Recordando… Narciso Sentenach y Cabañas

Obras, artistas, socios, pequeñas historias…

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Narciso Sentenach y Cabañas

SENTENACH Y CABAÑAS, Narciso     P E          <1925                       05.feb.1853          CORDOBA        MADRID    26.ago.1925

Retrato de Narciso Sentenach de la Colección del Ateneo de Madrid

 

Narciso Sentenach Cabañas nació en Soria, el 5 de febrero de 1853.

Su padre, catedrático, fue nombrado director del Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Córdoba, ciudad a la que se trasladó la familia, y donde pasó su infancia y juventud.

Allí estudió también Derecho y Filosofía y Letras, alternando sus clases con las de pintura y escultura en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Sevilla, si bien también estaba interesado por las artes industriales y artesanales.

1907

 

A la Exposición de Cádiz de 1879, presentó un óleo titulado Jesucristo.

Amigo de juventud del escritor, historiador del arte, ceramófilo y arqueólogo español José Gestoso y Pérez, con él recorría los barrios de Sevilla en busca de antigüedades romanas y árabes; juntos, escribieron la obra Estudios sobre cerámica sevillana, publicada en 1882.

En 1884 participa en la Exposición Literario-Artística organizada por la Asociación de Escritores y Artistas en el palacio de Lucas Aguirre, con una pintura titulada, Escena del Quijote.

 

ABC, 1912

 

A partir de 1886 sus cuadros ilustran revistas como La Ilustración artística y comienza a impartir conferencias relacionadas con el mundo de la arqueología. Sus escritos sobre artistas también se pueden leer en diarios y publicaciones.

En 1889 comenzó sus estudios en la Escuela Superior de Diplomática en Madrid, ingresando en 1893 por oposición, en el Cuerpo Superior de Archiveros, Arqueólogos y Bibliotecarios, siendo su primer destino la dirección del Museo Arqueológico de Tarragona.

En 1892 presentó a la Exposición Nacional de Bellas Artes una Reconstrucción de una portada de la Mezquita de Córdoba, proyecto en barro.

En 1893 ya es considerado por la prensa como “escritor de reconocida competencia americanista”.

 

El artista en 1917

 

De hecho, fue miembro organizador de la Exposición Histórico Americana y obtuvo su traslado al Museo Arqueológico Nacional (MAN) en 1894, donde trabajó en la antigua Sección Etnográfica, labores que compatibilizó con la Biblioteca del Mapa Geológico desde 1901.

En esos años, organizó una exposición de las colecciones de la casa de Osuna y publicando varios artículos sobre pintura, escultura y artes decorativas españolas.

Entre 1902 y 1903 trabajó bajo las órdenes directas del Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Álvaro Figueroa y Torres Mendieta, conde de Romanones, aunque continuó adscrito al MAN.

Desde 1911 y hasta el año 1917 ejerció como Jefe de la Sección Etnográfica del MAN, mostrando gran interés por las culturas precolombinas.

Se interesó especialmente por los Catecismos de la doctrina cristiana en jeroglíficos indígenas americanos y publicó un estudio sobre ellos.

Mujer reclinada y El hombre prehistórico

 

Allí trabajó  con algunos de los más reconocidos arqueólogos que ha tenido España, como José Ramón Mélida.

Aunque había redactado varios trabajos sobre Arqueología y Numismática fue a partir de la promulgación de la Ley de Antigüedades de 1911 y la consiguiente creación de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades cuando dirigió campañas arqueológicas, con sus correspondientes memorias, supervisando las excavaciones de Tiermes (1912), Clunia (1913-14), Bilbilis (1917), Nertobriga (1919), Sertobriga (1919) y La Bureva (1925), donde recogió importantes objetos que hoy forman parte de las colecciones del Museo Arqueológico Nacional.

Posteriormente, pasó al Museo de Reproducciones Artísticas, del que fue Director hasta su jubilación en 1923.

En 1907 ingresó como académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, con un discurso sobre la Evolución de la escultura española, al que contestó su gran amigo José Ramón Mélida, y una de sus obras más interesantes.

Secretario perpetuo de la RABASF desde 1924, secretario de Comisión Mixta de las Organizadoras de las Provinciales de Monumentos; en sus últimos años, bibliotecario y contestó a los discursos de ingreso de Marceliano Santamaría y Mateo Inurria.

En 1911 reconoció como auténtico el retrato de Cervantes que existe en la Real Academia Española.

En 1915 presentó una maqueta al Anteproyecto del monumento a Cervantes que se situaría en la Plaza de España de Madrid, junto al arquitecto Eladio Laredo.

Baile popular

Molino de La Albolafia

 

En 1924, La Esfera publicaba una lámina con una de sus pinturas que se había exhibido en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, con un texto en el que se leía:  “La personalidad interesante de Narciso Sentenach se manifiesta en múltiples aspectos literarios y artísticos. Es autor de numerosas series de obras Críticas y de divulgación estética, considerada entre los eruditos por su valor documental y su vasta profundidad de conocimientos. Con igual fervor cultiva Sentenach la escultura y la pintura, tomando parte en Certámenes y Exposiciones nacionales, donde ha obtenido justas recompensas. Muestra de sus dotes pictóricas es el cuadro «Un hombre prehistórico», expuesto recientemente en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, y que se reproduce en esta página”.

Bibliotecario del Círculo de Bellas Artes, miembro de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo y secretario del Ateneo de Madrid.

Durante los últimos años de su vida se centró en la elaboración del Catálogo Monumental de Burgos, el cual quedó inédito.

Fundador de la Sociedad de Folklore Andaluz en 1881, colaboró y publicó artículos en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, de cuyo consejo de redacción formaba parte, al igual que del de la Gaceta de Bellas Artes, en la Ilustración Española y Americana y muchas otras revistas de la época.

Asiduo participante en las principales tertulias artísticas de Madrid, especialmente en la del conde de Valencia de Don Juan, quizá la más sobresaliente de todas ellas.

Falleció en Madrid, el 26 de agosto de 1925.

La del alba seria, Casa Moreno. Óleo sobre lienzo

Apunte, capilla y parte interior del hospicio

 

A su muerte, su gran amigo José Ramón Mélida, publicaba una semblanza del pintor, escultor, historiador de arte, arqueólogo y crítico de arte en la Revista de archivos, bibliotecas y museos:

Con cruel rapidez, una dolencia mal conocida o encubierta nos arrebató, en 26 de agosto último, al excelente compañero y amigo don Narciso Sentenach y Cabanas, cuya labor inteligente en el Museo Arqueológico Nacional y en la Dirección del de Reproducciones Artísticas han sido bien notorias. Al dedicarle estas líneas, recuerdo que no hace mucho tiempo visitó Soria, con el deseo de examinar las ruinas de Numancia, y movido por un deseo más íntimo, conocer su cuna, pues había nacido en aquella ciudad. Pero criado en Córdoba y habiendo cursado sus estudios en Sevilla, en el ambiente intelectual de Andalucía despertaron sus aficiones artísticas, a las que se consagró en Madrid … Sus estudios arqueológicos granjeáronle desde entonces merecida reputación. En libros, artículos y conferencias señaló las dos orientaciones de su actividad: la investigación y examen crítico del arte representativo español y el conocimiento de las antigüedades exóticas, especialmente las americanas. Fruto de unos y otros estudios fueron sus libros La Pintura en Sevilla y La Pintura en Madrid, y el Ensayo sobre la América Precolombina… A él son debidos algunos esclarecimientos importantes; por ejemplo, la demostración clara de que la imagen de San Juan Bautista, conservada en la histórica basílica fundada por Recesvinto en Baños de Cerrato, lejos de ser producto del arte visigodo, como se había venido creyendo, es una estatuilla del siglo XIV. Sentenach fue asimismo el primero, según creemos, en reconocer como auténtico retrato de Cervantes la tabla que ostenta en sitio de honor la Academia Española. Muy estimables han sido sus trabajos de excavaciones en las ruinas de Termes, Clunia, Bílbilis, Segóbriga, de los cuales recogió importantes objetos, que hoy figuran en el Museo Arqueológico Nacional… En toda la labor, labor muy larga y continuada, resaltó siempre su amor a las Artes, lo que le movió también a cultivarlas. Sentenach era un artista de corazón. Hombre íntegro, leal, afable y buenísimo, se granjeó generales simpatías y afectos, a los que supo corresponder con largueza. Fue un amigo fraternal, ¡Descanse en paz!”

De él también publicó La Esfera …”Una ilustre personalidad, honrosamente destacada en el campo del estudio y la investigación artísticos, ha desaparecido recientemente: don Narciso Sentenach y Cabañas, infatigable investígador de nuestro arte viejo, amante, sobre todo, de nuestra escultura… Era D. Narciso Sentenach una persona cultísima, de la más exquisita caballerosidad y del más noble entusiasmo por cuanto con el arte se relacionase… Su muerte es una sensible pérdida para el campo de los estudios sobre nuestro arte viejo. Descanse en paz el ilustre académico”.

Obras:

La pintura en Sevilla: Estudio sobre la escuela pictórica sevillana desde sus orígenes hasta nuestros días, Establecimiento Tipográfico de Gironés y Orduña, 1885.

Catálogo de los cuadros, esculturas, grabados y otros objetos artísticos de la antigua Casa Ducal de Osuna, expuestos en el Palacio de la Industria y de las Artes. Segunda edición, corregida y aumentada. Madrid, Est. tip de la Viuda é Hijos de M. Tello, 1896.

La lengua y la literatura sánskritas ante la crítica histórica: Conferencias dadas en el Ateneo de Madrid en las noches del 7 y 11 de enero de 1897, Imprenta La Verdad, 1898.

Ensayo sobre la América precolombina, Toledo: Impr. y Librería de la Viuda e Hijos de J. Peláez, 1898.

Estudios sobre numismática española, Tip. de la Revista de Arch., Bibl. y Museos, 1905 (2ª ed., id., 1906-1909, 3 vols.).

Narciso Sentenach y José Ramón Mélida, Evolución de la escultura española: Discursos leídos ante la Academia de Bellas Artes de San Fernando, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando – Nueva imprenta de San Francisco de Sales, 1907.

La pintura en Madrid desde sus orígenes hasta el siglo XIX, Madrid: Administración del «Boletín de la Sociedad Española de Excursiones», 1907.

Bosquejo histórico sobre la orfebrería española. Madrid: Revista de Arch., Bib. y Museos, 1909.

Los grandes retratistas en España, Fototipia de Hauser y Menet, 1914.

El Escudo de España, Madrid, Revista de Arch., Bib. y Museos, 1916.

Técnica pictórica del Greco, Fototipia de Hauser y Menet, 1916.

Catálogo Monumental de Burgos, Inédito, 1922 – 1924.

Multitud de artículos y ensayos publicados en distintos medios.

España ibérica, del I Salón de Otoño

Anteproyecto del Monumento a Cervantes

 

Narciso Sentenach y la AEPE

Socio que participó en el I Salón de Otoño de 1920, en el que aparece inscrito como Sentenach y Cabañas, D. Narciso, natural de Córdoba; reside en Madrid, calle de Apodaca, núm. 20. En aquella ocasión lo hizo con la obra

941.- España ibérica, escultura

Al II Salón de Otoño de 1921 presentó la pintura:

250.- Un alcalde, óleo, 1,08 x 0,94

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes de la AEPE: Julio Moisés

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes

de la Asociación Española de Pintores y Escultores

La Gaceta de Bellas Artes: 1932-33

Como venimos viendo en los últimos meses, entre  1932 y 1933, el comité de redacción de la Gaceta de Bellas Artes estaba integrado por: Enrique Estévez Ortega, Emilio Romero Barrero, Julio Moisés Fernández de Villasante, Julio Vicent, Juan Adsuara, Enrique Pérez Comendador, Francisco Llorens, Luis Rubio, Ramón Pulido, Guido Caprotti, Carlos Casado, Luis Benedito, Miguel Lucas S. Mateo y Fructuoso Orduña

Además, comenzaron a colaborar asiduamente Julián Moret y José Prados López. Varios de nuestros colaboradores lo eran también de otros medios, como Emiliano M. Aguilera de El Socialista, Santiago Camarasa de Avance, Gil Fillol de Ahora, Javier Tassara de Metrópolis y A. Méndez Casal de Blanco y Negro.

En 1933 era redactor jefe el crítico Enrique Estévez-Ortega, y figuraba como Director Julio Moisés, Presidente de la Asociación. El cambio de año y de redactor-jefe dieron su toque cambiando la cabecera y primeras hojas, y no tanto el resto, salvo el comité de redacción, que poco a poco va rotando.

Se editó con sumo cuidado la revista, procurando darle un interés vivo y documental, recogiendo en sus columnas con toda amplitud, libertad e independencia no sólo el movimiento artístico español, sino también el movimiento de Arte en el extranjero.

La Gaceta de Bellas Artes era la única revista de arte en España con aparición periódica, y de su importancia y difusión es buena prueba el que de algunos números fue preciso duplicar la tirada habitual para satisfacer la demanda de ejemplares, y cuyo éxito era debido en gran parte al esfuerzo personal de Estévez-Ortega y a su generosidad, que suplió las dificultades económicas en algunos casos con otros medios puestos al servicio de la revista y a mayor gloria de la Asociación y a la colaboración de José Francés, Ramón Pulido, José Prados López, Cecilio Barberán, Julián Moret, Vegué y Goldoni, Santiago Camarasa, Emiliano Martín Aguilera y otros.

 

Julio Moisés

FERNANDEZ de VILLASANTE, Julio Moises    P     1910(N)    9.ene.1888   TORTOSA   CADIZ/MADRID/TORRELAVEGA 22.jul.1968

Presidente de la AEPE

Socio de Honor

Autorretrato

 

Julio Moisés Fernández de Villasante, conocido artísticamente como Julio Moisés, nació el 9 de enero de 1888 en Tortosa, Tarragona.

Su padre, Fernando Fernández, era marino de guerra, tuvo continuos traslados debido a su trabajo, por lo que la familia vivió primero en Tortosa, para trasladarse luego a Villagarcía de Arosa, Pontevedra, La Guardia y el Ferrol, La Coruña, donde con siete años pinta sus primeras tablitas al óleo y posteriormente a Cádiz, donde Julio pasó su infancia y adolescencia.

En esta última ciudad andaluza, estudió en la Escuela de Bellas Artes con el que también fuera socio de la AEPE, Fernando Abarzuza, junto con el que entre 1909 y 1910, decoró el Gran Teatro de la ciudad y restauró las pinturas del Antiguo Hospital de Mujeres.

En esos primeros años definió también su tendencia hacia el retrato, género con el que alcanzó gran prestigio, llegando a retratar a la sociedad de la época.

En la Exposición Hispano Francesa de Zaragoza, celebrada en 1908, obtuvo la Tercera Medalla.

A la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1912, a la que se presentaba por primera vez, presentó una obra con la que logró la Tercera Medalla.

El artista fotografiado en 1947

Autorretrato

 

En ese mismo año se traslada de nuevo su familia a Barcelona, donde Julio establece su estudio iniciando con gran éxito su carrera como retratista, ciudad en la que se creó una clientela fiel de la alta sociedad, que reclamaba retratos con los que se hizo un nombre y atesoró prestigio.

En 1914 expuso en la Sala Parés, siendo presentado como un pintor madrileño, donde se exhibieron distintos retratos de miembros de la burguesía catalana, como los de los marqueses de Castelldosrius, del doctor Ferrán, de la señorita Sansalvador…

En 1915 concurrió nuevamente a la Exposición Nacional de Bellas Artes, obteniendo una Primera y una Segunda Medallas.

El artista en dos fotografías de 1915

 

Fue un enorme triunfo y todo un éxito que le proporcionó popularidad y prestigio, apareciendo en la prensa del momento, que le dispensó amplios reportajes y comentarios.

En la revista La Esfera del 9 de octubre de 1915, junto a las fotografías de ocho cuadros en blanco y negro y dos en color a toda página, se podía leer …”Niño aún, se trasladó a Cádiz. Ahondando un poco en el arte de Julio Moisés, tan severo y sensual a un tiempo, veremos cómo Andalucía influyó sobre el tortosino, nieto de romanos. (…) hizo sus primeros estudios en la Escuela de Bellas Artes, donde obtuvo diversos premios y logró distinguirse de entre sus compañeros. En plena adolescencia dejó la escuela y se dedicó a trabajar por su cuenta y riesgo, prescindiendo de otras enseñanzas que las que no fueran el natural y la cultura de museos. (…) En Cádiz realizó Julio Moisés varias obras de arte decorativo en unión del pintor Abarzuza, tales como el techo, sala, foyer y vestíbulo del Gran Teatro y restauración y pinturas murales de la iglesia del Hospital de Mujeres(…) Su nombre era conocido por los profesionales; se asomaba tímidamente a los catálogos de exposiciones catalanes y todavía los encargos de retratos bien retribuidos estaban un poco lejos. Fue después de la tercera medalla obtenida en la Exposición Nacional de 1912 cuando Julio Moisés logró destacarse. En aquella Exposición presentó tres cuadros: Vía Crucis, El santero y un retrato de señora”.

Aprendiz de pintor, del XVIII Salón de Otoño

 

En la Exposición Internacional de San Francisco, California, de 1916, logró la Medalla de Oro, y también ese mismo año, en la Exposición Internacional de Panamá, obtendría la Medalla de Plata.

En 1920 traslada su residencia a Madrid, a la calle Lope de Vega, 47, ocupando también una plaza como profesor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la que llegaría a ser académico en 1947 y más tarde terminaría dirigiendo, al igual que sus amigos pintores y Socios Fundadores de la AEPE Eduardo Chicharro y Manuel Benedito.

En la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1920 obtiene la Primera Medalla.

En 1923 fundó una Academia Libre de Arte por la que pasaron numerosos alumnos que ocuparían muy diversas generaciones artísticas.

Bailaora

Bocetos para una capilla

 

A la Exposición Internacional de Pintura, Escultura y Grabado de Barcelona de 1929, presentó tres desnudos, logrando la Medalla de Oro con el titulado Eva, una obra en la que es deudor de la tipología inaugurada por Goya y que continuó Zuloaga. Se trata de una hermosa figura femenina recostada sobre una cama, mirando atentamente al espectador.

El desnudo sería uno de los temas preferidos a lo largo de su vida, unas obras académicamente correctas, pero que exhumaban una sensualidad completamente inusual en la época; desnudos que tuvieron además un buen éxito comercial.

Considerado un excelente retratista, sobre todo para el tipo de clientela que el artista tenía, alcanzó un gran prestigio en la sociedad madrileña. Como dijo Gaya Nuño: “Madrid es el campo de acción adecuado para los retratistas del gran mundo entre los que destacan Anselmo Miguel Nieto y Julio Moisés”.

En 1928 fue llamado al Palacio de Oriente para hacer los retratos de la reina Victoria Eugenia y del rey Alfonso XIII, prueba de la aceptación oficial y social que tenía el pintor.

En 1935 realizó un extenso viaje por Iberoamérica. Estuvo en Argentina, Uruguay y Brasil, consiguiendo un gran éxito, lo que no es de extrañar dada las características de su obra que tenía como tema esencial a la mujer.

Bodegón con ave

Bodegón de limones

 

Cabe decir que creó una tipología determinada: mujeres esbeltas, de labios gruesos, en actitud sensual o bien de recogimiento, pero siempre bellas.

El reconocimiento oficial se hizo patente también al ser llamado como miembro del jurado de admisión de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de los años 1941, 1943 y 1948.

En 1950 Tortosa le organizó una exposición homenaje a un artista nacido en su suelo, pero con el que no había existido la menor relación. Fue un reencuentro accidentado. La muestra, que constituía un acontecimiento social al que estaban invitados las autoridades de la ciudad y el obispo de la diócesis, sólo fue vista por ellos. Se exhibían algunas figuras semidesnudas, lo que molestó profundamente al obispo que salió rápidamente de la sala. Una vez se marchó la comitiva, la llave se perdió y la muestra permaneció cerrada.

Académico correspondiente de la Hispano-Americana de Cádiz.

Julio Moisés falleció en Suances, Santander, el 22 de julio de 1968, cuando contaba con 80 años de edad.

Distintos paisajes, escenas y marinas de Julio Moisés

Julio Moisés y la AEPE

Designado por la Asociación de Pintores y Escultores, fue Jurado de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1924.

En 1929, entró a formar parte de la Junta Directiva de la AEPE.

En 1930 fue elegido Presidente de la AEPE, permaneciendo en el cargo hasta enero de 1936.

En 1932 formó parte del Comité para estudio de los reglamentos para una Federación de Artistas.

Representó a la Asociación en la Comisión para la Ley de Propiedad Intelectual en 1934.

También formó parte del Comité Ejecutivo para el II Congreso Nacional de Bellas Artes de 1945.

Socio de Honor en el Salón de Otoño de 1922.

Fue Jurado en los Salones de Otoño de 1923, 1930 y 1934.

Participó en los siguientes Salones de Otoño:

III Salón de Otoño de 1922:

562.- Retrato, óleo, 1,17 x 1,20

563.- Retrato, óleo, 1,20 x 1,05

IX Salón de Otoño de 1929

326.- María Aurelia, óleo, 1,40 x 1,15

X Salón de Otoño de 1930

172.- Natalia, óleo, 1,30 x 1,00

XI Salón de Otoño de 1931

55.- Gitana, óleo, 1,31 x 1,17

XII Salón de Otoño de 1932

24.- Candor, óleo, 0,90 x 0,75

XIII Salón de Otoño de 1933

30.- Estudio, óleo

31.- La roja, óleo

XVIII Salón de Otoño de 1944

122.- Aprendiz de pintor, óleo

XX Salón de Otoño de 1946

19.- Estudio, óleo

XXXIX Salón de Otoño de 1968

Retrato del Cardenal Herrera Oria

Desnudo

Figura

 

Aquí dejamos una muestra de algunos de sus característicos retratos

 

 

 

María Luisa García Sáinz Gragedo (o de Grageda)

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

 

Mª Luisa García Sáinz Gragedo (o de Grageda)

GARCIA SAINZ, Mª Luisa  P.Ad               1920                              MADRID

Mª Luisa García Sáinz en 1930, Estampa

 

María Luisa García Sáinz Gragedo, o de Grageda nació en Madrid en el año 1900.

Se formó en la Escuela del Hogar y Profesional de la Mujer, donde obtuvo un Certificado de aptitud en las Artes decorativas, especialidad pintura, con la calificación de sobresaliente y premio extraordinario en todas las materias.

Se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios, donde obtuvo excelentes resultados en la asignatura de Dibujo (sobresaliente).

También estudió Francés e Inglés en la Escuela Central de Idiomas, obteniendo los correspondientes certificados.

A la Exposición libre de Bellos Oficios del Círculo de Bellas Artes de 1919, envió algunos trabajos.

Aunque no tenía una carrera universitaria, el 18 de marzo de 1919 fue seleccionada por el director del Colegio Nacional de Ciegos, el socio de la AEPE Jacinto Alcántara, para trabajar como auxiliar gratuito de las clases de Dibujo, cargo que ocuparía hasta el 30 de junio de 1922.

Participó en la Exposición Nacional de Arte Decorativo de 1920, recogiendo la prensa que …. “y el envío de trabajos en asta y cuero de la señorita María Luisa García y Sáinz, donde encontramos las huellas profundas de aquel gran espíritu que se llamó Aurora Gutiérrez Larraya, la digna del título de maestra, la que iba renovando con su arte propio las artes cursis de las señoritas españolas, la que había de ser una de las figuras más grandes de nuestro renacimiento artístico, y que la muerte nos ha arrebatado”.

 

Dibujos a carboncillo

 

En la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1920, en la que aparece inscrita con domicilio en Madrid, en la Cuesta de Santo Domingo, 7,  obtuvo la Medalla de Tercera clase en la sección de Arte Decorativo, por su trabajo “Cubierta de cuero”.

Estuvo también presente en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1922.

Discípula de los socios Luis García Sampedro y de Aurora Gutiérrez Larraya, de la que presentaría claras influencias en sus trabajos.

María Luisa era profesora interina de Dibujo Modelado y Trabajos artísticos del Colegio Nacional de Sordomudos, pero en 1924 fue cesada de su puesto, al haber sido suprimida su plaza en los Presupuestos generales del Estado.

Hasta el 1 de julio de 1924 ejerció como profesora interina de Dibujo, Modelado y Trabajos Artísticos, un cargo que sucesivamente volvería a ocupar desde 1926 hasta 1929, momento en el cual ganó las oposiciones y pasó a ocupar la plaza de profesora numeraria de Dibujo y Modelado, hasta 1936, bajo la dirección de Gregorio Hernández de la Herrera.

Compaginaba la docencia en el Instituto-Escuela con su plaza de maestra de la Escuela de Artes y Oficios, y con las clases en el Colegio Nacional de Ciegos.

Fotografía aparecida en El Heraldo de Madrid, 1934

 

A la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1930 llevó distintos trabajos que merecieron reseñas en algunos medios, como la que hizo Estampa, en la que decía que …”Parece que estos trabajos de paciencia, de habilidad, de filigrana… son propios de la naturaleza femenina. Lo demuestra ampliamente María Luisa García Sáinz, que ha llevado a la Exposición preciosos trabajos sobre cuero y sobre marfil: arquetas, tapas de libro, carpetas, medallas”…

Pero también se leía …”y María Luisa García Sáinz, dos muy estimables marfiles”.

Y …”Se puede afirmar que los cueros repujados y labrados de Martín de la Arena, … ¡ los de Lapayese… y eso que no pueden olvidarse los de Daniel García, los de Palmer, los de Matilde Calvo Rodero y los de María Luisa García Sáinz”.

En la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1932 logró la Tercera Medalla con batiks y cueros, telas y repujados.

En 1932 era profesora numeraria de dibujo y modelado de ciegos con “obligación de actuar en Sordomudos”, en el Instituto Nacional de Sordomudos y Ciegos de Madrid, donde se describía que era “uno de los más firmes puntales del Instituto por su competencia en esta especialidad”.

La Esfera, 1920. Cubierta de libro en cuero

 

En 1934 la encontramos dando clases también en la Escuela Central de la calle de La Palma, que dirigía nuestro socio Marcealiano Santamaría, y en la prensa se podía leer ….”María Luisa García Sainz es una encantadora señorita que da clase batik. Batik es ese trabajo de pintura sobre la tela. También da clases de repujado de cueros y de esmaltes. Su taller es quizá el más vistoso y alegre de todos. Lo componen unas cincuenta alumnas y algún alumno. El entusiasmo de las muchachas es contagioso. Es un verdadero espectáculo liberal y confortador verlas trabajar cuidadosamente. El matiz señoril de todas ellas no excluye el sentido esforzado que dan al trabajo. Trabajo duro y fino, a base de anilina en lo material y paciencia en lo moral. Alguna de ellas, joven de unos diecisiete años se me figura una gran artista. Tiene su obra un tono de innovación que no sé si pertenece a ella o a la profesora. Pero a mí se me figura una gran artista. Luego, la mujer cuando trabaja se azara menos que el hombre si la miran. Es como un orgullo despechado”…

En 1935 presenta obra al Concurso Nacional de Arte Decorativo, logrando un premio de 2.000 pesetas, a propuesta del Jurado.

Ese mismo año ya formaba parte de tribunales para concursos y oposiciones.

Con el inicio de la guerra civil, el Colegio Nacional de Sordos abandonó la ciudad de Madrid, trasladándose a Onteniente, en Valencia, con algunos de sus profesores, entre los que se encontraba María Luisa.

Allí intentaron reanudar su actividad docente, instalados en el Balneario de la Salud, donde permanecieron toda la contienda, impartiendo clases de pintura y modelado, historia, geografía, literatura y de forma especial, música.

En 1939 el Colegio y sus alumnos y profesores, regresaron a Madrid.

Dibujos a carboncillo

 

María Luisa continuó su labor como docente. De esta forma, en 1943 fue designada como miembro de la Sección de Enseñanzas Profesionales de la Mujer, que asesoraba al Ministerio de Educación en cuanto al perfeccionamiento profesional de la mujer, fomento de las artes y oficios… como Profesora de la Escuela de Artes y Oficios de Madrid.

En 1944 maestra del Taller de Cueros Artísticos en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba.

En 1947 se publicaba su nombramiento como maestra del Taller de Labores en Cuero del Instituto de Enseñanzas Profesionales de la Mujer, para lo que fue agregada a su vez en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid.

En 1952 encontramos a la artista en Córdoba, ejerciendo su labor como Maestra de Taller de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de aquella ciudad, en el año en el que pidió una excedencia voluntaria por un año.

A partir de esa fecha, perdemos su pista, aunque sí podemos confirmar que falleció en Madrid, el 8 de enero de 1987.

Dibujos a carboncillo

 

María Luisa García Sáinz Gragedo y la AEPE

A pesar de ser socia, no se presentó a ninguna convocatoria.

Dibujos a carboncillo

 

Recordando… Un retrato de Gabriel Morcillo… y la Biblia en verso, de Carulla

Obras, artistas, socios, pequeñas historias…

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Un retrato de Gabriel Morcillo…

y la Biblia en verso, de Carulla

 

Retrato de José María Carulla, de Gabriel Morcillo, del Museo de Bellas Artes de Granada

La estampa de Carulla era muy popular en la ciudad de Granada. Llevaba un largo gabán,

cuello de piel y esclavina en la que ocultaba el inseparable paraguas. Así es como lo retrató

Gabriel Morcillo en un retrato nada inocente, ya que los estudiosos del artista han señalado

repetidamente las semejanzas de este, con el que Velázquez hizo de la figura del bufón Menipo

 

Investigando siempre sobre los socios de la Asociación Española de Pintores y Escultores, enlacé dos historias curiosas que hoy comparto en esta Gaceta de Bellas Artes.

Por un lado, la historia del socio Gabriel Morcillo Raya, maravilloso retratista granadino. Por otra, la del abogado y escritor José María Carulla, a quien todos conocemos sin saberlo, ya que fue el autor de la famosa “Biblia en verso”, dicho y expresión que se ha usado como equivalente a todo aquello que por su desprolijidad y confusión, resulta difícil de digerir y es además, una gran inutilidad.

Todo ello, a raíz de la contemplación de la obra “José María Carulla”, retrato de Gabriel Morcillo que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Granada. Un retrato de 1,92 x 1,32 cms. que pese a no ser una de las pinturas más representativas del estilo colorista y nítido del pintor, es absolutamente descriptivo del ambiente y personalidad del retratado.

La obra, muy bien tratada y muy bien compuesta, de largas pinceladas que no terminan de definirse, sí tiene la cabeza y las manos perfectamente detalladas.

Morcillo ni hacía bocetos previos ni dibujaba los cuadros. Los metía en color desde el principio y en los retratos, lejos de comenzar por el encaje de la silueta, para dentro de ella abultar masas, comenzaba por una parte del rostro, por lo general un ojo, y tomándolo como módulo proporcionaba el resto de las facciones, sistema extraño e imposible para quien no tenga el dominio del dibujo que él poseía.

El retrato es un estudio psicológico ejemplarmente ejecutado, con un paisaje de Granada al fondo,  protagonista también y parte fundamental del estudio del personaje.

Veamos entonces, quién fue el tal Carulla…

 

José María Carulla y Estrada

 

José María Carulla y Estrada nació el 18 de octubre de 1839 en Igualada, Barcelona.

Los primeros estudios los realizó en Manresa, y a su término, su padre, profesor de primera enseñanza, lo envió a Zaragoza a cursar la segunda enseñanza.

Allí cursó también las carreras de Derecho civil y canónico y Filosofía y Letras, colaborando en la publicación del semanario El Torneo.

En Madrid estudia Teología, que alterna con la enseñanza privada, la carrera de Administración y ejerciendo la abogacía, colaborando además con periódicos como el carlista “La Esperanza” y en algunos otros tradicionalistas de España, Portugal y Sudamérica, siendo además el encargado de redactar la “Crónica Político-Religiosa” para la revista “La Ciudad de Dios”.

En 1868, su afección a la causa papal le llevará a alistarse en el cuerpo de “Zuevos Pontificios”, creados para la defensa de los Estados Pontificios en su lucha contra Garibaldi, cuando este invadió Roma. Los zuavos fueron católicos solteros voluntarios, fundamentalmente, dispuestos a ayudar al Papa Pío IX frente al proceso de reunificación italiano. El grueso de los voluntarios fue alemán, francés y belga, pero no faltaron romanos, canadienses, españoles, irlandeses e incluso ingleses. Pero Pío IX lo hizo desistir de alistarse como zuavo y él así lo hizo “por complacer a su santidad”.

Ya en España, actuó como auditor de guerra del jefe de la tercera guerra carlista, Rafael Tristany, y en 1874, ya en Madrid, fundó la revista “La Civilización”, de la que publicó setenta tomos, aunque también trabajó como profesor académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, de la Academia de los Arcades y Quirites de Roma y de otras varias extranjeras a las que pertenecía.

Abogado de profesión, fue miembro de los Colegios de Abogados de Madrid y Granada y Bachiller de Teología.

Servidor del papa Pío IX, por su defensa de los principios católicos se le distinguió con la Gran Cruz “Pro Ecclesia et Pontifice”.

Su obra escrita es enorme, vasta, ya que él mismo calculó en 1908 que había publicado más de 250 tomos en verso y prosa, entre originales y traducciones.

Traducciones: Divina Comedia; Obras del catalán Federico Soler; La Atlántida, La Leyenda de Montserrat y Los idilios y cantos místicos de Jacinto Verdaguer; Alberto Ulloa, novela; Biografía de D. Pedro de la Hoz

Roma en el centenar de San Pedro; Biografía del Señor D. Fr. Joaquín Lluch y Garriga; Los hipócritas; La mujer rica, comedia.

Falleció en Granada el 5 de febrero de 1919.

José María Carulla era un místico puro, lleno de candor, que vivía en la Ermita de la Misericordia, en la Plaza de los Lobos de Granada y tenía un hermano que era Capellán Real. Era un buen hombre, católico, poseedor de una vasta cultura, autor prolífico, pese a lo cual vivió siempre con apuros económicos hasta el punto de verse obligado a ofrecer sus versos en pago de aquellas viandas más imprescindibles para su subsistencia. Es decir que hacía versos por encargo y a este propósito se cuenta de él, una anécdota deliciosa:
Habitaba en Granada, otro catalán, de nombre Barrenechea o Barrachina quién tuvo la peregrina idea de «concebir una hija santa» y para preservar del acto carnal el inevitable eco lascivo, incompatible con la »santidad de sus propósitos», apeló al ingenio de Carulla, quien le entregó la siguiente cuarteta dedicada a tranquilizar los escrúpulos de su sufrida esposa:

 “Voy a estar contigo

como los pies del Señor

uno encima del otro

y un clavo entre los dos”

La estampa de Carulla era muy popular en la ciudad de Granada. Llevaba un largo gabán, cuello de piel y esclavina en la que ocultaba el inseparable paraguas. Así es como lo retrató Gabriel Morcillo en un retrato nada inocente, ya que los estudiosos del artista han señalado repetidamente las semejanzas de este, con el que Velázquez hizo de la figura del bufón Menipo.

La prensa de la época encontró una gran chanza en sus rimas, con críticas como la que realizó El Siglo futuro en enero de 1887, de la que destacamos:

…»Nunca hizo más que rabiar con nosotros; jamás nosotros hicimos más que reírnos de sus rabietas, porque ellas son muy graciosas y porque nosotros somos muy tentados de la risa; y el muy presumido se da ahora tono diciendo que nosotros le tenemos odio y mala voluntad…y que estamos comidos de envidia. Sin duda por sus versos anti-bíblicos…Pues bien: se le ha metido a Carulla en la sesera que todo el mundo se burla de sus atentados poéticos… lo cual no es verdad; porque ellos se bastan para hacer reír a un muerto sin que nadie les ponga cascabeles… y el grandísimo Carulla nos amenaza en la página 119 con hacernos leer dentro de pocos meses su traducción en verso de la Biblia… toda entera, de una vez, corregida y aumentada ¡y con las notas correspondientes que ahora está escribiendo el inhumano!¡Eso es una barbaridad!¡Ese hombre no tiene entrañas!¡Ese Carulla nos quiere asesinar con premeditación, alevosía y ensañamiento!… Entre tanto, visto que no puede asaetearnos, se entretiene el cruel en asonetearnos vivos, y en desear y pedir, como si sus sonetos fuesen poco tormento, que carguen con nosotros los diablos. Ahora le da por ahí. En cuanto alguien se le pone delante, le atiza un soneto y le da pasaporte para los infiernos»….

 

La Biblia en verso

Carulla dedicó 40 años de su vida a desmontar la Biblia, versículo a versículo y a recomponerla en rimas populares que eran recibidas por el pueblo como verdaderas chanzas.

El manuscrito consta de unas 6.000 cuartillas escritas de su puño y letra y a pesar de constar de borradores y copia final, la obra no está completa, ya que del Nuevo Testamento sólo existe el Evangelio de San Mateo.

Todo el material se encuentra en la Biblioteca de la Abadía del Sacromonte de Granada, a la que vendió su biblia rimada por la cantidad de 400 pesetas de las de 1917, y cuya donación de material se verificó el 25 de febrero de 1917.

Pese a lo colosal del proyecto, que consta de 270.000 versos, nadie hizo mucho caso al trabajo, del que sólo llegó a publicar algunos libros breves del Antiguo Testamento en su propia revista “La Civilización”.

Sí fueron por el contrario muy frecuentes, las lecturas privadas de la Biblia en Verso, con las que intentaba aliviar además sus penurias económicas, recitales que tenían lugar en la Iglesia de San Justo y Pastor, anunciados sobre todo cuando alguna calamidad pública amenazaba a la ciudad.

Estas representaciones se efectuaban con frecuente presencia de alborotadores o reventadores, dispuestos a gritar y armar jarana a las primeras de cambio, por lo que estos actos solían acabar «como el rosario de la aurora».
Uno de los muchos asistentes describía así al autor y su obra:

“Con este motivo se han congregado en su despacho muchas damas y caballeros de la buena sociedad de Granada, algunos literatos, algunos periodistas. Carulla, un vejete encorvado y seco, de rostro afeitado y huesudo, de mirada melancólica y tímida, atiende cortésmente a los reunidos. Les saluda, les invita a tomar asiento, les habla unos instantes. Luego, cuando todos se han acomodado, cuando el silencio se ha hecho, Carulla lee. De su boca van saliendo pausadamente los absurdos y pintorescos disparates con que ha ilustrado el Libro de los Sabios: son unos versos incomprensibles y caóticos, más cerca de lo tragicómico que de lo sublime; unos versos sin cuerpo y sin alma, sin forma y sin fondo, que a veces, por una lamentable casualidad, hieren la cuerda sentimental del regocijo. El demonio gentil de la risa tienta un momento a los oyentes».

Es de suponer que la intención de Carulla al escribir esta obra fuera la de simplificar la lectura de la Biblia, para atraer así al pueblo a su doctrina. El autor no vacila en incluir los nombres de lugares y de personas en hebreo, y una vez transcritos a versos endecasilábicos al castellano, el resultado es poéticamente trivial, si bien en su conjunto, la obra no puede ser condenada como el disparate de un abogado aficionado de la literatura.

Desafortunadamente, la ardua tarea de versificar tan magna obra fue mucho más dura para él, que evidentemente no había sido favorecido por Dios en el reparto de talentos, particularmente en el arte de la poesía. De esta forma, la Biblia en Verso terminó por ser un fárrago inaudito de rispideces que durante mucho tiempo fue motivo de broma en todos los cenáculos literarios y tanto fue así, que desde entonces, el dicho la Biblia en verso se usó como equivalente de todo aquello que, por su desprolijidad y confusión, resulta difícil de digerir.

Quiso Carulla presentar su Biblia al Papa, viajando con penosidad y esfuerzo en ferrocarril hasta Roma, acompañado del manuscrito de su libro que pesaba ya 25 kilos. Como no tenía maletas suficientes ni dinero para pagar un maletero, llegó a la Plaza de San Pedro portando sus legajos en una carretilla de albañil, como él mismo se encargó de versificar:

Carulla entró en el Vaticano

Con su Biblia en un carrillo de mano

La audiencia no tuvo lugar porque su leyenda de hombre insólito se le adelantó y el pontífice no llegó a recibirle. Para el místico Carulla fue una afrenta dolorosa. El vate no comprendía el cachondeo público y en 1907 le contaba a Tejera, del semanario Nuevo Mundo que, si hubiera firmado con el seudónimo de D. Licónide Abidense, que le impusieron al ingresar en la Academia Romana de la Arcadia, tal vez, su obra se hubiera salvado. «¿Qué tiene de particular –protestaba para defender asimismo los ripios de sus obras teatrales- que en una comedia de costumbres aparezca un alcalde de barrio que se llame Juan Larrio?»

Y ahora, vamos a disfrutar con algunos ejemplos de los ripios de la Biblia en verso:

En principio esto era el caos

No había ni aún empleaos.

Y Dios sacó de la nada

La tierra confeccionada.

Formó la luna y el sol

En territorio español…

Crió el trigo y el centeno

y la paja y la cebada

y vio que todo era bueno

y que no era malo nada.

Diestro se hizo en la caza

el primero, y cuidaba las haciendas

con excelente traza;

vivió Jacob en tiendas

y evitaba sencillo las contiendas.

Jeroboam potente

engendró a Eliecer alegremente

Con traje de tertulia

salió Judith del pueblo de Betulia

Cristo entró en Jerusalén en un momento

porque en vez de pie usó un jumento.

Tres eran tres las tres Marías

todas hermosas y todas muy pías.

En Canaá no hay que beber y el agua

se vuelve fino jerez.

Todo aquel inclemente

que ojeriza tomara aborrecible

a su hermano excelente

merecerá insufrible

que le condene el juez a pena horrible.

De las vírgenes fueron

necias cinco, prudentes

las otras cinco, aquellas displicentes.

Nuestro Señor Jesucristo nació en un pesebre

¡donde menos se piensa salta la liebre!

 

Y entonces Cristo se fue

A la ciudad de Betulia,

Como quien se va a un café,

O a una tertulia.

 

Le coronaron de espinas,

Y a poco le dejan tuerto…

¡Pedazos de hijos de puta!

¿No es “pa” cagarse en sus muertos?

 

Gabriel Morcillo Raya

MORCILLO RAYA, Gabriel               P.E.  1920    09.set.1888 GRANADA                       GRANADA                       22.dic.1973

 

 

Gabriel Morcillo Raya nació en Granada, el 18 de febrero de 1887.

Desde niño sintió inclinación por el arte, siendo su tía Paquita Raya quien inicia su formación en el taller de bordado que regentaba.

El director del periódico, el Defensor de Granada, Luis Seco de Lucena, se da cuenta de la capacidad que este niño tiene, para dibujar, para pintar, y la falta de medios que había en su familia, de condición modesta, y lo anima para que se matricule  en la Escuela de Artes y Oficios de Granada, donde tiene como maestros a maestros Miguel Vico Hernández y José de Larrocha González.

Animado por sus progresos, en 1907 se traslada a Madrid, entrando en el taller del Socio Fundador de la AEPE, Cecilio Pla.

La difícil situación económica de la familia no hacen posible que se alargue su estancia en la capital, y debe volver a Granada.

Gabriel Morcillo en 1913

 

En 1910 la Real Academia de Bellas Artes de Granada organizó una exposición donde consiguió el Primer Premio, que fue decisivo para que la Diputación Provincial de Granada le concediera una beca de estudios que le permitirá regresar a Madrid, al taller de Cecilio Pla, donde continuará su formación hasta 1914, dedicándose además a realizar copias de obras de Goya y Velázquez en el Museo del Prado.

A la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1912 presentó obra, logrando una Mención de Honor.

A partir de entonces, Morcillo comenzó a afianzar su prestigio como artista, al realizar durante tres años consecutivos el cartel anunciador del Corpus granadino.

En 1916 consiguió por oposición una pensión para ir a Roma, que finalmente rechazó. Renuncia que es interpretada por algunos autores como el desencadenante de su aislamiento, convirtiéndose en un pintor local de gran prestigio e influencia que llegó a crear escuela. En esos años, irrumpió con gran fuerza el orientalismo animado por la literatura y la música del momento.

 

Gabriel Morcillo pintando del natural en el estudio del Socio Fundador de la AEPE, Cecilio Pla

El artista con su mujer y su hija en su carmen granadino

 

Gabriel Morcillo, influido hasta entonces por pintores como Rodríguez Acosta o López Mezquita, iba a profundizar ahora en una temática profusamente decorativa en la que destacan jóvenes muchachos dentro de unas cuidadas composiciones con ricas telas, bodegones o guirnaldas de flores y frutas donde resulta fácil reconocer a sus modelos masculinos en diferentes obras. Este sensualismo orientalista será el rasgo estilístico que más defina al pintor.

En 1922 fue designado director de la Residencia de Pintores de la Alhambra.

En 1923 Gabriel Morcillo se casa con Encarnación Esteban. Fruto de la unión nace la única hija del matrimonio: María Isabel.

En 1927 logró por oposición, una plaza de profesor de Pintura Decorativa y Figura del Natural en la Escuela de Artes y Oficios de Granada, donde ya ejercía como interino desde 1922, y de la que llegaría a ser su director.

Fueron numerosos los alumnos que recibieron las influencias de su doctrina academicista, aunque tampoco faltaron las críticas a su estilo, como la que publicaron en 1928 en la revista de los hermanos Federico y Francisco García Lorca, Gallo, donde se animaba a los discípulos del pintor granadino a abandonar sus enseñanzas.

 

Ese rechazo estilístico se puso de manifiesto en dos de sus alumnos, los también granadinos Manuel Rivera y José Guerrero. Este último decidió abandonar en 1934 la Escuela tras un enfrentamiento con Morcillo. Años más tarde, Rivera y Guerrero se convertirán en dos figuras fundamentales del informalismo español.

Alumnos suyos fueron también Suárez Peregrín, Manuel Maldonado, Aureliano del Castillo, Miguel Pérez Aguilera, Antonio García Carrillo, Rafael Revelles o Fernando González…

Académico numerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la Real Academia de Bellas Artes de Nuestra Señora de las Angustias de Granada y de la de San Telmo de Málaga.

En 1944 realizó su primera gran exposición en la Casa de los Tiros de Granada, a la que siguieron otras de la Sociedad Económica de Amigos del País de Málaga, en 1951.


El artista en su carmen,  Nta. Sra. del Rosario, casa y estudio 1949

 

Entre 1955 y 1960 viajó viajaba continuamente a Madrid para pintar retratos de personajes de la alta burguesía madrileña.

En su última etapa, sus lienzos de gran tamaño se redujeron y adoptaron colores suaves, destacando una serie de bodegones donde el azul cobra una especial importancia.

A lo largo de su vida, su obra fue exhibida tanto en España como en el extranjero. Tal es el caso de la exposición Arte Español Contemporáneo que se celebró en Berlín en 1942, donde se exhibían obras de Zuloaga y Morcillo, entre otros. Allí presentó un lienzo titulado El pecado, que el mariscal Goebbels adquirió para su colección de arte.

Nunca salió de España pero curiosamente el éxito le llegó a través de sus exposiciones internacionales. Su obra, en cambio, sí que cruzó Europa, e incluso el Atlántico. Las muestras organizadas en Nueva York y Buenos Aires cuando aún vivía le reportaron reconocimiento internacional, lo mismo que su participación en la Bienal de Venecia de 1928.

En 1972, un año antes de su fallecimiento, en el Hospital Real de Granada se celebró una exposición retrospectiva de homenaje, donde se reunieron un gran número de sus obras.

Falleció en Granada, el 22 de diciembre de 1973.

En 1987, en la Caja Provincial de Ahorros de Granada se llevó a cabo la exposición póstuma Gabriel Morcillo: hacia Oriente y en 2007, también en Granada, se celebró la muestra Gabriel Morcillo y sus discípulos.

Entre diciembre de 2017 y abril de 2018, la Fundación CajaGranada realizó una exposición titulada Gabriel Morcillo, en la que se exhibían  medio centenar de piezas del artista.

Condecorado con la Medalla de Plata de la Cruz Roja, es además Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio (1951), e Hijo Adoptivo del municipio granadino de Quéntar.

Su obra está presente en colecciones privadas y públicas donde sobresalen las colecciones de la Casa Real Española, Rodríguez Acosta, Banco de España o el Museo de Bellas Artes de Granada.

Al Museo del Prado pertenece la obra El poeta José María Carulla / Vida errante, óleo sobre lienzo, 192 x 132 cm, actualmente en depósito en el Museo de Bellas Artes de Granada, adscrito al MNCARS) [P6564]

Inaugurada en el 2019, hasta el mes de abril de 2025, se puede ver una exposición permanente de sus obras en el Palacio de Quinta Alegre de Granada.

 

 

Manuel Benítez, alumno que fue del artista, lo describe de la siguiente forma …” De buena presencia, tez morena, cabello ligeramente rizado, bigote recortado, negro como la noche, como si estuviese recién tintado, temperamento tranquilo, de habla casi imperceptible, como la suavidad de la corriente de las aguas de un río  en plena quietud, como si los pinceles que portaba en sus manos acariciando el rostro del personaje que pintaba, estuvieran conversando a través de su boca, observador, mirada relajada como el que intenta descubrir, en un abrir y cerrar de ojos, quien  es su interlocutor, respetable y muy respetado por todos sus alumnos que admiran al maestro y están atentos a todas sus indicaciones y advertencias”.

Era muy buen lector le gustaba mucho la literatura, leía bastante, éste sería el motivo donde encontraría los argumentos para  la creación de sus temas, porque apenas si le gustaba viajar, y parece que no salió de España nunca.

Su obra ha sido difícil de ordenar porque tenía muchos lienzos sin fechar, otros sin firmar, en algunos lo hacía en otros los dejaba sin estos requisitos, lienzos muy aprovechados en los que por detrás se podía encontrar otra cosa, era muy peculiar a la hora de trabajar, lo hacía de una forma muy anárquica.

Morcillo fue una persona tan humilde que su extraordinaria labor, no se atrevía a mostrarla, ya que en más de una ocasión puso de manifiesto su lema  era,” pinto solo para mí, con todas sus consecuencias de gozo o de dolor”.

Morcillo le gustaba hacer uso de la dificilísima  luz plana, es decir sin apenas contrastes fundiendo el arte y la vida.

En el periódico Ideal del 4 de noviembre de 2015 aparece un recordatorio de cuando Juan Bustos publicó el 10 de febrero de 2002 un artículo denunciando el derribo del precioso carmen catalogado de Nuestra Señora del Rosario que se encontraba entre las calles Plegadero Alto 12 y Cuesta del Realejo 42. Este Carmen perteneció al pintor Gabriel Morcillo. Lo compró cuando era un huerto y en él construyó un carmen de tres plantas instalando en la tercera su estudio. Allí recibió a la mayoría de los personajes que en esa época pasaron por Granada.

La hija del pintor, Isabel Morcillo, ofreció el carmen al ayuntamiento para hacer en él un museo de pintores contemporáneos a Morcillo, pero al no obtener respuesta y siendo que ella no lo podía mantener lo vendió a un particular con la promesa de conservarlo, pero dicha promesa no se cumplió y el carmen desapareció construyéndose en su lugar otro para ser destinado a hotel, el carmen de los Favores.

 

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes de la AEPE: Emilio Romero Barrero

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes

de la Asociación Española de Pintores y Escultores

La Gaceta de Bellas Artes: 1930

Como veíamos en anteriores números, la Gaceta de Bellas Artes estaba regida por un comité de redacción en el que figuraba el secretario, y en el que Roberto Fernández Balbuena ejercía de director, figurando también en dicho comité José Subirá, redactor de temas musicales, y Enrique Estévez Ortega.

En el número de julio del año 2021 ya abordamos la biografía de Roberto Fernández Balbuena, y en los pasados meses de mayo y junio, las de José Subirá y Enrique Estévez Ortega.

La Gaceta de Bellas Artes dio un profundo cambio adaptándose al estilo de otras revistas ilustradas de la época, teniendo a partir del mes de mayo de 1931, periodicidad mensual. Hubo un intento de crear una nueva revista cuya dirección y comité de redacción suscribía la directiva, a las órdenes de su presidente, Julio Moisés y Enrique Estévez Ortega como redactor jefe.

En 1930 el comité de redacción estaba integrado por:

     Antonio Ortiz Echagüe, en aquellos momentos el Presidente de la AEPE,

     Jesús María Perdigón, de quien dimos cuenta ya en esta misma Gaceta de Bellas Artes en el mes de marzo pasado,

     Ángel Vegué Goldoni, a quien conocimos en la Gaceta de abril,

     Ramón Pulido, cuya biografía publicamos el mes de junio de 2022,

     Ricardo Baroja, que ocupó las páginas de la Gaceta de julio de 2023,

     Francisco Esteve Botey, de quien ya tratamos en noviembre de 2020,

     Roberto Fernández Balbuena, cuya biografía abordamos en la sección de las Medallas de la AEPE,

     José Subirá, que descubrimos el pasado mes de mayo de 2023 y

     Pedro García Camio, Secretario de la AEPE, a quien tratamos en la Gaceta de diciembre de 2022, y Emilio Romero Barrero, protagonista de este mes.

 

Emilio Romero Barrero

 

ROMERO BARRERO, Emilio        P       1928       oct.1895     S. FERNANDO      MADRID         1965

 

Socio de Mérito

Socio de Honor

Secretario de la AEPE

 

Emilio Romero Barrero en la Gaceta de Bellas Artes, 1955

 

Emilio Romero Barrero nació en octubre de 1890, en San Fernando, Cádiz.

Hijo del arquitecto gaditano José Romero Barrero, profesor numerario interino de la Escuela Superior de Artes e Industria y Bellas Artes de Cádiz. Arquitecto provincial en 1908, con domicilio en la calle Cobos, 6. Académico de número de la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias y Artes en 1914, en 1916 logró la plaza de Arquitecto municipal de Cádiz.

Describían a su padre como un hombre de singular afabilidad y exquisito trato social, caballeroso culto, querido y respetado por sus prestigios personales. Siempre dio pruebas de su capacidad profesional y de su nada vulgar temperamento, revelando su valioso caudal de conocimientos de arte y ciencia arquitectónico. De agradable y correcto trato personal, miembro de la alta sociedad gaditana, sus trabajos particulares y profesionales hicieron que alcanzara un prestigio personal envidiable.

En este ambiente culto y propenso a las ciencias y las bellas artes, Emilio, que tenía una hermana llamada Concepción, se decantó por la carrera de medicina, que ejerció y compaginó con la pintura toda su vida.

En 1916 realizó la tesis doctoral que versó sobre “El pneumotorax artificial en el tratamiento de la tuberculosis pulmonar” y que leyó en la Universidad Complutense de Madrid.

En 1917 en Cádiz, el doctor Emilio Romero Barrero ofrecía al Ayuntamiento gaditano su Gabinete antirrábico, donde “sin necesidad de trasladarse a otra capital, pueden obtener su curación los individuos pobres mordidos por perros, cuyas curaciones satisface el municipio”.

A lo largo del año 1918, El correo de Cádiz publicaba un anuncio en el que el Dr. Emilio Romero Barrero, atendía la “Vacunación antirrábica, por el método supraintensivo, y Enfermedades del aparato respiratorio, San Pedro, 16, de 3 a 5. Cádiz”.

Anuncio de El correo de Cádiz del año  1918

 

Simultáneamente, de 1919 a 1923 realizó estudios de escultura en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Cádiz.

En 1920 era ayudante de Cátedra de la Facultad de Medicina en Cádiz.

En 1923 se traslada a vivir definitivamente a Madrid, instalándose como médico y ejerciendo su carrera profesional a lo largo de su vida, en el Hospital Central de la Cruz Roja y en el Instituto Español de Hematología y Hemoterapia.

En Madrid estudió también pintura con los socios de la AEPE Federico Godoy de Castro, Socio Fundador de la AEPE, gaditano como él y repetidamente laureado, más tarde con Julio Romero de Torres y finalmente con el que fuera Presidente de la AEPE, Julio Moisés.

Además, llegó a ser profesor auxiliar en la Escuela de Artes de Madrid.

Casado en 1917 con Elena González de Peredo, el matrimonio tuvo tres hijos: Emilio, Carlos y Alfonso, y residían en la calle Recoletos, 10, y más tarde en la calle Narváez, 11, donde mantenía una consulta médica privada.

Araceli, del X Salón de Otoño

Bodegón, del XXIV Salón de Otoño

 

En 1927 participó en el II Salón de Médicos Artistas celebrado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde destacó con sus obras, así como en la edición de aquel año del Salón de Otoño.

Para el homenaje al Ministro de Marina, que tuvo lugar en 1928, y en el que se le entrega un álbum en cuero repujado obra de Ramón Martín de la Arena, realizó unas “hojas tan bellamente iluminadas con preciosas miniaturas alegóricas”, como recogía la prensa del momento, “debidas al pincel del inspirado artista Emilio Romero Barrero”.

Maximina

Paquita, del XII Salón de Otoñoc

La margarita, del XVIII Salón de Otoño

Muchacha con jarra, del XXII Salón de Otoño

 

Para 1930 ya era reconocido como un excelente pintor, recogiendo la Crónica de Arte del X Salón de Otoño, firmada por Luis León Domínguez, que  …“Emilio Romero Barrero, tres notabilísimos óleos: una figura de mujer, Araceli, y dos bodegones, magistralmente interpretados”, publicándose además una fotografía de uno de sus bodegones.

Fotos de sus obras aparecen a partir de entonces en algunos medios, con motivo de su participación en el Salón de Otoño y en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1932… donde se destaca que “Emilio Romero Barrero interpreta muy bien los tipos de sus dos obras Una gallega y Carmen”.

Josefina, ABC, 1933

 

En 1932, la Revista hispanoamericana de ciencias, letras y artes publica un reportaje del artista, junto a tres fotografías de sus obras, en el que destaca que “Allá por el año 1923 llegó a Madrid un ilustre doctor en Medicina con el bagaje de su ciencia humanitaria y el ideal espiritual de un gran amor y entusiasmo por el Arte de la pintura. Emilio Romero Barrero, a quien aludimos, con los preliminares estudios plásticos iniciados en su patria andaluza, Cádiz, y al lado de Federico Godoy, al llegar a la capital de España empezó a recorrer la áspera senda de la conquista de un nombre artístico simultaneando este deseo con su noble actividad de mitigar el dolor ajeno. Años después, … se vio que aparecía en el movimiento espiritual estético un valor nuevo de indiscutible importancia. A partir de entonces, el nombre del ilustres doctor en Ciencias, … simultanea ambas actividades, y si bien es verdad que en la primera goza de un destacado lugar, en la segunda su prestigio artístico se parangonea en idéntica trayectoria.

Muchos éxitos y laureles ha conquistado el notable pintor andaluz. En Madrid, primero, al lado del llorado Romero de Torres, y posteriormente con el ilustre maestro y gran retratista Julio Moisés, con quien le unía fraternal amistad, ha llegado Romero Barrero a hacer destacar su labor pictórica, consiguiendo por su indiscutible talento situarse en el plano más importante de nuestra dinámica espiritual contemporánea. Este talento indiscutido, la simpatía personal, la actividad incansable del joven artista gaditano, hicieron el que la Asociación de Pintores y Escultores, hallando en justicia en él un elemento de suma importancia para un desarrollo y progreso en la marcha del organismo, lo estime como un insustituible secretario de su directiva, del que por su amor a la profesión y por su interés en el noble deseo de mejoramiento, la entidad va desarrollándose en movimiento de superación.

En cuanto a la característica de la labor pictórica de Romero Barrero… Los lienzos y superficies en donde los problemas se desenvuelven acusan en primer término, una honradez interpretativa poco común en estos tiempos. Los temas, compuestos con gran sencillez y buen gusto, estudiados con la conciencia en la propia estimación, dibujadas sus formas sin escamoteos engañadores y resueltos con un gran cromatismo realista, imprimen a la labor en conjunto de Romero Barrero el carácter de su temperamento equilibrado y al margen de todo prejuicio. Una marcada preferencia se observa también por los motivos femeninos, cualidad que contribuye lógicamente a su mayor simpatía.

Sus figuras de mujer inspiran al observador un sugestivo encanto, por el buen gusto de que se halla dotado el artista que las concibe, y de ahí la belleza integrada en cada una de las obras cuando principalmente la protagonista del cuadro es representada por una efigie femenina. Romero Barrero siente, además, intuitiva inclinación por asuntos de otra especie: bodegones y naturalezas muertas. Estos motivos son plasmados por el notable pintor con singular gallardía. Dotando a los estudios de grandes dimensiones y componiendo los accesorios con sabiduría realista, los elementos que los constituyen se hallan saturados de una gracia peculiar que los hacen excepcionales entre el núcleo de sus similares. Estos motivos tan llenos siempre de dificultades y de cuyo género Romero Barrero es uno de los más destacados maestros pueden, sin hipérbole, calificarse como de bellísimos y en los que, repetimos, la técnica se halla en ellas especifica con superlativa calidad… en un relativo corto espacio de tiempo la firma de Romero Barrero se incorpore a la de los positivos valores de nuestro arte actual… títulos de algunas de sus telas más destacadas.

Gaditana, lienzo representativo de su gentileza de una bella mujer andaluza, admirablemente dibujada y resuelto su colorido con la más plausible sencillez. Naturaleza en silencio, óleo en el cual las calidades de los elementos que lo integran acusan la honradez de un escrupuloso estudio. Carmen, cuya media figura es retrato perfecto de la gentil modelo, resuelto en una gama de tonos claros y armónicos. Madrileña y Rosarillo (este último se exhibe en el actual Salón de Otoño), telas similares en calidad técnica a los anteriores, y… para no ser excesivamente prolijo en citas, señalaremos, finalmente, el bodegón de grandes dimensiones denominado La bombona verde, en el cual, como en otros muchos, el problema difícil y complejo de los diversos valores y calidades e interpretación de los vidrios y cristales se hallan logrados con verdadera maestría y dominio del oficio, y que confirman plenamente las envidiables cualidades del gran artista del que hoy ocupa nuestra atención: el ilustre médico, pintor y secretario Socio de Honor de la Asociación de Pintores y Escultores, Emilio Romero Barrero”. E.N.

Gallega, del XI Salón de Otoño

Bodegón, del X Salón de Otoño

 

Un año muy fructífero el de 1932, ya que en el III Salón de Médicos Artistas celebrado en el Museo de Arte Moderno de Madrid, la prensa vuelve a destacar que  …“En la sección de pintura, la más nutrida y, desde luego, la más dotada de logros laudables, reencontramos, por ejemplo, a Emilio Romero Barrero, con el excelente retrato femenino Carmen, y varios bodegones y naturalezas en silencio de buena calidad y brillantez ya estimadas en Exposiciones del Estado y de la Asociación de Pintores y Escultores”.

En 1933 su logrado reconocimiento artístico le llevó a ser nombrado jurado del XIII Salón de Otoño.

En 1933, y tal y como publica La Libertad, su casa, situada en la calle Narváez, 8, fue “víctima de un robo en el que violentando la puerta de entrada con una palanqueta, se llevaron objetos, alhajas y monedas de oro por un valor total de 6.500 pesetas”.

Presentó obra a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1934, que fue reconocida por la prensa, que destacó que “la figura de mujer de Romero Barrero, llena de garbo y gracia, y en la que el notable pintor no desdeice de la buena escuela de su maestro Julio Moisés”.

Camerino, del XXV Salón de Otoño

Nati, del XI Salón de Otoño

 

En 1935 su obra formaba parte de una exposición de obras de artistas andaluces realizada en el Liceo Andaluz, dirigida y comisariada por José Prados López, en la que participaron otros miembros de la AEPE como Gonzalo Bilbao, Amparo González Figueroa, Vázquez Díaz, Francisco Soria Aedo, López Mezquita, Moreno Carbonero, Julio Moisés, Pedro Antonio, Rafael Botí, Coullaut Valera, Blanco Coris…

En 1945 participó en la Exposición de Bellas Artes celebrada en el Palacio de la Lonja de Palma de Mallorca, organizada por la Asociación de Pintores y Escultores.

En 1950 obtiene la Tercera Medalla en la Exposición de Médicos Pintores celebrada en Elche, y dos años más tarde participa en la Exposición de Médicos Pintores de la Facultad de Medicina de Madrid.

En unas líneas publicadas en el diario Pueblo, él mismo se define como “pintor de figura y retrato”.

Eugenia, del XXV Salón de Otoño

 Bodegón, del X Salón de Otoño

 

Ponente del I Congreso Médico Nacional de la Cruz Roja de 1959, con el título de “Rehabilitación y recuperación de inválidos”.

Condecorado con la Medalla de Plata y la Medalla de Oro de la Cruz Roja Española, Medalla de Oro del Centenario de las Cortes de Cádiz, fue académico correspondiente de las Reales Academias Hispanoamericana de Ciencias y Artes de Cádiz y de la Real Academia de Medicina.

Falleció el 13 de octubre de 1965 en Madrid, a los 75 años.

La bombona verde

Carmen, del XI Salón de Otoño

 

Emilio Romero Barrero y la AEPE

Asociado en 1928, en 1930 fue nombrado médico oficial de la AEPE, ofreciendo sus servicios con tarifas reducidas un 25% a los socios de la entidad.

Cuando en 1929 la AEPE inauguró la Sala de Exposiciones propia, participó en la exposición colectiva organizada a tal efecto.

En 1930 fue Socio de Mérito del Salón de Otoño, logrando un año después, el título de Socio de Honor, que repetiría en 1952, con motivo del XXV Salón de Otoño.

Elegido Secretario de la AEPE el 31 de marzo de 1930, ocupó ese cargo hasta 1934.

En 1933 fue el encargado de leer el manifiesto que sobre la Federación de Artistas presentó la AEPE en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, formando también parte del comité para estudios del Reglamento, creado a tal efecto.

Ese mismo año ejerció de Secretario del jurado del XIII Salón de Otoño.

En 1936 fue elegido Vicesecretario, puesto en el que repitió de 1939 a 1943.

En el Salón de Otoño de 1950 obtuvo la Tercera Medalla de Pintura, logrando la Segunda Medalla en el Salón de 1952 y finalmente la Primera Medalla, en el Salón de 1955.

De él escribió el crítico y Secretario de la AEPE, José Prados López: “Mitad poeta, mitad filósofo, sabe cantar y ocultar sus penas y sus contentos”

Participó en las siguientes ediciones del Salón de Otoño:

VII Salón de Otoño de 1927: 568.- Retrato de la Srta. De Núñez; 569.- Bodegón.

VIII Salón de Otoño de 1928: 230.- Retrato de la Srta. María García, óleo, 1,01 x 0,81.

IX Salón de Otoño de 1929: 167.- Gaditana, óleo, 1,16 x 1,00.

X Salón de Otoño de 1930: 240.- Bodegón, óleo, 0,70 x 0,84; 241.- Bodegón, óleo, 0,71 x 0,92; 242.- Araceli, óleo, 0,80 x 0,69.

XI Salón de Otoño de 1931: 245.- Maximina, óleo, 0,87 x 0,77; 41 bis.- Gallega, óleo, 0,94 x 0,76; 43.- Carmen, óleo, 0,94 x 0,77; 56.- Nati, óleo, 0,53 x 0,46.

XII Salón de Otoño de 1932: 80.- Rosarillo, óleo, 1,08 x 0,88; 84.- Paquita, óleo, 1,08 x 0,88.

XIII Salón de Otoño de 1933: 32.- Josefina, óleo.

XV Salón de Otoño de 1935: 24.- Retrato de D. Santiago Ramón y Cajal, óleo.

XVI Salón de Otoño de 1942: 17.- Reposo, óleo.

XVIII Salón de Otoño de 1944: 84.- La margarita, óleo; 86.- Bodegón, óleo.

XXI Salón de Otoño de 1947: 56.- La niña del gallo, óleo.

XXII Salón de Otoño de 1948: 223.- La guitarra; 86.- Mujer del jarro; 90.- El mantoncillo.

XXIII Salón de Otoño de 1949: 126.- Sole.

XXIV Salón de Otoño de 1950: 20.- Zagala, óleo; 21.- Bodegón, óleo.

XXV Salón de Otoño de 1952: 79.-Camerino, óleo; 80.- Eugenia, óleo; 86.- Amalia, óleo.

XXVI Salón de Otoño de 1954: 77.- Mantilla negra.

XXVII Salón de Otoño de 1955: 87.- Toledana, óleo.

XXIX Salón de Otoño de 1957: 113.- Bodegón, óleo; 114.- Figura, óleo.

XXXV Salón de Otoño de 1964: 172.- Figura, óleo; 173.- Maternidad gitana, óleo.

La guitarra, del XXII Salón de Otoño

Gaditana

Retrato de la Srta. María García, del VIII Salón de Otoño

Fotografía aparecida en el diario Pueblo, 1950

Rosarillo

Zagala, del XXVI Salón de Otoño

El cántaro, del XII Salón de Otoño

Sole, del XXIII Salón de Otoño

Isabel Pastor Bourgon

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

Isabel Pastor Bourgon

PASTOR BOURGON, Isabel          P.E.AD 1928           MADRID           MADRID

Isabel Pastor fotografiada en 1930, Estampa

 

Isabel Pastor Bourgon nació en Madrid, en 1911.

Su hermano Pablo, socio también de la AEPE y artista, se decantó por el grabado y falleció el 28 de noviembre de 1988 en Madrid.

Su vocación por la escultura comenzó casi como un juego. Sus padres tutelaron la formación de los hermanos en casa, teniendo un profesor de dibujo que además era escultor.

Isabel comenzó manejando los lápices, pero viendo a su maestro trabajar en el barro en una cabeza, despertó su vocación, dejando a un lado la pintura, que no la atraía, mientras que modeló una cabeza de niño, copia de una figurilla de su madre, que fue muy bien acogida por el maestro y la familia.

Con toda la ilusión puesta en la escultura, se sucedieron después las figuras, en un camino en el que ella misma declaró, “siguió sin vacilar”.

Camila, obra que presentó al VIII Salón de Otoño

 

Su formación incluyó la musical, reconociendo que “toco el piano pero no le dedico las horas que debería… me consuelo escuchando a Beethoven”…

 

Blando y Negro publicaba en 1922 esta fotografía de la artista

 

En 1920 colaboraba con la revista Voluntad, donde escribía artículos acerca de las labores femeninas, que acompañaba de interesantes fotografías.

En 1922 apareció una fotografía suya en la revista Blanco y Negro, al pie de la cual se leía: “La señorita Isabel Pastor, que a sus encantos femeninos une su gran disposición para las bellas artes”.

En 1927 ya presentó dos retratos esculpidos al VII Salón de Otoño.

En 1928, con motivo del VIII Salón de Otoño, el ABC reproducía una fotografía de su escultura titulada “Camila”.

Vivía por aquel entonces en la calle Velázquez, 30, 3º de Madrid.

Anacoreta, con la que concurrió al XII Salón de Otoño

 

Al IX Salón de Otoño de 1929 presentó también la obra Ondina.

En 1930 participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes, encontrándonos distintas fotografías de su obra “Galatea” en diarios como el ABC y la revista Blanco y Negro. Las críticas comentaban que la joven escultora …”envió una obra de considerable empuje dadas las circunstancias de sexo y juventud de la artista. Galatea es el tema interpretado. La ninfa mitológica aparece encarnada en gracioso desnudo femenino”… y también que …”En retrato de D.J.M.B., de la señorita Isabel Pastor Bourgón, se anuncia claramente la posibilidad de una escultora”…

También en 1930 concurrió al X Salón de Otoño con la obra Retrato de D.J.M.B. y al de 1931, con la obra Serenidad.

La Libertad, 1932

 

En 1932 el periódico La Libertad publica una entrevista que incluye una fotografía de la escultora, bajo la sección de “Las mujeres en la república”, con el título de “Isabel Pastor-Bourgon o el Arte”. La entrevista la firma Blanca Silveira-Armesto, nos relata que …”estamos en su estudio, rinconcito de arte, grato y amable… los muebles son de una sencillez y gusto insuperables. Libros en las estanterías; sobre el “secretaire”… Figuras, maravillosas de línea, en los rincones… Luego, separado por pesados cortinajes, el lugar donde trabaja. Cabezas, torsos, figurillas aladas, y por último, como expresión de un arte de depurada exaltación, un Cristo de tamaño natural, muestra, en sus miembros atirantados por el martirio, en toda su figura esbelta, un reflejo acabado del Hombre que agonizó en el Gólgota. No es un Cristo de líneas suaves…no. En este parece reconcentrarse la agonía desesperada de una infinita incomprensión. Tiene una fuerza poderosa de dolor el torso que refleja la tragedia… y una expresión de dulce piedad y amor el rostro dolorido…

Fotografía de Galatea publicada por Blanco y Negro en 1930

 

Incluye también una descripción de la escultora: …”rostro de líneas fuertes con un gesto duro y sensual, reflejo interior de una pasión intensa, y los músculos, vigorosos muestran todo el poder de una energía indómita…esta artista de apenas veinte años… de dedos finos y pálidos… de formación clásica, pero con un matiz moderno y fuerte. Siente fervor por Miguel Ángel, Berruguete y Victorio Macho, de quien es discípula”…

Y otro tipo de datos como …”En la pintura me gustan el Greco, Velázquez y Rubens, Zuloaga, Solana y Mezquita. Me gusta Shakespeare, Merimée, René Razin, Pierre Lotti y otros… y mi devoción por Benavente y Calderón, Valle Inclán, Galdós y Pío Baroja. Me gustan Rubén Darío y Enrique de Mesa, Bécquer y Espronceda.

Soy republicana de todo corazón; pero más afín con Unamuno, a quien tanto admiro como pensador y literato, que con el Gobierno actual, tan tocado de partidismo.

El arte es un ideal que nos envuelve por entero… Nos vence, a veces, dejándonos rotos en el camino; pero otras nos conduce hasta el fin… Y con esta esperanza, luchando por llegar, nuestras horas ya no son vacías. Están llenas de vibraciones, de goces purísimos al ir venciendo a la forma que se rebela muchas veces entre los dedos que la modelan”…

Descendimiento, con la que concurrió al XV Salón de Otoño

Ondina, presentada al IX Salón de Otoño

 

Concurrió además al Salón de Otoño de 1932 y 1933, y al de 1934, presentó el bronce titulado “Mater Salvatori”, que a decir de Hesperia, en el diario La Época, es “de línea fina e inclinación del XVIII, aunque más moderna en la manera de obtener los pliegues de la túnica, con gran sencillez, pero sin rigidez alguna, que permite la flexibilidad necesaria para ceñirlos a la figura de gran esbeltez”.

Serenidad, presentada al XI Salón de Otoño

Retrato, del VII Salón de Otoño

 

Presente también en el Salón de 1935, nada sabemos de su periplo antes, durante y después de la guerra civil.

En 1945 participó en el I Salón de Primavera de Palma de Mallorca que organizó en aquella isla la Asociación Española de Pintores y Escultores, estando compuesta la Junta Organizadora por Eduardo Chicharro, José Prados López, Emilio Pou y González-Mor y Tomás Vila y Mayol.

En 1946 la artista presentó el bronce El Cristo del Milagro, en la sede de la Asociación de Pintores y Escultores, antes de que fuera trasladada a su emplazamiento final en la iglesia parroquial de la Concepción. En el acto estuvieron presentes Mariano Benlliure, Aniceto Marinas, Eduardo Chicharro, Prieto Nespereira, Luis Mosquera, Coullaut Valera, Jacinto Higueras y José Prados López, además de otros artistas y críticos de arte que pudieron contemplar una obra que mereció grandes elogios y que alcanzó distintas reseñas en la prensa del momento.

A partir de 1946, alterna la escultura con la pintura.

En los años sesenta, Isabel Pastor era reconocida como una de los tres únicos discípulos que había tenido el escultor Victorio Macho, junto a Abrahán Cárdenes y Castelo Macho, sobrino del artista.

A partir de esa fecha, se pierde su pista.

Retrato, del VII Salón de Otoño

Esclavo, del XII Salón de Otoño

 

Isabel Pastor y la AEPE

Socia de Mérito del Salón de Otoño de 1931.

Al VII Salón de Otoño de 1927 presentó las obras

500.- Retrato, escayola

501.- Retrato, escayola

Al VIII Salón de Otoño de 1928 presentó:

319.- Camila, escayola

Al IX Salón de Otoño de 1929

234.- Ondina, escayola patinada en bronce y piedra

Al X Salón de Otoño de 1930

305.- Retrato de D.J.M.B. escayola patinada

Al XI Salón de Otoño de 1931

573.- Serenidad, escayola

Al XII Salón de Otoño de 1932

327.- Esclavo, escayola

328.- Anacoreta, escayola patinada

Al XIII Salón de Otoño de 1933

384.- Seguro de automóviles

Al XV Salón de Otoño de 1935

376.- Descendimiento, escayola patinada

Al XXI Salón de Otoño de 1947

7.- Victoria, galvanoplastia

Al XXV Salón de Otoño de 1952

508.- Niño Jesús, madera

373.- Estudio, óleo

473.- Bodegón, óleo

Al XXIX Salón de Otoño de 1957

484.- Estudio, óleo.

486.- Ego sum, óleo.

Camila, en ABC, 1928

 

Algunas de las colaboraciones de Isabel Pastor en la revista Voluntad, 1920

 

Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

 

Las palabras

 

 

“Las palabras son para mí cuerpos tocables, sirenas visibles, sensualidades incorporadas” asegura Pessoa, Libro del desasosiego. Las palabras son hurmiento expreso de lo que sentimos, concreción de lo que pensamos y deben ser emblema de nuestra elegancia. Concretan idoneidad, precisión, rigor, transparencia. Si no es así, estamos haciendo mal uso de ellas, mostrando nuestra ignorancia, acreditando estulticia. (Deber + inf.= obligación; deber de + inf.= posibilidad o suposición).

El nivel cultural de nuestra sociedad es calamitoso. Y más grave respecto de las personas o profesionales que viven de ahormar, gestionar o difundir cultura. Se editan muchos libros, ¿se lee tanto? Desde hace algún tiempo, las ruedas de prensa se colman de aplaudidores ¡Desconcertante!

En el MNCARS, después de cinco años de preparación, se presenta un galimatías difícil de asimilar: ¡Maquinaciones! -¿es normal que dure sólo dos meses?-Saludó el nuevo director y terminó con aplausos, sin justificación alguna. Habló Teresa Velázquez y lo mismo. Pero, ¿quién aplaude? ¿El periodista al que convocan? No; aplaude una claque -¿becarios, empleados?-, que estos funcionarios utilizan sin arrobo. Ha sucedido igual en la presentación de la expo temporal en la Galería de las Colecciones Reales.

Entras en una galería de arte y te entregan una hoja de sala diciéndote lo que debes entender. Te envían una publicación con un resumen de lo que debes decir. Para los medios la cultura es una maría ¡Vamos bien! Cualquier político, aunque sólo sea para saludar, tiene que sacar unas cuartillas que le han escrito y leer. ¿Puede empeorar?, Si, claro, lo que es susceptible de degradarse, acaba degradándose.

¡El colmo, Yolanda Díaz, cuyas charletas gesticulantes provocan alipori! ¿No le da vergüenza a esta señora mostrar su analfabetismo con tanto descaro y obcecación? No conoce las palabras, dice lo contrario de lo que pretende, pero sonríe. Rosa Belmonte, con solercia y sorna, le hacía un retrato, poco ha, que asumiría complacido Groucho Marx. ¿A qué Marx ha leído la Sra. Díaz si es que ha leído algo?

Alaíde Foppa

 

Si Alejandra Pizarnik aseguraba que su gran amor había sido “su amor por los espejos”; mi idilio ha sido con las palabras. Desde la adolescencia he leído con diccionario al lado. Lo sigo haciendo. Palabra que ignoro, a buscarla, no debe darse nada por asimilado si no comprendemos lo que leemos. Existen unas 94.000 palabras en nuestra lengua, referencia DILE. Nadie las conoce todas, pero hay que esforzarse en saber qué leemos y qué comunicamos. Nuestro Juan Luis Vives sabía que “No hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras”.

Todos coincidimos en qué es una palabra: un sonido autónomo que identifica un objeto, natural o artificial; que nombra una acción, real o abstracta; una sensación; y se representa mediante signos. Luego vienen los filólogos y marcan territorio; para ellos es una “unidad de significado”; segmento del discurso unificado; unión de lexema y morfema; unidad léxica conformada por un sonido o más, con significado fijo y una categoría gramatical; todavía, unidad lingüística significante, que se representa en letras. Entre los sinónimos: voz, término, vocablo, expresión, palabro… Esta última, no me place, denota tosquedad y se confunde con palabrota.

Su etimología parte de parabolé griego- comparación alegoría-, para pasar al   latín –paraula, parabola– al castellano medieval- parabla– y a hoy. Cambio exiguo en veintitantos siglos. El lenguaje común va moldeando, con el uso, las palabras, creando otras o alterando su contenido. Nadie como los poetas para su invención. Azorín no inventa, precisa, restaura, sajela, revive. Valle es una almáciga de voces. Para Cesare Pavese “le parole sono il nostro mestiere”. Son más que artesanía, más que oficio.

Toda lengua tiene palabras genuinas, singulares, maravillosas. En sueco, gokötta, identifica la acción de levantarse al amanecer para oír el trino de los pájaros. Cuando no tenemos palabra para identificar algo y, en otra lengua existe la idónea, lo pulcro es adoptarla, como homenaje y reconocimiento. Lo grosero, lo inadmisible es aceptar una palabra de otra lengua, cuando existe en la nuestra para lo que nombramos No hay palabras hideputa, todas tienen padre, origen reconocido: lo decía Viola de los artistas.

Eunice Odio

 

Algunos escritores, aficionados o furtivos distinguen entre palabras hermosas, feas, poéticas, detestables…Es un hecho cultural, legítimo, pero confuso. Objetivamente, no hay buenas y malas palabras, pero en ámbito subjetivo sí. Le oí, en ocasiones adunia, a José Hierro renegar de la palabra entrañable, a mí tampoco me gusta, aunque se utiliza con un noble sentido de intimidad.

Hay palabras preciosas en español: justicia, alhucema, ángel, duende, como encanto inefable; meguez, serendipia, inocencia, xecudo, limpio, flébil, ternura, ñamería, muy usada en Panamá, vale por privación de juico, locura. Poetas hay que no hacen distingos, defienden que cualquier palabra puede ser válida para la poesía, es el caso de Francis Ponge. Otros, por contra, marginan ciertas voces y muchos tienen una calántica de términos que utilizan con insistencia en sus poéticas.

No hay palabras feas, ni malas; sí, desubicadas, pronunciadas a destiempo. En referencia al sexo se percibe con nitidez: hay un lenguaje científico, culto; otro, educado; aún, erótico; y todavía, uno grosero. Su empleo depende de las circunstancias, si te equivocas en su uso, lo culto puede resultar cursi, lo erótico ridículo y lo inadecuado soez.

Hay palabras hechiceras, que echan a volar sus reflejos, como un farolillo iluminado zarandeado por la brisa, por su musicalidad, por su estructura, por su claro colorido:  primor, colaudar, melarquía, lisura, lígrimo, reluctancia, procrastinar, imbele, segismundear, albanega, zahareño, entrelubricán, adehala, enlabiar, azorero, perlesía, ambrosía… deslumbrantes con independencia de su significado.

Tapa 1ª edición, Eunice Odio, En defensa del castellano

Libro de Sonetos de Edward Degas

 

Es fundamental hablar, escribir, con propiedad, sin ambigüedad para entendernos; aspirar a la belleza para elevarnos. No menos importa conocer el significado de las palabras. De lo contrario, sólo mantendremos diálogos para besugos, astracanadas inútiles, tipycoladas hilarantes. Preferible conocer pocas palabras bien que muchas mal.

Se cumple, 8.VI.23, el sesquicentenario del nacimiento de Azorín. El autor de La ruta de Don Quijote esculpió un monumento, aere perennius, a la palabra. ¡Qué inmenso poeta sin haber escrito un verso! Algunos, que le han leído con prisa, dicen que gustaba de las palabras raras. ¡Qué ceguera! Buscaba hasta encontrar la palabra idónea, la ajustada, la cabal, la originaria. Como su amigo y admirado Juan Ramón Jiménez: ¡Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas!

Ortega y Gasset le llamó: ¡Poeta de la costumbre! Hay cientos de razones para leer a Azorín, hoy cuando yo lo leo, sobre todo, por su amor a las palabras, por los horizontes que nos proporciona, por la limpidez, por deleitar enseñando, por su rigor expresivo. No busquen argumentos espectaculares, pero si aman la luz profunda de la sencillez, ahí están Al margen de los clásicos, Doña Inés, Pueblo…

 

Azorín posando ante el retrato que le hizo Ignacio Zuloaga

 

Lo cuenta Paul Valery, el manuductor de la poesía pura. Degas, el célebre pintor de las bailarinas, Edgar Degas, era un fiel y ducho poeta. Le costaba escribir, si encontraba dificultades, recurría a la opinión de sus amigos, entre ellos Mallarmé (1842-1898). Una tarde le comentó a Stephane Mallarmé: “No me explico por qué no consigo terminar mi poemita, cuando estoy lleno de ideas”. A lo que contestó Mallarmé: “Pero, Degas, los poemas no se hacen con ideas, se hacen con palabras”. Una sentencia que ha propiciado miles de páginas y exégesis.

Las palabras son mariposas iridiscentes que revolotean ante nosotros. Nos cabe la obligación y la satisfacción de distinguirlas, de ubicarlas, de abarloarlas, de provocar la chispa uniéndolas y alternándolas. Es preciso leer con acuidad para conocer palabras y aprender su empleo correcto. Algún escritor afirma que es un don. No, no nos viene dado por el ala de un ángel, ni por los dioses. Hay que saber leer, comprender su contenido, su significado, su raíz.

Paul Valéry. Técnica mixta sobre papel. Albano 2020

 

Jean Paul Sartre (1905-1980), filósofo marxista y gran escritor, existencialista, ya cincuentón, publicó Les mots, 1963, libro sugerente, esplendente, inteligible, diáfano. Una suerte de memorias de iniciación, dónde narra sus comienzos, rodeado de libros, que le marcarían de por vida. Ahí vemos como las palabras fortalecen y dignifican una ambición expresiva, una vida dedicada a la acción del pensamiento.

El poeta chileno Nicanor Parra, proteico, huraño y prestidigitador, pregonaba: “El poeta no cumple su palabra si no cambia el nombre de las cosas”. Es decir, una de las misiones fundamentales del poeta es nombrar, decir como nadie antes había dicho, con meguez e idoneidad. Conocí a Parra, hablaba poco, se fijaba mucho y elevó la sátira a una altura que no había tenido desde el tiempo de Juvenal. O de Quevedo.

El 6 de noviembre de 1970, en Excelsior, México, Salvador Elizondo lanzó un brindis al sol, una ocurrencia provocadora sobre la incapacidad del español, para expresar ideas abstractas, lo que había impedido “una más limpia traducción” a José Gaos de la obra cumbre de Heidegger. Sólo Eunice Odio, la poeta de esmeralda y ascuas, la pantera del tránsito del fuego impló, contestando al exabrupto con un panfleto categórico, En defensa del castellano, edición de Alejandro Finisterre, 1972.

Ahora, Los tres editores, con rubro otro, La lucha por la lengua, y prólogo prescindible de Constantino Bértolo, lo reedita. Es una ocasión ideal para acercarse a la vida y obra de Eunice Odio- no, no es un pseudónimo-. “Asesinada por el agua”, como escribe Díaz-Casanueva, tuvo un vivir trágico, duro, azaroso, árido, ríspido, hasta morir abandonada del destino y del hombre, putrefacta.

Eunice Odio (Cosa Rica 1919-México 1974) debería estar en un altar para los 600 millones de hispanohablantes. La poeta de los magnéticos ojos verdes cantó como manucodiata, exótica; pensó, sufrió y nos legó un sentimiento de esplendor y valentía. Fue costarricense, guatemalteca, mexicana y el límpido jazmín con aroma más profundo del español. Es una referencia para las dos orillas del idioma. O busquen denodadamente  Las palabras y el tiempo de Alaíde Foppa, ¡se estarán premiando!

América española es nuestro granero del idioma. Sé que el lector lo sabe, pero insisto. Nuestra relación consiguió una mezcla humana que ningún otro conquistador logró. Las palabras lo delatan: la mezcla de español e indio da un mestizo; negro y español: mulato; mestizo e indígena: cuarterón; mulato y español: morisco; morisco y español: albino; mestizo e indígena: cholo; negra e indio o al revés: zambo; indígena y chino: zambaigo; chino y genízaro: albarazado…

La mer, la mer. Técnica mixta sobre papel. Albano 2020

 

Desde que los poetas latinoamericanos han dejado de mirar a España, para embobarse con EE.UU., su poesía ha perdido y ellos también. Por una simple cuestión de lenguaje. Lo que dice Eunice Odio de Góngora, hoy no lo pueden decir los poetas suramaricanos porque no leen a los faros líricos del español. ¿Si Vallejo hubiere mirado a los poetas usamericanos habría podido escribir Trilce? Y Enrique Molina, ¿dónde miraba cuando escribió Las cosas y el delirio?

Todas las palabras son limpias, no las empecinemos, no las manoseemos con inventos ideológicos y sordideces. Y a los escritores, ¡no oscurezcan, hay magia más allá de las tinieblas! Para Paul Celan: “Cada palabra, incluso la aparentemente más ínfima, busca relaciones, tiende al lenguaje”. Claro, una palabra es la llave, el resto son la ventana que abre esa llave, para ofrecernos unas vistas impresionantes. Abundando, Virginia Woolf asegura que “las palabras se pertenecen unas a otras”, se buscan, se quieren o se repelen, para hacer lenguaje y entendernos. ¡Es lo que hace falta, por encima de todo, entendernos!

La french theory y sus descomposiciones han estructurado un buen pandemónium -¡vean Maquinaciones en el “Reina Sofía”- No trato de demonizar nada, sino de huir de la ambigüedad y del mariyolismo, alentando la claridad. Dejemos los trabalenguas, que caricaturizaban Tip y Coll, las peroratas de Antonio Ozores  y disfrutemos entendiendo lo que oímos y leemos ¡Perdamos el miedo a manifestar nuestra impresión, cuando no entendamos qué se nos dice, porque quién habla lo hace a tontas y a locas o por boca de ganso! J.M. López Reina sabe que la belleza es una aspiración, ¿por qué renunciar a ella con la palabra, la imagen, el sonido, el movimiento o la bondad?

 

                                                                                                                Tomás Paredes

                                                                                              Presidente de H. AICA/Spain

Recordando… Picasso en el IV Salón de Otoño

Obras, artistas, socios, pequeñas historias…

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Picasso en el IV Salón de Otoño

 

El IV Salón de Otoño de 1923

La cuarta edición del Salón de Otoño de la Asociación de Pintores y Escultores se celebró en el Salón de Exposiciones del Parque del Retiro de Madrid, entre los días 5 y 31 de julio de 1923.

El Jurado de Calificación del Salón estaba formado por Julio Vicent, como Presidente, y contaba con los Vocales José Gutiérrez Solana, Juan Francés y Julio Moisés.

En aquel Salón había cuatro secciones: pintura, escultura, grabado y arte decorativo, y se exhibieron 487 obras entre las que figuraban algunas de grandes maestros hoy olvidados como Joaquín Biosca, Chicharro Gamo, Bernardino de Pantorba, Castro Gil, Lorenzo Aguirre, Alfonso Grosso, Gutiérrez Solana, Juan Esplandíu, Fernández Balbuena, Gustavo de Maeztu…

Abierto al público el día 5 de octubre, cuatro días más tarde era visitado por los Reyes, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, recorriendo todas las salas acompañados de la Junta Directiva de la Asociación de Pintores y Escultores y de la Comisión organizadora. Lejos de protocolos y autoridades políticas, los Reyes visitaron el Salón del Retiro, al que llegaron conduciendo su propio vehículo.

 

En general, la prensa acogió el IV Salón con malas críticas, olvidando el espíritu con el que había nacido, que se resumía en las premisas de que “cualquier artista podría participar, que se trataba de una exposición de artistas independientes que ensanchaba la reducidísima esfera expositiva y que sus participantes lo hacían ajenos a la obtención de medallas y recompensas económicas”.

Luis Pérez Bueno explicaba que “Es una exposición sin jurados, premios, medallas ni bolsas de viaje, ni esperanzas de adquisiciones por el próvido Estado, ni nada que induzca o sirva de acicate en la aplicación de las perversas artes de las influencias, zancadillas, malevolencias y maltratos en provecho de unos para daño de los más. La Asociación abre las puertas noble y generosamente a cuantos pintan, esculpen o se dedican a las Artes decorativas; todos pueden exponer sus obras sin impedimento alguno, con amplia y hermosa libertad. Así, en la admisión de los trabajos no tiene para qué existir la benevolencia que en otras exposiciones da por resultado esa vergüenza artística que la gente, con agudo sentido, denomina sala o salas del crimen… Si el Salón en su conjunto, resulta artísticamente bueno, malo o pésimo, fruto será de los artistas… fundamentalmente sirven estas exposiciones para que vayan dándose a conocer cuantos emprenden el camino del arte”… (El Liberal).

Y A.VG., sentenciaba …”Mas la culpa del fracaso no es imputable por entero a los organizadores. Alcanza hasta a los artistas mismos, que evitan su comunicación con el público siempre que no medien intereses económicos” (El Imparcial).

Pedreau firmaba un artículo en el que destacaba que “Unos cuantos artistas llenos de entusiasmo, sin protección alguna oficial, con escasos medios económicos, organizan anualmente un Salón de pintura y escultura donde expone todo el que quiere, sin más requisito que aportar una pequeño cuota para contribuir al coste de las instalaciones. Un acto de esta naturaleza debiera arrancar elogios y alientos de la crítica, de esa crítica que nos está diciendo que es menester acabar con el sistema de admisión practicado en los certámenes nacionales… El Salón de Otoño ha desencadenado sobre sí el mal humor y la pedantería de los pseudo críticos, que tanto abundan en este bendito país, y despectivamente, faltando el respeto que toda producción artística merece, dicen en cuatro líneas que todo lo expuesto es malo… Aquí basta con que un señor haya hecho… cuatro monografías… para que ya se crea con el derecho de maltratar a los artistas que no le son simpáticos y hablar mal del arte español contemporáneo… No es la misión de la crítica desalentar, sino orientar razonando. Los que hablan del actual Salón, repiten la eterna vulgaridad de que si los Salones de París son así o de la otra manera y dan la lista de los grandes genios, cuyas obras han pasado de moda tan pronto como el acaparador dio salida al último apunte para un museo de nueva creación. En el Salón de Otoño hay bueno, malo y mediano, como en todas las Exposiciones de todos los países del mundo; y no se revela ningún genio, porque tampoco éstos se ven tan fácilmente, al igual que ocurre en todas partes, digan lo que quieran los pseudocríticos que padecemos” (La Acción).

Se comenzó entonces a repetir la idea de que había que seleccionar de alguna manera la obra presentada, lo que contradecía el ánimo con el que había nacido el Salón de Otoño, siendo del todo necesario “criterio amplio y sobre todo flexible. Es decir, fácilmente adaptable a cada situación y a cada otoño”.

Picasso y su “Apache”

Según se especifica en el catálogo del IV Salón de Otoño de 1923, la inscripción en la sección de pintura se realizó a nombre de “Ruiz Picasso, D. Pablo; natural de Málaga; reside en París, (Propiedad de D.N.N.)”.

Con el número 277 figuraba la obra que llevaba por título “Un apache”, óleo de 0,70 x 0,80.

Además, una fotografía reproducía la obra en la página 70.

 

En diferentes medios se destacaban las obras presentadas en esta edición, sobre todo de artistas como Gutiérrez Solana, Llorens, Maeztu, Grosso, Chicharro Gamo…

Tal y como recogía la prensa del momento, “en las diversas salas de que se compone el IV Salón aparecen numerosas firmas nuevas o poco conocidas y se insinúa alguna que otra tendencia renovadora” (La Época 6/10/1923).

Para Ricardo Gutiérrez Abascal, que firmaba sus críticas como Juan de la Encina, “Retrato de un apache”, por Pablo Picasso, sin duda se trata de una obra primeriza de este singular autor, antología viva de todos los modos del arte. Es fino y expresivo y está pintado con prodigiosa habilidad”… (La voz 9/10/1923).

Antonio Méndez Casal escribía “Obra de orientación y técnica avanzadas, aun cuando de la primera época, un poco vacilante, del artista, es la titulada “Un apache”, del discutido pintor malagueño, residente en París, Ruiz Picasso. Mas, ¡oh contraste!, contemplada en medio de obras absurdas, produce la sensación de una obra clásica. Este apache, verdadera piltrafa física y moral de los bajos fondos parisienses, emerge de una penumbra azulina transparente con un valor lumínico espectral. Ante esa obra el espectador de sensibilidad sufre una leve sacudida de emoción, de una emoción compleja, mezcla de piedad, repugnancia y terror. Figura ingrávida, la ingravidez quizá sea su mayor atractivo”… (Blanco y Negro 18/11/1923).

Antonio Espina destacaba brevemente que un “Apache”, de Picasso, que si es de veras de Picasso pertenece a su prístina vacilación carrieresca” (España 27/10/1923).

En la Gaceta de Bellas Artes del 1 de noviembre de 1923, con motivo de la celebración del IV Salón de Otoño, se da cuenta de las calificaciones del Salón y las propuestas para ser Socios de Honor, Socios de Mérito y Propuestas Para Socios de la Asociación de Pintores y Escultores, ya que por aquella época estos títulos eran en sí un premio y un orgullo, el de la pertenencia a la entidad.

Figura así como “Propuesto Para Socio”, en la modalidad de pintura, apareciendo de esta forma en la extensa relación de artistas.

Sin embargo, al final del listado, aparece una nota que transcribimos literalmente: “El Jurado hace constar que su deseo era hacer Socios de Honor a Pablo Ruiz Picasso y Gustavo de Maeztu; pero se han visto imposibilitados de hacerlo porque el Reglamento del Salón de Otoño solo permite tal cosa respecto a aquellos artistas que ya sean socios”. Pablo Ruiz Picasso no lo era, por lo tanto, no le correspondía tal mérito.

Los apaches de París

Tras el revolucionario invento de los hermanos Lumiere, en el que las imágenes de la vida cotidiana causaban un gran impacto, el público perdía rápidamente el interés si el material se volvía repetitivo.

Las primeras imágenes de un espectáculo del oeste, protagonizadas por el norteamericano Buffalo Bill, causaron sensación en la comunidad internacional, presentando auténticos personajes de la época del western, no a actores. De esta forma, los indios se convirtieron en una visión común.

Interesaba todo de ellos, de los cowboy y de los indios, como la doma de un caballo, el rodeo, el transporte y vigilancia del ganado y este tipo de escenas del Oeste, que ayudó a glorificarlos. El gran público estaba fascinado con su modo de vida trashumante y aventurero: cabalgando, durmiendo al raso, sentándose en torno a la hoguera para comer, los carromatos, pegando tiros a los cuatreros y comanches, a los apaches…

Los apaches y vaqueros que participaban en el espectáculo de Buffalo Bill se hicieron tan populares que hicieron visitas triunfales en capitales europeas, incluyendo espectaculares apariciones en los Campos Elíseos de París.

Gerónimo, el jefe de los apaches americanos

 

A partir de 1910 los indios y las filmaciones del oeste eran ya muy populares, de modo que en los primeros años del siglo veinte, cuando las bandas callejeras prendieron la llama de la delincuencia y la violencia en las calles de París, la prensa francesa hizo de ellas un fenómeno social con el que denominar a los delincuentes en la Belle Epoque.

Temidos y admirados, aquellos hombres fueron llamados “apaches”, creando sus propios códigos, conductas, estética y su propia cultura.

Desde los barrios de Belleville, La Bastilla o Montmatre, del noroeste de París, y avivado por periódicos y revistas, poco a poco se creó una leyenda que el público terminó por romantizar.

Los apaches de París vestían con gorras con viseras encasquetadas, chaquetas de satén, camisetas de rayas, chalecos, cinturones de franela roja que ajustaban en la cintura pantalones con bolsillos anchos y, colgando del cuello, fulares con los colores que identificaran la banda a la que pertenecían. Tatuajes y unas siempre impolutas botas con botones dorados. Además, hablaban, literalmente, su propio idioma, el “jare”, un argot cuchicheado entre los callejones de los barrios pobres.

Portada de un periódico francés en la que se puede ver la vestimenta típica de un apache

 

Usaban como arma el zarin, un pequeño cuchillo fino y afilado fácil de ocultar. Palos, piedras, porras y puños americanos se unían al arsenal donde el recurso más mortal era el revólver apache.

Utilizaban la técnica del ”le coup de pére François”: un apache utilizaba su fular para atrapar por el cuello a su víctima. Se giraba y, espalda con espalda, tiraba del fular mientras se inclinaba hacia delante para dejar colgando a la víctima, a quien otro apache robaba sus pertenencias, sin más opciones que ver cómo se marchaban los ladrones mientras permanecía aturdido recuperando la respiración.

Las distintas versiones del origen del apodo de “apaches” confluyen en la única verdad, que su comportamiento se asemejaba al estereotipo que por entonces se tenía sobre los indígenas americanos, imagen avivada por espectáculos como el del lejano oeste de Buffalo Bill.

Lo cierto es que el apodo gustó a los propios bandidos, que acogieron el término y lo expusieron con orgullo.

El estallido de la Primera Guerra Mundial diluyó la presencia de apaches en las calles de París, que pasaron a engrosar las filas militares.

El modus operandi de las fechorías de los apaches

 

Los apaches en España

El apodo se extendió también a otros lugares de Europa y en ciudades como Madrid o Barcelona, era utilizado como sinónimo de bandido urbano.

Justo en esa época, y a la vez, llegó a Europa el baile “one step”, nacido en EEUU, derivado del foxtrot y del charlestón, y que fue muy popular en los años veinte.

Los músicos españoles adaptaban sus creaciones a las nuevas tendencias, y así, en 1929, el popular compositor Rafael Oropesa, autor de pasodobles inolvidables como “Domingo Ortega”, “Belmonte” o “Chiclanera”, creó el one step llamado “Si vas a París, papá”, con letra de M. Álvarez Díaz y Florencio Estrada Ledesma, que pronto se hizo muy popular.

Coreado y bailado, principalmente en la voz de Celia Gámez, entre sonrisas pícaras y dobles sentidos, poco a poco fue olvidándose.

Pero el cuplé volvió a ponerse de moda gracias a la interpretación de Marujita Díaz en la película “Y después del cuplé”, dirigida por Ernesto Arancibia.

Laura Valenzuela interpretó también este tema en la comedia musical “Pierna Creciente, falda menguante”, que en 1970 dirigió Javier Aguirre y en la que compartía protagonismo con Fernando Fernán Gómez y Emma Cohen.

El cuplé relata cómo una niña, que sabe más de la cuenta, advierte a su padre del peligro parisino de los apaches, los cabarets y hasta del foiegras de pato, y a pesar de que la letra pueda parecer anodina, no es tan absurda como parece una vez que sabemos quiénes eran los apaches.

Reproducimos íntegramente la letra del cuplé por pura curiosidad:

A París va papá y no dice para qué, / si va a ver el Moulin Rouge o a buscar algún bebe. / A París va papá en el rápido de Irún, / no se sabe si a negocios o se marcha al buen tuntún. / Y ya la estación todo es preguntar, / todo es suponer y rumorear, / y su hijita al ver que se va papa se puso a gritar desde el anden: / Si vas a París papá cuidado con los apaches, / si en juerga de taxis vas procura salvar los baches. / Si vas a París papá no comas foiegras de pato, / ni vayas al cabaret si quieres pasar el rato. / Te iras al bazar y allí un muñeco a mí tú me comprarás, / lo mismo que mi hermanito / si vas a París papá. / Al volver de París en su casa se encontró / dos bebes que aquí en Madrid su señora le encargó, / y al sacar del baúl otro nene que el compró ante aquella carambola la chiquilla se escamó. / Y se echó a reír y miró a papá, / como diciendo a mi nadie me la da, / y cogió al petít que era el chicarrón, / se puso a cantar y empezó a buscar un biberón. / Si vas a París papá cuidado con los apaches, / si en juerga de taxis vas procura salvar los baches. / Si vas a París papá no comas foiegras de pato, / ni vayas al cabaret si quieres pasar el rato. / Te iras al bazar y allí un muñeco a mí tú me comprarás, / lo mismo que los gemelos / si vas a París papá.

 

Una obra de principios de siglo

Desconocemos si el propio Picasso se inscribió en el IV Salón de Otoño de 1923. El hecho de que en la inscripción figure que la obra es propiedad de D.N.N. no resuelve las dudas, ya que en cualquier caso, y para presentar la obra al certamen, el propietario necesitaría la conformidad del autor.

“Un apache” es una obra que Picasso debió pintar alrededor de 1902, cuando a su regreso de Barcelona, pasó el invierno en París, viviendo con Max Jacob en una pequeña habitación en la rue Popincourt, una calle entonces poblada de apaches que daba al bulevar Voltaire.

Allí compartió habitación, y hasta cama con él, antes de mudarse al Bateau-lavoir, en unos años en los que florecían las lecturas de poesía, exposiciones de pintura, el teatro de sombras chinescas o las audiciones musicales en el cabaré Le Chat Noir, cuyo nombre evocaba el cuento de terror de Edar Allan Poe.

Bulliciosos bulevares entre la place Pigalle y la place Blanche donde estudiantes, músicos, escritores y artistas dedoraban el café y retrataban a jóvenes escandalosos, creativos y dados a la diversión sin ningún tipo de prejuicio, envueltos en las aventuras y desventuras más canallas del barrio, entre ellas las de los conocidos apaches.

Una etapa de la vida de Picasso poco explorada, que gracias a esta obra traemos al recuerdo en este año en que se conmemora el 50 aniversario de su fallecimiento y el 100 aniversario de su participación en el IV Salón de Otoño de la Asociación Española de Pintores y Escultores.

Picasso periodo Cabaret, Autorretrato (“Yo, Picasso), 1901

Pablo Ruiz Picasso en una fotografía de 1904

Picasso en 1920

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes de la AEPE: Ricardo Baroja y Nessi

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes

de la Asociación Española de Pintores y Escultores

 

cabecera 1

 

La Gaceta de Bellas Artes: 1930

Como veíamos en el anterior número, la Gaceta de Bellas Artes estaba regida por un comité de redacción en el que figuraba el secretario, y en el que Roberto Fernández Balbuena ejercía de director, figurando también en dicho comité José Subirá, redactor de temas musicales, y Enrique Estévez Ortega.

En el número de julio del año 2021 ya abordamos la biografía de Roberto Fernández Balbuena, y en los pasados meses de mayo y junio, las de José Subirá y Enrique Estévez Ortega.

La Gaceta de Bellas Artes dio un profundo cambio adaptándose al estilo de otras revistas ilustradas de la época, teniendo a partir del mes de mayo de 1931, periodicidad mensual. Hubo un intento de crear una nueva revista cuya dirección y comité de redacción suscribía la directiva, a las órdenes de su presidente, Julio Moisés y Enrique Estévez Ortega como redactor jefe.

En 1930 el comité de redacción estaba integrado por:

Antonio Ortiz Echagüe, en aquellos momentos el Presidente de la AEPE,

Jesús María Perdigón, de quien dimos cuenta ya en esta misma Gaceta de Bellas Artes en el mes de marzo pasado,

Ángel Vegué Goldoni, a quien conocimos en la Gaceta de abril,

Ramón Pulido, cuya biografía publicamos el mes de junio de 2022,

Ricardo Baroja, que nos disponemos a presentar ahora,

Francisco Esteve Botey, aún por descubrir

Roberto Fernández Balbuena, cuya biografía abordamos en la sección de las Medallas de la AEPE,

José Subirá, que descubrimos el pasado mes de mayo y

Pedro García Camio, Secretario de la AEPE, a quien tratamos en la Gaceta de diciembre de 2022.

 

Ricardo Baroja y Nessi

BAROJA Y NESSI, Ricardo             P.G  1910 (F)                      12.ene.1871     M.RIO TINTO                    MADRID/VERA BIDASOA  19.nov.1953

Socio Fundador

Socio de Honor

Vocal de la Junta Directiva

 

 

Ricardo Juan Gualberto de la Santísima Trinidad Baroja y Nessi nació en Minas de Ríotinto, Huelva, el 12 de enero de 1871.

Hijo del ingeniero de minas, escritor, editor y periodista vasco José Mauricio Serafín Baroja Zornoza, y de la madrileña Andrea Carmen Francisca Nessi Goñi, de ascendencia italiana. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Darío, que nació en Riotinto y murió joven en 1894 de tisis; el pintor, escritor, archivero, ilustrador de libros y grabador Ricardo; Pío, que dejaría la profesión de médico por la de novelista hacia 1896; y la última hermana, Carmen, socia también de la AEPE y cuya biografía abordamos en febrero de 2017, inseparable compañera del novelista, ocasional escritora también. Es posible que naciera un quinto hermano, César, y que falleciera a muy temprana edad. La relación estrecha entre los hermanos se mantuvo hasta el final de sus días.

Por los distintos trabajos del cabeza de familia, los traslados por la geografía nacional fueron constantes, hasta que la madre, cansada de tanta itinerancia, decidió asentarse en Madrid, en 1886, en un caserón de la calle de la Misericordia, junto al Monasterio de las Descalzas Reales. La familia se trasladó después a la Calle Atocha, cerca del Colegio de Cirugía de San Carlos.

Cursó estudios colegiales en Valencia, San Sebastián, Pamplona y Bilbao.

Durante los veranos, para escapar del calor de Madrid, la familia solía reunirse en San Sebastián y más tarde en Vera de Bidasoa.

Autorretrato

 

En 1902 la familia se establece en una casa de la calle Juan Álvarez Mendizábal del barrio de Argüelles, en un antiguo hotel que necesitaba numerosas reformas y allí estuvieron viviendo hasta que falleció el padre en 1912.

Ingresó en la Escuela Politécnica de Ingeniería de Madrid, pero un amago de tuberculosis, enfermedad que ya había matado a su hermano Darío, alarmó a sus padres y les hizo desistir de que siguiera cursando una carrera tan dura.

Restablecido de la enfermedad, estudió entre 1888 y 1891 en la Escuela de Diplomática para pertenecer al Cuerpo de Archivos y Bibliotecas, asistiendo a la vez a una academia de pintura, donde recibe clases del pintor valenciano y socio de la AEPE, Eugenio Vivó Tarín.

Frecuenta los círculos artísticos de Málaga y Valencia, donde conoce al pintor valenciano y también socio de la AEPE, Julio Peris Brell, con quien entabla una gran amistad.

Comienza ilustrando los primeros libros de su hermano y una vez aprobadas las oposiciones, en 1897 es destinado al Archivo de Cáceres, donde trabajará de forma intermitente mientras lo hace ocasionalmente en la Biblioteca de Bilbao, en 1900 en los archivos de la Delegación de Haciendo de Teruel y en 1901 en la Biblioteca Provincial de Segovia.

En 1902 abandonará definitivamente la carrera, centrándose en su vertiente artística.

 

 

Colabora como ilustrador en diversas revistas como Alma Española, Arte Joven y Electra, a veces con el pseudónimo de «Juan Gualberto Nessi», y frecuenta las tertulias del Café Levante, con Valle Inclán, y las de El Lion d’Or, Pombo y El Gato Negro.

Hizo además viajes por España con su hermano Pío, siendo redactores de El Globo, que les enviará a Marruecos una temporada. Ricardo no descuida su vocación artística y lleva trabajos suyos a la Exposición de Arte Moderno de Bilbao, y expone también en San Sebastián y Madrid.

Entre 1900 y 1906 se da con preferencia a la técnica del aguafuerte y desde entonces concurre a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de 1901, 1906, 1910, 1912, 1920, 1924, 1926, 1930 y 1936, obteniendo una Segunda Medalla en la de 1906 y la Primera Medalla en la de 1908.

En 1903 funda junto a Pablo Ruiz Picasso y Francisco de Asís y Soler, el grupo de «Arte Joven», una revista modernista editada en Madrid que publicó sólo cinco número en 1901 y en donde escribían Unamuno, Pío Baroja, Bernardo G. de Cándamo, Ramón de Godoy y Solá, Jacinto Verdaguer, Salvador Rueda, Azorín…

Paisaje

La venta

 

En 1910 cofundó la Sociedad de Grabadores Españoles, después reagrupada como la denominación de Los 24, grupo que editó tres números de la revista de esta técnica La Estampa, antes de que pasara a publicarla el Círculo de Bellas Artes.

En 1915 la compañía de teatro de María Guerrero estrenará su obra El Cometa, y dos años más tarde publicará su primera novela, Aventuras del submarino alemán U…A partir de entonces, se suceden las obras como Fernanda y El pedigrée.

En 1919, al borde de la cincuentena, contrae matrimonio con Carmen Monné, una pintora norteamericana de origen francés a la que había conocido en casa del pintor y socio de la AEPE, Ramón de Zubiaurre. Con ella había participado en grupos de teatro de aficionados como El mirlo blanco y El cántaro roto, convirtiéndose poco a poco en fiel colaboradora.

En 1925 ofrece una conferencia en el Círculo de Bellas Artes de Madrid que tuvo mucha repercusión, ya que a pesar de no citar nombre alguno, hacía referencia a Juan de la Encina y a José Francés, atacando despiadadamente la crítica de arte del momento, lo que motivó que desde entonces, los críticos no tuvieran hacia él una buena actitud.

En 1928 es nombrado profesor de la Escuela Nacional de Artes Gráficas y en esa etapa volverá a dedicarse intensamente al grabado, que tenía abandonado desde 1912.

Isla de los Faisanes del río Bidasoa

Costa vasco francesa

 

Aficionado al teatro, podemos verle en un pequeño papel en la película muda vanguardista de Nemesio Sobrevila, titulada El sexto sentido, de 1929.

Frecuenta también las tertulias de la Cacharrería, la del  café Granja El Henar, con Valle Inclán, y la del Café Varela, con Antonio y Manuel Machado.

En 1931, se enemista con su antes amigo Manuel Azaña, director del Ateneo, y sufre un accidente de automóvil en Navalcarnero, viniendo de un mitin político a favor de la República, en Arenas de San Pedro y a consecuencia del cual pierde el ojo derecho, lo que le obliga a dejar la pintura y el grabado y a consagrarse de lleno a la literatura, si bien volvería a coger los pinceles de forma ocasional.

Ganó el Premio Nacional de Literatura en 1935 por su obra La Nao Capitana, y ese mismo año empieza a escribir en Diario de Madrid los artículos sobre tertulias madrileñas que constituirán su libro Gente del 98.

Con su mujer y otros escritores cofundó, en 1933, la Asociación de Amigos de la Unión Soviética.

Puerto

El puerto

Castigo de incendiarios

 

Al estallar la Guerra Civil, un bombardeo destruye la casa madrileña del matrimonio, perdiéndose en esa destrucción bastante de la obra literaria de Ricardo escrita hasta entonces.

Se trasladan entonces al caserío Itzea, en Vera de Bidasoa, donde vivirán toda la contienda afrontando grandes estrecheces económicas. Allí pintará setenta tablas con temas bélicos, tal vez la más extensa aportación de ningún artista a los desastres bélicos del 36 y escribirá obras como La tribu del halcón y El coleccionista de relámpagos, Bienandanzas y fortunas, Pasan y se van y El Dorado, ilustrado por él con setenta xilografías.

A partir de 1940 expone de nuevo en San Sebastián, Bilbao y Madrid.

Hombre inquieto y polifacético, se atreve incluso a componer algunas piezas musicales.

En 1949 expondrá dos veces en San Sebastián, en enero los aguafuertes y en agosto los óleos, fundando también en esta ciudad y junto con el Socio Fundador de la AEPE Ascensio Martiarena Lascurain, y quizás al modo de la AEPE, la Asociación Artística de Guipúzcoa.

En 1952, siendo ya octogenario y estando casi ciego, vuelve a exponer en San Sebastián, vendiendo todos sus cuadros.

Dos años después y a consecuencia del cáncer que padecía en la lengua, provocado por su desmedida afición al tabaco que fumaba en pipa, fallece el 19 de diciembre, en el caserío de Vera de Bidasoa.

Escena callejera

En el campo

 

En 1957 su viuda Carmen Monné organizó una exposición-homenaje de todas sus obras disponibles, pero murió antes de poder verla, aunque se logró realizar en junio-julio de dicho año en el Museo de Arte Moderno de Madrid.

Dejó más de ciento treinta grabados, unos mil óleos y dos docenas de libros entre ensayos y novelas, así como otra gran obra literaria dispersa como articulista en distintas revistas y periódicos.

En su ciudad natal, Minas de Riotinto, cuenta con una avenida que lleva su nombre.

Hombre de carácter alegre, polifacético y de extraordinaria creatividad, su obra como grabador es muy importante, considerándose como el sucesor de Goya.

Su obra pictórica iniciada hacia 1885, se puede dividir en dos etapas atendiendo a que en una pintó por afición (1885-1936), y en la otra tuvo que pintar para poder comer (1937-1952). De su época de aficionado, de lo que siempre le gustó presumir, hay memoria de unos cien óleos, variados y bellísimos, serie de Croquis madrileños, Paisajes andaluces, Quais parisinos; retratos familiares, Carmen Baroja (1905, perdido), Serafín Baroja (1910), Carmen Nessi (1913), y de amigos como Azorín (1901), Valle-Inclán (1902), Corpus Barga (1912), María Guerrero (1916), de los que por desgracia se han perdido aproximadamente la mitad durante la Guerra Civil, y de esa segunda etapa de pintor profesional, varios cientos más que, año tras año, llevaba para vender a exposiciones de San Sebastián, Bilbao o Madrid.

Sus aguafuertes tienen dos momentos creativos: uno que se extiende desde finales del siglo XIX hasta 1912, serie de Estampas populares (medallas en las exposiciones nacionales de 1906 y 1908) y otro más reducido en cantidad y tiempo que ocupa desde 1927 a 1931, series Revolucionaria y Marinera, año en el que queda tuerto y ya no pudo grabar más.

 

Retrato de María Guerrero

 

De este quehacer se conservan unas cuarenta planchas, veinte en la Calcografía Nacional pertenecientes a las medallas que le concedieron y otras veinte en “Itzea”, la casa de los Baroja, que se rescataron después de la guerra del taller del estampador Adolfo Rupérez, de un total de ciento treinta y siete grabados hasta hoy catalogados. El resto de sus planchas se perdieron con el bombardeo y la destrucción de su casa y taller de la casa de la calle de Mendizábal en el barrio de Argüelles en 1937. Obra fina que le valió que le consideraran digno sucesor de Goya. El grueso de su obra de grabador se encuentra en las pruebas que regaló a la Biblioteca Nacional, cuando era director Río y Rico, su amigo y compañero del Cuerpo de Archivos y allí se conservan en tres carpetas en la sala de estampas, catalogadas y en perfecto estado. El resto de pinturas y grabados se encuentran en la Calcografía Nacional, el Museo de Arte Moderno de Madrid, el Museo de Bilbao, el Museo de San Telmo de San Sebastián, el Museo de Vitoria, el Museo de Córdoba y en la Casa “Itzea”, de Vera de Bidasoa.

En cuanto a sus escritos, entre cuentos y novelas dejó más de veinte obras y gran cantidad de artículos, obteniendo un importante éxito con la novela La Nao Capitana, de 1935, con la que le concedieron el Premio Cervantes.

Y en cuanto a sus fantasías, sus veleidades científicas, estudio sobre la plasmogenia, sus inventos, fue amigo de Ricardo de La Cierva e inventó un estabilizador de vuelo y una vela de barco triangular, sus esculturas, como el busto de Fermín Leguía o la cabeza de Sarepia Oroz, sus ilustraciones en revistas, como Arte Joven o Alma Española,  o de novelas, como las suyas propias o las de su hermano Pío,  sus barcos, gustaba hacer maquetas a escala, sus aventuras de marino, viaje en el Elixir Dallen o de actor de cine en cintas como Zalacain, de Francisco Camacho  o en los filmes del bilbaíno Nemesio M. Sobrevila y de teatro, en El mirlo blanco, revolucionario comprometiéndose a pasar una ametralladora desde París. Arte, Cine y Ametralladora, facetas fascinantes que han resaltado todos los que han escrito sobre su figura.

Su obra queda marcada con un hierro rusiente de un monograma negro con la R de Ricardo invertida y pegada a la B de Baroja, como se ve en más de mil obras entre pinturas, dibujos y grabados.

Distintos grabados del artista

 

Obras de Teatro: El Cometa, estrenada en 1915 por la Compañía de María Guerrero. Camino, publicada en 1915. Marino Faliero, 1922, drama, primera versión. Olimpia de Toledo, impresa en 1923. El Pedigrée, impresa en 1924. Marinos vascos, estrenado en 1926. El maleficio, estrenado en 1926. El torneo, estrenado en 1926.

Obras de narrativa

Aventuras del submarino alemán U: Narración de un viaje en sumergible por el Mediterráneo y el Atlántico (1917). De tobillera a cocotte (1919). Fernanda (1920). Fiebre de amor (1921). Los tres retratos (1930). La nao Capitana: cuento español del mar antiguo (1935), Premio Cervantes de novela. La tribu del halcón: cuento prehistórico de actualidad y El coleccionista de relámpagos (1940). Bienandanzas y fortunas. Novela histórica (1941). Pasan y se van (1941). Clavijo: tres versiones de una vida, (1942). El Dorado (1942). Los dos hermanos piratas (cuento del mar Mediterráneo) (1944).

Obras de Ensayo: Conferencia La crítica de arte, 3 de abril de 1925. Prólogo a Goya, de Laurencio Matheron (1941). Gente del 98 (1952, reeditado en 1969 con el título Gente de la generación del 98). Recoge artículos publicados en la prensa madrileña en 1935. La plasmogenia, divagación pseudocientífica, s. a.

Filmografía: 1927 Al Hollywood Madrileño, Nemesio Sobrevila (director). Muda. 1928 Zalacaín el aventurero, Francisco Camacho (director). Muda; perdida. 1929 El sexto sentido, Nemesio Sobrevila (director). Muda. 1931 La incorregible, Leo Mitller (director). Sonora. 1947 La Nao Capitana, (adaptación de su propia novela), Florián Rey (director).

 

Ricardo Baroja y Nessi y la AEPE

Socio Fundador de la Asociación Española de Pintores y Escultores, fue Vocal de la Junta Directiva en 1914; miembro del comité de redacción de la Gaceta de Bellas Artes en 1930, colaboró con la institución siempre que así se lo pidieron.

Participó en un ciclo de conferencias que la AEPE llevó a cabo en el Aula de Historia del Arte de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en 1944, pronunciando además numerosas conferencias acerca del arte y la pintura.

Socio de Honor en el Salón de Otoño de 1927, participó además en los siguientes:

Al I Salón de Otoño de 1920 presentó

769.- Costumbres de pueblo, aguafuerte, 0,36 x 0,45

Al VII Salón de Otoño de 1927 llevó las pinturas y grabados

230.- La calzada, óleo, 60 x 83; 231.- El puerto, óleo, 68 x 98; 512.- Viejo Londres, aguafuerte; 513.- Lanzahita, aguafuerte; 514.- Frailes traperos, aguafuerte; 515.- La churrería. El caminante, aguafuerte; 516.- Pasaje, aguafuerte; 517.- El paseo de los curas. Las calderas de asfalto, aguafuerte;  518.- La muerte. Conferencia. La Chata, aguafuerte; 519.- Mendigas. A misa mayor, aguafuerte; 520.- Pío Baroja. Las majas. El salto de la garrocha. Madrigal de la vera, aguafuerte; 521.- Un chicoleo. Paleto. Viático. Posada de madrigal, aguafuerte;

Al IX Salón de Otoño de 1929 concurrió con las pinturas

346.- El forastero, óleo, 0,84 x 1,13; 347.- La torada, óleo, 0,50 x 0,63; 348.- El Sena en París, óleo; 349.- La carretera, óleo; 350.- Los nihilistas, óleo; 351.- Casas blancas, óleo.

Al X Salón de Otoño de 1930 presentó

405.- Calle de Granada, óleo, 1,13 x 1,41; 406.- La estación, óleo, 0,97 x 1,17; 407.- El portillo, óleo, 1,11 x 0,97; 408.- Lancha pesquera, óleo, 0,78 x 1,07;  409.- El abeto, óleo, 0,90 x 0,64; 410.- Otoño, óleo, 1,00 x 0,62.

En el 50 Salón de Otoño de 1983, su obra Paisaje estuvo presente en la Sala Homenaje a los artistas que hicieron posible el I Salón de Otoño de 1920.

 

Las hermanas Sánchez Miñambres

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

 

Indalecia, Segunda y María de los Ángeles Sánchez Miñambres,

conocidas como Inda, Dina y María

MIÑAMBRES DE MAS, Dina  P    1927  MADRID/LEON

 

Dina Sánchez Miñambres

 

Si bien sólo una de ellas perteneció a la AEPE, y dada la singular historia de las tres hermanas, decidí ahondar en sus vidas y rescatarlas del olvido.

Indalecia, Segunda y María de los Ángeles Sánchez Miñambres, conocidas como Inda, Dina y María

La saga familiar de las Sánchez Miñambres y su relación con el mundo del arte, se iniciará con su bisabuelo, Perfecto Sánchez Iváñez, arquitecto de finales del siglo XVIII y principios del XIX, que firmaba distintos planos, alzados, construcciones y dibujos arquitectónicos, muchos de los cuales se conservan en el inventario del Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.

Su abuelo, Fernando Sánchez Pretejo continuó los pasos de su progenitor y fue el notable arquitecto diocesano autor del cierre del atrio y las verjas de la Catedral de León.

Su padre, José Sánchez Puelles, rompiendo la tradición familiar, se convirtió en un prestigioso abogado pero cuya ocupación principal, terminó consistiendo en administrar el rico patrimonio familiar.

Su madre, Agustina Miñambres, era una mujer de gran belleza, nacida en la pedanía de Villibañe, perteneciente al municipio de Valdevimbre, en pleno Páramo leonés.

A través de su hermano, que también era abogado, Agustina conoció a al que sería su futuro esposo y padre de las tres niñas nacidas del matrimonio.

En 1886 en León, vinieron al mundo las gemelas Indalecia y Segunda, conocidas como Inda y Dina, ambas al contraer matrimonio se afincarían en Madrid. Su hermana, María de los Ángeles, conocida como María, nació en 1889 también en la misma capital.

Las vocaciones artísticas y culturales de las tres hermanas fueron fomentadas por sus padres, que contrataron a una institutriz francesa para educar a las niñas y se empeñaron, con indudable éxito, en que todas ellas dominaran con soltura un instrumento musical. Inda y Dina se centraron en el piano, mientras la pequeña María volcó todos sus afanes en la bandurria.

La familia alternaba su domicilio entre Madrid y León, compaginando largas estancias estivales en el caserío de Marzanas, en la localidad leonesa de Grulleros.

El 18 de junio de 1911 falleció el cabeza de familia, José Sánchez Puelles, quien había llegado a ser Diputado provincial, Concejal del Ayuntamiento de León y Secretario de la Sociedad de Seguros contra Incendios

INDA, la pintora, contrajo matrimonio en 1912 con el asturiano Luis Aza Díaz, ingeniero y subdirector de Renfe, que fuera hijo del comediógrafo y sainetero Vital Aza, celebrado autor de zarzuelas en las postrimerías del siglo XIX.

Del matrimonio nacería un único hijo, Vital Aza Sánchez, conocido como “Vitalón el cetrero”, que falleció en 1988.

Indalecia falleció en 1953.

Margarita

Maja, presentadas al 23 Salón de Otoño

A la verbena de San Antonio, con la que concurrió al 24 Salón de Otoño

María Luisa de Aza, con la que concurrió al 24 Salón de Otoño

DINA Sánchez Miñambres, inscrita como socia de la AEPE, contrajo matrimonio en 1910 con el Comandante de infantería Luis Más Mompeón, que falleció en 1930, y con el que tuvo dos hijos.

Escultora de gran talento, en su obra el arte regional leonés siempre tuvo gran peso específico.

En 1924 participó en el homenaje tributado en la capital de España a la escritora Emilia Pardo Bazán, presentando al concurso un original proyecto en forma de fuente con el rotundo busto de Emilia, realizado en colaboración con el arquitecto Manuel de Cárdenas y Pastor, quien fuera hermano del también arquitecto Ignacio de Cárdenas y Pastor, autor del Edificio de Telefónica de la Gran Vía de Madrid, y del abogado, jugador de fútbol y Presidente del Atlético de Madrid, Ramón de Cárdenas Pastor.

Ambos, realizaron un sorprendente y atrevido trabajo que mereció los calificativos de «notable revelación» y «genialidad» por parte de la crítica especializada.

En la revista semanal ilustrada Vida leonesa, del 1 de enero de 1925, aparece una página dedicada a Dina S. Miñambres de Más, como firmaba sus obras según la moda imperante de la época, en la que se reproduce su fotografía y dos de sus obras, acompañadas del siguiente texto: “Guiada de un fuerte temperamento artístico, impulsada por su exquisito gusto nuestra distinguida paisana, se decidió por el arte de más realeza; no se conformó con ser pintora y se dedicó de lleno a la escultura, en cuyo arte ha logrado bien pronto halagüeños éxitos que corresponden a su valer. Damos a nuestros lectores con el orgullo de ser los primeros en mostrarles estas primicias, varias obras de la señora Miñambres de Más: dos cabezas de niño, dos perfectísimos retratos de Luis Más y de Inda S. Miñambres, un admirable torso griego, y una reproducción de la sublime “Friné ante sus jueces” que por castigarlas sufrieron el castigo de su belleza que aniquiló sus furores y severidad. Dina Miñambres ha comenzado una vida artística en la que es seguro alcanzará los mayores éxitos, que nos halagarán a todos nosotros por ser ella leonesa”.

Participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1926, con dos esculturas tituladas “Mociña leonesa” (madera, 100 x 45) y “Cabeza de hombre” (bronce, 45 x 14), logrando que la crítica alabara sus obras con frases como …”Dina S. Miñambres, en quien se advierte una indudable influencia de Asorey, expone una talla en madera y un busto en bronce que hacen concebir grandes esperanzas”, y también “En escultura anotamos una talla policromada, «Mociña leonesa», de Dina S. Miñambres, que en la misma sala presenta «Cabeza de hombre» (bronce), dos obras bien logradas”.

En 1927 participó también en el VII Salón de Otoño, donde se inscribió como S. Miñambres, (doña Dina), natural de León, donde reside, Alfonso V, 9. Al mismo, presentando las obras:

506.- El tonto de Benamariel (escayola)

507.- Niño dormido (talla policromada).

El 11 de noviembre de 1961 inauguró una exposición en la Sala Martha de Madrid, situada en la calle Joaquín García Morato, 150, bajo la dirección de Manuel Sánchez Rodríguez, y con el decorador Antonio de Miguel, en la que compartía espacio con las pinturas de Moisés Colomo y las esculturas del socio de la AEPE José Pérez Sejo y José Valero.

En 1965 realizó una exposición que recogió el 22 de febrero el diario Pueblo, bajo el título de “Una curiosa exposición, con efectos musicales y muestras de ceremonias”. En el artículo firmado por Yale, se comentaba: “El periodista recibió un programa para asistir a una exposición de escultura. En el programa, que no tiene desperdicio, se establece que los “efectos musicales” corren a cargo de Alfonso C. Santisteban, que las señoritas maestras de ceremonia lucen creaciones de Matías Montero, que los peinados son una creación exclusiva de los hermanos Blanco y que la organización y relaciones públicas las lleva G. B. ¡Ah! La escultora se llama Dina S. Miñambres! Fui, naturalmente… Había diez esculturas, toda la producción de la expositora, una de las cuales representa a “El Cordobés” en actitud de brindar. La escultora se ha apresurado a presentar dos reproducciones: una en bronce y otra en madera. Además de eso, ha tallado un busto de su jefe de Relaciones Públicas, don Guillermo Blanco, “Un tiro certero”, “Infantes con gorro”, “Jenízaro”, “La esclava del amor” y una “Mocina leonesa”…. Comenzaron a llegar señoras… hasta una princesa, por quien la escultora doña Dina me dejó plantado en mitad de la entrevista. Menos mal que su hija me dio algunos datos. Por ejemplo, que doña Dina –que es una mujer muy anciana- comenzó a pintar a los 18 años. Luego, se hizo escultora. La familia se opuso siempre a que presentara su obra, pero ahora habían decidido probar suerte”.

Dina llegaría a cumplir los 100 años de edad, acontecimiento que celebró con una misa en la misma capilla catedralicia donde un siglo antes fue bautizada junto a su hermana gemela.

Su hija Margarita Más es una renombrada actriz teatral que hubo de esperar hasta 1998 para debutar en su tierra, con La vida que te di, un texto de Pirandello puesto en escena por el director Miguel Narros.

Dina falleció en 1986 en León.

 

Esculturas de Dina Miñambres

 

El tonto de Benamariel, de Dina Miñambres, presentada al VII Salón de Otoño

La exposición de Dina Sánchez Miñambres en Pueblo, 1965

 

MARÍA vivió con sus padres, acudiendo a estudiar al Instituto, decisión inusual en la época. En plena adolescencia, se cayó de un caballo, dejándola una cojera que formaría parte de su insólita personalidad.

Volcada en el arte, cofundadora junto a su amigo Miguel Canseco de la Cultural y Deportiva Leonesa, se instala en París para cursar estudios en la Sorbona. Aún se conservan los carnés de mademoiselle Miñambres, socia entusiasta del Foyer Internacional des Etudiantes y del Cercle-Bibliotèque de la Maison des Etudiantes , sito este último en el selecto Boulevard Raspail.

Envuelta en los círculos intelectuales parisinos, entabla una amistad más que estrecha con el entonces famoso escritor y periodista soviético de familia judía, Ilja Ehrenburg, un ruso de culto, cuyas obras ridiculizaban al Occidente capitalista y al sistema soviético.

Ehrenburg llegaría a pedir en matrimonio a María, que regresa a León para comunicar tan sensacional noticia a su madre.

La oposición de la familia hace que renuncie a ese amor para hacerse cargo de los negocios familiares.

María comenzó a colaborar por entonces en la prensa local, escribiendo para Vida Leonesa una sección que firmaba bajo el seudónimo de «María Antonieta», en la que «despreciando lo vano, adornando lo ideal, lucha con la bella ilusión de lo perfecto, hasta conseguir insensiblemente que en ella se forme el espíritu exquisito de la mujer inteligente y sensitiva».

El 19 de noviembre de 1925, María Sánchez Miñambres fue nombrada concejala en el Ayuntamiento leonés, siendo la primera mujer que accedió a un cargo de semejante categoría.

Sus nuevas responsabilidades políticas no la harían olvidar sus obligaciones empresariales y, decidida a sacar el mayor rendimiento posible a la finca de Marzanas, en 1928 dirigió un escrito al Director General de Agricultura y Montes exponiendo su intención de cursar los estudios de Perito Agrícola con carácter oficial, algo que no estaba previsto en el caso del personal femenino.

Sí que se contaba con ella para los más relevantes actos sociales vividos por entonces en León, como la visita oficial de los Reyes de España en el mes de octubre de 1927. María fue la encargada de agasajar con un ramo de flores a la reina Victoria Eugenia. También participó con entusiasmo en todo tipo de procesiones cívicas, banquetes y concursos, como el convocado en 1929 por la Asociación de Ganaderos de España, donde fue premiado el toro Montañés, propiedad de las Miñambres.

Afiliada a la derechista Unión Patriótica de Primo de Rivera, con algunas simpatías con la naciente Falange Española, como prueba un excepcional documento gráfico que muestra al líder nacional José Antonio acompañado por María y los primeros miembros del partido que se afiliaron en León.

Con el estallido de la Guerra Civil comenzaron las dificultades para María, siendo encarcelada en San Marcos e incautadas muchas de sus propiedades bajo el cargo de «ser afecta a la República». A pesar de no poder probar nada, sería condenada a pasar varios años en Saturrarán, un penal para mujeres sito en San Sebastián.

Mezclada con las presas comunes, quienes la conocían como «la señorita», María dio buena prueba de su temple personal y comenzó a realizar una importante labor social en el presidio, escribiendo las cartas que las reclusas, analfabetas en su gran mayoría, enviaban a sus familias. Incluso llegaría a entablar buena amistad con el director de la cárcel, dando clases particulares a su propio hijo.

Una vez puesta en libertad, regresaría a León para continuar con una vida sencilla, regida por el ciclo de las cosechas en Marzanas y la dirección de sus lucrativos negocios particulares, como su ganadería de vacas frisonas, premiada por el Ministerio de Agricultura con el título de «ganadería diplomada», el día 7 de febrero de 1969.

Se hizo además constructora y edificó un buen número de casas en los solares que la familia poseía en la entonces naciente barriada de San Claudio de León.

Rebosante de vitalidad hasta el final, pues aún conducía su coche por las calles leonesas con más de 80 años, nunca dejaría de lado sus inquietudes culturales, cediendo su casa de la calle Santa Cruz como local de ensayo para el naciente grupo teatral GRUTELIPO.

Así hasta el día 1 de abril de 1977, cuando falleció.

María Sánchez Miñambres fotografiada en los años  veinte y debajo, durante un acto en León

 

Dina Sánchez Miñambres y la AEPE

Participó en el VII Salón de Otoño de 1927, donde apareció inscrita como S. Miñambres (doña Dina), n. de León, donde reside, Alfonso V, 9. Al mismo presentó dos obras:

506.- El tonto de Benamariel, escayola

507.- Niño dormido, talla policromada

Presentó también obra al 12 Salón de Otoño de 1932, donde figuró inscrita como Miñambres de Puebles (Dª Dina), natural de Leva. Reside en Madrid, Lagasca, 48. Presentó la obra:

78.- Aldeana leonesa, escayola

Inda de Aza y la AEPE

Participó en el 23 Salón de Otoño de 1949 inscrita como De Aza, Inda, con dos obras, una inscrita en la sección de pintura y la otra en la de dibujo y grabajo:

195.- Maja

19.- Margarita, dibujo

Al 24 Salón de Otoño de 1950 presentó dos obras:

35.- María Luisa de Aza, dibujo

78.- A la verbena de San Antonio, óleo

En el 25 Salón de Otoño de 1952 presentó una obra:

43.- Salmón, óleo

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