Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

 

 

Sóror Juana Inés de la Cruz, la inteligencia

 

Inteligencia diáfana; sobre todo, inteligencia. Sin ella no hubiera tenido el talento fascinante para hacer cuanto hizo. Sin capacidad de aprender y conocer no hay pensamiento que desarrollar. El lector se preguntará, ¿qué interés tiene una monja jerónima del XVII, mexicana, poeta, envuelta en la leyenda?, ¿qué importa hoy una religiosa que dedica su vida a intentar conocer a Dios? Veamos si soy capaz de expresar su modernidad, el interés de su obra y el de su vida sincrética.

“Prácticamente toda la información que circula entre los lectores sobre la poetisa mexicana, la monja Sor Juana Inés de la Cruz, es de facto errónea, libremente inventada o equívoca, deformada por las distintas corrientes críticas, entre las tradicionalistas y las modernizadoras”. Así comienza el ensayo de Emil Volek, La mujer que quiso ser amada por Dios: Sor Juan Inés en la cruz de la crítica, Editorial Verbum, Madrid 2016. Entre sus estudiosos están: Menéndez Pelayo, Alfonso Reyes, Lezama Lima, Octavio Paz, Karl Vossler, Pfandl, Darío Puccini, José Gaos, Xirau…

Juana de Asbaje y Ramírez de Santillana nace el 12 de noviembre de 1651 en San Miguel de Nepantla, en la hacienda de Panoaya entre los volcanes Popocatépetl e Iztaccihuatl. Ella fue otro volcán, un géiser de claridad, de lava de proceridad, hasta el momento de su extinción,1695, en México. Poeta, pintora, compositora, astrónoma, ecónoma, gastrónoma, campeona del esdrújulo y “monstruo” del Barroco. Con fecha 14.VII.1945, el Congreso del Estado de México cambió el nombre del municipio, por el de Nepantla de Sor Juana Inés de la Cruz.

El 28 de junio pasado, tuvo lugar en Madrid, Instituto Cultural de México, el taller literario, “VIAJE POR LA OBRA DE SOR JUANA. La décima musa mexicana”, impartido, con acierto, por el profesor de la UNAM, Jorge Gutiérrez Reyna. Participé en él, obtuve buena impresión e idea clara de cómo ven los mexicanos a su eterna musa. Y cómo era de esperar, la ven con un chovinismo acendrado, exacerbado, comprensible.

Gutiérrez Reyna, con manifiesta solercia, desarrolló un encuentro eficaz y ameno, lene. Comentó una breve antología de villancicos, sonetos y romances, no sin exigir antes la lectura de Respuesta a la muy ilustre Sor Filotea de la Cruz. A partir de ahí, retomé mis lectura y libros de la jerónima y la bibliografía generada, lo que propicia estas líneas.

En 1980, aseguró Antonio Alatorre: “…con excepción de Garcilaso, ningún poeta de los siglos de oro fue tan reeditado como Sor Juana…Lo que fueron Góngora y Lope en sus tiempos, eso fue Sor Juana en los suyos. Ella los <resume> a los dos; tuvo la fama del primero y la FAMA del segundo”. Sin recortar un ápice la gloria de la monja, el especialista peca de euforia. Sor Juana, cumbre del Barroco, musa de América, mayor poeta novohispana, pero es imposible constreñir a Lope y Góngora en una sola voz.

 

Sor Juana Inés de la Cruz (Juan de Miranda)

 

Fue una niña prodigio hasta convertirse en un genio de Occidente, puente entre el mundo indígena y Europa, entre la Religión y la Ciencia. Estrella azul de oro, que nunca conoció el mar. Luego de transitar el follaje áspero, pretencioso, de sus críticos, exégetas y escoliastas, mi impresión es que deben de leerla al margen de esa farragosa selva que han tejido unos y otras, con el afán de aprovechar su talento vívido para justificar circunstancias hodiernas, lo que no siempre es correcto, ni pertinente, para no desviarnos de su obra y acabar hablando de la importancia del agua para la navegación.

De padre desconocido, en un principio, la educó su abuelo. Criolla, accede a la alta sociedad virreinal por su inteligencia. Entra en la comunidad carmelita, pero la deja para profesar de monja jerónima en el Convento de Santa Paula, 1668. Y en ese convento pasó toda su vida. Tenía una esclava y criados, recibía en el locutorio, pero jamás abandonó esa casa. Allí terminó su vida a causa de una epidemia de peste.

Mujer deslumbrante, hechizó por su intelecto y sus dotes, por la luz de su razón. Le aplicaron diversos apelativos: “el Argos de los entendimientos”, “San Agustín de las mujeres”, Minerva de América”, “Fénix de América”; “Décima musa”, como Safo, y “Musa décima”. En el s. XVIII inicia su instalación en la oscuridad, prolongada al XIX.

En 1910, Amado Nervo con su Juana de Asbaje la desempolva. Ayudaron a ello Menéndez Pelayo, Alfonso Reyes y, con más verecundia, el gongorismo reivindicado por la vanguardia y los poetas del “veintisiete”. En 1982 Octavio Paz publica un denso ensayo y abre un cauce, que transitará una tropa descomunal de especialistas, casi todos perezosos, caprichosos, sectarios y fabulistas.

En el Romance 51, versos 13-20, pareciera que adivinaba este guirigay demoledor:

                                                     “…No soy yo la que pensáis

                                                       si no es que allá me habéis dado

                                                       otro ser en vuestras plumas,

                                                      y otro aliento en vuestros labios,

                                                       y diversa de mi misma

                                                       entre vuestras plumas ando,

                                                      no como soy, sino como

                                                      quisisteis imaginarlo”.

Es difícil encontrar un poeta mayor que haya suscitado una bibliografía tan apabullante como la de Sóror Juana. Sin exagerar un añico, hay especialistas para cada pliegue de su hábito, para un soneto, un cuarteto, una frase, una línea, un verso. Y no digamos en torno a su vida y el carácter de su sexualidad.

La crítica tradicional la hagiografía, la modernizadora la exhibe como la cumbre del feminismo, las relaciones lésbicas y con todo un cúmulo de invenciones y enredos ridículos y lamentables. No hay pruebas de nada, decir que mantuvo una relación homosexual con la condesa de Paredes de Nava, es desconocer tantas cosas, que uno se cuestiona la estabilidad mental y el conocimiento de muchos osados publicistas.

Sé que resulta muy chispeante para los frikis, decir que se trata de una monja de clausura, feminista, lesbiana, no creyente y adelantada a su tiempo, secuestrada en su convento y sujeto de las mayores glorias y aberraciones. Pero, todo esto es confuso, pútrido, tósigo, mendaz y en buena parte falso.

Con toda probabilidad, aparte de algunos sonetos soberbios y romances enjundiosos, su obra maestra sea Primero sueño, una silva en heptasílabos y endecasílabos, y Respuesta a la muy ilustre sor Filotea de la Cruz, en prosa. Bien es cierto que, como cima del Barroco, su lectura no es fácil, pero se acaba sintiendo con gozo y emoción. Hay más obra, pero la fundamental es la citada.

Sor Juana Inés de la Cruz por Tania Janco

 

¿Quién no conoce el soneto del retrato, “Este que ves, engaño colorido” o “Esta tarde. mi bien, cuando te hablaba”? ¿Quién no ha oído alguna vez la redondilla: “Hombres necios que acusáis/ a la mujer sin razón, / sin ver que sois la ocasión/ de lo mismo que culpáis”? Sabía latín, nahuatl, congolés y hace al español mágico; pintó el arco de bienvenida del marqués de Mancera; componía villancicos y su música, pergeñó dos tratados de música, uno perdido- El caracol- y otro que se conserva; escribió poemas, enigmas, autos alegóricos, teatro, cartas filosófico-teológicas. Conocía al dedillo a nuestros renacentistas y luciérnagas de los siglos de oro: Garcilaso, Cetina, Fray Luis, Lope, Góngora, Quevedo y Calderón.

Sus hermanas la nombraron ecónoma y administró el convento de forma sobresaliente, con pingües ganancias. Hizo un libro de gastronomía y vendían pitanzas que preparaban. Por sus encargos recibió suculentas sumas en monedas de oro. Defensora pertinaz de la libertad en su carta Atenagórica, criticando el sermón del P. Vieira; luchó denodadamente por demostrar la igualdad entre hombres y mujeres: “la inteligencia no tiene sexo”. Su razón es una columna jónica para la ética, la estética y el Barroco.

Su obra es una cumbre, pero demasiados, sin comprenderla, pretenden asimilarla a las circunstancias actuales. Y claro, el México virreinal se parece a hoy como un huevo a una patata. Para los jesuitas era insoportable que una mujer pensara y lo hiciera con tanta brillantez, luminosidad y belleza, y eso produjo choques.

Como ejemplo de las interpretaciones, una alusión a Primero sueño: Ezequiel Chávez lo relaciona con Hölderlin; Emilio Carilla con el romanticismo alemán y el surrealismo; Ramón Xirau con Gorostiza y O. Paz. Octavio Paz con Huidobro, Gorostiza y Stephane Mallarmé. Elías L. Rivers con Jorge Guillén; Emil Volek con César Vallejo; Lezama Lima con el barroco americano mágico. Otros con Góngora.

En los años ochenta s. XVII era la estrella de la poesía e intelectualidad novohispana, vigilada por los jesuitas y enclaustrada, pero estrella poderosa. Fue amiga de las virreinas, todos los prohombres civiles y eclesiásticos acudían en busca de su consejo y veneraban su pluma; entretanto, ella iba tejiendo una obra germinal que se publicó en Madrid, 1689, por orden y a costa de la condesa de Paredes, su dedicataria.

Su vida íntima ha suscitado fuerte interés cinematográfico. Desde 1935, un largometraje de Ramón Peón: Tránsito a los jardines de Venus. En 1939, El secreto de la monja de Raphael J. Sevilla, denuncia amoríos de la jerónima con el marqués de Pontevedra, Hernando Álvarez y Santaella. En 1978, Constelaciones de Alfredo Joskowicz, debate entre Sor Juana, Sigüenza y Góngora y un pícaro. 1988, documental de Nicolás Echevarría. En 1990, Yo, la peor de todas de María Luisa Bemberg, basada en propuestas de Octavio Paz, donde se muestra de forma explícita su lesbianismo, afirmando que los poemas amorosos responden a una relación real, sin prueba alguna. Aún, Las pasiones de Sor Juana de Antonio García Molina, 2004, con guion de Olivia de Montelongo, disperso, dispar y disparatado.

Sor Juana Inés de la Cruz por Yurihito Otsuki

 

Sor Juana Inés de la Cruz por Yurihito Otsuki

 

Inmensa escritora, artista y técnica, virtuosa del lenguaje, princesa del esdrújulo, su capacidad intelectual le distingue y su talento le ayuda a realizarse con solidez. Genio de niña superdotada, monja audaz, replicante de fuste y artista consumada. Excelsa creadora en lengua española, no necesita parangones con Safo, ni Ovidio, ni con Vallejo, para ser una poeta sublime de la estirpe gongorina más pura.

Para poder acceder con holgura a Góngora fue preciso Dámaso Alonso y sus colegas. Sor Juana tuvo peor suerte, llegaron Ludwig Pfandl enfocándola desde una perspectiva freudiana y las feministas hablando a tontas y locas, consumando la ceremonia de la confusión. También Octavio Paz llegó a conclusiones inesperadas, él que defiende que los poetas no tienen biografía, cayó en la trampa de alterar la de Sóror Juana.

Sor Juana Inés de la Cruz por Miguel Cabrera

 

Las creaciones de las grandes almas no se extinguen. El poeta crea la materia del milagro y lo eterniza. El escultor establece el alma de la forma. Ella anheló un alma que comprendiera todo el conocimiento científico como llave que abriera el secreto de Dios; quiso conocerlo y ser amada por Él: su faceta mística. En La tentación de existir, asegura Emil Cioran: ·El místico siempre se desvirtúa al expresarse, pero nunca tanto como el erudito desvirtúa al místico al comentarle”.

Ya asegura Antonio Machado en el Retrato (“-quien habla solo espera hablar a Dios un día-“). Mística de clausura, buscaba a Dios, se atrevió a rectificar al P. Antonio Vieira, se enfrentó a la jerarquía jesuítica, fue amiga de tres virreinas – ¿todas eran lesbianas?, pues a todas escribió poemas de amor-; un genio que estudió, trabajó sin descanso y que al final obligan a apartarse de la escritura. Los beneficios de la venta de su biblioteca los dedica a los indios pobres. Acabará cuidando a otras hermanas apestadas, se contagia y fallece.

Sor Juana Inés de la Cruz, Autorretrato

 

¿Por qué hay que leer a Sóror Juana? Por su visión, por placer intelectual, por hambre de descubrir la belleza; para aprender a defender la libertad, para desarrollar pensamiento, para afinar la percepción. Para desenmascarar el feminismo frívolo de memes y memas, para conocer y respetar la Historia, nuestra historia. Para entender la mística que busca conocer a Dios. Para saborear la poesía, para participar de una fiesta esplendorosa de la lengua y la inteligencia. Para conocer la grandeza en la sobriedad, la abundancia en la ascética, la conquista del mundo desde un ostugo.

Cabe estas líneas aparecen unos retratos de la poeta, todos ellos cuestionables, pues en las artes plásticas también el hechizo ha sido descomunal. Traigo aquí el famoso y dudoso “Autorretrato” de El Escorial, las imágenes de época de Juan de Miranda y Miguel Cabrera; y las más actuales de Tania Janco, como tapa del libro de 1995, y las de Yurihito Otsuki. ¡En todo es la jerónima un hechizo sorprendente, no dejen de participar de su gloria y de su halo, es decir, de leerla y de aprehenderla!

                                                                                                                   Tomás Paredes

                       Presidente H. de la Asociación Española de Críticos de Arte /AICA Spain

 

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