Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

El sol azabache de la melancolía

La melancolía es una sensación que se convierte en estado emotivo; una tristeza vaga que nos contagia la realidad. Melancolía es familia de tristura, aflicción, pesadumbre, nostalgia, pesar, postración, añoranza, hipocondría, esplín, morriña, saudade…En un tiempo se asimiló a la locura, ha cambiado su apreciación. “Siempre vuelves de nuevo, melancolía, oh dulzura del alma solitaria”, escribe Georg Trakl.

 La mediocridad me produce melancolía, esta miseria intelectual hodierna dinamita la claridad y tiñe el horizonte de desasosiego. Pasa, pero deja un amargor que aúpa la reticencia. También la decepción genera melancolía. ¿Por qué? Porque estamos dominados por un voluntarismo atroz ajeno a la entidad vivaz de la vida, a la actitud noble del hombre. No hay que generalizar, pero estos son malos tiempos para la razón, para la perfección, para la lealtad, para la libertad, para sentir, para ser en puridad.

Escribir una novela de 548 páginas, con lenguaje espléndido, vocabulario feraz, contenido culto, elevado ritmo y denodada búsqueda de belleza es una transgresión, una provocación; una protesta contra la vulgaridad, la estulticia y la chabacanería. Eso es lo que ha hecho Carmen Pallarés -límpida poeta, escritora, ensayista, pintora, cantante de coro vocal y perito en soles de música clásica- escribir contra la precariedad.

 

Carmen Pallarés

 

El sol azabache de la melancolía, rubro de la novela, es un canto a la amistad, entre un hombre y una mujer, que se desarrolla, obsesivamente, en el marco de la actividad de una residencia para personas discapacitadas: un ambiente duro y exigente, salpimentado de sajelada sensibilidad. ¡Es llamativo el conocimiento de la autora en tantas opciones materiales y espirituales: medicina, gastronomía, bares, filosofía, poesía, música, canto, helenismo, artes!

¿Acaso no es una oda a la melancolía? ¿Cenicienta y dulce queja de un alma solitaria? Importa el qué, pero mucho más el cómo. Es un largo y generoso placer deslizar nuestro sentido por una escritura tan dúctil, tan idónea, tan precisa, tan mollar. Una palabra para cada sensación y cada impresión en su expresión exacta. ¡Cómo se puede escribir tan bien sin sonrojarse!

Aunque, las cualidades positivas jamás son excesivas: nunca se es demasiado bueno, demasiado culto, demasiado justo, demasiado humano, demasiado limpio, demasiado sano, demasiado llano. Las cualidades negativas, sin embargo, por mínimas que sean, siempre exceden la decencia, la prudencia, la dignidad, la hombría, la limpieza, la admiración. No debería darse la veneración de un canalla, pero se da, y con frecuencia.

Un pintor y poeta traba amistad con una novelista y tejen un monumento a la amistad, a la fidelidad, a la transparencia, a la temperancia, a la confianza a lo largo de una trama misteriosa. Para mi ha tenido cierta complejidad su lectura. Conozco a la autora y la identifico, o eso creo yo, con muchos sucesos de varios personajes, sobre todo Pavel Vidal, pintor-poeta, como ella. Es cine dentro del cine, es decir, se va explicando cómo se hace una novela al tiempo que se va construyendo la novela; una pretendida obra al alimón, pero sólo escriben unas manos. ¡Una galería de arquetipos raros o no!

 

No soy lector de novelas, lo soy de poesía. Me cuesta, pero un canto a la lealtad, urge una visión leal. Quinientas cuarenta y ocho páginas trufadas de citas y de acápites de Jenófanes, Eurípides, Aristóteles, Homero, Plutarco, Alceo, Sófocles, Empédocles, Arquíloco, Anacreonte de Teos, Safo, Pitágoras, Hipócrates, Orfeo, Platón, Alceo, Teognis de Megara, Epicteto, Hesiodo o Esquilo, el majestuoso poeta de la antigüedad, que hizo florecer la pintura y la solercia de Francis Bacon, no es un asunto baladí.

La Ilíada, la mitología griega, amén de los románticos de toda laya y condición, de los fundadores de la poesía moderna. Y no digamos nada de los compositores, en especial lo más monumentales. Y pintores y dibujantes. Carmen no puede disimular sus dotes plásticas, ni sus conocimientos de técnica y de historia del arte universal, su pasión armónica y mélica. En fin, un ambiente agridulce, porque cabe el arte, en su entorno diletante, vive el dolor de seres con problemas, el día a día de un ostugo de sufrimiento donde se ansía que broten rosas de las ruinas, pero donde de sólito tiene más peso la cruda realidad que la idealizada normalidad.

No es un texto vedado al lector general, no, pero es cierto que requiere de un lector especial, no necesariamente erudito, sí inteligente y con ganas de aprender, de buscar palabras, de conocer biografías, de paladear una prosa de miel perfumada de espliego, refinamiento, elegancia, hurmiento. Teniendo en cuenta el poder de redes y nuevas tecnologías, leer es un acto subversivo, un vicio solitario, una revolución, la única vía para preservar la libertad. Leer implica elegir, al margen de lo gregario, rebelarse, buscar la luz en esta noche oscura de egestad, zafiedad y narcisismos fascistas.

El sol azabache de la melancolía es un alegato descomunal, perfecto, insistente, contra la barbarie que nos rige y atosiga, contra la deshumanización. Más allá de una novela de tesis, Pallarés ha escrito una confesión: natural, fluida, sin el objetivo de una anábasis, más bien como una catábasis personal, una bajada a los infiernos y una purificación personal, un ejercicio espiritual, no religioso. En todo caso, se convertirá en un texto de culto, no hace falta que la lean miles de personas- no sé si esto satisfará a la autora-, pero si los precisos, aquellos the happy few que detectan el ángel de la gracia, cuando escribe un ángel.

El título ya da para un libro, para un joyel: El sol azabache de la melancolía. Cuarto verso del primer cuarteto del soneto, Desdichado, de Gérard de Nerval. En 1854, Nerval publica Les filles du feu, con un apéndice, Les Chimères, donde se ubica el soneto Desdichado, así en español. Un marbete que procede de Ivanhoe, cap. VIII, de Sir Walter Scott, donde aparece un escudo con el lema “Desdichado”.

Desde su tiempo, influyente como no podemos imaginar, el soneto se convierte en un ariete. Y T. S. Eliot en su Tierra Baldía – Tierra Agostada, como prefiere Ricardo Silva Santisteban- en el verso 429, introduce: Le prince d’ Aquitaine à la tour abolie”, segundo verso del primer cuarteto del mencionado famosísimo soneto nervaliano.

En traducción de Alejandro Bekes, el primer cuarteto:

                                       Yo soy el Tenebroso, el viudo inconsolado

                                       De la Torre Aquitana señor sin dinastía.

                                       Mi única estrella ha muerto; mi laúd constelado

                                      lleva en si el negro sol de la melancolía.

Ese soneto, prestidigitador de sueños y emociones, ha sido traducido a nuestra lengua por Octavio Paz, hasta en tres versiones; también por Xavier Villaurrutia, Juan José Arreola, Salvador Elizondo, José Emilio Pacheco, Tomás Segovia…Y podría continuar

No es la única ocasión en que Nerval, pseudónimo de Gérard Labrunie(1808-1855), maestro de la fantasía, celebrado por los surrealistas, aquel que dijo antes de Rimbaud Je suis autre, que paseaba con una langosta atada a un lazo azul, lúcido y loco, vividor y suicida, recurre a esa metáfora. En Voyage en Orient, 1851, aclara: “El sol negro de la melancolía, que derrama sus rayos oscuros sobre la frente del ángel soñador de Alberto Durero, se levanta también a veces en las llanuras luminosas del Nilo”.

Carmen Pallarés. Escritura

 

Carmen Pallarés, en ese cosmos precario y de encuentros atrabiliarios, disecciona la anatomía de la melancolía, un sol de azabache, que pesa en nuestras alas, controlando o impidiendo el vuelo. Lo que pretende ser luminoso, acaba siempre en tenebrosa noche, con nubarrones y ventoleras oscuras, con sufrimientos y huidas, en una prosa triunfal, que transcurre como el agua de un riachuelo, cristalina y burbujeante, que se desliza desde la proceridad de las montañas a la proceridad del vasto y hondo mar virgiliano.

Esta novela, este estilo, este intrincado poema, este carácter audaz ahorma un gigantesco desafío, en una época de desconcierto, de desasosiego. Es una pregunta permanente, recurrente, que tememos hacernos. No es narración para el entretenimiento, sino para el paladeo de una escritura artística, para el aprendizaje, para el deleite y la creación de pensamiento. Lo más alejado de lo que conocemos como un bestsellers.

Varios personajes dejan su ámbito de confort y se entregan a una vida alejada de sus intereses culturales, que acaba haciéndolos otros. ¿Seríamos los demás capaces de tal hazaña? Algunos sólo ejercen un trabajo alimentario. El egoísmo se convirtiendo en un muro que coarta. Hay muchas situaciones que me recuerdan la poesía doliente de Miltos Sachtouris, la música de Schönberg, el viaje del Alighieri.  Análisis de una amistad, que termina en suceso, una desaparición enigmática añade a la perfección literaria dosis de intriga.

La lectura se hace trabajosa, pero cuando acaba, nos produce una especie de orfandad  melancólica, porque querríamos seguir sabiendo más de estos seres, tan separados y tan unidos: Pavel Vidal y Margarita, Margot o Maló. Digamos que los protagonistas, aunque el protagonismo es de esa residencia de pacientes y sus cientos de historias y las gentes que salen y que entran. Para mí, el leitmotiv por excelencia de esta novela, Abedul Ediciones 2022, es su escritura, cómo están repujadas las frases, cómo están ubicadas las palabras, cómo están esculpidos los sentimientos, cómo danzan los autores.

Carmen Pallarés pinta ordenando un aluvión de líneas en bosque arcano del que conoce todos sus senderos, su talismán, sus caprichos. Y escribe trazando el mapa sutil de una melodía azul de Bob Dylan. Entre sus libros de poemas: La llave de grafito, ABBA, Caravanserai, Luces de travesía, Esgrima, Partitura adelante…Colecciones de cuentos y ensayos sobre arte, uno magnífico acerca de la obra de Marta Iglesias, Un reino nítido.

No se trata de exponer la bibliografía de la poeta, sería una falta de consideración hacia la novela, pero no puedo dejar de mencionar los libros que ha realizado con Ángel Sardina, y sobre todo, Camino de mi palacio, una fiesta maravillosa de la poesía en edición artesanal que sólo unos pocos hemos podido disfrutar, pero en ese camino hechicero está el mejor aliento lírico, lígrimo de esta poeta grande e íngrima.

Quienes la conocen saben todo lo que de suso digo, pero quiero dirigirme a quiénes no la han leído nunca, a quiénes no la han oído, para que la oigan, la busquen, como el que persigue una voz misteriosa que se oye en la lejanía sin saber muy bien de dónde viene, ni qué secretos nos confiesa. Como un Stradivarius sonando mágico en el hayedo anclado en el alfoz.

 

Para Georg Trakl, a quien Pallarés cita, la vida del hombre no es más que un peregrinaje que finaliza con la muerte. Aquí contemplamos parte de ese viaje de muchas almas privadas de destino- otra idea de Trakl-, a través del instrumento de la melancolía que aboceta con solercia el crepúsculo del pasar de tantas almas. Porque la melancolía también es una herramienta de conocimiento, que nos hace perfilar y agudizar nuestra capacidad de percepción. No ve lo mismo un alma clarividente que un sujeto siniestro.

En El sol azabache de la melancolía – ¿podría considerarse una historia de amor perdida? –, se purifican las almas como el oro en el crisol, se sajelan los espíritus, sin recomendación alguna, sólo siguiendo la actitud y la decisión de algunos personajes, que se entregan, solidarios, a cambio de estar bien consigo mismos. Aquí se toma conciencia de la importancia de saber expresarse con precisión, con lisura, con idoneidad. Carmen Pallarés es una poeta diáfana, un ser de cultura, con pensamiento y por eso hace lo que no pueden conseguir otros.

En los talleres creativos a los que se alude en la novela, se discute la idea de Beuys, y se matiza: todos podemos ser creativos, no todos somos artistas. No hay arte sin creatividad, pero no toda creatividad es arte. Novela atípica, no tópica, que nos relata sensaciones y nos hace vivir emociones con una extrema elegancia, de estilo, de ambiente, de finalidad.

En De qué hablo cuando hablo de escribir, Haruki Murakami, reciente Premio Princesa de Asturias de las Letras- ¡hay que felicitar al jurado por su perspicacia! – compara la literatura con un ring, al que todo el mundo puede subir, pero son pocos los que resisten la pelea y muchos menos los que resultan vencedores. En las antípodas de la escritura azarosa de Murakami, Pallarés ha subido al ring y ha ganado su combate, que lo vean o no es cuestión de los lectores, los árbitros están desaparecidos.

                                                                                                                  Tomás Paredes

                                                                                                    Presidente H. AICA Spain

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes de la AEPE: Enrique Estévez Ortega

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes

de la Asociación Española de Pintores y Escultores

 

cabecera 1

 

La Gaceta de Bellas Artes: 1931

Como veíamos en el anterior número, la Gaceta de Bellas Artes estaba regida por un comité de redacción en el que figuraba el secretario, y en el que Roberto Fernández Balbuena ejercía de director, figurando también en dicho comité José Subirá, redactor de temas musicales, y Enrique Estévez Ortega.

La Gaceta de Bellas Artes dió un profundo cambio adaptándose al estilo de otras revistas ilustradas de la época, teniendo a partir del mes de mayo de 1931, periodicidad mensual. Hubo un intento de crear una nueva revista cuya dirección y comité de redacción suscribía la directiva, a las órdenes de su presidente, Julio Moisés y Enrique Estévez Ortega como redactor jefe.

Se había llegado así a anunciar la revista mensual Plástica que, con la dirección de Manuel Abril, crítico de arte, habría de publicarse sustituyendo a la Gaceta de Bellas Artes y de la que parece estuvo preparado el primer número pero que no llegó a imprenta. Plástica se quedó finalmente en el tintero.

Posteriormente se publicó la siguiente nota: En los primeros días de enero, causas ajenas a la voluntad de todos, al socaire de la huelga de las Artes Gráficas, impidió que apareciese «Plástica» y luego, la enfermedad del Sr. Abril y su ausencia al extranjero, determinó que se fuese demorando demasiado la salida de la revista hasta que, finalmente, la dimisión a última hora del Sr. Abril nos movió a encargarnos nosotros mismos de nuestra publicación…

Estas son las causas por las que la Gaceta de Bellas Artes no se publicó de enero a mayo y volvió a salir con carácter mensual, con 48 páginas al precio de 1 peseta.

Se aprecia la falta de la habitual colaboración de plumas como la de Bernardino de Pantorba, Fray Galán o Joaquín Ciervo.

 

Enrique Estévez Ortega

FRANCES SANCHEZ HEREDERO, José              Cr.   1915                                 22.jul.1883        MADRID                       10.set.1964

Bibliotecario de la AEPE

 

Enrique Estévez Ortega nació en Madrid en 1898.

Escasos datos tenemos acerca de él y de sus primeros años de vida, excepto que su padre se llamaba José Estévez y que debía proceder de la localidad de Quiroga, en Lugo, donde la familia poseía algunas tierras.

Enrique tenía tres hermanos, Gerardo, Joaquín y José, según aparecen en el Fichero nº 17 de la Secretaría General y de la Sección Político Social del Centro Documental de la Memoria Histórica y la Guerra Civil Española.

Los tres eran oficiales de Correos y abogados, y de ellos, José fue también crítico de arte y miembro de la Junta Directiva de la Asociación de Escritores y Artistas en 1956.

Enrique se formó en el campo de las letras, y a lo largo de su vida ejerció como abogado, periodista, escritor y crítico de arte y de teatro.

 

 

En 1915 ya era oficial del Cuerpo de Correos, destinado en la Central de Madrid.

Hacia 1918 ya comienza a publicar artículos y entrevistas, como la que realizó al entonces Alcalde de Madrid, Luis Garrido Juaristi, y publicó la revista Juventud Española.

Como oficial de Correos, interesado en temas artísticos y con un ánimo para el trabajo y la escritura, trabó amistad con José Francés, que era Jefe de Administración de Primera Clase y Jefe de la Biblioteca y Museo Postales de la Dirección General de Correos y Telecomunicación.

Está claro que compartían estímulos y aficiones, y no sería descabellado pensar que José Francés viera en él al hijo que nunca tuvo.

 

A partir de 1922 ya colabora activamente en la organización del Salón de Humoristas que creara José Francés.

En 1922 publicó El alma de Galicia, una colección de interviús a los más importantes personajes de la época como Eduardo Dato, la Condesa de Pardo Bazán, el dramaturgo Linares Rivas, los poetas Rey Soto y Xavier Bóveda, el novelista Alberto Insua, el cronista Julio Camba, los artistas Federico Ribas, Manuel Bujados, José Goyanes y Max Ramos… un volumen ilustrado por los dibujantes Bujados, Castelao, Fresno, Jaime, Juan Luis, Muguruza, Ribas, Sirio, Sotomayor y Zas.

El éxito del libro le valió que un grupo de amigos se reuniera en el Centro de Galicia en Madrid, para celebrar un banquete en su honor.

Por aquella época ejercía de periodista y crítico en distintas revistas como Mundo Ibérico, Por esos mundos, Elegancias, La Gaceta literaria, Gutiérrez y en diarios como el ABC, el Noticiero Universal, Nuevo Mundo y por supuesto, en La Esfera, la publicación que en 1914 fundara José Francés, en la que trataba de armonizar la tradición y la modernidad en todos los terrenos, pero sobre todo en el artístico, ya que el tema político estaba ausente. Una revista que contribuyó a formar en el gran público el interés por los temas de cultura, conocimiento del arte, exposiciones, patrimonio artístico español…

Entrevistó a las grandes personalidades de su época como Emilia Pardo Bazán, Vicente Blasco Ibáñez, Valle Inclán…

 

Pertenecía a la Asociación de la Prensa y vivía en la Calle Goya, 103 de Madrid.

El 11 de noviembre de 1925 contrajo matrimonio con Constanza Fernández y Fernández-Acosta en la iglesia de Nuestra Señora de Covadonga.

Constanza era la sobrina de la primera esposa de José Francés, Rosario Fernández Acosta, tan vinculado a la AEPE por haber sido su Presidente, a quien quería como a una hija y que le acompañó toda su vida, sobre todo cuando ésta quedó viuda tan tempranamente.

Cuando su madre, Matilde Fernández Acosta, falleció en 1932, Constanza que era hija única y ya estaba casada con Enrique, al que como veíamos anteriormente, le unía una estrecha y fraterna amistad que con esta boda, se acrecentaría.

Además, fue uno de los intelectuales que frecuentaba la Tertulia de los Humoristas, una reunión literarioartística fundada en los años diez en el Lion D’Or, que luego se trasladó al café de Jorge Juan en 1923, para instalarse definitivamente en el Hotel Nacional.

ABC, 1934

 

Formada por escritores, pintores, dibujantes y músicos, bajo la advocación genérica de Humoristas, contaba con la presencia de su presidente, José Francés, y reunía además a varios autores de la Generación del 98 y de la Generación del 27.

En 1928 publica el libro Nuevo escenario, una serie de artículos acerca de diversos aspectos del teatro tales como la renovación teatral, el teatro de vanguardia, el teatro moderno de Jacinto Grau, el arte teatral moderno en Polonia, Don Quijote en el Japón, Bragaglia, las nuevas normas escénicas, los escenarios giratorios… “Muchos y muy sugestivos temas que resulta difícil recoger la síntesis de su obra, llena de ideas originales y de interesantes noticias. El autor conoce profundamente la materia; para Estévez Ortega carece de secretos el teatro en general y especialmente el teatro moderno. Literato culto, su ágil pluma sabe discernir alrededor de los asuntos más complejos y difíciles con insuperable amenidad”.

Con este motivo, La Esfera dedicaba una página completa firmada por el propio Estévez, en la que analizaba los variados temas incluidos en el libro.

En 1930 publica su obra más famosa, Arte gallego, crítica e iconografía de los mejores artistas gallegos. La Editorial Lux de Barcelona, presentaba en un gran volumen de lujo de 500 ejemplares numerados, una obra en la que Estévez Ortega afirma ya “la existencia de un arte plástico gallego, que nace independiente y seguro en las últimas generaciones”.

Los ecos del Arte gallego resuenan en la prensa a lo largo del año 1931, cuando siguen apareciendo reseñas como la que revela que “el joven escritor estudia con finura ecléctica, la producción de sentido tradicional y la de sentido innovador, unidas por los caracteres célticos. Es, a la par, este libro, antología y pinacoteca, en donde resplandecen una documentación acabada y una probidad literaria digna de aplauso”.

 

En 1922, en el banquete celebrado en la Casa de Galicia en Madrid

 

En la revista Voz española, publicada en Manila, aparecía un artículo en el que se decía que …”Profundamente conocedor del suelo y la psicología de la tierra en que abrió los ojos a la luz… da siempre fe de la gran serenidad comprensiva inherente a la verdadera Crítica.  Todo ello escrito con admirable estilo de publicista avezado y maestro. El sumario de artistas que desfilan por el libro es amplio… Álvarez de Sotomayor, Llorens, Juan Luis, Bello Piñeiro, Juan Alonso, Souto, Suárez Couto, Imeldo Corral, González del Blanco, Sobrino Buhigas, Seijo Rubio, Asorey, Bonome, Compostela, Castelao, Bujados, Ribas, Ramos, Castro Gil, Prieto Nespereira, Prada y el arquitecto Palacios… Con doscientas láminas maravillosamente grabadas, reproduciendo las obras más alientes de los artistas reseñados”…

Para José Francés, “Enrique Estévez Ortega es entre los jóvenes críticos de arte actuales, el primero, por como esa primacía se conquistó sin sumisiones de capillita o clan, ni responde a la fácil intransigencia de un pobre concepto unilateral y de una incapacidad restreñida. Sin perder el contacto con su época, sin ser desleal con su generación, ni desatender las lógicas afinidades con el espíritu renovador de que define al tiempo presente, Estévez Ortega es ecuánime, ecléctico y amplía a este libro admirable de crítica de arte el criterio que también informa el no menos admirable de crítica teatral, Nuevo escenario, publicado anteriormente. Estévez Ortega, además, es gallego. (No se ha olvidado, ciertamente, su primera obra, El alma de Galicia, que incorporó súbitamente a su autor a las primera filas de los jóvenes escritores futuros maestros de mañana). Su galleguismo añade razón y competencia temperamentales a las de la sensibilidad y cultura que le autorizaban al cometido. Así, pues, Arte gallego, libro de un escritor gallego en su plenitud juvenil, con una autoridad bien ganada, es, hasta ahora, la obra más fundamental que se ha escrito sobre los artistas galaicos contemporáneos, y desde luego, será siempre la indispensable para toda clase de consultas atañaderas al tema”…

El autor ofreció diversas charlas radiadas por Unión Radio, sobre el Arte gallego.

Para festejar el éxito del libro, se celebró un almuerzo en su honor, que tuvo lugar en el Hotel Nacional el día 12 de marzo de 1931. La comisión organizadora del banquete estaba formada por Álvarez de Sotomayor, Benlliure, Pinazo, Xaudaró, Pulido, Maseda, Llorens, Méndez Casal, Calonge, Busto y Romero Barrero.

A más de 150 comensales reunió el homenaje, entre artistas, periodistas, escritores… habiendo tenido que cerrar la venta de cubiertos, por sobrepasar las expectativas iniciales. En el transcurso del acto, se leyeron las numerosas adhesiones recibidas y pronunciaron discursos Basilio Álvarez, José Francés, Martínez de la Riva, Doval, Victoriano García Martí, Ángel Vegué…

Del homenaje, nos queda una fotografía publicada en Mundo gráfico, en la que aparecen sólo algunos de los 150 asistentes.

En 1931 publica El Teatro, enciclopedia gráfica, “un resumen del arte escénico en todas las edades y todos los países, con numerosos y selectos huecograbados y un texto ameno y erudito”…

En 1934 fue designado como miembro del jurado en la Exposición Nacional de Bellas Artes por la Asociación de la Prensa, igual que en la de 1935.

En 1936 el diario ABC publica el nombramiento que hace el ministerio, de la composición del Jurado para la Exposición Nacional de Bellas Artes, votado por los propios expositores y que en la sección de pintura estará formado por Enrique Estévez Ortega, Tomás Muñoz Lucena y Joaquín Valverde, en representación de la Asociación de Pintores y Escultores.

El día 29 de agosto de 1936, los republicanos lo sacan a la fuerza de su domicilio y es asesinado, no siendo encontrado su cuerpo hasta el 5 de septiembre en la Ciudad Universitaria, horriblemente mutilado. Sus restos descansan en el Cementerio de La Almudena.

Su esposa Constanza, viuda y sin hijos, vivió ya a partir de entonces con su tío José Francés, quien fuera Presidente de la AEPE, que la quería como a una hija.

Entre sus obras figuran:

El alma de Galicia, Editorial Mundo Latino, 1922

Nuevo escenario, editorial Lux, Barcelona, 1928

Enciclopedia gráfica. El Teatro (síntesis histórica), Editorial Cervantes, Madrid, 1930

Historia del traje, Editorial Cervantes, Madrid, 1929

Arte gallego. Editorial Lux, Barcelona, 1930

El Señor del treinta 1924, novela corta premiada por El Imparcial

Luz en los ojos

Interno de la sala 10

 

Enrique Estévez Ortega y la AEPE

Ingresó en la Asociación de Pintores y Escultores como pintor, pese a ejercer de crítico, en 1928.

Bibliotecario de la Junta Directiva entre los años 1931 y 1935.

En 1932 formó parte del comité para el estudio de un Federación de artistas que preparaba la AEPE.

Participó en la organización de la Exposición que la AEPE llevó a cabo en Oslo, en 1932.

Fue miembro del Jurado del Salón de Otoño de las ediciones de 1932, 1933, 1934 y 1935.

Ejerció también como Abogado de la AEPE.

Comenzó su colaboración con la Gaceta de Bellas Artes haciéndose cargo de la sección de teatro, para tratar después el arte plástico.

Redactor Jefe de la Gaceta de Bellas Artes en 1933, fue su director en 1934.

Entre 1933 y 1934 pronunció distintas conferencias en la sede social y en otros actos organizados por la AEPE.

En 1934 y representando a la AEPE, formó parte del Comité de Expertos para el estudio de los Reglamentos de las Exposiciones Nacionales, a propuesta del Ministerio de Instrucción Pública.

En 1935 y a iniciativa suya, se rindió un homenaje a Mateo Inurria en el XV Salón de Otoño.

 

 

Recordando… Francisco y Jacinto Alcántara

Obras, artistas, socios, pequeñas historias…

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Francisco Alcántara Jurado

ALCANTARA JURADO, Francisco   P       1910(F100)    1858          PEDRO ABAD (Co)     MADRID                  8.may.1930

Socio Fundador

Fotografía de Francisco Alcántara de 1911

 

Francisco Alcántara Jurado nació en el municipio cordobés de Pedro Abad, el 27 de marzo de 1854, en el seno de una familia acomodada que posibilita recibir una educación y formación cultural superior a la de su entorno.

Su padre, Francisco Alcántara Muñoz, era un agricultor medio, además de un gran artista de la ebanistería. Su madre, María Josefa Jurado Alexandre, natural de La Granjuela, Córdoba, llegaría a Pedro Abad acompañando a su hermano Manuel, sacerdote y maestro.

El matrimonio Alcántara Jurado tuvo doce hijos, aunque algunos de ellos fallecerían siendo niños, destacando pronto Francisco por su gran inteligencia y una singular pasión artística, heredada sin duda de su padre.

A los doce años, pasó a realizar los estudios de bachillerato en Córdoba, entablando amistad con futuras personalidades de la política y la cultura españolas como Julio Burell, José Sánchez Guerra o Luis de Valenzuela, pero también se matricularía en las clases de dibujo y pintura de Rafael Romero Barros, director de la Escuela Provincial de Bellas Artes de Córdoba, donde coincidiría con otros artistas y también socios de la AEPE como Tomás Muñoz Lucena o los hermanos Rafael y Julio Romero de Torres, cuyo padre era el director de la misma.

 

Trasladado a Madrid, completaría los estudios de Derecho y Filosofía y Letras, si bien fue entonces cuando se dedicó a su mayor pasión: la pintura y el dibujo, ligándose estéticamente a la Escuela Francesa de Barvizon.

El arte, era su verdadera pasión, pero obligado por su familia, estudiaría la carrera de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid. A mitad de la carrera, logró el ingreso en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.

Una vez licenciado en Derecho, sin gustarle la profesión, la familia, le obliga a estudiar Ingeniería Agrónoma, también en Madrid.

Francisco Alcántara por Daniel Vázquez Díaz

 

Durante estos años de juventud, establece una gran amistad con Benito Pérez Galdós y José Ortega y Munilla. Ellos le abren las puertas al periodismo. Con los años, se ganará un gran prestigio como el mejor crítico de Arte del país.

Parte de su obra pictórica, se encuentra en la Escuela de Cerámica de la Moncloa. Por esta vocación, acabó siendo catedrático de Historia del Arte, siendo pionero en España en la enseñanza de esta materia en Secundaria.

Integrado en el círculo de seguidores de Francisco Giner de los Ríos, y las actividades de la Institución Libre de Enseñanza, su vocación como pedagogo y su preocupación por la educación le llevaron a fundar en Madrid los colegios Hispano-Americanos de Enseñanza Secundaria.

Vista de la Sierra de Madrid

 

Estuvo muy relacionado con personajes de la Generación del 98 y del mundo intelectual de su época como Manuel Bartolomé Cossío o el también socio de la AEPE, Aureliano de Beruete.

Estuvo muy vinculado a la Residencia de Estudiantes, donde era muy bien considerado, por su sabiduría. García Lorca, entre otros le tenían como ejemplo. Ortega y Gasset, le tenía como maestro de pensamiento y consejero. En este periodo alentó y fraguó grandes actos en la Residencia, como por ejemplo, la conferencia ofrecida por Marie Curie, que supuso un gran éxito en Madrid.

Amigo de José Ortega Munilla, daría clases a su hijo, José Ortega y Gasset, quien se referiría a él como “mi maestro”.

 

Plenamente convencido de su filosofía regeneracionista, en 1882 participaría en el Primer Congreso Nacional de Pedagogía.

Fue profesor de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Madrid, participando también como Jurado de las Exposiciones Nacionales de 1892, 1897 y 1899 y como secretario en la de 1895.

Empeñado en el continuo aprendizaje, viajará a Italia a ampliar sus conocimientos artísticos. Y se hará un gran experto en las artes industriales, sobre todo la Cerámica. Ello le convertirá en el adalid de este oficio.

Paisaje con aldeana

 

En 1911 fundó la que fue su gran obra, la Escuela de Cerámica de Madrid, y en 1922 la Escuela de Artes Industriales, donde estuvo instalada la antigua Fábrica de Porcelana de la Moncloa y de la China. Tuvo siempre un claustro importante de profesores y colaboradores, como fueron los Zuloaga, Vázquez Díaz, Benlliure, Maruja Mallo, Brihuega, Eguía, Guijo, A. García Villar, Carlos Moreno, etc., creando así un centro de vanguardia y calidad en la enseñanza artística que permanece activo actualmente.

La Escuela alcanzó de inmediato un gran prestigio y despertó un gran interés a nivel internacional.

Apunte

 

Concurrió por primera vez a la Exposición Internacional de Filadelfia, alcanzando los dos grandes premios que se repartían entre las naciones: uno para el pintor Anglada y el otro para la Escuela de Cerámica de Madrid.

También se presentaron a la Exposición de Monza, Italia, obteniendo otra recompensa y a la Exposición Internacional de Sevilla de 1929, logrando otro gran premio.

Los encargos y las ventas fueron muy numerosos, propiciando que se celebraran exposiciones en Argentina, recibiendo importantes encargos.

La Escuela mantenía técnicas como el esmalte, el bajo-baño, el gres, la porcelana y el esmalte sobre ladrillo y pizarra, aplicadas a la construcción.

Dibujo

 

Entre las aportaciones que hizo a las enseñanzas artísticas destaca el trabajar pintura de gran formato (algunas hasta de siete y ocho metros), incorporación de la materia de Historia de Arte en el currículo, incorporación de la fotografía como recurso de enseñanza.

La organización de los cursos de verano, como fuente de vivencias humanas especiales, para observar la naturaleza y para el conocimiento de la cultura española, siguiendo el espíritu noventayochista, así como la promoción de exposiciones de sus alumnos en España y en el extranjero, con la idea de mostrar las artes y la cultura españolas y el estímulo creativo para sus alumnos y profesores en un credo integrador de las artes.

Francisco Álcantara (2) en la inauguración de la exposición de los alumnos de la Escuela de Cerámica de 1922

 

En reconocimiento a esta aportación, la Escuela de Cerámica tomó su nombre, que hoy día se mantiene.

Junto a otros intelectuales de la capital, entre ellos el duque de Alba, bajo la Sociedad Española de Amigos del Arte, puso en marcha el Museo Municipal de Madrid.

Colaboró como crítico de arte en diarios y revistas como La Correspondencia de España, El Liberal, El Globo, Nuevo Mundo, Blanco y Negro, El Imparcial, El Sol, La Esfera, La Justicia, la Revista de España o la Nación de Buenos Aires, a menudo con seudónimos como Expladián y el Estudiante Españoleto, escribiendo más de 2.780 artículos de crítica de Arte.

Acto inaugural de la exposición anual de la Escuela. Junio de 1926

 

Escribió sus críticas y reseñas en los más importantes diarios y periódicos de la época. Con su pluma, hizo famosa, la obra de Sorolla, Romero de Torres, Zuloaga y muchos más. Fue descubridor de otros también, muy buenos como Rafael Botí o Daniel Vázquez Díaz. Con este último, entabló una fuerte amistad y fue éste, el único que logró realizarle un retrato.

Francisco Alcántara Jurado, fue considerado en su época, como el mejor crítico de arte, con una mente abierta a los estilos cambiantes y modernos que llegaban. También era tenido por el hombre más sensato y mente preclara y juiciosa de la capital. Y por caballero que llamaba la atención, por su actitud, porte y elegancia.

En 1927 el Ayuntamiento de Pedro Abad lo nombró Hijo Predilecto de la Villa, dedicándole una calle y una lápida en su casa natal. Pedro Abad, le ofreció un gran homenaje. Se le rotuló una calle y colocó un busto. Al acto asistieron importantes personajes de la época, como los hermanos Romero de Torres. El pueblo entero se volcó con su Hijo más preclaro.

Francisco Alcántara homenajeado en su localidad natal Pedro Abad en 1927

Bajorrelieve placa que el Ayuntamiento de Pedro Abad dedicó a Francisco Alcántara

 

Fue un hombre sencillo, justo y bueno, que nunca quiso reconocimientos.

En Madrid se rotuló una calle con su nombre y otra en la localidad salmantina de La Alberca.

El humanista, pedagogo, crítico de arte y ceramista falleció a los setenta y cinco años de edad, en Madrid, el 9 de marzo de 1930.

Cuando en 1948 se remodeló la Escuela de Cerámica, el Ayuntamiento de Madrid instaló un monumento dedicado a su fundador, Francisco Alcántara, que realizó el escultor Antonio Cruz Collado.

Monumento a Francisco Alcántara que preside los jardines de la Escuela de Arte del mismo nombre

 

La Escuela de Cerámica

La persistencia y férrea voluntad que mostró Francisco Alcántara para lograr la fundación de lo que en un principio se denominó Escuela Nacional de Cerámica, sobresaliente y magnífico logro que además se hizo en unos tiempos muy difíciles.

La primitiva escuela fue instalada inicialmente en el n.º 12 de la calle de Fernando el Católico, de Madrid, en unos locales pertenecientes al antiguo Asilo de San Bernardino.

En 1920, Alcántara conseguía superar los laberintos administrativos al lograr un acuerdo entre el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, de una parte, y el Ayuntamiento de Madrid de la otra. Ambas instituciones compartirían a partir de ese momento la responsabilidad y el mecenazgo de la nueva Institución, quedando a cargo de la Escuela Municipal las enseñanzas básicas, de grado elemental y medio, y dependientes del Ministerio las especialidades superiores en sus ramas técnica y artística. La construcción de un edificio de nueva planta, se encarga al arquitecto Luis Bellido González, y la dotación en las instalaciones de molinos, prensas, tornos y hornos, completarían la realización del proyecto.

Curiosamente, el socio de la AEPE​ Pedro Quesada, inauguraba el pasado mes de abril una escultura de su autoría dedicada al arquitecto municipal Luis Bellido, en homenaje a su gran trabajo en la ciudad de Madrid.

Francisco Alcántara, enciclopédico por formación y herencia, era plenamente consciente de que la escuela aunaba no sólo el arte, sino también los oficios tradicionales y procesos fabriles que se estaban perdiendo. Pero se hace necesario conocer sus directos antecedentes.

Escuela de Cerámica

 

Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro

En 1760 se funda la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro, que aúna los saberes de expertos italianos y del oficio tradicional español y que logra en apenas medio siglo constituirse como la más importante de su género en Europa, siendo algunos de sus procesos tan avanzados que eran considerados secretos de Estado.

Sin embargo, durante la Guerra de la Independencia queda completamente aniquilada, primero por las tropas francesas que la expolian y transforman en un recinto militar y después por las británicas, que la destruyen completamente.

Real Fábrica de Loza y Porcelana de la Moncloa

Para tratar de recuperar lo perdido, en 1817 se funda su directa heredera, la Real Fábrica de Loza y Porcelana de la Moncloa, cuya convulsa historia es fiel reflejo de la española de su tiempo. Pese a los diferentes esfuerzos para que enraizara, sin artesanos ni docentes propios así como sin trasmisión de conocimientos ni patentes y en un mercado dominado por empresas francesas, cierra en 1850. El Museo del Prado apenas custodia dos piezas de esta época y la posterior.

De vital importancia es la siguiente etapa, cuando los hermanos Zuloaga logran reabrirla en 1874, bajo el nombre de Fábrica y Escuela de Artes Cerámicas de La Moncloa. Y es que unos años antes, en 1871, se había instituido la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, y se cuenta otra vez con un clima favorable para otro intento.

Figuras clave en este emprendimiento son los mentados hermanos, Daniel y Guillermo, que asumirán la dirección, y Germán, que ayudará con su propio patrimonio, pero que de inmediato encontrarán las mismas dificultades que en la anterior etapa. Asumirán tal compromiso con la fábrica que Guillermo se arruinará y cerrarán, a la muerte de Germán, en 1886.

Los hermanos Zuloaga con los trabajadores de la Real Fábrica de la Moncloa. Hacia 1883

 

Escuela Nacional de Cerámica

Este sacrificio no pasará inadvertido a Francisco Alcántara y con su amistad con los Zuloaga operará en él la comprensión de todo lo perdido y germinará su inapelable voluntad para recuperarlo. Más de dos décadas tardará en lograrlo, ya que como se ha señalado la Escuela Nacional de Cerámica abrirá en 1911.

En 1934 logró el traslado a los terrenos llamados de “La Tinaja”, junto a la ermita de San Antonio de la Florida, donde estuvo la Escuela-Fábrica de los Zuloaga.

Francisco no llegará a ver su escuela terminada en la misma ubicación que la Real Fábrica de La Moncloa, pues como estaba en estado de ruina las nuevas instalaciones no se finalizarán hasta 1934, con unas excelentes instalaciones obra del arquitecto Luis Bellido González, como ya hemos mencionado, y un ajardinamiento obra de Javier de Winthuysen.

Desgraciadamente, la nueva escuela – fábrica volverá perderse por cuarta vez, en esta ocasión en parte destruida en la Guerra Civil de 1936 a 1939, ya que la situación de la misma los hacía estar en plena línea de fuego.

Con muchos esfuerzos e ilusión, concluida la contienda, en el curso 1939-40 se reanudaron las actividades docentes.

Y otra vez volverá a surgir otra figura que contra todo pronóstico proteja su patrimonio y sea clave para ponerla en marcha en 1940, Jacinto, el hijo de Francisco.

Los edificios de la Escuela han mantenido su uso hasta nuestros días, con las correspondientes ampliaciones y adaptaciones durante la posguerra, como la construcción de un pabellón para la casa de guarda proyectado por el arquitecto municipal Lucio Oñoro Domínguez en 1948, que no se terminó hasta el año posterior; debiendo citarse además la instalación del monumento dedicado al fundador Francisco Alcántara, que por esas fechas debió realizar el escultor Antonio Cruz Collado.

Escuela de Cerámica en construcción. 1932

La chimenea del horno y la Tinaja del Pabellón Florida

 

Escuela de Arte Francisco Alcántara

En 1984, con la separación de los organismos de gestión municipales y estatales, se crearon dos centros oficiales: la Escuela de Arte Francisco Alcántara, dependiente de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid, y la Escuela Municipal de Cerámica, dependiente del Ayuntamiento de la capital.

Separados por el jardín, ambos organismos docentes funcionan independientes desde entonces, si bien la Comunidad de Madrid implantó los estudios superiores de la especialidad con la finalidad de adaptarse al sistema educativo y a las nuevas tecnologías aplicables a la enseñanza del oficio alfarero.

La Escuela de Cerámica Francisco Alcántara, dentro del marco de la homónima Escuela de Arte, continúa emplazada en el Parque del Oeste, próxima al edificio y horno de la antigua Real Fábrica de La Moncloa, cuya chimenea llamada “La Tinaja” y los hornos se rehabilitaron en 1992, inaugurándose como “Centro de Jóvenes Creadores Pabellón Florida”, una magnífica sala de exposiciones luminosa y bien dotada, bajo el impulso y empeño de un José Gabriel Astudillo López preocupado siempre por el arte y los  artistas.

Poco duró el sueño artístico de nuestro Presidente, siendo reconvertido el Pabellón Florida en sede de la Policía Municipal.

En la actualidad sigue funcionando la Escuela que suma un inmenso legado, no sólo por las obras acumuladas, que a comienzos del siglo XXI sumaban más de 17.000 acuarelas y más de 5.000 fotografías, sino también por los métodos pedagógicos, su papel en la conservación del conocimiento ancestral de muchos oficios tradicionales y su influencia cultural en las sucesivas generaciones.

Uno de los métodos educativos usados por Francisco Alcántara fue el de los cursos de verano. Al poco de la fundación de la Escuela comienzan los mismos, siempre con un viaje desde Madrid a diferentes regiones y comarcas españolas, para que los alumnos pintaran y modelaran del natural y en el propio ambiente, discutiendo posteriormente en reuniones abiertas.

Para ello se elegían aquellos pueblos que mejor habían conservado sus costumbres tradicionales, pretendiendo que los alumnos tuvieran contacto directo con ellas.

Fachada de la actual Escuela Municipal de Cerámica

 

El cercano y desconocido Cementerio de La Florida

Junto a la Escuela de Cerámica se encuentra el Cementerio de La Florida.

En su modesta entrada, una placa señala que este camposanto alberga los cuerpos de los 43 patriotas fusilados por los franceses en la Montaña de Príncipe Pío.

La placa es de 1981, año en que se reabrió el cementerio una vez rehabilitado tras décadas de cierre y deterioro.

Al entrar, lo primero que vemos es un mural de azulejos que reproduce el cuadro El tres de Mayo, de Goya, y debajo una placa dedicada “Al valor y heroísmo de un pueblo” el madrileño.

Un camino central adosado a la Escuela de Cerámica, mantiene una placa dedicada a Sor Marta, que auxilió a seiscientos prisioneros españoles de Bensaçon, salvando la vida de muchos de ellos.

Al final del camino, una pequeña ermita, consistente en un recinto de ladrillo con una capilla al fondo y al lado una lápida dedicada al General Espartero, que fue uno de los presidentes de la Sociedad de Milicianos.

El Cementerio de La Florida fue construido en 1796 para los empleados del Palacio Real. Tras los sucesos del “Dos de Mayo” su propósito cambió, adquiriendo un significado especial.

Dentro de la ermita hay que bajar a la pequeña cripta donde están enterrados 43 hombres en una fosa común, dentro de dos cofres, tras una lápida con 29 nombres de los arcabuceados en la madrugada del tres de mayo, que se pudieron identificar en los primeros años tras la Guerra de Independencia, siendo los catorce restantes muertos anónimos que no fue posible identificar.

Los fusilados de Príncipe Pío no fueron los únicos en morir en aquellas jornadas. El mismo día 2 algunos madrileños fueron arcabuceados en otros puntos de la ciudad. Otros cayeron en las luchas callejeras contra los soldados napoleónicos. Una vez pacificada la revuelta antifrancesa, el general Murat decidió dar un castigo ejemplar.

Para ello, ordenó seleccionar 42 prisioneros al azar y el general se reservó la elección de uno más. Los 43 mártires fueron torturados y conducidos a la ladera de la Montaña de Príncipe Pío. Allí fueron fusilados y sus cuerpos abandonados. Hasta que unos días más tarde los hermanos de la Buena Dicha los enterraron en el Cementerio.

 La Cofradía de la Buena Dicha se ocupó de su mantenimiento, hasta que en 1917 pasó al cuidado de la Sociedad Filantrópica de Milicianos Nacionales Veteranos, que  sufragaba los gastos de mantenimiento con pequeñas aportaciones voluntarias.

Todos los dos de mayo, fecha en la que se celebra el día de la Comunidad de Madrid, el Presidente de la misma lleva a cabo una ofrenda floral a los Héroes del 2 de mayo en el Cementerio de La Florida, manteniéndose el resto del año cerrado.

Cementerio de La Moncloa

 

Francisco Alcántara en Hoyo de Manzanares

Hoyo de Manzanares fue uno de los pueblos elegidos para los cursos de verano descritos, influyendo también en la decisión sin duda la amistad y ascendiente que tuvo Francisco Alcántara con Aureliano de Beruete, que ya en el siglo XIX había pintado la sierra hoyense.

La misma influencia, en la que ya participaría activamente Francisco, haría que otros artistas eligieran la Sierra de Hoyo como el lugar donde vivir y trabajar, como Rafael Botí, que residió en Torrelodones.

En junio de 1923, en la Exposición que celebró la Escuela de Cerámica en el Salón del Círculo de Bellas Artes de Madrid declaraba Francisco Alcántara en una entrevista que le hizo el escritor y periodista Ramón Gómez de la Serna, sobre las escenas hoyenses que allí se veían, entre otras cosas, que: …”ésa es la cocina de la tía Baltasara, encantador reposorio en las estadas en Hoyo de Manzanares”…

La familia Alcántara construyó una casa en el centro del pueblo en la que veraneaba y pasaba temporadas de descanso hasta el inopinado asesinato de Jacinto Alcántara en 1966. Los herederos donaron dicha finca y sus jardines a Hoyo de Manzanares en 1969, albergando en el presente la planta baja el Centro de Mayores y en la segunda dependencias municipales.

Homenajean el legado de los Alcántara en Hoyo de Manzanares una excelente placa cerámica, fechada en 1929, en su entrada sur y un Monolito que recuerda la inauguración de los jardines como parque público en 1981.

Francisco Alcántara Jurado Socio Fundador de la Asociación Española de Pintores y Escultores, con el número 100.

En la Gaceta de Bellas Artes de enero de 1911, firmaba un artículo en el que reivindicaba la cerámica española que tanto auge estaba teniendo en el arte español de principios de siglo.

Decía que el primer empeño de la nueva Escuela de Cerámica era “restaurar todos los procedimientos decorativos cerámicos de la arquitectura mudéjar y posteriores, como la pintura de retablos sobre azulejos de Talavera, y la vajilla y cacharrería no solo útil, sino la que comprende la ostentosa riquísima en formas y colores desde la tinaja, orza, hasta la pieza más mínima y en clasificar y catalogar de loza española antigua la moderna que se produce en todo el país”.

 

Jacinto Alcántara Gómez

ALCANTARA GOMEZ, Jacinto          P.C   <1954             15.set.1901            MADRID            MADRID    6. jun.1966

Socio Fundador

Jacinto Alcántara en una fotografía de 1928

 

Jacinto Alcántara Gómez. Nacido en Madrid, el 15 de septiembre de 1901, su formación intelectual y artística estuvo asegurada con la educación que le brindó su progenitor, viviendo en un ambiente de primer orden gracias a las amistades de su padre, que incluían a personalidades de la talla de Pérez Galdós, Unamuno, Azorín, Valle Inclán, Ortega y Gasset y otros miembros de la generación del 98 con quienes compartía el pensamiento regeneracionista.

Amigo desde la niñez de José Antonio Primo de Rivera, con quien compartió estudios.

Su formación como ceramista, siendo alumno de la escuela creada por su padre, estuvo a cargo de los socios de la AEPE Daniel Zuloaga y Enrique Guijo, completando  después sus estudios artísticos con algunos viajes por distintos países europeos.

Jacinto Alcántara en una fotografía de 1931

 

Durante la Guerra Civil, gracias a su cultura y formación artísticas, se ocupó de las tareas de recuperación y salvación de obras de arte, teniendo sus iniciativas parte en la creación de la Obra Nacional de Artesanía, de la que fue director y a la que estuvo vinculado hasta su muerte.

Organizó así exposiciones de artesanía española y arte decorativo en Múnich, Florencia, Nueva York, Roma, Casablanca, París, Bruselas, Tokio, Manila, Bangkok y Berna, además de numerosas exposiciones de Artes Populares por toda España y con más asiduidad en Madrid.

Organizó una grandiosa Exposición de más de 1.200 piezas de cerámica que abarcaban desde la Prehistoria hasta la obra de Picasso, que no pudo ver concluida por su trágica muerte.

Profesor de la Escuela de Cerámica fundada por su progenitor, su aportación fue decisiva para poner en marcha nuevamente la escuela, destruida por la guerra civil, sin medios de ningún tipo, en una labor meritoria por cuanto de titánica tuvo.

El resurgir de las cenizas, propiamente dicho, de la Escuela, se vio recompensado con el espíritu intelectual liberal con que la dotó, continuador del implantado por su padre tan vinculado a la Institución Libre de Enseñanza, basado en el fomento de la creatividad de los alumnos y su crecimiento como artistas de una forma culta y disciplinada.

El artista en una fotografía de 1932

 

De esta forma, fue alumno, profesor y director de la Escuela Nacional de Cerámica.

En 1966 fue nombrado Académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, no llegando a leer su discurso debido a su asesinato.

Su obra cerámica y su obra pictórica, constituida por decenas de pinturas en óleos y acuarelas de gran formato, se encuentran depositadas en la Escuela de Cerámica de la Moncloa del Ayuntamiento de Madrid.

Jarrón de Jacinto Alcántara de 1927

 

Como curiosidad puedo mencionar también que nuestro Presidente, José Gabriel Astudillo López, en su etapa política, fue patrono de la Escuela de Cerámica durante cuatro años.

Jacinto Alcántara estaba casado con Rosario Muñoz-Cobos, con la que tenía una única hija llamada Amalia, que contrajo matrimonio con José Arrobas de Vacas.

Fue designado como Director de la Escuela de Cerámica de Madrid, simultaneando este cargo con el de Jefe de Protocolo del Ayuntamiento de Madrid, que desarrolló con extrema brillantez.

 

Jacinto Alcántara impartiendo un curso en 1939

 

Pronunció conferencias, publicó artículos sobre temas de cerámica y en 1941 publicó el libro “La cerámica en España”.

 

Jacinto Alcántara en los años sesenta

 

En 1928 el joven alumno Jacinto Alcántara, realizó una excursión artística por tierras de Zamora en compañía de otros artistas.

Jacinto regaló uno de los apuntes, un dibujo que retrataba a una aldeana de aquella región, realizados en el transcurso de aquel viaje, a su amigo el médico Serapio Blanco Turino.

El hijo de Serapio Blanco, Juan Francisco Blanco Villoria (1921), de carácter perturbado desde su niñez, se obsesionó con aquel dibujo de tal manera, que interpretaba que la retratada era su madre, tomando la dádiva como una gran ofensa, ya que era “un gran insulto para ella”.

Casualidades de la vida quisieron que el tal Juan Francisco asistiera como alumno a la Escuela de Cerámica que por aquel entonces ya dirigía Jacinto Alcántara, lo que motivó que la situación en lugar de mejorar, se agravara, llegando el alumno a afirmar que algún día “mataría a Jacinto Alcántara”.

Juan Francisco asistía a las clases de dibujo que impartía el catedrático de Bellas Artes Miguel Kreisler Padín en el Liceo Francés, que ante la baja calidad de los ejercicios presentados por su alumno, suspendía reiteradamente los exámenes de Blanco Villoria, jurando también con este motivo, vengarse y proferir amenazas de muerte a su profesor.

Se da también la circunstancia de que tanto Miguel Kreisler como Jacinto Alcántara formaron parte del Tribunal que examinó de francés a Juan Francisco, al que suspendieron, aumentando así aún más la inquina del perturbado.

Veinte años más tarde, en 1959, Juan Francisco Blanco Villoria ejerce de maestro nacional en el pueblo turolense de Sarrión, sufriendo por aquel entonces, fuertes episodios de manía persecutoria.

El 28 de diciembre de 1959 Juan Francisco se encuentra en Madrid para celebrar las Navidades con sus padres y va a cumplir una de estas promesas aventuradas hace ya tantos años… Caminando tranquilo, se dirige a la calle Alcalá, número 100, donde reside su antiguo profesor Miguel Kreisler, a quien asesta dos puñaladas mortales, una en el pecho y otra en la espalda, con un cuchillo cuya hoja medía unos 30 centímetros. Kreisler ingresará ya cadáver en el hospital.

Apresado, Juan Francisco Blanco es internado en el manicomio de Cienpozuelos, pero siete años más tarde, en la madrugada del 5 de junio de 1966, se fuga del frenopático y comienza a planificar su venganza.

Dos días después, acude al domicilio de Jacinto Alcántara, en el número 50 del madrileño Paseo del Pintor Rosales y, tras llamar a la puerta y asegurarle a la doncella que era el conserje de la Escuela de Cerámica, esperó hasta que Jacinto acudió a la entrada, asestándole dos puñaladas en el pecho, una de ellas le atravesaría el corazón, a su antiguo profesor, que cayendo de bruces en el pasillo y tras esbozar unos pasos, murió al instante.

Tras la consumación del homicidio, Juan Francisco se mostró tranquilo y no ofreció resistencia en el momento de la detención. En la chaqueta guardaba aún el arma empleada, que había adquirido por 100 pesetas.

El Ayuntamiento de Madrid editó un libro titulado Jacinto Alcántara Gómez: Homenaje del primer Excelentísimo Ayuntamiento de Madrid en el primer aniversario de su muerte, otorgándole la Medalla de Oro del Ayuntamiento de Madrid.

También como homenaje póstumo, en los jardines de la Escuela de Cerámica se instaló en 1971 un busto de Jacinto Alcántara, muy próximo al de su padre colocado allí en 1949, obra del socio de la AEPE Enrique Pérez Comendador.

Jacinto Alcántara y la AEPE

Anterior al año 1954, fue nombrado Socio de Honor de la AEPE.

Elegido Vicepresidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores en 1955, ocupó el cargo hasta el momento de su fallecimiento.

Busto en bronce de Jacinto Alcántara, obra del también socio de la AEPE Enrique Pérez Comendador

 

 

Concepción Mármol Trigo

Por Mª Dolores Barreda Pérez

LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

 

Concepción Mármol Trigo

MARMOL, Concepción          P            1920             ANDUJAR (J)                   ANDUJAR

 

 

Concepción Mármol Trigo nació en 1874 en Andújar, Jaén, en el seno de una familia humilde. Tenía una hermana, Carmen, a la que estuvo muy ligada durante toda su vida.

Como costurera, Concha, como era conocida en Andújar, entró muy joven al servicio de la casa de la Marquesa de Santa Rita y Condesa de la Gracia Real, María Agustina Pérez de Vargas y Pérez de Vargas.

Por su carácter y bondad, se ganó la confianza de la Marquesa, que la convirtió en su ama de llaves y amiga.

 

 

En su casa palacio, adquirió junto a ella una vasta cultura que le permitió dirigir la revista “Mirando al Santuario”, desde 1922 hasta 1935.

Contrajo matrimonio con Antonio Vallejo Garrote, que murió asesinado junto a la iglesia de San Miguel al comienzo de la guerra civil, no teniendo el matrimonio descendencia.

Como parte de la casa de la Marquesa, fue testigo de las aportaciones que ésta hizo para la construcción de la capilla de la Virgen de la Cabeza, patrona de la ciudad y venerada en la Basílica del mismo nombre, que se halla enclavada en pleno parque natural de la Sierra de Andújar, en el paraje conocido coloquialmente como Cerro del Cabezo, a 32 kilómetros de la ciudad de Andújar, en Jaén.

Colaboró después en la preparación de los fastos del VII Centenario de la aparición de la Virgen de la Cabeza, en 1927.

Blanco y Negro, 1928

 

Las dos hermanas sufragaron uno de los misterios del Rosario monumental del templo, situado en el camino de subida al Cerro del Cabezo.

Las crónicas de aquellas jornadas fueron después recopiladas en álbumes que costeó la propia Marquesa, que fallecería sin dejar descendencia.

A su muerte en 1933, legó su inmenso patrimonio a sus damas de compañía y a otras instituciones de carácter benéfico-social.

Y por supuesto, a Concha y a Carmen, muy preocupadas siempre por el bienestar y la enseñanza de los niños pobres de la ciudad.

Tras la guerra civil, colaboró activamente en la reconstrucción del santuario de la Virgen de la Cabeza que el bando republicano había dejado reducido a escombros, con la pérdida total de su riqueza artística y de la imagen primitiva de la Virgen de la Cabeza.

Curiosamente, Mariano Benlliure sería el autor de la nueva imagen del Sagrado Corazón de Jesús que se colocó en 1943, así como de una imagen de Cristo agonizante que allí se venera.

Las hermanas Mármol  donaron parte de los retablos que en la actualidad se pueden admirar: el Sagrado Corazón, San Antonio de Padua y el de la Santísima Trinidad.

Pero su contribución más destacada fue la del templete para la procesión de la Virgen, de 1957, y la restauración de la jaula procesional del siglo XVI que se llevó a cabo en 1960.

La Cofradía Matriz nombró Camarera Perpetua a Concha por su entrega y devoción mariana.

Sus aportaciones económicas llegaron también a la Iglesia parroquial de San Bartolomé Apóstol de Andújar, a la que donó el retablo de la Capilla mayor de San Miguel y el Cristo de la Columna de San Bartolomé, de la Santa Vera-Cruz de la ciudad.

Desde joven, se interesó por el mundo del arte, pintando obras religiosas y copiando obras de los principales maestros, en especial de Murillo.

Así, pintó y donó algunos lienzos al santuario, que fueron colocados en los arcos laterales de la iglesia.

En el campo artístico, recibía el sabio consejo del maestro Herrera.

Portada de uno de sus libros

 

Dedicatoria que Concha Mármol dedicó a su mentora y amiga Agustina Pérez de Vargas y Pérez de Vargas

 

En la revista Don Lope de Sosa se destaca que un cuadro suyo, representado a la Divina Pastora, se expuso en el pabellón de Jaén de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929.

Más conocida es su faceta como escritora, tanto en prensa, con artículos como “La mujer social”, “Páginas escogidas” o “La bella Iliturgi, cuna de santos”, como en la publicación de relatos y cuentos tales como La huerfanita Norberta (1924), La cabaña y el zagal (1927), La imagen soñada (1929), El hogar clásico, El niño perdido, Por esos mundos, Mujeres de antaño, etc.

Interior del Palacio de Gracia Real

 

A su muerte el 27 de diciembre de 1962, toda su herencia pasó a integrar el capital fundacional del futuro patronato “Inmaculada Concepción”, germen del actual Colegio La Salle de Andújar, que fue regido desde el principio por los Hermanos de la Doctrina Cristiana de San Juan Bautista de La Salle, en donde la enseñanza es gratuita, debiendo los alumnos reunir la condición de “pobres”, estableciéndose un régimen de becas.

Tras su muerte, la revista “Heraldo del Santuario” comentaba: “El sepelio de esta generosa dama constituyó una imponente manifestación de duelo. Asistió el Clero de las cuatro parroquias con cruz alzada, Cofradía de la Virgen de la Cabeza con banderas, cetros e insignias, Hermandades de Pasión; Patronato de la Fundación del Colegio, Provincial y Hermanos de La Salle de Córdoba; Provincial y Comunidades de los Padres Trinitarios de Andújar, Córdoba y Alcázar de San Juan. El duelo iba presidido, con los familiares, por autoridades y arcipreste, que ostentaba la representación del Obispo de Jaén”.

 

Primera promoción de alumnos de La Salle de Andújar de 1963

 

Su entrega a la causa religiosa y también social fue recompensada, de alguna forma, al dedicarle su pueblo una calle en el año 1989 a petición de un profesor del Colegio La Salle.

A ese reconocimiento se sumó no hace mucho la rotulación de otra vía urbana con el nombre de “Hermanos de La Salle”.

 

 

Concha Mármol Trigo y la AEPE

Participó en el V Salón de Otoño de 1924, donde apareció inscrita como Concepción Mármol, natural de Andújar, Jaén, donde reside,  plaza Marcos Criado, 7.

Lo hizo con la obra:

668.- La Pastorcita en Sierra Morena, lápiz, 0,63 x 0,47

Concha Mármol en los últimos años de su vida

 

 

Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

Lo nuevo viejo

 

Todo lo que rinde un beneficio, ya espiritual ya material, está vivo. Hay palabras que esta sociedad viste de desprestigio: viejo, tradición, decencia, esfuerzo, excelencia, belleza. Pero, lo que es útil, permanece. ¡Que un pintor se considere carca porque pinta, es como que un cerezo se mustie por estar florido! En We Collect se ha presentado la pintura de Pablo Merchante, impantacte, como la que exhibe Charles Villeneuve en el Botánico. ¡El arte, la poesía, es lo único que no envejece!

 «Más Puro que el viento. Festival de Cante Jondo a la orilla del mar». 2020. Técnica Mixta. Encáustica sobre papel maché y tela; obra de  Muerta Jacinta

 

Voy a hablar más de ignorancia que de sabiduría. Una persona, con inteligencia natural, puede desconocer un asunto, no ser un erudito, pero actuará con la luz de su talento, con la prudencia del quien ve la claridad, aunque esté acosado por la noche. Ignorante es el que no quiere aprender, porque cree que todo lo sabe y, ante esa convicción, todo le sobra, desde la razón al arcano cultural. Ignorante es el que renuncia a vivir, como ser sentiente, ya que cree estar un escalón más arriba y se refugia en la acción.

Es precioso respetar la limpidez de las palabras, sus fundadas mutaciones. Y preciso. No podemos entendernos si a cada palabra le asignamos un ánimo subjetivo. No todos somos Valle-Inclán, por eso urge estudiar más y conocer mejor el idioma en el que nos comunicamos. Las palabras nuevas han de tener por calántica el halo de la idoneidad, el resplandor del milagro. La ignorancia es camaleónica, al igual que la ironía, y hay que estar finos para detectarlas, desenmascararlas o admirarlas.

En el reciente Congreso Internacional de la Lengua Española en Cádiz tuvo lugar un taller y un “show con tres de los grandes nombres de la escena <freestyler> nacional”. En otra entradilla de la noticia, ABC, leemos: “Un <freestyler>, una <host> y un DJ reflexionan sobre el arte de la improvisación y el vacile”. ¿Qué puede entender el lector medio de este galimatías desangelado con pretensiones intimidatorias?

Otra vista de «Festival de Cante Jondo a la orilla del mar»; la bailaora 26x10x37 cm, las figuras sentadas: 9x10x26 cm. Obra de Muerta Jacinta

 

El periódico asegura: “es Mnak uno de los mejores <freestyler> de España”. Menos mal que Ignacio Romero Montero, Mnak, afirma: “No hemos inventado nada, todo esto viene de la trova. Somos trabajadores de la palabra, exprimimos el diccionario al máximo”. Queen Mary, “una de las celebérrimas <host> en España” apunta: “En las batallas se está creando un nuevo lenguaje más universal, validado por todos, en América y en España{….}Los que compiten son artistas, gente que ya está muy formada, con mucha cultura”.

Intervino también DJ Verse, pinchadiscos, promotor musical, mezclador, que pone música de fondo al encuentro. Y se cita una publicación de la jerga <freestyler>. Con perlas como <beatboxer>, que deriva de <beat boxer>, caja de ritmos, y que identifica a una persona que imita sonidos con la voz. <Booker>, representante de estos raperos; <blinblin>, estilo excesivo de vestir; <host>, presentador/ra, anfitrión/na o locutor/ra. Añadiendo que son ya muy conocidos en el ramo los <beatboxer> Jals y Zerpa.

Sabemos por la información abecedaria que Mnak quiere que la RAE acepte <freestyle> en el DILE, porque “no es lo mismo que estilo libre, eso si, escrito <fristail>, como quería el académico Salvador Gutiérrez Ordoñez. En fin, una clamorosa confesión de que todas estas personas no están tan formadas como dicen, ni son tan cultas como presumen. Por ello decía de suso que hay que estar ojo avizor con la ignorancia y la ironía. ¿Qué es eso de crear “un nuevo lenguaje más universal”?

 «Clavel y lirio cerca de Portugal», 2022; oleo, spray y gesso sobre lino, 280×200 cm; Pablo Merchante en WE Collect

 

Estoy a favor de las novedades, soy filoneísta. El filoneísmo es la actitud de quien defiende y promueve lo nuevo, lo que se genera cada instante. Es curioso que ambas palabras han desaparecido del DRAE, vigésima segunda edición. En tanto que mantiene misoneísta, hostil a las novedades, y misoneísmo, actitud propia del misoneísta, aversión a lo nuevo. Palabra acuñada por el criminalista Cesare Lombroso en 1884 y forma parte del DRAE desde 1925, apareciendo en Diario Oficial de Avisos de Madrid, el 12 de enero de 1885.

Todo evoluciona y la lengua no iba a ser una excepción. Nosotros mudamos con harta frecuencia. Mas, una cosa es evolucionar, asimilar, integrar nuevas acepciones; y otra, muy distante, echarse en brazos de la zafiedad, la incultura y la ignorancia, de la que no se libra la venerada “Española” a través de algunos de sus componentes.

Pedro Álvarez de Miranda, numerario de la RAE, relaciona “la alergia a las novedades” con el purismo, ”referencia a las actitudes de hostilidad o resistencia ante las novedades idiomáticas”. Advirtiendo que la palabra purista accede al español con las Cartas eruditas y curiosas de Feijoo, 1742. Ingresando purismo y purista en el diccionario de Terreros, en 1762, y en el de la Academia en 1803.

Estas peleas de gallos, estos enfrentamientos de raperos, retóricas y gangosas, empalagosas y sin ángel son tan antiguas como la historia. Incluso tuvieron antaño una altura de la que carecen hogaño. Las conocieron los griegos, los romanos. Y fueron los trovadores quienes las institucionalizaron entre los siglos XI e inicios del XIV, en el sur de Francia, norte de Italia y noreste de España.

El trovador es un caballero medieval que trovaba en lengua provenzal; músico y poeta que componía sus obras y las interpretaba en entorno de nobleza. Martín de Riquer dice que nunca se les llamó poetas. El ministril es el músico que acompañaba al juglar o trovador. Se conocen varias suertes: trobar ric, trobar clus y el trobar leu, con cierto perfume a dolce stil novo.

Enrique del Río, Merchante y Constantino Molina, en We Collect

 

Los troveros aparecieron más tarde en el mismo ámbito de la lengua d’oc. Las formas habituales de sus composiciones son: lais, pastorales, romances, rondós, sirventés y virelais. La obra mejor conservada del s. XIV es la del clérigo y poeta Guillaume de Machaut. En la actualidad, trovero es quien improvisa cantando en el medio caribeño. No se puede obviar los concursos de poetas centroamericanos realizando sus combates con décimas, lo que lo hace más complicado y exigente la trova.

Aún, está la tenzón o tenson, poema provenzal de controversia que disputaban un trovador y un juglar. Aquel que iniciaba la tirada de versos elegía el argumento, tendiendo a ridiculizarse entrambos. Está estructura es considerada como un subgénero de las cantigas de escarnio. Se conservan, amén de en occitano, treinta tenzones galaicoportuguesas. Su acmé tuvo lugar en el reinado de Alfonso X el Sabio, entre 1250/1280. La más antigua de las que conocemos es de Ugo Catola y Marcabruno, 1134/36.

¡No me digan que no hay razones para emplear tenzón, juglar, trovador, trovero o ministril, antes que <fristail>, <host> y <disc-jockey> o pinchadiscos! Cada generación pretende tener su propia mirada. Nada que objetar, es una razonable aspiración, pero, ¡por favor, un mínimo de elegancia con todo lo mejor que nos ha precedido! Si no podemos obviar a Cervantes, El Quijote, Quevedo, Lope, Góngora y su excelsa compañía, ¿a qué abandonarnos en brazos de la ignorancia en aras de la modernez? Nada de todo ésto es nuevo; lo determinante, lo revolucionario, lo profundo es la belleza, en el lenguaje y en cualquier forma de expresión.

En Estudios literarios, Austral, Espasa-Calpe 1938, escribe Ramón Menéndez Pidal: en la España de los Trastámara “había un ejercicio literario, la recuesta o disputa de dos trovadores, obligando al segundo a responder en la misma forma y rimas que había usado el primero {…} este juego literario fue ganando el terreno que la poesía amorosa dejaba vacío, y llegó a ser el preferido entre los poetas de Enrique III”, p. 213, 8ª edic, 1957.

«Gerión», 2000, piedra de Tamajón, 28x20x11 cm, talla directa, Alcántara

 

En esas recuestas participaron micer Francisco Imperial, Ferrán Manuel, Juan Alfonso de Baena, Juan García y Álvarez de Villasandino, por el que no sienten aprecio ni Baena, a pesar de recopilarlo en su Cancionero, ni Menéndez Pidal, cuyo olfato para la poesía era justito, al margen de sus hitos como investigador de nuestra lengua. Avaro, mendicante, borracho y orgulloso cantaba: “Señores, para el camino/ dat al de Villasandino”.

 Con probabilidad, para la mayoría de las personas, recuesta, tenzón, ministril, trovador, cantiga de escarnio, son palabras que no les dicen nada hoy, pero es culpa de su desidia, porque la ignorancia es algo propio, no se puede culpar a los demás de ella. Son palabras con raigambre, prosapia, con historia, que han gozado de uso, sobredoradas por los siglos y los vuelos de escritores y músicos que tentaron la gloria. Y en todo caso, ¿qué puede sugerir a un hispanohablante las palabras <fristail>, <dj>, <host>, <beatboxer>, <booker>, <bot>, etc.

El ridículo está siempre animado por sentimientos y actitudes negativas, por la degradación, la estulticia, la ignavia. Nadie hace el ridículo a sabiendas ante los demás. A una vestimenta excesiva, inapropiada, kitsch, estrambótica, llamarle <blinblin>, simplemente me parece una catetada, impropia de quien se autodefine formado y culto.

Con los elementos de comunicación, con lo que hay que compartir porque pertenece a todos, hay que ser muy respetuosos, limpios, aseados; pulcros, si es posible. Hablo de la lengua, del español que es lo que nos concierne. Se nota cierta inquietud en este asunto y es bueno, pero deberían abstenerse azoreros, arribistas y tramposos. A una persona tan inteligente como Martín Caparrós se le ocurren también muchas pavadas, una de ellas es llamar al español, ñamericano; teje un argumentario tan pobre que no cuadra con su brillantez ¡Y mira que tiene legión de seguidores y que es un profeta del futbol!

«Toledo, antes de amanecer, desde la iglesia de los jesuitas», 2021, acuarela y tinta sobre papel Saunders waterford, 183×350 cm; autor, Charles Villeneuve (fotografía de Juan Portones)

 

Concluye Caparrós, El País Semanal, 9.IV.23, que hay que buscarle otra denominación al español:“Y así, algún día, sabremos qué idioma hablamos, cómo se llama nuestra lengua”. ¡Me extraña tanto, que me asombra Caparrós¡ Él sabe muy bien el idioma que habla, cómo el lector menos leído lo sabe. ¡Hombre, por cambiar que no falte, podríamos llamar al inglés, globalés; al italiano, vaticanés; al chino, arrocés y al árabe, desiertés o petrolés!

Algunos iluminados aseguran que el futuro es el espanglish, olvidando que el futuro lo hacen los hombres que sueñan y quienes sueñan no están nunca atados a directrices, ni consignas. Para el sardo Antonio Gramsci “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Estamos en época de aparición de monstruos. Debemos estar comprometidos en no contribuir a la monstruosidad. Aunque todo hace indicar que ya nos ha caído encima y nos hemos habituando a ella. ¡Atención, no claudiquen ante los verdugos de la lengua, sean decentes no más!

Toda esta bazofia del lenguaje inclusivo y sus voceros tiene una insoportable carga de ignorancia y de cinismo y de hipocresía y de falsía. Un problema no se arregla con cambiarle de nombre y un nombre se deturpa cuando cambia su contenido. Los ignaros son transparentes, se les ve venir, aunque se disfracen de ministras, de académicas o de gregarios adictos al ditirambo. ¡Los macarras cantan, se los oye a distancia!

Ignoramos nuestro pasado, queremos vivir tan rápido que, el presente es menospreciado con la pretensión de vivir en el futuro. No se vive en el futuro. Sin un presente feraz, no hay más que incertidumbre, ocurrencias y ausencia de porvenir. Lo nuevo viejo es un debate muy Juan de Mairena y viene a decirnos que ni todo lo que creemos nuevo lo es, ni todo lo que ha sucedido está muerto, borrado, por más que lo ninguneemos.

» Busto de niño», bronce, 40 x 30 x 20 cm, Pedro Quesada

 

El hurmiento, la gracia de una acción humana, material o inmaterial, se detecta asohora, pero son sucesivas generaciones humanas las que avalan su constante contemporaneidad. Las imágenes que acompañan estas palabras tienen un valor intrínseco excepcional. El ángel de Muerta Jacinta y sus flamencos es inconmensurable, como lo es la actualidad de la pintura, la que realizan Merchante o Soledad Fernández, tan diferentes. La piedra es vieja, milenaria, pero el arte que conforma es universal, vívido, de ahora mismo.

El realismo no tiene edad, puede ser excelente o un muermo: lo constatamos en las esculturas de Pedro Quesada y de Alcántara. No hay debate entre abstracción y figuración, el arte es plural. ¿A qué se debe el éxito de Charles Villeneuve en su impresionante  exposición en el Jardín Botánico? A que el micelio de su obra lo ahorman una mano soberbia para el dibujo y una dulce solercia para la acuarela. Lo reaccionario es alejarse de la cultura, ignorarla, falsificarla; lo contestario es la belleza, su búsqueda, su protección, su canto.

 

                                                                                                                    Tomás Paredes

                                                                                               Presidente H. de AICA Spain

Recordando… Joaquín Bilbao Martínez

Obras, artistas, socios, pequeñas historias…

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Joaquín Bilbao Martínez

BILBAO MARTINEZ, Joaquín                 E    1910(F155)                 1864           SEVILLA             TOLEDO               30.ene.1934

 

Socio Fundador de la AEPE

 

 

Joaquín María Leopoldo Ceferino Juan Bautista del Gran Poder y de la Santísima Trinidad Bilbao Martínez nació en Sevilla el 27 de agosto de 1864.

Hermano del pintor y también Socio Fundador Gonzalo Bilbao, era el sexto hijo del tarifeño Leopoldo Bilbao Caballero y de la sevillana Joaquina Martínez.

La numerosa familia, que contaba con doce hijos, vivía acomodadamente gracias al trabajo del padre, abogado y propietario agrícola que en 1891 se presentó a las elecciones con el Partido Liberal Dinástico de Sevilla.

Joaquín empezó sus estudios en el Colegio San Alberto Magno, y los continuó en el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Sevilla.

Junto a su hermano Gonzalo, asistía además a clases de Dibujo y Acuarela del profesor Pedro Vega.

El escultor en 1901

 

En 1881, se matricula en la Facultad de Derecho de la antigua Universidad Literaria de Sevilla, terminando sus estudios en 1887, colegiándose en 1890 y comenzando a trabajar en el bufete de Manuel de Bedmar y Escudero.

En sus ratos libres, asistía al taller de pintura de su hermano Gonzalo, donde pintaba vasijas de barro que traían las señoras, pasando después a modelarlo y como encontró un enorme placer en esta disciplina, comenzó a trabajar en el taller de escultura de Antonio Susillo, abandonando la abogacía a los 29 años para dedicarse por completo a la escultura.

Participa en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1897 con la obra Sueño de amor, logrando una Medalla de Tercera Clase.

Un año más tarde presentó a la Exposición de Bellas Artes de Barcelona de 1898, la obra El sueño de la Virgen.

En 1900 presenta el Monumento a Antonio Cánovas del Castillo a la Exposición Universal de París, con la que logra la Tercera Medalla.

Otra imagen de la prensa de la época del escultor, en 1901

 

Resuelto a seguir aprendiendo, ese mismo año se traslada a París y allí estudiará en la Academias de Bellas Artes, haciendo continuos viajes de estudio por Bélgica y Holanda, donde admira la obra del pintor y escultor Constantin Meunier, así como por  Alemania e Inglaterra.

Así descubre el mundo escultórico de Rodin, Dalou y la estética del Art Nouveau.

Estatua de Antonio Cánovas del Castillo, en Madrid y su monumento

 

En 1902 participó en el Salón de París con la obra El resultado de una huelga, recibiendo una Mención de Honor.

En 1902 fue nombrado Comendador Ordinario de la Orden Civil de Alfonso XII.

En 1904 regresa a su Sevilla natal, siendo nombrado por la Academia de Bellas Artes sevillana, como vocal de Escultura de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos.

En 1907 participará en la Exposición de Bellas Artes de París.

Joaquín Bilbao en 1912

 

En 1909 ejercerá de profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Toledo, donde fue conservador de la Casa Museo de El Greco.

En 1910 participó en la Exposición de México con las obras Gitanilla y Muchacha y torero y en la Exposición de Arte Español de Buenos Aires con la obra El último tributo, que le vale la Primera Medalla.

Su participación en las exposiciones que se realizaban en Sevilla fue continua a partir de entonces.

El beso materno

 

En 1912 participó en la Exposición Nacional con las obras Madre e hijo y Carmencita, obteniendo Segunda Medalla.

Entre 1914 y 1919 acogió como discípulo a Enrique Pérez Comendador, cuya biografía abordamos ya en otro número de esta revista.

Autorretrato

 

Desde 1924 una pertinaz dolencia que le privó de la vista, le apartó del mundo del arte que tanto amaba.

Diez años después, completamente ciego, fallecía en Sevilla, el 30 de enero de 1934, arrastrando siempre la coletilla de ser el hermano del autor de Las cigarreras, pese al enorme número de obras que realizó.

Tras su muerte, la familia donó a la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla, las obras escultóricas que guardaban, para su conservación y exhibición en el Museo Provincial de Bellas Artes, cumpliendo así la última voluntad del escultor.

Estatua funeraria del cardenal Marcelo Spínola (1912), capilla de los Dolores de la catedral de Sevilla

 

​Académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando desde 1897, fue socio del Ateneo, al que pertenecía desde su fundación en 1887, siendo presidente de su sección de Bellas Artes, entre 1917 y 1919.

Dotado de un gran oficio, enfrentó con brillantez todos los géneros, desde la escultura conmemorativa a la religiosa, pasando por el retrato y el bajorrelieve, pero donde más cómodo se encontraba era en los trabajos de pequeño formato, resueltos con un exquisito virtuosismo en el que se concitan soluciones del pasado y de la renovación plástica del fin de siglo, que dan por resultado trabajos atractivos, gratos y modernos.

Por ello fueron los más demandados por su clientela privada y los que centraron su participación en los certámenes expositivos.

Desnudo femenino

 

En las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes mantuvo una presencia testimonial, con asistencia sólo a las de 1917 y 1926; por el contrario, a las Primaverales de Bellas Artes, organizadas por el Ateneo, casi nunca faltó. Estuvo presente en ellas desde 1897, pasando por las de 1900, 1904, 1905, 1906, 1910, y perseverando en las de 1916, 1917, 1918, 1922, 1924, 1925, 1926, 1929, hasta llegar a la de 1930.

No obstante, las creaciones que más relevancia le dieron fueron las de carácter público, en su gran mayoría vinculadas con el arte religioso. Entre ellas pueden reseñarse: en 1914, para la catedral hispalense, el retablo plateresco, con los relieves de la Dolorosa y de San Juan, en la capilla del Cristo de Maracaibo; en 1916, para la Hermandad hispalense de las Cigarreras, el miguelangelesco Cristo del Dolor; en 1919, para la iglesia de Cumbres Mayores, Huelva, la imagen de Nuestra Señora de los Dolores; en 1922, los cuatro sayones para el misterio de la Coronación de Espinas, de la Hermandad sevillana de la Coronación; también en 1922, la talla del Buen Pastor, para la iglesia sevillana del Sagrado Corazón; y con posterioridad a 1917, las 20 estatuas de la catedralicia portada de la Concepción, que fueron llevadas al tamaño y material definitivos, la terracota, por su colaborador Adolfo López, hacia 1924.

Cristo del Dolor Hermandad de Cigarreras de Sevilla y detalle

 

Como técnicas trabajó, además del bronce, el barro (en el que era un consumado experto), la porcelana biscuit, la madera o el mármol. Practicó también la pintura y el urbanismo, participando en la comisión para el embellecimiento de la Plaza de Triunfo.

Muy próximo al arte cristiano queda su mausoleo del cardenal Spínola, labrado en 1913 para la catedral de Sevilla, y hasta cierto punto su participación en el monumento sevillano a san Fernando, donde sólo hizo la figura ecuestre del soberano, ya que su proyecto fue sustituido por el del arquitecto Juan Talavera y Heredia.

Durante estos años sevillanos sus obras civiles son más extrañas, destacando la alegoría de las Artes en el monumento madrileño a Alfonso XII y el retrato de Alfonso XIII, en el Ayuntamiento de Sevilla.

Concluyó sus días con la satisfacción de ver cómo sus discípulos alcanzaban la fama, y entre ellos su predilecto, Enrique Pérez Comendador, pero también Vicente Rodríguez-Caso Giménez de Aragón, Agustín Sánchez-Cid y Agüero o Mauricio Tinoco Ortiz.

El monumento a Maese Rodrigo

 

Su carrera artística siempre estuvo oscurecida por la de su hermano, Gonzalo Bilbao, el mejor pintor impresionista sevillano del cambio de siglo.

Joaquín Bilbao procuró siempre impregnar su arte de un sentimiento profundo y de una identificación cordial con las pasiones cotidianas. En él no hay aparatosas concepciones, ni teatrales máquinas que tan lejos están de la riqueza decorativa, como de labrar surcos hondos en el corazón.

Apenas llegó a firmar ningún monumento y huyó siempre de esa vacuidad escultórica en la que se hacen alardes de ficticia grandiosidad y se recurre a manidos y rancios preceptismos simbólicos.
Joaquín Bilbao fue siempre un realista, un ligado a la vida cotidiana y así, todos los asuntos de sus estatuas o grupos escultóricos, expresan episodios y sentimientos observados por él directamente.

Estatua ecuestre del rey san Fernando en su monumento (1924). Sevilla, y detalle

 

Realizó obras en bronce destinadas a diferentes espacios públicos, como la estatua del Rey San Fernando de la Plaza nueva de Sevilla, integrada en un monumento diseñado por Juan Talavera y Heredia, la escultura en memoria de Antonio Cánovas del Castillo, de la Plaza del Senado de Madrid, Alegoría de las Artes, integrada en el monumento a Alfonso XII que se encuentra en el Parque del Retiro de Madrid, o la estatua de Maese Rodrigo Fernández de Santaella para la antigua Fábrica de Tabacos de Sevilla, hoy sede de la Universidad.

Alegoría de las Artes del Monumento a Alfonso XII en el parque del Retiro (1922). Madrid

 

Entre sus tallas en madera de tema religioso, podemos destacar un anterior Cristo atado a la Columna para la Hermandad de las Cigarreras de Sevilla, la Virgen de las Tres Avemarías para la Capillita de San José o las figuras de los cuatro sayones realizados en 1912 para la Hermandad de El Valle de la capital andaluza.

Otras obras importantes son el apostolado neogótico realizado para la terminación de la Puerta Grande o Puerta de la Asunción de la Catedral de Sevilla, y también para la Capilla de los Dolores de esta catedral, el sepulcro del Cardenal Marcelo Spínola, obra de 1906. Y para Cumbres Mayores, Huelva, la Virgen de la Soledad en mármol blanco arrodillada ante el sepulcro de José María Morón y Barrientos.

San Bartolomé

Gitana

Un rincón de su estudio. La Esfera, 1916

Muchacha holandesa

La niña del pato

Escena amorosa

La Virgen de las Tres Avemarías

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes de la AEPE: José Subirá Puig

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Los Directores de la Gaceta de Bellas Artes

de la Asociación Española de Pintores y Escultores

 

La  Gaceta de Bellas Artes 1929: José Subirá Puig

Al dejar la presidencia José Francés, la revista siguió con el comité de redacción formado por Jesús María Perdigón, Angel Vegué, Ramón Pulido y Pedro García Camio, como secretario, al que después se incorporó Antonio Ortíz de Echagüe como Presidente, pero no como director de la Gaceta.

La Gaceta se vendía en Barcelona en Galerías Layetanas, calle Cortes núm. 613

Meses más tarde, a Antonio Ortiz de Echagüe le fue concedida la Legión de Honor, viéndose precisado a dimitir como Presidente de la AEPE, por residir más tiempo fuera de Madrid que en la capital, siendo sustituido en el cargo por Julio Moisés.

El Secretario General, Pedro García Camio, dimitió, ocupando ese cargo de forma interina, Jesús María Perdigón, quien terminaría también dimitiendo, nombrándose provisionalmente a Roberto Fernández Balbuena, si bien la Asamblea General celebrada el 31 de mayo, eligió definitivamente a Emilio Romero Barrero, pintor y desde febrero, médico oficial de la Asociación.

La biografía de Roberto Fernández Balbuena ya la abordamos en la Gaceta de Bellas Artes de Julio de 2021, al ver la Medalla que con su nombre, se concede en el Salón de Otoño.

La Gaceta de Bellas Artes estaba regida por un comité de redacción en el que figuraba el secretario, y en el que Roberto Fernández Balbuena ejercía de director, quien, en junta de 15 de mayo dio cuenta de sus proyectos respecto a la revista y que se fueron madurando a lo largo de todo el año. También figuraba en dicho comité José Subirá, redactor de temas musicales, y Enrique Estevez Ortega.

Nuestra Gaceta era quincenal, empezando el año con 24 páginas, y, aunque terminó con 12, se anunciaba la próxima aparición de Plástica, que sería la nueva forma de la Gaceta abierta a todos los amantes del arte. La suscripción por trimestre seguía siendo 3 pesetas.

 

José Subirá Puig

 

José Subirá Puig retratado en 1934 por Gabriel Esteve Fuentes, RABASF

 

José Subirá Puig nació en Barcelona el 16 de agosto de 1882.

Al obtener su padre, Mauricio Subirá, un puesto de catedrático de instituto en Ciudad Real, el joven José cursó en aquella ciudad los estudios escolares, al mismo tiempo que iniciaba los estudios musicales, que efectuó con el organista de la Catedral.

Desde 1896 fijó su residencia en Madrid, salvo dos años que residió en la ciudad belga de Amberes.

En 1900 logró el Primer Premio de Piano en el Conservatorio de Madrid. Un año más tarde, el Primer Premio de Armonía también en el Conservatorio de Madrid.

En la Universidad de Madrid llevó a cabo la carrera de Derecho, actividad que simultaneó con los estudios musicales en el Conservatorio.

En 1904 obtuvo el Primer Premio de Composición en el Conservatorio de Madrid.

 

José Subirá en 1930

 

Una vez licenciado en Derecho en 1904, se doctoró en 1923 pero su verdadera vocación era la música, y por tal motivo concluyó las carreras de Piano y Composición, obteniendo siempre las máximas calificaciones.

Se presentó al célebre Premio de Roma, que conllevaba una estancia de estudios en la capital italiana, sin obtener el premio, razón por la que Subirá abandonó la composición para dedicarse enteramente a la musicografía.

Entre 1906 y 1908 fue profesor de la Universidad Popular de Madrid, dictando conferencias y desarrollando diversas iniciativas culturales. Dio lecciones monográficas en el Museo del Prado y conciertos comentados en asociaciones obreras del momento.

Paralelamente a esta actividad docente, desarrolló una intensa actividad de crítica musical en periódicos y revistas.

José Subirá Puig

 

En ellas escribía con numerosos pseudónimos, como Jesús A. Ribó, Rosa I. Jubés, Mauricio Puig, Ixión y El Bachiller Orfeo.

Ascienden a varios millares los artículos diversos y las crónicas musicales que aparecieron en la prensa española durante más de treinta años, a partir de 1905, aproximándose a trescientos cincuenta los que ha publicado en el Diario de Barcelona sin interrupción desde 1954, dando con frecuencia nuevas noticias como frutos de sus investigaciones musicológicas.

Colaboró en las principales revistas españolas, entre ellas Revista de la Bibliotecas, Archivos y Museo del Ayuntamiento de Madrid; Gaceta de Bellas Artes, Revista Musical Catalana, Las Ciencias y Arbor, y en las más destacadas de Europa: Revue de Musicologie, La Revue Musicale  y L’Opéra-Comique, de Francia; Die Musik y Musik in Leben, de Alemania; Acta Musicológica, Boletín de la Sociedad Internacional de Musicología y en varios diccionarios musicales, entre ellos el Musik-Lexicon de Riemann en su undécima edición y el Diccionario Enciclopédico Salvat y en la Enciclopedia Universitas.

De 1908 a 1910 trabajó en Amberes en calidad de secretario del Consulado General de la República Argentina en la ciudad belga.

José Subirá en 1928

 

En 1911 regresó a Madrid y no logra aprobar la oposición a la cátedra de Historia de la Música en el Conservatorio, ni tiene tampoco suerte en la carrera consular, lo que le obligó a trabajar primero como auxiliar en la secretaría de la Junta de Ampliación de Estudios, y luego en el que sería su empleo durante treinta años, como auxiliar administrativo en el Ministerio de Trabajo.

Su vocación musical y su dilatada actividad como musicógrafo, con importantes libros y artículos en su haber, le llevan a dirigir en 1917 la revista Arte Musical.

En 1923 se doctora en la Facultad de Derecho.

En 1928 la Real Academia Española le publica el primer tomo de La tonadilla escénica, al que seguirán otros tres. Ese mismo año, es nombrado delegado oficial en el Primer Congreso Internacional de Música Popular organizado por el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual celebrado en Praga.

El musicólogo en la ficha de la RABASF

 

En 1930 lo será para el Primer Congreso Internacional de Musicología de Bélgica.

Tras la guerra civil, en 1941 fue sancionado con la separación definitiva de su puesto como auxiliar del Ministerio de trabajo, como consecuencia de la depuración política.

Entre 1942 y 1944 se encarga de hacer los miles de fichas que recogen vocabularios de diversas material por encargo de la Real Academia Española y con destino a su Diccionario Histórico en preparación.

En 1944 se fundó el Instituto Español de Musicología, encuadrado en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y Subirá se convirtió primero en secretario de la Sección de Madrid, y en 1950 en jefe de ésta.

En 1945 obtiene el Primer Premio Nacional de Musicología en concurso público y el Premio de la Fundación Conde de Cartagena, concedido en otro concurso público por la Real Academia Española, al presentar un léxico de música y danza con más de cuatro mil voces.

 

En 1952 fue elegido académico numerario de la Real Academia de San Fernando: su discurso de aceptación versó sobre Un vate filarmónico: don Luciano Camelia, siendo contestado por el académico secretario, José Francés.

En 1954 fue nombrado Bibliotecario Perpetuo de la Academia y en 1957 director de la revista corporativa Academia.

Aquel mismo año fue nombrado miembro correspondiente de la Hispanic Society de Nueva York.

En 1968 es nombrado miembro honorario del Instituto de Estudios Madrileños por sus méritos personales y por los servicios prestados al mismo.

El alcalde de Madrid le impuso la Medalla de Honor de la ciudad en 1977.

José Subirá falleció en Madrid, el 7 de enero de 1980, a los 98 años.

 

Entre las numerosas condecoraciones extranjeras sobresalen las de Oficial de la Orden de la Corona, de Bélgica (1925), Caballero de la Legión de Honor, de Francia (1928), y Caballero de la Orden del León Blanco, de Checoslovaquia (1931).

Miembro de honor del Círculo de Bellas Artes de Madrid (1958), y miembro honorario del Instituto de Estudios Madrileños (1968).

 

En 1970 la Real Academia de San Fernando le rindió un homenaje en el que se destacó que …”el académico tonadillófilo D. José Subirá Puig, alejado éste por temperamento de las tertulias donde se hacen y deshacen reputaciones, él mismo se definió como «hombre del rincón» en el preámbulo de su discurso de recepción en esta Casa… que tiene colgado en su salita de música, como evocación de su propio sentir, un azulejo donde se lee: «Mi casa es mi mundo», y además que gustosamente se repite para sus adentros, como norma de conducta ante el mundo exterior, aquel dístico tan sencillo y tan noble que estampó en sus prensas el vate y tipógrafo amberense Christophe Plantin y que dice: «Un trabajo valeroso dotado de humilde constancia, resiste todos los asaltos con dulce paciencia», por ser éste uno de los recuerdos más vivos de la estancia en Bélgica, donde sus burocráticas y modestas labores eran compatibles -como habrían de serlo luego en Madrid durante muchos años- con el profundo y permanente interés por los musicográfico y lo musicológico«.

Sus libros se pueden dividir en los de investigación y los divulgativos. Según José López-Calo, “en los primeros aportó datos definitivos, y hasta entonces del todo desconocidos, sobre temas fundamentales de la historia musical de España. Los más importantes son La música en la Casa de Alba, La tonadilla escénica, Historia y anecdotario del Teatro Real, El compositor Iriarte o Catálogo de la sección de música del Ayuntamiento de Madrid. En los de carácter divulgativo se limitó a recoger y resumir lo que otros habían publicado, pero siempre a través de su personal manera de ver y presentar las cosas, con un estilo sencillo y elegante y con profusión de datos.

Quizás el ejemplo más claro de este tipo de obras sea la Historia de la música en España publicada por Salvat, que sigue siendo de referencia obligada por los numerosísimos datos, fechas y nombres que aporta. En ella se descubren de nuevo las preferencias del autor por la música teatral, y profana en general, sobre la que tiene una visión del todo nueva respecto a la que cuarenta años antes había dado Mitjana”.

 

El Catálogo musical de la Biblioteca Nacional, que recopiló junto a Anglés, constituye un caso aislado en su producción científica. Gran importancia revisten asimismo sus numerosos artículos, ofreciendo en ellos datos nuevos, descubriendo autores poco conocidos, o facetas nuevas en biografías o temas que ya figuraban en historias y monografías. Sus investigaciones giraron en torno a los temas madrileños o a personas relacionadas con Madrid, especialmente pertenecientes al ámbito profano y teatral. También contribuyó en obras de referencia como The New Grove’s Dictionary of Music and Musicians y en obras colectivas de carácter divulgativo como la Enciclopedia Labor.

 

La bibliografía de Subirá supera con creces los doscientos títulos. Una selección de sus obras más representativas es esta:

De historia de la música: Las transformaciones orgánicas de la música. Madrid, 1918. El paisaje, las canciones y las danzas en Cataluña. Madrid, 1921. Los grandes músicos: Bach, Beethoven, Wagner, Madrid, 1924. Músicos románticos: Schubert, Schumann, Mendelsohn, Madrid, 1925.

Colección de monografías musicales: I. Pergolesi. II. Schönberg. III Músorgski. IV Mozart. V. Rimsky Korsakoff. VI Gluck. Enrique Granados. Madrid, 1926. Schumann. Vida y obras. Barcelona, 1921. El músico-poeta Clavé (1924) La tonadilla escénica, 1930, tres vols. Ricardo Strauss (1925). Tonadillas satíricas y picarescas, 1927. La Música en la Casa de Alba, 1927. El compositor Iriarte (1750-1791) y el cultivo español del melólogo (melodrama), Barcelona: CSIC, 1949, 2 vols. El teatro del Real Palacio (1849-1851) (Con un bosquejo preliminar sobre la música Palatina desde Felipe V hasta Isabel II), Madrid, C. Bermejo, 1950 Tonadillas Teatrales Inéditas, Madrid: Tipografía de Archivos, 1932 Historia de la música teatral en España, Barcelona, 1932. La ópera en los teatros de Barcelona, 1945, dos tomos. Historia universal de la música, Madrid, 1945. Historia de la música, Barcelona: Salvat, 2 vols. Historia y anecdotario del Teatro Real de Madrid, Madrid, 1949.

En colaboración con el padre Higinio Anglés, Catálogo de la Sección de Música de la Biblioteca Municipal de Madrid.

 

Obra literaria, Ensayos: Universidades populares, 1907. Los Voluntarios españoles en la guerra europea: por qué luchan, Madrid: [s.n.], 1918. La Bélgica que yo vi, Valencia, Editorial Cervantes, 1919. La crisis de la vivienda: sus causas, males y remedios [Madrid, s. n., 1924]. La Junta para ampliación de estudios: una gran obra de cultura patria, Madrid: Alrededor del mundo, 1924. La elegancia en sociedad. Preceptos del saber vivir, Madrid, 1924. «Señorío» y «Servidumbre» en la literatura, Madrid: Instituto «Miguel de Cervantes» de Filología Hispánica, 1954. Mis evocaciones infantiles y juveniles, Madrid: [s. n.], 1975. Mis evocaciones artísticas de Bélgica, Madrid: [s.n.], 1973.

Narrativa: Ante la vida y ante la muerte: novela histórica [Madrid]: Patronato de Voluntarios Españoles (en la I Guerra Mundial): Pueyo, 1920. Epistolarios y narraciones: selección refundida [Madrid]: Patronato de Voluntarios Españoles / Pueyo, 1922. Memorias y diarios: recopilación glosada por José Subirá, [Madrid]: Patronato de Voluntarios Españoles / Pueyo, 1920. Así dijo Montiel…: historia novelesca, Madrid: Patronato de Voluntarios Españoles / Pueyo, 1920. Carillones entre nieblas. La Bélgica que yo vi, Barcelona: Editorial Cervantes, 1925. Su virginal pureza, novela. Madrid: Viuda de Pueyo, s. a. (1916?) Mi valle pirenaico, cuadros novelescos, Madrid, 1928.

Obra musical: Himno a Santa Cecilia (1900). La prueba del espejo, zarzuela (1901). Suite para violín y piano (1903). Cuarteto (1904).  Rayo de luna cantata (1905). Duo de rayo de Luna: leyenda lirica en un acto [S.l. : s.n., 18–?] Moro-moro: canto de guerra malayo [S.l. : s.n., 18–?] Junto a las mieses doradas: danza campestre [núm. 1] para piano Madrid / Barcelona: Ildenfonso Alier, [entre 1919 y 1925] Impresiones por provincianas [S.l. : s.n., 18–?] Transcripción y armonización de Celos del aire matan, ópera de Juan Hidalgo sobre texto de Pedro Calderón de la Barca, publicada por el Instituto de Estudios Catalanes.

 

Rosa Pombo Ruiz

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

 

Rosa Pombo Ruiz

POMBO, Rosa                P       1923                       MADRID

 

 

Rosa Pombo y Ruiz nació en Madrid en 1897.

Hija de Soledad Ruiz y Pérez, que también firmaba como Soledad Ruiz de Pombo, escritora y feminista, Vicepresidenta de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, ANME, una entidad sufragista fundada en 1918 por Consuelo González Ramos y María Espinosa de los Monteros con la intención de promover los derechos de las mujeres y específicamente el derecho al voto, y que en 1932 estaba presidida por la también socia de la AEPE, Julia Peguero Sanz.

Soledad Ruiz y Pérez colaboraba asiduamente en la prensa católica de Toledo y en la de Madrid, en el diario El Debate. Publicó además una novela “El mi Juan. Novela montañesa”, y varias piezas dramáticas breves recogidas en “El teatro en casa. Colección de comedias y cuadros dramáticos”, así como un libro de devoción “La práctica de las virtudes ofrecida por las almas del Purgatorio”.

En cuanto al padre, nada hemos podido averiguar.

 

Rosa Pombo Ruiz tenía dos hermanos: Faustino Leopoldo y María Jesús, funcionaria de Hacienda.

En Madrid, Rosa se acreditó como copista en el Museo del Prado.

Discípula del gran grabador, maestro de varias generaciones y socio de la AEPE, Manuel Castro Gil.

De formación académica clásica, realizó notables copias de los grandes maestros, si bien prefería la pintura del natural: paisajes, naturalezas muertas, algunos retratos…

Al igual que su madre, involucrada en temas feministas, Rosa se declaraba antoniana (de los Padres Franciscanos) y presidía la Sección de Propaganda de las Juventudes de la Acción Católica de la Mujer en Madrid.

En 1922 figuraba como miembro de la Sociedad Peñalara, con el número 2.053, al igual que su madre y hermanos, con números 2.052, 2.050 y 2.051.

Contrajo matrimonio con el estudiante de Medicina y estudioso Santiago Fernández y Contreras, investigador y divulgador de la historia de Mora, Toledo, que finalmente se decantaría por la literatura y el periodismo.

Santiago Fernández y Contreras en 1924

 

El matrimonio se estableció en Mora, donde poseían una casa solariega y una saneada hacienda entre olivos y viñedos.

Fotografía del patio de la casa de Rosa Pombo y Santiago Fernández Contreras aparecida en la revista Toledo de 1928

 

Rosa ilustraría algunos de los trabajos periodísticos de su marido con primorosas «plumillas», así como algunos reportajes para la revista Toledo entre 1928 y 1929.

Junto a él fundó “El Castellano” en Mora, que dirigía Santiago, colaborando ella además de con sus dibujos, con artículos que firmaba con el pseudónimo de “Marcela”, en una sección fija titulada “Entre nosotras”, que adoptaba la forma de una carta escrita por una mujer de Mora, ama de casa, que enviaba a una amiga sin nombre, joven y rica, con residencia en Madrid.

Rejas toledanas. Plumilla realizada para la revista Toledo que ilustraba  distintos trabajos periodísticos

 

Marcela es dueña de una prosa más que estimable, aunque su horizonte principal no sea literario, sino moral y religioso, con un fondo de feminismo católico muy conservador. A través del contenido de sus cartas-artículo, vislumbramos su pensamiento, sostenido en cuatro pilares fundamentales: el sentido religioso de la vida, la defensa de la moral católica, la importancia del papel de la mujer y la conservación de las tradiciones.

Aceros toledanos. Plumilla realizada para la revista Toledo que ilustraba  distintos trabajos periodísticos

 

En 1929 restauró la imagen de la Virgen de la Soledad de Mora, una talla de antiguos méritos que se venera en la localidad manchega.

Vivió en Mora la mayor parte de su vida, y ejerciendo en la localidad en distintos centros educativos y luego en su propia casa, como profesora tanto de idiomas como de dibujo y pintura, encontrando la satisfacción de que algunos de sus alumnos llegaran a ser grandes artistas, como Manuel de Gracia Gómez-Pintado.

Hasta su muerte en 1986, próxima a los 90 años, siguió dibujando y pintando.

La mayor parte de su producción se encuentra en su propia casa de Mora, así como en colecciones privadas y en algunas instituciones religiosas como la Residencia para ancianos de aquella localidad toledana.

El matrimonio solía veranear en Santander y tuvo dos hijos: Rafael y Alejandro.

El Cristo de Toledo. Plumilla realizada para la revista Toledo que ilustraba  distintos trabajos periodísticos

 

Rafael fue un reconocido poeta, que aunque nacido en Madrid en 1927,  era vecino de la villa de Mora, donde transcurrió su infancia y juventud. Rafael era maestro,  periodista y estudioso, al igual que su padre, de la historia de Mora, lo que le acreditó como “Moracho Ejemplar”, según constata una placa que el Ayuntamiento de Mora colocó en la casa donde vivieron, dedicada a él, su padre y a su hermano Alejandro, “porque gracias a ellos Mora les debía el conocimiento de su historia”. Estuvo también ligado, siendo incluso declarado Hijo Adoptivo de La Puebla de Montalbán, a esa otra localidad toledana, donde vivió los últimos años de su vida.

 

El hombre de campo. Plumilla realizada para la revista Toledo que ilustraba  distintos trabajos periodísticos

 

Y Alejandro, Y Alejandro, maestro y periodista nacido en 1930 en Mora, número uno de su promoción en la Escuela de Periodismo de la Iglesia de Madrid y doctor en Ciencias de la Educación. Director del diario «Ya», profesor de la Escuela de Periodismo de la Iglesia y director de las revistas «Signo», «Vida Rural» y «Nuestra Ciudad». Académico de número de la Academia Hispánica de Filatelia y académico correspondiente de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Recibió varios premios literarios y periodísticos, entre ellos, el Rodríguez Santamaría de la APM, el Mesonero Romanos del Ayuntamiento de Madrid, el Premio Bravo de la Conferencia Episcopal Española y el Premio Doncel de biografías por su libro «Maestro Azorín». Autor de una veintena de obras de ensayo, biografía y narración. Durante su presidencia, se instauró el premio periodístico Larra, que anualmente se concedía al periodista menor de treinta años que más se haya distinguido. Simultaneó su cargo de presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid con la presidencia de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), entre 2000 y 2004.

La fiesta del pueblo. Plumilla realizada para la revista Toledo que ilustraba  distintos trabajos periodísticos

Rosa Pombo Ruiz y la AEPE

Presentó obras al III Salón de Otoño de 1922, donde aparecía inscrita como Rosa Pombo Ruiz, natural de Madrid; viven en Lope de Vega, 39 y 41.

236.- Meditación, óleo, 0,51 x 0,65

236.- Un panó con ocho apuntes, óleo, 0,63 x 0,82

Al IV Salón de Otoño de 1923 presentó

254.- Tablero con apuntes. Estudio de paisajes de montaña, óleo, 0,89 x 1

Al V Salón de Otoño de 1924 presentó las obras

277.- Retrato, óleo, 0,95 x 0,67

278.-Alrededores de la Isla (Retiro), tableros con apuntes, 0,52 x 0,65

La torre del pueblo. Plumilla realizada para la revista Toledo que ilustraba  distintos trabajos periodísticos

 

https://www.mora.es/info/cultura/rosa_pombo

https://memoriademora.files.wordpress.com/2014/08/rosa-pombo.pdf

 

Firmas con sello de lujo. Tomás Paredes

 

Carlos Muñoz de Pablos: Visita a su taller

 

Hay acciones efímeras, que no trascienden: ocurre a menudo con las performances habituales, mediocres, placebo. Por contra, otras alargan y agrandan sus efectos según pasan los días. Pocas fechas ha, un grupo de amigos visitamos el taller segoviense del maestro Muñoz de Pablos y la impresión inicial, que ya fue rotunda, se ha ido anchurando. El maestro, con su pausado decir, con su sosegada clarividencia, nos explicó algunas de sus obras realizadas, otros proyectos y mostró un retrato espléndido del doctor Laguna- “Tu duca, tu signore, e tu maestro”-., que acaba de hacer.

El grupo de los visitantes lo componíamos: Manuel Parralo, pintor y catedrático de la UCM, en la que fue Decano de Bellas Artes; Enrique Ybarra, escritor oculto, empresario y coleccionista de autómatas y saberes; la doctora Emilia de Dios, jefa de Servicio de Ginecología y Obstetricia; Paula Varona, pintora de éxito y miembro de jurados; Félix Ortiz, promotor cultural y artéfilo de abolengo; Ana Muelas, defensora de la naturaleza y denodada amante de los árboles; y quién firma estas líneas, humilde crítico de arte.

El lector conoce y admira el orbe de Carlos Muñoz de Pablos. Mas, por refrescar la memoria, apuntaré datos de su perfil humano y de su obra. Ante todo, hay que decir que Carlos Muñoz de Pablos es el maestro vidriero actual por excelencia. No es igual haber hecho alguna vidriera, que consagrar la vida a este soporte, materia y mester. Vitrales han hecho Farreras, Feito, Vilató, Manuel Ortega, Arcadio Blasco, Lapayessev…Pero, vidrieros son Muñoz de Pablos, Henri Dechanet, Galicia, Joan Vila-Grau, Luis García Zurdo, Pere Valldepérez, Fernández Castrillo, entre otros, cada uno con su dimensión. Sin olvidar los talleres de la Real Fábrica de Cristales de La Granja y los de Gordiola en Algaidas, Mallorca.

Andrés Laguna: veladura de aguatinta negra y negro compuesto sobre lino y cáñamo; 148×98, proporciones áureas; 2020, Carlos Muñoz de Pablos

 

Llamar maestro vidriero a Muñoz de Pablos es sólo dar una pista, porque dada su sólida formación y la obra realizada, se trata de un artista sobresaliente, de primer nivel,  avalado por la dimensión de su pintura, de su obra. ¡Quien dibuja ese retrato intuido, no apócrifo, del doctor Laguna es alguien con mano para llevar un momento creativo a la eternidad; un creador que sabe imbuir a sus formas poderío, dimensión y presencia!

Y todavía está su talante cordial y su talento, cultivado y veraz. Me satisfizo que recordara el contenido de Discurso sobre Europa de Andrés Laguna y que situara los movimientos en su tiempo, que diferenciare la obra exenta y las artes aplicadas; que nos mostrara los nidos de barro de las golondrinas y las plantas de celidonia de su patio, una papaverácea, también denominada celidonia mayor o golondrina, que ya clasificó Laguna. ¡Qué meguez para el oído y el espíritu que la palabra golondrina identifique una planta sanadora y un ave milagrera!

Carlos Muñoz de Pablos, Segovia 1938, se forma en la Escuela de San Fernando al tiempo que trabaja en los talleres de la Casa Maumejean. Becado por la Fundación March amplia estudios en Europa. Forma “Gremio 62” cabe José Luis Coomonte y Quico Argüello. Dura poco este grupo y ejerce por su cuenta con evidente éxito. Más adelante formará, con la complicidad de sus hijos, Vetraria Muñoz de Pablos S.L.

Impulsa la recuperación de la Real Fábrica de Cristales de La Granja, siendo en sucesivos mandatos director del Patronato de la Fundación del Centro Nacional del Vidrio. Académico de San Quirce y de San Fernando, pertenece a varias instituciones internacionales de la especialidad. Y al selecto grupo de españoles prestigiados más allá de nuestras fronteras: participó con lucidez en la restauración de la catedral de Cracovia.

Ha colaborado con arquitectos de la talla de José Luis Fernández del Amo, quién le consideraba gran artista y polímata; Sancho Roda, Félix Candela, Rodolfo García de Pablos, Curro Inza, Eladio Dieste.  Su mayor aportación al mundo del arte, desde mi óptica, ha sido la realización de un lenguaje que ha servido para introducir las vidrieras en el arte contemporáneo, para hacer del cristal una materia soporte de la obra de arte. ¿Acaso las vidrieras de Braque y las de Muñoz de Pablos no son arte de nuestro tiempo?

Paula Varona en el estudio de Muñoz de Pablos

 

Cuando un artista da rienda suelta a su fantasía creadora, las normas y los límites los precisa él mismo, con independencia del asunto. Rothko establece su mundo, al igual que Velázquez el propio. Cuando un creador plástico realiza encargos, se somete a numerosas exigencias: las propias y las del mecenas. Es extraño que haya obra de arte sin oficio, pero en la ejecución de las vidrieras es imposible hacer algo sin dominar un trabajo complejo y multidisciplinar.

Carlos Muñoz de Pablos, diseña sus obras, realiza maquetas, crea las cromías del vidrio; el artesano magistral se pone al servicio del creador concluyente y de ahí emergen esas piezas que misterian y emocionan; esa epidermis traslúcida de templos y palacios, que se sirve de la sonrisa de la luz. Y más aún, ahí está su mítico mural de la coronación de Isabel de Castilla en el Alcázar Trastámara.

Y no sólo crea ex novo, sino que salva piezas, restaura otras, complementa con pulcritud y solercia. Mago alquimista, conoce el comportamiento del fuego, algo mágico, y sabe orientar la dinámica del líquido coloriento, tocando a las puertas de la leyenda. Cuando le piden restaurar el templete de San Pietro in Montorio de Bramante, se encuentra que debe rehacerlo. Su huella en las vidrieras de la catedral de Segovia está a la altura de la de Sabatini y Gil de Hontañón. ¡Las vidrieras de la catedral de Pamplona, Santa Mª de Vitoria, Congreso de los Diputados de España, lucernario del rectorado Universidad Euroárabe de Granada son una carta insuperable de presentación de su magisterio!

Carlos Muñoz de Pablos entre sus hijos Pablo y Alfonso

 

Su vetusto e histórico taller, teatro de sus sueños, es tan acogedor como sorprendente. Ahí estuvo ubicada la Imprenta que dio a la luz el primer libro impreso en España: El Sinodal de Aguilafuente, 1472: volumen de 48 pp. actas del sínodo convocado por el obispo Juan Arias Dávila. Este eminente clérigo, bibliófilo e innovador, trajo de Roma al tipógrafo Juan Parix de Heidelberg, que se estableció en Segovia e imprimió ocho libros, no sin rifirrafes con la censura, por lo que abandonó Segovia y se fue a Toulouse en 1475.

En el patio suena el agua, hay un pozo y celidonias por doquier. En el muro cuelga un relieve magnífico de Francisco Toledo. Bajo los aleros, los nidos de golondrinas. Por veces, el muñidor del vidrio se funde con la figura de Juan Parix y uno se trasplanta a siglos de luz en esta época de sombra y de tinieblas. Aquel templo del saber y de la difusión del arte, que por su ventanal se asoma al monasterio jerónimo del Parral, está lleno de vida, pues allí ejerce su creatividad este hechicero de formas y tinturas.

 

En ese trance, uno se pregunta, ¿cómo es posible que la ciudad con la arquitectura civil más espléndida del s. XVII se haya convertido en un centro comercial; en un vaivén de gente desorientada y desafecta? En Segovia se proclama reina, 1474, Isabel la Católica, una inteligencia de altura. Es la capital de los Trastámara, de Enrique IV, el caldo de cultivo donde se destilarían las aguas que conducen al Imperio y a la proceridad hispánica. ¿Por qué no hay ni una mención a Doña Inés de Azorín, cimera creación, su gran novela segoviana?

¡Gracias a Carlos por conservar esta cuna cultural, este ostugo de gloria! Manuel Parralo, quien mejor conocía la obra de Muñoz de Pablos, explicaba y planteaba cuestiones. Paula Varona, con ojos de pintora, ponía sus ojos en las figuras y sus vibraciones. Enrique Ybarra, precisaba datos y detalles históricos- se ha hecho perito en lunas y en historia de Segovia-. Félix Ortiz, que tanto ha hecho por la vida cultural de la villa, recordaba y proponía. Emilia, se dolía de un pie y observaba, como Ana y como yo, emocionados y absortos, aquella lección tibar que Carlos nos brindaba, gracias al saber, no al azar; merced al sentir y a su sensibilidad de ahormador de creencias y fantasías.

Vidriera de Muñoz de Pablos

 

Carlos, sobrio, natural, ascético, mollar, explicando. El runrún imaginario de la imprenta. El moho tapizando el empedrado. El tizne esquinero y las plantas verdes. La música del agua. Y yo reinando acerca de ese retrato de Andrés Laguna, que Carlos Muñoz de Pablos propone. Efigie en majestad, poderosa, portentosa, de converso y renacentista, de sabio y de vidente, que exhibe el retrato del doctor, traductor de Aristóteles y Cicerón, Galeno y Luciano; “español europeísimo, honra de la medicina y del helenismo de la época de Carlos V”, al decir de Marcel Bataillon.

 

Fue como un puñetazo en el cerebro, la imagen exergónica, imperiosa, en blanco y negro, ¡como debe ser!, con aquella inscripción de la pieza maestra de Laguna: “Europa que a sí misma se atormenta”; Europa sese discrucians; “Europa Eautentimoroumene, esto es, que miserablemente se atormenta y deplora su desgracia”, como reza la traducción hecha del latín en que fue pronunciada. ¡Europa que sigue cuestionándose en lugar de laborar!

Andrés Fernández Velázquez Laguna, conocido como doctor Laguna, Segovia 1510- Guadalajara 1559, “segoviano y amante de la Medicina”, helenista y escritor, erasmista, humanista, médico del Papa Julio III, peregrino y cortesano, botánico, asesor del emperador Carlos, arquiatre de papas y reyes, fue una conciencia de su tiempo y del hombre, un referente de la ética y los saberes. Autor de una amplia bibliografía, aquí nos convoca su determinante Discurso sobre Europa, pronunciado en Colonia, 22 de enero de 1543, siete de la tarde, en el célebre Gimnasio de las Artes coloniensegripiniense.

Acudió a la lectura del Discurso vestido de capuz y capote, de negro rigoroso, al atardecer, a la luz de los hachones, con un auditorio de príncipes, reyes y notables, que aplaudieron la enjundia de su pensamiento. Acompañó al emperador en la toma de Saint Dizier, estuvo nueve años en Italia y en Venecia se alojó en el palacio de Don Diego Hurtado de Mendoza, su protector. En 1555, en Amberes, publicó su Dioscórides, dedicado a Felipe II, y al año siguiente, Discurso de la pestilencia.

 

M. Parralo, Muñoz de Pablos y E. Ybarra ante el dibujo del doctor Laguna

 

A la par de su colombroño Andrés Alciato (1452-1550), se compara su alegato sobre los peligros que acechaban a Europa, dicho en Colonia, con la “Meditación de Europa”, de Ortega y Gasset, Berlín, unos siglos más tarde. Andrés Laguna, prohombre renacentista, alcanza el somo de su presencia en esta imagen, que a su vez anuncia la dimensión de Muñoz de Pablos, como dibujante y como forjador de efigies, porque si no existen imágenes directas creíbles de su figura, esta podría ser un acierto milagroso y una lealtad a lo que representa.

Muñoz de Pablos honra la luminosidad del arte con su limpidez, con su destreza en el dibujo que define, con su diáfana manera de expresar la experiencia de sus sensaciones, con las vidrieras que congregan al timepo. Y nosotros tuvimos el privilegio de asistir a un acto de concienciación, a una lección de humanismo presidida por la figura del prócer doctor Laguna y del maestro que ha sabido ponerle imagen a su dignidad. Sin ánimo de parangón, cuando Carlos levantó la tela que cubría el retrato para mostrarlo, sobrecogido en el silencio, me vino a la mente la actitud de Tiziano cuando enseñaba a sus retratados la cumbre de sus comendamientos.

 

Tomás Paredes

                                                                                         Presidente de H. de AICA Spain

Recordando… Eduardo Barrón

Obras, artistas, socios, pequeñas historias…

Por Mª Dolores Barreda Pérez

 

Eduardo Barrón González

BARRON GONZALEZ, Eduardo          E    1910        02.abr.1858     MORALEDA VINO(Za)          MADRID        23.nov.1911

 

Autorretrato con medallas

 

Eduardo Barrón González nació en Moraleja del Vino, provincia de Zamora, el 2 de abril de 1858.

De una familia humilde, su padre era zapatero y veía cómo el muchacho tallaba con sus cuchillas sobre la madera que cogía de los olivos.

El cabeza de familia fallece cuando Eduardo cuenta con catorce años, pero su inclinación artística no pasó desapercibida por el maestro ni por el banquero y paisano Anastasio de la Cuesta, al corriente del talento del joven, que para ayudarle, le posibilitó con una ayuda de tres reales diarios que se formara en el taller del imaginero Ramón Álvarez, en Zamora.

Allí compaginó el aprendizaje con los estudios de dibujo y figura en el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza y en la Sociedad Económica de Amigos del País. La formación en el estudio incluyó también la restauración de imágenes y muebles que tan útil le sería en el futuro.

El artista en 1877

 

El artista en su estudio

 

Con su esposa, María Casanova

 

El artista en 1910

 

Retrato de Eduardo Barrón por José Villegas

 

Eduardo Barrón en 1890

 

Pese a no estar matriculado oficialmente, su talento y disposición le valieron que fuera becado por la Diputación de Zamora con una pequeña ayuda, y en 1877 se traslada a Madrid a estudiar en la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado, trabajando en los talleres de Elías Martín y de Francisco Bellver, donde podrá ganar algo de dinero con el que ayudar a la familia.

En 1881finaliza su carrera con un brillante expediente académico y obtiene por oposición el título de profesor de Dibujo.

La Diputación de Zamora vuelve a pensionarle para con una beca para la Academia de Roma, donde tendrá como compañeros a Vicente Palmaroli y a Francisco Pradilla.

Allí realizó la más famosa de sus obras, la estatua de Viriato, que hoy se puede contemplar en la plaza del mismo nombre de Zamora. Logró fundirla en bronce y la envió a España , presentándola a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1884, logrando la Medalla de Plata de primera clase.

Regresa a España y gana por oposición una pensión para la Academia Española de Bellas Artes de Roma, donde permanecerá por espacio de cuatro años.

Son años de estudio y de trabajo, en los que realiza otra de sus grandes obras: Adán después del pecado o el Relieve de Santa Eulalia ante Daciano y Roncesvalles , logrando Mención de Honor con ellas.

Justo antes de finalizar su pensionado, y por expreso deseo del Papa León XIII, los padres Capuchinos le encargan la realización de la decoración de la capilla española de la Basílica de Loreto, donde Barrón realizó una colosal escultura sedente de San José con el Niño Dios en mármol de Carrara.

La Capilla Española en la Basílica de Loreto

Santa Teresa y San José y el Niño Dios de la Basílica de Loreto

 

A su vuelta, se instala en Madrid, primero en un estudio de la glorieta de Atocha para finalmente fijar su taller en la calle Ferraz, donde realiza la escultura y monumento a Hernán Cortés que luce Medellín , en Badajoz.

 

Ganador del concurso para la realización del monumento a Colón de Salamanca, en 1892 logra el cargo de conservador de la Sección de Escultura del actual Museo del Prado, ampliando su labor tres años más tarde, con la de conservador-restaurador, redactando en 1907 el primer catálogo de la colección de escultura del museo.

En 1898 contrae matrimonio con María Casanova, unión de la que nacerán dos hijos: María Concepción y Eduardo Vicente.

En 1904 presentó a la Exposición Nacional de Bellas Artes el grupo Nerón y Séneca, una de sus obras más grandes y conocidas, con el que ganó la Medalla de Oro y le valió encargos como el del Ayuntamiento de Cádiz, para realizar la estatua de Castelar.

Estatua de Castelar en Cádiz

 

En 1910 es nombrado académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, siendo además miembro de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias y Artes de Cádiz y llegando también los honores y distinciones, entre las que destacan  Caballero de la Orden de Carlos III; comendador de número de Isabel la Católica y Caballero de la Orden de Santiago concedida por el rey de Portugal.

El 23 de noviembre de 1911, cuando salía de la Real Academia de San Fernando y se dirigía a sus labores en el Museo del Prado, cayó fulminado víctima de un derrame cerebral, muriendo en el acto cuando contaba con tan solo 53 años.

Una parte considerable de su producción se conserva en el Museo de Zamora,  gracias a la donación efectuada por su hijo en 1963, integrada por modelos en escayola de algunas de sus principales obras, y a la realizada por su nuera y sus nietos en 2004. En total ingresaron en el Museo once esculturas además de seis pinturas, entre ellas dos autorretratos y un retrato inacabado que le hizo el pintor José Villegas Cordero, también socio de la AEPE.

Alegoría de la Industria y la Minería que corona el Ministerio de Agricultura de Madrid

 

Entre sus principales obras encontramos: el Monumento a Viriato, 1884; Adán después del pecado, Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, 1885; Santa Eulalia ante Daciano, Basílica de San Francisco el Grande de Madrid, 1885; Roncesvalles, 1887 obra destruida; San José con el Niño Dios de la Capilla de San José o Española del Santuario de Loreto, en Italia, 1888 — 1889; el Monumento a Hernán Cortés de Medellín, Badajoz, 1890; el Monumento a Cristóbal Colón de Salamanca, 1893; el Relieve de la Minería y la Industria de la Escuela de Ingenieros de Minas de Madrid, 1895; Nerón y Séneca o La educación de Séneca, del Museo del Prado que se encuentra en depósito en el Museo de Zamora, 1904 y fue Medalla de Oro en la Exposición Nacional de Bellas Artes de ese año; y el Monumento a Emilio Castelar de Cádiz, 1905.

La directiva del Museo del Prado. En primer término José Villegas y detrás Eduardo Barrón

Roncesvalles

Tentación

 

 

Viriato

 

Eduardo Barrón y la AEPE

En 1910 fue elegido Vicecontador de la primera Junta Directiva de la Asociación de Pintores y Escultores.

Su prematura muerte en 1911, truncó sus seguros deseos de colaborar con tan alta empresa.

En el año 2014, la Asociación Española de Pintores y Escultores presentó la exposición titulada “Tres siglos de escultura: Fundición Codina”, que pudo verse del 15 de octubre al 1 de diciembre en el Castillo de San José de Valderas de Alcorcón, y en marzo de 2015 pasó a la Sala Lorenzo Vaquero de la Fábrica de Harinas de Getafe, finalizando su periplo en el mes de mayo en la Sala José Saramago de Leganés.

Entre las obras que se exhibieron figuraba el bronce de Séneca y Nerón, una reducción de la escayola del original del Museo de Zamora, perteneciente a la Fundición Codina que se fundió en 1907 y fue un regalo del autor a la casa como muestra de amistad.

Nerón y Séneca

 

La escultura fue la única que se salvó de ser destruida en los hornos durante los años de la guerra civil, cuando la Fundición fue confiscada para fabricar bombas, al esconder la pieza en el fondo de un viejo bidón para las ceras, donde permaneció olvidada hasta los años 50, cuando al realizar el traslado del taller, de la calle Cartagena a la de Albarracín, apareció intacta en el fondo del bidón.

La escultura también participó en la exposición que bajo el título de EScultura, tuvo lugar en el Centro Cultural San Clemente de Toledo en mayo de 2018.

Adán o después del pecado

 

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