Recordando… Picasso en el IV Salón de Otoño

Obras, artistas, socios, pequeñas historias…

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Picasso en el IV Salón de Otoño

 

El IV Salón de Otoño de 1923

La cuarta edición del Salón de Otoño de la Asociación de Pintores y Escultores se celebró en el Salón de Exposiciones del Parque del Retiro de Madrid, entre los días 5 y 31 de julio de 1923.

El Jurado de Calificación del Salón estaba formado por Julio Vicent, como Presidente, y contaba con los Vocales José Gutiérrez Solana, Juan Francés y Julio Moisés.

En aquel Salón había cuatro secciones: pintura, escultura, grabado y arte decorativo, y se exhibieron 487 obras entre las que figuraban algunas de grandes maestros hoy olvidados como Joaquín Biosca, Chicharro Gamo, Bernardino de Pantorba, Castro Gil, Lorenzo Aguirre, Alfonso Grosso, Gutiérrez Solana, Juan Esplandíu, Fernández Balbuena, Gustavo de Maeztu…

Abierto al público el día 5 de octubre, cuatro días más tarde era visitado por los Reyes, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, recorriendo todas las salas acompañados de la Junta Directiva de la Asociación de Pintores y Escultores y de la Comisión organizadora. Lejos de protocolos y autoridades políticas, los Reyes visitaron el Salón del Retiro, al que llegaron conduciendo su propio vehículo.

 

En general, la prensa acogió el IV Salón con malas críticas, olvidando el espíritu con el que había nacido, que se resumía en las premisas de que “cualquier artista podría participar, que se trataba de una exposición de artistas independientes que ensanchaba la reducidísima esfera expositiva y que sus participantes lo hacían ajenos a la obtención de medallas y recompensas económicas”.

Luis Pérez Bueno explicaba que “Es una exposición sin jurados, premios, medallas ni bolsas de viaje, ni esperanzas de adquisiciones por el próvido Estado, ni nada que induzca o sirva de acicate en la aplicación de las perversas artes de las influencias, zancadillas, malevolencias y maltratos en provecho de unos para daño de los más. La Asociación abre las puertas noble y generosamente a cuantos pintan, esculpen o se dedican a las Artes decorativas; todos pueden exponer sus obras sin impedimento alguno, con amplia y hermosa libertad. Así, en la admisión de los trabajos no tiene para qué existir la benevolencia que en otras exposiciones da por resultado esa vergüenza artística que la gente, con agudo sentido, denomina sala o salas del crimen… Si el Salón en su conjunto, resulta artísticamente bueno, malo o pésimo, fruto será de los artistas… fundamentalmente sirven estas exposiciones para que vayan dándose a conocer cuantos emprenden el camino del arte”… (El Liberal).

Y A.VG., sentenciaba …”Mas la culpa del fracaso no es imputable por entero a los organizadores. Alcanza hasta a los artistas mismos, que evitan su comunicación con el público siempre que no medien intereses económicos” (El Imparcial).

Pedreau firmaba un artículo en el que destacaba que “Unos cuantos artistas llenos de entusiasmo, sin protección alguna oficial, con escasos medios económicos, organizan anualmente un Salón de pintura y escultura donde expone todo el que quiere, sin más requisito que aportar una pequeño cuota para contribuir al coste de las instalaciones. Un acto de esta naturaleza debiera arrancar elogios y alientos de la crítica, de esa crítica que nos está diciendo que es menester acabar con el sistema de admisión practicado en los certámenes nacionales… El Salón de Otoño ha desencadenado sobre sí el mal humor y la pedantería de los pseudo críticos, que tanto abundan en este bendito país, y despectivamente, faltando el respeto que toda producción artística merece, dicen en cuatro líneas que todo lo expuesto es malo… Aquí basta con que un señor haya hecho… cuatro monografías… para que ya se crea con el derecho de maltratar a los artistas que no le son simpáticos y hablar mal del arte español contemporáneo… No es la misión de la crítica desalentar, sino orientar razonando. Los que hablan del actual Salón, repiten la eterna vulgaridad de que si los Salones de París son así o de la otra manera y dan la lista de los grandes genios, cuyas obras han pasado de moda tan pronto como el acaparador dio salida al último apunte para un museo de nueva creación. En el Salón de Otoño hay bueno, malo y mediano, como en todas las Exposiciones de todos los países del mundo; y no se revela ningún genio, porque tampoco éstos se ven tan fácilmente, al igual que ocurre en todas partes, digan lo que quieran los pseudocríticos que padecemos” (La Acción).

Se comenzó entonces a repetir la idea de que había que seleccionar de alguna manera la obra presentada, lo que contradecía el ánimo con el que había nacido el Salón de Otoño, siendo del todo necesario “criterio amplio y sobre todo flexible. Es decir, fácilmente adaptable a cada situación y a cada otoño”.

Picasso y su “Apache”

Según se especifica en el catálogo del IV Salón de Otoño de 1923, la inscripción en la sección de pintura se realizó a nombre de “Ruiz Picasso, D. Pablo; natural de Málaga; reside en París, (Propiedad de D.N.N.)”.

Con el número 277 figuraba la obra que llevaba por título “Un apache”, óleo de 0,70 x 0,80.

Además, una fotografía reproducía la obra en la página 70.

 

En diferentes medios se destacaban las obras presentadas en esta edición, sobre todo de artistas como Gutiérrez Solana, Llorens, Maeztu, Grosso, Chicharro Gamo…

Tal y como recogía la prensa del momento, “en las diversas salas de que se compone el IV Salón aparecen numerosas firmas nuevas o poco conocidas y se insinúa alguna que otra tendencia renovadora” (La Época 6/10/1923).

Para Ricardo Gutiérrez Abascal, que firmaba sus críticas como Juan de la Encina, “Retrato de un apache”, por Pablo Picasso, sin duda se trata de una obra primeriza de este singular autor, antología viva de todos los modos del arte. Es fino y expresivo y está pintado con prodigiosa habilidad”… (La voz 9/10/1923).

Antonio Méndez Casal escribía “Obra de orientación y técnica avanzadas, aun cuando de la primera época, un poco vacilante, del artista, es la titulada “Un apache”, del discutido pintor malagueño, residente en París, Ruiz Picasso. Mas, ¡oh contraste!, contemplada en medio de obras absurdas, produce la sensación de una obra clásica. Este apache, verdadera piltrafa física y moral de los bajos fondos parisienses, emerge de una penumbra azulina transparente con un valor lumínico espectral. Ante esa obra el espectador de sensibilidad sufre una leve sacudida de emoción, de una emoción compleja, mezcla de piedad, repugnancia y terror. Figura ingrávida, la ingravidez quizá sea su mayor atractivo”… (Blanco y Negro 18/11/1923).

Antonio Espina destacaba brevemente que un “Apache”, de Picasso, que si es de veras de Picasso pertenece a su prístina vacilación carrieresca” (España 27/10/1923).

En la Gaceta de Bellas Artes del 1 de noviembre de 1923, con motivo de la celebración del IV Salón de Otoño, se da cuenta de las calificaciones del Salón y las propuestas para ser Socios de Honor, Socios de Mérito y Propuestas Para Socios de la Asociación de Pintores y Escultores, ya que por aquella época estos títulos eran en sí un premio y un orgullo, el de la pertenencia a la entidad.

Figura así como “Propuesto Para Socio”, en la modalidad de pintura, apareciendo de esta forma en la extensa relación de artistas.

Sin embargo, al final del listado, aparece una nota que transcribimos literalmente: “El Jurado hace constar que su deseo era hacer Socios de Honor a Pablo Ruiz Picasso y Gustavo de Maeztu; pero se han visto imposibilitados de hacerlo porque el Reglamento del Salón de Otoño solo permite tal cosa respecto a aquellos artistas que ya sean socios”. Pablo Ruiz Picasso no lo era, por lo tanto, no le correspondía tal mérito.

Los apaches de París

Tras el revolucionario invento de los hermanos Lumiere, en el que las imágenes de la vida cotidiana causaban un gran impacto, el público perdía rápidamente el interés si el material se volvía repetitivo.

Las primeras imágenes de un espectáculo del oeste, protagonizadas por el norteamericano Buffalo Bill, causaron sensación en la comunidad internacional, presentando auténticos personajes de la época del western, no a actores. De esta forma, los indios se convirtieron en una visión común.

Interesaba todo de ellos, de los cowboy y de los indios, como la doma de un caballo, el rodeo, el transporte y vigilancia del ganado y este tipo de escenas del Oeste, que ayudó a glorificarlos. El gran público estaba fascinado con su modo de vida trashumante y aventurero: cabalgando, durmiendo al raso, sentándose en torno a la hoguera para comer, los carromatos, pegando tiros a los cuatreros y comanches, a los apaches…

Los apaches y vaqueros que participaban en el espectáculo de Buffalo Bill se hicieron tan populares que hicieron visitas triunfales en capitales europeas, incluyendo espectaculares apariciones en los Campos Elíseos de París.

Gerónimo, el jefe de los apaches americanos

 

A partir de 1910 los indios y las filmaciones del oeste eran ya muy populares, de modo que en los primeros años del siglo veinte, cuando las bandas callejeras prendieron la llama de la delincuencia y la violencia en las calles de París, la prensa francesa hizo de ellas un fenómeno social con el que denominar a los delincuentes en la Belle Epoque.

Temidos y admirados, aquellos hombres fueron llamados “apaches”, creando sus propios códigos, conductas, estética y su propia cultura.

Desde los barrios de Belleville, La Bastilla o Montmatre, del noroeste de París, y avivado por periódicos y revistas, poco a poco se creó una leyenda que el público terminó por romantizar.

Los apaches de París vestían con gorras con viseras encasquetadas, chaquetas de satén, camisetas de rayas, chalecos, cinturones de franela roja que ajustaban en la cintura pantalones con bolsillos anchos y, colgando del cuello, fulares con los colores que identificaran la banda a la que pertenecían. Tatuajes y unas siempre impolutas botas con botones dorados. Además, hablaban, literalmente, su propio idioma, el “jare”, un argot cuchicheado entre los callejones de los barrios pobres.

Portada de un periódico francés en la que se puede ver la vestimenta típica de un apache

 

Usaban como arma el zarin, un pequeño cuchillo fino y afilado fácil de ocultar. Palos, piedras, porras y puños americanos se unían al arsenal donde el recurso más mortal era el revólver apache.

Utilizaban la técnica del ”le coup de pére François”: un apache utilizaba su fular para atrapar por el cuello a su víctima. Se giraba y, espalda con espalda, tiraba del fular mientras se inclinaba hacia delante para dejar colgando a la víctima, a quien otro apache robaba sus pertenencias, sin más opciones que ver cómo se marchaban los ladrones mientras permanecía aturdido recuperando la respiración.

Las distintas versiones del origen del apodo de “apaches” confluyen en la única verdad, que su comportamiento se asemejaba al estereotipo que por entonces se tenía sobre los indígenas americanos, imagen avivada por espectáculos como el del lejano oeste de Buffalo Bill.

Lo cierto es que el apodo gustó a los propios bandidos, que acogieron el término y lo expusieron con orgullo.

El estallido de la Primera Guerra Mundial diluyó la presencia de apaches en las calles de París, que pasaron a engrosar las filas militares.

El modus operandi de las fechorías de los apaches

 

Los apaches en España

El apodo se extendió también a otros lugares de Europa y en ciudades como Madrid o Barcelona, era utilizado como sinónimo de bandido urbano.

Justo en esa época, y a la vez, llegó a Europa el baile “one step”, nacido en EEUU, derivado del foxtrot y del charlestón, y que fue muy popular en los años veinte.

Los músicos españoles adaptaban sus creaciones a las nuevas tendencias, y así, en 1929, el popular compositor Rafael Oropesa, autor de pasodobles inolvidables como “Domingo Ortega”, “Belmonte” o “Chiclanera”, creó el one step llamado “Si vas a París, papá”, con letra de M. Álvarez Díaz y Florencio Estrada Ledesma, que pronto se hizo muy popular.

Coreado y bailado, principalmente en la voz de Celia Gámez, entre sonrisas pícaras y dobles sentidos, poco a poco fue olvidándose.

Pero el cuplé volvió a ponerse de moda gracias a la interpretación de Marujita Díaz en la película “Y después del cuplé”, dirigida por Ernesto Arancibia.

Laura Valenzuela interpretó también este tema en la comedia musical “Pierna Creciente, falda menguante”, que en 1970 dirigió Javier Aguirre y en la que compartía protagonismo con Fernando Fernán Gómez y Emma Cohen.

El cuplé relata cómo una niña, que sabe más de la cuenta, advierte a su padre del peligro parisino de los apaches, los cabarets y hasta del foiegras de pato, y a pesar de que la letra pueda parecer anodina, no es tan absurda como parece una vez que sabemos quiénes eran los apaches.

Reproducimos íntegramente la letra del cuplé por pura curiosidad:

A París va papá y no dice para qué, / si va a ver el Moulin Rouge o a buscar algún bebe. / A París va papá en el rápido de Irún, / no se sabe si a negocios o se marcha al buen tuntún. / Y ya la estación todo es preguntar, / todo es suponer y rumorear, / y su hijita al ver que se va papa se puso a gritar desde el anden: / Si vas a París papá cuidado con los apaches, / si en juerga de taxis vas procura salvar los baches. / Si vas a París papá no comas foiegras de pato, / ni vayas al cabaret si quieres pasar el rato. / Te iras al bazar y allí un muñeco a mí tú me comprarás, / lo mismo que mi hermanito / si vas a París papá. / Al volver de París en su casa se encontró / dos bebes que aquí en Madrid su señora le encargó, / y al sacar del baúl otro nene que el compró ante aquella carambola la chiquilla se escamó. / Y se echó a reír y miró a papá, / como diciendo a mi nadie me la da, / y cogió al petít que era el chicarrón, / se puso a cantar y empezó a buscar un biberón. / Si vas a París papá cuidado con los apaches, / si en juerga de taxis vas procura salvar los baches. / Si vas a París papá no comas foiegras de pato, / ni vayas al cabaret si quieres pasar el rato. / Te iras al bazar y allí un muñeco a mí tú me comprarás, / lo mismo que los gemelos / si vas a París papá.

 

Una obra de principios de siglo

Desconocemos si el propio Picasso se inscribió en el IV Salón de Otoño de 1923. El hecho de que en la inscripción figure que la obra es propiedad de D.N.N. no resuelve las dudas, ya que en cualquier caso, y para presentar la obra al certamen, el propietario necesitaría la conformidad del autor.

“Un apache” es una obra que Picasso debió pintar alrededor de 1902, cuando a su regreso de Barcelona, pasó el invierno en París, viviendo con Max Jacob en una pequeña habitación en la rue Popincourt, una calle entonces poblada de apaches que daba al bulevar Voltaire.

Allí compartió habitación, y hasta cama con él, antes de mudarse al Bateau-lavoir, en unos años en los que florecían las lecturas de poesía, exposiciones de pintura, el teatro de sombras chinescas o las audiciones musicales en el cabaré Le Chat Noir, cuyo nombre evocaba el cuento de terror de Edar Allan Poe.

Bulliciosos bulevares entre la place Pigalle y la place Blanche donde estudiantes, músicos, escritores y artistas dedoraban el café y retrataban a jóvenes escandalosos, creativos y dados a la diversión sin ningún tipo de prejuicio, envueltos en las aventuras y desventuras más canallas del barrio, entre ellas las de los conocidos apaches.

Una etapa de la vida de Picasso poco explorada, que gracias a esta obra traemos al recuerdo en este año en que se conmemora el 50 aniversario de su fallecimiento y el 100 aniversario de su participación en el IV Salón de Otoño de la Asociación Española de Pintores y Escultores.

Picasso periodo Cabaret, Autorretrato (“Yo, Picasso), 1901

Pablo Ruiz Picasso en una fotografía de 1904

Picasso en 1920

 

María Navas de Escuder

Por Mª Dolores Barreda Pérez

LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

María Navas de Escuder

NAVAS DE ESCUDER, María     1975         28.may.1911      BARCELONA      BARCELONA

María Rosa de Navas Escuder conocida por su nombre de casada María Rosa Navas de Ribé

María Rosa Navas de Escuder se inscribió en nuestra entidad en la sección de “Artes Decorativas”. Socia de número nacida en Barcelona el 28 de mayo de 1911, según ella misma escribió, si bien en el mundo artístico es conocida por su nombre de casada: María Rosa Navas de Ribé.

Pocos datos existen respecto a su familia, si bien sabemos que era nieta del industrial Miguel Escuder y Castellano, quien fuera el creador de la primera máquina de coser española llamada “Aurora” (1862), y que tuvo un gran éxito en el mercado español.  

Miguel Escuder se casó con Rosa Rodríguez, tuvieron varios hijos, como los gemelos José y Joaquín, nacidos en 1876 y la madre de nuestra artista, que contrajo matrimonio con el señor Navas y del que nacería María Rosa Navas de Escuder.

Miguel Escuder, inventor de la máquina de coser española «Aurora»

Distintos anuncios aparecidos en la prensa de la época que hacían publicidad de la máquina de coser inventada por Miguel Escuder

Pasó por el Círculo de San Lucas y por la academia Baixas, situada en la Calle Pino, 1 de la capital catalana, en donde estudió Dibujo y Pintura para las Artes, Carreras y Oficios. Esta Academia, fundada en 1892 por el pintor José María Baixas, preparaba a sus alumnos para el ingreso en la Escuela de Bellas Artes, siendo una de las más prestigiosas de Barcelona. Mantenía además un pequeño negocio familiar de artesanía, que probablemente llamaría la atención de María Rosa, que comenzó a trabajar con la cerámica.

La Academia Baixas se anunciaba con folletos como este

En alguna reseña se comenta que José Guardiola Torregrosa, el pintor catalán cuya obra fue un exponente de su vocación mediterránea expresada con la luz y el color, le animó en sus inicios.

Con una vocación firme y ya bien decidida, se especializó en la porcelana, disciplina en la que consiguió esmaltes agrietados de una gran calidad.

Trabajó en la Manufacture Nationale de Sèvres, la famosa fábrica de porcelanas de Francia, una de las principales fábricas de porcelana europea en funcionamiento desde mediados del siglo XVIII y que continúa su producción hasta la actualidad.

Para la Fábrica de Sêvres realizó un jarrón y medallones, todos ellos catalogados, y en los que demostró “su capacidad creadora, de elegante concepción de esta artesanía señorial y primorosa, que tiene en ella una cultivadora excepcionalmente dotada y exquisita”.

En 1950 expuso individualmente en Barcelona, en Madrid y en París.

En noviembre de 1950 realiza una exposición de porcelanas en la Galería de Arte Grifé & Escoda de Barcelona.

Grifé & Escoda publicaba periódicamente anuncios en la prensa de la época

En diciembre de 1953 expone en las Galerías Syra de Barcelona, una muestra de sus realizaciones en porcelanas, que revelan un notable dominio de la técnica del modelado y decorado de aquella materia, así como del subsiguiente proceso de cochura y acabado de las piezas. La crítica explicaba que la exposición era …”una completísima y compleja colección de obras de ese género en las que patentiza, sobre un temperamento innato, de artista y un buen gusto refinadísimo, sus grandes progresos en la difícil y delicada elaboración de los más variados objetos, esculturados con verdadera maestría y, sobre todo en los motivos florales que decoran algunas piezas o que constituyen por sí mismos el tema de otras, haciendo alarde de una ejecución afiligranada y preciosista, de una pulcritud y sensibilidad evocadoras de los grandes artífices dieciochescos de la porcelana”… “La estancia de la señora de Ribé en la famosa manufactura de Sèvres ha permitido, sin duda, a esta entusiasta artista completar sus conocimientos, fruto de los cuales es esta su actual demostración de capacidad creadora, de elegante concepción de esta artesanía señorial y primorosa, que tiene en ella una cultivadora excepcionalmente dotada y exquisita”.

En el ABC del 7 de mayo de 1955 se anuncia una exposición de magníficas porcelanas de Navas de Ribé, en Los Madrazo, 25.

Recibió Diploma de Honor en la Exposición Internacional de Cannes de 1955 de la Academia Internacional de Cerámica como premio a la calidad de la obra que aportó en aquel certamen.

En 1956 la artista protagoniza un reportaje en el NODO, que hace especial hincapié en su trabajo como poseedora del “secreto de la pasta y colores al gran fuego, cuidada coloración de la masa y el tono de las coloraciones”.

Fotograma del reportaje que el NODO dedicó a la artista en 1956 en la que aparece trabajando en su taller

En 1956 expuso en la Sala Rovira de Barcelona, una muestra de la que se publicó en la prensa del momento la siguiente reseña: “Una vez más el arte refinado de María Rosa de Navas de Ribé se ofrece a nuestra contemplación y admiración como algo que sólo puede brotar de las manos femeninas y privilegiadas, en su maestría, de la gentil artífice y artista sin rival en nuestra patria. Hemos escrito, al principio, “una vez más”. Y ello es inexacto. Porque en las porcelanas artísticas que desde el sábado expone la señora de Ribé, ésta no se limita a repetir piezas, técnicas y formas ya presentadas en otras ocasiones, sino que, en un maravilloso alarde de superación, nos brinda un conjunto de nuevas y auténticas creaciones, en las que triunfa la variedad, originalidad y elegancia de las estructuras, el exquisito gusto de las coloraciones y motivos decorativos –incursos en un sentido moderno del más refinado concepto y que tiene aquí su mejor justificación plástica- y las calidades prodigiosamente obtenidas, en las pigmentaciones mates, que culminan en las piezas de ese juego de té decorado en gris y rosa, verdadera filigrana de sensibilidad y joya preciadísima de esta estupenda exposición”…. E.F.

Fotograma del NODO con distintas piezas de cerámica

En 1956 llegó a patentar un sistema de decoración mediante el cual utiliza pastas de varios colores para dar tonalidades a las obras. En la solicitud de patente se especifica que es un procedimiento para la decoración de piezas cerámicas, sean de porcelana, gres , cerámica loza o similares, que esencialmente consiste en establecer un primer dibujo de colorante por vertido de una mezcla de pasta de porcelana coloreada en el interior del molde, el cual se hace oscilar a fin de obtener el reparto artístico del color aprovechando la fluidez inicial de dicha pasta cuya humedad es absorbida por el molde. En la segunda fase se añade sobre esta primera capa de pasta colorante encima del primero haciéndolo correr mediante inclinaciones irregulares de la pieza para que adopte las formas caprichosas que se desee. Sigue luego una segunda cocción de colorantes similar a la primera, es decir a baja temperatura y hasta iniciación del vitrificado. Se continua así aplicando tantos colores como se desee y efectuando después de cada aplicación una cocción a baja temperatura. Finalmente, se aplica sobre el conjunto el barniz o colorante final y la pieza se lleva al horno de cocción definitiva donde todos sus elementos colorantes sufren el proceso de vitrificación.

En 1958 realizó una exposición de cerámica en París, que el diario ABC recogió bajo el título de Españoles en París, y en la que se dice que …. “la exposición de cerámica de María Rosa Navas de Ribé dio ocasión para recordar a los críticos de París la nunca desmentida tradición de nuestra patria, a la que modernamente se ha sumado con tanto entusiasmo el propio Picasso…  Situada a la escala de su condición la tan femenina cerámica de María Rosa Navas, ha merecido el aplauso, tanto por sus intrínsecas condiciones artísticas, como en su fuerza decorativa”.

En 1962 expone sus obras en la Sala Biosca, de la cual se publica una reseña en la que se ensalza el arte de la ceramista: “No es frecuente contemplar en la mano femenina dominio de un oficio, y más cuando éste se halla aplicado a la porcelana y cerámica. Es frecuente encontrar mujeres ceramistas; pero que hacen que la cocción y la labor de horno sea por mano ajena y no hecha por ellas mismas. El caso de vocación de María Navas es singular, ya que ella misma prepara colores, barros, mezclas y realiza, las complicadas y muy cuidadas labores de realización. Claro es que, así debe ser para que el resultado estético tenga originalidad y valor de pieza única… La colección expuesta pone de manifiesto el profundo amor que la artista ha puesto en cada pieza, a la que algunas añade secretos, recogidos en sus andanzas por Europa en busca de obtener calidades… María Navas de Ribé, de buena ascendencia catalana, lo que indica enamoramiento por oficios, ha ofrecido un muestrario que llega desde el “biscuit” al barro cocido y a la obtención de una riquísima porcelana en sonido y transparencia, y todo ello aplicado a las más diversas formas, desde el simple capricho ornamental hasta los objetos de aplicación suntuaria. Esta exposición, por su extensión y por su calidad, es una isla entre tanta muestra ceramista que tiene a Picasso por modelo y que se repite con ligeras variantes. Nosotros diríamos que María Navas ha aplicado un sentido catalán muy del XVIII a sus realizaciones, consiguiendo imponer un sello personal que valora los objetos expuestos en la dimensión artística y estética que les hace entrar con mayúscula en las artes menores que, en muchas ocasiones, merecen el calificativo de mayores, y sea ejemplo de máximo el de Benvenutto Cellini, al cual se deben acoger todos aquellos que aspiran a realizar algo “menor” que tenga impronta de creación personal”.

Una de las piezas que aparecen en el reportaje que dedica el NODO a la artista

En 1963 algunas de sus obras se mostraron en la exposición que bajo el título de “Señal 70”, se celebró en la sala del Real Círculo Artístico de Barcelona y que recogía una antológica del curso artístico barcelonés de 1969-70, resultante de las selecciones mensuales que realizaba el jurado permanente del concurso anual de artes plásticas que patrocinaba Radio Barcelona.

En 1963 expuso en la Sala Grifé & Escoda de Barcelona, apareciendo una crítica firmada por Xavier Regas que decía: “Tras un paréntesis de seis años de ausencia de nuestras salas de exposiciones, María Rosa de Navas de Ribé exhibe un nutrido y selectísimo conjunto de porcelanas que atestiguan de modo indiscutible no solo el grado de perfección técnica a que ha llegado la obra de esta gran artista, sino la multiforme inspiración y refinada sensibilidad de que dan fe sus variadas y preciosas piezas. Desde sus primeros contactos con el público barcelonés, hemos seguido la trayectoria, siempre ascendente, de María Rosa de Navas, lo que nos ha permitido comprobar cómo, desde sus pasos iniciales –reveladores ya de una pericia extraordinaria y de un buen gusto innato-, la exquisita artista acreditó una personalidad y una inquietud estética que, tras los estudios realizados en Sèvres y en otras manufacturas europeas de prestigiosa tradición, habían de encontrar en su propio talento y en el dictado de su fecunda vena creadora de cauce espléndido que le ha valido merecidos triunfos internacionales. Las admirables piezas que ahora expone –jarros, búcaros, tazas, vasos, placas y piezas de joyería, realizadas éstas en colaboración con el reputado orfebre Alfonso Serrah- son un alarde de diversidad formal, de calidades y transparencias prodigiosas, de coloraciones y mates obtenidos con magistral dominio técnico y matizaciones sutilísimas, formando un índice de maravillosas sugestiones ópticas y táctiles, que confirman el alto grado de plenitud y las inagotables y crecientes posibilidades de un arte en el que la señora de Ribé compite dignamente con los más acreditados maestros universales”...

Otra de las piezas que aparecen en el reportaje que dedica el NODO a la artista

Casada con Ramón Ribé, el ABC del 3 de diciembre de 1968 recoge las Medallas del 39 Salón de Otoño, señalando que en la Sección de Arte Decorativo, la Primera Medalla ha sido para María Rosa de Navas de Ribé.

Destacó también por sus esmaltes agrietados y por sus decoraciones bajo cubierta.

Pionera en muchas cosas, montó su propio horno de porcelana y que resultó ser el primero montado en Barcelona, ​​instalado en su taller del Pueblo Español en 1958 … “María Rosa de Navas de Ribé es una artista que… lleva a cabo una labor más que considerable cuya calidad, buen gusto y perfecta realización tiene ganado el sufragio de las personas más cultas y entendidas tanto de aquí como del extranjero. Ha estudiado y trabajador largamente nuestra artista en la manufactura de Sèvres, donde se ha familiarizado con los secretos de la técnica y donde ha obtenido las más elogiosas calificaciones en reconocimiento de sus indiscutibles aptitudes. Ellas le permiten innovaciones y fantasías … conjugando hábilmente las distintas cocciones y el juego de mates y brillantes en un sentido de novedad que no excluye la buena tradición. Acaba de montar María Rosa de Navas de Ribé, en su taller el primer horno de porcelana en Barcelona, en el que ha realizado ya varias cocciones a alta y baja temperatura, con resultado excelente. Este horno le ha de permitir alcanzar hasta más de 1.300 grados, lo que la facultará para la obtención de las mejores calidades de pocelana dura, sea esmaltada, sea en biscuit, sin tener que recurrir a auxilios foráneos para la realización de piezas de serio compromiso… como ya lo ha demostrado en múltiples ocasiones anteriores”.

Así apareció en la prensa el primer horno de porcelana de Barcelona

En el Museo del Diseño de Barcelona hay dos piezas suyas de cerámica hechas con porcelana y con finalidad ornamental. En el catálogo del museo, se reproducen con el texto: “Tanto el jarrón como los pisapapeles están decorados con motivos vegetales de colores vivos la porcelana blanca; el primero presenta los esmaltes corridos de manera intencionada. El pisapapeles está decorado con una superposición de colores y el reverso lleva incisa la leyenda «PAT», que tal vez hace referencia a una de sus patentes. Las dos obras presentan firma incisa en la base: «Navas», y la fecha. La importancia de su obra radica en la excepcionalidad de mujeres autoras en esta época a las colecciones de artes de autores del MDB, sólo acompañada de nombres como el de Angelina Alós o Elisenda Sala, y esta es una oportunidad para poder poner de relieve la importancia de estas ceramistas”.

Las dos piezas de cerámica que se encuentran en el Museo del Diseño de Barcelona: arriba, jarrón ornamental y bajo estas líneas, pisapapeles decorativo

Participó en el I, II, III V, VI y VII  Salón Femenino de Arte Actual de 1962, 1963, 1964, 1966, 1967 y 1968.

Tiene obra en los museos especializados de Valencia, Sèvres y Faenza.

Falleció en Port de la Selva, Alt Empordá, en 1979.

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María de Navas Escuder y la AEPE

En el XXXVIII  Salón de Otoño de 1967 se inscribió en la sección de Arte Decorativo como María de Navas, presentando la obra:

Nº 40.- Vitrina con piezas únicas de cerámica

Al XLIII Salón de Otoño de 1973 presentó tres obras:

286.- Cerámica 2

287.- Cerámica 1

288.- Flores

Bibliografía y Webgrafía

https://books.apple.com/es/book/dona-i-artista-la-col-lecci%C3%B3-del-museu-de-terrassa/id1463546281?l=en&ls=1

https://ajuntament.barcelona.cat/museudeldisseny/sites/default/files/010_cataleg_dincrement_patrimonial_2016-2017-1_definitiu.pdf

ABC 6/3/1958  13/12/1968  7/5/1955  19/5/1955 

La Vanguardia  14/6/1962

NO DO Nº 707B del 23 de julio de 1956

Hoja Oficial de la provincia de Barcelona 20/11/1950  27/11/1950  28/12/1953  4/1/1954   14/1/1963

Hoja del lunes  28/12/1953  14/05/1956  6/8/1962   14/1/1963

Pueblo 1958

Archivo Histórico “Bernardino de Pantorba” de la Asociación Española de Pintores y Escultores

www.gacetadebellasartes.es

www.salondeotoño.es

Fallece Juan Alcalde, “el último de París”

Medalla de Honor de la AEPE en 2016

El pintor y grabador Juan Alcalde, uno de los máximos exponentes de la Escuela de París, falleció el pasado domingo 31 de mayo de 2020 en Madrid, rodeado de su familia, cuando contaba con 102 años de edad.

El artista había recibido hace cuatro años la Medalla de Honor de la Asociación Española de Pintores y Escultores, un galardón que reconoce a aquellos artistas que se han distinguido de modo sobresaliente en el mundo de la creación artística, y que resultó ser el último galardón y acto al que asistió.

Hace apenas 15 días, en su estudio de una céntrica calle madrileña, presumía ante la Medalla de la AEPE, que preside la chimenea del salón, reconociendo que le hizo mucha ilusión recibirla y reencontrarse en aquel acto con otros artistas, celebrado en el año 2016, con multitud de amigos que quisieron acompañarle en un momento tan especial que contó también con la asistencia de la Infanta Elena de Borbón, amiga y admiradora de la obra del pintor.

De izquierda a derecha: Mª Dolores Barreda Pérez, Secretaria General de la AEPE y miembro de AECA, José Gabriel Astudillo, Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, Juan Alcalde y la Infanta Doña Elena, en el último acto público en el que recibió la Medalla de Honor de la AEPE

Juan Alcalde se sintió indispuesto hace menos de una semana, ingresando en el Hospital Clínico de San Carlos, donde un fallo renal terminó con su vida. Sus hijos Juan Luis y Sergio, que han estado con él hasta el último momento,  han respetado sus más íntimos deseos de discreción. Tras su exposición en el tanatorio madrileño de San Isidro, esta misma mañana ha sido llevado la crematorio de La Almudena, tras lo cual recibirá sepultura en una ceremonia íntima y familiar.

Recordarmos las intervenciones que en el acto de entrega de la Medalla de Honor de la AEPE realizaron la Secretaria General y miembro de AECA, Mª Dolores Barreda Pérez, y el Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, José Gabriel Astudillo López, repletas de referencias sobre su vida y su trabajo.

Mª Dolores Barreda Pérez, realizó un breve recorrido por la trayectoria artística y profesional del reconocido pintor haciendo especial hincapié en proporcionar a los presentes un bosquejo resumido de cómo es Juan Alcalde, y no sólo de su biografía, con datos y fechas frías y distantes, sino introduciendo a los presentes en la vida, el pensamiento y un poquito en el alma mágica del artista.

“Una gran persona y un excelente pintor es el motivo que hoy nos reúne para hacer un sencillo y emotivo homenaje, como los que hacemos en esta centenaria institución.

Podría esbozaros aquí una biografía y leer detenidamente fechas y sucesos de su larga vida, y no haría más que ahorraros acudir a las enciclopedias de arte, en donde podréis encontrar todo lo relacionado con su vida artística, incontable número de exposiciones, podría además desgranar su azarosa vida y su fructífero trabajo.

Pero si hiciera todo esto, seguiríais sin conocer de verdad al hombre al que hoy rendimos tributo, así es que voy a intentar hablar del hombre, del artista y de cómo es su trabajo.

Juan Alcalde Alonso es castizo, aquí diríamos que es un auténtico gato, nacido en el Rastro, cerca de Cascorro, y con unos padres que lejos de caer en el tipismo, no hacen sino reforzar esa estampa: su padre, zapatero, y su madre, cigarrera de la fábrica de tabacos de la calle Embajadores, al lado del portillo, (Ahí es nada).

Llegados a este punto, quizás me podría especificar la calle y el número exacto donde nació, para que sea esta Asociación Española de Pintores y Escultores quien solicite al Ayuntamiento de Madrid que en la fachada de dicho portal, se coloque una placa conmemorativa dentro del Plan Memoria de Madrid, que recuerde el feliz acontecimiento.

Estudió en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, con Agustín L. González, en el Museo de Reproducciones Artísticas y en el Círculo de Bellas Artes, y más tarde ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, teniendo entre otros profesores a Aurelio Arteta, que fue su valedor para el Premio “Molina Higueras”, que le concede la Academia de San Fernando, con una pintura que él propio Juan definió como de un “realismo decadente”, si bien es cierto que ya se le daba muy bien.

El Director de la Real Academia, el Conde de Romanones, le promete una beca para estudiar en París, planes que se verán truncados por el inicio de la guerra civil, donde luchará en el frente de Madrid.

Tiene que retirarse a Francia, siendo internado en un campo de concentración en donde está a punto de morir de disentería, hasta que es ingresado en un viejo hospital de Perpiñán en el que convive con enfermos mentales.

En 1944 regresa a Madrid donde se casa con Conchita Moreda y prosigue su difícil vida de pintor, teniendo que pintar carteleras cinematográficas para cubrir sus mínimas necesidades.

En 1950 emigra a Caracas, donde consigue vivir bien de su profesión de pintor, realiza encargos y exposiciones, pinta paisajes, hace ilustraciones… allí nacen sus hijos Juan Luis y Sergio.

Sin embargo, no se siente a gusto, el éxito fácil le incomoda y decide regresar a París, hacer realidad su sueño dorado y pintar las gabarras que recorren el Sena, las tabernas, los trabajadores de la orilla del río.

Allí se encuentra con otros miembros de la Escuela Española de París como Baltasar Lobo, Joaquín Peinado o Hernando Viñes y conoce a grandes amigos, como Marcel Marceau, Picasso, Neruda,…

Las muestras y exposiciones se suceden en Madrid, Londres, París, Caracas,…

En 1979 fallece su esposa que tantos sueños y dificultades había compartido con él. Durante cuatro años, Juan Alcalde no vuelve a exponer, hasta el año 1983, que lo hace en Madrid.

En 1984 contrae matrimonio con Patrocinio Molero, junto a la que inicia una nueva e importante etapa de su vida.

Hasta aquí, sintetizados y resumidos, unos pocos datos biográficos que esbozan una intensa vida, pero nada aún que pueda mostrarnos su rica vida interior, su pensamiento y personalidad.

De él se ha escrito, no seré yo quien diga que bastante poco, pero con palabras realmente bellas y admirables, que describen así su trabajo:

“Despojada de todo artificio innecesario, hermoso en su absoluta desnudez, es una pintura esencial, en la más exacta acepción del término. En sus cuadros hallamos la soledad, mas no la desesperación”.

“La obra de Juan Alcalde, plena de inteligencia y de sensibilidad, posee una carga poética que trasciende debajo de su aparente frialdad”.

“Pintura de personalísima factura, sin antecedentes en el devenir de nuestra creación artística y sin influencias miméticas de otros grandes maestros contemporáneos”.

“Es poética la pintura de Alcalde. Lírica de los sentimientos hechos luz; por los versos libres del color. Sin académica rima que lo amarre. Sin otra métrica que la suya. La de las pocas cosas que se pintan en su pintura”.

“Juan Alcalde es un clásico por encima de las academias y los convencionales equilibrios de los escritores porque, a solas con su corazón, con su paleta y con su soledad, Juan Alcalde sabe pintarnos el mundo de primera mano y con el trazo atenazador –y sobrecogedor- de la más sabia y angélica de todas las inocencias: la del artista que tiene la gracia mágica –e incluso dolorosa- de convertir en velocísimo y maduro arte cuanto toca”.

“Alcalde pinta cosas que hacen de un hombre, un artista, un asceta esencial y esencialista en pintura, un enamorado de la realidad y de la vida, un hombre delicioso y natural”.

“La pintura de Alcalde es de las que llegan a lo más hondo sin necesidad de trascendentalismos. Siente lo que dice y lo transmite con la sencillez de lo que resulta importante”.

“Alcalde aborda temas clásicos figurativos: paisaje, bodegón, bodegones inmersos en un trasfondo de ciudades muy originales y distintivos, maternidades, desnudos y figura humana en general, tratándolos con gran belleza en un estilo lleno de misticismo, armonía, delicadeza y suavidad, cualidades que afectan tanto a su forma como a su fondo, y por supuesto al colorido, abundante en blancos. Pero además, las formas se hallan simplificadas y sintetizadas”.

Podría seguir relatándoles retazos de escritos que giran alrededor de su obra, pero creo que es más interesante saber qué piensa de él mismo y cómo se define.

“Trabajo con óleos porque el aceite vive como el ser humano, no se queda perpetuo. El óleo trabaja por sí mismo y tengo la certeza de que mis cuadros no son lo que serán”.

Su inagotable vitalismo se refleja en la frase: «No me gustaría morir sabiendo, me gustaría morir aprendiendo».

Para Juan Alcalde, el arte es la búsqueda de sí mismo.

Su vida es una continua incertidumbre, pero como él mismo admite, «las desgracias pueden traer gracias».

«Lo peor que le puede pasar al ser humano es no tener gracia ni desgracia», añade.

«Los problemas son los que generan el pensamiento; sin ellos, el cerebro se muere», asiente con rotundidad.

“Cada día que pienso en rejuvenecerme, quisiera ser algo menos figurativo, pero no soy capaz de abstraerme del todo, no soy capaz de llegar a la abstracción pura. Llevo en las espaldas un peso muy grande, que no puedo descargarme, aunque lo intente. Me interesa la abstracción de Velázquez, de Goya. Los figurativos malos del siglo pasado hacen daño, aunque también está Rosales, que es fabuloso. Importa lo que es puro, lo que sale del espíritu del alma, del interior del hombre”…  La sensibilidad sobre todo.

Hablar de Juan es hablar de su pulgar. Como él mismo asegura, su pulgar es más importante que los pinceles, es el que conduce los colores al lienzo, y tiene además un componente sensual que no tiene el pincel, y en sus propias palabras, “es que cuando tú pones el pulgar en una tela, ahí está tu sensibilidad, la proyección de tu espíritu en el dedo, casi como un autorretrato”.

Juan ha sido su propio mecenas, se ha respaldado a sí mismo, ha creído en él, porque lo único que ha tratado de ser toda su vida es Juan Alcalde.

Por eso, lejos de escuelas, lejos de influencias, lejos de comparaciones o amigos que interfieran en esta semblanza, lejos de similitudes y analogías, hoy homenajeamos a quien ha tratado de ser toda su vida, y yo diría que lo ha conseguido, Juan Alcalde”.

Por su parte, el Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, José Gabriel Astudillo, recordó a todos que su arte está caracterizado por el personal estilo que ha hecho de este pintor un referente para las nuevas generaciones creadoras en una disertación en la que explicó por qué Juan Alcalde se ha hecho merecedor de este galardón:

“Este reconocimiento a un artista como Juan Alcalde, es el testimonio inequívoco del constante compromiso de la Asociación Española de Pintores y Escultores con la cultura, y es además, nuestro más decidido apoyo a sus creadores y difusores.

Esta Medalla reconoce una vida, un camino personal que nos vienes así a transmitir en las obras realizadas, una referencia visible en la que nos ofreces, al revivirlas y contemplarlas, la posibilidad de ser también artistas.

Tu obra, todo tu trabajo, es además una fuente inequívoca de esperanza, porque has ejercido como pintor y grabador, un oficio en el que no sólo se ve la carga entusiasta y optimista que desprenden tus blancos, sino que llega al público y al espectador con una nueva mirada, como un gesto de aliento y estímulo en el que demostrar que en sus vidas y obras puede hacerse realidad la idea de que en multitud de ocasiones, es en las dificultades y limitaciones donde la creatividad se expresa con especial intensidad.

Juan Alcalde es un gran artista, y lo es porque domina lo que encierra su corazón, y sólo el que mejor comprende y conoce sus afectos y pasiones, llega a ser un gran artista; un artista que domina la luz y la forma a través de la sensibilidad.

Esa parte esencial de su alma de artista es la que logra unir la materia a lo inmaterial, dando forma al espíritu. Decía mi siempre admirado Sorolla, quien honró esta institución cuando fue su Presidente, que la pintura es un “estado del alma”, una frase que se ajusta perfectamente al arte que nos regala Juan Alcalde.

Juan es un gran artista, un pintor que ha hecho de su trabajo un estilo de vida, un pintor que pinta todo el día, todos los días del año, que pinta hasta cuando no pinta. Que cuando duerme pinta y cuando vela pinta. Porque el regalo que nos ha hecho a todos los que amamos el arte, el regalo de ser pintor, lleva escondido el veneno y la carga dulce de la total dedicación y entrega con que ha regido su vida.

El mundo de la cultura, la sociedad en general, no podemos sino agradecer su contribución y reconocer el arte creador que subyace en el reverso de toda su obra, en la que late la ilusión más originaria que cabe por la vida, la de hacer de la vida pura belleza.

Eso es lo que pretende esta Medalla que hoy te entregamos, ser la mirada compartida de lo que eres y de lo que queremos ser a través de tu obra. Decía Miguel de Unamuno, cuya sensibilidad comparten todas y cada una de las obras de Juan Alcalde, que “el artista y sobre todo el hombre, seguirá hablando a través de su obra, para beneficio y goce de muchas generaciones”.

Ese es el ejemplo que dejas y que de forma sencilla, agradecemos.

Hoy rendimos homenaje a quien como decía antes la Secretaria General, ha conseguido ser Juan Alcalde. Que este momento compartido quede siempre en tu corazón, como quedará en nuestra historia y nuestra memoria.

Que quede grabado en oro. Para siempre, querido Juan. No hay medalla que pueda hacerse de la aleación de cariño, amistad y agradecimiento, con la que simbólicamente está hecha esta Medalla que hoy te entregamos de la Asociación Española de Pintores y Escultores”.

A continuación, el Presidente entregó la Medalla de Honor a Juan Alcalde, quien la recibió emocionado y dirigió unas palabras a los asistentes en las que sólo pudo agradecer el honor y declararse feliz y emocionado por el hecho de estar allí, y saberse de verdad objeto de una atención tan especial.

Fue después requerido para que firmara en el Libro de Honor de la Asociación Española de Pintores y Escultores, y lo hizo con letra firme, clara y pulcra, ante la expectación de los presentes por los comentarios que en todo momento el homenajeado realizó y en los que jocosamente trataba sobre los 99 años que había ya cumplido.

La Infanta Doña Elena, sentada hasta ese momento entre el público, acudió a felicitar al amigo y artista y de forma cariñosa posó con los integrantes de la mesa presidencial, así con cuantos asistentes y amigos se encontraban en el acto.

Cabe recordar las múltiples ocasiones en las que la familia real ha asistido a actos organizados por la Asociación Española de Pintores y Escultores, teniendo en cuenta que SS.MM. los Reyes don Juan Carlos y doña Sofía son los Presidentes de Honor de la centenaria entidad, que está a punto de convocar el 52 Premio Reina Sofía de Pintura y Escultura.

Firmó después la Infanta en el Libro de Honor de la entidad, justo debajo de la firma que en el año 90 dedicara con motivo de su visita al tradicional Salón de Otoño, y prometió asistir en la medida de sus posibilidades, a otros actos de la entidad.

D.E.P.

Convocado el 86 Salón de Otoño 2019

La imagen visual del certamen es obra de Javier Ortas

La Asociación Española de Pintores y Escultores convoca la 86 edición del Salón de Otoño, que cuenta con el apoyo de la Fundación Maxam

 

Hasta el 5 de octubre se pueden presentar las obras

 

Las obras ganadoras se conocerán el 7 de noviembre

 

Las obras finalistas se expondrán en la Casa de Vacas del Retiro de Madrid del 31 de octubre al 24 de noviembre

 

La Asociación Española de Pintores y Escultores, con el apoyo incondicional de la Fundación Maxam, convoca el 86 Salón de Otoño, la convocatoria artística más antigua de España y la más prestigiosa, que tiene como finalidad estimular la creación y contribuir especialmente a la promoción y la proyección de los artistas en España.

La convocatoria cuenta con 7 premios de libre acceso, la Medalla de Pintura Down Madrid, reservada a artistas de este colectivo que por tercera vez expondrán la obra ganadora en el marco del Salón y un total de once Medallas más, reservadas a los socios de la centenaria entidad, cuyo atractivo reside en el reconocimiento de los artistas por otros artistas y en los prestigiosos galardones, que llevan el nombre de los fundadores de la AEPE.

“Llegar a la 86 edición de un renombrado certamen como es el Salón de Otoño, asegura José Gabriel Astudillo, Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, supone en sí todo un triunfo, puesto que ningún otro concurso en España atesora esa antigüedad, ni una lista de nombres como la que a lo largo de todos estos años ha reunido la institución, nombres que ya forman parte de la historia del arte como Picasso, Alberti, Benlliure, los hermanos Benedito, Benjamín Palencia, Vázquez Díaz”…

El I Salón de Otoño de la Asociación Española de Pintores y Escultores nació en 1920 y desde sus inicios busca la promoción de nuevos valores en una línea de cultura innovadora, es decir, no busca un despliegue de premios que supongan una dotación económica, sino una excelencia que se transforme en divulgación de la obra y del artista, y eso, según confiesa José Gabriel Astudillo, supone no dotar económicamente los premios, sino ser creativos y encauzar a los seleccionados y galardonados en el difícil camino de la creación artística.

Reconocer el talento es justo lo que buscan entidades como Tritoma Gestión Cultural, el Ayuntamiento de Getafe, la Sala Baluarte del Ayuntamiento de Tres Cantos, Codina Escultura, Inmobiliarias Encuentro, Santiago de Santiago y la Agrupación Española de Acuarelistas, que confluyen en esta nueva edición del Salón de Otoño, junto al Ayuntamiento de Madrid, que exhibirá las obras seleccionadas y premiadas en la Casa de Vacas del madrileño Parque del Retiro del 31 de octubre al 24 de noviembre próximos, y a la Fundación Maxam, patrocinadora oficial del Salón.

El jurado del premio, que estará formado por personas de prestigio en los ámbitos de la crítica, de la historia del arte y de la actividad artística, estará presidido por el Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, José Gabriel Astudillo, actuando como Secretaria del mismo Mª Dolores Barreda Pérez, Secretaria General de la AEPE, hará una selección de las obras presentadas, de entre las que saldrán las ganadoras, que se expondrán en la Casa de Vacas del Parque del Retiro de Madrid entre el 31 de octubre y el 24 de noviembre de 2019. Los ganadores se conocerán el 7 de noviembre, en el acto del fallo del jurado, entrega de premios e inauguración de la muestra.

A lo largo de estos últimos 6 años, el Salón de Otoño se ha convertido en una cita tradicional dentro del panorama artístico español, referencia obligada en cuanto a novedades, tendencias y nuevas propuestas plásticas contemporáneas, así como en un escaparate de la mejor pintura y escultura actuales.

Cada año los artistas tienen la oportunidad de presentar sus nuevas creaciones y optar a un Premio acreditado que cuenta con la edición de un catálogo, la exposición de su obra pictórica y el saber que la misma ha sido seleccionada por un jurado altamente cualificado y de prestigio.

Al Premio se pueden presentar artistas españoles o residentes en España, en las modalidades de pintura, escultura, dibujo, grabado y acuarela en formatos pensados para posibilitar la participación de todos los creadores, desde de los 46 cms hasta el tamaño máximo de 200.

Las bases y la hoja de inscripción pueden ya descargarse en esta misma web, pestaña “Certámenes y Premios”, subpestaña “Bases”, y en la misma pestaña, subpestaña “Salón de Otoño”.

Donado a la AEPE un retrato de Álvaro Delgado

El 12 de abril de 2019 tuvo lugar en la sede de la AEPE el acto de donación del “Retrato de Ignacio Molina niño”, obra del artista Álvaro Delgado Ramos y gentileza de su hijo, Ignacio Molina de la Peña, quien ha decidido donarlo a la Asociación Española de Pintores y Escultores para su custodia y como forma de garantizar su adecuada conservación.

El acto, presidido por José Gabriel Astudillo, Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, contó con la asistencia del Vicepresidente, Juan Manuel López-Reina, de la Secretaria General de la AEPE, Mª Dolores Barreda Pérez, así como de los Vocales Alicia Sánchez Carmona, Paloma Casado, Carmen Bonilla Carrasco, del Bibliotecario, Fernando de Marta, de la Tesorera, Ana Martinez y de la Asesora de Presidencia, Itziar Zabalza Murillo.

El Presidente comenzó el acto cediendo la palabra a la Secretaria General, Mª Dolores Barreda Pérez, quien perfiló sucintamente el alcance de la figura de Álvaro Delgado, agradeciendo el gesto de Ignacio Molina para con la entidad, generoso gesto de quien entiende que el arte debe ser algo que es necesario preservar para generaciones futuras, ha entendido que nuestra centenaria institución atesora un prestigio y un respeto por los artistas, sean o no socios, que se ha hecho merecedora de la custodia de una bellísima obra de arte de tan afamado pintor español.

Este detalle es el que subrayó el Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, José Gabriel Astudillo López, quien agradeció a Ignacio Molina su desinteresado gesto y confianza en la institución en nombre de todos sus socios y de los amantes del arte en general.

Ignacio Molina posó así ante el retrato de su padre, obra de Álvaro Delgado

 

Desveló también algunos detalles de la vida y obra del pintor, haciendo especial hincapié en la coincidencia que supone el hecho de que el último retrato que también se donara a la AEPE fuera de otro discípulo de Vázquez Díaz, como fue Rafael Botí Gaitán y en este caso, el de Álvaro Delgado Ramos, un artista que desarrolló con especial intensidad el género del retrato, interpretado de una singular manera expresionista, concibiendo este género como una suerte de aproximación ensayística serial a la intimidad del retratado hasta alcanzar sus rasgos más definitorios, que él subrayaba con expresiva crudeza a través de unos trazos ágiles y atrevidos en consonancia con la gestualidad y factura del expresionismo abstracto.

Además, el Presidente comentó cómo vivió de forma personal la repercusión que los retratos de Álvaro Delgado tuvieron en la ciudad de Madrid, cuando recibió el encargo de pintar a los Alcaldes Tierno Galván, Juan Barranco y Luis María Huete, ya que él formaba parte de la corporación municipal en aquellos momentos.

Astudillo quiso destacar además el arte de un madrileño que se acercó al grupo de pintores de la Segunda Escuela de Vallecas, embrión de la Escuela de Madrid, en donde se imponía la importancia de la técnica en la pintura y la sensualidad con que se trataba la materia, tratamiento con el que se podía conseguir diversos efectos, entre ellos el sentido intimista, dotando a sus obras de un particular lirismo. De Solana tomó la tendencia hacia la monocromía.

Vocal del Real Patronato del Museo del Prado, nombrado en 1970. Estudió en la Escuela Superior de Pintura de Madrid, formando parte después de la Segunda Escuela de Vallecas. En 1949 recibe una beca del Instituto Francés para viajar a París, lo que le permite entrar en contacto con la vanguardia eu­ropea y afianzar su admiración por los maestros cubistas, Picasso y Braque. También se muestra interesado por la pintura tradicional española y estudia la obra de Velázquez, Zurbarán y Goya. Según el propio artista, es, sin embargo, El Greco el pintor que más ha influido en su obra. En 1951 participa en la Bienal de Venecia y, entre otros premios gana, en 1953 el de pintura de la II Bienal Hispanoamericana, en 1955 el gran premio de pintura de la Bienal de Alejandría y en 1962 la medalla de oro del Salón Nacional de Grabado. Es académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, desde 1974; titular de la Academia de Arte, Ciencias y Literatura de Europa, desde 1988, y académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de Nuestra Señora de las Angustias, de Granada, desde 1991. Es patrono de la Fundación Amigos del Museo del Prado desde 1995 hasta 2011. Ha recibido, entre otros galardones, la medalla del Ayuntamiento de Madrid al Mérito Artístico, en 1991; la medalla de oro de la Villa de Madrid en 1995, y la medalla de oro Nacional de Bellas Artes, en 1996.

José María Juarranz presentará la ponencia sobre el Guernica y Picasso

En la sede de la Asociación Española de Pintores y Escultores, el próximo viernes 25 de enero de 2019, a las 19 h. tendrá lugar la presentación de la ponencia que sobre el Guernica y Picasso realizará el prestigioso catedrático de geografía e historia de la Universidad Complutense de Madrid, José María Juarranz de la Fuente.

El libro “Guernica. La obra maestra desconocida” es el fruto de catorce años de investigación y casi 300 páginas, testimonio del serio empeño de José María Juarranz en mostrar que el Guernica de Picasso no es una metáfora del bombardeo nazi de aquella ciudad vasca, sino una compilación de elementos que a través de un lenguaje, relativamente cifrado, simbolizan pormenores de su biografía.

«La decisión de titular así al lienzo fue oportunista, un trampantojo que oculta la realidad del cuadro (…) Todos los cuadros que España llevó a su pabellón de la Exposición Internacional de París de 1937 eran obras de propaganda». «Y en un pabellón en el que todo eran obras de propaganda… ¿Cómo iba a poner un cuadro sobre su vida?“.

Para el docente, el nombre de la obra proviene de la visita al estudio parisino de Picasso que le hicieron sus amigos, el poeta Paul Éluard, y Zerbos, poeta nacionalista vasco, entre otros.

En palabras de Larrea, al ver la obra, uno de ellos exclamó «¡Guernica!» y Picasso halló el «plinto perfecto» para elevar la obra de categoría y «multiplicar su ascendencia y visibilidad en toda Europa»: «A Picasso el bombardeo de Guernica no le afectó, no le importaba lo que pasaba en Guernica, al igual que no le importó lo que pasaba en España».

«Ha habido estudios coherentes -ha expresado- pero yo he dado el salto real. El cuadro es una síntesis de los momentos más importantes de su historia, el terremoto de Andalucía en 1864, la muerte de su amigo Carlos Casagemas y su conflicto matrimonial en los años 30 con su esposa Olga Khokhlova», ha matizado.

Así, el libro mantiene que el minotauro es un «autorretrato» de Picasso con el que quiso ponerse a la altura de Velázquez y Goya en sus cuadros Las meninas y La familia de Carlos IV, respectivamente; y el caballo sería su esposa Olga Khokhlova», matiza.

Además, para el autor, la figura de la madre desmayada sujetando a su bebé no significaría el sufrimiento por la guerra, como se entendido hasta ahora, sino que sería su amante Marie Thérèse Walter y su hija Maya; y la mujer de la lámpara, identificada con la figura de la República, es la madre del pintor.

Entre otras conclusiones, el guerrero muerto tendido en el suelo es su amigo Carlos Casagemas. «Esta interpretación es la más acertada de las que se hayan hecho hasta ahora», concluye el autor de este libro prologado por Vicente Verdú.

 

Rosario de Velasco Belausteguigoitia

Por Mª Dolores Barreda Pérez

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LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

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Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

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Rosario de Velasco Belausteguigoitia

 

Rosario de Velasco Belausteguigoitia nació en Madrid el 20 de mayo de 1904 y falleció en Barcelona, el 2 de marzo de 1991.

 

En su juventud formó parte de la Sociedad de Artistas Ibéricos, creada en 1924 con el fin de incorporar el arte español a las vanguardias, introduciendo el arte cubista  y de la que formaban parte escritores como Eugenio d’Ors, Ortega y Gasset, Gómez de la Serna… y artistas (y socios también de la AEPE) como Juan Adsuara, José Capuz, Fernández Balbuena, Angel Ferrant, Gutiérrez Solana, Victorio Macho, Benjamín Palencia, Pichot, Piñole, los Zubiaurre… y otros nombres como Dalí y Picasso.

Rosario era hija de Antonio de Velasco, oficial de caballería y de la también llamada Rosario Belausteguigoitia, una vasca descendiente de carlistas y de fuertes convicciones religiosas, que formaron una familia junto a sus hijos Luis, Rosario y Lola y residían en Madrid.

A principios de los años 30, Rosario se manifestó ideológicamente cercana a Falange Española de las JONS, coincidiendo con su creación.

Un día en la calle “Guzmán el Bueno” Rosario vio desde el balcón cómo unos republicanos sacaban a las monjas de un convento para fusilarlas, ella inmediatamente cogió unas bombillas de gas, las juntó en un trapo y las lanzó a los republicanos, estos huyeron del lugar, pero esta acción le pasaría factura un tiempo más tarde.

Ella acabó la escuela de arte y ya era pintora de oficio. Unos amigos de Barcelona, los Gili, editores, mecenas y coleccionistas de arte español, le encargaron pintar unos retratos de madre e hija, trabajo para el que tuvo que trasladarse a veranear a Llavaneras, donde conoció a su marido Javier Farrerons Co, un médico vocacional que junto a Carlos Jiménez Díaz y a Carlos Lahoz Marqués fundaría la Sociedad Española de Alergia, el 31 de mayo de 1947, fecha que marca un hito histórico para los alergólogos actuales, pues supone un antes y un después en el afianzamiento científico de una materia de conocimiento en el vasto campo de la Sanidad.

En Madrid sucedía una historia paralela, la vecina de su piso en la capital acusó a Rosario de Falangista y un día llamaron a la puerta de Rosario en Llavaneres y unos agentes de la CNT se la llevaron a la cárcel Modelo de Barcelona para fusilarla al día siguiente.

Su futuro marido, el Dr. Farrerons, tenía un buen amigo en la cárcel Modelo, el Dr. Sala Perdis y juntos, y por la noche,  lograron meter a Rosario en una carretilla, logrando escapar de la muerte.

Lamentablemente, contaba Rosario, su compañera de celda fue fusilada al día siguiente, no pudiendo hacer nada para detener ese asesinato.

Poco después Javier Farrerons y Rosario se casaron por la iglesia en Barcelona, en una ceremonia casi clandestina y con sólo unos pocos amigos.

El matrimonio huyó a Francia, cruzando la frontera a pie para pasar a la zona sublevada, donde nació su única hija, María del Mar, que siguió los pasos de su padre en el campo de la medicina y la alergología y ejerce actualmente en Barcelona. Contrajo el tifus, enfermedad que la incapacitó para tener más descendencia.

Rosario colaboró con sus dibujos con la revista ilustrada Vértice (1937 a 1946) y proporcionó las ilustraciones de “Cuentos para soñar”, de María Teresa León (1928) y con posterioridad, de “Princesas del martirio” de Concha Espina.

Acabada la Guerra Civil la familia se estableció definitivamente en Barcelona, iniciando una etapa de intensa actividad pictórica aunque, bohemia y estrafalaria en el vestir, se mantuvo siempre alejada de las corrientes artísticas y rodeada de buenos amigos como Dionisio Ridruejo, Pere Pruna, Carmen Conde o Eugenio d’Ors, quien dijo de ella que era la Pola Negri (diva del cine mudo) de la pintura.​

Formada con Fernando Álvarez de Sotomayor (Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores en 1929) en 1924 participó por primera vez a la Exposición Nacional de Bellas Artes con dos óleos titulados “Vieja segoviana” y “El chico del cacharro”.​ En la de 1932, obtuvo la Segunda Medalla de Pintura con el óleo que marcó su carrera artística titulado “Adán y Eva”, y que se exhibe en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, obra representativa del retorno al clasicismo experimentado por las vanguardias europeas en el periodo de entreguerras que se caracteriza por un innovador tratamiento formal, que incluye los aspectos técnicos y el empleo del color, y con la que ese mismo año concurrió también a las exposiciones organizadas por la Sociedad de Artistas Ibéricos en Copenhague y Berlín.​

Con respecto a “Adán y Eva”, Francisco Umbral escribía en 2003 que tras la primera guerra mundial a España “…no nos llegó la guerra sí nos llegó la paz y con ella esa escuela pictórica que herboriza principalmente en el País Vasco, con la calidad de pan tierno que ya tuvieron los Zubiaurre y que encontramos en Rosario de Velasco, llena de una perfección de manzana verde entre un arte tan masculino como el vasco”…

Con la obra “El baño” (1931) participó en 1935 en la Exposición que la Librería Internacional de Zaragoza dedicó exclusivamente a jóvenes mujeres artistas y escritoras, con la colaboración de Carmen Conde, Norah Borges, Menchu Gal y Josefina de la Torre, entre otras, y en 1936 presentó a la frustrada Exposición Nacional de ese año “Los inocentes” o “La matanza de los inocentes”, que hoy se exhibe en el Museo de Bellas Artes de Valencia, de un realismo calificado de intimista.

Rosario de Velasco quedó descrita por el ABC de Sevilla en 1932 como “una chicarrona de piel de pan tostado, de pelo negro a la greña, manos de movimientos dulces y ojos castaños en cuyo iris titila una gota de miel”, el autor del artículo evitaba clasificarla,  resaltaba el colorismo y la religiosidad de sus cuadros  y acusaba de vicio de los críticos cualquier intento encasillador, mientras reclamaba mirar la aportación original que todo artista tiene.

En 1937, Luis de Galinsoga, años antes de ser director de La Vanguardia española, se explayaba en alabar a la joven pintora con su producción Lavanderas: “masas pictóricas sueltas, pero armónicas y de composición resuelta magistralmente con dibujo somero, pero firme y con colores sencillos, pero expresionistas; un buen modelo, en fin, de arte moderno”.

En 1939 dibujó un sello para la emisión española: el sello de Homenaje al Ejército de 1939 en el Castillo de la Mota de Medina del Campo, cuyos beneficios fueron destinados a las mujeres falangistas de la Sección Femenina de la Falange Española y de las JONS.

Fue una fiel seguidora de Falange y de José Antonio Primo de Rivera. Estableció una estrecha amistad con Pilar Primo de Rivera y se sentía orgullosa de ser la última persona que fotografió a José Antonio con vida, antes de su asesinato.

Realizó las pinturas murales de la Capilla de la Residencia de Señoritas que en 1942 se rebautizó como Residencia de Señoritas Teresa de Cepeda. En el Altar Mayor, Rosario pinta una imagen de María, resuelta con un primor y belleza auténticamente renacentistas.

En 1968 obtuvo el Premio Sant Jordi por su obra “La casa roja”, representativa de la evolución de la pintora hacia perfiles desdibujados a base de transparencias que se aparta ya del clasicismo aunque sin renunciar a la figuración.

Continuó su actividad a lo largo de su vida y con el tiempo se fue deshaciendo del clasicismo, hizo paisajes, bodegones, óleos de vibrante ejecución incorporando nuevas técnicas, de gran riqueza en las texturas, “sin duda el periodo más creativo e interesante de la pintora.” Fue una gran artista, una mujer muy avanzada para su época, comprometida, de valores fuertes y ardiente fe católica.

 

www.Hispaninfo.com

www.mcnbiografías.com

https://www.uv.es/dep230/revista/PDF253.pdf

https://es.wikipedia.org/wiki/Rosario_de_Velasco

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