, ahumado, como una vaina llena de semillas de la que emerge su “poesía palabrera y única”, como reza el exergo umbraliano. Fue varios, pero siempre único, incontrolable, indomable, impredecible, como el viento, la lluvia, los terremotos, los volcanes.

Ruibal, Oroza y Tomás Paredes, Ponrevedra 1995

 

Oroza era naturaleza, nemoroso y viene de la pulsión originaria; de Li Bai, nostálgico del agua, el vino y de la luna; del trovar ric y los aedos, Mendinho, Johan Zorro y Aires Nunes. De Viveiro, do nació, a un Madrid luctuoso, en blanco y negro. Vive la golfemia del “Gijón”, se relaciona con Lucía, Eléncar, Álama, Marlaria, Ávea, Brasalomba, Atelaida, Rosamunda. Se casa y se descasa ¡MAO, Perico Beltrán, Don Jaime, Campal, Villán, Hernández, Pepe Esteban, Julián Marcos, Manolo Calvo, El Gayina, Laxeiro, Gómez de Liaño, Bepo, le miran de cerca!.

Viaja a Ibiza, donde convive con los hippies, interviene en una película de Summers, vive en casa de Úrculo, era el 69. Y vuelta a la calle Jardines, Madrid, a la panadería que le surte al amanecer, cabe la Discreta. Mas tarde pasa unos años en O Courel con Uxío Novoneyra; luego, Pontevedra, donde sería injusto no mencionar al pintor Ruibal, a Celso. Después, vagabundea por Vigo largos años, a salto de pensión y de cafés, hasta que aparece Javier Romero, que normaliza sus años finales.

Muchas son las etiquetas que se le asignan: bohemio, poeta beat, resistente, poeta maldito, hampón, ágrafo, hippie, rapsoda, trovador. Nunca tuvo que mandar ni obedecer para vivir, un ángel azul le acompañó toda su vida, que le fue resguardando de la penuria y la egestad. Nunca, aún en graves situaciones, perdió la elegancia, el señorío, el resplandor que construye su verdad y su leyenda. ¡A todo esto, a la frugalidad, a alimentarse de la propia austeridad, sin dejar de ser estrella, se llama orozear!

Tapa de «América» Yurihito Otsuki

 

 Amistad de cuarenta y cinco años. En ocasiones, más cerca; otras, más lejano. A veces, desaparecía y hasta qué no llamaba por teléfono, no sabía por dónde circulaba. Era muy difícil que escribiera cartas, pero tengo algunas. En los últimos lustros, me daba la dirección, pero si no me telefoneaba, no hacía uso de ella. En 2000, La Voz de Galicia, confesaba: “El teléfono es necesario, pero yo no lo necesito. Y el ordenador tampoco. No escribo a mano, sino en voz alta. No tengo tele. Escucho música y leo. La música tiene ojos más amplios. Donde termina la imagen empieza la música”.

Sus libros son pocos y delgados, pero contundentes. La poesía nunca fue amiga de la cantidad. Sus rubros: Eléncar, 1974, con cinco serigrafías de Benigno Morilla; Cabalum, 1980; Alicia, 1985; Una porción de tierra gris del norte, En el norte hay un mar que es más alto que el cielo, La llama prestada, Un sentimiento ingrávido recorre el ambiente y como antología y resumen general, en 2012, la editorial Elvira publica Évame, revisado y autorizado por él. Aunque prefiero leer los libros sueltos, uno a uno.

Oroza, un ángel, al margen, anarco, ajeno, huido del tumulto, desheredado. Un ángel, siempre protegido por un ángel, que variaba de rostro y menester. Amparado por la luz, cuando más oscuro hacía, que le iluminaba. Nunca tuvo sueldo, ni ocupación, ni propiedad, ni pensión, ni cobijo definido, nada: era poeta, desnudo, inocente, desaprensivo, en manos del destino, por el mecido. El azar hizo un trabajo excelente, siempre respirando el humo de su cigarro.

Colofón de «América» con firmas de Oroza y Otsuki

 

Insistió adunia, en algunas entrevistas: “Soy un solitario que rechaza el tumulto. ¿Mi empeño? Huir de la obviedad; darle a la poesía su sonoridad. Porque la poesía es más voz que signo. Es, sobre todo, ritmo. No rima, sino ritmo”. Rechazó la televisión, una beca y cualquier ayuda institucional, que no fuere el pago de un recital. Querían modificar su estilo y eso era cambiarlo y, claro, prefirió el silencio, la lejanía de los políticos, la soledad encielada por su estro.

Poeta de la palabra hablada, corregía en la memoria, arreglaba los poemas en su cabeza. Se resistía, pero no tuvo más remedio que publicar. Editó siete títulos desde 1974, varias antologías, y cinco con pintores. Siempre reproducido en horizontal, tal la raya de un horizonte infinito. Alicia, seis serigrafías de Enrique Gran, 1988; El sentimiento se mueve allí con soltura”, ocho serigrafías de Din Matamoro, 2005, el único que desconozco. “Un sentimiento imaginario recorre el ambiente”, cinco litografías de Antón Lamazares, Raiña Lupa, París 2006; Malú, serigrafías de Nelson Villalobos. Y América, su primera traducción al japonés por Yurihito Otsuki, que también lo ilustra con pinturas, reproducidas a chorro de tinta, Madrid-Tokio 2015, preciosa edición firmada por el poeta y el pintor.

Inventó varias palabras que le ayudaban a acelerar el ritmo apasionado de su decir, a acompasar su trino, a vivificar el galope de su verso: ómnima, onilios, luctus, unicar, golosar, azúlida, miyomas, traspariendo, americando, elesdé, coelesdé, eglantina, laya, paramez, europar, lumacha, malú, nóbul, cópul, mántrica, rina, explandidos, turmándose, amaramer, nubelina, trasálidos, copro, cabalum.

Cofundador de la revista Tropos, con Zabildea y Paniagua. Grabó con el grupo Elipse, en 1975, el primer rap de la música española. Y Ariola hizo una grabación exitosa de Malú. Actuó con Nico, a la que conoció en la discoteca Mau Mau en los setenta, musa de Velvet Underground, que moriría en Ibiza. Aute, Eduardo Aute musicó y canto unos cuantos poemas, siendo el último trabajo que firmó antes de su desaparición.

Interior de «América», texto español y japonés, obra de Yurihito Otsuki

 

Decía que no era culto, no es verdad. No era erudito, culto sí: “Yo me he embriagado de éter, de Hölderlin y de la poesía más alta”. Sus preferencias estaban en Li-Bai, Rilke, Whitman, Hölderlin, Rimbaud, Dylan Thomas, César Vallejo; amigo de Ferlinghetti, al que recibió en Madrid en el “Gijón”. Escribía pensando cuando paseaba, anotaba algo en un papel, pero era raro. En el escenario, recitando, se crecía, era imbatible, acontecimiento ascensional: un tremendo seductor de auditorios y mujeres. Sin suerte. Vivió del aire, en el aire, a su aire, como el aire, a la intemperie.

Oral, dominando la cesura con la respiración, sin puntos ni comas. A brazo partido con el momento, performativo, trovador prendido al canto, como antaño en Occitania. Todos los libros se ahorman en un título: Évame, como un largo poema, una melopea lírica en llamas, azotada por el viento, que arde en el miajón de la magia y el misterio. “El poeta nace cuando le sorprende la primera palabra. El poeta organiza el caos, da sentido al absurdo de la existencia”, afirmó.

Su primer libro, acerca de la pintura del poeta dominicano Manuel del Cabral, Cabral, Colección Goya, Madrid 1952. Tuvo algunos premios, que no buscó: Internacional de Poesía Underground, Laxeiro 2008. La Fundación Cristóbal Gabarrón publicó una antología, En el norte hay un mar que es más alto que el cielo, Valladolid 1996, 1.000 ejemplares destinados a otras tantas universidades del mundo ¡Una idea inteligente, concluyente, eficiente!

En la intimidad era fino, elegante, cariñoso, dulce, hospitalario, tierno, limpio, llano. Fuera y dentro, vitalista, genial conversador, acumuló aura, tal Arnaut Daniel. Siempre contigo, poeta enamorado de la claridad, del son y de la gracia, voz mágica surgida del corazón de las tinieblas, fuiste semilla y por eso sigues creciendo, eres canto: Tu Guía, Tu Señor, y Tu Maestro, Inf. II, 140, así se dirige Dante a Virgilio, en la Comedia.

 

                                                                                                                 Tomás Paredes

                                                                                   Presidente de Honor de AICA Spain

Recordando… José Bueno Gimeno

Obras, artistas, socios, pequeñas historias…

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

José Bueno Gimeno

BUENO GIMENO, José            E    1910(N)    29.set.1884  ZARAGOZA     ROMA/ZARAGOZA/MADRID  1957

 

José Bueno en 1931

 

José Julio Bueno Gimeno nació en Zaragoza, el 26 de septiembre de 1884.

La familia contaba con nueve hermanos y según las crónicas familiares, estaba muy unida por el calor de los padres.

Como cualquier otro niño de su tiempo, acudió a la escuela en su localidad natal, donde una monja, superiora de La Caridad, descubrió las figuras que hacía ya cuando contaba apenas con diez años, y le introdujo en el estudio de Francisco Borja, quien tenía un taller de escultura religiosa.

Con trece años compaginó su asistencia al taller con los estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza, teniendo por profesores a Ricardo Magdalena y Carlos Palao y ya, a sus diecinueve años recibió de manos del Rey Alfonso XIII,  un premio del Ayuntamiento de Zaragoza, posiblemente por un “Busto del Tío Jorge”, en las fiestas del Pilar.

Un momento que supo aprovechar para solicitar al monarca una beca con la que acudir a la Academia Española de Bellas Artes de Roma, recibiendo al poco tiempo contestación de la Casa Real, en la que le comunicaban que no era posible debido al elevado número de plazas ya asignadas.

Pero con un futuro prometedor, en 1905, se traslada a Madrid y asiste a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y al estudio del también socio de la AEPE Aniceto Marinas. Afrontando severas penurias económicas, aprovechó bien esta etapa como sólida formación que sería la base de su futuro.

Monumento al rey Alfonso el batallador, inspirado en el famoso cuadro que Francisco Pradilla

Alfonso el Batallador de Francisco Pradilla

 

Años de estudio en los que compartía experiencias con otros escultores de su generación mientras aprendía a trabajar la piedra y el bronce.

En 1906 logra el Tercer Premio de la Exposición Nacional de Bellas Artes, Sección de Arte Decorativo e Industrial y una Mención de Honor en la Sección de Escultura.

En 1908 realiza algunos trabajos en la Colegiata de Santa María, de Calatayud, Zaragoza,  y en 1913 logra una pensión que le lleva a estudiar becado a Roma, donde permanecería durante cuatro años.

Allí vive intensas experiencias, viaja a París, Grecia y conoce en profundidad Italia, pero el estallido de la primera Guerra Mundial le hace regresar a España.

En 1918 se instala en Zaragoza, donde después de una exposición en el Centro Mercantil, presentada por el también socio de la AEPE Ignacio Zuloaga, se convierte en uno de los escultores más conocidos de la época, realizando un gran número de encargos oficiales y privados.

En 1918 se cumplía el octavo centenario de la conquista de Zaragoza a los musulmanes por Alfonso I, por lo que la ciudad decidió conmemorar tal efeméride levantando un gran monumento.

Salió un concurso público y fue un joven José Bueno casi recién regresado de Roma quien acabó ganándolo. Presentó dos proyectos, uno que comprendía una gran escultura en bronce del rey aragonés montado a caballo, que sería rechazado, una  obra de influencia italiana que podía haber supuesto la cima de su carrera. Y otro hecho en piedra, que sería el que finalmente se hizo, e inspirado en el famoso cuadro que Francisco Pradilla había pintado unos años antes en pleno apogeo del Romanticismo español.

Dos fotografías de José Bueno con su esposa, Hildegard Heimerle

 

La escultura que modeló José Bueno tenía seis metros y medio de altura, pero fue otro escultor quien haría el vaciado en escayola, y otro más quien lo esculpió en mármol de Carrara. El resultado es un gran monumento que es uno de los símbolos más famosos de la capital del Ebro.

Muy solicitado a partir de entonces para la realización de monumentos públicos, llevó a cabo una abundante producción escultórica en Zaragoza, donde destacan también el monumento a los hermanos Argensola, La mujer dormida, el busto al periodista Mariano de Cavia, el monumento en homenaje al rey Alfonso I el Batallador…

En 1922 logra la Segunda Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes por su obra Humanidad, que actualmente se encuentra en la Fosa Común del Cementerio de Torrero de Zaragoza.

En 1924, obtiene la Primera Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes por su obra “Exterminio”, uno de sus trabajos más importantes.

Monumento a los hermanos Argensola

Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1932, trabajo realizado junto al también socio de la AEPE,  José Ortells

 

En 1926 regresa a Madrid, e inicia un viaje que le lleva a distintas capitales europeas como París, Bruselas y Ámsterdam.

A principios de 1927 conocerá a la que será su esposa, Hildegard Heimerle, una estudiante de nacionalidad alemana que completaba sus estudios en Salamanca, hija del rector de la Universidad de Bonn y relacionada con la Bauhaus, aspecto muy interesante a la hora de precisar algunas influencias importantes en su escultura.

La Bauhaus fue fundada en Weimar en 1919, cuando Walter Gropius unió la Escuela Superior de Artes Plásticas con la de Artes y Oficios del gran ducado de Sajonia, Weimar-Eisenach. Esta institución antiacadémica, centro pedagógico y experimental de las artes, puede ser considerada como la primera escuela de diseño del mundo, aquella que funda las bases para el diseño moderno.

Luis Bueno Gimeno en la posguerra

 

Con encuentros esporádicos, coincidirán en París, conociendo especialmente la obra de Rodin, hasta que en 1931, contraen matrimonio en Madrid. Él contaba con 46 años, ella con 32.

Tras un viaje por Alemania, oposita a profesor de la Escuela de Artes y Oficios, consiguiendo una plaza en Madrid.

En 1934 nacerá su hijo Mario y dos años más tarde, su hija Margarita, pero a consecuencia del parto, fallece su esposa justo cuando ha estallado la guerra civil, quedando José viudo y al cargo de dos criaturas en unos momentos dramáticos para la familia.

Su hermana Adelaida le ayudará en esos difíciles años.

Tras la guerra civil, el trabajo más solicitado es la escultura religiosa, con la que consigue salir adelante, además de con su sueldo de profesor.

Proyecto de monumento del rey aragonés montado a caballo, que sería rechazado

 

Vinculado de nuevo a Zaragoza, en la que pasa los veranos en una torre que adquiere en el barrio de Casa-blanca, donde instalará su estudio, al mismo tiempo que atiende un pequeño huerto. Vuelve a recibir encargos, predominando la temática religiosa.

En 1949 termina una de sus obras más icónicas, El Jesús atado a la columna, que se convirtió también en todo un clásico de la Semana Santa zaragozana.

La obsesiva entrega a la docencia y al trabajo escultórico, no impide que mantenga amistad con un reducido grupo de artistas y críticos.

Durante la década de los 50 hasta su muerte, el escultor desarrolla una gran actividad.

Mujer dormida

 

Sus mayores esfuerzos se centraron en la realización de tres obras de carácter religioso y tamaño notable para la Semana Santa de Alcañiz.

En 1953 termina el “Cristo yacente”. Al año siguiente inicia un Cristo de gran tamaño y fuerte expresividad, “Nuestro Padre Jesús Crucificado”, terminado en 1955. El último encargo, “Nuestra Señora de la Lágrimas”, data de 1956 y es considerada una de sus últimas obras.

Jesús atado a la columna de la Iglesia de Santiago Mayor de Zaragoza

 

En 1954, al cumplir 70 años, se jubila como profesor. Ahora trabaja más relajado. No le faltan encargos, pero sus fuerzas están mermadas.

El 18 de mayo de 1958, tras unos días convaleciente, muere en su domicilio madrileño.

Ricardo Magdalena Tabuenca

Cabeza de mujer

 

En un principio, la obra de José Bueno se regiría por un academicismo siguiendo las tendencias neoclásicas de la época. Su estancia en Roma le descubriría el arte italiano que quedaría reflejado en las influencias del clasicismo en cuanto a técnica, y en la admiración de Miguel Ángel o Donatello, en la concepción expresiva de la obra.

A partir de 1927 descubre las vanguardias y sus obras son más libres, personales y antiacademicistas, derivando a un neocubismo y a una escultura más preocupada por el volumen y la geometría. Sus viajes a Europa le hicieron tomar conciencia de la libertad que el artista debe tener a la hora de expresarse.

A partir de 1940, su obra se centra en los encargos religiosos y oficiales que había de cumplir siguiendo los cánones establecidos, lo que no le impide conseguir una fuerza expresiva y tomarse algunas libertades que quedarían bien reflejadas en algunos monumentos, pasos procesionales, etc.

 

 

Esta última etapa y el recuerdo de la denegación oficial de su boceto para el “Batallador” obligándole a inspirarse en otras obras de Pradilla, le hicieron sentir un cierto resentimiento hacia el ambiente cultural y oficial de su tierra.

Entre sus obras, destacan las siguientes: “Norteña” (1934), fondo del Museo Contemporáneo de Arte Español; “Jesús atado a la columna” (1949), paso de la cofradía del mismo nombre; “La tarde” (1914); El busto de “La mujer dormida” (1918) colocada al principio del Paseo de la Constitución (antes Marina Moreno) conocida también en catálogos como “La Tarde”; el monumento a los “Hermanos Argensola”, en la plaza de San Pedro Nolasco; bustos a “Cavia” y a “Mefisto” (1921 y 1934) en la Plaza de Aragón; “Monumento a Costa” (1929) en Graus (Huesca), etc. Exceptuando la última, todas ellas en Zaragoza capital.

Monumento a Joaquín Costa

 

Su obra cumbre: Humanidad

La escultura no fue concebida como un monumento funerario, sino como una obra en la que el protagonismo está en el desnudo y en su excepcional tratamiento formal. El desnudo como pretexto, como modelo de proporción, como deseo de perfección.

En este Santo Entierro, el cuerpo de Cristo está a punto de ser introducido en un sarcófago, trasportado por José de Arimatea, que sujeta el cuerpo inerte por los brazos, mientras Nicodemo lo sostiene por las piernas.

José Bueno realizó esta obra en Italia en su último año de pensionado por el gobierno español en la Academia Española de Bellas Artes de Roma. El reglamento obligaba a realizar en el último año de estancia, un grupo original de dos o más figuras desnudas y de tamaño natural. El escultor resolvió este grupo en el mismo tamaño que tiene el monumento funerario que el autor tituló «Humanidad».

Transportado a España, participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1917, sin embargo el reglamento le impedía obtener premio alguno. José Francés, escribió un vehemente artículo en favor de la obra y de su autor con el rotundo título «La obra que debió ser primera medalla».

La idea de convertir la obra en un monumento funerario fue de Eugenio López Tudela, quién propuso fuera realizado por suscripción popular en la páginas de «Heraldo de Aragón» (23-5-1918), siendo apoyado por este diario. La prensa publicó en los días siguientes el listado de personas que contribuyeron y las cantidades donadas por cada uno. En el tiempo record de un mes se recaudaron 10.910,10 pesetas. La inauguración del monumento estaba prevista para el día 14 de junio de 1919, pero tuvo que aplazarse al día siguiente debido al mal tiempo. El acto fue grabado por las cámaras del realizador Antonio de P. Tramullas, en un valioso documento cinematográfico.

La influencia de los desnudos de Miguel Ángel no ofrece duda. La disposición de las cabezas invita a que el espectador rodee el conjunto, inabarcable desde un sola posición. La contraposición de las caras de los hombres de pie, sugiere un extraño dialogo interior con la muerte; no contemplan al hombre que van a inhumar, ni se miran entre sí. La escena irradia un hondo dramatismo, los personajes aparentan una tranquilidad cargada de tensión.

José Bueno dispuso el monumento sin pedestal alguno, siguiendo el modelo revolucionario propuesto por Rodin en 1895. En Zaragoza fue el primer monumento sin pedestal, lo que permite acercar la escultura y sus logros al espectador.

La obra es una de las esculturas españolas más notables de su tiempo dentro de un realismo renovado, y marca un hito en la producción del escultor aragonés.

 

José Bueno Gimeno y la AEPE

Socio de número, fue uno de los primeros miembros de la Asociación de Pintores y Escultores, apareciendo con domicilio en Madrid, en la calle Limón, 32, si bien no consta su participación en los Salones de Otoño.

Edith Aguiar Thiel

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

Edith Aguiar Thiel

AGUIAR THIEL, Edith de  P     <1931    RIO DE JANEIRO  MADRID

 

Mujeres españolas, 1930

 

Edith Aguiar Thiel nació alrededor del año 1900 de forma circunstancial en Berlín, donde su padre Joao Fausto de Aguiar, estaba destinado como primer secretario de la embajada de Brasil en la capital alemana.

Aunque su familia era natural de Río de Janeiro, el trabajo de su padre llevó a la familia a viajar por todos aquellos destinos en los que fue reclamado como Guatemala, Berlín, San Petersburgo, Venecia y Londres.

Recibió su primera educación en Francia e Italia, visitando los más importantes museos europeos.

En 1912 la familia recaló en España, siendo su padre el Encargado de negocios del Brasil.

Tras una estancia de dos años, regresaron a Brasil, donde comenzó a estudiar pintura en  la Escuela Nacional de Bellas Artes de Río de Janeiro, siendo discípula del maestro Baptista da Costa y de los profesores Bernardelli, Chambelland y Amoedo.

Hablaba a la perfección cinco idiomas.

Se la conoce como Edith Aguiar Thiel, Edit María Pinheiro de Aguiar Thiel, Edite María Pinheiro de Aguiar y Edith de Aguiar Thiel.

En 1922 participó en la 23ª Exposición General de Bellas Artes de Rio de Janeiro.

En 1923 obtuvo la Medalla de Bronce del XXX Salón de Bellas Artes de Brasil, y al año siguiente, logró la Medalla de Plata de la 31 Exposición General de Bellas Artes de Brasil.

En 1925 concurrió a la 32ª Exposición General de Bellas Artes de Río de Janeiro, y a las ediciones número 33 y 34 de 1926 y 1927.

En el Salón de Bellas Artes de 1927 obtuvo un premio metálico y animada por sus resultados, continuó sus estudios en Roma y París, en la Academia Julián.  Después, se trasladó a Madrid, ampliando sus estudios con el pintor Gabriel Palencia, que fue luego conservador de los Reales Palacios de España, con Zuloaga, Moreno Carbonero, Ortiz Echagüe y Chicharro, todos ellos socios de la AEPE.

El Imparcial, 1929

 

Mientras vivió en Madrid, residía en la calle Abascal, 32 primero, en Fortuny, 45 y más tarde en la calle Rafael Calvo, 20.

Intérprete de música y admiradora de las danzas clásicas de dinamismo latino de España, tocaba el piano, cantaba con bella voz y bailaba como una verdadera profesional.

En octubre de 1929 inauguró una Exposición de Pintura Brasileña en los salones de la Sociedad Española de Amigos del Arte, situados en el Palacio de la Biblioteca Nacional. Una muestra de 40 obras, de ambiente brasileño en su mayor parte, “de una gama fresquísima y brillante. También figuran en la exhibición algunos cuadros de asunto español y aún madrileño”.

ABC 1929

 

En La Esfera, E. Estévez Ortega escribía lo siguiente: …”Edith de Aguiar nos ofrece también una amplia visión de su país natal, Brasil, y algunos retratos y bodegones. La artista ha recorrido Francia e Italia. Ha sentido la atención pedagógica de Baschet, La Rigal, Pugheon y Bautista da Costa sobre todo, que en su tierra vernácula la enseñó a comprender y a expresar bien los verdes jugosos y opulentos de aquella tierra feracísima.

Un impresionismo moderado, sin audacias, pero amplio de colorido, resplandece en toda su obra. Frente al paisaje, aquel paisaje que tiene siempre una umbría agresiva y lujuriante, la artista siente como un regusto espiritual del color, como una sensual euforia dilatada, y pinta aquellos panoramas, ásperos y encendidos, con la técnica que mejor puede expresarlos. Por eso cuando se reintegra al estudio y se encuentra frente al modelo, para el retrato muestra un clasicismo frío: su dicción es opaca generalmente, y se advierten algunos titubeos.

Le gusta el aire libre y los panoramas de atmósferas limpias, que diría Camile Mauclair. Es entonces cuando se reintegra la artista a su sensibilidad, se recoge en su temperamento, y es cuando sus pupilas, que se extasían ante una naturaleza privilegiada, de rudeza insospechada, de verdes ásperos, de azules violentos, de rojos y cadmios vibrantes, saben ver mejor, y es también cuando su paleta muestra la gozosa explosión de su espíritu, traducido en lienzos luminosos, alegres y de viva entonación.

Su figura es justo comentario en el paisaje, puesto oportunamente para determinar y valorizar la extensión que abarca la visión de la pintora. Rara vez es motivo principal en el cuadro. Pero cuando lo es, como en el lienzo A bonitinha otilde, muestra una firmeza constructivista muy plausible. Está bien entonada la figura de mujer, de color, de rostro y actitud expresivas; el fondo muestra un barroquismo muy decorativo, y está recortado con habilidad. La ciudad, a través de una umbría brillante, aparece en la lejanía envuelta en una sutil bruma, que recorta bien la figura de mujer con unas frutas jugosas; compuesto con un gran sentido decorativo, es uno de sus más acertados lienzos, y es que tiene algunos muy estimables, que la acreditan de experta pintora. Sus bodegones, bien compuestos, tienen las justas calidades, estudiadas con esmero, de los modelos, y finura de matices; requieren mejor la atención de la generalidad, y es donde la artista consigue sus mejores logros”.

En otro medio se leía: …”En Edith de Aguiar hemos de ver, pues, a la par que la artista excelente de sólido prestigio, la representación genuina de la pintura brasileña… Estudios, apuntes, paisaje, figura, composiciones de todos géneros y diversos procedimientos, con predominio del óleo, revelan una sensibilidad nada corriente, muy a propósito para recoger y sugerir los matices característicos de la gran tierra brasileña”…

 

El Imparcial, 1929

 

En el Imparcial, Gil Fillol escribía: …”Femenino, al fin, el temperamento de la pintora brasileña, Edith de Aguiar se manifiesta más sensible que el de los hombres en la percepción de los matices delicados. Sus cuadros… acusan energía y genio hombrunos. Son valientes de trazo y de concepción amplia y fogosa. Un pintor varonil no hubiese interpretado las composiciones con mayor robustez ni hubiera fijado la vehemencia del paisaje con más certeros tonos. Nadie diría qué la pintura de la señorita Edith de Aguiar es obra de mujer, en el sentido en que vulgarmente aceptamos la feminidad pictórica bajo un aspecto tímido y premioso. Y, no obstante, es femenina en cuanto a los matices, en lo que se refiere a la emoción colorista, a la fineza de contrastes, a la gracia expresiva y, sobre todo, a esa sutilidad de ingenio quo sólo el Arte femenino sabe descubrir en los mohines y gestos de la Naturaleza. Los pintores brasileños que conocemos no aventajan a Edith de Aguiar en la briosa comprensión de los temas locales. Y, en cambio, desmerecen a su lado por falta de ponderada compenetración con el ambiente. El pintor viene a ser instrumento musical de escala precaria junto a la sensibilidad de las pintoras, riquísima en gamas, tonalidades y armonías. Aquel imprime a su arte un ritmo desconcertado y tumultuoso. Estas sométenlo a un compás lento que registra todas las notas intermedias. La obra del pintor es, por eso, más sintética. La de la pintora es analítica; pero no en cuanto a la minucia de detalles, sino en cuanto al proceso informativo. El pintor—claro que el pintor capacitado—da a sus sentimientos una expresión radical como si le corriese prisa de descargar su cerebro de ideas. La mujer, por el contrario, elabora más despacio y expresa con más calma. Y esa calma, que es en arte examen, serenidad, equilibrio, meditación, mesura, transmite a la obra artística femenina una variedad de acentos y latidos que no se hallan con frecuencia en la obra artística del hombre. Los paisajes y los tipos brasileños de Edith de Aguiar, sin revelar la menor premiosidad técnica, denunciando más bien franca soltura en el manejo de los pinceles, ratifican este concepto. No hay perfil peculiar ni vibración característica que hayan pasado inadvertidos a la ilustre pintora. La luz, sobre lodo, que es lo que más debe impresionar a un artista sensible al color, está fielmente interpretada. La estructura del paisaje, sus accidentes geográficos, las circunstancias del clima, el carácter distintivo, en resumen, no son cosas que puedan omitir los pintores. Pero la luz, la atmósfera, el ambiente que no se afianza en formas materiales, suele escapar a la observación repentista. Sólo cuando se pone en ella cariño cordial y entusiasmo sincero acertamos a reflejarlas con toda exactitud. De buscar algún reparo a la pintura de Edith de Aguiar, podríamos decir que los temas brasileños aparecen tratados con excesiva efusión sentimental.

Tal vez, por ello, al enfrentarse con los panoramas castellanos, su espíritu recurre a las emociones del Brasil, y la artista vuelve a evocarlas sin precisar las justas diferencias entre unos y otros paisajes… bajo el sol del Brasil, las perspectivas se dibujan con solidez estática que no tienen sino contados paisajes de Castilla. Precisamente los más geológicos, los de menos pompa vegetal. Nuestro sol, más vibrátil, destruye un poco los contornos. Los objetos parecen emerger de esta nebulosa solar, mientras que allí los fija como claras siluetas, destacadas sobre los horizontes dilatados y altos.

Pero no es sólo en la impresión del paisaje donde esta pintora demuestra su brasileñismo. Figuras, soberbias de carácter, identifican a Edith de Aguiar entre los más señeros y calificados artistas representativos del Brasil”.

Estampa, 1930

 

En La Época también se reseñaba: …”Temperamento brioso de artista, de toque seguro y valiente, que no excluye en ocasiones la nota de acento delicado. Edith de Aguiar pinta con decisión, y tino, su dibujo es firme y constructivo, maneja el color con sensibilidad y finura. Sus paisajes brasileños son modelo de interpretación y buen concepto. Entre los cuadros que expone, cabe señalar algunos dignos de un pintor de primera categoría”…

Guillot Carratalá escribía en el Diario de Córdoba que …”Es fuerte, emotiva su pintura, pero le falta tecnicismo, escuela, práctica. Es una pintora que atesora cualidades, pero le faltan principios pictóricos. Abundan en sus obras las medias tintas y la dureza en el claroscuro de los vestidos de sus figuras… el cuadro “El patio de los Evangelistas”, visto y reproducido con más atención y estilo, lleno de perfecciones y frescas jugosidades, que aunque un poco extravagantes y abstractas, tienen expresión bella y atrayente”…

1930

 

En la Revista hispanoamericana de ciencias, letras y artes también se pudo leer …”cuarenta obras de temas o asuntos brasileños, interesantes en su mayor parte no ya sólo por el exotismo del bien captado ambiente, sino por la personal técnica, característica de la notable pintora. Esta nos habla con sus obras de un temperamento, de una sensibilidad y de un concepto equilibrado, juicioso y discreto, contenido en una bien entendida orientación, como asimismo confirma con su arte el lugar sobresaliente que ocupa en la contemporánea actividad estética de la bella e interesante República brasileña”.

Por el diario La Época, sabemos que la Infanta Isabel visitó la exposición, haciendo grandes elogios de los cuadros, especialmente del titulado «El Patio del Evangelista», que fue adquirido por el Estado español con destino al Museo de Arte Moderno.

En 1929 participó también en la Exposición de pintura brasileña celebrada en la galería Müller de Argentina, organizada por Paul Biró.

Concurrió a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1930 con el óleo “Española castiza”.

Mujeres españolas, 1929

 

En 1931 se presenta al XI Salón de Otoño, y la prensa del momento escribe de ella que …”La conocida artista brasileña Edith de Aguiar, con tres obras en las que muestra su gran entusiasmo por la profesión, y logradas con singular feliz resultado; luminosas y ricas de cromatismo, manifiesta un considerable avance con relación a su pasado estético”…

Logra la recompensa de Socia de Mérito del XI Salón de Otoño.

En 1931 participa en el Salón de Dibujantas del Lyceum Club Femenino.

Concurre a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1932, hecho que recoge la prensa diciendo …”La conocida pintora brasileña Edith de Aguiar, también repetidamente citada con elogio aquí, expone un óleo, cuyo asunto de la Colegiata y Lonja de Alcañiz se halla resuelto con gran luminosidad colorista, aunque un tanto seco de factura y entonación”…

La última vez que participó en una muestra española, fue cuando concurrió a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1934, con la obra “San Andrés”.

La contienda española hizo que la artista regresara a Río de Janeiro, teniéndose noticias de que en 1938 realizó una exposición individual de pinturas en el Museo Nacional de Bellas Artes de Río de Janeiro.

Correio da Manha, 1955

 

Un año más tarde, concurrió al 6º Salón Paulista de Bellas Artes de Sao Paulo, logrando Medalla de Plata de pintura.

En el 12 Salón Paulista de Bellas Artes de Sao Paulo de 1946, obtuvo también la Medalla de Plata de pintura.

Presentó obra al 14 Salón Paulista de 1948 y al 15 de 1949.

Una noticia más de 1952, cuando participa en el Salón de Bellas Artes de Brasil, obteniendo Medalla de Plata.

La artista falleció en 1994 en Sao Paulo, Brasil.

La Esfera, 1929

 

Edith de Aguiar y la AEPE

Fue una de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores, AEPE, creada a principios del siglo XX con el fin de apoyar, proteger y desarrollar el arte español. Y es que reunidos más de 180 artistas de primer orden del panorama artístico español, en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando,  fundaron dicha entidad bajo una idea original de Mariano Benlliure, que llevaron a la práctica Eduardo Chicharro, Miguel Blay y Cecilio Pla, con los principales objetivos de organizar certámenes colectivos orientados primordialmente al mejor conocimiento de los jóvenes valores, celebrar concursos, actos culturales, etc., y de modo importante, crear y fomentar entre todos los artistas asociados un beneficioso espíritu de compañerismo y profesionalidad.

Socia de Mérito

X Salón de Otoño de 1930

5.- Plaza del Ángel, Madrid, óleo, 0,86 x 0,66

6.- Madrileño, óleo, 1,24 x 1,00

XI Salón de Otoño de 1931

88.- Lonja y Colegiata de Alcañiz, óleo, 1,14 x 0,89

474.- Aragonesa, óleo, 1,10 x 1,10

68.- Las Calatravas, óleo, 0,90 x 0,74

XII Salón de Otoño de 1932

53.- Retrato de la señora M.N.S. óleo, 1,36 x 1,07

55.- Retrato del señor Revesz

XIII Salón de Otoño de 1933

287.- Catedral de Santiago, Plaza de la Platería, óleo

288.- Bodegón, óleo

Mujeres españolas, 1930

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes de la AEPE: Jesús María Perdigón

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes

de la Asociación Española de Pintores y Escultores

cabecera 1

 

La  Gaceta de Bellas Artes 1929: Jesús María Perdigón

Al dejar la presidencia José Francés, la revista siguió con el comité de redacción formado por Jesús María Perdigón, Angel Vegué, Ramón Pulido y Pedro Gª. Camio, como secretario, al que después se incorporó Antonio Ortíz de Echagüe como Presidente, pero no como director de la Gaceta.

En la Junta General de 17 de febrero, tras las elecciones reglamentarias, resultó elegido Presidente Antonio  Ortiz de Echagüe y Julio Moisés como Vicepresidente, siguiendo Pedro García Camio como Secretario General.

Meses más tarde, Ortiz de Echagüe dimitió por residir más tiempo fuera de Madrid que en la capital, siendo sustituido en el cargo de Presidente por Julio Moisés.

El Secretario General, Pedro García Camio, dimitió meses después, ocupando ese cargo Jesús María Perdigón, quien terminaría también dimitiendo. Se nombró provisionalmente a Roberto Fernández Balbuena, si bien la Asamblea General celebrada el 31 de mayo, eligió definitivamente a Emilio Romero Barrero, pintor y desde febrero médico oficial de la Asociación.

 

Jesús María Perdigón Hernández

 

PERDIGON HERNANDEZ, Jesús Mª      E     1919     17.ene.1888        LA OROTAVA       MADRID      1979

 

Socio de Mérito

 

 

Jesús María Perdigón Hernández nació en la villa de La Orotava, de la isla de Tenerife, el 17 de enero de 1888.

Hijo de Nicolás Perdigón Oramas y Jorgina Hernández y González.

Nicolás Perdigón era un buen escultor, heredero no sólo del arte y el estilo de su precursor, el gran imaginero orotavense Fernando Estévez, sino incluso de algunas esculturas del tallista de la Virgen de la Candelaria. La mayoría de la producción escultórica de Nicolás Perdigón se centró en imágenes procesionales. Buen estofador y pintor dorador, de su actividad como restaurador de imágenes ha quedado también huella en todas las islas.

Jesús María se sintió desde muy joven atraído por la escultura, motivo por el que su formación inicial, junto al influjo paterno, la acrecentara su tío Francisco Perdigón Oramas, también natural de La Orotava y muerto en Argentina, adonde había emigrado, y de cuyo talento escultórico ha dejado alguna buena muestra que se conserva en el museo de la Casa de los Balcones.

En 1906 es nombrado bibliotecario del Liceo de Taoro.

En esta época, alternó las aficiones escultóricas con la labor de pintor, especialmente como retratista y, en efecto, la prensa se hace eco de la realización de algunos de ellos hacia 1908.

Ese año, el Ayuntamiento de La Orotava aprueba una subvención que permitirá a Jesús María perfeccionar sus conocimientos de pintura en la capital.

El Sol, 1922

 

Gracias al apoyo municipal se veían colmadas sus aspiraciones a poder estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid: …”Es el joven Perdigón un verdadero artista, de excepcionales actitudes, que hace tiempo merecía el premio que hoy se le otorga. Sus facultades artísticas, harto conocidas por todos cuantos le han tratado y han visto sus ya numerosas obras, necesitaban un amplio desarrollo, y una elevada educación que en nuestra tierra no puede lograrse por los escasísimos medios de que aquí se dispone para ello. Y constituye una falta de lesa patria que, cuando un joven como Perdigón descuella en el divino arte, y dispone de un caudal de méritos como los que él posee, no se le proteja y muevan esas facultades relevantes en medio de la indiferencia de quienes están llamados a velar por lo que honra a su pueblo o región”.

El constante esfuerzo de Perdigón se vio con prontitud recompensado. En 1911 obtuvo el segundo premio en un concurso abierto por el Círculo de Bellas Artes de Madrid con el fin de elegir un proyecto de monumento a Alberto Aguilera, y el primero en otro celebrado por la misma sociedad en el que participaron los socios asistentes a la clase de Dibujo del Natural.

Pero no fue eso todo pues en mayo volvió a lograr un primer premio en reñida oposición de la Academia Oficial de Bellas Artes y, en julio, recibió de su profesor, el célebre escultor Miguel Blay Fábregas, igual distinción, de entre sus alumnos de Modelado en la Escuela de Pintura, Dibujo y Grabado.

Al año siguiente modeló el busto de un canario ilustre residente en Madrid, el escritor Luis Maffiotte La Roche, cuyo exacto parecido, lo notable de la ejecución, el conocimiento perfecto de los secretos del arte, hacen de esta obra una escultura digna del éxito que ha alcanzado.

El escultor trabajando en su estudio

 

En mayo envió a su padre el retrato del abogado y político Eduardo Domínguez Alfonso con el fin de que éste lo entregara al alcalde, Tomás Pérez Acosta, para que se colgara en los salones del Ayuntamiento de La Orotava.

Durante su permanencia en Madrid el prestigio alcanzado por el joven escultor se consolida y constituye un motivo de orgullo para sus comprovincianos: …”El hecho de ser en este año uno de los pocos pensionados por el Círculo de Bellas Artes de Madrid para seguir sus estudios en Roma, revela a todas luces que el señor Perdigón no corresponde a ese montón anónimo de artistas que a Madrid van y de Madrid vuelven, sin otros conocimientos que los que la práctica les ha enseñado. El joven señor Perdigón lleva consigo lo que es imprescindible en todo artista; lo que hace al artista: la inspiración, ese don inapreciable del alma. Nos congratulamos, pues, de este nuevo triunfo logrado por el señor Perdigón, y de todas veras deseamos que el éxito definitivo corone los esfuerzos de este esclarecido paisano que no necesita estar adornado de la grave distinción inglesa para llegar adonde sólo llegan los privilegiados”.

Pensionado nuevamente por la Diputación Provincial de Canarias para proseguir sus estudios en Madrid, comienza a realizar el busto del culto pedagogo Viera y Clavijo que, diez años más tarde, se instalaría en un elegante pedestal en el recinto ajardinado por el que se accede al Instituto de Canarias en San Cristóbal de La Laguna.

Será en este año de 1915 cuando Jesús María Perdigón obtenga sus primeras críticas, en extremo favorables y alentadoras, escritas por conocidos comentaristas de arte establecidos en la Villa y Corte, que inmediatamente generaron otras debidas a plumas no menos conspicuas, habituales en la prensa del archipiélago.

Busto de Viera. Los Realejos. Tenerife

 

A finales del curso expuso en el salón de que disponía el Círculo de Bellas Artes en la calle del Prado junto con otros tres artistas.

José Francés publicó en La Esfera un artículo profusamente ilustrado con numerosas fotografías entre las que figuraban un retrato del artista y dos reproducciones de obras suyas. De Jesús María Perdigón podía leerse: …”pensionado del Círculo de Bellas Artes, ha celebrado, con otro compañero suyo y los dos paisajistas Robledano y García Lesmes, una exposición de varias obras suyas, en el saloncito que posee el Círculo en la calle del Príncipe. Dos retratos, una cabeza de estudio y un desnudo, constituían el envío de Perdigón. Las cuatro obras responden al credo estético de la serenidad, de un reposo tranquilo, verdaderamente estatuario. Modela con mano firme, con una gran sobriedad de planos que hacen presentir el futuro artista enamorado de la simplificación, de la estilización. El desnudo titulado Ofrenda, revela, además, sensibilidad y buen gusto. Causa en el espectador la sensación plácida, aquietadora, que sigue siendo, y seguirá por los siglos de los siglos, la cualidad primordial de la escultura. En las otras tres obras se manifiesta más clara esta buena orientación estética del joven artista canario. Lo mismo en la Cabeza de muchacho que en el Retrato de mi padre, hay una limpia y pura sobriedad, que luego, en la Cabeza de mujer, se acusa y afirma, estilizando hasta un extremo que sólo pueden alcanzar los que dominan la técnica de su arte”…

El periodista canario Mariano Daranas, colaborador del diario madrileño La Acción, envió a la Gaceta de Tenerife, un extenso comentario en el que trazaba un detallado retrato del artista: …”El físico y la indumentaria de Perdigón son, en cierto modo, absurdos. Me explicaré, ante el probable casi seguro signo de extrañeza que hará el lector. Perdigón no tiene melenas, ni lleva chalina, ni usa sombrero rembrandt. Todo ello, y algún otro detalle suyo que conozco, nos dice, bien elocuentemente que Perdigón no es un extravagante ni un rebelde, ni un inquieto. Su arte es franco, diáfano y trasparente como un rostro sonrosado de niña. Su porte, su conversación y su gesto dentro están siempre de los límites de la corrección y la sencillez. Ni exagera las maneras ni extrema el aliño y acicalamiento de su persona como Néstor ni está reñido con el peluquero y con algunas otras cosas más, como un núcleo, más o menos numeroso de pintores, escultores, músicos, poetas y caricaturistas, ferviente admirador de Carrere, el príncipe-cantor de la Bohemia. Y ello habla bien de nuestro amigo. Ello quiere decir que abriga el sano criterio de que para triunfar y asirse a la Gloria no es preciso salirse violentamente —grotescamente, nos atreveríamos a decir— del plano del trato social, común a todos los hombres… Perdigón es un enamorado de la Belleza plácida, serena, tranquila, como la comba azul de nuestro cielo y el pomposo y tierno paisaje de su lugar natal. Florece en sus esculturas un semiquietismo que da al espíritu una impresión de bienestar y pureza. No son sus obras de las que subvierten e inquietan el ánimo de quien las contempla ni de las que aguijonean la carne y la encienden su ansias impuras, no. La sensación que producen es de reposo, de mansedumbre y de sosiego, en una palabra: la emoción estética, elemento indispensable, esencial, capital de toda obra artística. El modelado de Perdigón es firme y seguro, sin languideces ni brusquedades. Los trazos del retrato de su padre están virilmente acusados, y revelan una técnica exquisita y depurada. El desnudo que titula Aroma es realmente cautivador. Consiste en una joven que aspira con deleite el perfume de unas flores, prisioneras de sus manos. La línea en esta figura es un soberbio alarde de sobriedad y buen gusto. La expresión es de una castidad y limpidez, verdaderamente inefables. El triunfo de Perdigón ha sido resonante, definitivo. Todos los diarios de esta corte, las revistas ilustradas y los críticos más eminentes proclaman a Perdigón de los primeros escultores jóvenes de España, augurándole cercanos días de gloria. El nombre de este artista canario, representa, ya, pues un positivo y sólido valor”…

Adolfo Cabrera-Pinto y Pérez

 

Aspirante a la plaza de profesor de modelado en 1917, prosigue su formación en Madrid y, ya en abril de 1918 vuelve a exponer, en esta ocasión en las salas del Ateneo de Santa Cruz de Tenerife, un busto del abogado y político Emilio Calzadilla Dugour que acaba de dar por terminado.

El Círculo de Bellas Artes de Madrid le encomendó, en noviembre de 1918, la ejecución de una lápida conmemorativa para que fuera colocada en la casa en la que había fallecido el músico Manuel Fernández Caballero y al año siguiente, se recibieron en La Habana los bustos de Viera y Clavijo y Galdós que le había encargado la Asociación Canaria establecida en dicha ciudad.

La esculturas de Perdigón fueron transportadas de Madrid a La Habana sin gastos de ningún género, pues tanto los ferrocarriles españoles con la Compañía Trasatlántica se negaron a cobrar los gastos de envío de las mismas. Estos monumentos no fueron inaugurados hasta 1930.

En 1921 contrajo matrimonio Jesús María Perdigón con Virginia González-Pola, hija del escultor Julio González-Pola y García, vicepresidente del Círculo de Bellas Artes de Madrid, y al año siguiente se le premia con una segunda medalla en la Exposición Nacional de este año.

Francisco Fajardo

 

Sus preocupaciones artísticas le llevaron a divulgar desde La Gaceta de Bellas Artes y desde la prensa madrileña algunos de los valores artísticos de la imaginería y pintura de su isla natal con especial interés en la obra de Roldán, Luján Pérez, Fernando Estévez o Luis de la Cruz, aportando en alguno de ellos datos de particular interés para la historiografía artística.

En 1922 presentó obra a la Exposición Nacional de Bellas Artes, logrando la Segunda Medalla con la obra “Niña ciega”.

En 1923 es profesor de modelado del Instituto Nacional de Sordomudos, con un sueldo de 3.000 pesetas, plaza que ganó por oposición.

Un año más tarde, gana el concurso organizado por el Círculo de Bellas Artes para dedicar una placa a Bretón.

En 1925 el Museo de Arte Moderno adquiere su “Cabeza de ciego” por 1.500 pesetas.

A la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1926 presentó la obra “Madonna”. En La Correspondencia Militar se leía acerca de la misma: …”se traía de un bello grupo admirablemente concebido en el que el gran artista quiere dar una delicada idea del sentimiento maternal, logrando, sin recurrir a efectivismos teatrales, emocionarnos y convencernos plenamente. Con amplitud de técnica están modeladlas las figuras; pero, en nuestra opinión, hay más acierto en la de la madre, que nos recuerda en su serenidad las hermosas Tanagrinas helénicas.

En 1927 Jesús María Perdigón realizó un busto en bronce del historiador de Canarias José de Viera y Clavijo, natural del Realejo Alto. El escultor viajó a la isla en compañía de su esposa y su pequeña hija.

Un amplio grupo de artistas e intelectuales de Tenerife, vinculados al Círculo de Bellas Artes, organizó antes de su marcha un banquete en su homenaje que tuvo lugar, en el Hotel Aguere de La Laguna, al que asistieron también varios representantes de otras instituciones políticas y culturales de la Isla.

Agustín de Bethencourt y Molina, Puerto de la Cruz, Tenerife

 

En 1927 Perdigón participó en la Exposición Internacional de Arte Moderno de Barcelona, a la que había enviado varias piezas, entre ellas una titulada Maternidad y el busto de su padre, que merecieron elogios de la crítica, muestra en la que actuaría de jurado dos años más tarde.

En la Exposición Internacional de Barcelona de 1929, actuó como Jurado en representación de la Asociación de Pintores y Escultores.

Quizá la obra popularmente más conocida de Perdigón sea el busto de Mariano José de Larra, Fígaro, que por iniciativa del Circulo de Bellas Artes de Madrid se levanta en la actualidad sobre un pedestal de granito en los jardines de la calle de Bailén, frente a la catedral de La Almudena, que fue inaugurado en 1930.

El busto del arcediano Viera, vaciado en bronce por encargo de la Asociación Canaria de La Habana en 1918, fue finalmente instalado en una plazoleta de los jardines del sanatorio Nuestra Señora de la Candelaria, frente a la iglesia, en la quinta edificada por dicha sociedad e inaugurado el 9 de diciembre de 1930.

Emilio Calzadilla, Parque García Sanabria, Santa Cruz Tenerife

 

Poco antes había tenido lugar un acto semejante con el otro busto encargado a Perdigón, retrato de Benito Pérez Galdós, que se ubicó en la Casa de Salud de la repetida institución.

Jesús María Perdigón era ya profesor de Modelado y Vaciado en la Escuela Central de Artes y Oficios Artísticos de la que fue, durante años, secretario.

En 1932, el director de la Escuela de Artes y Oficios regaló al Ayuntamiento de Madrid un busto en piedra del gran artista madrileño Leonardo Alenza Nieto, ejecutado por los alumnos de la clase de modelado de dicho centro, bajo la dirección de Jesús María Perdigón. Fue situado en el parque del Retiro y dos años después se le nombró vocal del Consejo Nacional de Cultura, con cuyo motivo le fue ofrecido un banquete-homenaje por sus compañeros.

Directivo de la Asociación de Pintores y Escultores, participó en el consejo de redacción de la revista Gaceta de Bellas Artes, en la que publicó, aparte de otros trabajos, diferentes artículos sobre los escultores canarios Luján Pérez y Fernando Estévez, el pintor de cámara Luis de la Cruz y Ríos, etc., que contribuyeron a divulgar entre los lectores madrileños algunos de nuestros valores artísticos insulares.

En un importante artículo que publicó en Abc en 1943, dio a conocer como obra de Pedro Roldán, con la colaboración de su hija Luisa la Roldana, el magnífico Cristo de la Columna de la iglesia de San Juan de La Orotava, traído de Sevilla en 1689 por el canónigo de Canarias Francisco Leonardo Guerra.

 

Firma del artista

Monumento a Viera, Quinta Canaria de La Habana

 

Jubilado desde 1958, falleció Jesús María Perdigón, en Madrid, el día 30 de septiembre de 1970.

De su necrológica, firmada por el doctor Hernández Perera, reproducimos los últimos párrafos:

…”De su producción escultórica obrada en Madrid proceden bastantes bronces que pueden verse en las plazas de Tenerife, como el de Viera y Clavijo en la del Realejo Alto, el de don Enrique Fajardo [sic por Francisco] en el parque de Lorenzo-Cáceres en Icod, el busto de don Emilio Calzadilla que hace poco se colocó en el parque municipal de Santa Cruz de Tenerife, o el excelente monumento a don Agustín de Béthencourt y Molina, acaso su última obra, que le encargó el Ayuntamiento del Puerto de la Cruz y se alza frente a la casa natal del gran inventor e ingeniero. De bronce es también la Niña ciega y Cabeza de anciana que se guardan en el Museo Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Una Virgen de Candelaria suya fue donada por la colonia canaria de Madrid al obispo Pérez Cáceres, con ocasión de su consagración episcopal.

Otras obras, imágenes religiosas, han quedado en Madrid, tales la Virgen del Carmen de la capilla del Ministerio de Marina, Iglesia del Caballero de Gracia, o la Piedad que proyectó para el Valle de los Caídos [réplica, policromada en madera, en la Colección Muguruza] y no llegó a tallarse en granito, sustituida por la de Juan de Ávalos que corona la portada de la basílica de Cuelgamuros. Centro de una tertulia a la que acudían artistas y críticos y en la que tanto él como su entrañable amigo el catedrático Rafael Láinez Alcalá mantenían vivo el recuerdo y la estimación del arte canario. Perdigón sorprendía e ilustraba a todos con su memoria prodigiosa y unos conocimientos históricos poco comunes. A la Universidad de Tenerife donó libros y revistas de arte y una colección de fotografías de escultura española, singularmente granadina, que han engrosado el fichero del Departamento de Arte. Desde su hogar madrileño de la calle Alcalá 155, mantuvo hasta el fin un insobornable cariño a su tierra, de cuyas riquezas artísticas y naturales fue propagandista apasionado”…

En Madrid vivía en la calle Jordán, 9

Busto de Mariano José de Larra situado en los jardines de la calle de Bailén, frente a la catedral de La Almudena de Madrid

Galdós. Busto de la Asociación Canaria de Cuba

 

 

Jesús María Perdigón y la AEPE

Ejerció de crítico de arte con el seudónimo de Perdreau, en varias publicaciones, como Arte Español y la Gaceta de Bellas Artes, de la que formaba parte del comité de redacción.

Nombrado Socio de Mérito en el Salón de Otoño de 1925.

Fu además Vocal de la Junta directiva de la Asociación de Pintores y Escultores del 25 de febrero de 1927 a 1929, siendo secretario interino en 1927.

Presentó obra al V Salón de Otoño de 1924:

444.- Cristino, busto en mármol.

Al VI Salón de Otoño de 1925 presentó:

436.- Estudio de torso, yeso.

437.- Retrato, yeso.

 

Luis Francisco Benítez de Lugo, marqués de la Florida

Maternidad

Algunas de sus obras fueron publicadas en La Esfera

 

Más información en https://lopedeclavijo.blogspot.com/2015/03/jesus-maria-perdigon-1888-1970-algunas.html

 

Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

 

2023 ¡Año Blanco!

 

El blanco es símbolo polisémico; es uno, en cuanto suma de los tres colores primarios, e indica totalidad, síntesis de lo distinto. Según Guenon, Symboles fondamenteaux de la Science sacrée, después de considerar la composición del arco iris, el blanco es asimilado al oro, no a la plata; al andrógino, a la deidad. La blancura refiere pureza, límpida epifanía, sol iluminador, inocencia, desnudez. En la India se asocia a la “tierra de los vivientes” o paraíso. El blanco mueve al optimismo, a la claridad, a la luz, a la ascensión del ser, que irradia beneficios a la gloria de su existencia.

Hay pintores, compositores, poetas que crean con luz, en medio de la luz, potenciándola, sajelándola, lustrándola, aseando el aire y ahuyentando las sombras; el blanco como meguez, que se extiende en la evidad más virginal de la materia; así, Ortega en su filosofía, Eugenio de Andrade en el poema, Cage en el silencio sonoro, Juan Carlos Lázaro en la pintura, Bach en la Chacona o la poesía que purifica el canto o la nieve que no habla, pero dice. ¿No es blanco el amor, cuando amanece?

Las palabras siempre enferman de ignorancia, al ser pronunciadas por estultos. Herimos las palabras con torpeza y el deber de todos los hablantes, de los que escribimos, es curar esas heridas. Aunque sólo los poetas salvan las palabras, como al arte lo sanan los artistas. Debemos huir de los lenguajes sucios, golfos, de la contaminación, de la palabrería basura, huera, que huele mal, porque se convierte en mercenaria, en hez.

2023, ¡Año Blanco! Pero no me voy a referir al simbolismo, ni a perspectivas halagüeñas, lo que sería difícil, sino a algo concreto como es el centenario de Venancio Blanco, Matilla de los Caños del Río 1923-Madrid 2018. Un escultor, ¿un ángel?, que supo imbricar en la materia- madera, bronce, cemento, escayola, cera, yeso- el tiempo, el movimiento, la música, el canto, la espiritualidad, la epiqueya del vuelo, la lírica.

Venancio Blanco

 

Este año se celebran diversos y significativos centenarios: Eugenio de Andrade, que publicó Branco no Branco, 1984; Miroslav Holub, Manuel Álvarez Ortega, Yves Bonnefoy, Carlos Oroza, Anilda Leao de Maceio, Jorge Cáceres, Wislawa Szymborska, Ory, Antonio Pereira, Marcel Marceau; artistas plásticos: Tápies, Sempere, Sam Francis, Cruz-Diez, Soto, Venancio Blanco. También, María Callas, Lola Flores.

En 1923 se publican, en Leipzig, Elegias de Duino de Rainer María Rilke, ¡un resplandor de cal en las tinieblas!, un monumento que explica la emoción, el misterio y el miajón de la poesía; la esencia de la humano. De algunos de ellos me ocuparé en esta Gaceta a lo largo del año.

En los cincuenta del siglo pasado, en el mundo del arte, había algunas personas que llegaron a identificarse con sólo el nombre, una de ellas era Venancio, Venancio Blanco, el escultor que hizo dialogar el canto y el bronce, el hueco y lo sólido, que ahorró pesantez a la materia, y Venancio Sánchez Marín, un crítico de arte augural y poeta fantástico. El chico ”rojo” que lo aprendió todo en el taller de grabado de la Casa de la Moneda. Si bien este siempre iba seguido del primer apellido. En poesía, Gerardo, era Diego y, en pintura, Gerardo era Rueda.

Monumento al vaquero charro

 

¿Y qué han preparado las instituciones públicas para celebrar estas efemérides? Poca cosa, nada. ¿Dónde está el “Reina Sofia”? En el ruido, la ideología partidista y el ronroneo con las asociaciones vecinales de Lavapiés.  ¿Y el Ministerio de Cultura y Deportes? En la inopia, en el trotecillo cochinero y ramplón de Chiquito de la Calzada. Afirma Valery en sus Cuadernos que los idiotas no son tantos como se dice, “¡pero están tan bien elegidos!”. Las fundaciones Manuel Álvarez Ortega y Venancio Blanco respectivamente, haciendo lo que pueden.

Portada del catálogo

 

A la cultura, al arte hay que dejarlos crecer, sin directrices; cuanto más se haga, en distintas direcciones, más se beneficiará la sociedad que promueva su desarrollo. La cultura no requiere sino libertad para que la sensibilidad humana se manifieste.

¿Qué hace el “Reina Sofía” por el arte español? Avergonzarse de él, obstaculizar su difusión, manipular su realidad. ¿Qué puede conocer el visitante extranjero, u ocasional, del arte español, cuando visita el viejo hospital? Mucha documentación, escaso arte. Y ¿qué hace el Instituto Cervantes más allá de promocionar a su director y ser academia de idiomas? ¿Qué prestigio tiene una institución que el presidente del Gobierno utiliza como prebenda para pagar silencios? ¿Qué son M. Álvarez Ortega, Oroza, Antonio Pereira, Carlos Edmundo de Ory para el Instituto Cervantes? A lo que se ve, nada.

El día 27 de enero se inauguró una antológica de Venancio, en Santo Domingo, Salamanca, comisariada por Vanesa Gallardo. Habrá otra en Casa de Vacas de Madrid. Un libro excepcional, editado por Mapfre, sobre la vida y la obra de Venancio. Un concierto, mesas redondas, conferencias y otros actos que difundan la dimensión de la figura de este escultor fundamental del siglo XX. En su pueblo natal se mostrará una escultura, con la idea de permanencia. ¿En el “Reina”?, nada; ¿en la Academia de San Fernando?, menos que nada; ¿en el Museo Nacional de Escultura?, más de lo mismo.

“Venancio Blanco. 1923-2918”, Fundación Mapfre y Fundación Venancio Blanco, ya está en las librerías. ¡Una belleza de edición, por continente y contenido! Que yo participe en él, no puede condicionarme a silenciar sus virtudes e impedir felicitar a sus editores por la elegancia y la prestancia del documento. A veces, las editoriales no cuidan sus trabajos y degradan el aura de la imprenta. No es este el caso, con toda probabilidad, este libro quedará como el hito de la conmemoración del centenario.

Cristo vuelve a la vida

 

Más que a sus datos biográficos, voy a referirme a su obra, a sus obras, que son las que le dan la dimensión que exhibe. Amó con pasión la vida de taller, la docencia, fue profesor de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Madrid, académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, director de la Academia de España en Roma; siempre cerca de los jóvenes y de la enseñanza del dibujo, su talismán; en talleres de la Academia, de la Universidad de Salamanca y de otras instituciones. Pero, su fuerte es su obra: escultura, dibujo, pintura.

Aunque a lo largo de su dilatada vida realizó cientos de exposiciones, sólo hubo unas pocas antológicas, como la celebrada en el Palacio de Velázquez- con un texto claro y sólido de Venancio Sánchez Marín-. De sólito la exhibición de su obra se hizo de forma temática: primera época, escultura religiosa, música y danza, flamenco, iconografía clásica, tauromaquia, caballos, retratos, dibujos, pinturas. Fue un autor muy completo, por su formación, y un piquito de oro, haciendo arte cuando hablaba.

Su influjo es italiano, pero sus caballos vienen de Grecia, según confesión propia. Descubrió a Marino Marini y le tuvo fiel respeto, llegando a dibujar todas las piezas de una de sus exposiciones. Nunca obvió la impresión que le produjeron los caballos de la cerámica griega y conviene apuntar que su niñez la pasó en el campo, en una naturaleza entre toros y caballos, porque su padre era mayoral de una ganadería de reses bravas.

Juan Belmonte

 

Sus tauromaquias son uno de los ejes de su obra, pero, ante todo, su admiración por el caballo. La fuerza, el aire, la belleza, la elegancia que sabe infundirle a sus caballos es una de las características principales de su obra. También el toro bravo, al que efigia exultante de empaque, potencia y tronío. El primer enamoramiento de Anthony Quinn por su obra viene de la prestancia audaz y pulquérrima de sus caballos y por la dimensión que infunde a los lances de la fiesta.

Pero, no quiero ceñirme a una parcelación. No voy a distinguir el arte religioso, aunque sea el único escultor español que goce de un espacio exclusivo para esta vertiente de su obra -Museo Religioso Venancio Blanco, en el palacete Monte del Pilar, El Plantío, propiedad de Mapfre-. Ni del flamenco, por mucho que le disfrutase. Venancio hizo enamorarse al aire y la materia a fin de crear hondura y fragilidad, haciendo que la contundencia vuele. Venancio es figurativo, a veces pudiera parecer abstracto, pero no, siempre referencia formas, que ambicionan explicar la música, el baile o el cante.

Venancio crea idiolecto, el estilo Blanco, entregando a sus obras una impronta que en cuanto las observas sabes que le pertenecen, materia blanca; blancor de la ensoñación, cortesía de la ambición creadora, Sea la Perrata, que nos traslada a los sonidos negros del cante; o la imagen de San Juan de la Cruz o la cabeza del torero Juan Belmonte. Con esta obra se desmarca de todas las clasificaciones, es un retrato, pero mucho más: es la expresión de un torero que se enfrenta con el peligro en cada grano del albero y de ello hace belleza, trágico expresionismo.  Prognata, los machos de la montera equilibrando; los ojos hundidos en el corazón de las tinieblas, la vida cabe la muerte.

Venancio y su monumento al Quijote

 

Obras maestras: retrato de Gerardo Gombau; Torero, descomposición, El Nazareno, Espíritu Santo, Homenaje a Antonio Bienvenida; Portagayola, larga cambiada; Formas para el espíritu de Castilla; Brahms, Sinfonia nº 4. La escultura de Venancio es poemática, con ritmo, con cadencia; es poesía en sus vuelos y sus sones, en su diáfano destino de trascender, en su vocación de plegaria, en su coreografía sagrada, en la magnitud de su presencia. Sus formas articulan un territorio por donde transita la poesía. No en balde el trofeo que simboliza el Premio Adonais era de su autoría.

Para Venancio Sánchez Marín: “La escultura en metal ha otorgado tanta importancia espacial a la ausencia como a la presencia de la materia. Gargallo comunicó una relevancia extraordinaria a la oquedad. Julio González, a lo que otorgó primacía espacial en sus obras fue al vacío. Y Venancio Blanco, en esta misma línea problemática de las figuraciones, ha resaltado como nadie el poder de sugestión espacial de la rotura de la materia escultórica”.

Es Medalla de Honor de AEPE, pero este recuerdo no va de galardones. El gran premio fue su presencia entre nosotros. Su clasicismo, su constante mirada a Grecia, su oficio y su conocimiento del álgebra de los fragmentos, la consideración del aire como materia a modelar, la figuración vanguardista: la convicción y certeza de que, como apunta Pessoa, en toda forma trascendente hay alma, determinan su obra y la distinguen, jerarquizando su proceridad.

                                                                                                                   Tomás Paredes

                                                                                                   Presidente H. AICA Spain

 

 

Páginas escogidas: La envidia

Por José María Vargas Vila

La envidia

 

La envidia es un culto. Es el culto de las almas viles a las grandes almas.  Es una adoración, la adoración del mérito por el despecho. Una extraña religión, la religión de la bajeza. Tiene sus sacerdotes — almas cadavéricas—diría Lamennais, desesperados pálidos, torturados perennes, nostálgicos del bien ajeno, estos ascetas de la sombra, viven de rodillas ante la extraña gloria.  Le queman su incienso: la Critica. Le alzan su plegaria: la Calumnia.

Ser envidiado es ser admirado. La envidia es la forma bastarda de la admiración. Las almas grandes admiran, y prorrumpen su himno: la Alabanza. Las almas viles admiran y prorrumpen en su himno: el Dicterio. Envidiar es estar de rodillas ante una gloria. Es la muda contemplación de los insectos hacia los astros. Las almas envidiosas nacen prosternadas. Son la eterna genuflexión ante el mérito. Como los mutilados de la Capilla Sixtina, son el himno de la impotencia en los altares del Genio.

Ser odiado y ser envidiado es la síntesis de la grandeza. Nadie envidia sino lo que hubiera deseado igualar. Nadie odia sino lo que hubiera podido amar. Si la envidia es la forma negra de la Admiración, el odio es la forma negra del Amor. Ser envidiado es sentirse grande. Ser odiado es sentirse fuerte. Nadie envidia lo pequeño. Nadie odia lo débil. El odio es grande. La envidia es ruin.

El odio tiene majestad de fiera. La envidia tiene forma de reptil. El uno vuela y picotea como un cóndor furioso a su presa. La otra se arrastra y silba como buscando el talón. Las grandes almas odian: no envidian nunca. Son las del odio batallas de leones; siéntese a lo lejos el rugido;  se ven como perspectivas de desierto; rayos de incendio en la mirada glauca; aliento ígneo en la garganta seca, y bajo el cielo cárdeno, inflamado, la proyección soberbia de la garra… La epopeya sublime de la sangre. La de la envidia, riña de reptiles. Se percibe apenas el ruido del crótalo arrastrándose; se ve la escama pálida por entre el limo verde; el ojo torpe que espía al águila; la boca abierta como escupiendo al sol; la sucia baba; marcador aliento… La epopeya fangosa del pantano.

Inspirad envidia; seréis grandes. Inspirad odio: seréis fuertes. Dejad que los sacerdotes rencorosos de la primera vengan a vuestro altar, se prosternen allí, recen las letanías de su diatriba, alcen el himno de su crítica, y quemen el incienso de su rencor. Aspiradlo a plenos pulmones. Es el homenaje de las víboras. Aceptadlo. No rechacéis su adoración. Dejad que os envidien.

Y cuando os muerdan, como el sándalo generoso, perfumad con la sangre de la herida las bocas asquerosas de las sierpes. Vuestro nombre, dulce a sus labios, dejará en ellos su pintura de gloria. Ungidos vosotros en la frente, ungid con el talón esos pobres desesperados. Dejadlos que os muerdan; aplacad su hambre, no su cólera. Dejadlos que os envidien. jEs tan bello mirarlos de rodillas! ¡Inspirad envidia! El frío de esa víbora bajo los pies, da no sé qué extraña voluptuosidad que pasma. Dejadla que os acaricie. No la matéis. Sin ella palidecería vuestra gloria o sucumbiría acaso. ¡Provocad, provocad la Envidia! Heridla siempre, no la dejéis dormir. Que vele. Es el centinela de vuestra gloria. ¡Inspirad el odio! La trágica mirada del odio engrandece al hombre odiado. El odio es nutrición de almas fuertes, con aquella sangre negra con que Homero alimentaba las grandes sombras a orillas del Helesponto.

Qué sublime en la vida es la Tragedia. Ya en el fondo de toda gran tragedia vive algún grande odio. Es la nube de tempestad en que se engendra la grandeza. Los cristianos colocan a su Dios entre estas dos pasiones, a los extremos de su credo: SATANÁS y JUDAS. EL ODIO y la ENVIDIA. Todas las voluptuosidades del placer carnal no tienen nada comparable a la fruición, casi divina, que produce en la planta de los pies la lengua salivosa de la envidia. A este contacto la vanidad llega al éxtasis.

Para un gran talento los envidiosos son raro instrumento de placer, de refinamiento ultra exquisito, casi de sadismo intelectual. Produce el paroxismo del orgullo. ¡Provocad la envidia! Tocad con el extremo de las alas la cabeza del reptil; desesperadlo; haced que alce la vista; aleteadle suavemente encima, deslumbrándolo con el brillo de vuestra gloria, y después, alejaos lentamente oyendo su silbido desesperado y furioso. Su mirada y su insulto marcarán vuestro derrotero.

Compadeced los envidiosos, no los castiguéis nunca. Como el arcángel en la leyenda lanzó un salivazo al astro, ellos también escupen al mérito, y esperan, esperan, esperan que se eclipse… Esta esperanza dolorosa forma su vida. Los astros y la gloria siguen su ruta. El odio y la envidia no los apagan. El fulgor aumenta arriba; la desesperación aumenta abajo. Sobre aquellas almas no amanece nunca. Están en la noche eterna. Por eso odian el resplandor. El brillo de cualquier nombre los ofusca; su ruido los indigna. Al paso de una gloria no ocultan la cabeza bajo el ala como el avestruz, sino que la hunden en el fango y dicen: yo no te veo, luego no existes. Y abren después sus ojos desesperados en el fondo del limo en que vegetan, y ante los reptiles microscópicos que los rodean se creen en el mundo gigantes y exclaman: Ya somos grandes, puesto que somos iguales.

El brillo del sol, el ruido de las alas los exasperan. Escupen entonces. Creen apagar los astros y matar las águilas. ¡Pobres torturados! Su suplicio hace al de Tántalo palidecer. Las abejas no acendraron miel en sus labios como en los de Hesiodo. Reptiles multiformes depusieron allí toda su bilis, y pichones de búho los cegaron como a Tobías, con el calor de su estiércol. Por eso es infame cuanto hablan y negro cuanto ven. El infierno les rebosa en los labios y en los ojos.

¡Oh, compadeced los envidiosos! Ser la sombra perenne de una gloria, el insecto que roe el pedestal de mármol, la serpiente que va vertiginosa por el fango siguiendo el vuelo majestuoso de un águila… ¡Decid si hay algo más dolorosamente vil! Hay águilas piadosas. Bajan hasta la serpiente, la toman en sus garras, la levantan y la arrojan de lo alto a que se estrelle en la peña. Esa ascensión de lo vil, aunque sea para matarlo, es digna.

¿Sois superiores? sed envidiados. Las medianías pueden comprar apologistas. No tienen envidiosos. La Envidia se inspira; no se compra. ¡Inspirad envidia! La Envidia fue hecha para pregonera de la Fama. Sed harto grandes para inspirarla; harto fuertes para provocarla; harto dignos para perdonarla. Dejadla que grite: no la matéis. ¡El día que calle, mataos! Ese día habrá muerto vuestra gloria. Cesó el himno de ella. Y, sobrevenir a su gloria, es la mayor de las infamias.

Ménageot: «La envidia desplumando las alas de la fama»

 

Recordando… Domingo Muñoz Cuesta

Obras, artistas, socios, pequeñas historias…

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Domingo Muñoz Cuesta

MUÑOZ CUESTA, Domingo              P            1850                       MADRID         MADRID                   9.ene.1935

 

Esposo de la socia y pintora Mª Luisa de la Riva

Madrid Cómico, caricatura del artista de 1888

 

Domingo Muñoz Cuesta nació en 1850 en Madrid.

Amigo de la niñez del socio y creador del Salón de Otoño, Juan Espina y Capo.

Estudió en la Escuela especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid, teniendo como profesor al también socio de la AEPE, Francisco Domingo Marqués, quien fuera profesor en la Real Academia de San Carlos de Valencia de los hermanos Benlliure.

En 1867 participó en una exposición de pinturas celebrada en Valencia con motivo de las fiestas del centenar, siendo aún muy joven.

En octubre de 1878 aparece como corresponsal de La Ilustración Española y Americana, que lo reseña así: …”Conjunto de desdichas, de miseria, de talento, de ingenio y de buen humor es Domingo Muñoz… La narración de sus apuros, de su pobreza, de sus luchas titánicas, entre sus aficiones que eran la pintura y el dibujo, y su posición de familia, le honran sobremanera. Cuando está de buen humor y cuenta sus apuros y las peripecias de su vida, es imposible no reír. Los principios de su carrera artística son los de muchos que, a través de tanta contrariedad, llegan a ser gloria de su patria. Sin medios de ningún género, ni aún para estudiar, Muñoz ha conseguido hacerse un nombre que está muy cercano de la notoriedad. Un rasgo dará idea de su escasez. Para copiar un cuadro del Museo, tuvo un día que quitar un pedazo de lienzo a la única camisa que tenía. Pero su constancia, su aplicación, todo lo han podido. Ha dibujado en todo para ganar de comer. Ha sido caricaturista de los periódicos que ha podido; y hoy, después de tanto trabajar, ganará un porvenir de bienestar en La Academia y La Ilustración, que no tendrán muchos dibujantes que le superen. Sus condiciones más relevantes son para pintor, por la brillantez de su colorido, por la manera de concebir la naturaleza, por la ejecución maestra de los asuntos, aún los más vulgares, y por la colocación de todos los términos que toma muy marcadamente del natural”.

En el patio

Sus dibujos empiezan a partir de 1878, a ser habituales en la prensa española: La Ilustración Española y Americana, El Mundo Ilustrado, la Ilustración catalana, El Imparcial…

En 1880 participó en la primera exposición que realizaba el Círculo de Bellas Artes. La prensa del momento reseñó la obra de Domingo Muñoz con notas como esta: “Desafiamos al espectador más indiferente a que pase sin detenerse ante el número 83. Es de Domingo Muñoz y se titula la Hostería de la Paz. Parece que ha dado para la escena asunto, alguno de nuestros clásicos, soldados, caballeros y rufianes del siglo XVI vienen a las manos, salen las espadas, chocan los aceros y todo es lucha, confusión y desorden. Hay escorzos admirables, notas de color brillante, rasgos valientes y atrevidos al lado de algunos imperdonables descuidos. Muñoz es el Echegaray de la pintura”.

En la taberna

 

En La Ilustración Española y Americana sin embargo, se leía: …”El cuadro no puede ser más completo ni más interesante, y el título, imposible superarle en irónico y chistoso. Nos parece el más característico del Certamen, y desearíamos no equivocarnos al asegurar que él anuncia un pintor de genio. ¿A qué notar los defectos? Los tiene; pero, en cambio de ellos, abunda en riqueza, en entonación, en colorido y genialidad. Es el primer cuadro de Domingo Muñoz; celebrémosle con entusiasmo, y anunciemos la aparición de un pintor de gran porvenir. Sí lo llega a ser, como nosotros lo pronosticamos, en Hostería de la Paz se buscará con empeño, como el anuncio que es de un artista de mérito”…

Se conocen sus primeros trabajos públicos gracias a la publicación de caricaturas para el diario El Mundo Cómico, y distintos dibujos para otros como La Ilustración Militar y La Ilustración Española y Americana, ganando el concurso abierto por esta última revista y obteniendo un premio.

Concurrió a las Exposiciones de la sociedad La Acuarela, del Círculo de Bellas Artes y del comercio de Hernández, con sus trabajos.

Realizó las ilustraciones de la edición del Gil Blas de Santillana que publicó la casa editorial La Maravilla.

Una plaza ocupada

 

En 1880 era alumno de las escuelas de Roma, acogiendo en su estudio a Juan Antonio Benlliure.

En 1883 figura como artista pensionado en Roma junto a Muñoz Degrain, Villegas, Moreno Carbonero, Galofre, los Benlliure… “adelantando de día en día y consolidando su buen nombre, ya adquirido, ganándose poco a poco una reputación”.

Ese mismo año, tenía obra en la galería Georges Petit de París, y según el diario La Época, …”Muñoz piensa venir a establecerse en París en el mes de julio. Ya es aquí conocido y estimado, y no dudo de que adquiera muy pronto un puesto preferente al lado de nuestros pintores de fama. De Roma escriben que este pintor ha adelantado mucho, y ya que no pueda ir a visitar su atelier de allí, espero a ver el que ha de montar aquí para ocuparme más despacio del artista que, cual tantos otros, honra a la patria”.

En 1883 participó con una obra en la exposición del Círculo de Bellas Artes de Madrid y en la exposición de la Academia Española en Roma.

Espadachín

 

En 1884 presentó obra a la Exposición de Bellas Artes de París, unas …”maniobras militares cerca de Madrid, ni más ni menos que el general Detaille, con la misma valentía”. En esas fechas, Domingo Muñoz ya residía en París, …”no ha cesado de pintar, vende muy bien sus cuadros a los americanos”…

En 1885 se publicó el álbum Andalucía, una colección de poesías, artículos y dibujos originales entre los que se encontraban obras del artista.

La prensa del momento continuaba publicando dibujos de Domingo Muñoz en páginas inolvidables de La Ilustración española y americana, La Época, Blanco y Negro…

 

 

 

Dibujos de Domingo Muñoz Cuesta aparecidos en los principales diarios del momento

 

En 1888 en la capital francesa, abrió sus puertas el restaurante español Robles, en la Rue du Helder, un local cuyas paredes estaban decoradas por el artista.

Ese mismo año, una caricatura del artista era la portada de Madrid Cómico, el periódico de Sinesio Delgado, bajo cuyo dibujo se leía: “Este célebre pintor,/ que gana mucho dinero,/ es de los que dan honor/ a España en el extranjero”.

El otoño de 1888 lo pasó el artista en Salamanca, una larga temporada donde pintó un cuadro, al cual le sirvió de asunto uno de los episodios de la guerra de la Independencia. Regresó a París en Navidad.

En 1889 contrajo matrimonio con la también pintora y socia de la Asociación de Pintores y Escultores, María Luisa de la Riva Callol, quince años menor que él, fijando su residencia en París, donde ya él vivía, y si bien la unión no debió durar mucho por el carácter bohemio de Domingo, tuvieron dos hijos, conociéndose únicamente algunos datos de su hija, la también pintora Dolores Muñoz de la Riva, nacida hacia 1895.

La amiga

 

En París vivió en el Faubourg de Saint Honoré, 233, una vivienda amplia con zona habilitada como taller de artista, que utilizaba el matrimonio.

En 1891 expuso en el Círculo de Bellas Artes junto a Jiménez Aranda, Sala, Francés, Pla, Lhardy, Sorolla, Bilbao, Espina…

En 1892, exponía una obra en el Palacio de la Industria del Campo de Marte de París, un cuadro militar …“un verdadero cuadro; pintura, en fin, y no ensalada a la moderna”, recogía la prensa. Exposición anual a la que volvería en 1894, 1895, fecha en la que el Jurado decidió adquirir su obra para la Societe Artistique de Normandie y la Soeciete des Amis des Arts, en 1901.

En 1901 conocemos que se encontraba pintando en Córdoba, presentando a la Exposición Nacional de Bellas Artes de ese año, una serie de obras de inspiración andaluza, consiguiendo una Segunda Medalla por la obra “La amiga”.

La prensa reseñaba que …”La amiga, de Domingo Muñoz, ha sido conceptuado como uno de los mejores cuadros de la exposición, y en verdad que la contemplación de esta obra justifica las alabanzas que le han prodigado los críticos y la admiración que ha producido en el público. Hay tanta naturalidad en todas las figuras y tanto acierto en la agrupación de las mismas y son tan encantadoras las cabecitas de aquel enjambre de chiquillas que afanosamente trabajan presididas por su maestra, que comprendemos la atracción que este conjunto de perfecciones ejerce sobre cuantos visitan el actual certamen”.

Viajaba largas temporadas para documentar y pintar sus obras del natural, lo que le valía largas ausencias de su residencia parisina.

Soldado

 

En 1902 participó en la Exposición de Arte Español celebrada en París, conocido como el Salón de París, organizado por la Sociedad de Artistas Españoles con obras de Benlliure, Blay, Madrazo, Checa, Martín Rico, …

En 1903 la prensa del momento hablaba de él como …”una de las figuras más salientes de nuestra colonia artística en París”, que incluía ya en sus obras la temática taurina.

Presentó obra a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1904, 1908.

Joven con guitarra

Mosquetero

 

En la Exposición del Círculo de Bellas Artes de 1909 presentó dos bocetos considerados como “magistrales”.

A la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1910 quiso presentar un cuadro que desde el primer momento causó un gran revuelo y terminó siendo un escándalo debido al matiz político que en él vieron algunos.

Mosquetero

 

Se apeló entonces al Jurado de la Exposición, que retiró el cuadro, siendo utilizado el hecho de forma torticera por los políticos de la época.

Así, El País publicó una extensa noticia bajo el título de “La libertad del Arte, un cuadro de Domingo Muñoz”, que decía: …“Un pintor romántico, alma de artista, corazón fácil al entusiasmo y a la indignación ante la injusticia, Domingo Muñoz, ha pintado un cuadro inspirado en el fusilamiento de Ferrer, y lo ha presentado a la Exposición Nacional de Bellas Artes. ¿Por qué no? La Exposición es Nacional, y en España son libres el pensamiento y las manifestaciones de la ciencia y del arte. Se tratara de una Exposición particular, organizada por un Círculo o por un personaje, y Muñoz no hubiera llevado su obra; pero a la Nacional, sí; y la admitirán, si no quieren los del Jurado dar un escándalo denigrante para los artistas, que deben ser hombres independientes, y no aduladores rastreros. Ese cuadro, sólo por mal pintado podía ser rechazado, y eso no es posible, porque es superior a lo que han pintado y pueden pintar los que se atrevan a rechazarle. Hemos visto el cuadro, lo ha visto medio Madrid en el magnífico estudio de Martínez Gari. Un foso, una muralla, como abocetados, constituyen el fondo. Un cadáver, con los ojos vendados, yace en el suelo; el sombrero caído está en primer término. A la izquierda, un ángel blanco sonríe, las alas extendidas, los pies amarrados. A la derecha, una hoguera, humo, y entre el humo, cuatro fusiles; arriba, agrupados, tres hombres siniestros: Arbués, Torquemada y Domingo de Guzmán. El cuadro es idealista, simbólico. Sobre sus méritos nada diremos ahora; el público lo ha de admirar. Nada habíamos dicho sobre las preocupaciones cobardes, las intriguillas y los cabildeos que el cuadro ha promovido; pero anoche habla del que llama cuadro revolucionario, el señor Blanco Coris en el Heraldo, quien, después de hacer justicia al pintor y describir el cuadro, propone lo siguiente: ‘Como obra de arte, nada tiene de particular que merezca la, preocupación ni de los artistas, ni del público, ni del Jurado. Como asunto, sí que lo tiene, y al artista seguramente le estaba destinado este calvario. Si yo hubiera visto a Muñoz, le hubiera dicho: —Querido Domingo: No lleves eso al Retiro; llévalo a Bruselas, a Stokolmo o a la India; pero a nuestras Exposiciones oficiales, donde es obligada la visita del jefe de Estado, de los ministros, del cuerpo diplomático y otros dignatarios, es una verdadera temeridad. Tu cuadro, que no puede pasar desapercibido a la curiosidad general, será una molestia en ciertas esferas, de la cual serán responsables el inspector general de Exposiciones, y con él el Jurado, que se encuentra en una situación verdaderamente crítica, porque no sabe lo que hacer; esto es lo cierto. Has sido hábil, has tenido una idea de las tuyas, satánica; pero no has previsto las consecuencias: y es que el día de la apertura, o tu cuadro no figura en la Exposición, o, si figura, causas una perturbación, que debe evitarse, capaz de motivar hasta una crisis. Y estará bueno que tú, el mejor de los hombres, el más noble, al que debo, en parte mi conocimiento del arte, no comprendieras que el telar de la vida está lleno de hilos, que se cruzan de tal modo, que es imposible dar un paso sin enredarse. Retira tu cuadro; acepta la recompensa que te ofrezcan, y hasta que volvamos a encontrarnos, siempre recordaré que te debo muchos favores.» Respetamos la intención de Blanco Coris, como respetaremos la resolución de Domingo Muñoz, hombre incapaz de comprar recompensas a costa de abdicaciones; pero hemos de advertir que el cuadro, expuesto en el extranjero porque en Madrid no hay libertad para exponerlo, constituiría una afrenta para España y para los artistas españoles. Y, por hoy, basta, que este cuadro ha de dar mucho que hablar y que escribir”.

Referente al artículo, y un día más tarde, El País publicaba: “El cuadro de Domingo Muñoz, “1909”, será, aunque lo cuelguen y aunque colgaran al autor, el cuadro de esta Exposición Nacional de Bellas Artes. El cuadro no se exhibirá. Lo deducimos de la lectura de un artículo que, si no es oficioso, lo parece, anoche publicado en El Mundo. ¡Con qué dolor vemos que lo suscribe el diputado liberal Baldomero Argente, periodista notabilísimo e inteligencia preclara. Somos en España muy liberales, mucho; pero en cuanto no nos molestan con el ejercicio de la libertad. El Sr. Argente sostiene que no se atenta a la libertad del Arte rechazando el cuadro; lo que se hace es no admitirlo en la Exposición Nacional por temor a un conflicto. Es el criterio de los conservadores, tantas veces criticado por los liberales. El pensamiento no delinque; pero ¡ay del que manifieste su modo de pensar oralmente o por escrito! El Sr. Muñoz tiene libertad para pintar lo que quiera –he ahí respetada la libertad del arte-; pero no la tiene para exponerlo, ni en la Exposición Nacional ni en ningún salón. ¿A qué no se permite que lo exhiba en un teatro? Los demás argumentos son igualmente peregrinos. Que se hace la apología de un delincuente; sobre que es discutible, ¿es que no están llenos los museos de cuadros apologéticos de esta índole? Los comuneros de Gisbert, ese cuadro que está hoy en el Congreso de los diputados, provocó protestas cuando se exhibió por primera vez, y es la apología de tres ajusticiados. No son otra cosa Los Cristos; pero atengámonos a reos más modernos. En el Museo de Arte Moderno figura El fusilamiento de Torrijos y sus compañeros, que murieron fusilados y juzgados por tribunales militares. Creemos que se comete un atentado a la libertad del Arte y que se interpreta arbitrariamente el Reglamento de la Exposición que determina bien los casos en que puede el Jurado rechazar un cuadro. El autor del titulado 1909 nos favorece con esta carta, en la cual rectifica un error del articulista, sobre cuyo artículo volveremos a escribir algo. La carta dice así: Madrid, 17 de septiembre de 1910, Sr. D. Roberto Castrovido. Muy señor mío y amigo: Yo le agradecería a usted tuviera la bondad de rectificar una equivocación. Yo no sé de dónde habrá salido el rumor que dice El Mundo de hoy, atribuyéndome intención de poner un título al cuadro 1909 –que jamás pensé pues no sintetizaría su asunto ese título que ahora conozco- Yo en esto sigo no viendo otra cosa más que lo que me propuse pintar: la lucha eterna entre dos tendencias: el espíritu inquisitorial de restricción antiliberal, y la libertad de pensamiento, y… ¡nada más! Lo digo como lo siento, con toda sinceridad. Agradecido a este favor, sabe que soy suyo afectísimo amigo, Domingo Muñoz.

Recordaremos al Sr. Muñoz, al Sr. Argente y al Gobierno, que un centro oficial, la Academia de Bellas Artes, dio hace pocos años como tema para el concurso de opositores a Roma, uno esencialmente apologético: Despedida de su familia de un anarquista condenado a muerte. Chicharro y Benedito, si no recordamos mal, pintaron sendos cuadros con ese asunto. Pero, ¿a qué insistir, si hablamos a convencidos, que hubieran puesto el grito en las nubes si es Cierva ministro de la Gobernación y Rodríguez San Pedro, de Bellas Artes, cuando surge este dificultoso trance? Dificultoso en un país como este, donde los poderes públicos o el poder civil son fantasmas, organismos débiles, simulación de poderío”.

Al día siguiente, Domingo Muñoz contestaba en otro medio: «Unos porque realmente vean en el cuadro, a causa de poseer una exuberante imaginación, lo que no hay y otros por lo que sea… han levantado una polvareda, entre la que me han envuelto de tal manera, que me es casi imposible entenderlos, El cuadro no estorba sino porque es anticlerical. No  quiero, pues, dar más que hacer a mis amigos y compañeros del Jurado; sé que es inútil su esfuerzo para mantener mi derecho, y como no soy político, ni he medrar ni tener gloria por ese camino, voy a recoger mi cuadro y evitar que continúe esa cómica anarquía oficial con que se ha de atropellar mi derecho. El mundo todo es grande y España sola es chica para los artistas; todo el que me conoce sabe que a mí me importa tres cominos que manden Sagasta, Canalejas, D. Jaime, Ravachol o Piel de Ubrique. España les debe muy poco a esos caballeros. En todo ese espacio que presenta la superficie del planeta caben las ideas de arte; me marcho muy pronto fuera de la jurisdicción de estos señores; hago el propósito de pintar varios cuadros, ninguno político y todos sangrientos, lo prometo. Allí me amparan las leyes, la libertad, la cultura y el buen sentido”…

El cuadro no se exhibió, ni ha sido posible encontrar una imagen del mismo, ni más referencias.

Los piqueros de Bailén

 

Presentó obra a la Exposición Nacional de 1912 y figuró entre los artistas de la XI Exposición de Pintura española, organizada por José Pinelo y espléndidamente instalada en el Salón Philipon, de la calle Lavallo de buenos Aires.

En 1917 participó en la Exposición benéfica que organizó el Sindicato de la Prensa de París.

En 1919 estuvo presente en la Exposición de arte español del Petit Palais de París.

Retratos de soldados

Desnudo

 

En 1921 integró la Exposición de artistas madrileños.

Por una relación aparecida en La Acción en 1923, conocemos que Domingo Muñoz Cuesta fue declarado cesante como funcionario del ministerio de instrucción pública, siendo oficial de administración de tercera clase.

En 1924 se hablaba de él ya como un “refugiado en la vida humilde… y muchos otros artistas que noblemente lucharon y viven alejados completamente de la tramoya y continuas sorpresas de la política artística”.

Soldado

 

Después de la muerte de su esposa, acaecida en 1926, y a pesar de tener una  hija, casi ciego, solo y pobre, Domingo Muñoz Cuesta vivió en la Residencia de Escritores y Artistas del Instituto Cervantes de Madrid, un establecimiento benéfico para artistas sin recursos, en el que murió el 7 de enero de 1935.

La prensa se hizo eco de la noticia, publicando algunos medios que …”Solía acudir hasta hace unos meses al Círculo de Bellas Artes, en que figuraba con el número 1 de sus socios fundadores… su vida le forzó, después de cosechar triunfos, a la bohemia”…

Otro medio decía …”fue hombre desgraciado y de vida atormentada que le ha llevado a morir en la miseria y sobre la cama de un asilo, bueno, pero asilo al fin. Su obra perteneció a la buena escuela española, y se halla repartida en Museos, centros oficiales y galerías privadas, figurando alguno de sus cuadros grabado en los billetes del Banco de España. Fue también, cosa rara en España, un gran ilustrador, de lo que deja huella en los magníficos bojes que dibujó para la edición del Gil Blas, que publicó el docto señor Balbín de Unquera, y en los que se muestra a la altura del propio Vierge”.

Y también …”fue siempre el propagandista entusiasta de las Bellas Artes españolas y de nuestras supremacías en todas las fases de nuestro temperamento. El suyo le ocasionó muchos disgustos, porque doquiera que fue actuó de Quijote romántico, al que muchas veces tomaron por loco, pero era un loco de gran corazón, que se peleaba valientemente con el que hablase mal de Goya o de Cervantes o de Prim… Domingo era un colorista brillante y defendió su vida y la de su familia pintando, dibujando y escribiendo con fecunda nerviosidad y gran acierto. No obtuvo lo que él merecía por su talento y espíritu de bohemio rebelde a hacer antesalas y a comprometer a los encumbrados repartidores de recompensas, y ha muerto pobre, ciego y envenenado por las ingratitudes de los que no supieron apreciar el caudal de bondades que su alma prodigó en su vida de artista y caballero”.

Militar

 

Fue condecorado como caballero de la Orden de Carlos III.

La siega

 

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes de la AEPE: José Francés

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes

de la Asociación Española de Pintores y Escultores

 

 

La  Gaceta de Bellas Artes 1929: José Francés

Con el nuevo año dio también nuevo cambio la orientación de la Gaceta de Bellas Artes, que ahora dirigía el escritor, crítico de arte, Académico de Bellas Artes de San Fernando y Presidente de la Asociación, José Francés.

Comenzó en enero con un Propósito en el que expresaba querer ampliar el número de páginas, las perspectivas ideológico-estéticas y sus legítimas aspiraciones de difusión como revista profesional y popular a la vez. Había una parte de noticiario artístico cada vez menos apoyada en las noticias oficiales, que publicaban la Gaceta de Madrid o los boletines ministeriales, y centrada más en lo referente a los asociados en cuanto a artistas. La nueva Gaceta, con 16 páginas en couché y otra en papel pluma, costaba 375 pesetas.

José Francés y Sánchez Heredero ingresó en la Asociación de Pintores y Escultores en 1915 y desde el primer momento, se involucró en las actividades de la entidad.

Así, en 1915, siendo Presidente José María López Mezquita, en la exposición que la AEPE celebró en Zaragoza de artistas aragoneses, que incluía 26 obras del maestro Zuloaga, aragonés por adopción, se dio a la inauguración una excepcional importancia, impartiendo una conferencia de presentación del acto José Francés.

Además de las colaboraciones en la Gaceta de Bellas Artes, en 1924 José Francés respondió ante la Academia de Bellas Artes de San Fernando informando sobre las actividades de la AEPE, como trámite para la concesión de subvenciones y a petición del subsecretario de Instrucción Pública y Bellas Artes. Entonces, ya decía entre otras cosas: …”Casi paralela a esta labor tan fructífera y bien orientada del Salón de Otoño, la Asociación de Pintores y Escultores viene realizando la otra, no menos feliz y didáctica de su revista”…

En 1928, la Asamblea General de la AEPE votó el cargo de Presidente, que recayó en José Francés. La Junta Directiva organizó entones comisiones de Reforma de Reglamento, Cooperativa, Gaceta de Bellas Artes, Salón Nancy, etc. y se hicieron gestiones acerca del Presidente del Consejo de Ministros para encontrar un local adecuado para la Asociación de Pintores y Escultores, quien respondió mediante oficio dándose por enterado, pero diciendo que el local pedido, el llamado Palacio de Hielo, dependía del Ministerio de Marina. Se pensaba como local en el llamado Palacio de Hielo.

El Presidente, José Francés, dimitió a mitad de año por razones personales que explicó en una larga nota, que se leyó en junta directiva de 6 de junio, que …”Con verdadero sentimiento y luego de haber meditado bastante … y motivado por el poco tiempo de que dispongo para actuar por entero a favor de nuestra Asociación y el abandono en que tengo desde hace años mi obra literaria personal de cuyo producto vivo únicamente” …

Pese a su dimisión, José Francés no estuvo nunca alejado de la entidad, participando y colaborando a través de sus escritos y de sus múltiples gestiones en beneficio de la institución que un día presidió, impartiendo conferencias, participando en homenajes y de una u otra forma, se mantuvo estrechamente ligado a la Asociación de Pintores y Escultores.

Su colaboración permanente en la Gaceta de Bellas Artes es todo un referente, como el número que en 1934 dedicó la Gaceta a Pinazo, escrito íntegramente por José Francés.

 

José Francés y Sánchez Heredero

 

FRANCES SANCHEZ HEREDERO, José              Cr.   1915                                 22.jul.1883        MADRID                       10.set.1964

 

Presidente de la AEPE

Socio de Honor

Retrato de José Francés, por José María López Mezquita

 

José Francés y Sánchez-Heredero nació en Madrid el 22 de julio de 1883. De ascendencia asturiana, su padre, José Francés y Álvarez de la Perera, era funcionario del gobierno (comisario de policía) que también ejerció de periodista y publicó el libro compendio de sus artículos, “Galeradas”. Su madre, Teodora Sánchez Heredero González Posada, era valenciana.

El matrimonio tuvo otra hija, Amalia, que nació en Manila, Filipinas, el 26 de abril de 1885.

Los continuos destinos que el trabajo de su padre tenía, hicieron que comenzara los estudios elementales en Madrid, los continuara en Granada y que el bachillerato estuviera a caballo entre el instituto Cardenal Cisneros de Madrid, León, Ciudad Real y Oviedo, donde se graduó.

José Francés quiso ser pintor, más concretamente quería ser caricaturista, utilizaba incluso el pseudónimo de “Córcholis”, pero se dio cuenta que no tenía buenas facultades y decidió escribir sobre arte.

Con diecisiete años comienza a publicar sus primeros cuentos en las revistas Gente Conocida y Vida Galante, teniendo como guía, consejero y amigo a Eduardo Zamacois, y en Alma Española, a partir de 1903.

Sus preferencias son la literatura, el arte y la caricatura, y ya en 1904 realiza algunas críticas de arte sobre la Exposición Nacional de Bellas Artes.

Retrato de José Francés, por Marceliano Santa María

Mientras iniciaba su actividad en el Madrid literario de esos años, preparó unas oposiciones al Cuerpo de Correos, en el que ingresó el 15 de enero de 1904.

Hacia 1905 trabajó en La República de las Letra, semanario fundado por Blasco Ibáñez, bien con colaboraciones literarias, bien con traducciones.

En esta época se pusieron muy de moda las colecciones de novelas cortas y de cuentos, publicaciones literarias asequibles al público, por su precio y por su contenido y extensión.

En 1904 uno de sus cuentos es premiado por la revista Blanco y Negro y dos años más tarde, obtiene el segundo premio de cuentos de El Liberal.

Trabajador, honesto, altruista, lo describen también como un ácrata romántico, apasionado y radical, poco a poco fue publicando sus cuentos, críticas literarias y escritos en los mejores diarios nacionales y revistas del momento: Nuevo Mundo, La Lectura, Renacimiento, Nuestro Tiempo, Heraldo de Madrid, Los lunes de El Imparcial, Blanco y Negro, Revista Crítica, Ilustración Española y Americana, Ilustración Artística, Vida Socialista, Letras y El Fígaro, de la Habana.

 

En 1907 publica un libro de cuentos, Miedo, y Guignol, teatro para leer. Este último supone un nuevo reto, el teatro. José Francés presenta su primera obra escénica en 1908: “Cuando las hojas caen. Comedia en un acto y en prosa”, estrenada en el Teatro de Arte.

En el reparto de la obra, aparecía la actriz granadina Rosario Acosta, de la que se enamora perdidamente y con la que se casará en primeras nupcias.

Dirigió el teatro Cervantes de Madrid durante los años 1909 y 1910. Estaba situado en la Corredera Baja de San Pablo, 39, y era el competidor de su vecino, el teatro Lara.

Dos Retratos de José Francés, por Antonio Solís Ávila

 

En 1910 se encuentra ya dedicado de lleno a la novela y a la crítica de arte, iniciando su labor de conferenciante, lo que muestra ya a un José Francés con capacidad o deseo de liderazgo, de hacerse notar, de facilidad de palabra. A lo largo de su vida pronunciaría más de dos millones de ponencias tanto en España como en el resto de Europa.

Trabajador incansable, tradujo numerosas obras de Gorki, Sir Arthur Conan Doyle, Clemenceau, Merejkowsky, Edgar Allan Poe, Baudelaire, Nietzsche, Alejo Kuprin, Paul Hervieu, Faguet, Stendhal, y hasta Las canciones de Bilitis, los poemas eróticos de Pierre Louÿs.

José Francés había comenzado su carrera con un realismo costumbrista, pero fue tornando hacia la estética modernista de la valoración de lo accesorio, a la importancia de las sensaciones, de la sinestesia, de las descripciones sensoriales, con una prosa que tiene retórica y preciosismo, y de la que son ingredientes fundamentales tanto el lenguaje castizo y popular, como las palabras cultas clásicas y neologismos, asimismo, cultos.

En 1913 publica la novela La danza del corazón, que le consagra como escritor literario. Se describe en ella el mundo bohemio de la farándula, el cual conocía Francés a la perfección.

En 1914 el crítico Ventura García Calderón en la Revista de América, observa el cambio producido en la obra y en la personalidad de Francés: …“Mientras España está matando el tiempo, este hombre vive cada minuto intensamente por la fiesta de concebir. Pocos nos dan mejor la imagen de caldera a alta presión, de fuerza en marcha. Con igual acierto escribe crónicas, críticas de arte, novelas, cuentos, comedias. Como Galdós va elevándose un monumento de libros. ¿Son treinta ya? Periodista de lo raro, de los contados que concilian la profesión con el arte de buen decir y original pensar, logra tener talento cada día. Sus crónicas son frescas, matinales. Están ágilmente escritas en una prosa jaspeada y anhelante, como no vemos en España con frecuencia. Parecen improvisaciones admirables, la abundancia mental de un espíritu colmado que se desborda en frases rápidas”…

Fotografía de José Francés

 

Ese mismo año, comienza la publicación de la revista La Esfera, una publicación de corte conservador que trataba de armonizar la tradición y la modernidad en todos los terrenos, pero sobre todo en el artístico, ya que el tema político estaba ausente. Una revista que contribuyó a formar en el gran público el interés por los temas de cultura, conocimiento del arte, exposiciones, patrimonio artístico español…

José Francés en La Esfera firma muchos artículos con su nombre, pero otros muchos con el seudónimo de Silvio Lago. Esto le posibilitaba escribir en diversos medios a la vez, publicando incluso artículos similares.

Silvio Lago era el nombre del protagonista de una novela de Emilia Pardo Bazán, y José Francés lo adoptó para firmar sus críticas de arte, con las que se consagró.

Pero Francés utilizó además otros seudónimos. En algunas cartas firmaba como Diego de Mañara, en otras como Juan Postal, utilizado al escribir sobre temas relacionados con Correos, y muchos otros textos que podrían ser suyos, por su estilo característico y que, sin embargo, aparecen sin firmar.

José Francés era el crítico de La Esfera, al igual que Manuel Abril lo era de Blanco y Negro o Juan de la Encina, de la revista España, las grandes publicaciones del momento, que provocaban una cierta competencia entre sus escritos artísticos y que redundó sin duda alguna, en beneficio del arte y las letras.

Francés continúa su labor como crítico de arte y como conferenciante. AI finalizar el año 1914 inicia una de las empresas más queridas por él, acorde con su defensa de la caricatura como Bella Arte. Organiza una exposición de humoristas, bajo el título de Salón de Humoristas, como defensor y alentador de los artistas que a ellos se presentan.

En 1915 inicia la publicación de El Año Artístico, volumen que recoge el comentario del autor sobre los acontecimientos artísticos anuales más importantes desde su punto de vista. Esta obra aparecerá, año por año, hasta 1926, en que deja de publicarse por dificultades editoriales.

Retrato de José Francés, de Rafael Barradas

 

En marzo de 1917 participó activamente en la preparación de la Exposición Nacional de Bellas Artes, iniciando así una actividad en torno a estas muestras que se hará cada vez más frecuente.

Su prestigio en el terreno artístico ya está consolidado cuando en 1919 se publica el cuarto tomo de El Año Artístico 1918, cuya obra es declarada libro de texto en tres universidades americanas, como historia del arte moderno español.

Francés se centra entonces en la divulgación de una serie de monografías de artistas, empresa en la que colabora con Martínez Sierra, alcanzado la madurez y el éxito. Ya es requerido por personas e instituciones de importancia, que le consideran una persona con criterio.

Simultanea la actividad novelística y artística, en los años en los que la novela corta triunfa en España frente a la novela folletinesca y por entregas. José Francés es uno de esos novelistas cuyo nombre se repite constantemente en estas colecciones, y que contribuyó en esta etapa de la literatura española a dar un impulso grande a un género muy español.

En estos años 20 José Francés vivía en Madrid en la calle de Goya, 2. Su esposa, Rosario, se trastorna y es internada en un sanatorio.

José Francés y su primera esposa, Rosario  Acosta en su casa, en 1925

 

Y José Francés redobla su actividad. Crea su propia tertulia en un Café de Jorge Juan, en la que sus componentes eran fundamentalmente humoristas y donde se trataba de animar y mejorar la ilustración editorial, el arte decorativo, el dibujo, el arte de la caricatura. Concurrían a ella Bartolozzi, Xaudaró, Ramírez Angel, José Pinazo, Victorio Macho, Fresno, Luis de Tapia, Sáenz de Tejada, Sancha, Bujados, Baldrich, Echea, Manchón, Solana, K-Hito, Nestor y otros más.

Retrato de José Francés, por Bernardino de Pantorba

 

José Francés gusta también reunir a sus amigos en casa para conversar sobre temas literarios, artísticos y culturales, en general. A ella acuden escritores como Diego San José, Pedro Mata Domínguez, Pedro de Répide, José María Carretero o El Caballero Audaz, Ballesteros de Martos, Victorio Macho, y otros escritores y colaboradores de La Esfera, y artistas de todo tipo.

En 1922 es elegido miembro numerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, cargo en el que realizará un espléndido trabajo como Secretario Perpetuo a lo largo del resto de su vida.

En esa época, en una representación en el Teatro del Liceo de Barcelona, conoce a Áurea de Sarrá Adriá, una bailarina clásica con la que convive a partir de entonces y con la que se casa tras divorciarse de su primera esposa, internada en un sanatorio mental.  Además, adoptó al hijo de Áurea en 1922, el catedrático de psicología social en la Universidad de Columbia, en Nueva York y funcionario de la Organización de los Estados Americanos, Alberto Francés.

Vinculado a Avilés, donde solía pasar la temporada estival desde 1921, fue mecenas de algunos artistas locales, como el escultor Antonio Rodríguez García, y su Ayuntamiento lo nombró hijo adoptivo en 1926.

En 1931 publica Almanaque. Escolios del año, recopilación de escritos breves sobre muy diversos temas, entre ellos el recuerdo de Asturias y sus costumbres, muy conocido por Francés pues era el lugar de veraneo habitual de estos años, aparte de estar ligado a la región por vínculos familiares, sobre todo con Avilés.

José Francés en 1930

 

Otra de sus aspiraciones se ve también colmada, al ser llamado como miembro de los Jurados de las Exposiciones Nacionales, trabajando siempre por mejorarlas a través de sus comentarios y propuestas.

Al comenzar la guerra civil, José Francés permanecerá en principio en Madrid junto a su familia. Presenciando algunos horrores de la guerra, sobrevivió gracias a la ayuda que le prestaron los carteros, y en un momento dado, tuvieron que refugiarse en la Embajada de Rumanía, ya que fueron a buscar a Áurea para asesinarla debido a su condición de terrateniente.

Fue una época de absoluta tristeza. La sobrina de su esposa Rosario Acosta, Constanza, a la que José Francés quería como a una hija, estaba casada con Enrique Estévez Ortega, quien también dirigió la Gaceta de Bellas Artes de la AEPE. Su asesinato el 29 de agosto de 1936 lo vivió como un suceso atroz: fue sacado a la fuerza de su domicilio y su cuerpo no fue encontrado hasta el 5 de septiembre en la Ciudad Universitaria, horriblemente mutilado.

Ya viuda, Constanza convivió siempre con su tío y con Áurea.

En 1937 falleció su madre y solo un año después, su hermana Amalia y también su padre.

 

Quizás lo que más caracterizó a Francés durante la guerra fue el temor vivido por todos aquellos hechos que le hicieron quedar como sin vida, apagado, escuálido y empalidecido.

Desconocemos en que momento de la guerra civil la familia tuvo que salir de Madrid, pero la situación económica de Aurea de Sarrá, que poseía una gran fortuna y fincas en Cataluña, hacían temer lo peor. Y allí se dirigió la familia.

Cuando volvieron a Madrid se encontraron con que habían entrado en su casa y ya José Francés no quiso recordar la guerra civil nunca más. Era amarga para revivirla y le atemorizaba la censura. Nunca escribió sobre ello. Según parece, económicamente tampoco lo necesitaba. Consiguió vender algunas casas que poseía la familia en Cuba, lo que unido al patrimonio de Aurea de Sarrá les permitió vivir holgadamente.

La posguerra ocupa a José Francés en la organización y reactivación de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y sobre todo, en la puesta en marcha y funcionamiento de la actividad artística. La crítica de arte quedaría todavía relegada a segundo término durante unos años.

Tras la guerra, los veranos los pasaría en la torre de Arenys d’Empordà, que se convirtió en el lugar de encuentro veraniego de artistas, en torno a la luz influyente de José Francés, que llevó a la torre muchas de sus pinturas de los salones de su palacio de Madrid y también la biblioteca.

José Francés impartiendo una conferencia en 1947

 

Los años cuarenta comenzaron con una dedicación amplia a la Academia de Bellas Artes y sus actividades, en general, desde su cargo de Secretario Perpetuo, participando como Jurado en distintas Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, organizando otras exposiciones, como los Salones de Humoristas y otras instituciones como el Circulo de Bellas Artes.

No abandona su actividad como escritor ni como crítico de arte, aunque no con la profusión que lo hacía en los años anteriores a la guerra, y en colaboraciones puntuales en revistas especializadas en temas artísticos.

Quien le conoce no duda en calificarle de trabajador incansable, madrugador, constante en el trabajo cotidiano y capaz de diversificarse entre su actividad en Correos, donde llega a ser Jefe de Administración de Primera Clase y Jefe de la Biblioteca y Museo Postales de la Dirección General de Correos y Telecomunicación, y sus actividades relacionadas con el ámbito artístico.

En el año 1941 escribe Judith, tragedia con la que obtuvo el Premio Nacional de Literatura.

En 1950 fallece su esposa, Rosario Rodríguez Acosta, de la que se había divorciado antes de la guerra, divorcio que quedó anulado con el nuevo régimen. Es entonces cuando contrae matrimonio con Áurea de Sarrá, con la que convivía desde los años treinta. Él tenía sesenta y siete años, ella sesenta y uno.

El 25 de junio de 1963 la Academia de Bellas Artes de San Fernando le rindió un homenaje con motivo del 40 aniversario de su ingreso y su dedicación como Secretado Perpetuo de la misma. Se le entregó una bandeja de plata con las firmas de los Académicos participantes y el evento casi coincidió con su ochenta cumpleaños. Dedicó la mitad de su vida a la Academia y ésta se lo agradecía.

En su casa de Madrid, junto a Áurea de Sarrá

 

Académico de Bellas Artes de San Femando, era correspondiente de la Real Academia de San Carlos de Valencia, de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, de Bellas Artes de San Jorge, de la Academia Nacional de Artes y Letras de la República de Cuba, Académico de Honor de la Academia Iberoamericana de Historia Postal, Jefe de administración de primera clase del cuerpo de Correos y Jefe de la Biblioteca y Museo Postales de la dirección General de Correos y telecomunicación, Miembro Honorario del Comité Cultural Argentino, Miembro Correspondiente de la Hispanic Society de América, Socio de Honor de la Asociación de Pintores y Escritores de Madrid, del Círculo de Bellas Artes, además fue Vicepresidente Primero, del Círculo Artístico de Barcelona, del Círculo de Bellas Artes de Valencia,  Socio de Honor y Medalla de Honor de Amigos de los Museos de Barcelona, Presidente de la Asociación de Pintores y Escritores, Presidente de la Asociación de Pintores y Escultores, Presidente de la Unión de Dibujantes Españoles,  Presidente del Patronato del Museo de Reproducciones Artísticas, Hermano Mayor de la Fervorosa Hermandad de la Cinematografia, Presidente de Honor de El Consejo Nacional de la Acuarela, Caballero con la categoría de Comendador de la Orden de Africa, Socio de Honor de la Sociedad Popular de Cultura e Higiene de La Calzada de Gijón y Presidente honorario de su Biblioteca circulante, Caballero de L’Ordre National de la Légion D’Honor, Sirum Laudisde Bellas Artes de Hungría, oficial de la Legión de Honor y Comendador de las Ordenes de la Corona, de Italia, de la Corona de Bélgica, del Mérito Civil, de España, y del Mérito del Ecuador…

El 10 de septiembre de 1964 y después de una larga enfermedad de varios meses, fallecía José Francés en su residencia de Madrid, de la calle General Goded, 19 (actual calle General Arrando),  rodeado de su esposa, su hijo y su sobrina Constanza.

En la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la que fue Secretario Perpetuo, se instaló la capilla ardiente, desde donde fueron conducidos sus restos hasta el cementerio de la Almudena.

Le sobrevivió Áurea, que fijó su residencia en Arenys, donde vivió treinta años más en la penumbra, teniendo que vender la colección de arte del crítico para sobrevivir, y que vivirá sus últimos días en la soledad del olvido.

La casa de Arenys d’Empordà es desde entonces conocida como la “Casa Francés”, pasando a manos del único hijo de estos, Alberto Francés.

Hoy en día, la casa está abandonada y en ruinas, teniendo una gran actividad paranormal que incluye la aparición de un misterioso fantasma femenino que se podría identificar como Áurea.

A lo largo de su vida acumuló una biblioteca de diez mil volúmenes y fundó con Marés un museo en el Ampurdán.

Su autoridad como crítico de arte fue indiscutible, igual que como periodista, traductor y novelista.

Fue de los pocos críticos de arte en considerar la fotografía como un arte, publicando al respecto la obra La fotografía artística.

José Francés y Áurea de Sarrá en un acto en 1935

En 2018 se celebró en Avilés la Exposición de Filatelia ExfiAvilés, en el Palacio de Valdecarzana, muestra que rindió homenaje a José Francés.

Correos y el Grupo Filatélico Avilesino emitieron un matasellos homenaje en el 135 aniversario de su nacimiento en Madrid y también pusieron en circulación un sello personalizado.

 

 

Novelas

Dos cegueras, Madrid: Fernando Fe, 1903. Abrazo mortal, Barcelona: Sopena, 1903. El alma viajera, 1908 y Madrid: Mundo Latino, 1923. La guarida, Madrid: Renacimiento, 1910. La débil fortaleza, 1913. La danza del corazón, Madrid: Llorca y Compañía, 1913. La mujer de nadie, Madrid: SGELP, 1915. Como los pájaros de bronce, Madrid: Renacimiento, 1917. El hijo de la noche, Madrid: Mundo Latino, 1922. La raíz flotante, 1922. Dos hombres y dos mujeres. (Vidas en penumbra). Madrid: Ed. Mundo Latino, 1923. El café donde se ama, Madrid: Mundo Latino, 1924. Los muertos vivos, 1930 Rostros en la niebla. Madrid: Ed. Renacimiento, 1931. Los muertos viven. Madrid: Ed. Renacimiento, 1933. Su Majestad, s. a. La peregrina enamorada. Novela en quince episodios, Madrid: Calleja, s. a.

Cuentos y colecciones de novelas cortas

Miedo, Valencia: Prometeo, 1908 (colección de cuentos). Páginas de amor, 1912 (colección de cuentos). La ruta del sol, 1912 (cuentos). La estatua de carne, Madrid: SGELP, 1915. El misterio del Kursaal, 1916. 2.ª ed. Madrid: Mundo Latino, 1923. El muerto, novelas cortas. Madrid: Mundo Latino, 1920. Sortilegio, novelas cortas El espejo del diablo, cuentos. Madrid: Librería internacional, 1917. Cuentos del mar y de la tierra, Entre el fauno y la sirena, cuentos. Adán y Eva.

Teatro

Guignol. Teatro para leer’. Madrid: M. Pérez de Villavicencio, 1907. Más allá del honor. Comedia dramática en un acto. Madrid: Imp. S. Velasco, 1908. La doble vida, drama en dos actos y en prosa. Madrid: Imp. S. Velasco, 1910. Libro de estampas. Paso de comedia. Madrid: Imp. S. Velasco, 1910. El corazón despierta. Comedia en un acto y en prosa. Madrid: Imp. S. Velasco, 1911. La bondad en el engaño. Comedia en un acto y en prosa. Madrid: Imp. S. Velasco, 1909. La moral del mar. Comedia en un acto y en prosa, Madrid: Imp. S. Velasco, 1909. Cuando las hojas caen, Madrid: Imp. S. Velasco, 1909. Con Federico Leal, Lista de Correos, sainete. Judith. Tragedia en seis jornadas, Madrid: Afrodisio Aguado, 1944, Premio nacional de literatura dramática.

Otros

Miradas sobre la vida. Escoliario. Madrid: Biblioteca Hispana, 1925. De la condición del escritor. Madrid: Ed. Páez, 1930, ensayos sobre escritores admirados. El hombre y el río. Madrid: Ed. Aguilar, 1954. Mientras el mundo rueda. Glosario sentimental. Madrid: V. H. de Sanz Calleja, Editores, s. a.

Crítica de arte(no se incluyen sus catálogos, conferencias y discursos)

Eduardo Rosales. Monografías de arte. Madrid: Biblioteca Estrella (c. 1919-1920). Federico Beltrán Masses. Monografías de arte, Madrid: Biblioteca Estrella (c. 1919-1920). Gustavo de Maeztu. Monografías de arte. Madrid: Biblioteca Estrella (c. 1919-1920). José Clará. Noticia biográfica y crítica. Monografías de arte. Biblioteca Estrella, (c. 1919-1920). José María López Mezquita. Monografías de arte. Madrid: Biblioteca Estrella, (c. 1919-1920). Manuel Benedito. Monografías de arte. Madrid: Biblioteca Estrella (c. 1919-1920). El mundo ríe. La caricatura universal en 1920. Madrid: Ed. Renacimiento, 1921. Senderos de belleza (Peregrinaciones estéticas). Madrid, Biblioteca Patria, 1923. Obra laureada con el Premio Conde de Mieres.  El arte que sonríe y que castiga (Humoristas contemporáneos). Madrid: Ed. Internacional, 1924.

La caricatura. Madrid: Ed. Compañía Iberoamericana de Publicaciones, S. A., 1930. La fotografía artística. Madrid: Ed. Compañía Iberoamericana de Publicaciones, S. A., 1932. Los dibujantes e ilustradores contemporáneos. Madrid, 1945. Madre Asturias. Madrid: Ed. Afrodisio Aguado, 1945. Santiago Rusiñol y su obra. Madrid: Editores Gerona, 1945. Marceliano Santa María. Monografías de arte. Madrid: Ed. Purcalla, (c. 1945). Gutiérrez Solana y su obra (1886-1945) Madrid: Editores Gerona, 1947. Eduardo Chicharro. Barcelona, 1948.

José María Rodríguez Acosta. Madrid: Ed. Espasa Calpe, 1948. El Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Apuntes para una sucínta noticia). Madrid: Instituto de Estudios Madrileños, 1954. El año artístico… Madrid: Mundo Latino (publicó los de 1915, 1916, 1917, 1918, 1919, 1920, 19121, 1922, 1923, 1924, 1925 y 1926).

José Francés y la AEPE

En 1925 fue nombrado Vocal de la Junta Directiva que creó el Directorio para redactar la Ley sobre Protección del Patrimonio Artístico y Cultural.

Representó a la Asociación, y a España, en el Congreso de la Propiedad Artística y Literaria en París, en junio de 1925.

Elegido Presidente de la Asociación de Pintores y Escultores en 31 enero 1929, dimitiendo en junio de 1929 por tener abandonado aquello que me permite sobrevivir.

En 1929 representó a la Asociación como jurado, entre otras, en la Exposición Internacional de Barcelona, en el Homenaje a María Guerrero, y fue Delegado, en el Congreso de Cooperación Artística Paneuropeo.

Con la AEPE pronunció múltiples conferencias.

En 1934, un número de la Gaceta de Bellas Artes se dedicó a Pinazo, escrito íntegramente por J. Francés.

En 1935 fue nombrado Socio de Honor, título que se acordó conceder después en 1940, seguramente por no haber quedado reflejado la primera vez.

 

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