Aurora Gutiérrez-Larraya y Díaz de la Campa

Por Mª Dolores Barreda Pérez

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LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

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Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

AURORA GUTIERREZ-LARRAYA Y DIAZ DE LA CAMPA

Aurora Gutiérrez-Larraya y Díaz de la Campa. Pintora. Calle Corredera Baja, 37.

Aurora Gutiérrez-Larraya nació en El Astillero (Real Astillero de Guarnizo), en la provincia de Santander, en 1880 y fue una encajera (puntaire o proyectista de puntas) y maestra cántabra, hermana del también pintor y escritor Tomás Gutiérrez-Larraya, Profesor de la Academia de Bellas Artes de San Jorge, Presidente de la Agrupación de Escritores Cinematográficos de Barcelona y fundador de la revista Filmes Selectos.

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Siendo muy niña llegó a Barcelona. De 1895 a 1904, estudió en la Escuela de Dibujo para niñas y adultas. De 1904 y hasta 1909, asistió en las clases de la Escuela Superior de Artes e Industrias y Bellas Artes de Barcelona, en donde encaminó su currículum para aplicarlo a la proyección de puntas a la almohada y a la aguja, bordados, estampados de tejidos y otras técnicas.

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Gracias a unos “proyectos de puntas de mérito excepcional y refinadísimo gusto”, ganó una bolsa de viaje de cuatro meses de estancia en Madrid, donde a principios de 1905, realizó una serie de trabajos sobre las puntas que se conservaban al Museo Arqueológico Nacional.

Además de las enseñanzas prácticas y teóricas, Aurora entró en pleno contacto con el espíritu renovador del Modernismo, influenciando su trabajo algunos de sus maestros como Joan Vacarisses, Fèlix Maestras, o Francesc Tomàs y Estruch, uno de los diseñadores de puntas, bordados, estampados y tapices de más renombre a principios del siglo XX. Además, asistía a las lecciones de dibujo impartidas por Josep Pascó.

Para ganarse la vida, Aurora se dedicó a formar chicas de numerosas familias de Barcelona, ya fuera en pintura y dibujo como en la práctica de labores artísticas. Por otro lado, diseñaba y ejecutaba las piezas que se le encargaban a título particular.

Participó en los centenares de exposiciones y ferias de industrias artísticas que se celebraban en todo el país. Así, por ejemplo, en 1904 participó en el concurso organizado por el Fomento de las Artes Decorativas, con unos proyectos para puntas; la primavera de 1906 en la Exposición de Bellas artes y en 1907 en la V Exposición Internacional de Bellas Artes e Industrias Artísticas, celebrada también en Barcelona.

En 1909, Aurora se traslada a Madrid para ampliar sus estudios de arte, impartiendo también clases de trabajos artísticos en el colegio del Sagrado Corazón. Continuó presentándose con éxito a concursos, muestras de arte y exposiciones de Bellas Artes, siendo galardonada, en la Exposición de Artes Decorativas de 1911 y participando en marzo de 1915 en el Salón de Arte Moderno, y en abril de 1918 en la Exposición del Salón del Ateneo.

Aurora se sumergió de pleno en la vida intelectual y artística de Madrid. En 1910 se fundó la Asociación de Pintores y Artistas, de la que enseguida formó parte, además de la Asociación de Dibujantes de Madrid, fundada en 1920.

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ABC del 1 de marzo de 1918. En el Ateneo de Madrid, exposición de cuadros de los artistas Aurora y Tomás Gutiérrez-Larraya, inaugurada ayer tarde

Pero en aquel mismo año, la artista falleció, quién sabe si en el momento más álgido de su carrera. Ejercía entonces como profesora de la «Escuela del Hogar y Profesionalidad de la Mujer». Antes, había trabajado como maestra en el Museo de Artes Industriales –después reconvertido en el Museo de Artes Decorativas.

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La Gaceta de Bellas Artes de Mayo de 1920 reflejaba así la defunción de Aurora Gutiérrez-Larraya

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La Gaceta de Bellas Artes del 15 de junio de 1920 recogía también esta reveladora noticia

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La Gaceta de Bellas Artes del 1 de julio de 1920 añadía

EXPOSICIÓN GUTIÉRREZ LARRAYA. Por JOSÉ FRANCÉS. Mundo gráfico.31/3/1915

Ha sido como un grato despertar de horrible pesadilla.

En el mismo salón Arle Moderno donde obtuvieron tal éxito de risa o de indignación, por parto del buen público burgués, los pintores íntegros, se ha inaugurado otra exposición de dos artistas que no son «íntegros» en la arbitraria acepción otorgada a ese vocablo por el señor Ribera y la señorita Gutiérrez Cueto.

Pero si no poseen esa «integridad» son en cambio admirables maestros en el arte decorativo tallándole modernísimas y prácticas aplicaciones.

El público, que acude todavía en masas nutridas imaginando hallarse con las cosas cubistas, se sorprende un poco al ver figuras humanas que recuerdan humanas figuras, paisajes que son paisajes, y varios objetos que recuerdan a otros usuales y corrientes con la ventajosa diferencia de que son más bellos y artísticos.

Pero como en el público abundan más los imbéciles que los sensatos—y de aquí el éxito de ciertas obras teatrales—no faltan los que pregunten: —Oiga usted. ¿Estos son los cubistas? —No, señor. Los cubistas se fueron para no volver. — ¡Ay, qué lástima! Entonces esto no me interesa… Otros, más astutamente imbéciles, se enteran antes de entrar al saloncito y cuando les dicen quo los «íntegros» ya no están allá dentro, dan la vuelta. Ellos venían a pasar un buen rato; no a perder el tiempo viendo obras bollas y perdurables.

Esa actitud del público es un poco desconsoladora. En apariencia, al menos. Luego, si se piensa que también a las plazas de toros y los mítines políticos acude enorme gentío, vemos que no es tan desconsoladora esta escasez; de papanatas, cretinos e indocumentados de la sensibilidad. Mejor todavía.

En la exposición «íntegra» lo de menos era ver las cosas expuestas. En esta exposición sería muy sensible que los antedichos papanatas nos privaran de contemplar y admirar tantas y tan varias exquisiteces como presentan los hermanos Gutiérrez Larraya.

No crean, sin embargo, los maliciosos que va poca gente a esta exposición. Todo lo contrario. Es también un éxito de público; pero público de buen gusto, no del otro que iba al salón de Arle Moderno «a pasar el rato». Los hermanos Aurora y Tomás Gutiérrez Larraya presentan muy cerca de noventa obras, demostrativas todas ellas de las aplicaciones prácticas del arte decorativo.

Aurora Gutiérrez Larraya es una artista cultí- sima, un espíritu refinado, que posee de modo insuperable, los secretos técnicos de muy diversas artes. En todas las exposiciones nacionales sus envíos se han destacado con mucho del de otras señoritas que aún creen arto decorativo vestir de “hoy-scont” a una muñeca, o bordarle unas zapatillas a su papá. Y no sólo se destaca la señorita Gutiérrez Larraya sobre esas señoritas tan españolamente cursis. AI fin y al cabo eso no sería gran mérito.

En la última exposición de Arle Decorativo, donde obtuvieron primeras medallas el señor Villegas Brieva y un fotógrafo, donde las Escuelas provinciales presentaban un espectáculo vergonzoso e indigno, acaso fueran los envíos de Aurora Gutiérrez Larraya los que nos hicieran vislumbrar un porvenir lógico, bien orientado, al arte decorativo español.

Además, en el Museo Nacional de Artes Industriales creado por el señor Doménech, la señorita Gutiérrez Larraya es una de las figuras principales y bajo sus expertas órdenes se va formando un grupo inteligentísimo de mujeres verdaderamente conscientes de lo que es el arte.

En esta exposición Aurora Gutiérrez Larraya ha querido demostrar cuan varios son sus méritos y presenta dos cueros (modelado uno y repujado el otro) dos peinetas, de carey y de asta; dos almohadones; una bandeja y un cenicero de bronce; un cuadro al temple y varios estudios para encaje y bordado.

Todo ello es de gran valor artístico; pero sobresalen el almohadón titulado Col holandesa, la peineta de carey Madroño, el cuero repujado Nuestro padre, el temple India que revela una sana y fiel sinceridad ante el natural y los Estudios en que la señorita Gutiérrez Larraya presenta estilizados ejemplos de flores y plantas que son un bello mentir al criterio de ciertos profesores de Escuelas artísticas para quienes el arte decorativo consiste en copiar de yeso o de catálogos de muebles alemanes….

Isabel Baquero y Rosado

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Por Mª Dolores Barreda Pérez

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LAS PRIMERAS ARTISTAS DE LA

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Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores.

ISABEL BAQUERO Y ROSADO

Isabel Baquero y Rosado. Pintora. Socia de número. Nació en Madrid, alrededor de 1860 y seguía activa aún en 1926.

Pintora activa en Madrid a finales del siglo XIX y principios del XX. Era hija del doctor Cayetano Baquero y Díaz Palacios, y de Doña Isabel Rosado, fallecidos en Madrid en 1908 y 1898 respectivamente.

Inició sus estudios artísticos en 1881 en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid donde obtuvo un accésit, y posteriormente en la Escuela Especial de Pintura donde obtuvo en 1890 un accésit en la disciplina del dibujo del antiguo y ropajes. Fue allí donde la acogió como discípula el pintor Eugenio Oliva, uno de los que se hicieran famosos en la época por llevar a cabo la decoración de la Capilla de Carlos III en la Basílica de San Francisco el Grande de Madrid, obra que le valió la condecoración de Comendador de Número de la Orden de Isabel la Católica que le otorgó el gobierno en 1889.

En 1891 fue pensionada mediante oposiciones por la Diputación de Madrid para proseguir sus estudios en España.

Aficionada también a la música, cursó en 1884 estudios de canto en la Academia Artístico musical de Madrid, prosiguiéndolos en el conservatorio en el año siguiente donde seria premiada.

En 1884 presentó dos bodegones en la Exposición Literario Artística de Madrid. Participó en distintas Exposiciones Nacionales de Bellas Artes. En la de 1887 con la obra titulada “Una vestal”; en la de 1890, con la obra “Un retrato de su padre” y un cuadro titulado “Miserere”, inspirado en una poesía de Bécquer; en la de 1892, con “Una cabeza de estudio”, por la que obtuvo una mención honorífica, la misma recompensa que obtuvo en la edición de 1895.

Participó en 1889 en la Exposición del Círculo de Bellas Artes de Madrid con el cuadro titulado “En el harén”; en 1893, en la bienal del Círculo con “Un retrato de señora” y en 1896, con dos retratos, “Meditación” y “Al baile”. En la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1899 presentó las obras tituladas “La lectura” y “Retrato de la señorita J.B.R”; en la de 1908 brilló con dos tablitas tituladas “Recuerdos del Casón”.

En la exposición artística a beneficio de los soldados heridos en Cuba y Filipinas de 1897, presentó tres óleos titulados “Un paisaje”, “En un patio” y “Petitorio”.

En 1898 fue agraciada con mención honorifica en el Concurso Internacional de Dibujos de La Revista Moderna con la obra titulada “También la gente del pueblo”.

Orientada su carrera hacia la enseñanza, en 1911 era profesora de dibujo en el Centro Ibero Americano de Cultura Popular Femenina de Madrid y en 1915 fue nombrada profesora de dibujo de la Escuela de Adultas de Granada, en donde cobraba un sueldo anual de 2.500 pesetas, permaneciendo activa aún en 1926 con la edad de 66 años.

Fue en dicha ciudad donde logró recuperar la tradición de los dibujos de bordados granadinos, creando a propósito una escuela de bordados. Tuvo como discípula a la pintora puertorriqueña Teresa Álvarez.

Isabel Baquero

Carmen Baroja y Nessi. Socia de número

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Por Mª Dolores Barreda Pérez

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Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores

CARMEN BAROJA Y NESSI

Carmen Baroja y Nessi. Artes Decorativas. Escritora, orfebre y etnóloga. Socia de Número. Nacida en Pamplona en 1883, falleció el 4 de junio de 1950 en Madrid.

Carmen Baroja y Nessi era hermana de los también escritores Pío y Ricardo Baroja y madre del antropólogo Julio Caro Baroja, del director de cine y escritor Pío Caro Baroja y de Ricardo y Carmen, estos dos últimos fallecieron siendo niños.

Hija de Serafín Baroja, ingeniero de minas, que tras residir en Pamplona, Valencia, Burjasot, Cestona y San Sebastián, se trasladó a vivir con su familia a Madrid, para cuidar junto a su madre, de su tía Juana Nessi. Sus hermanos, Pío y Ricardo, que vivían ya en Madrid, habían aceptado regentar la panadería Viena Capellanes, propiedad de su tía abuela, mientras soñaban con dedicarse a escribir y a pintar.

Se dedicó principalmente a la orfebrería, la etnografía y al folclore, y escribió muchos artículos sobre estas materias (muchos de ellos bajo el pseudónimo de «Vera de Alzate»), así como catálogos y varios libros.

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Los Baroja en Itzea en 1918. Aparecen Julio Caro Baroja, en primer lugar, Carmen Baroja, hermana del novelista, Carmen Nessi, la madre, y Pío Baroja.

En 1906 se trasladó a París para estudiar artes, instalándose en la residencia de estudiantes de Madame Paulhan. Cuando regresó a Madrid, se dedicó por completo a su trabajo de orfebre artesana, obteniendo buenas críticas en los periódicos y revistas de la época.

Con su hermano Pío emprendió, al menos, dos viajes de estudios por Inglaterra y Francia, de ellos volvía con bocetos e instrumentos de trabajo.

En Madrid, compartió taller con su hermano Ricardo, con quien también estudiaba y discutía las diferentes técnicas de trabajo para sus diseños de orfebrería.

Hacia 1900 ya frecuenta los ambientes intelectuales y artísticos del momento, en unos años que fueron tan decisivos para las mujeres de mentalidad abierta como ella.

En 1902, Carmen Baroja contrajo la enfermedad del tifus, lo que provocó su reclusión durante meses. Su hermano Pío, que la atendía como médico recomendó que pasara unos meses en el monasterio del Paular en Guadarrama, donde se recuperó totalmente.

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En 1913 contrae matrimonio con el editor Rafael Caro Raggio, con quien compartía afinidades artísticas e intelectuales y durante unos años se dedica a sus tareas de esposa y madre, en el ámbito privado.

En 1926 se reincorpora muy activamente a la vida pública al participar en dos acontecimientos que tuvieron gran repercusión en la capital española: la fundación del Lyceum Club (1926-1939), la primera asociación feminista de cultura, presidido por María de Maeztu, al que acudían, entre otras, Zenobia Camprubí, Elena Fortún, Concha Méndez, María Teresa León y Victoria Kent, y en el que no hubo intelectual, médico o artista que no diera una conferencia. Allí se encargó de organizar eventos relacionados con la sección de arte, de la que era encargada, lo que le permite disponer de un espacio ideal para dar salida a sus escritos e inquietudes artísticas.

Y la puesta en marcha, en 1926, del teatro de cámara “El mirlo blanco” en el salón de la casa familiar, que cautivó al público y a la crítica de esos años, y compartiendo este proyecto con sus hermanos y amigos Valle Inclán, Azorín y Manuel Azaña. Sus amigas Isabel Oyarzábal y Magda Donato estrenaron allí “El amor de D. Perlimplím”, en una adaptación que hizo Federico García Lorca de su obra para el teatro de cámara.

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En 1934 fue nombrada miembro del comité ejecutivo del patronato del Museo del Pueblo Español donde se dedicó a tareas de investigación etnológica y de recopilación de materiales para sus estudios sobre el pensamiento mágico-religioso de la zona vasco-navarra.

Durante la guerra, Carmen Baroja residió con sus hijos en Vera de Bidasoa, mientras que su marido quedó incomunicado en Madrid, en su imprenta.

Al finalizar la contienda, en la que lo perdió todo, su marido tuvo que regresar a su antiguo empleo en Correos para lograr sobrevivir, falleciendo finalmente en 1943.

Carmen continuó el libro sobre amuletos y talismanes iniciado en 1934. Escribió sus memorias y numerosos artículos para el diario La Nación, de Buenos Aires. Sus investigaciones etnológicas culminaron en sendos catálogos para el Museo del Pueblo Español: Catálogo de la colección de amuletos (1945) y Catálogo de la colección de pendientes (1948-1952).

Carmen sufrió dos graves operaciones, de cáncer intestinal, y murió en Madrid, el 4 de junio de 1950.

Algunos de sus versos fueron publicados en el libro “Tres Barojas. Poemas” (Pamplona, Pamiela, 1995). Fue autora también de cuentos infantiles como el titulado “Martinito el de la casa grande” (1942; reeditado en Madrid, Castalia, 1999).

Entre sus libros etnográficos destacan “El encaje en España” (Barcelona: Lábor, 1933) y “Joyas populares y amuletos” (1949), que quedó inédito.

El más famoso es el de sus memorias, titulado “Recuerdos de una mujer de la generación del 98” (Barcelona: Tusquets, 1998) y en donde aparece toda la Generación del 98 y otros personajes de la cultura y el arte de la época.

 

María de los Dolores del Adalid y González Garrido. Socia Nº 47

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Por Mª Dolores Barreda Pérez

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Desde su fundación en 1910, y después de haber tratado en anteriores números a las Socias Fundadoras de la entidad, y las participantes en el primer Salón de Otoño, vamos a ir recuperando de la memoria colectiva, el nombre de las primeras socias que vinieron a formar parte de la Asociación de Pintores y Escultores

MARIA DE LOS DOLORES DEL ADALID Y GONZALEZ GARRIDO

María de los Dolores del Adalid y González Garrido. Pintora. Socia de Nº 47. Nació en Madrid y murió en Oleiros, La Coruña, en 1930.

Era hija de Marcial del Adalid, célebre compositor y músico coruñés romántico, de gran talento artístico (1826-1881) reconocido entre otros grandes valores como “el creador de la música gallega culta, el mejor recolector folklórico, y reconocido como el músico favorito del rey de Inglaterra”.

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Marcial del Adalid

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Su madre era la famosa escritora coruñesa de gran talento Francisca González Garrido (1846-1917), dama de extraordinaria belleza, conocida popularmente por Fanny Garrido y que también escribía bajo el seudónimo de Eulalia de Lians en alusión a la parroquia de Santa Eulalia de Lians en Oleiros (La Coruña) donde se asienta el pazo de Lóngora.

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Fanny Garrido

La residencia de este matrimonio en su pazo de Lóngora, situado en las Mariñas coruñesas, fue durante algunos años centro de la vida musical y literaria de La Coruña, verdadero foco de cultura europea en la soledad del campo gallega.

Asidua entre los contertulios y a los conciertos que se celebraban en Lóngora se encontraba Emilia Pardo Bazán, amiga de los dos cónyuges que, al igual que en el pazo de Lóngora, reunía en su residencia de las Torres de Meirás lo más selecto de la intelectualidad gallega y española del momento, entre las que se hallaba Miguel de Unamuno, gran admirador de la escritora. De los familiares de la Condesa que frecuentaban las Torres de Meirás, siempre recibido con gran cariño por sus cualidades personales y simpatía, figuraba su sobrino Jorge Quiroga, del pazo lalinense de Quintela. En este pazo también se celebraban unos sencillos conciertos de música clásica y popular gallega, empleando por todo instrumento una flauta y una viola.

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Catálogo de la Exposición de Pintura Regional Gallega de 1912 en la que participó

Fanny Garrido, fallecido su esposo, caso en segundas nupcias con el científico José Rodríguez Mourelo (1857-1934), químico lucense de reconocimiento internacional, profesor de física de la Universidad madrileña y sólido pilar de la ciencia española de su tiempo, y a la postre amigo de Marcial del Adalid, al que dedicó en vida un artículo crítico y biográfico laudatorio en La Ilustración Gallega y Asturiana del 8 de diciembre de 1880 que acompaña un grabado de su retrato, obra de José Cuevas.

Entre las obras de Fanny Garrido podemos destacar la titulada “Escaramuzas”, de carácter autobiográfico, editada en Madrid en 1885, que dedicó a su querida amiga la condesa de Pardo Bazán. Curiosamente esta novela sufrió secuestro de ejemplares.

En este selecto ambiente, rodeada de cultura y amor por la música, de la que también tuvo una importante formación, transcurrió la infancia de María de los Dolores. En Madrid, se formó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, especializándose en composición, pero practicado con gracia y estilo otros géneros como el paisaje y el retrato. Mantuvo excelentes relaciones con el pintor Francisco Llorens, discípulo de Carlos de Haes. Participó en la Exposición Regional de Arte I de La Coruña, de 1912, en la II Muestra de Arte Gallego de La Coruña, celebrada en 1917 y en la Exposición de Arte Gallego de Buenos Aires, de 1919. Obtuvo Mención de Honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1904, repitiendo galardón en la de 1906. En 1929 fue nombrada Académica de Honor de la Real Academia Gallega, convirtiéndose en la primera persona de tal modo designada por la RAG. María de los Dolores del Adalid y González Garrido, falleció viuda y sin descendencia.

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El Pazo de Lóngora, propiedad de la familia Adalid, de estilo palaciego y construcción clásica gallega, estaba rodeado de jardines y se convirtió en punto de encuentro obligado para intelectuales, músicos y escritores, además de referente cultural para la alta sociedad coruñesa y gallega de la época. En la actualidad lo gestiona el Instituto Universitario de Medio Ambiente de la Universidad de La Coruña

Artistas que participaron en el primer Salón de Otoño de 1920

Por Mª Dolores Barreda Pérez 

El 1 de abril de 1920, la Gaceta de Bellas Artes hacía pública la Convocatoria del Primer Salón Otoñal de Artistas Independientes fundado por la Asociación de Pintores y Escultores

En la exposición de motivos se decía que “es el otoño la época más interesante de Madrid y la puerta monumental de entrada al laborioso invierno… y por ello, la Asociación ha elegido el otoño para la Exposición de referencia, huyendo de la primavera, en la cual, lo mismo en España que en el Extranjero, las Exposiciones de todo género constituyen un verdadero laberinto…”

Todos conocemos el éxito que supuso aquella primera convocatoria justo ahora que asistimos a la inauguración de la edición número 83, pero pocas veces se habla de los artistas que concurrieron y sobre todo de las mujeres que en este primer Salón, colgaron sus obras.

En el Palacio de Exposiciones del Parque del Retiro se celebró el Primer Salón Otoñal que reunió un total de 959 obras pertenecientes a más de 700 artistas. Todas ellas se colgaron pese a lo reducido del espacio y a las contrariedades que la colocación de un número tan elevado trajo consigo, pero todas fueron expuestas.

En esta primera convocatoria participaron 24 artistas. Muchas de ellas, socias de nuestra entidad; unas, conocidas ya por haber sido fundadoras de la institución, y otras a quienes hoy rendimos un pequeño tributo y de las que prometemos hablar en próximos números.

Además, en la Sala VIII titulada “Recuerdos” se expusieron dos obras de artistas que contaron con una especial atención en lugar preferente.

A la hora de preparar este artículo, descubro los nombres de las artistas tal y como se recogieron en los listados y en el catálogo realizado a propósito, y me parece hasta lógico pensar que junto a sus nombres, se recogiera su lugar de nacimiento (no así el año) y su residencia, dato que voy a transcribir por lo anecdótico que resulta.

En la sección de Pintura, se colgaron obras de:

Julia Alcayde, natural de Gijón, reside en Madrid, calle Columela, 10. Hoy en día está considerada como la pionera de las pintoras asturianas y fue comparada, como bodegonista, con artistas como Zurbarán o Picasso.

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Autorretrato. Casa Museo de Jovellanos en Gijón (España)

Concepción Bascones Pérez, natural de Alcañiz, Teruel, reside en Madrid, calle Atocha, 147. Nada encontramos de ella, excepto que fue la hermana del doctor Bascones Pérez, que perteneció al famoso Instituto Rubio de Madrid, germen del Hospital de la Concepción.

Juana Belloso López, natural de Madrid, calle Reloj, 1. Era hija del portero mayor del Senado, y realizó el retrato de Joaquín Sánchez de Toca y Castro (Alcalde de Madrid, Ministro y Presidente del Senado), que se colgó en la Cámara Alta, causando sensación de cuantos lo veían por “la excelente ejecución del conjunto, reveladora de condiciones artísticas muy estimables y de gran porvenir”.

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Joaquín Sánchez de Toca y Castro

Alfonsa Bendicho, natural de Madrid, calle Lagasca, 125. Fue discípula de José Parada Santín (padre del también pintor Luis Parada Eguilaz), exponiendo durante años sus obras en el estudio que su maestro tenía en la dirección proporcionada por ella. Sus temas eran bodegones y frutas “resueltos a conciencia y pintados con cariño, al estilo del famoso maestro en el género Gessa. Y retratos al pastel y otros dibujados”.

Luisa Botet y Mundi, natural de Cassá de la Selva, Gerona, reside en Valencia, calle del Doctor Montserrat, 19. A ella dedicamos un artículo como Socia Fundadora Nº 16, en la Gaceta de Bellas Artes de abril de este mismo año, en la que pudimos descubrir que estudió en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona y en la Escuela Superior de Bellas Artes de Madrid, obteniendo recompensas y el título de académica en  Pintura y Grabado, siendo discípula de Emilio Sala y de Muñoz Degrain en pintura y de Ricardo de los Ríos en la disciplina de grabado.

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Matilde Calvo Rodero, natural de Madrid, vive en la calle Juan de Mena, 16. Artista polifacética que se dedicaba a numerosos ámbitos de la creación (grabado, encuadernación, escultura, etc.) recibió varios premios y reconocimientos, participando en la Exposición Internacional de Artes Decorativas celebrada en París en 1925 y en la Exposición Nacional de Arte Decorativo, Arquitectura y Grabado de 1926. Miembro del Lyceum Club Femenino, Asociación presidida por María de Maeztu.

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Grabado de Matilde CalvoRodero

Mª Elena Camarón, natural de Madrid, vive en la calle Infantas, 28 y 30. Mª Asunción Elena Camarón y Navarro fue alumna de la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, consiguiendo Accésit en la disciplina de Anatomía Pictórica en 1900, y siendo después profesora de Dibujo, desarrollando su talento para la enseñanza.

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Esperanza Cañizares y L. Sandino, natural de Madrid, vive en la calle Génova, 11. Alumna de la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, pintaba bodegones que tenían un “minucioso estudio de calidades”.

Carolina Castillo, natural de Gijón, reside en Madrid, en la calle Fuencarral, 74 y 76. Fue una gran pintora, una mujer de excepcional inteligencia y cultura, que nació en Gijón en 1867. Autodidacta durante años, asistió a clases después con Nicolau Huguet y se mantuvo activa, participando en las Exposiciones Nacionales de 1908, 1910 y 1912. Alumna de Cecilio Pla, sus primeras piezas aparecieron firmadas como Krol-Ina y Krolina, y le gustó cultivar el retrato, el paisaje y el desnudo, este último en un arranque de valentía que sorprenderá a la sociedad del momento. Pero fue el retrato el campo en el que se le reconocieron los mayores logros, al componer lienzos en los que los personajes se acercaban al contemplador. En ellos Carolina del Castillo reflejó su entorno emocional con admirable habilidad.

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«Desnudo», obra de Carolina del Castillo

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Mª del Carmen Corredoira Ruiz de Baro, natural de La Coruña, donde reside, calle San Andrés, 2. Nació en La Coruña el 18 de mayo de 1893 y murió el 17 de noviembre de 1970. Pasó su vida en Coruña, bajo la dirección de Enrique Laboret, pintando bodegones realistas de espiritualidad evidente. En Madrid fue discípula de Eduardo Chicharro y José María López Mezquita. Su trabajo mereció distinciones, como la Medalla de Oro en la Exposición Regional de Santiago en 1926, y fue miembro numerario de la Academia de Bellas Artes de Rosario en La Coruña. Realizó muchas exposiciones, de excelente calidad, formal, de dibujo firme y una paleta rica y sabia.

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Dos de las más conocidas obras de Carmen Corredoira

María Alicia Consolle y Artic, natural de Burdeos (Francia), reside en Madrid, Avenida de la Plaza de Toros, 2.

Miss Nelly Harvey, natural de Londres, Inglaterra, residen en Madrid, calle Españoleto, 10. Nelly Ellen Harvey (Inglaterra 1877 – 1961), inglesa que residió largo tiempo en España. Frecuentó la alta sociedad madrileña, alcanzando fama como copista en el Prado, donde copia a Velázquez, Rubens, Tiziano y El Greco, y como retratista. Participó en la Exposición de Otoño de 1908. Vivió luego en Munich y en 1911 viaja a Nueva York donde expuso sus retratos en la prestigiosa galería Knoedler.  En 1914 vuelve a Madrid y abre estudio y taller para impartir clases a sus discípulos en la calle Españoleto. En 1915 participa en la Exposición Nacional de Bellas Artes. En 1916 expuso individualmente en el Salón Iturrioz, presentando un conjunto de 37 obras, paisajes y retratos. Expuso en el Salón de Otoño de 1920, en los de 1925, 1934 y en 1930 en la Exposición Nacional de Bellas Artes. En 1946 presentó obras en la Exposición del Instituto Británico de artistas españoles e ingleses.

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Nelly Harvey en su estudio

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La infanta doña Isabel visita la exposición de Nelly Harvey

María López Carbó de Fontes de Albornoz, natural de Madrid, vive en la calle Libertad, 16. Era hija del coronel de Ingenieros Sr. López Carbayo. Se casó en la parroquia de San José de Madrid con Antonio Fontes Albornoz y Stárico, perteneciente a la familia de los marqueses de Ordoño.

Mª de los Ángeles López Roberts y Muguiro “Neneta”, natural de Madrid, vive en la calle don Pedro, 1. Pintora y dibujante, hija de Mauricio López Roberts Terry (Embajador de España en Suiza) y de Mª de los Ángeles Muguiro Beruete (Marqueses de Torrehermosa). Estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, siendo discípula de Fernando Álvarez de Sotomayor y de José María López Mezquita. Participó en las Exposiciones Nacionales de 1922, 1924, 1926 y 1930, y en diversas ediciones de los Salones de Otoño. Residió en París, y expuso individualmente en 1934 en la sala  Brame del Boulevard Malesherbes. Fue nombrada subdelegada de la Cruz Roja en la capital francesa. En 1942 llevó a cabo una notable muestra individual de sesenta de  sus obras en los Salones Macarrón de Madrid, exponiendo de nuevo en 1957 y 1963.

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Juana Maurer, natural de París, reside en Madrid, calle General Castaños, 3 y 5. Participó en varios Salones de Otoño y en varias Exposiciones nacionales.

Paula Millán Alosete, natural de Madrid, vive en la calle Atocha, 82. Artista botánica, desde niña mostraba una gran afición a la pintura; su padre, pintor y escultor conocido, le enseñó lo necesario para que rápidamente comenzara a pintar por sí misma. En 1933, por oposición, ganó la plaza de Auxiliar Artístico del Real Jardín Botánico de Madrid, empleo que desempeñó hasta su jubilación en 1969. Casi sólo elogios se pueden expresar acerca de su obra a plumilla, admirable dibujante de plantas. Practicó, además el dibujo a la acuarela y al óleo, y ya jubilada, seguía trabajando por encargo.

Marie Therese Monchar, natural de Francia, residen en Barcelona, ronda de la Universidad, 33. Españolizada como María Teresa Monchar, participó en Salones de Otoño y Exposiciones Nacionales con paisajes presa de inquietud estética y obras que la crítica consideró como muy bellas.

Matilde Nieto Martín, natural de Salamanca, reside en Madrid, calle Carmen, 38. El 13 de diciembre de 1928 saltó a la prensa al denunciar que cuando pasaba por la calle de Carretas le substrajeron un bolso con varias participaciones de la lotería. Participó en distintos Salones de Otoño y varias Exposiciones nacionales

Delfina Ocaña y Gómez, natural de Campo de Criptana, Ciudad Real, reside en Madrid, calle Génova, 4. Participó en distintos Salones de Otoño.

Mª Luisa Pérez Herrero, natural de Madrid, vive en la calle Ataulfo, 10. Notable paisajista, fallecida prematuramente a los treinta y seis años de edad el 26 de mayo de 1934. Algunos periódicos de Madrid se hacían eco de su fallecimiento en los siguientes términos: “Aunque joven, tenía en su haber señalados triunfos, obtenidos en el extranjero y en España. Pensionada, recorrió Francia y Bélgica, recogiendo sabrosos frutos, que maduraron ampliamente en sus obras premiadas con Tercera Medalla en la Exposición de 1922. «La Época», 28 de mayo de 1934. «… se podía considerar como una de las más interesantes de nuestra pintura contemporánea».

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Pilar de los Ríos de Martínez, natural de Madrid, vive en la calle Luis Cabrera, 32. Participó en distintos Salones de Otoño y varias Exposiciones Nacionales.

Pura Vázquez de la Varga, natural de Madrid, vive en la calle Espoz y Mina, 6 duplicado. Pintora de paisaje y de figuras, su técnica es ágil y triunfó lo mismo en las opulencias decorativas como en los sobrios toques de tipo moderno. Notable fueron su colección de paisajes de Marruecos, con acierto de luz y color, impresionismo vivaz, y sabe captar con presteza los cambiantes fugitivos de la atmósfera.

En la Sala VIII “RECUERDOS”:

Adela Ginés y Ortiz (óleo propiedad de Don Pedro Martínez). (Madrid, 1847-1923). Pintora y escultora española. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y fue discípula de Carlos de Haes y Sebastián Gessa. Profesora en la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, practicó el paisaje y la pintura de bodegones, especialmente los floreros. Se presentó con asiduidad a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, consiguió mención honorífica en 1887 y 1895, en la especialidad de pintura, en 1892 en escultura y tercera medalla en 1895 y 1899, también en escultura. Obtuvo tercera medalla en 1897 en la especialidad de pintura, y en 1901 y 1912. En 1899 obtuvo una mención honorífica en la Exposición Universal de París.

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En la sección de Grabado:

Encarnación Velázquez, natural de Madrid, vive en la calle Velázquez, 64. Presentó aguafuertes a diversos Salones de otoño, siendo maestra.

En la sección de Escultura:

Eva Preetzman Aggerholm de Vázquez Díaz, natural de Francia, reside en Madrid, calle Lagasca, 119. Se inscribió en el primer Salón como francesa, si bien en realidad fue una artista danesa nacida en 1882. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Copenhague y en 1908 se traslada a París, donde acude a la Academia Humbert y al estudio de Bourdelle. Se casó con el pintor español Daniel Vázquez Díaz, a quien dedicó su vida, renunciando a su trabajo. En 1919 realizó una única exposición junto a su marido en la Sala de Exposiciones de la Dirección General de Bellas Artes, si bien concurrió a alguna Exposición Nacional en la que fue premiada con una medalla. Su escultura pertenece al realismo castellano, pues busca un estudio de la gente y de la raza a través del retrato y se caracteriza por la pura y simple expresividad del volumen, limpio de accesorios, anécdotas y con ausencia de énfasis, pureza del claroscuro, rigor del dibujo y sensibilidad certera, plena de serenidad que la acerca al orden clásico. Falleció en Madrid en 1959.

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Eva pintada por su marido

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La autora en su taller

Elena Sorolla y García, natural de Valencia, reside en Madrid, paseo Martínez Campos, 37. Helena Sorolla García, como le gustaba firmar, nació en 1895 (Madrid, 1975), fue la hija menor del matrimonio Sorolla. Desde muy joven mostró inclinación por la escultura y tuvo como maestro al escultor valenciano José Capuz. Esculpió y modeló, siempre del natural, y en todo tipo de materiales. Se formó en la Institución 2 Libre de Enseñanza, hecho que la marcó definitivamente, haciendo de ella una mujer moderna y librepensadora. Desde 1911 se interesó por la escultura, desmarcándose de sus hermanos María y Joaquín, que practicaron la pintura como su padre. Participó en algunas exposiciones importantes, entre ellas, la exposición de Arte joven valenciano de 1917, la exposición de arte de Barcelona de 1922, o la que organizó en 1926 el Club femenino Español en Madrid. En 1922 se casó con Victoriano Lorente y como muchas artistas de la época, su dedicación al marido y los hijos condicionó su dedicación artística. Escultora de producción reducida, sus obras gozan de gran calidad técnica. Esculpía siempre del natural sacando, a menudo, de la propia familia los modelos, entre los que abundan las figuras femeninas de cuerpo entero. Sus obras destacan por la fidelidad a los rasgos personales, que intentan reflejar la singularidad de cada personaje mediante la reproducción de sus gestos más habituales y los aspectos físicos más característicos.

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Pilar Montaner Maturana, Sra. de Sureda. Socia Fundadora Nº 137

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Por Mª Dolores Barreda Pérez

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LAS SOCIAS FUNDADORAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Cinco fueron las mujeres que estuvieron dispuestas a apoyar la fundación de la Asociación de Pintores y Escultores y que como tal, firmaron y que presentamos según su orden de adhesión, para ir conociéndolas una por una y aprendiendo de ellas:

Socia Fundadora Nº 16: Luisa Botet y Mundi

Socia Fundadora Nº 29: Marcelina Poncela de Jardiel

Socia Fundadora Nº 94: Paz Eguía Viuda de Pina

Socia Fundadora Nº 131: Carmen Alcoverro

Socia Fundadora Nº 137: Pilar Montaner y Sureda

 

PILAR MONTANER MATURANA

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(Palma de Mallorca, 1878 – Valldemosa, 1961) fue una pintora impresionista de principios de siglo XX, alumna entre otros de Joaquín Sorolla.

Madre de once hijos y esposa de Juan Sureda, heredero del Palacio del Rey Sancho de Valldemosa, vivió entre lujos y niños, arte y cultura.

Por el palacio de los Sureda pasaron personajes ilustres como Unamuno y Rubén Darío. En este contexto de actividad cultural, Pilar Montaner fue una de las pocas mallorquinas de la época que pudieron dedicarse a la pintura y su obra se expuso en las principales galerías de arte de Barcelona y Madrid.

Sin embargo, en la vida de esta artista no todo fue de colores. También aparecieron los grises, que quedan reflejados, como su talento artístico, en el documental titulado “La pintora sin rostro”, centrado en la figura de Pilar Montaner, una artista injustamente olvidada por la Historia.

No es poca la literatura publicada en torno a Pilar Montaner. Sobre su enorme espíritu escribieron autores de la talla de Rubén Darío, Unamuno, Azorín, Gabriel Alomar o Eugenio d’Ors, y su capacidad artística fue venerada por algunos de los mejores pintores de la época y por muchos de los que protagonizaron la cultura y el buen saber en aquel tiempo extraño que les tocó vivir. Sorolla, Toni Ribas, Anckerman, Rusiñol, Anglada Camarasa, Toni Gelabert, John Singer Sargent, el Archiduque Luis Salvador y todos los que tuvieron voz en la Mallorca de principios de siglo XX admiraron la excelente obra pictórica de esta pequeña pero increíble mujer.

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Pero a diferencia de todos los nombres citados, Pilar no encabeza enciclopedias ni aparece citada en los libros de texto. La explicación quizás se pueda encontrar en una concatenación de graves problemas personales, que comenzó con la ruina sobrevenida de su familia y que se prolongó con la enfermedad y muerte prematura de la mayor parte de sus catorce hijos. Algunas de las mejores críticas que recibió en vida hacían referencia a la virilidad de su pincelada como una de sus mejores virtudes.

Sólo cabe admirarnos de sus geniales cuadros, tanto los que pertenecen a su primera época -aunque ajustados a los rigores de los cánones de un siglo que agonizaba-, hasta los que imaginó y elaboró ​​cuando su mano se volvió valiente y su pincelada estremecedora.

Sería extraordinario poder participar de sus pensamientos a través de su pintura, conseguir ver a través de sus ojos esta Mallorca a la que adorar, con sus piedras, sus paisajes y su gente, participar del entusiasmo por una vida -a veces soñada, y muchas veces terrorífica- apurada hasta las últimas consecuencias, con Juan Sureda, su marido, y el intenso amor que sintió hacia sus hijos.

De entre la numerosa correspondencia en la que se cita a la artista, vamos a seleccionar una serie de textos en los que queda plasmada la personalidad de una mujer a la que la vida no trató especialmente bien, pese a contar con el talento que a todos impresionaba.

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Eugenio D’Ors a Pilar (A la Cartuja de Valldemosa, 21 de agosto de 1920:

“Pilar es una llama. Tiene de la llama la tenuidad, el brillo y, a veces, la palidez azul, centrada por una fina rubicundez. Se mueve, ligera y vacilante, sobre las cosas. Danza entre ellas, trémula de inquietudes. Ahora se agacha, y parece a punto de morir. Ahora se yergue; y, en un elástico serpenteo crepitante, se lanza, como si quisiera alcanzar el cielo. En ocasiones se deja encerrar en la lamparilla doméstica de la vela enfermiza. Luego salta, libre, y ronda solitaria los lugares del romanticismo nocturno, así un fuego fatuo. Como la llama, todo lo purifica. Tras de mi silla, en la celda de la Cartuja, hay un ladrillo que tiene marcada la huella de las patas del diablo. Pero yo he visto a Pilar pasar sobre él, pasar sin pasar, en uno de sus ígneos giros. Y ya sé, confiado, que cualquier maleficio está deshecho. Aquí vivió un año Rubén Darío. Como todo el mundo, debió de tener el gran poeta aspectos mediocres o ridículos en la intimidad. Ninguna anécdota sobre esto ha subsistido aquí. Ha quedado la imagen del genio, que fue grandeza, y la de su vicio que fue una manera de grandeza también. De la prosa, de lo cotidiano mezquino, nada. ¿Cómo es esto? El espíritu de Pilar ha pasado. Ha pasado la Pilar-llama, y ha consumido en su ardor noble cuanto era bajo o feo. Llama dulce, llama amiga, en las tempestades de mañana, te divisaremos, desde la lejanía, como una lucecita de puerto que hay que dejar atrás, pero dispensadora de consuelo y seguridad con solo saber que existe”.

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Francisco Madrid “El Diluvio”, del 10 de mayo de 1921:

“Pilar, así la llamamos en la intimidad; Pilar, y así saboreamos su nombre como si fuese un sabroso dulce, Pilar. Pilar es menuda, nerviosa e inquieta -esta santa inquietud espiritual que se refleja en su rostro-. Pilar sonríe a todo, con una risa entre maternal y de conformada hermana de la caridad. En los ojos de Pilar centellea una llama de genio y de dolor; de mujer aventurera y de mujer de su casa; de mujer que ha silenciado la posesión del secreto de la Naturaleza y quiere conocer el de la vida, estancada, no obstante, su existencia, en un remanso de paz mallorquina en el cual es constante el recuerdo cartujano de la muerte. Pilar anda con una serenidad -aunque sea paradójico- algo nerviosa, llena de un fuego de vida. Así son los gestos y las palabras de Pilar -¡sus palabras, que son pocas y que detiene en su boca como para gustarlas! Pilar es una mujer de una fuerte sensibilidad, oxigenada constantemente por la pureza del campo y del mar mallorquín…

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…Y en todas partes la sombra y la estela de Pilar dejan un perfume de santidad y de buenaventura, lo mismo en su casa, llena de cuadros y de chiquillos, que en la Iglesia de la Cartuja bajo la santa policromía de la luz cenital; lo mismo en el campo cuando pinta o como cuando se encarama a una roca lejana para mejor adorar una puesta de sol; lo mismo en el templete griego de Miramar, perfumado por las brisas de Paganía, como en la ermita perdida de Valldemosa… En todos los lugares por donde pasa Pilar queda un detalle, algo, en el que descubrimos el gusto y el cariño de Pilar. Porque Pilar ama todas las cosas con un amor pecador y santo. Pilar Montaner de Sureda…

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Pintora, con un estilo propio, un poco descuidado y limpio, ha ido trasladando a sus telas lo que sus ojos vieron y ¡han visto tantas cosas y de tal manera, que sus cuadros son alma de su alma! No ha puesto ni más ni menos; ha pintado lo que ha visto con precisión y exactitud y de no haber mirado y admiraba como pintaba Pilar, diríamos que aquellos apuntes de las calas son ensueños del alma, fantasía pictórica de Pilar, porque parecen talmente bellas alucinaciones de un país de cuento infantil. Pilar tiene una paleta rica de colores y un dibujo valiente, impresionista, impresionante e impresionable. Cuesta creer que las pinturas de Pilar Montaner sean de una mano femenina, eternamente femenina, de una feminidad inquietante y cordial. Pilar Montaner tiene una llama en sus ojos de paz, de paz, de paz,..

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Ballesteros de Martos “La Mañana” del 10 de septiembre de 1918:

 […] las obras […] son de una virilidad, de una pujanza, de una intensidad que en nada parecen ser hijas de un temperamento femenino, antes al contrario, se las creería engendradas por la rebeldía moceril de un púgil de las luchas estéticas. […] no son cuadros que se juzgan; son cuadros que se sienten. Hay que poseer un alma lírica; hay que ser sensitivo. Si el latigazo de la emoción no ha sacudido el espíritu, esos cuadros han de parecer absurdos y falsos, pictóricamente considerados; porque lo que hay en ellos es el tesoro imaginativo y sentimental de una mujer prodigiosa, que siendo muy mujer es también muy artista. Pilar Montaner no sólo sabe ver el paisaje, sino que lo siente y, además, sabe expresarlo como lo ve y lo siente, rara cualidad que sólo logran alcanzar los grandes artistas. Esta es una pintura realista, en la que la autora, sin prejuicios ni preocupaciones, se entrega por entero, ansiando fundirse con el natural, arrancar los secretos estériles con que la realidad le embriaga. Y lo consigue; porque esa misma embriaguez que ella sintió al pintar sus cuadros, la sentimos nosotros al contemplarlos.

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Caty Juan de Corral “El hombre en la pintura de Pilar Montaner” 1986:

[…] Situémonos en 1906, cuando Don Juan Sureda escucha con atención el consejo del pintor Sorolla, que le recomienda: “Hágase niñera de sus hijos y que su mujer pinte”. Palabras que significaron el aprobado al retrato exigido por el maestro, con el fin de diagnosticar si la fiebre pictórica de Pilar Montaner era pasajera o crónica. La obra pintada por la futura discípula, descubrió a Sorolla el temperamento y valía vocacional de Pilar Montaner. Mujer joven, ¡y madre ya de tres hijos! Mujer de mirada profunda y firme. La fuerza de sus ojos chocaba con el cuerpo, delicado y que nunca podría haber servido de modelo a Rubens o a Pablo Picasso. […] Pilar Montaner dibuja y pinta con pasión, exigiéndose a sí misma. Conquistada por la luz e imponiéndose su poder creacional. Los compañeros de taller le preguntaban asombrados que cómo se atreve a pintar como el maestro no quiere.

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Joaquín Sorolla, Pilar Montaner, Clotilde García del Castillo, Juan Sureda y otros excursionistas, Cala Sant Vicen 1919

A lo que ella contesta escuetamente: “Porque así lo veo yo». La tela trabajada era muestra patente de su personalísimo quehacer. […] Este último [estudio de Valldemosa] era fantástico, según expresión textual de Emilia Sureda. La escalera que conducía a él, tenía nombre de Virgen y de carabela. Se llamaba Santa María. Para llegar al estudio, había que ganar un puente que cruzaba por sobre la escalera, comunicando con el ala derecha e izquierda del piso superior. Ya en el estudio, la vista quedaba prendida en la pared frontal, donde los cuadros de desnudos de diferentes épocas se imponían por su gran belleza. Había una mesa descomunal, repleta de apuntes y bocetos que hoy se catalogarían como obras terminadas en espera de firma. Notas frescas, limpias de color y trazo seguro. Espontáneas y con un dominio del dibujo sorprendente. El caballete, en el centro de la estancia, y a unos pasos, la paleta ¡enorme! que a veces ofrecía una visión de color, abstracta y bellísima. Pilar Montaner ¡ya es pintora! y su marido contempla obra y mujer con entusiasmo y pasión.

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El matrimonio realizó múltiples viajes por toda Europa. Ella pintaba y exponía en varias ciudades. Luego, a comienzo de los años treinta, les llegó la ruina y Pilar ya no pudo seguir pintando óleos.

Rubén Darío cantó en unos versos inéditos que Gabriel Alomar recitó en la exposición que realizó en Barcelona en 1918, su arte y su pintura:

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«Los olivos que tú, Pilar, pintas son ciertos.

Son paganos, cristianos y modernos olivos,

que guardan los secretos deseos de los muertos

con gestos, voluntades y ademanes de vivos.»

«Se han juntado a la tierra, porque es carne de tierra

su carne; y tienen brazos y tienen vientre y boca

que lucha por decir el enigma que encierra

su ademán vegetal o su querer de roca.»

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«Un trabajo hecho con pureza de intención, corazón, alma y vida ¡siempre será hermoso! ¡No lo dudes!» Esta opinión manifestada al esposo, estando en Madrid, el 8 de mayo de 1906, define la obra de Pilar Montaner y Maturana. Siempre será fiel a ella y el paso de los años no lo debilitará. Casi de niña, la profesora de las tempranas lecciones de pintura, Catalina Narváez, le dijo que tenía ojos de artista, y ella, pese a pertenecer a una sociedad insensible a una carrera pictórica femenina, nunca dejó de cultivar esta inclinación natural, de la mano de Emilio Ordóñez en Madrid, de la de Antonio Ribas y de la de Ricardo Anckerman en Palma.

Sí recibió el impulso definitivo de su esposo Juan Sureda y Bímet, un intelectual idealista, enamorado de las artes y de las letras, el cual no escatima nada por tal de lograr el triunfo de la mujer: traslado a Madrid, clases con Joaquín Sorolla y en la Academia de Bellas Artes, viajes a numerosas ciudades europeas por conocer museos y las principales figuras de entonces y, sobre todo, aportando ánimo, dirección y consejos a la joven esposa, la cual bebe, ávida, las enseñanzas del marido, fundamentadas en inspirarse en la Naturaleza y en trabajar al dictado de su consciencia.

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Consigue los primeros premios el año 1906, en Madrid con el retrato del tío José Sureda y Villalonga, y en Marsella, con el retrato del notario Poquet, según fuentes familiares; en Madrid, el año 1910, es galardonada la tela titulada «Ligando los pámpanos», pero se plantea no aceptar el premio por considerarlo poco, lo cual tendrá ocasión de hacer con motivo de la Exposición Regional de Arte de Palma donde le dan un quinto premio a » Los molinos», un cuadro premiado nueve años antes en Barcelona con una segunda medalla.

Realiza dos exposiciones individuales en Barcelona los años 1917 y 1921, y una en Madrid el año 1918. En los catálogos respectivos su obra va siempre acompañada de los versos de Rubén Darío, el huésped que tantos delirios causaba en el mundo artístico de la época. No falta la prosa de Gabriel Alomar, la de Xenius, la de Llorenç Riber. Éste y el esposo hacen asimismo conferencias, glosando la Isla de Oro, cantando su luz y paisaje y, en ocasiones, los muebles señoriales abandonan el casal real de la Cartuja, para ambientar las salas de exposición peninsulares.

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Fue entonces cuando se inició la caída, no porque se acabara la inspiración, sino debido a la ruina económica y por las tragedias familiares que le rodean. Cuando la experiencia y el saber podrían dar los mejores frutos, Pilar ha de abandonar colores y pinceles, atenta sólo a la subsistencia familiar. Entonces hace retratos al carbón. Esto no obstante, no deja de participar en exposiciones colectivas de Barcelona, Palma, Buenos Aires. En el año 1941, el Círculo de Bellas Artes de Palma le dedica una exposición – homenaje. Y dieciséis años después, en el XVI Salón de Otoño del Círculo de Bellas Artes de la misma ciudad, recibe el Premio del Colegio Oficial de Arquitectos por el lienzo titulado «Visión de la Catedral».

Los críticos han admirado su obra, la han analizado desde los más varios aspectos. Quizás una de las mejores definiciones sea ésta: «Esta es una pintura realista, en que la autora, sin prejuicios ni preocupaciones, se entrega por entero, ansiando fundirse con el natural, pretendiendo arrancar los secretos estériles con que la realidad embriaga. Y lo consigue porque esa misma embriaguez que ella sintió al pintar sus cuadros, la sentimos nosotros al contemplarlos».

Más información en: https://pilar-montaner.blogspot.com.es/

El arte naif en España, por José Gabriel Astudillo López

IX Art Naif Festival

Entre el 10 de junio y el 19 de agosto de 2016, se está celebrando el IX Festival de Arte Naíf en la Galería Szyb Wilson de Katowice (Polonia). Se trata de un evento único en Europa que el año pasado exhibió más de 1.500 pinturas y esculturas de 367 artistas de más de 30 países de todo el mundo.

Esta enorme exposición siempre ha tenido una gran popularidad y repercusión no sólo entre los visitantes procedentes de la región de Silesia, en la que se encuentra la ciudad de Katowice, sino también entre foráneos y turistas procedentes de Polonia y de toda Europa, siendo más de 30.000 los visitantes que participaron en los diferentes eventos del festival

Cada año un país o región es invitado especial de la edición, siendo la del 2016, de forma especial, España, habiéndole precedido África, Francia, Cuba, Mongolia, Israel, Argentina, Balcanes y Escandinavia.

La organización del evento corre a cargo de la Fundación Eko-Art Silesia, con la Galería Szyb Wilson a la cabeza, al frente de la cual se encuentran Karolina Luksa y Monika Paca, Directora del Festival y Presidenta de la Fundación, quienes se dirigieron a la Asociación Española de Pintores y Escultores, como la más alta autoridad artística representante de España, solicitando de nuestro Presidente, José Gabriel Astudillo López, un estudio-análisis-resumen de lo que ha sido la pintura naif en España.

Muy gustosamente realizó el encargo el Presidente, en un breve texto que reproducimos literalmente y por el que ha recibido las más altas felicitaciones de comisarios y representantes de la comunidad artística internacional.

El catálogo cuenta además con otro texto de Amparo Martí, alma máter del arte naif en España.

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EL ARTE NAIF EN ESPAÑA

«La novena edición del Art Naif Festival que celebra la Galería Szyb Wilson de Katowice (Polonia) se ha ganado a pulso convertirse en el evento más importante del arte naïf de toda Europa.

Este año además, esta gran exposición se convierte en un encuentro especialmente emocionante por tener como país invitado a España, motivo de orgullo para mí, que desde estas líneas y como Presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, debo representar a los artistas y aficionados a este arte etiquetado injustamente como “ingenuo”.

La participación española promete llevar la energía y temperamento mediterráneo, el propio sol de España, al país que fuera cuna de genios inmortales como Copérnico, Chopin, Marie Curie, Fahrenheit, Juan Pablo II o Tamara de Lempicka…

La histórica ciudad minera de Katowice, que posee una de las mayores áreas metropolitanas de Europa, es una ciudad cosmopolita que gozó en los años 30, del colorido que le brindaron los llamados artistas naïf del “Grupa Janowska”, en representaciones místicas y surrealistas que vienen ahora a adquirir un gran protagonismo al convertirse en anfitriones de honor de la gran fiesta naïf que representa este festival.

Comentaba que es un orgullo para mi poder presentar unas líneas acerca de la tradición y de la pintura naïf en España, partiendo siempre de la opinión más autorizada del Doctor Vallejo Nájera, primer estudioso y apasionado del tema que fue quien se encargó de exponer y recoger de forma muy acertada en sus libros, el concepto de arte naïf y la gran cantidad de nombres que reciben estos artistas y este arte… “Arte Naïf, Arte Ingenuo, Arte Insito, Artistas Domingueros, Artistas Innatos, Primitivos Contemporáneos, Artistas Felices, Arte Espontáneo, Arte Autodidacta, Genios Visionarios y Extravagantes …”, sin embargo, de todos ellos el más utilizado es el término Naïf, “… deformación ortográfica del naïf francés (plural naïves) que significa literalmente nativo, indígena y que en lenguaje coloquial se ha generalizado a ingenuo”.

Frente a tanto nombre y denominación lo único importante y real es que este campo del arte del siglo XX, que llega, continúa y sigue su transformación en pleno siglo XXI, tiene calidad en sus obras, belleza, armonía, orden y hasta “felicidad plástica”, y siendo así, poco importa que se etiqueten como ingenuas, rústicas, naïf o no, sólo baste saber que son creaciones que alcanzan la universalidad y la belleza.

Imposible entrar en debates y cuestiones filosóficas acerca del naïf puro, de su nacimiento, de su ingenuismo aldeano, pues ya decía el crítico Antonio Manuel Campoy que quizás fuera preciso revisar lo que de común se entiende por naïf puro, teniendo en cuenta que incluso Henri Rousseau, culto, oficinista, músico y pintor, invita con su obra, perentoriamente al naïf.

El inicio del siglo XX en España estuvo determinado por una serie de factores que influyeron de manera determinante en la configuración del arte; se superaron dificultades de toda índole y se incorporaron vanguardias que ya habían triunfado en otras capitales del arte, e incluso se formulaban nuevos planteamientos artísticos.

Coletazos de aquellos primeros planteamientos estéticos llegaban a España. Artistas como Tápies, Tarrats, Millares, Saura y otros muchos, sin grandes esperanzas de éxito o de ser reconocidos, ensayaban nuevas formulaciones y nuevos rumbos en duros momentos en los que el arte moderno era aún más denostado que en los años veinte y treinta del pasado siglo.

El lastre del academicismo del siglo XIX pesaba aún, pero también había excepciones como Picasso, Juan Gris, Gargallo, Torres-García, Miró, Julio González, Luis Fernández… que al aún con poco peso específico en el contexto internacional y al margen del movimiento surrealista de Dalí, Miró, Buñuel y ocasionalmente Picasso, intentaban plantear propuestas que terminaron de configurar las corrientes del arte moderno en España.

El movimiento vanguardista topaba con innumerables dificultades para crecer y desarrollarse, y en una sociedad tan llena de artistas, las propuestas del arte naïf, como tantas otras de diferentes estilos minoritarios, se diluyeron ante la indiferencia cultural de un país poco propenso a reconocer el arte colorista.

Pero hablar del arte naïf en España requiere reflexionar primero sobre la persona que dedicó sus desvelos y su amplísima trayectoria artística a la promoción de este tipo de arte: Amparo Martí.

A su amistad con Fernando Zóbel y a su influencia, debemos la pasión que empezó a sentir por el naïf, pasión que dura aún hoy en día, si bien fue a raíz de conocer los dibujos de Boliche, llenos de fantasía, ingenuidad y frescura, cuando quedó fascinada por este tipo de arte.

En 1975, en la Galería Durán surge la oportunidad de dedicar de forma permanente al arte naïf, una sala de exposiciones en la que expondrá el importante artista Miguel García Vivancos, aunque en aquellas fechas el naïf resultara aún un arte extraño, difícil e incomprendido en España.

Sin embargo, esta muestra fue la chispa que desencadenó su cada vez mayor actividad en pro del naïf, descubriendo valores y promocionando a artistas como María Pepa Estrada, Rosario Areces, Isidoro Carrascal, Mercedes Barba…

Con el gran doctor Vallejo Nájera escribirá dos libros sobre el naïf y llevará a la Casa de España de París la mítica exposición “Nueve pintores naïf españoles”, que además de un gran éxito, contribuyó a abrir las puertas a este tipo de arte y a promocionar a los pintores españoles fuera de nuestras fronteras.

Junto a Nuno Lima de Carvalho creó el Salón Ibérico de Arte Naïf, estimulando el nueve auge de los naïf españoles, y sentando las bases de la creación del Museo de Arte Naïf de Jaén.

En el año 2000 organizó el Certamen de Arte Naïf Español, que con el tiempo, y dado el éxito de la iniciativa, se convirtió en certamen internacional, si bien en la actualidad ya no se celebra, pero sentará las bases de un verdadero encuentro internacional para los amantes del arte “feliz”.

Hablar del arte naïf requiere también reflexionar sobre quién es un pintor naïf y quien es sólo un pintor mediocre. También en este aspecto Amparo Martí fue precursora, pues a su empeño por descubrir a artistas unió sus esfuerzos por hacer de la calidad la premisa a la hora de “etiquetarlos” convenientemente.

El pintor naïf no se ajusta a una lógica ni a una formación académica al uso, quizás no sepa expresarse pictóricamente, pero por un extraño don, sabe contar cosas interesantes y reflejar la belleza y la vida de forma ordenada y tremendamente real. Y eso es lo que Amparo Martí consiguió explicar sin necesidad de ordenar tesis ni doctorados.

La mayoría de los pintores naïf son comunicadores, saben dar un mensaje y contar un relato de forma encantadora, autodidacta, con un arte original, sin copiar a nadie y es de esta forma como inventan su propio arte, tan significativo y peculiar en cada uno de ellos y tan identificativo de sus personalidades.

En España hay autores destacados del arte naïf que han escrito la historia de este género, y si bien incluirlos a todos es una tarea muy complicada, sí podemos destacar a los más representativos.

Miguel García Vivancos es una figura mítica de quien André Breton escribiera “El duende que Vivancos manifiesta en su pintura, es el don del que se place por descubrir el arte por sí mismo; es la invirginal consagración de la vida acaso vencida de antemano, pero junto a la posibilidad de recomenzarla cada vez”.

Vicente Pérez Bueno fue al decir de Aguilera Cerni uno de los mejores, llegando a afirmar que “la gran mayoría de la pintura naïf existente en los grandes museos europeos es netamente inferior a la de Pérez Bueno”, que pinta con fervor escenas que ha visto en el cine, en la calle, naturalezas muertas, una corrida de toros, los lugares que le son familiares.

Higinio Mallebrera pese a llegar tarde al mundo del arte, significó el renacimiento de la esperanza; dibuja magníficamente, poniendo especial importancia y cuidado en el sombreado y la perspectiva; un modo muy peculiar que crea un mundo propio, inconfundible y de enorme fuerza y expresión. Para Vallejo Nájera, “Mallebrera es uno de los pintores más importantes del mundo naïf y rompe con su sola presencia algunos de los tópicos más frecuentes sobre lo naïf”.

Mari Pepa Estrada es una artista impecable y original que destaca que “Hay que ser mayor para volver a lo ingenuo, porque es necesario haber sufrido y amado muchísimo para retornar a la nostalgia, a la poesía y a la añoranza”, declaraba en una de sus últimas entrevistas.

Lorenzo Aparicio, conocido como “El Boliche”, impresionó muy favorablemente a los artistas de su época, que compraron sus dibujos repletos de extrañas configuraciones espirales simétricas en maravillosas composiciones de color.

Isidoro Carrascal marcó un estilo visionario, con temas absolutamente originales, ya que poseía una intuición mágica para la armonía de color, resultando su pintura un recipiente en el que rebosar apaciblemente, la poesía.

Rosario Areces “Rosario”, protagonizó el cuento de la “Cenicienta” por gracia del crítico de arte Anatole Jakosvsky, quien la lanzó al mercado internacional de arte naïf en unas obras que siempre empieza por el cielo, con el color añil de protagonista, en cuadros festivos, divertidos y especialmente sentidos.

Manuel Moral es, según los especialistas indican, el prototipo de artista naïf puro, ya que se trata de un autor sin estudios de pintura que refleja en su obra la vida cotidiana, usando una perspectiva distorsionada, estructuras y personajes esquemáticos y un vivo uso del color. Varias de sus obras dan nombre a una sala a él dedicada en el Museo Internacional de Arte Naïf de Jaén, único en España dedicado a este estilo.

Mercedes Barba está considerada una de las pintoras históricas del naïf, y una de las más cotizadas por su singular lenguaje artístico. En sus obras plasma sus recuerdos, sus vivencias, la alegría el color y las historias de su larga vida, con referencias religiosas personales, que hacen muy característico su estilo y personalidad.

Basi López realiza cuadros de colorido chillón y armónico, como decía Vallejo Nájera, “tenían garra y un atractivo indiscutible”, mientras que para Amparo Martí lo diferente de esta artista es “la gran intuición de sus temas, la alegría que reflejan”.

Fernando Roche gozó siempre del reconocimiento académico y de proyección internacional debido quizás a su vida dedicada íntegramente a la creación artística, cuyo resultado, aparentemente sencillo y realizado con materiales toscos, refleja su estado de ánimo y su visión crítica del mundo que le rodea. En su obra conecta la cultura clásica y el mundo ilustrado con los problemas cotidianos y la forma de vida contemporánea. Sin olvidar su condición de alfarero su producción artística ha sido cada vez más creativa y experimental.

No es este trabajo, ni pretendo que lo sea, un tratado de autores naïf, aunque ha sido imposible no incluir a los más representativos. Camino que emprendieron a solas primero, apoyados y auspiciados por Amparo Martí y por Juan Antonio Vallejo Nájera, y que abrieron las puertas a otros muchos artistas que han seguido sus pasos, con diferente estilo, con diferente arte y pasión, pero con la misma ilusión y dedicación que ellos.

Una inmensa lista de nombres que incluiría a Domingo Angulo Andrés, con sus característicos personajes históricos en obras y composiciones, Manuel Aragón “Manuelo”, Mª Dolores Casanova, Argimiro España, José María Fino, Tomás de la Fuente, Felipe Martín Jiménez, Faustino del Rey Camarena, Fernando Rodríguez “Fernando”, Carmen Rovira “Carme”, Manuel Sánchez Fernández, Antonia Soria Peraja, Domingo Uriarte, Pepa Calvo, Juan Guerra, El Guijo, Juan Romero, Isabel Villar,  Carmen Población, Evaristo Navarrete, Isidoro Carrascal, Maripí Morales, Pilar de Arístegui, Marta Figueroa “Jacoba”, José María Martínez Pardo, Chus Pérez de Castro “Población”, Carmen Ramírez, Esperanza Ridruejo “San Martino”, Belén Saro, Isabel Villar, Marta Vierna, Óscar Borras, Rosario Ripoll, Amalia Fernández de Córdoba, Inés Arias, Juan Borrás, Manolo Arce, Yiyo Moro, Pepa Santos, Joseph Mir, Laura Esteban, Cristóbal Martín, Marisa Norniella, Tito Lucaveche, Carmen Vivó , Ana María Abadal , Estela Benavides , Gracia Risueño , Manuel Gómez Arce,  Jaime Díaz Rittwagen, y un larguísimo etcétera de nombres que indican la buena salud del arte naïf en España, en la actualidad.

Mención aparte merece uno de los más ilustres miembros de la Asociación Española de Pintores y Escultores que ha conseguido cosechar grandes éxitos y es un referente a nivel internacional, como es Evaristo Guerra.

Evaristo Guerra, tal y como explica Manuel Calderón “es un pintor naïf que ha depurado su técnica cuadriculada, que ha renunciado a un cierto puritanismo ingenuo y se ha quedado con la frescura del color… Esa repetición continua del mismo elemento hace su de pintura un ejercicio visual, casi de hipnosis… adoptando con más intensidad los modos del puntillismo… con pinceladas imperceptibles, efectos visuales que degradan con más lentitud los colores… y convierten a las telas en un reloj de arena, silencioso y frágil”…

El escritor José Hierro califica y sustantiva los paisajes de Evaristo Guerra como “una pirotecnia vegetal”, mientras que Luis María Ansón dice de su pintura que “es el autorretrato del alma del pintor”, y para todos cuantos le conocemos y gozamos de su amistad, su obra no es más que el reflejo de su propia alma, que rebosa de sensaciones y de alegría y de color y de la vida misma, tan vivida en su particular mundo interior.

Es un orgullo contar con artistas de su talla, y analizar que las expectativas del arte naïf en España son lisonjeras y prometedoras, y que la diversidad de planteamientos y criterios que hoy en día se observan en las esferas del arte, pasan por entender una realidad artística multidisciplinar y multicultural.

El discurso naïf actual atraviesa una etapa de crítica hacia la realidad del hombre moderno; guarda así ciertas similitudes con el discurso vanguardista que se rebela contra la sociedad y sus injusticias; pero a diferencia de ellas, el naïf huye y se distancia de la innovación tecnológica y de lo que implica, y por ello, construye una realidad paralela que consiga reflejar el idealizado mundo de magia y ensueño.

Con la revisión del movimiento hippie que vivimos, podríamos afirmar que el naïf actual es la representación de la eterna búsqueda de la felicidad, de la libertad, de la vida sana y armoniosa, tranquila y ordenada, planteada en un entorno natural y épico, lleno de luz, plena de savia fresca y vivida.

Y en esa búsqueda tan reflejada en los temas, se llega a una simplificación de técnica y de representaciones, más propia del lenguaje fotográfico que del estilo pictórico en sí, porque lo que se pretende es reflejarlo todo, que toda la realidad observada entre en el mismo lienzo, tal cual lo hace la mirada ensimismada de un ávido curioso por empaparse de una estampa.

Por eso mismo los artistas naïf actuales afinan mucho más sus obras y plasman la realidad a golpe de color, sencillez, espontaneidad, imaginación, con plena consciencia del acto creador que realizan, de una manera individualista, pero que llega a la globalidad. Son obras que parecen fáciles pero que encierran una riqueza detallista que desborda cualquier imaginación, y desde luego, nada ingenuas ni infantiles.

Larga y próspera carrera auguro para los naïf que despuntan en España y para cuantos crean y viven y hacen de la felicidad plástica un mundo al que invitarnos y en el que poder encontrar un remanso de paz en este mundo de locos….

catálogo IX Art Naif Festival Katowice

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Carmen Alcoverro y López. Socia Fundadora Nº 131

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Por Mª Dolores Barreda Pérez

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LAS SOCIAS FUNDADORAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Cinco fueron las mujeres que estuvieron dispuestas a apoyar la fundación de la Asociación de Pintores y Escultores y que como tal, firmaron y que presentamos según su orden de adhesión, para ir conociéndolas una por una y aprendiendo de ellas:

Socia Fundadora Nº 16: Luisa Botet y Mundi

Socia Fundadora Nº 29: Marcelina Poncela de Jardiel

Socia Fundadora Nº 94: Paz Eguía Viuda de Pina

Socia Fundadora Nº 131: Carmen Alcoverro

Socia Fundadora Nº 137: Pilar Montaner y Sureda

 

CARMEN ALCOVERRO Y LOPEZ

carmen alcoverro

 

 

Carmen Alcoverro y López. Madrid, 1872.

Hija del escultor José Alcoverro y Amorós (1835-1908) y hermana del pintor Federico Alcoverro y del escultor José María Alcoverro.

Fue discípula de su padre. Obtuvo menciones honoríficas en las Exposiciones Nacionales de 1906 y 1910. En 1911 se casó con Alfonso de Mazas.

Federico Gil Asensio, en la revista “Por esos mundos”, publicada e 1 de septiembre de 1910, bajo el título del «Una escultora notable» nos habla así de ella:

…”Carmen Alcoverro, cuyas meritorias facultades artísticas, consecuencia natural de su patrimonio, la impulsaron a recorrer una senda trazada, prometiéndose la eficaz ayuda de un glorioso maestro: el autor de sus días. Pero esa ayuda, al pronto alcance de un amigo molesto o un torpe advenedizo, apenas si logró disfrutarla una hija cariñosa con méritos sobrados para conquistar un brillante futuro. Por qué? Por la eterna preterición de los allegados, los de casa…

La señorita Alcoverro lo declara ingenuamente: no más ha hecho que ligerísimos estudios al lado de su buen padre, cuando él se vio libre de absorbentes trabajos -muy contadas ocasiones- y siempre sin el firme propósito de aquel por desarrollar los planes de su amable y entusiasta discípula.

Sin embargo, la sociedad no se inclina francamente a reconocer la victoria de una artista que bien pudo aprovechar la notoria maestría del profesor en beneficio de su educación artística, sino para envanecerse con la aureola de un aplauso que no le correspondía.

Claro está que la razón impera y la notable artista, Carmen Alcoverro discutida antes y después del fallecimiento de su padre y protector, ha dado iguales é inequívocas muestras sus felices disposiciones para el cultivo de un arte a que muy pocas mujeres se consagraron: el maravilloso arte de la escultura. (Citaremos á Luisa Roldan, conocida por la Roldana, hija de un célebre artista sevillano del siglo XVII; y, entre las contemporáneas, a Fernanda Francés y Adela Ginés, ejemplos dignos de alta consideración).

Más aún: para desmentir la impiedad de caprichosos detractores, que negaron a la señorita Alcoverro un legítimo derecho de propiedad, el talento de la escultora concibe y expresa más gallardamente cuando, la ayuda del maestro es, por desgracia, un imposible.

Y ahora, sin miedo a torpes e infundados prejuicios, expondrá sus últimas y recientes obras para someterlas a la opinión de un Jurado, que sabrá reconocer en su calidad un esfuerzo exclusivo de quien las presenta, y no la afectación de un mérito usurpado…

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Conocemos algunas de esas obras, que gustosos reproducimos, absteniéndonos de emitir el favorable juicio que nos merecieron, la franca admiración que nos exaltaron, porque no se moteje de amistosa rédame lo que solo es justo reconocimiento a una exquisita bondad artística.

Sí, diremos, que en los referidos trabajos se observa a primera vista el carácter personalísimo que a su labor imprime la señorita Alcoverro; y, para convencimiento de los descreídos, bastará el recuerdo de las obras por ella presentadas en otros certámenes. Entre las primeras y las últimas, apreciarán, forzosamente establecida la comparación, una enorme diferencia: la del pro- distancia considerable: la que inedia entre el aprendizaje y el dominio de la práctica.

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La señorita Alcoverro, satisfecha de su respetable sinceridad, entiende que ha llegado la hora de justificarla, patentizando que el famoso artista, su circunstancial maestro, fue incapaz de semejante farsa, y si algo hizo en obsequio de la entonces incipiente escultora, fue restringir una enseñanza que determinaría la plausible continuación de triunfos imperecederos…

Y adviértase cómo lo que, en la apariencia, describe una senda de flores, encubría un peligro de funesto desencanto.

Pero la artista, fiel a su noble empeño y con entusiasmo creciente, trabaja sin descanso y estudia con afán, codiciosa del triunfo definitivo. No responden a su interés las cuatro menciones honoríficas que se le han adjudicado. Aspira a más y confiamos en que su laboriosidad y su inteligencia impondrán la satisfacción de un deseo acreedor a todas las alabanzas.

La autorizada opinión de Don José Ramón Mélida, elogia sinceramente la obra artística de Carmen Alcoverro; nosotros, sin la competencia de tan ilustre personalidad, le rendimos el franco tributo de nuestro aplauso. Es un deber de justicia.

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Paz Eguía Lis, Viuda de Pina. Socia Fundadora Nº 94

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Por Mª Dolores Barreda Pérez

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LAS SOCIAS FUNDADORAS DE LA

ASOCIACION ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES

Cinco fueron las mujeres que estuvieron dispuestas a apoyar la fundación de la Asociación de Pintores y Escultores y que como tal, firmaron y que presentamos según su orden de adhesión, para ir conociéndolas una por una y aprendiendo de ellas:

Socia Fundadora Nº 16: Luisa Botet y Mundi

Socia Fundadora Nº 29: Marcelina Poncela de Jardiel

Socia Fundadora Nº 94: Paz Eguía Viuda de Pina

Socia Fundadora Nº 131: Carmen Alcoverro

Socia Fundadora Nº 137: Pilar Montaner y Sureda

 

PAZ EGUIA LIS

Paz Eguía

Paz Eguía Lis Salot. México 1863 – 1960). Hija de Dolores Salot de Eguía y de Joaquín Eguía Lis, primer rector de la Universidad Nacional de México, director del Registro Púbico de la Propiedad Nacional de México y del Colegio de San Ildefonso.

Su padre siempre la estimuló en sus inquietudes, motivo por el cual Paz fue una mujer de extraordinario espíritu de independencia y gran voluntad.

A los 23 años entró a estudiar pintura en la Academia de San Carlos de México para hacer los estudios completos de pintora, grado que alcanza habiendo ejercido más tarde su profesión como maestra de este arte.

En la Academia de San Carlos es alumna de José Salomé Pina y pese a la diferencia de edad, se convirtió en su esposa.

Como era costumbre en aquella época, primero se casaron por la iglesia y después contrajeron matrimonio por lo civil, el 1902.

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José Salomé Pina (1830-1909) es una de las figuras principales del arte mexicano del siglo XIX.

Discípulo de Pelegrín Clavé en la Academia de San Carlos de México, fue el primero de sus alumnos novohispanos en conseguir una pensión para acudir a Roma en 1854

Viajó por España y copió obras en el Museo del Prado.

Volvió a México y en 1889 comenzó, ayudado por sus principales discípulos, la decoración de la basílica de Guadalupe.

En 1879 recibió el encargo de realizar una copia del retrato de Hernán Cortés del Ayuntamiento de México, por la que cobró 1250 pesetas y que pertenece al Museo del Prado.

Fue maestro del muralista Diego Rivera en la Academia de San Carlos de México.

Paz abordó muchas inquietudes, como por ejemplo la escritura. Publicó un artículo en el año 1900 en “El Tiempo”, sobre Santa Prisca de Taxco y ya lo firmó con su nombre de casada: Paz Eguía Lis de Pina.

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A la muerte de su esposo, viajó a España con el maestro Eduardo Chicharro y su grupo de discípulos, entre los que se encontraba Diego Rivera.

El martes 6 de septiembre de 1910 en “El Diario de Avila” aparece retratada con ellos en su primera plana y al pie de la foto se explica: “Chicharro, algunos de sus discípulos y los modelos”.

En 1911 contrajo matrimonio en España con Juan José Alvarez, originario de Avila. Después se separó de él y de ahí en adelante se dedicó a viajar a distintos lugares  acompañada de sus dos hijos.

Vivió en España, Cuba  y en Estados Unidos. En los momentos difíciles se ayudó dando clases de piano y pintura.

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Nunca vendió sus cuadros; pintó para ella y sus amistades y en ocasiones, regaló sus obras en agradecimiento a quienes le ayudaron cuando se vio en situaciones difíciles.

Las obras que sobreviven de ella son aproximadamente quince, sin haberse podido hacer un recuento exacto de su producción.

La obra “Aldeana española” revela la influencia de su maestro en España, Eduardo Chicharro.

Nunca llegó a participar en las Exposiciones de la Academia de San Carlos.

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Identificada 92 años después, la tumba del pintor español Francisco Iturrino

Emotivo acto en Cagnes-sur-Mer con representación española

Por Mª Dolores Barreda Pérez

Con motivo de la identificación oficial de la tumba del pintor español situada en el viejo cementerio de Haut-de-Cagnes, en la localidad francesa de Cagnes-sur-Mer, de la provincia de Niza, por parte de la familia del pintor y de distintas autoridades locales, nacionales y artísticas, el pasado día 9 de abril tuvo lugar un acto en el que se reconocía la figura de este gran pintor español, en la fosa en la que descansaban sus restos mortales y que hasta la fecha, se había mantenido anónima.

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Autorretrato 1910

Al acto, en el que se descubrió una placa identificativa de la que ha llevado 92 años siendo anónima, así como otra placa conmemorativa en la casa donde vivió el pintor, han acudido el  Alcalde-Senador de la localidad, Louis Nègre, los representantes de la familia, entre los que destacan el nieto del pintor, Alberto Robles Iturrino y su bisnieta Laura Iturrino, así como el Cónsul General de España en Marsella, en representación del Gobierno de España, el Director del Museo de Bellas Artes de Santander, Salvador Carretero Rebés, en representacion del alcalde de la ciudad que lo viera nacer, y otras personalidades del mundo de la cultura y de las bellas artes.

Tras descubrir una placa en el cementerio y otra en la casa donde vivió, los asistentes se trasladaron al salón de actos del Castillo-Museo Grimaldi, en donde intervinieron los asistentes en el emotivo y merecido homenaje que ha tenido lugar 92 años después de su muerte.

El hecho ha sido posible gracias a la labor de investigación que ha realizado Charles Fremaux, un estudioso que ha dedicado 20 años de su vida a ampliar los datos y la biografía del pintor y gracias al cual se ha identificado de forma definitiva la tumba en el cementerio viejo de Haut de Cagnes, que descubrió en un estado de total abandono a partir de una pequeña puerta del cementerio que asciende, y tras trece tumbas, en más o menos iguales condiciones, pero identificadas.

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El casual encuentro entre Charles Frémaux y Laura Iturrino, bisnieta del artista, a través del doctor Luis Agüera durante una conferencia (impartida por Laura) en Toledo, hace que se ponga en marcha todo el proceso. Laura Iturrino remite carta al alcalde de Cagnes-sur-Mer trasladándole una solicitud oficial con el fin de instalar una placa conmemorativa en la sepultura de Francisco Iturrino, tumba que hasta ese momento era anónima. Y es ella, codo con codo con Charles Frémaux, la que plantea y coordina el Homenaje que se fragua y que finalmente se lleva a término en Cagnes-sur-Mer. Laura Iturrino, Charles Frémaux y Louis Négre, senador-alcalde de Cagnes-sur-Mer, acuerdan organizar un día que se erija en homenaje del artista español. A partir de ahí, Laura Iturrino lleva a cabo una labor de coordinación importante, dando noticia del emotivo hecho acontecido, no solo a la familia sino también poniéndolo en conocimiento de instituciones españolas, centrales, autonómicas y municipales (Embajadores de España y Francia, Directores de Museos, Ministerio de Cultura, etc.) e invitando al Homenaje que Cagnes-sur-Mer finalmente dedica al pintor el 9 de abril de 2016. Muchas han sido las coincidencias y simultaneidades para que todo esto ocurriera, culminando con este sentido homenaje que la villa francesa le dedica tan generosamente.

Gracias a sus pesquisas conocemos quién estuvo con él en el momento de su fallecimiento y las condiciones bajo las que transcurrió su precipitado entierro, y cómo las circunstancias de la vida de su familia y los hechos históricos que se desarrollaron en el tiempo, hicieron caer en el olvido su última morada.

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Francisco Iturrino González fue pintor, aguafortista y es el máximo cultivador del fauvismo en España, conocido por sus desnudos femeninos de vivo colorido y sobre todo por su amistad con Matisse.

Hijo de Miguel Iturrino, farero, y de Joaquina González, nació el 9 de septiembre de 1864 en Santander, donde vivió hasta que la familia se traslada a Bilbao, donde comenzó a recibir clases de dibujo en una academia y de la mano de su tío, el pintor y poeta Elviro González, hasta que en 1884 se traslada a Lieja (Bélgica), en donde a espaldas de su familia, comenzó su carrera artística.

En Bruselas estudia pintura con Lorrand y conoce a  Maria Josephine Delwit, con quien se casó y tuvo seis hijos: Elviro (1895) -falleció a los pocos meses-, Marcelo (1898), María Luísa (1902), Elvira (1905), Miguel (1908) -murió al año siguiente- y Elena (1910).

Se trasladó a París en 1899 para asistir al taller de Gustave Moreau, contactando con el marchante Ambroise Vollard, quien lo invitó a exponer en su galería junto a Pablo Picasso, con quien trabó una amistad que duró toda su vida.

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Con Henri Matisse, a quien conoció en 1906, mantuvo una estrecha camaradería, siendo el pintor que más influencia ejerció en su obra y con quien compartió estudio en Sevilla y viajes y experiencias a distintos enclaves artísticos de la época.

En el Salón de Otoño de París de 1911 presentó un total de 28 cuadros en una sala especial, lo que le llevó a presentar su obra por distintas ciudades españolas como Madrid y Barcelona.

En 1934 fallece su esposa, tras dos estancias en sanatorios psiquiátricos (1913) y se hace cargo de sus hijos su hermano Paulino, pero al estallar la Primera Guerra Mundial en 1914, dejó París y volvió a residir a España, exponiendo con éxito, en Bilbao, Málaga, Madrid y Barcelona.

En 1920 la gangrena hace aparición en una de sus piernas, enfermedad que trastocó su situación económica, en el transcurso de la cual contó con la ayuda de varios amigos, sobre todo para lograr su desplazamiento a París, en donde le amputan una pierna.

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El médico y amigo Elie Faure convence al galerista Rosenber para realizar una exposición en beneficio de la cual acudirán muchos amigos que ceden obra para la ocasión y entre los que podemos citar a Bonnard, Camoin, Derain, Dufy, Kissling, Luce, Lurcat, Manguin, Marquet, Matisse, Picasso, De Segonzac, Signac , Valtat y Vlaminck, y que nos muestra la dimensión de la amistad que nuestro pintor comparte con el mundo del arte de París de la época.

Ese dinero fue el que le permitió retirarse al sur de Francia, primero a Niza y más tarde a Cagnes-sur-Mer, ciudad costera en la que se dedicó al aguafuerte y en la que falleció el 21 de junio de 1924.

Iturrino encontró en Francia una compañera con la que tuvo otro hijo llamado Francisco, y a cuya familia pasará la propiedad de la casa de Cagnes-sur-Mer. En el momento de su fallecimiento se encontraban con él, sus hijas Mª Luisa y Elvira, que con la ayuda de las familias de Renoir y Matisse llevan a cabo el entierro y funeral, consiguiendo de forma precipitada del ayuntamiento, una concesión a perpetuidad en el cementerio viejo (plaza Nº 313, 7).

Distintos problemas familiares y los dramas históricos que se suceden en España y Francia (Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil Española) explican el abandono y el olvido de una tumba que viene a hora a encontrar su identidad y abandona definitivamente el anonimato.

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Tras su muerte, y pese a distintos e infructuosos intentos por recordar la memoria del pintor, el Museo de Arte Moderno de Bilbao lleva a cabo la primera exposición retrospectiva en 1926, que se acompañó de una conferencia del que fuera su amigo y médico Elie Faure.

En total han sido 37 las exposiciones individuales que desde 1902 y hasta el año 2014, han exhibido la obra del que está considerado como el introductor de la vibrante paleta del fauvismo en España, y como uno de los artistas clave en la introducción de las corrientes modernas.

A través de su obra abandona el realismo de los pintores de su generación para convertirse en el artífice de la luz y el color, de los jardines y de las mujeres del sur, con excelentes retratos, desnudos femeninos, solitarios y en grupo, pero también de las fiestas y de las escenas campestres de toros y caballistas.

En su obra se dejó influenciar por el impresionismo, y por los pintores Van Gogh, Cézanne o Gauguin, aunque sus mejores obras las realizó bajo la influencia de sus amigos Mattise y Derain.

En España su obra se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Santander y en el de Bilbao, en el Museo Zuloaga de Zumaia, en el Centro Nacional de Arte Reina Sofía y en numerosas colecciones privadas, sobre todo de Bilbao y Madrid.

André Derain. Retrato de Iturrino. 1914.

André Derain. Retrato de Iturrino. 1914

Henri Evenepoel. El español en Paris. Retrato del pintor Francisco Iturrino. 1899

Henri Evenepoel. El español en Paris. Retrato del pintor Francisco Iturrino. 1899

Juan de Echevarría. Retrato de Iturrino. 1919.

Juan de Echevarría. Retrato de Iturrino. 1919

 

 

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